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26-5-24
Despedida en
andas, literalmente!!! en el km.0 del Zapparancho, Villars, Pcia. de Bs. As.
Argentina, con rumbos inciertos y por tiempo indeterminado, a una nueva
aventura!
1° destino:
Lisboa!
Tras 24 hs.
de transportes varios que incluyen pareja de ángeles en Traffic hasta el
aeropuerto, un boing 747 a Franckfurt y otro más pequeño, marcha en retroceso a
Lisbon (con arrivo de manijas rotas de la maleta, buah.. ) + metro+ tren
suburbano, llegué a la casa de mi coachsurfing tocaya de mi misma edad,
viajera, madre de 4 hijos adultos y otras lindas coincidencias. ¡Ya me estaba
esperando con la cena lista! Y su hermosa sonrisa! La camita tendida en
habitación privada y la clave del internet en un papelito sobre la almohada.
¡Qué recibimiento!
A la mañana
siguiente, directo al trámite previsto:
renovación de mi pasaporte portugués (por nieta directa). En cualquier registro
de ciudadano lo puedes hacer fácilmente: Llegas, sacas número como si fuera una
ferretería o una farmacia, y antes que te sientes, ya te están llamando. Llenas
los formularios, foto de frente en una maquinola ultra moderna, pones los dedos
índices sobre una luces verdes, firmas como con tinta invisible sobre un
vidriecito, esperas 24 hs. Y pasas a retirarlo. ¡Magia! En Bs. As. Tardan
mínimo 2 años para darte el turno...
A media mañana ya estaba lista para recorrer la bella ciudad con su arquitectura típica de muros azulejados,
las rotondas donde se cruzan los tranvías y sus cableados por el cielo, las pastelerías con las tradicionales natas, las cervecerías a la orden del día, los tuc tuc adornados como abejas zumbadoras, las iglesias barrocas, las callecitas que suben y bajan con sus pulidos y resbaladizos adoquines, las escaleras sin fin que unen barrios a diferentes altitudes, los jacarandás azules en flor con sus tímidos aromas y los millones de turistas como rebaños de todo el mundo guiados por un paraguas con patas con moñito multicolor en la punta! Realmente queda poco que ver de las viviendas tradicionales o poder identificar a un poblador local. ¡Maldita globalización! Todos circulamos con los mismos jeans, idénticos celulares, parecidas mochilas, Nikes al uso, barberías y estilistas de uñas esmaltadas y pedimos expresso, pizza o croissant.
Aunque debo
admitir que sí se huele bastante a pescado al pasar frente a los restaurants
que lo sirven a multitudes hambrientas de frutos del mar, mejillones, bacalao,
sardinas, y otros pobres animalitos de Deus.
Por mi
parte, menisco desgarrado mediante, empecé con prudencia, es un decir, ja! Obediente
a mi osteópata, me dispuse a hacer mis ejercicios de bicicleta fija, tal como
él me recomendó para fortalecer la rodilla que deberá acompañarme todo el
viaje. ¡Gracias menisquito que te compusiste tan rápido! Y gracias a las
maquinas públicas para ejercicios aerobicos en las plazas!
Allí me encontré el primer arbolito de este viaje: ¡un ceibo en flor! Extraña bienvenida aunque al revés, ya que es la flor nacional de Argentina, no esperaba encontrármela en la ciudad de mis raíces.
Al retomar
la marcha, pasé sin querer por el “Double Tree Hotel”, aunque no tenía ningún
árbol ni en la vereda, ni en el foyer. Solo un nombre de fantasía, para una
decoración plastificada.
Y a continuación, el edificio de la sociedad de escritores. ¿Coincidencias? Otra bienvenida gratificante!
Mi instinto
(a falta de señal para tener Google map en la via pública) me indicó el camino
hacia el Jardín Botánico, mi autopromesa para la pimera visita. No se si fueron
las calmas hormonas que segregan las plantas, el jetlag, el calor agobiante de
una primavera venturosa, el cansancio producido por el intentar mantener el
equilibrio en los adoquinados lustrosos, con el consiguiente miedo a las
resbaladas, o cual fue el real motivo de la prolongada siesta que me sedujo
bajo la fabulosa arboleda.
Solo
recuerdo el sopor al despertarme dos horas más tarde bajo una fronda compacta y
luminosa con un mirlo piando sobre mi cabeza aturdida, aunque ¡más que feliz!
Bajé por la
suntuosa avenida de Las Libertades con sus negocios de marcas top y hoteles de
siete estrellas con porteros de sombreros negros y levitas. Me detuve en los miradores
a contemplar las vistas de los rojos techos tapizando las colinas circundantes,
y allá lejos el río Tajo con sus veleros y navíos de excursiones. En cada
balcón, los tradicionales puestos de ventas de artesanías en corcho, souveniers
con los colores patrios, ropa made in China, guitarristas cantando en inglés,
algún sopladordor de burbujas gigantes, otro haciendo caricaturas, una pintora
local ofreciendo sus cuadros repetidos, y algún que otro linyera pidiendo
comida o monedas.
Visité la Librería Bertrand que "dicen" que es la más antigua del mundo (eso porque no leyeron "El Ininito en un junco" de Irene Vallejos) y charlé un poquito con el almamater de Pessoa, un lujo!
Una multitud de tuc-tuc, corriendo como en un hormiguero pateado, saltan y cruzan en zigzag por entre los coches, los buses, los peatones devenidos en fotógrafos y las parejas en selfies al por mayor. ¿Qué son los tuc tuc? Son motitos o autos viejos convertidos en transportes para 2,3 o 4 turistas pudientes (70 euros/hora) cuyos choferes enuncian las cualidades de la ciudad a medida que avanzan por monumentos, callejuelas, sitios notables y otras paradas eventuales. Cuanto más adornados, más llamativos son. He visto algunos con un dragón sobre el techo, otros engalanados con guirnaldas de rosas, otros imitan autobombas, o simplemente autos de colección antiguos. Éstos se han convertido en competencia con los emblemáticos tranvías amarillos, símbolos de la ciudad.
Por mi parte
no pude resistirme y dar la típica vueltita por la costanera, antes de volver
agotada a lo de mi genial anfitriona: una nueva exquisita (aunque no
vegetariana) cena me esperaba: el famoso bacalao! (perdón pequé por no
despreciar).
A la mañana
siguiente, nuevamente rumbo al centro a conocer el MAAT…..
Es un
trabajo colectivo desde su origen, y en su hacer manual fueron convocados
artistas de ambos lados del océano, como símbolo de confraternidad.
El diseño
del espacio interior del museo ya es en sí una obra de arte, y el exterior
abraza con sus terrazas curvas el río Tajo, lugar excepcional para disfrutar un
café “Sublime”
Googleen
este artista, googleen el MAAT, se los recomiendo!
De alguna
forma, hoy estuve en un bosque de arte, que no es poca cosa!
3° día:
Visita a Sintra.
Ya experta en transbordos de tren, metro y buses, me dirigí a la localidad de Sintra, famosa por sus palacios, castillos, parques y leyendas de fantasías dignas de Walt Dysney. Sus arquitecturas desmedidas de cúpulas y torretas de colores con formas exóticas, fue escenario otrora de las viviendas de verano de la nobleza lugar.
Multitudes de turismo internacional (en su mayoría 3° edad) (bahh..ya la mía! Ja se apiñaban en las boleterías en efectivo, las máquinas expendedoras de entradas con tarjeta y los portales de ingreso a los museos y recorridos guiados. Ante los precios y la fobia antimasas, decidí dar unos pasos atrás y contentarme con el recorrido por los Jardines Reales, y entonces sí! Los redisfruté! Después de tantos días en la ciudad de Buenos Aires, y algunos más en Lisboa, mi alma necesitaba verde como mis pies la tierra!
Me metí en
cuanto senderito y recodo me guiaban los pájaros, hasta dar con los viveros
(Green Houses) y con la “Casa de la Condesa” (amante del Rey Fernando
nosecuanto). Un bulín para sus encuentros románticos lejos de la mirada
inquisidora del resto de la corte, aunque seguramente a vox populi!
Para mí lo llamativo de esta construcción fue que sus muros, tanto exteriores como la decoración interior estaban realizados en corcho. Realmente una proeza artística! Por añadidura, caballerizas para carruajes se ubicaban cercanas a “la casita” rodeada de estanques y fuentes, para sosiego de aves, ranas y otros bichitos…
Finalmente recuperé fuerzas con un “bellísimo” café bajo los tilos.
No sé si me
vieron la cara de agotamiento o merced a mi edad, me cedieron el asiento en el
tren de vuelta, lo cierto es que previo a mi cuestionamiento (¿Tanto se me nota
ya???) lo agradecí con mi mejor “Obrigado”.
4° día:
Todo termina
al fin… cantaba la canción de mi juventud, con lo que la despedida de María y
Lisboa, se hacía palpable. Pero no aún de mi amada tierra!
Buscaba una
playita tranquila en la costa, en algún pueblecito pequeño, tranquilo, sin
turistas… cosa tan difícil como la
famosa aguja en el pajar! O al parecer, llegué unas décadas tarde, porque la
industria del turismo ocupó hasta el último grano de arena.
Debí
conformarme con Nazaré, una aldea "medianita", que elegí a dedo sobre el mapa,
motivada por su nombre, a modo de nuevo nacimiento de mi nueva etapa de vida
(¿nómade?).
El turquesa
del mar, el dorado de su ancha playa, la vista al faro y a los acantilados con
su correspondiente castillito en el extremo del peñón, me cautivaron de
entrada. Y a pesar del intenso sol, decidí dejar de ser hormiguita viajera para
pasar a ser lagartija por unas horas. Fue otra siesta triunfal! (previo
protector factor 50, ja!)
La
zambullida se las debo, apenas los tobillos accedieron a la gélida temperatura
del Atlántico, se retiraron honrosamente marcha atrás al compás de las olas.
A propósito
de olas, dícese de esta playa, que es donde se forman las olas más grandes del
mundo, de más de 30 mts. de altura! (de Noviembre a Febrero, menos mal!), por lo
que es el paraíso de los surfistas más famosos en certámenes internacionales.
Por de pronto, numerosos jóvenes en traje de neoprene y tablas de colores, me
deleitaron el resto de la tarde, con sus incipientes esfuerzos de mantenerse en
pie sobre ellas.
El sol iba
descendiendo en el horizonte y se intuía un rojo anochecer… Decidí festejarme
el día de relax con una cervecita y una pizza allí mismo, agradeciendo a la
Vida por haberme llevado hasta allí…
Mis patitas
curiosas me llevaron a la mañana siguiente -transbordador mediante- a la ciudad
alta, donde la Catedral y otros edificios antiquísimos se imponían a los
puestos callejeros de artesanías y souveniers, la mayoría atendidos por la
matronas locales luciendo sus típicas polleras “en capas. No sé cómo no se
derretían, si yo apenas soportaba mi vestidito liviano.
Volví al
centro bajando por unas escaleras tan empinadas como patinosas, ergo rezando
que mi rodilla no perdiera el rumbo, como así tampoco alguno de mis talones. Más
gotitas de sudor en mi atenta frente.
Oporto:
Otra
vibrante ciudad! No sé si me estaba acostumbrando a las multitudes, pero me
pareció más amigable. Eché una hojeada a las murallas, la catedral, el casco
viejo, la Iglesia de tal y cual santo ( 2 o 3 por cuadra), el Mercado, y por
las interminables escalinatas entre callejuelas, descendí a la costa del río Duero
.
Sobre ambas
márgenes centenares de restaurants, vinotecas donde se degusta el afamado
Oporto!, chiringuitos, bares, kioscos, y cuanto consumismo imaginéis, convocan
a rebaños de gente de todos los colores.
Decenas de muelles de distintas compañías navieras, los tientan con paseos lacustres en embarcaciones de todo tipo, tamaño y disfraz.
El bullicio
atroz se mezclaba con los saxofonistas callejeros dándole una cariz festivo a
la más que cálida mañana.
El Empoio de la Sardina |
Seguí mi
camino por los parques costeros buscando la sombra de mis queridos amigáboles y
disfrutando un helado mirando el mar en la desembocadura del Duero.
Me encaminé al albergué del Camino de Santiago donde mudé mi mochila y valija con rueditas (toda mi futura vida encerrada en 2 bultos) para pasar allí la noche y estar descansada para el inicio tempranero de ls jornadas siguientes.
Ya la alegría que se vive en esos sitios cuando una llega sin conocer a nadie, y todos te desean “Buen Camino” a modo de saludo de bienvenida, te llena el alma… Cena comunitaria y a domir! O al menos a tratar, ya que entre 30 cuchetas siempre hay alguien que ronca y algunos que giran intermitentemente dentro de sus bolsas plasticosas. Ja!
Efectivamente,
a las 6.00 am. ya empiezan los preparativos para la marcha de la jornada y el
bochinche impone la despertada.
Por mi
parte, tras el glorioso desayuno, despaché mis pertenencias con un servicio de
porteadores hasta la siguiente parada en Labrugue, etapa a 30 kms. O sea, a
llegar o llegar allí para recuperarlas!
Caminé feliz
y liviana, siguiendo la pasarela que bordea las playas a la salida de Oporto, y
durante toda la jornada disfruté las vistas azules del salado elemento vital!
El vientito marino me aliviaba el calor del imperdonable sol, mientras mis
pasos se iban agotando. Mi fiel rodilla ni chisteaba, gracias! Sabrosos bebederos públicos satisfacían mi
sed a medida que avanzaba.
Sentarse significa enfriarse por lo que hay que evitarlo a “toda costa”, aunque unas tentadoras reposeras de madera pulida, lograron convencerme en algunos ratos, jugo de naranjas mediante.
Para las 14,
ya había arribado al destino previsto, y mis bártulos me estaban esperando en
la recepción. ¡Que alivio! Mis piececillos se negaron a dar ni un paso más,
salvo para llegar a la ducha y de allí a la cama. ¡Bendita horizontalidad!
Para la
nochecita ya estaba recuperada y pude compartir una agradable cena, cervecitas
mediante! con dos holandesas de mi misma edad! (Y similar “estado atlético”,
ja!)
O sea, de vuelta a dormir. Mañana será otro día, y pasado también, y tras pasado también. Paso a paso, mar a puro mar, se adelanta en el camino, pasando por lugares tan bonitos como Vila do Conde, Povoa de Varzin, Viana do Castelo… así hasta la frontera con España, pasando por Tuy hasta Vigo.
En realidad, para ser veraz, hice una pequeña gran variación de este recorrido a pie: al 3° día me subí a colectivos locales, en pro de mi rodillita y espalda, inventándome el “Camino de María” (a Santiago llegaría igual, pero en bus, ja!). Esta vez no me movían ansias espirituales, mucho menos religiosas, tampoco deportivas ni otros fines, simplemente curiosidad del litoral lugo y muchas ganas de silencio interno. Ambas consignas, cumplidas!
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Tchau Portugal querido! |
De S. de Compostela a Lugo, otro bus pero con la inmensa diferencia que en la estación me estaría esperando Araceli de @ocabaloearth, una fan de mi libro “SER LA VOZ de los Arboles”, que generosamente, y sin conocerme más que por la pantallita, se ofreció a hospedarme y compartirme su paraíso boscoso. –“Sabia que te iba a gustar!”-confirmó orgullosa cuando mi corazón entró en su casa.
Un enorme
castaño guardián, parado frente a ella con una plana piedra a modo de banco
bajo su copa, me sedujo de entrada. Mis manos se fueron a su abrazo sin ni
pensarlo. Luego las deslicé entre las coníferas al pasar por el pedregoso
sendero que conduce a los robles. Más allá los liquidámbar, el cerezo, los
manzanos, la glorieta de kiwis, un inmenso tilo, el abedul abuelo que es personaje de un cuento, la surgente regándolo todo, la
huerta en todo su esplendor, flores, frutas y hortalizas reunidas en una fiesta
de aromas y texturas.
Volvimos por
un té verde de menta, jengibre y miel, a retomar nuestra charla de
coincidencias, libros leídos en común y otros a compartir, recorridos y
enseñanzas de a vida, anhelos y sueños… ¡Qué maravilloso es compartir con otra
#arbolamante! Es mirar hacia afuera, la colina enarbolada, y entenderse desde
el corazón.
A falta de
boletos para viajar al día siguiente, debí quedarme un día más: desayuno de
frutas con yogurt, recolección de algunas verduras, visita a su hermana en una
tienda ecológica de ensueño, otro exquisito almuerzo bajo la glorieta, más y
más charlas, nueva caminata serpenteando el río Minho a bosque traviesa, para
terminar saboreando helados en una bonita cafetería en un local granero de piedra.
Sueño
reparador con gata cariñosa entre mis sábanas, para despertar con el milagro
del bosque del otro lado de las ventanas. Todo para Agradecer!
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Angeles guardianes |
¿Qué he
hecho yo para merecer esto?
Yo simplemente escribí mis vivencias en un libro que ni siquiera sabía que ella había comprado x Amazon, al otro lado del océano. Por supuesto, le obsequié “De cómo SER ÁRBOL y no morir en el intento” como mínima y modesta retribución a toda su grandiosa generosidad y estima.
Madrid
Las magnolias abiertas como platos de generosidad me recibieron con la bendición de su delicadas fragancias exquisitas.
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Esta hormiguita viajera va a seguir andando... |
Hola Mari, tocaya!!! Muy felíz de haberte despedido, y nada menos que del Zapparancho 🥰 SOS el vivo ejemplo de que no importa la edad, el lugar, ni lo material a lo que estamos acostumbrados, simplemente abrazar el SUEÑO y ponerse en acción 😍😝eternamente agradecida a las nuevas tecnologías, por acercarnos tanto, aunque estemos en diferentes continentes. Gracias mi cielo por tanto 🧡, gracias por enseñarnos a creer, infinitas Gracias Corazona❤️, emoción totallllll😭
ResponderBorrarLa Crys de Zapparancho 😝
ResponderBorrarQue belleza de travesía y de país, gracias x mostrar y compartir tu aventura María, saludos desde Costa Rica, integrante de las amigas viajeras de Zulma 🤗
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