sábado, 1 de septiembre de 2007

Lasuropas 2007

Los 50 son “la gran bisagra” en la Vida!
Los primeros los pasaste, los segundos nadie te los garantiza.
Así que lo mejor que se me ocurrió, fue decidirme a disfrutarlos!
Si hasta aquí, a pesar de los tropiezos y los cachetazos con que me enseñó la Vida, llegué sana y entera, entre otras virtudes (que no es lugar ni momento para ponderar…!), se imaginan lo que me espera? , ahora que, “medianamente”, una ya la tiene clara!

Y hacía un tiempo que tenía bien en claro, el regalo con que me festejaría: saltar el charco hacia lasuropas!


Y les interese o no, les voy a contar porqué.

(para los que eligieron la segunda opción, cerrar ya mismo el libro (o la compu) y dejarlo acomodadito en otro lugar)
Los que me siguen…?
Allá vamos!



-“Con la Arquitecta “desquiciada”?- sonó irreverente una simpática voz en el teléfono, una mañana cualquiera de Noviembre 2006.
Hacía obvia e irreversible alución a la presentación en la contratapa de mi libro anterior.
-“Quique?????”- salté yo de alegría!
30 años sin escucharlo, lo reconocí sin titubear…
Mi compañerito de facultad, aquél del 42 del 1º día, se acuerdan? (chusmear en el 4º capítulo del libro recién mencionado) (No es por hacerme publicidad pero para los que no son de mi club de fans (ego no está de vacaciones) es “De cómo ser Arquitecta y no morir en el intento”).
O.K. volvamos.
O empecemos de una vez…
Resultó que Quique encontró por esas “causalidades” que la Vida te regala, el librito en cuestión, en España. País en el que se instaló tras la graduación, y en el que se casó, tuvo 3 hijos (hermosos aunque nunca los conocí, pero estoy segura que siendo de él, así serían!  Y además él me lo aseveró!)
Y en el que permaneció trabajando de arquitecto sudaca por 30 años!...
Tratar de resumir aquí la sorpresa y la puesta al día de la actualización de vida transcurrida, sería digno de otro volumen, por lo que las resignaré en pro de contarles que tiene esto que ver con mi viaje de 50!

Y si de números se trata, “causalmente” descubrimos en la charla, que ese año cumplíamos 25 de egresados! Bahh…! “Graduados”, porque el viaje a Bariloche, lo habíamos pasado 7 antes incluso!
Lo cierto es que Quique se venía a pasar las fiestas de Fin de Año a Buenos Aires, a visitar a su madre, su hermano, y a los compañeritos del secundario, y porque no? A los de la Fac.?

Acordada la fecha del milagroso encuentro, en el bar Barcelona “de Belgrano” –no se apuren!!! Aún no subí ni al avión! – nos dimos el esperado, infinito y, reconocible abrazo de 12 kilos de más! cada uno! (Y… fueron 25 años!!!) (12 +12= 24, aún teníamos resto!!  Cálculo típico de arquitectos!, pero eso es harina de otro alfajor…!) (Nunca supe lo que era “el costal “ ¿??)

Así que entre risas, y anécdotas (porque no también algún lagrimón?) decidimos que era la excusa perfecta para festejar en Madrid, junto a otros ex compañeros, que también el viento los había arrastrado a esas tierras lejanas…

Y así fue cómo se me prendieron todas las turbinas de las ganas!
No habría más excusas: tendría unos anfitriones de primera clase! (Textualmente hablando!, ya que los 4 nos conocíamos desde el 1º día de la remotas clases!)
Mis “chicos” ya estaban grandes (lamentablemente yo crecí a la par…!) como para cuidarse “solitos”…. (unos días, nada más!...)
La platita necesaria, ya la había amasado (con otros alfajores…!)
Siempre fui mi propia jefa, así que no tenía que pedirle permiso a nadie…
En fin…. Estaban dadas todas las condiciones!
Lamentablemente mis 50 también estaban sumados! Pero a esta altura, y con la certeza de este viaje-autoregalo!, ya había aprendido a agradecer a la Vida!, o como Dios se llame!


Sabía que para Septiembre quería estar más cerca del cielo, como las aves, anunciando la Primavera…! Así que mi pasaje estaba tickeado para el 31 de Agosto a las 23,50!  Así de ansiosa soy!
Decidí tomarme el disfrute desde la mañana de ese mismo día, habiendo sido absoluta y asquerosamente responsable: tenía “todo listo” 24 hs. antes del despegue!
Así que esa mañana la dediqué a la peluquería, para llegar como Manuelita, pero desde Buenos Aires hacia allá…
Luego compré mi mochila de Kitty, fiel compañera! En mi hombro por todos  lares, y en todo momento de los 50 días auto-otorgados! (cabe la coincidencia con el cumple correspondiente).
Almuerzo frugal con amigas para mi auguriosa “despedida”….
Relax en el jardín hasta las 18 hs., momento en que tomando el abrigo (el famoso “por las dudas…”), mi cabalístico sombrero azul con pins y escarapela argentina, los documentos, pasajes y etc. de papeles, mapas…
Valija! Y…

….Suena el teléfono!
Será un saludo de último momento? Alguien que me desea lo mejor?
No!
Alguien que desea “avisarme que no vaya al aeropuerto, porque el vuelo está cancelado hasta nuevo aviso”  - gracias Aerolíneas!

NNNNNNNNNNNNNNNNOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Tanta ilusión!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Y ahora????????????
Qué? No van a volar más a lasuropas?  Queesesto???????????
Mi nula experiencia en vuelos, no me daba la respuesta.
El antipático empleado de la Compañía tampoco, porque “no estaba informado”!
Sólo llamaba para “informarme”  “lo otro”.
Informarme o infartarme??????
-“Señora, estese atenta por Internet, que ya va a salir en pantalla, cuando esté regularizado el vuelo….”- puso su más amable voz de no tener ni idea de cómo calmar a una novata (vieja¿?) como yo!
En Internet???????
Pero si yo ya había guardado la maquinita, casi ya había cortado la luz y el gas, como mi prudente conciencia siempre me lo había enseñado.
Pero si ya hasta había lavado las sábanas y dejado el cubrecama ordenadito, total nadie iba a usar mi camita en los próximos meses…

Y ahora?????  Quiere decir que debo pegarme a la pantalla? Para no pegarme un tiro, si pierdo el avión por culpa mía (o de mi servidor de Internet, si es que me falla la conección en horarios no aptos para el kioskito).
Ellos ya fueron tan buenos de avisarme la cancelada, como para evitarme dormir sentada en la sala de espera… que amables! (O para que nadie les vaya a gritar al mostrador!)  Porque serán muy finos los vuelos internacionales, pero a la hora de las protestas, nadie se las traga!  Eso lo ví en la tele, porque  la verdad, es que al aeropuerto de Ezeiza, había ido solo una vez de chiquita, a recibir a un perro, que venía con un pariente lejano, creo!

Bueno, bueno…. No desesperéis!  Volvamos al placer! O mejor dicho: volemos al placer!  Porque evidentemente, el viaje se realizó, sino no lo estaría contando…

Fueron solo unas horas de aplazarlo… a la mañana siguiente apareció el deseado anuncio, y como dice el dicho: “no hay mal que por bien no venga…”
Verán todo EL BIEN que me vino!!!

A modo de “compensación”, y tras los trámites de rigor, la empresa aguardaba a los pasajeros, con un “break” de sandwichitos de miga y gaseosas varias, canilla libre, en el VIP del aeropuerto, de no creer! Eso en mi país, se llama “cola de paja!”. Glup!, agradecida! Y recompensada! Abordé la nave…

Amplias sonrisas recíprocas con la tripulación en la manga y ridícula foto de “bienvenida” en la puerta misma! No me iba a perder de documentar cada paso! Era “mi primera vez”!!!...
Y dicen… “suerte de principiante”, que ya verán hasta que punto es la mía!
Hasta Roma! Como dirían los chicos cuando les preguntás hasta donde te quieren, y con los bracitos estirados responden señalando: -“Hasta el cielo!”-

Debo aclarar primero, que mi viaje a Madrid, empezaría realmente en Roma!
Así de incoherente, soy “a veces” en la Vida…
La realidad, es que decidí dar primero la vuelta por el país de mis abuelos maternos, cruzar por el sur de Francia. De paso vería al franchute que había conocido en una tanguería porteña….
Daría la vuelta a España, visitando en cada punta del cuadrado, a cada uno de mis amigos.
E incluiría Portugal, tierra de mis abuelos paternos, para evitar celos post-mortem.

Dadas ya las explicaciones del caso, atarse…. (¿?) ah! No! “abrocharse” los cinturones de seguridad, que aquí comienza realmente esta fantástica aventura!!!
Musiquita de fondo: rugir de motores calentándose para el corretaje final…

-“ Buenos días…. En nombre de Aerolíneas…..” (Mantendré en el anonimato el nombre de la empresa, no por razones de que no me pagarán la publicidad, sino para mantener en el más profundo anonimato a los siguientes personajes…)
-“En nombre de Aerolíneas…. Y en el mío propio, les saluda el comandante……(idem las razones), llamémosle “Tata Pepe”, para despistar…
-“Tata Pepe?????”- salto yo de mi asiento (a pesar del cinturón abrochado como corresponde!)
-“Tata Pepe! No hay muchos en el mundo! Será el Tata Pepe de mi amiga Susy?”- pensé yo con la misma aceleración mental que los motores bajo mi cola.
-“Claro! Debe ser… El Tata Pepe de Susy era piloto!!!, y de esta empresa!!” “Qué casualidad! Me toca volar con él!”
“Señorita?”- dirigiéndome a la primera azafata que corría presurosa por el pasillo a alcanzar algo a alguien.
“Señorita? Le puede avisar al Comandante Tata Pepe, que se encuentra Susy aquí entre el pasaje? Por favor???- agregué en tonito de urgencia.

60 segundos bastaron para que el pelado asomara su incrédula cabezota por entre la cortinita que divide las clases sociales, dentro de la nave.
Relojeó en un santiamén las frentes de aquellos que la asomábamos por encima de los respaldos ajenos…hasta detener la mirada, en mi manita saludándolo en alto.
Atónito, me clavo los ojos como diciendo: -“Vos no sos Susy!!!”
Cabe aquí aclarar, que la mentada en cuestión, había sido su novia por largo tiempo, y hacía largo tiempo había dejado de serlo.
Disimulando su defraudación, me saludó lo más amablemente que pudo, ya que me conocía de una única reunión, que habíamos compartido vaya a saber cuantos años atrás.
Ni mi nombre se acordaba! Ni sé realmente si me reconoció…
-“Hola!”- tratando de exprimir mi simpatía en pro de no sabía bien qué!- “Te acordás de mí?”
Cara de “ni idea”. O de “Dónde está Susy????? Que aún me desespera!!!”
O de “Qué hago yo acá entre el pasaje? Si mi lugar está adelante, para el despegue ya anunciado?”
Responsable absoluto de esto último, apeló con disimulo a su gentileza: -“Ah síii…la amiga de Susy…. (afirmando sus dudas) Querés ver el despegue? Venite conmigo a la cabina….”-invitándome a salir de tan extraña situación.
Como si se tratara de cambiarse de asiento en un trencito de montaña rusa, lo seguí por el corredor.
Abrió la puerta a un mínimo espacio curvo, semioscuro, repleto de lucecitas multicolores intermitentes, y palanquitas on-off.
Me presentó al vice-comandante, apostado tras una palanca algo más grande.
Convencido de la nueva y veloz conquista de su compañero, me saludó con complicidad desmedida. Como si nos conociéramos!
Como mi ingenua simpatía es mi aliada indiscutida, le devolví la sonrisa y la gentileza.
Me señalaron el asiento para mí, reservado a sus espaldas, con un arnés, como para sostener un potro encabritado, y se dispusieron a las maniobras de rutina.
El comandante terminó su discurso por el alto parlante, informando las horas de vuelo, la temperatura exterior, y no sé que otras tonterías que a nadie les sirve (ya que no se pueden abrir las ventanillas, obviamente!).
Dió las coordenadas a la torre de control…. Apretó a fondo los pedales (o lo que fuera)…. Y me remontó en éxtasis supremo por la banda gris que se alejaba a nuestros pies…..!!!!!!!
Sostuve el aire en mis pulmones, porque la emoción, no me permitía creer lo que estaba viviendo!
Ahí sentadita, en primera fila! Todo para mí solita….
Si esto no era un Milagro….
Qué sería todo lo que siguió?

Y lo que siguió fueron horas de charlas, de explicaciones, de descubrir una persona amabilísima y apasionada de su labor, expectante de complacerme en todas mis preguntas, ya sean correspondientes al tema de aviones, o al tema de lugares en Roma!
Casi como hacer un curso Express de pilota de último momento, y tener un guía turístico de bolsillo!
Además de hacerme traer chocolates y champagne, dignos de los pasajeros de primera clase.
Los primeros los acepté golosa, lo segundo lo rechacé estúpidamente. Con esto de que yo no tomo alcohol, ya me he perdido varios brindis inolvidables en mi vida. Tendré que reveer la cuestión! Pero eso será para otro viaje.

En medio de una tormenta eléctrica, como contratada especialmente para sumarle más sensaciones excitantes a mi nobel experiencia, se comprometió a “ocuparse” de enviar la maleta que yo portaba con 40 libros (obviamente los de mi autoría, ya mencionados) con destino a San Sebastián, norte de España.
Incauta de mí, pensaba realizar todo el periplo propuesto, con ella a cuestas, para evitar pagar el envío por transporte, ya que no cubriría las posibles ganancias a las que aspiraba por la venta de los ejemplares en tierra castellana!
Apenas 16 kg. colgando de 2 manijitas!  Qué ingenua….
Después de un mes de gira, me parecerían 160 kgs!
Y éste “angelote” (de más de 80!) se estaba ofreciendo a resolverme la cuestión! Y gratis!
Y la resolvió!  Para cuando llegué a San Sebastián, Quique ya había recibido los libros en su domicilio, y los tenía a buen resguardo. Es más, ya me había vendido el 50% entre sus conocidos!
Con lo cual, el aéreo Bs. As-Roma, ya se había auto-financiado por arte de magia!

Y esto recién comienza…

Algunas horas más tarde, agotadas algunas conversaciones y agotados por el nerviosismo de la tormenta, me ofrecieron gentilmente, trasladarme a “las cuchetas”, en el cuarto reservado a la tripulación!
Jamás había sabido de este espacio “dormitorio” en la panza inferior de la aeronave!
 “Descendimos” (entiéndase dentro del mismo avión, por supuesto!) una escalerilla minúscula, y aparecí en una salita con otros miembros acostados “horizontal y cómodamente” durmiendo!
La azafata que me guiaba, me señaló una posibilidad de elección, y me acomodé agradecida!
(Obviamente vestida, ya pedir una ducha, hubiera sido demasiada dicha!)
-“SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS………………” (dulces sueños instantáneos después de tanta euforia…..) -…………ssssssssssssssssssssssssssssss………………sssssssssssssssssss…”

-“…..Señooooraaa……………”- murmullo casi materno en mi oído, con toquecito suave de hombro – “….en 10 minutos estaremos aterrizando en Roma. Por favor diríjase al asiento que le reservamos en primera y abróchese el cinturón. El comandante Tata Pepe, la va a estar esperando a la salida del aeropuerto de Fiumicchino”.
No sabía si aún estaba soñando, pero obedecí sin cuestionar.
Lamenté no tener mi cepillo de dientes a mano, pero no era cuestión de quejarme por algo tan minúsculo.
A decir verdad, hacía 12 horas que no estaba cerca de mi mochilita de mano ni de mi sombrero azul! Y la verdad? Ni me acordaba que los había dejado sobre el 57G!
Cuando, tras el aterrizaje, la clase turista hubo despejado los pasillos, corrí a buscarlos.
Y el famoso “los últimos serán los primeros” se cumplió en la cinta transportadora de equipajes en el hall correspondiente.
Intenté tomar mis bultos con las manos que me alcanzaran, cuando la sonrisa del comisario de a bordo, me “abordó” con toda su gentileza de caballero presto a cumplir su función. (de abordador!)
-“ Me acompaña?”- tomando los más pesados, y sin permitirme un no por respuesta.
-“El comandante Tata Pepe la espera en la Traffic –marcando el rumbo con la barbilla y sus pasos decididos – para alcanzarla al hotel.”
Pensando en qué hotel? Me tragué el gracias, pero igual lo seguí ciegamente.
Pepe nos aguardaba con su sombrero de mando puesto, en pose de retrato, al pie de la camioneta.
Intenté explicarle cual era el bolso que contenía los pesados libros, pero ya se había dado cuenta: -“Éste se queda conmigo, yo me encargo. Le pusiste bien clara la dirección de destino?”- como si ya nuestro contrato fuera firme.
Intenté explicarle que no tenía ninguna reserva en ningún hotel (aunque no me crean, no tuve tiempo de averiguar demasiado…) y que le agradecería me dejen en algún centro comercial, que yo me las arreglaría.
Decidí obviar la calificación de “centro modesto y/o barato” para no entrar en detalles.
Recuerdo que me acomodé en uno de los primeros asientos, para contemplar en primer plano, la carretera que nos llevaría al centro, a la tripulación completa de azafatas y otros cargos. Unas 10, 12 personas, que empezaban a resultarme familiares, de tanto aceptarles atenciones durante el vuelo.

De repente, la Traffic disminuye la velocidad, sale en la siguiente bajada, rotonda, gran arco de acceso….”Sheratton Roma” en lucecitas titilantes sobre el mismo!
Incauta aún del Milagro por suceder, me preocupé de que éste no estaba situado en la ciudad, aún faltarían unos kilómetros, y un taxi desde ahí me saldría mi primera fortuna…
Se detuvo frente a la grandísima puerta, que a mí me pareció “la más grande do mundo” (dado mi pequeño mundo circulado hasta ese momento).
Todos bajaron como en su casa, ni se molestaron en agarrar sus bultos, ya que los maleteros del hotel, corrieron a hacerse cargo.
El Tata Pepe entró con paso triunfal a la recepción,  y solo atinó a decirme: -“Esperame acá un momento…”- como quien le ordena al perro.

A los pocos minutos salió con varias tarjetas (llaves para los incivilizados!) (o sea, muá!) y las repartió entre los varones, quienes iniciaron el ingreso arrumacados en sus sendas parejas.
“Esta para vos….”- extendiéndome el dorado plástico con el inconfundible logo de “S” mayúscula!
Incrédula intenté explicarle: -“ Que no gracias, que estaba fuera de mi presupuesto, que prefería algo más sencillo, más cerca del centro…”
“Esta ya está paga por Aerolíneas………., te quedás con nosotros, acomodate y bajá a desayunar, que en un rato vamos al Foro con la Traffic que está a nuestra disposición!”- ordenó sin consultarme.
Y se metió al ascensor buscando su cuarto.
Mis valijas habían desaparecido de la escena.
Supuse que estarían en la 648 como definitivamente estaban!

La que no estaba dentro de mí, era yo!
Ni en mi más imaginativa expectativa, hubiera soñado entrar en Roma así: como una Princesa que desciende de un corcel blanco (la Traffic) de la mano en puntita (la fina tarjetita) de su caballero, que le extiende su capa sobre el césped, para ingresar a palacio….
Demasiada fantasía???
Y esto??? Entonces qué es????????
Porque tardé un buen rato en entenderlo….. me pellizcaba, y no me creía despierta!
Un cuarto impresionantemente, tapizado de finas guardas beige floreadas sobre sus muros, enmarcando el gran ventanal a las piscinas rodeadas de jardines y canchas de no sé cuantos deportes… cortinas de gobelinos haciendo juego con el acolchado tapizado sobre la Gran KIng… (que inutilidad! Por no decir desperdicio….)
Un plasma como de 2 metros enfrentado a la misma (Otra inutilidad, teniendo toda Roma para ver, y algún que otro tano!) (Si Dios quiere!....)
El baño? Capítulo aparte: un jacuzzi digno de emperatriz! Rodeado de espejos en las 4 paredes… Pero como una es tan humilde, concentré la mirada en los jaboncitos y el frasquito de shampoo y otras cremitas que había sobre el vanitory, adueñándomelas instantáneamente, a modo de souvenirs!
Conste que para mostrarle a los chicos, a fin de que me crean!
(Más tarde me sumé la gorra de baño, la esponjita descartable y un cepillito para limpiarse los zapatos, que me resultó toda una paquetería. Imperdible!
Revisé con admiración los grandes placares para los visones que no portaba, y desheché la caja de seguridad, porque nada más seguro que portarla en mis propios calzones!  (En bolsita de nylon, se entiende!)
“Y mirá si te agarra un patatuz por la calle y se la queda todo el de la ambulancia?”- les presento a mi conciencia!
Por eso mi mamá me enseñó que siempre había que salir de casa con la bombacha limpia!, pero eso es harina de otro costal (si ya lo encontraron en Internet!)
Sigamos revisando los cajones…. (Nadie se olvida nada importante en estos hoteles?)  Nada por aquí….ni en los de las mesitas de luz….
Qué se creen que además me iba a encontrar un fajo de 1000 euros perdidos?
Está bien que soy afortunada, pero para todo hay un límite en la vida…
Así que tras la inspección ocular y la lavadita de cara (también había cepillito de dientes descartable en bolsita higiénica) (lo estrené) (con la pastita adosada a tal fin) (todo servido en bandeja!, increíble!) me dirigí al salón del desayuno intercontinental!.......

Tan largo y apetitoso, como su nombre lo indica…!
Había de todo!  Y cuando digo de “TODO”, y digo “INTERCONTINENTAL” me refiero a todos los continentes! A todos los desayunos del mundo! Desde los marroquíes, japoneses, húngaros, mexicanos, y diez mil etcéteras…. No solo el brasilero que nos hicieron creer a los argentinos, y nos conformaron con unas frutitas…
Aquí tenías desde dátiles del Mar Rojo hasta serpientes en lata! Mi amada Isabel Allende, se haría un festín para describirlo en su libro “Afrodita”!
Pero como una es tan tímida….. me limité a un té de mango con croissants untadas con un Mascarpone, para hacerle el honor a mis anfitriones.
El Tata no dejaba de ofrecerme platilos sabrosos, y yo no me permitía probar “objetos” desconocidos….
Prestaba absoluta atención a sus indicaciones sobre los próximos recorridos, sobre un mapa de la ciudad, que ya me había conseguido.
Al gesto de “Vamos!!!”, toda la tripulación se pasó las blanquísimas servilletas de lino, por las bocas rebosantes, y acataron la orden de partir.
Acomodaditos como colegiales que van de excursión en el transporte escolar, la Traffic nos depositó en “el centro”.

-“Por allá tenés la entrada al Foro…”-me indicó el Pepe, como convenciéndome que empezara exactamente como él me lo estaba sugiriendo.
-“Nosotros nos vamos de shopping… Nos encontraremos exactamente en este punto a las 18, te parece?”- como si yo pudiera negarme a algo
-“Así después nos vamos todos a cenar al Trastevere…”- me explicó, como si yo pudiera acotar algo….
Y sin más aviso, giraron sobre sus talones, y me desearon. “Suerte!”, como si de encontrar un tesoro se tratara!
Más tarde, en la cena, supe que en realidad, ellos aprovechan el “tiempo libre” entre vuelos en lo que es su segundo y mejor remunerado trabajo: el contrabando!
Recorren las joyerías y relojerías de “ciertos” comerciantes, en busca de valiosas, pequeñas, livianas, y ocultables (entre camisetas y corpiños), alhajas de oferta y relojes de promoción!
Como no soy del FBI, decidí no opinar y seguir agradeciéndoles los favores recibidos, en cuanto al hospedaje, alimentación, transporte, y servicios de guías personalizados.

Media vuelta… y ….con Uds….. el Foro Romano!
Un santuario de mármoles caídos como dados, en una lomada descendente que te invitaba a recorrerla.
Restos de templos y estatuas deshechas por el tiempo, se mezclaban entre infinitos personajes minúsculos, que como masas de hormigas, pululaban, siguiendo paraguas multicolores, abiertos, con pañuelo a modo de banderita en la punta: éramos “los turistas!”
Jamás imaginé que tanta gente al unísono se dedicara al ocio, en el mismo momento, en el mismo lugar!
Millones de cámaras fotográficas y filmadoras de cuanto modelo exista, colgadas de los cuellos, en trípodes, o de mano en mano pidiéndose unos a otros, la toma de sí mismos con el cacho de granito seleccionado.
Difícil reconocer donde terminaban las edificaciones y comenzaban las escalinatas derruídas entre pajonales aplastados por millones de sandalias, borcegos, ojotas, botas western,o ridículas en taco aguja!
Gruesas cadenas oxidadas impedían el paso a algunos sectores un poco más preservados, incluso con leyendas explicativas que nadie se detenía a leer.
Parecía que a nadie le importaba la historia o los sucesos allí transcurridos, sólo las sonrisas que quedarían grabadas en el celular, bajo algún arco, o con el Coliseo de fondo.
Y como yo no soy menos cholula que los demás, al arribar al mismo, me sorprendí de encontrar un joven más que apuesto, con atuendo de gladiador romano: pechera metálica sobre una túnica bordó que terminaba en pollerita de una especie de vainillas de cuero atachonadas, con espadita colgando tras su muslo derecho (bien tostado por cierto!) y escudo con bajorrelieve labrado. Un casco con penacho, encerraba su rubia melena de astro de TV y sonrisa Molinos!
Para mi gran sorpresa, “él me vió a mí!” y se me acercó abriendo su brazo de King-Kong para abrazarme como si me estuviera dando la bienvenida a algún Paraíso.
Yo le sonreí desde mi ingenuidad de Heydi recién arribada, busqué mi máquina en mi mochilita de Kitty, tratando de doblar el mapa que se volaba por sus 4 extremos desplegados sin ningún orden.
-“Puedo sacarte una foto?”- habiendo ya disparado sin esperar el permiso.
El muchacho se puso en pose de guerrero desafiante y mostrando su linda dentadura : -“ Naturalmente!”- ensayó en español precario –“sono 5 euros!”
-“Glup!”- Tragué yo sin anestesia, cómo no me dí cuenta antes?
5 x 4,5$ (valor del euro en ese momento) = $22,50.- por una fotito de éste quién se cree qué es?
Entonces me dí cuenta que además estaba plagado de gladiadores truchos, todos peleándose con los turistas incautos que no le daban lo que ellos pedían.
Como no contaba ni con una moneda, ya que mis anfitriones de la Aerolínea, no me habían dado la oportunidad de ningún cambio previo, tuve que ensayar mi mejor sonrisa de disculpa.
Para continuar sorprendiéndome, lejos de sacar su sable y acuchillarme, acercó sus labios a mi frente, y depositó un paternal beso de indulgencia, en mi capota de Caperucita, perdón, en mi sombrero azul! Y se alejó a la caza de otros desprevenidos.
Desplegué mi mapa aliviada, rodeé la gran circunferencia de ladrillos milenarios, decidiendo no pagar la entrada para ver un sitio donde unos poderosos se divertían a costa de sacrificios de humanos y maltrato a animales, o sea, patrimonio de las bestias que siguen lucrando con esto. De ninguna manera!
Me encaminé hacia Santa María Maggiore, para comenzar sin saberlo, un recorrido por las innumerables iglesias que habitan Roma, como para nosotros kioscos en cada esquina, salvando las arquitecturas obviamente!  Ya que estas majestuosas catedrales fueron todas construídas en la conciencia de alabanza y agradecimiento a Dios, a María y a cuanto Santo quisiera cooperar con el estado de gracia de los que las financiaban. Y una gran cuota de Ego al tratar de demostrar los avances tecnológicos de la época, la riqueza formal de los arquitectos contratados, y el desafío creativo de todos los artistas que intervenían con sus saberes artesanales de generación en generación.
No teman! Que no haré una descripción de cada una de ellas, para eso está Wikipedia!  Y además ya se me mezclaron todas!, que el crucero así, que la cúpula asá… en fin… todas muy “lindas!”, para que no se pongan celosas ninguna. Ni siquiera a vos San Pedro! Que ya tenés bastante marketing en otros medios!
Así fuí recorriendo la Sta. María de los Angeles, la Santísima Trinidad dei Monti, la Sta. María dei Fiori, y no se cuantas más….hasta que una gelatería decidió mi siesta en la scala de Plaza Spagna, al compás de los chorros de agua de su fuente.
Tras saborear mi primer “auténtico gelato italiano”, y dejar mis sandalias en reposo un rato, me encaminé a la Fontana de Trevi.
Grande fue mi decepción, al ver lo pequeña que era… pensar que mi mamá tenía una foto impresa en la bandeja que oficiaba de mesita de cama cuando nos traía el desayuno (solo en caso de enfermedad grave) . Y parecía enorme!
Y en la película ésa donde Marcelo Mastroiani se mete con una rubia de los años 50…  parecía tan espléndida….
La verdad es que no es para tanto, lo que es la fama…!
“Hazte echar monedas, y recogerás fortunas…!”- sería el lema de quien la impuso como punto turístico, porque éramos cientos de miles (sin exagerar!), los que llegábamos de todas las diagonales, en busca de la preciada foto!
Sentados en su orilla mirando los chorrillos, o mirándonos unos a otros, envidiándose los pic-nics que se armaban, y echando monedas con toda la fe de los deseos!
El calor de la tarde hacía que nadie se quisiera ir, nada de correrse para darle lugar a otros, como un magnetismo atrapante…. La Trevi cumplía su función de belleza y seducción!
Pero no era cuestión de perderse tantos otros sitios: seguí para el Panteón…
Increíble diámetro de la cúpula apoyada sólo sobre el aro perimetral…! Perdón! vicio de la profesión, el ojo de arquitecta traicionando a los pies de turista, que ya empezaban a latir… y no de emoción precisamente!
De la Piazza Navona busqué el Ponte Saint Angelo, para dirigirme al castello del mismo nombre, y decidí recorrerlo, a pesar de ir contra mis principios pacifistas, y saber que allí se utilizaba como fortaleza en tiempos de invasiones. Pero la vista desde arriba sería esplendorosa!
Dicho y echo: las siete colinas de Roma, a mis pies!
-“Sí!! Ya sé que existís!”- (les hablo a mis recientes callos plantales que no dejaban de quejarse, por la falta de hábito).-“Uds. querían ser turistas? Aquí tienen!, y aún hay que llegar al Trastevere para la cena!” “Andando…!”.

En una larga mesa bajo sombrillas amarillas, me aguardaban “los tripulantes” ansiosos, entre cervezas heladas, de que les cuente mis peripecias del día.
Me pusieron un tabloide entre manos, con cientos de variedades de la famosa y “auténtica pizza” italiana, y nos propusimos degustarlas!
Pedían una tras otra, entre risas animadas, sin intuir siquiera cómo yo me sentía. Y no me refiero al agotamiento, sino a la emoción de tanta gratitud por los bienes recibidos.
Qué había hecho yo para merecer esto? Tanta generosidad, tanta hospitalidad (es cierto, pagaba la Aerolíneas, pero porqué a mí? Con qué necesidad? Si ni me conocían?  Si no buscaban retorno de ninguna especie, que extraño que se siente RECIBIR!  Pero qué MARVILLOSO!)
De a ratos, entre porción y porción, me veía a mi misma, como una actriz en un set de filmación: los muros descascarados, amarillentos por las farolas, encerrando la plaza cuadrada, sembrada de mesitas con elegantes mozos recorriéndolas enarbolando sus platiles bandejas en alto, por sobre las cabezas de los comensales que ajenos a mi historia, disfrutaban esa cálida trasnochada.
Al terminar el jolgorio, y sin ni haber pispeado la cuenta, ya que me dieron por su “invitada de honor”, se dirigieron a la Traffic que los aguardaba en la esquina, rumbo al hotel en las afueras de la ciudad.
-“Viste la Fontana de Trevi de noche?”- me inquirió Tata Pepe de golpe.
Un tímido “no…” fue interrumpido por un enérgico. –“Vamos!”- y se despidió de sus compañeros, tomándome del brazo rumbo al Tíbet.
Lo cruzamos por uno de sus majestuosos puentes, enmarcado de faroles de rojiza luz, con luciérnagas revoloteándoles alrededor.
Las negras aguas oscuras corrían por el lecho, en una silenciosa música de arrumacos de las parejas que a su vera, se besaban sin discreción.
Seguimos nuestro camino por callejuelas desérticas, interrumpidas a veces por el paso de alguna moto intrépida. Yo estaba segura de que en cualquier momento aparecería un carruaje, sobre los adoquines verdecidos de noche estrellada.
El zigzag de las callejas angostas, nos fue llevando hasta el murmullo de los chorrillos de la fuente que no se detienen nunca, como la noche porteña!
Otra multitud la rodeaba nuevamente, absortos entre los dorados de la iluminación que bañaba sus aguas, y el reflejo de las monedas submarinas.
El silencio se imponía ante la magnificencia de este espectáculo, tenía razón Tata Pepe, “-Tenía que verla!!!”
-“Gracias por acompañarme!”- y le pagué con mi mejor sonrisa…
Levantó un brazo para llamar a un taxi, y con el otro me introdujo con la caballerosidad de quien se precie de tal!
-“Al Sheratton, por favor!”
Otra que Princesa en cuento de hadas!, no me lo podía creer! Mi primer día en Roma!...fantástico! Un regalo de los Dioses!
Y aún me restaba gozar de mi propia habitación en ese mullido colchón… (Sola!, pero eso era lo de menos! Ni me importaba, además que a eso sí ya estaba reacostumbrada, y no es cuestión de “recibir” así a la ligera, no es mi tipo…)
Buenas y santas noches!
Click!  (velador out)
Gracias Dios…! Sos increíble…! A veces me la ponés tan difícil, y a veces…. Me regalás el Paraíso!!!!!!!! Gracias!, de verdad, muchas gracias…!


Día siguiente, 13 hs.!
-“Ya la 1??????”- dormí como un lirón……de una….. sin interrupciones! Habrá sido el King Size, o tantas emociones juntas!???
Seguro que me perdí la Traffic al centro…. Y peor aún: el desayuno!!! (desayuno de Sheratton! Que en Baires no se consigue!)
En fin…esto también es disfrutar!
Ya tendré tiempo de recorrer….(y aflojé un cambio…)
Bañadita de lujo en el jacuzzi, y bajada predispuesta a recibir “lo mejor que Dios me tenga destinado”  Ya casi no hay ni que pedir…!
-“Buen díaaaa….!”- interrumpió mis pensamientos, el Tata Pepe que hojeaba el diario desde una bonita silla de mimbre al borde de una de las turquesas piscinas.
 “Querés tomar algo?”- llamando con un gesto a la moza, sin darme tiempo a sorprenderme.
Un espléndido sol alumbró mi bostezo, y las gracias aceptando la nueva invitación.
Me acomodé a su lado y pedí un licuado de frutillas, no era cuestión de privarse de nada….
Todo indicaba que sería otra gloriosa jornada!
-“Qué planes tenés para hoy?”- quiso saber con discreción.
-“Planes?....? Yo….?”- sin darme tiempo ni a imaginármelos –“Para qué voy a tener planes, si así, sin ellos, todo sale a las mil maravillas?!”
Esta vez, fue él quien se sorprendió.
Una persona tan seria, tan responsable, acostumbrado a las estrictas normas de la Escuela de Pilotos, a los exactos horarios de los vuelos, a la organización de cada detalle, cómo no tener todo calculado y en su respectivo compartimento?
Qué es esto de andar por la vida, sin mapas?, sin reservas? Sin itinerarios prefijados? Sin agencias contratadas? La suerte improvisada?
Quien era yo realmente? Estaba ante una loca total? Una irresponsable? Una aventurera? Una ignorante? Una aprovechadora? Una despistada? Una “desquiciada”? (como me había llamado Quique!)
¿Cómo podía ser que yo fuera una mujer madura, aparentemente sensata, madre de 4 hijos, profesional, independiente, de mediana estatura y un porte elegante (por así decirlo), que aparentaba cordura, 3 idiomas en mi haber (sin contar lunfardo y otras barbaridades en momentos de ira rotunda), etc.etc…?
Y estaba ahí sentada SIN PLANES!!!!???????
Es que él no sabía, que yo me estaba probando a mí misma, cómo se siente esto de ser LIBRE!!!
Y ni yo sabía, que la libertad parece ser esto, de no frustrarse ante nada, ya que no esperas nada de nada ni de nadie, entonces, nada te contradice, todo está bien! Todo es grandioso! Sólo hay que aprender a Recibir!, después de tantos años de Dar, ahora la Vida se estaba encargando de regalarme a manos llenas! Y yo estaba ahí dispuesta a festejarlo!!!!  Qué más?
Atónito, brindamos con mi licuado y su jugo de naranjas!
Pidió una ensalada caprese para compartir, antes de despacharme para San Pietro.

Munida de mi cámara y de mis ganas, me fui acercando al gran hito de la religión en que fui bautizada.
La famosa perspectiva de la avenida que se abre en un abrazo de incontable columnata, me iba dando la bienvenida….
Cuando de repente, resulta que para entrar al sector del templo, te encontrás con una fila digna de cola de supermercado sábado al mediodía, día de descuentos con todas las tarjetas.
Aunque aquí al contrario, debes abonar la entrada “religiosamente!”, y nada voluntario, precisamente!
Y no sólo eso, someterte al control de la máquina tipo aeropuerto, donde te miran por rayos hasta el color de la underwear!
Y si de vestimenta se trata, debes cumplir con normas de “decoro” al mejor estilo siglo I a.C., nunca se me habría ocurrido que una minifalda con musculosa sean “inapropiadas” para conocer la “casa de mi Padre”.
Por cada angelote en el borde la cornisa superior que rodea la gran plazza, hay un “hombre de negro”, al mejor estilo Matrix!, armados con pistolas sobresaliendo del bolsillo trasero del pantalón, o con los chalecos antibalas bajo los sacos ligeramente abiertos, como mostrando al descuido, el arma sobre el pecho.
Unos cuantos soldaditos disfrazados de pajes formados de a dos, al mejor estilo de guarda de garita, forman la escolta oficial.
Otros tantos, en impecables trajes oscuros, lentes oscuros, waki-toki oscuro pasando información peligrosa, cables saliendo de sus orejas, micrófonos ocultos en las solapas, cámaras disimuladas tras los ornatos de las volutas, todo creando una atmósfera de pánico a su paso, cual si esperaran una invasión de extraterrestres con armas neutónicas!
Y pensar que San Pedro necesita toda esa custodia para cuidar de su tumba, y a nosotros, humildes mortales, nos quisieron conformar con un angelito de la guarda!
Y que sólo venía al borde de tu camita, una vez por noche, si te habías portado bien!
Estaba absorta en estos pensamientos, haciendo la cola de rigor, cuando uno de estos personajes me golpea el hombro izquierdo y despectivamente me mira peor que a María Magdalena: -“Así no va a poder entrar! Cúbrase!”-
El “Así” se refería obviamente a mi no tan minúscula pollera y a mi remera sin mangas,  qué pretendía que me cubra? Y con qué????? Sólo contaba con una botellita descartable de agua entibiada por el calor circundante, un mapa, y varios folletos.
Pero no scotch como para fabricarme un modelo digno de diseñador de desfile por televisión.(Ridículo!)
Antes de poder “disculparme” (quejarme más precisamente) ya se había ido a señalar los pecados de otro impúdico en bermudas y ojotas.
Y pensar que San Pedro andaba descalzo y con harapos… y Jesús lo quería igual!
Segura de mi posición, me quedé en mi lugar aguardando mi turno de pasar por el control.
Por supuesto con mi ticket abonado, en mano!
Estando todos adiestrados por el mismo Maestro, regían las mismas normas: “No puede entrar así!”- lacónicos y asquerosos.
Me hicieron salir de la fila, sin más trámite.
Como de terca tengo bastante, debo admitirlo, no era cuestión de haber viajado 12.000 km. y quedarme sin conocer el afamado interior de la “La Basílica”!
Probé desabrocharme la pollera en su frente (era modelo “vaquero”) y así poder bajármela hasta las caderas, pareciendo de un largo más cercano a las rodillas. Primera solución parecería aceptable!
Veo entonces una madre con cochecito y sobre el bebé una mantita primorosa. Intuyendo que la temperatura reinante, la hacía innecesaria, con el caradurismo que me es propio (también debo admitirlo), se la pedí prestada a modo de chal sobre los hombros.
La mujer me miró extrañada, pero ante mi largo discurso explicando las sinrazones de los guardias, me la entregó sin chistar. Además creo que era rusa y no me entendió nada!
Pasamos juntas el control, obviamente con el cochecito y el bebé, que casi parecía una ferviente monjita en súplica.
Transcurridos unos metros, me saqué el trapo de encima y se lo devolví con mi mejor sonrisa de agradecimiento, a lo que inclinó su cabeza varias veces hacia adelante. Quizá fuera hindú, ahí nada se entiende! Hay tantos de tantos lados, que podés encontrar un bebé negro en brazos de una sueca rubia de 2 metros de alto con un japonecito sonriente de marido! Lo de la nacionalidad es otro tema!
-“ Signora, si prega di andare fuori!!!”- enérgico el muchacho que casi me saca de los pelos.
Otra vez a la cola!
Esta vez, sabía que necesitaba algo más contundente!:
Un joven alemán fue mi salvación. Había visto el episodio, y “casi sólito” me ofreció su buzo talle super extra-Large!
No sé en que idioma acordamos que en dos horas nos reencontraríamos en la puerta principal para devolvérselo!
Así es que finalmente pasé el chequeo y pude recorrer la santa mansión, a piacere!
Evidentemente, ya me había llegado mi angelito del día!
Bastante asqueada de los ornatos barroquísimos, los dorados de oro insultante para la hambruna del mundo (que no visita precisamente estos monumentos), lo irrespetuoso de los miles de turistas que recorre el interior cual vidrieras de un shopping, sin ningún misticismo ni plegaria, en fin… ya sabía… no me iba a gustar! Lo lamento!
Como arquitecta puedo admirar las cuestiones constructivas, pero como ser humana… prefiero la sencillez de la Naturaleza al aire libre!
Al fin y al cabo, “el pesebre” fue en una gruta, y el final en un madero sobre un monte desnudo.
Nada traemos ni nada nos llevaremos…. Porque no repartir un poco mejor????
Señores obispos de plana mayor???   Siglo XXI, recuerden!  Civilización o barbarie!
La cúpula? Ah! Preciosa!
Y perdón! me olvidaba de lo mejor: La Piedad!, gracias Miguel! Vos sí que debiste ser Ángel!
Mi ángel personal me aguardaba en el gran portón del frente, para recibir su sweater, y mi agradecida sonrisa!

Ya atardeciendo, dejé la empachada de rococos para el día siguiente, crucé el centro por la Piazza del Popolo, Piazza Navona, Piazza dei Fiori, y vaya a saber cuantas más.
No imaginen estos espacios verdes, con plantitas en canteros, y bancos para el relax y el sosiego.
Todo lo contrario, se llaman así a los espacios resultantes del encuentro de las callecitas medievales, tan irregulares, como sus nombres. Donde el caos se apropia del estacionamiento de decenas de motos, los bares ponen sus mesitas al aire libre, y los transeúntes tratamos de pasar entre unas y otras.
Eso sí!, las farolas muy pintorescas, si tienes la oportunidad de elevar la vista, sin que te arrolle un rodado.
Un café en teatro Marcello, antes del encuentro previsto con “mi gente” en la calleja del castello, cerca de Piazza Cavour (otra!), donde un tano simpático nos sirvió “los mejores spaghetti al tuco” de tutta L´ Italia!  Pavada de Ego el anfitrión!
Tras la pasta y los postres, la despedida. La tripulación volvería a la mañana siguiente al vuelo a Buenos Aires, y yo emprendería mi rumbo hacia el Sur.
Última noche de Sheratton (al final, éstos me van a tener que pasar la comisión por la publicidad!).Y a soñar con los angelotes de San Pietro!

Despertada con la ilusión de mi último “desayuno intermundial”, recorrí las mesas sin la timidez del primer día, y a mis anchas, ya que el Tata Pepe y su gente habían partido más temprano. Me sentía una Reina en una orgía de Botticelli…
Mi silueta comenzó a “influirse” en esos días…. y tan a gusto se fue sintiendo, que se negó a volver a donde estaba!
Agradecidísima al chofer de la Trafic, que se ofreció a dejarme la valija grande en casa de una amiga suya, en el centro, hasta la tarde, que tras mi visita al Vaticano, pasaría a recogerla.
Otros dos servicios (transporte y guarda-equipaje), por el valor de un Gracias!
Qué económica resulta la Vida, cuando una está dispuesta a creer en Milagros…

Y del Vaticano, qué les puedo contar? Qué tantos libros de arte no hayan mostrado ya?
Hablarles de lo sorprendida de la cantidad de “millares” de turistas, que entramos por segundo!, organizados con molinetes y tickets electrónicos, vendidos por Internet, o en ágiles ventanillas blindadas, donde aceptan billetes de todo el mundo, no sea cosa de perderse un centavo!
La cantidad de puestitos de venta de réplicas, más menos truchas, o de óptima calidad! en cuanto recodo de pasillo, dentro y fuera del predio.
Para cuando llegué al auténtico techo de “la Creación” de Da Vinci, ya lo había visto estampado en tantas bases diferentes, que casi, ya no me impresionó, salvo por su tamaño, y la cantidad de guardias custodiando la sala!!
Pero no crean, que se llega así nomás…
Debés transitar primero, por innumerables salones, “rebosantes” de pinturas, frescos, grabados, esculturas, tallas, orfebrerías, vitraux, etc. etc. etc. etc. etc….. en cuanto muro, vitrina, techo, arcada, bóveda, marcos de ventanales, puertas, portones, escaleras, pasadizos, arañas, picaportes, dinteles, jambas, columnas, cielorrasos, etc. etc. etc. etc. etc….. puedan apreciar tus apabulladas retinas!
A lo largo de mínimo 3 horas ininterrumpidas, ya que no hay escapatoria posible, fuiste sumergida en un túnel de arte barroco sin fin, sin el más mínimo respeto al silencio y vacío del zen.
Si de barullo se trata, es como estar dentro de una radio en la que no podés sintonizar la estación correcta. Todo es un murmullo ininterrumpido –en infinitas lenguas al mejor estilo Torre de Babel- de admiración, de llamadas de atención entre parientes, para focalizar lo último descubierto al paso. De órdenes de los custodios para apagar los flashes prohibidos, de niñitos aburridos que claman por terminar el suplicio, de viejas cansadas implorando un asiento, de perdidos en busca urgente de los sanitarios, de guías orgullosos como si les pertenecieran, explicando las obras. De eruditos trasmitiendo al compañero que no pagó por el equipo audio guía, lo que escucha por los parlantitos. Otros preguntando cómo funcionan, otros si corresponde a esa o aquella obra. Madres dando órdenes de “no tocar nada”! Parejas dirigiéndose mutuamente la pose para el futuro retrato irrespetuoso, delante de un gobelino del siglo XII. Jóvenes buscándose entre sí a los gritos, entre la multitud de cabezas erectas, tratando de vislumbrar “algo” entre el pescuezo del que camina adelante, y el que lo empuja por atrás.
Es una peregrinación ininterrumpida, a lo largo de incontables salas donde se exponen las más importantes y variadas creaciones, ordenadas por períodos históricos, o por pertenencias a familias nobles y adineradas de cada época.
“Nobles” no en el sentido espiritual más precisamente, porque por doquier hay un tufillo a “hurto” en pro de “salvemos el arte!: candelabros, retablos, púlpitos, soportes para adoración de hostias de todos los tamaños y colores, de santidades dudosas, de bendiciones compradas, de comuniones traficadas, traídas de tierras santificadas por vaya a saber cuantas guerras…
Hablando de pasos perdidos, y de quien dispone cuál es el bien y cuál el mal…, les cuento:
Agotados mis fieles piecitos, recuerden que ya era el 3º día en Roma, y la 3º hora consecutiva en el agobiante Vaticano… descubrí la maravilla de sus mármoles en los pisos.
Sí! Logré bajar la vista ante tanto estímulo vertical desde la altura de los ojos hacia arriba, como para elevar los pensamientos a un Dios que no tendría ni espacio ni ganas de estar allí adentro!
En realidad, supongo que el frescor de las brillantes superficies pulidas del humilde solado, llamaba con desesperación a mis plantas.
Y cuando hablo de humildad, lo hago en homenaje a que es incesantemente pisoteado por quienes ni lo aprecian, porque de “humilde” nada!: es tan valioso artísticamente, como todos los otros elementos!, las guardas perimetrales, los zócalos tallados, los retablos compuestos, estrellas, cometas…. Dameros configurados en tonos contrapuestos, brújulas, representaciones espaciales del cosmos, dados, trípticos, imágenes sutiles que se borroneaban bajo los infinitos calzados de nosotros los turistas.
Ante mi propia toma de conciencia, y el hervor de mis miembros inferiores, decidí quitarme las alpargatas, y continuar la travesía descalza!
Inmediatamente, la tersa helada superficie, me espejeó el agradecimiento, y mi dicha tuvo una breve sensación de beatitud….
-“PRRRRRR!!!!!!!!!!!!!! PPPPRRRRRRR!!!!!!!”- unos antipáticos silbatos me rodearon de inmediato!
-“Métere el scarpe!!!”- me ordenaron, como si hubieran descubierto una leprosa!
Los miré estupefacta, segura de no cumplirles la orden.
Primera maniobra fallida: hacer que no entendés el idioma, te lo repiten hasta en iraní!
La fresca caricia en mis plantas, me mantenía erguida en mi posición, dispuesta a sostener mi descubrimiento.
-“Métete el scarpe!!”- insistían (eran 3 o 4!) con manita amenazadora en unos palitos que les colgaban de las nalgas derechas.
No lograron amedrentarme… yo estaba chocha con mi conquista, y no me daría por vencida. Además ya tenía un pacto secreto, cómplice de los pisos ignorados por tantos, y recientemente reconocidos por esta víctima del “sistema de seguridad”.
La “rebeldía” (mezcla de inocencia y desafío) está encarnada en mi Alma, espíritu libre por cierto, y los guardas no tenían ni idea de con quién se estaba metiendo…
A mi juego me llamaron…
-“…………….!!!!!!!!!”- oficié de oficio mudo (para no deschavar mi lengua, y seguir jugando a que no entendía nada!), mientras me agachaba a mostrarles una llaguita entre la yema del dedo gordo, y el espacio interno del dedo largo siguiente.  (Eso era verdad!) (Pero no para tanto….)
Atónitos, trataban de ver que es lo que les estaba tratando de mostrar… se miraron entre ellos sorprendidos.
Yo insistía en que se agacharan a mirarme los dedos, cosa que obviamente los desconcertaba. No estaría escrito en el “Manual de control de seguridad!”: vieja mostrando impúdico el juanete!
-“ Métete la scarpe”- insistieron una vez más!
Yo, incólumne!
-“Andate vía la enfermería!”- suavizando el modo para convencerme.
-“……………!!!!!!!!”- el tradicional “diálogo de sordos” dio sus frutos!- al señalarle infinidad de sandalias, ojotas, y suelas varias con ínfimas cintitas cruzadas, transitando a nuestro alrededor, en unívoca dirección.
Me tomé el codo para mostrarles que también lo llevaba “desnudo”, si era eso motivo de provocación. Ahora los desubicados eran ellos, seguían sin entenderme, pero cesaron de hostigarme.
Otro mini milagro a mi disposición surgió de improviso: una alarma sonó en el pasillo contiguo. Salieron corriendo…liberando mis pies a mi antojo!
De ahí en más, continué las siguientes 16.000 salas durante las 5 horas siguientes, descalza! Qué placer!!!
Por supuesto que cada vez que entraba a una distinta, el guardia de ese sector, me “relojeaba” de arriba abajo cuando descubrían mi falta, como si de una feroz guerrillera se tratara.
Alguno  volvió a interrumpir mi paso, tratando de obligarme a calzarme, a lo que yo orondamente respondía que contaba con la “autorización” de los de la sala anterior! Quedó atónito, consultó por su aparatito negro, y le deben haber dado la orden que deje tranquila a esta loca, porque ya ninguno más se atrevió conmigo!
Algunos otros dudaban unos segundos y me olvidaban enseguida, como si hubieran sido avisados del nuevo protocolo: se puede andar descalzo en el Vaticano!
Bajar la rampa circular de la escalera de Miguel Ángel, rumbo a la salida, fue una sensación de “que al fin llegamos!” Y “al fin nos vamos!”.
Tantas veces vista en mis libros de Historia de la Arquitectura, que ahora estar transitándola era como meter el dedo en una torta, casi sin permiso!
Estaba allí, toda a mi disposición! Pero yo ya estaba más que empalagada, casi con relajo, diría….!
Y Da Vinci….??????
Ah! Muy impresionante….! Sí! Muy impresionante….
Basta para mí!
Salí a los jardines a tomar aire, pero el olor a Nunciatura, me revolvió el estómago.
Entonces, me decidí a ponerme las alpargatas, y salir corriendo!....

Era el horario previsto para recoger mis bártulos y buscar la estación de trenes, rumbo a Nápoli!
Cómo no podía ser de otra manera, arribé a la estación, con el tiempo exacto para munirme de un sadwich y comprar el boleto.
Me ubiqué en mi asiento tapizado de pana azul, admirada de la limpieza y comodidad del vagón.
No olviden que era mi primer transporte público en lasuropas!
Mis eventuales compañeros de trayecto, se dieron cuenta de mi procedencia, al ver mi escudito de Argentina pinchado en mi sombrero.
-“Maradona?”- me sonrieron a modo de pregunta.
Y yo les ofrecí un bocado de mi sandwich –que por suerte rechazaron- (Yo tenía mucho hambre, a pesar de la revuelta anterior), a modo de agradecida bienvenida!
Contemplé el paisaje a través de la pulcra ventanilla durante las 2 horas que separaban las dos ciudades, mientras ellos me aleccionaban del especial “cuidado” que hay que tener en Nápoles, especialmente de noche!... (como presagiando espantos), y ni que hablar más al Sur, que ni se me ocurra ir a Sicilia!....
Para qué!!!? No sabían cuánto disfruto los desafíos! Obvio que iría!, o creen que fui desde el confín de las Américas, sólo para ver un poquito?
Yo quería ir a TODO! y lo iba a lograr!
Miedos a mí!? Habrase visto!!!....
Entre cavilaciones y proyecciones mentales, llegué a la gran Terminal de Nápoli, donde otro ángel me aguardaba sin contrato previo.
-“ Le ayudo con la valija?”- tomándola sin que llegara a darle permiso.
-“Busca un hotel barato? Yo sé de uno acá cerca…. Acompáñeme!”- sin que llegara a contestarle.
Su cordialidad y decisión hicieron que me ponga en marcha tras sus alas invisibles, y mi valija cargada.
Giraba la cabeza para atrás, cada tanto, como para asegurarse que yo iba atrás, y brindarme la confianza de que sabía el camino.
Ingenua total, aliviada de la preocupación de cargar el peso, o de buscarme mi propio alojamiento, lo seguí confiada por recovecos de callejas antiguas, con sábanas colgantes en los balcones, chicos gritando tras una pelota, y viejos jugando naipes sentados a la puerta de caseríos derruídos. Una especie de San Telmo con más ropas en sogas cruzadas por sobre las aceras!
La gran diferencia fue, que los niños y los viejos que ví eran negros vociferando en lengua italiana!.
Al principio, no presté atención.
Nos detuvimos delante de una puerta vidriada que con voluptuosas letras doradas que rezaban: “Hotel San Remo”, y cuyo recepcionista salió a recibirnos con los brazos abiertos, como si yo fuera, su querida bambina que hace un siglo que no me veía.
Demasiada algarabía para mi gusto, como las letras rococó del frente. Pero en fin, prefiero el cariño a la antipatía, así que tomé una habitación sencilla, pero limpita…. Como dirían las viejas! (O sea yo!)
Me despedí de mi servicial acompañante, que durante el trayecto también ofició de guía turístico, y me repitió las recomendaciones de los pasajeros del tren: el bendito “cuidado!”
Desoyendo los consejos, tomé una ducha rápida (como para terminar de sacarme el bochorno del Vaticano del día), y decidí salir a caminar por el centro de la ciudad, y a probar la auténtica “pizza napolitana”!
Ni lo uno ni lo otro.
El conserje trató de impedirme salir, como si fuera mi padre. Angustiado por mi desobediencia, se quedó a esperarme tras su mostrador.
Salí a la calle, y enseguida me percaté de numerosos pares de cositas brillantes en la oscuridad, parpadeando lascivamente…..
Eran ojos de negros en retinas enrojecidas de sed de …..pasión? robos? curiosidad? incredulidad?
De ellos y mía!
Ya que ni yo me esperaba encontrar centenares de ellos, ni ellos se esperaban que Heydi en persona, se paseara, a esas horas, por esas calles…
El factor sorpresa, hizo que se nos paralizara cualquier acción prevista.
A mí se me pasó el hambre inmediatamente, por lo que desestimé la visita a la pizzería, y ellos desestimaron la idea de “atacarme”, si es que la llegaron a tener.
Esta vez me ganó mi autoprudencia, por no darle lugar al miedo…
Don Vito, feliz de verme regresar tan rápido, corrió a abrirme la puerta que tenía bajo siete candados (que volvió a echar tras mi paso), cual si de princesa en cautiverio me tratara.
-“Ya comió?”- me preguntó seguro de que aceptaría compartir su paupérrimo menú: 2 porciones de pizza con fainá!
Otro final feliz para un día agitado!

La mañana siguiente me encontró con todos los bríos del “Oh Sole mío” dispuesta a las ruinas de Pompeya, como me había incitado mi guía personal.
Reandé los pasos hasta la estación de trenes y abordé el correspondiente sin demoras, para no variar mi buena suerte!
En una hora y piquito, llegué a Pompeii, como ellos le llaman!
Empecé a recorrer las callecitas de piedra desérticas, (es una forma de decir, porque estaban abarrotadas de turistas, incluyéndome!) y plenas de rastros de vida humana arrasada por la lava del volcán Vesubio, que como mudo testigo, sigue allí atrás erecto, custodio de tanto dolor y desolación.
El paisaje rocoso, tapizado de verdes pastizales, otrora corrales, y viviendas de sus habitantes, imponía un silencio sepulcral. Respeto a los muertos, o impotencia ante la furia de la Naturaleza castigadora?.
Avanzábamos con paso débil, bajo el sol arrollador, y el rodar del ripio que demarca las calles abandonadas.
Quien no imaginaría la desesperación de aquellos moradores, corriendo a buscar refugio en las laderas desbordadas de lava ardiente?
Quién se habría salvado, y vuelto a buscar alguna pertenencia? Algún ser querido?
Algún animal llamando a sus crías?
Algún saqueador con hambre desesperada husmeando en humeantes restos?
Qué fuerza poderosa hace al hombre volver a reconstruir el nido perdido?
A pararse en las cenizas, desafiando un destino?
A mostrarle al mundo lo que por derecho les correspondía! Esas tierras embravecidas por el fervor de la erupción, que los dejaron huérfanos de patrimonio, más no de historia!
“Aquí estuvimos y acá estaremos!”- parecen gritar cada muro ancestral demolido por la fuerza satánica de lo incontenible.
Infinitos recorridos de horas, dispuestos a mostrarnos una civilización arrasada sin previo aviso, sin razón, y sin consuelo.
La cuadrícula de las manzanas que a duras penas se mantienen paradas, es constantemente reforzada por cuadrillas de arqueólogos voluntarios, que se niegan a que se borren las huellas de ese pasado infame.
Serán sus descendientes? No lo sé, pero sí, los seguros herederos del orgullo de mantener el sitio “de pie”!
Visitar Pompeya es como mirar el cielo: sentirse infinitamente pequeño ante la grandeza de la Creación, impotentes…., pero agradecidos de estar Vivo!

Vuelta al “San Remo” a buscar equipaje. Ya a esta altura absolutamente, y cada vez más! agradecida al Tata Pepe, que se haya ocupado de despachar el bolso de mis libros a España, ya que sino los hubiera abandonado en ese preciso instante, como donación a tanta amabilidad de Don Vito!
Despedida tan efusiva como la bienvenida, me hizo sospechar de “la calidez” de algunos tanos, en fin… rumbo a Capri!
Como él me indicó, corrí a la parada de ómnibus que van al puerto, ya que debía abordar el último ferry de la tarde.
Me senté en este peculiar vehículo, que iba atado a unos rieles eléctricos por sobre el techo, unido a unos cables que surcaban los aires de toda la ciudad, y unas pequeñas ruedas en vías empotradas en el pavimento. Eran dos vagones unidos por un fuelle como acordeón en su punto central, lo cual permitía el giro a 90º en las bocacalles estrechas.
En un determinado momento, se detuvo y apagó el motor sin cuestionamientos. La gente se bajó y yo pregunté: -“Ya llegamos al puerto?”
-“No, es una manifestación…”- fue la parca respuesta del chofer.
-“Ah….”
………. Decidí sacar la bolsita con uvas y bananas que había comprado para la travesía, a modo de merienda, y a falta de almuerzo.
Degusté con paciente placer mis víveres, guardé las sobras en el bolsillo del bolso…. Y…-“faltará mucho?”- ataqué al chofer por la espalda.
Se limitó a mirarme por el espejo con los ojos alzados, como diciendo que ni Dios lo sabe en estos casos…
Una larga fila de “troles” (como se llaman allí estos buses) alineados en perfecta fila, como la vía lo imponía, esperaban el turno de reanudar la marcha cuando se descongestionara el area cubierta de manifestantes enarbolando pancartas y repicando bombos retumbantes.
Nada para extrañarse! Nada para extrañar mi Buenos Aires querido!....
Confiada en mi buena suerte, ejercité la paciencia que los años me estaban otorgando….
Y como nada en la Vida, dura para siempre, en algún momento, comenzamos a avanzar.
30 cuadras más adelante (no era cuestión con la valija de rueditas!) me señaló el muelle debido, al tiempo que izaban la plataforma de subida al ferry.
Desplegué una sonrisa capaz de saltar el charco que se iba distanciando de la costa, y con el brazo en alto me despaché un auténtico: -“Ciao!!!!  Aspetta!!!!”
No hubo marinero que se resista a tan ridículo saludo, arrojando la gruesa soga enroscada, a los pies del que permanecía en tierra, quien la tomó en un apurado gesto de aparcar la embarcación.
-“Y el biglieto? Dove se compra?”- en un intermezzo recién inventado.
-“En la biglietería!! Ma…suba! Suba pronto! Prontísimo!”- arrojando mi valija sobre cubierta, y casi a mí también, del envión que me dió para “ayudarme “ a saltar sin pasarella!
Voz en off: “Tante grazie Dio mío! Una vez más con tu sorte e bendición, arrivamo al barco, y Gratarola!!!”
Reacomodando la respiración en los pulmones, me atraqué a la baranda para despedir a la Nápoli negra, que jamás había imaginado!
Después, alguien me explicó lo de la inmigración de los pobres africanos, y sus luchas por incorporarse al mundo “civilizado” de los europeos, quienes los rechazan una y otra vez, sin recordar que fueron ellos los primeros en ir a meterse en tierras ajenas y “colonizarlos”! Y ahora se quejan de que sus vecinos “oscuros” los quieran tanto, que han decidido devolverles el favor! Ja!

Bueno, no estamos en clase de política, sino en viaje de placer…
El placer del turquesa mediterráneo conduciéndonos a la Isla de la Fantasía.
Sí! Textualmente, porque es en Capri –creo- donde se filmó incontables capítulos de la serie con ese título, con el reconocido actor Ricardo Montalbán y su inseparable Tatoo, la recuerdan?
O.K. Está bien, los jóvenes porque son jóvenes, los viejos porque han perdido la memoria, o porque diciendo que no, pretenden disimular la edad!
Lo cierto es que es acá! Por su belleza natural, su infraestructura, los paisajes, las flores …
A medida que el ferry se va acercando, ves una montaña sembrada de casitas en sus laderas verdes de forestas, casi tropicales!
A medida que el ferry se va acercando, ves que son unas “villas” impresionantes!  Palacetes devenidos en hoteles de superlujo, y alguien te sopla como al pasar: -“Aquí es donde los astros del jet-set europeo vienen a pasar una temporada…”
-“Ahh….  Y cómo es que yo llegué hasta aquí?”
-“Porque vos también sos un astro!”- me dictó una angelita engreída en mi conciencia, y decidí sentirme así!
El ferry atracó entre unos veleros dignos de Onassis, con capitanes tostados, sonrientes bajo sus gorras azules con cordoncito dorado, sus impecables camisas blancas con charreteras a ambos lados de sus pechos abiertos al viento, con una mano en la sogas del mástil, y la otra flameando libre como dándote la bienvenida…!  (Ya me parece que me mareé un poco….) (será un desvarío del aire marino?)
Un gentil caballero, no menos apuesto que los capitanes, que obviamente no me esperaban a mí, me tomó de la mano, para bajar la explanada, y yo me sentí, una vez más, Sissí emperatriz entrando a palacio….
El Mediterráneo luminoso de rosas del poniente y plateado de luna en creciente, salpicaba la popa y el muelle de baranditas blancas.
Tomé mi valija y seguí el cortejo que se dirigía a un gran funicular, para ascender al centro de la ciudadela. (previo paso por la boletería, esta vez sí!)
Una amplia cabina como para 25 pasajeros (más sus respectivos bultos) era arrastrada por unos gruesos cables, montaña arriba, tras el cierre hermético de su gran portón vidriado.
La maravilla de ver el puerto iluminándose de estrellitas, a tus pies, y atravesar la vegetación de perfumes implacables de madreselvas en flor.
Los “Ah.!!!”  y los “Ohhh…!” de mis transitorios compañeros de ascensor, durante los 3 minutos que duró el viaje, señalando con admiración las imperdibles vistas a nuestro alrededor.
Y el Vesubio…. Siempre el Vesubio allá a lo lejos, vigilante… inamovible, tieso de amenaza olvidada ante tanta belleza.
-“Ssshhhh….”- un zumbidito automatizado me abrió el camino de la magia.
Como salida de una galera, volé libre en busca de una posada económica en medio de tanto lujo.
Los hados que siempre me acompañan, me señalaron un senderito de piedras entre matorrales rojos y naranjeros en flor. Los azahares me guiaron hasta una pequeña puertita como de cuento de hadas, con un letrero celeste: “-Se alquila habitación”
-“Toc toc”
-“Quién ess???”
-“Para averiguar por la habitación…”- le respondí con pequeña timidez a la voz de la viejecita que preguntaba desde atrás de las cortinitas labradas en puro almidón.
-“Pasa hija, pasa..”- haciéndome ver que la puerta estaba apenas entornada.-“Ponte cómoda, deja tus cosas por allí, ven a ver esta puesta del sol que es un regalo de Dios…”
Mirando hacia el horizonte, a través del bow-window sobre la cornisa rocosa de la ladera que nos albergaba, entendí porqué, la anciana mujer, no se había girado ni por un momento. No era cuestión de perder ni un segundo de esa maravillosa bola de fuego entrando al mar….
Mis ojos se llenaron de dicha de lágrimas de agradecimiento, contuve la respiración, y supe… que había llegado!

Cuando ese otro astro se durmió bajo las aguas, Edith me miró complacida: -“Viste que maravilla? Viste que regalo de Dios?”
Yo asentí enmudecida de emoción, y de pánico ante el desconocido valor de la habitación en un Paraíso semejante.
-“Pero de dónde eres?   Solita?  Cuántos días te vas a quedar? Es la primera vez en la isla? Cómo has llegado hasta aquí? En el ferry de las 18? Pero quien te dijo de mi casa? Cómo la encontraste?”- todas las preguntas juntas no daban lugar a mis respuestas.
Y yo quería saber el precio, para no entusiasmarme con un imposible…
-“Uyyy…, es que se me olvidó sacar el cartelito…”- confesó preocupada. -“Esta semana viene mi hija con mis nietos a pasar unos días, y no voy a tener lugar…”
“Menos mal”- pensé para salir huyendo decorosamente ante el enunciado del precio de un lugar así de bello, balconeando sobre el mar…. Envuelto en helechos y glicinas violetas, oliendo a jazmines arremolinados en cascadas sobre los muros de piedra.
-“Pero a ver! …. Déjame ofrecerte algo pequeño, para que puedas quedarte.. No irás a estas horas a buscar otro lado… subiendo con esa valijota…. las escalerillas que ofician de calles, aquí en la región… A ver….”- buscaba solucionarme la situación, sin intuir que mi miedo no era la oscuridad, ni el peso del equipaje, sino los precios de los alojamientos!
-“Si no te ofendes, puedo hacerte un lugarcito en el cuarto de servicio… lo usamos como cuarto de planchado. Desde que Erica tuvo familia, ya no se queda a dormir conmigo… así que está libre. Le digo que te lo prepare…”
“Vas a estar muy cómoda, porque hace poquito le compramos un colchón nuevo por el embarazo, y de paso le cambiamos las cortinas….”- añadió al tiempo que corría un tul tapizado de rositas rococós, para dar paso a la bóveda estrellada sobre un mar oscuro de calma y silencio.
La espuma yendo y viniendo contra el acantilado, me alumbró el -“Claro!, encantada!”
La nona me otorgó la llave herrumbada de historias de sal y marinos, al tiempo que me contaba la historia de cada millonario que habitara la isla desde tiempos ancestrales.
La luna nos fue abrazando hasta dormir mis sueños encantados.

Desperté flotando como una mariposa posada entre las ramas que enmarcaban mi ventana de lilas y aroma a vainillas para el desayuno.
Una fuerza sobrenatural me invitó al desperezo aspirado de ozono y maravillas.
Edith me esperaba al otro lado de la mesa, con humeantes tazas de té y una sonrisa a flor de labios: -“Descansaste bien m´hijita?”, como si realmente se tratara de mi abuelita.
Feliz de tenerme en su casa, me indicó los paseos probables para el día.
Ni bien nombró “La Gruta Azul”, mi corazón se llenó de ganas, y mis piernas emprendieron la salida.
Dí una vuelta por el centro, como para enterarme de qué se trataba, y lo dejé para otra visita en la nochecita.
Averigüé por la excursión para la gruta, y me desafiaron con:  -“100 euros la vuelta a la isla pasando por la gruta. Si hay buen tiempo, se entra, si no se mira desde afuera… Son 2 horas aproximadamente… Próxima salida 10,30…..”- repetía como loro enjaulado el informante, sin sospechar que desde que nombró la moneda yo ya no escuchaba nada más.
¡100 euros!!!!!???????   Por 2 horas!!!!!?????  Pero quién se creen que son????  Quién creen que soy yo?  La hija de Rockefeller?  Ah no!!!  Yo no me voy a perder la gruta, con ese nombre tan sugestivo, por una cuestión monetaria…  Habrá algún otro modo de llegar… Vamos a investigar…- desarrollé mis pensamientos creativos….
Salí un poco de la zona turística paqueta, y emprendí la caminata hacia un sector más barrial, seguramente donde habitan los camareros, choferes, y demás dependientes de los afamados hoteles y posadas.
Dicho y hecho! Entré en una vulgar verdulería, y tras aprovisionarme para el día, les pregunté por la mejor forma de llegar al otro lado de la isla… sin demostrar mis ganas reales, para que no me manden a la agencia de turismo.
Simplemente era cuestión de tomar en la esquina el colectivo Nº 1, único que recorre la isla de punta a punta, yendo y viniendo en 20 minutos cada tramo!
O sea que en breve estaría llegando, y en 20 más yo arribaría a mi punto deseado. Y por sólo “1 euro!”
El chofer me miró extrañado al no reconocerme entre los locales, pero asumiendo la debida simpatía, me informó del caminito de bajada que debía tomar entre los yuyos, hasta alcanzar la roca que guardaba en su interior el tan preciado tesoro.
-“Hasta ahí le puedo indicar. Más de eso, va a tener que tirarse al agua, y llegar nadando…”- me advirtió en tono de chiste!
Segura de mis habilidades, recorrí el sendero indicado, como Caperucita en el bosque, sólo que con mi mochilita de Kitty en vez de canasta de frutas.
Fui bajando el peñasco, agarrándome de las cortaderas, y dejando correr los guijarros flojos bajo mis ojotas, calzado nada apropiado para la ocasión, pero la meta, valía la aventura.
Varios metros más abajo, ya divisando el manto turquesa de las olas en suave vaivén, me encontré con un alambrado divisorio de un predio perteneciente a un elegante club, cuya celestial piscina desbordaba en catarata sobre el azul del mar.
El muchacho que la mantenía en primoroso estado, a modo de gondolero, con el saca-hojas empuñado, me descubrió sobresaltado entre los matorrales.
Le hice señas como para que me ayudara a saltar el cerco, y divertido, me ofreció su mano y su sonrisa.
Le expliqué sucintamente de mis deseos de llegar a la gruta, y sin la menor intención de desmoralizarme, me explicó: -“ Hoy muy difícil….. la marea está muy alta…”
“….YYYY????”- que me estaría queriendo decir?
“-Cuando la marea está muy alta, la gruta se llena de agua y los barcos no pueden entrar…”- señalándome con su herramienta la entrada al misterio.
El desafío estaba planteado, y yo a mitad de camino. No era cuestión de volverse atrás. Una cosa es bajar el peñasco, y otra muy distinta es volver a salir como vagabunda por entre los yuyos.
-“Y cuándo baja la marea?”- establecí la conversación, establecida ya en mi decisión de esperar allí, el tiempo que fuera necesario.
-“Eso nunca se sabe…. Depende el viento…las corrientes….”- mirando el cielo infinito adosado al mar en un horizonte dorado de despertar.
-“Pero hoy parece que va a ser un buen día”- como alentando a los astros.
-“sí…”- demasiado tibio para mi gusto.
-“vos que estás acá siempre, debes saber…. Te das cuenta en cuanto tiempo baja la marea?”- seguí insistiendo, como si su saca-hojas fuera el la llave de Mandala.
-“Mirá, porque no te relajas un rato acá en la pileta, mientras esperamos a ver como evolucionan las aguas….”- invitándome a “echarme” en una de esas magníficas reposeras blancas con almohadoncitos amarillos a rayitas, bajo sombrillas de paja al estilo Caribe.
“- Acá?????”- incrédula de mi suerte!
-“Sí, quedate tranquila… ahora te hago traer un jugo, un café?, ¿Qué te gusta?”
Disimulando mi sorpresa, me desmayé de la alegría justo encima del asiento indicado. Me acomodé al mejor estilo Jackie Kennedy en el crucero de Onassis, a disfrutar la vista incontenible de la bahía de Capri, la playa, el puerto, y obviamente a verificar la entrada a la gruta deseada.
Los barquitos pasaban por su frente, se detenían unos instantes para sacar las correspondientes fotos, y se alejaban con la consabida explicación del imposible, tras haberles cobrado los consabidos euros a cada infeliz pasajero.
“Buen día….”- interrumpió mi embelesamiento un señor algo mayor, un tano de pura estirpe. –“Me contaron que quiere conocer la gruta…Genaro, piacere…”- presentando su mano de cortesía como para besar el dorso de la mía, al mejor estilo película de Fellini!
-“Sí! Ud. sabe cuándo baja la marea?”- me precipité a continuar con mi necesaria averiguación.
-“Calma, signorina… que hoy parece que es su día de suerte!”- haciendo lugar a la bandeja que el mozo depositaba en la mesita delante nuestro.
-“Grazie! Cuánto es?”- no alcanzando a preguntar demasiado.
-“Niente!! La casa de Genaro invita!”- casi ofendido. “Y de dónde llega tanta curiosa belleza?”- quiso saber con su elegante sonrisa.
-“De Argentina!”- demostré mi orgullo de dama patricia.
-“Argentina? Maradonna! Messi!”
-“No! María!, María de Buenos Aires!”- interrumpí con mis propios méritos.
-“Ah claro…certamente…” “Y qué la trae por aquí? Es la prima volta que nos visita?”
-“Sí, y tengo muchas ganas de llegar a la gruta…. Se la ve tan preciosa….”
-“Certamente…. E veramente es su día de suerte…. El viento está dando la vuelta….es probable que en unas horas, Ud. pueda llegar nadando, sabe saltar?”- desafiándome con el mismo chiste que el conductor del ómnibus.
Miré el risco que me separaba del agua, apenas unos 4 o 6 metros. Recordé mi época de trampolín en la escuela secundaria (casi en otra vida), y apelando a idéntica inconciencia, afirmé mi decisión.
“Ya veremos…”- me provocó el dueño del club –“por ahora tómese unos baños de sol en mi piscina, en un rato seguimos charlando. Permiso….”- se retiró abrochándose el saco de marino.
Instaladísima como sirena en las rocas, me dispuse a esperar como Penélope, el paso del tiempo.
Con el vaso de jugo de naranjas entre mis manos, recordé sin añoranzas lo insólito de otros tiempos en que yo los servía. Y ahora allí, en el cenit del paraíso, ante el turquesa mar de la gruta Azul…
Los bordes de la pileta comenzaron a llenarse de sofisticadas parejas, monísimas modelos blondas con capelinas, bronceados apolos musculosos, felinas damas entradas en grasas y años, acompañadas de lobos marinos con collarcito de oro y abultada billetera. Todos asoléandonos como los reales privilegiados que éramos!
Algunas esporádicas zambullidas salpicaban cada tanto el mediodía de relax y champaña, mientras yo aguardaba la contraseña necesaria para arrojarme a las profundidades, sin ningún temor.
Dormitaba un ratito, cuando Genaro me tocó el hombro dándome la venia: -“Me parece que le llegó el momento… si se anima….esta es la mejor hora…”
Salté con toda mi decisión. De la reposera!
Me paré con los piecitos juntos, junto al borde del peñasco, acomodé mi malla (no sea cosa de pasar doble papelón: caer mal y encima perder los trapitos!)
Quise persignarme, pero no era el momento de demostrar cobardía.
-“Ahí tiene unos escalones naturales en la roca, después para subir….”- señalándome unas alteraciones a la derecha, sabiendo que no me quedaría a vivir allí abajo.
Yo ni lo había previsto, era tal mi afán por llegar, que no me adelanté a saber como volver.
PAAAFFFFFFFFF!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Me tiré sin desperdiciar la oportunidad, y antes que el raciocinio me atrape como adulta responsable que a veces solía ser.
El frescor del Mediterráneo me encerró bajo su manto oscuro salado de reflejos de sol. Como chispas de vida, las burbujitas desfilaron por encima mío, pataleando buscaba ascender a la superficie.
Una vez arriba, enfoqué mi rumbo directo al arco mágico y misterioso que me llamaba con su infinito silencio.
En unas pocas brazadas, a favor de la corriente que me impulsaba como dándome permiso a compartir su secreto de estalactitas y sombras, lo atravesé casi rozando mi espalda horizontal contra la pared de rocas, unos segundos antes de que quedara obturada por la altura del agua.
Al instante siguiente, me encontré en un ámbito semiesférico lleno de aire extraño, con olor a milenios de secretos, de absoluto y real silencio de soledad….
En las entrañas de la tierra hecha mar….me convertí en estrella….
Desde adentro, al bajar la ola, podía divisar a lo lejos, las naves que se asomaban a la distancia, sin sospechar siquiera mi presencia.
Me sentí desintegrar… yo era una parte azul invisible, de esa naturaleza viva.
Me faltaba el aire, por lo denso del ozono, pero me negaba a salir de ese espacio de maravilla, ajeno al mundo real…
Extendí mis brazos a modo de plancha, agradecí al Infinito por el placer recibido….y palpé la PAZ!....
La marea me alzaba y me depositaba en su suave masaje de gloria, en un vaivén que impedía la entrada del sol por unos instantes.
La turbia luz que reflejaban las sales del muro interior, me nublaba el entendimiento, dándome paso a otro plano sensorial.
Juro que jamás probé una droga en mi vida, pero supongo que esto fue lo más parecido al “éxtasis” que experimenté.
Mi respiración se hacía cada vez más profunda… no sé si para captar tanto embeleso, o por la fatiga de mantenerme a flote!
Mis ojos no paraban  de fotografiar con la cámara del alma, tanta desconocida belleza.
Mis manos aleteaban acompañando la danza murmurosa de olas coronadas de espuma de sal, rompientes tras el círculo atrás de mi esplendor.
Mis labios no dejaban de temblar, de agradecer….Aunque debo reconocer que de frío también, aunque no sea tan poético, la oscuridad reinante empezaba a hacer gélido el hechizo.
Me dí por satisfecha, y decidí retornar.
Un saltito de delfín y comencé a bracear hacia la salida….
La ola avanzó hacia la entrada, como diciendo: -¡Ahora no!, espera a que yo me retire primero…”
Seguí braceando para mantenerme en mi posición, a pesar de que ella me empujaba de nuevo hacia el interior.
Cuando pude ver la superficie exterior nuevamente, o sea que había bajado el movimiento ondulatorio, reforcé mi velocidad para tratar de atravesar el arco de la entrada.
Pero una nueva ola se interpuso, volviéndome a empujar hacia el fondo…
Tomé conciencia que no iba a ser tan sencillo…
O sea, me desperté de golpe de mi ensoñación, y antes de que el pánico me atrapara, arremetí con mi mejor crawl contra viento y marea, zambulléndome a través de la ola que ingresaba y atravesándola de cuajo…!
Cual llamarada de la boca de un dragón, salté exhausta sobre las rocas aledañas y sin darle tiempo a la pereza ni a la agitación, trepé por los peldaños socavados, asida a las ramas que se empeñaban en crecer entre ellos.
Genaro me estaba esperando en la cima del promontorio, con una mueca desencajada, y una multitud curiosa alrededor, dispuesta al aplauso o al insulto.
-“Estás bien? Me tenías preocupado… tardaste un montón!! Te pasó algo?”
Con la respiración entrecortada lo abracé: -“Es una de las cosas más bonitas que viví en mi Vida!!!  Gracias!!!”
-“Gracias al cielo que saliste viva! Ya te estábamos por ir a buscar…”- retornando a su plácida sonrisa.
- “Porqué? Si apenas estuve un ratito… Es hermoso!!! Es hermoso estar ahí, como en el centro del Universo!...”- no había palabras adecuadas para un espacio tan infinito de azul y placer….
-“ Un ratito??? Estuviste hora y media! Mirá la marea”- señalando el horizonte –“Unos minutos más y ya no podrías salir…sos una inconciente!”- me retó con dulzura. Tuve que aceptarlo sin chistar, ya que tenía toda la razón.
Pero yo tenía en mi alma, todo el beneplácito de haber flotado en una suave nube de silencio y húmedo misterio!
Creo que era la puerta de abajo del Paraíso!, algo que casi nadie se atreve a conocer: a Dios se llega por infinitos caminos…y aún nadando!
Me acomodó una blanca toalla sobre mis hombros tiritantes, protegiendo mi reciente sueño y mi alegría.
La gente se desconcentró entre murmullos de proeza y desacuerdos, al ver que estaba recuperada y radiante!
Genaro me señaló los vestuarios para cambiarme, con la promesa de un tibio café  aguardándome en la barra del bar.
Gracias Señor! Por tantísimos beneficios recibidos! Y haber estado tan cerca de ti!, custodiada por tu ángel Genaro….lo guardaré en mis oraciones!

Volví a lo de mi nona postiza, entre mercados de flores y souveniers, que bordean las calles donde emergen los más suntuosos hoteles, con vistas paradisíacas, como de postal. Palmeras, hiedras de azahares….acariciando las rocas que se precipitan en acantilados paredones, sobre un mar con potentados veleritos casi como de juguete, allá abajo, junto al puerto…
Unos autitos eléctricos abiertos, con un toldito blanco, se deslizaban, como de puntillas, cruzando la isla, llevando puntualmente, lujosos turistas ocultos tras negros anteojos, o prismáticos inamovibles a rostros plásticos de cirugías.
Enormes carteras con tachas de último diseño en cueros multicolores, ocupaban sus faldas. Mientras sus pechos portaban collares de piedras extravagantes, de tamaños dignos de dinosaurios, como para dejar en claro, la dinastía a la cual pertenecían.
Los caballeros portaban equipos de filmación ultra pequeños, dando alarde de la tecnología que eran capaces de adquirir, ocultando sus pensamientos bajo elegantísimas gorras de golf con inconfundibles logos, o sombreros rancheros de clara fibra y ala ancha.
Los potentes perfumes de las damas, bloqueaban los naturales aromas de las plantas salvajes de las cornisas floridas. Ellos, señalaban su distinción con los propios, acompañando señoriales ademanes de buen gusto y refinamiento.
Obviamente, los calzados y las vestimentas, tenían firma de nombre propio, casi con las etiquetas expuestas de los más afamados modistos, para evitar confusiones respecto a sus valores.
Todo ese alarde de poder y magnificencia, no le podía hacer mella, a mi estado interior de absoluta plenitud y dicha.
La hermosa puesta rojo dorado volvió a acurrucarme en mi cuartito de cuento, y envuelta en mi placidez, aguardé la alborada para despedirme de Edith, rumbo a otros paraísos de la bella Italia!

Sumando sincronicidades: funicular justo disponible para bajar al amarradero de barcas a Sorrento, donde justo partía un bus a la Terminal donde justo salía la combinación a Salerno por el camino de Amalfi!, todo calculado desde la mejor agencia de viajes: God´s travels!  al instante! Lo pedís, lo tenés!
Arribé a la estación de trenes, miré el cartel indicador: increíble! En 10 minutos partía uno a Palermo, como yo me había propuesto!...
Y el tiempo justo para cruzar a una pizzería en busca de dos porciones para el viaje!
Los ángeles están en todos los detalles!
Disfrute de mi buena suerte pegada a la ventanilla, para tragarme todo el Mediterráneo como el mejor champagne de festejo! Y como si hubiera sido cierto… me fui quedando dormida…
De repente, me desperté sobresaltada. El muchacho que se había sentado frente mío en el compartimento, había desaparecido. Me extrañó, porque no había escuchado el abrir y cerrar de la puerta, ni que nos hubiéramos detenido en alguna estación intermedia.
Alcé la vista, y horrorizada comprobé que no estaba mi gran maleta verde, que él mismo me había ayudado a acomodar al inicio del viaje.
Me turbé de espanto al darme cuenta que sólo tenía entre mis manos, mi sombrero azul…
Con la costumbre de no acarrear demasiadas cosas, había puesto todo en un solo bulto. Cuando digo todo, me refiero a los documentos, el dinero, y la campera para apaliar el escalofrío que me saturó la piel erizada de enojo y desamparo…
La respiración bloqueó mi cerebro y abrió el grifo de mis mudas lágrimas, desconcertada, sin atinar a pedir ayuda. A quién? Si no había nadie…. Y qué digo? Y en qué idioma?...
Mi conciencia comenzó a echarme todas las propias culpas, como es su costumbre: “Que soy una confiada…. Que tanto alardear de tu buena fortuna…. Ahí tenés tus angelitos…”- burlándose sin piedad….
“Angelitos!”:  ésa era la fórmula clave! Los invoqué y en un mismo instante, me hicieron desviar la mirada hacia el apoya equipaje por sobre mi cabeza, sobre mi propio lado…
Y ahí estaba! Oronda, descansada, ajena a mi pánico, mi fiel mochila!
Había olvidado que al arrancar, me había cambiado de asiento para seguir en la misma dirección del treno. O sea, que el equipaje ya no lo tenía enfrentado, sino sobre mí.
Instantáneamente, pedí perdón por los pensamientos precipitados culpando de hurto a mi ex-compañero de compartimento… por poner las culpas afuera, en vez de hacerme cargo…. Por falta de confianza en el que siempre me cuida y me acompaña…
En fin, fue el único susto horrible que tuve en todo el viaje, pero me dejó una gran enseñanza: “Ésto fue sólo un aviso! No le quites el ojo a tu equipaje! Yo te protejo, pero tengo cosas más importantes que hacer, de esto te puedes ocupar vos… y… de hecho, todas las personas son buenas! Aunque a veces, algunos nos equivocamos!... Quién dijo que tu falta es menos grave que la de un ladrón? Tanto que te engalanás tu grado de evolución…eh?”   Fah! Hachazo a mi Ego! Lección aprendida: Humildad y Confianza!
Gracias Diosito y Perdón…  estoy aprendiendo….

Palermo, finalmente! dejé mi preciado valuarte en el guarda baglietti, recordándome quizá de ciertas malas lenguas con respecto “a los del Sur…” (Otra vez prejuzgando!!!  Tanto me cuesta aprender…?!!!!......), y para no cargarlo durante mi recorrida a pie.
Paseo por el centro…. Más iglesias….más iglesias…. Son como para los porteños los kioscos de diarios! Una cada media cuadra!  Serían tan devotos los sicilianos de antaño? No lo sé, pero en todas se respira el gusto por el arte y la exhaltación reverencial.
Me hablaron de la basílica de Imorreale, de sus mosaicos, y su esplendoroso emplazamiento. Asociándola al apellido de una querida amiga en mis pagos, me tomé el 389 como me aconsejaron.
Para seguir con las asociaciones, era como el famoso 60 a Constitución a las 6 de la tarde: lleno hasta la manija! Y como dicen ellos: molto caldo! Aludiendo al calor imperante, más precisamente, como estar dentro de una sopa, y no de fideítos precisamente!
Tras una hora de amasijo, arribamos a un punto en una colina perimetral a la ciudad, y desde allí había que seguir subiendo a piedi, o sea, seguir revolviendo la sopa…
Al llegar a las puertas del Santuario, se me borró el cansancio al ver una joven pareja entrando a casarse con toda la pompa, tules y órgano a pleno! Soy una romántica incorregible, por lo que los seguí al interior como la mejor pariente invitada, sin perderme ningún detalle. De la boda.  La Iglesia?, ni la recuerdo…
Negándome a desandar el camino al centro en el mismo transporte, decidí empuñar mi dedo, que aún no conocía la luz de estas latitudes.
En menos que canta un gallo, un simpático doctor –eso lo supe apenas establecimos conversación- me condujo con gracia y amabilidad por los centros turísticos de la city, disculpándose por no poder acompañarme al día siguiente, ya que tenía guardia en el hospital. Daba por hecho, que yo me quedaría allí una eternidad…tan orgulloso estaba de su tierra y de su gente!
Rápidamente me aclaro sus nobles intenciones de desposarme, mientras no dejaba de llamarme “Reina”, “Donna”, “Bella”, Bellísima”, “Principesa!” y disculparse que, como todos los tanos, él era “molto caldo!”
-“NOOO!!! GRAZIE!!!” –le agradecí con mi mejor sonrisa, para caldo ya tuve el 389!
Fingiendo estar perdiendo una joya, me dejó en la estación para recoger mi equipaje y seguir rumbo a Taormina, en otro vértice del triángulo de la isla.
Agradecida de todos sus piropos y un frasquito de perfume que pronto sacó de la guantera, para regalármelo en son de amistad! me despedí contenta y segura de estar perdiéndome de conocer un pillo!
Qué tenía una colección de lociones en el auto?, dispuesto a obsequiar un frasco a cada pasajera que coincidiera? O era el encargo de su matrona? y ahora debía ir en busca de otro para cumplirle?!
De todos modos: -“Gracias Stéfano! La he pasado muy lindo, y muy halagada! Aún te recuerdo”

En el trayecto a Taormina, me encuentro con un argentino que estaba disfrutando de sus vacaciones y de su novia polaca, con quien noviaba desde hacía 3 años, y sólo se podían encontrar un mes al año! Ya que ambos mantenían sus trabajos a ambos lados del Atlántico! Él era arquitecto, como la que suscribe, y hacía animaciones en 3D para proyectos de construcción y venta de edificios….Además era de mi mismo barrio…
No sé si fue por la misma profesión, la misma actitud de viajeros, o esto de apostarle al Amor, a pesar del tiempo y la distancia, lo que me unió a ellos. Por lo que al llegar, compartimos la cena y nos alojamos en el mismo hotel. Obviamente en habitaciones separadas!, que pensaron?
La fuerza del Amor se hizo presente una vez más, ya que al salir del restaurant, nos cruzamos otra pareja de casorio, en la Iglesia contigua al hotel. Sería que los trajes de novia son muy baratos por estos lados? O este poderoso imán sigue funcionando, a pesar de todos los perversos presagios de los decepcionados?
No sé tú, como diría el Luismi. Pero yo, le voy a seguir apostando! Vivan los novios!!!
Nos reencontramos en el desayuno de la mañana siguiente en la terraza, y cada cual tenía su propio plan de visitas. Nos despedimos, sabiendo que la Vida es muy curiosa, a veces estamos tan cerca, y no nos conocemos…. En la lejanía, la magia de los encuentros, es posible….como los cometas y las estrellas, que se la pasan cruzándose, y están a miles de kilómetros luz!
Recorriendo el centro, encontré una pequeña escalera que conducía a un local en un 1º piso, con un enigmático cartel: “Angeli Fra Cielo e Terra”. A mí juego me llamaron!
Trepé presta a disfrutar de lo que me estaba convocando.
Una cantidad fabulosa de cuadros de una pintora local, Anna Corsini, rebozantes de dulzura e inocencia precoz. Alas de plumitas tan reales, que tentaba soplar a través de ellas. Acaramelados rosados en los cachetes desbordantes de ternura, bajo unos ojitos de infantil ingenuidad que casi susurraban de las glorias del paraíso! Unos brazitos regordetes, envueltos en gasas traslúcidas de celestes serenos cielos. Y unos piecitos de mullidos deditos aleteando entre estrellitas pálidas pintadas en el cielorraso y las paredes, como bajando a embellecernos el alma…
Embelesada por el aroma de lavandas fragantes que envolvía la música tibia, apenas quieta en el espacio, el mágico silencio me transportó a otro Reino.
Floté entre mis ensueños de contemplación, hasta que el hambre me condujo hasta el parque público, otro paraíso más real! en búsqueda de un liviano almuerzo, que finalmente compartí con Annie, una conversadora inglesa que se me unió en el recorrido entre las estatuas de bronce que se escondían entre la prolífera vegetación.
La siesta?: en la playa de guijarros que se extendían en un zigzaguente itsmo abrazado a la ciudad.
Un rato antes del fin del día, y habiéndome dado por satisfecha con La Sicilia, decidí partir a Mesina, última ciudad de la isla, antes del cruce al continente.
El micro saldría en dos horas, con lo cual no llegaría al ferry que hace el mencionado cruce, así que decidí encarar de nuevo con el auto-stop.
Bajé la cuesta desde la estación hasta la autopista, una empinada pendiente de piedritas rodantes que intentaron poner fin a las rueditas de mi pesada valijota, y a la salud de mis asentaderas, al primer resbalón.
Resistimos! Llegamos al guarda-raid , empuñe mi dedo en la dirección deseada, y al instante!: se detuvo un patrullero de la policía caminera! Ingenua de mí, me agaché acompañando el movimiento del bajar del vidrio de la ventanilla, para anunciarles mi destino y ver la posibilidad de que me acerquen.
Con cara nada amigable me informaron que debía retirarme de inmediato del borde de la autopista porque no estaba autorizado “hacer dedo”.
Los miré con un ojo, y con el rabillo del otro. Les mostré el recorrido por el que había descendido hasta allí, como dando suficiente explicación de que sería imposible remontarlo, y menos con el bulto que me acompañaba, y que no estaba dispuesta a abandonar mi puesto.
Conformes con su misión cumplida de informarme, con la sucesiva amenaza de que si permanecía ahí, me retirarían en la próxima pasada, pero rumbo a la comisaría de Taormina, lugar no previsto en mi itinerario del día, arrancaron al mejor estilo furioso de los dibujitos animados.
Tras su partida, en menos que canta un gallo, San Pedro me mandó un BMW super sport con 3 caballeros adentro, quienes en tono de duda, me preguntaron si había tenido algún problema con la policía. Y qué hacía ahí parada?
No se me ocurrió otra que decir la verdad completa: que quería ir a Messina.
Ahí nomás abrieron la puerta de atrás haciéndome ademán de entrar a sentarme. El que conducía se bajó a tomar mi equipaje y acomodarlo en el baúl. Cerró la portezuela, se acomodó al volante, y arrancó al mismo estilo que los policías.
Todo fue tan rápido, que parecía una serie de persecución.
Casi no tuve tiempo de sentir el alivio de haber conseguido tan rápido mi vehículo, porque mi conciencia me demostró mi inconciencia!!!
Solita con 3 sicilianos, en una ruta desconocida, habiendo soltado una vez más, sin querer, mis pertenencias… Ya me imaginaba arrojada a la vera del camino, en el mejor (o peor?) de los casos violada…. (Sí! Leyeron bien: mejor! Porque un service cada tanto, no se le debería negar a los pobres….Pero eso es harina de otro capítulo...)  Sigamos: asesinada, descuartizada, nadie se enteraría, nadie me reclamaría, nadie conocía a esa altura mi paradero, los policías, ingenuos, pensarían que los obedecí y me retorné a la ciudad…. –“BASTA!!!! Parecés un noticiero!!!!” – le obligué a callar a mi vozarrón interior.
Si al fin y al cabo, los 3 caballeros me estaban conduciendo amable y educadamente hacia mi destino deseado, y encima en una culta conversación sobre la muestra imperdible que había en esos días en el museo local!
Obviamente también se mostraron interesados en las concernientes vidas de Maradonna y Messi, como así también un poquito, en la mía.
La tarde se despedía, cuando arribamos al puerto, y ellos trataron de convencerme de dar una vuelta con explicación turística incluída por su ciudad de origen. Aludiendo a compromisos impostergables, les agradecí con la mentirilla piadosa de “en la póxima vuelta”… y me encaminé a la boletería, con los minutos contados para el siguiente abordaje. Así son mis angelitos de agencia!!!  Siempre listos!, como los boy-scouts!
Unas cuantas rampas a distintos desniveles me condujeron a la cubierta del barco que zarpaba, y allí me encontré con Antonio.
Muy servicial, tomó mi valija desde la escalerilla y subiendo a otra cubierta, me la dejó al lado de un banco lateral, con ademán de que me acomodara, y él hizo lo propio a mi lado.
De inmediato comenzó a contarme el porqué del nombre de la embarcación –que por lástima, ya no recuerdo- y una pintoresca historia de piratas, de hace tiempo y por aquellos mares, con lujo de detalles y descriptiva prosa.
Una guirnalda de luces encendidas en la costa enfrentada, mostraba Calabria, tierra de mis ancestros maternos! Allí iría!
La estatua de la Virgen de la Mare, erigida sobre rocas cual una sirena vigilante, en el último metro de la escollera que encerraba el puerto, nos dió la despedida de la isla, y su bendición.
Antonio, por su parte, me regaló la historia de los marineros que encontraron dicha esfinge en el fondo de las aguas, y cómo decidieron implantarla en ese punto, para protección de todos los marinos que se encomendaran a ella, en el zarpar hacia las lejanías.
-“Y cómo es que sabes tantas cosas?”- lo interrumpí en el momento que se distrajo de sus incesantes relatos.
-“Me lo contó todo mi papá!”- y el orgullo se le asomó entre los dientes, -“Es el capitán!”- anunció con  la honra de un muchachito de doce que ya sabe su destino.
-“Con razón!!  Y tu viajas siempre con él?”
-“A veces…. Casi siempre…. Cuando no tengo escuela….”- aclaró
-“Y no te aburre? Hacer siempre el mismo recorrido…?”
-“No! Me encanta! Porque siempre conozco gente nueva, como Ud.!” “Y todos me cuentan de sus países, y es como que yo viajo para allá también, se da cuenta?”- agregó a sus fantasías las mías!
-“Ah, claro…”- me quedé pensando, que forma tan humilde de trasmitir…Me había estado regalando hermosas historias, y él encima me agradecía lo poco que yo le había contado…
Con su boina de lado, los pantalones cortos, y una chaquetita a cuadros. El viento lo despeinaba con suavidad, los ojitos aceitunas clavados en la lontananza, era la imagen exacta del emigrante de principio de siglo, dispuesto a atravesar los mares, para alcanzar su propia aventura!
Arribamos justo en el momento en que estaba a punto de abrazarlo y besarlo en la mejilla, hasta ruborizarlo. Me contuve.
Agradeciéndole la compañía de la travesía, me escoltó hasta el muelle, con todas las indicaciones pertinentes para tomar el metro al centro.
Ya era de noche, y debía buscar un hotel.
Como mis ángeles, no dan puntada sin hilo…: el guarda que pasó tickeando los boletos, me observó el sombrero: -“De dónde es Ud.?”
-“de Buenos Aires????? No conoce a un tal Pippo? Es mi primo, se fue hace como veinticinco años y nunca más supimos de él…. Ud. no conoce un Pippo?”- me imploraba con desesperación, como si se tratara sólo de una aldea.
-“Ah! Claro…. Es una ciudad grande, me imagino, no?...”- desilusionado con mi gesto de no poder ayudarlo.
Abrió las puertas del convoy al detenerse en la siguiente estación. Tocó el silbato en el tono repetido, cerró las puertas con el botón debido, y volvió conmigo.
“Y qué hace Ud. por estos lados? Viaja sola? Y cuánto se va a quedar en Calabria? Llega justo para la Fiesta Blanca! Hoy es la Madonna de la Concepción!”
Antes de poder contestar todas sus preguntas, repitió su ritual de apertura, control y cierre en la siguiente estación.
-“En realidad no mucho, estoy de paso, voy para Cattanzaro, que es el pueblo de mi abuela…Ud. sabe si hay algún micro para ese lado?”
-“ Cattanzaro! Ah sí…. Hay un tren el sábado por la tarde…si quiere le averiguo… “
-“Está bien, gracias! Seguro que en la Terminal me darán bien los horarios, no se preocupe….”
Volvió a su rutina, anunciándome que me convenía bajar en la siguiente, ya que era la estación más céntrica, justo a una cuadra de la catedral donde estarían los festejos por la fiesta patronal.
Con todos sus consejos, y buenos augurios, me encaminé hacia las escaleras mecánicas ascendentes.
-“Ciao Roberto!”
-“Ciao María!”- alcanzó a gritarme levantando el pie del andén, un segundo antes que la puerta automática se cerrara frente a su bonachona sonrisa. Con tal familiaridad, como si de otra vida, nos conociéramos…y nos volviéramos a encontrar en la próxima!...

Sentí que mi valija se alivianaba de repente.
Dos manos forzudas la habían tomado por atrás, para facilitarme el saltito desde las escaleras.
-“Tante grazie!”- sonreí
-“Ya tenés lugar para esta noche? Mirá que es la Fiesta Blanca, y está todo lleno…”- una parejita de suecos, o algo así de rubios, también turistas obviamente, me avisaban de la dificultad para alojarse durante el feriado. –“Si querés podés venir con nosotros. Estamos en un albergue acá cerca. Podemos preguntarle al dueño, es macanudo!”- todo en impecable inglés.
Recorrimos unas callecitas, con escalones cada dos por tres, internándonos en el barrio.
Por suerte, el fornido muchacho, tomó mi valija sobre su hombro, cual Hércules, y terminó el recorrido hasta la segunda planta de la casona que oficiaba de albergue.
Carlo, su propietario, les sonrió gustoso por haberle traído otra cliente, y prometió ubicarme en “algún lado”. En realidad, yo ya había entrado en la categoría “paquete”, porque estaba realmente muy cansada, y “cualquier lado” me sería suficiente!
Carlo me propuso dejar los bártulos hasta que “me hiciera un lugarcito”, y mientras tomara una ducha antes de ir a la procesión.
-“La procesión???????”- inquirí yo espantada.
-“Sí! Llega Ud. justo, en 20 minutos harán la suelta de palomas, y acompañaremos a la Virgen hasta su Altar…” “Cierro acá, y vamos todos juntos!  Ya verá… es un bonito espectáculo, tiene Ud. mucha suerte!  Llega Ud. justo!  Vamos, prontito! Dése una duchita y nos acompaña…” – alentándome.
-“SUERTE???”- quería gritar yo, pero disimulé aceptando las toallas amarillas.

Reconozco que el agua me volvió a la vida y a la sensatez de que no era lógico perderse las fiestas patronales, sólo por un poco de cansancio. Por otro lado, sería mi única noche en Calabria, y había que disfrutarla!
Carlo, los suecos, y otros huéspedes me estaban esperando en el corredor, al salir del baño. Como viejos amigos, charlamos recorriendo las mismas callecitas que me habían puesto en su camino. Legamos a la Piazza del Duomo, con todas las luces en su mejor esplendor, rodeada de kioscos de comidas típicas, juegos de puntería, azar, ruletas, al mejor estilo kermesse de Villa Urquiza!
El olor de las humeantes parrillas instaladas en la calle, invitando a una especie de choripan calabrés, no se condecía mucho con la liturgia, que el cura de turno se esmeraba en declamar por los parlantes. Y mucho menos con el aroma a incienso                    que emanaba el vaivén del  botafumerio.
Grandes globos con formas de flores, mariposas, o palomas se elevaban hasta donde sus cordeles los dejaban escapar, por sobre los toldos de los puestos de baratijas.
Una multitud entusiasmada, pululaba entre los mismos como buscando la esmeralda perdida de alguna leyenda.
La música sacra se mezclaba con la de las danzas regionales, donde se armaba rueda para ver las destrezas de las parejas bailarinas, zigzagueando entre sonoras panderetas.
Una panadería perimetral, lucía una gallarda dorada como premiación a “La Mejor Vidriera”, condecoración al concurso realizado durante la semana previa. Un inmenso Pesebre de Natividad hecho en pan en su totalidad, desde las figuras de José, Jesús y María, el buey y el asno; los pastorcitos, los patitos, la gruta, los yuyos, las nubes, y el mismísimo Ángel de la guarda flotando desde el borde superior! Figazzitas, rosquitas, mignones, en dorado esplendor, florecían en forma de arbustos, flores, estrellas, montañas lejanas, arroyito, una maravilla bonita, original y creativa! Merecido premio!
Carlo, ajeno al bochinche, se empeñaba en embocar unos aros, mientras los otros huéspedes se habían mezclado entre la muchedumbre.
Yo deambulaba atónita con mi máquina de fotos, captando situaciones insólitas, para mi aún corta vida de turista.
Cuando agoté las imágenes, y mis piecitos, me acerqué al puesto de bolos.
-“Estás cansada ya? Se te nota en la carita.... Querés ir volviendo?”- con la ternura de un padre, Carlo me escoltó rumbo al albergue, por la costanera silenciosa y pacífica, alejándonos del tumulto y del jolgorio.
Me abrió la puerta de una sencilla habitación: “-Ponete cómoda…Descansá”- por un instante pensé que se arrodillaría a sacarme los zapatitos, como un príncipe….
Apagó la luz antes que yo mis ojos, cerró la puerta con discreción, y me quedé profundamente dormida.

El sol gigante de la Calabria, atravesó el enorme cortinado naranja, despertándome con toda su energía.
Carlo me esperaba con orgullosa sonrisa detrás del mostrador del comedor, donde lucía las bandejas de masitas, panecillos, galletas, fiambres, quesos, manteca y dulces. Todo de su propia elaboración, como se elogió a sí mismo!
Disfruté de cada uno, con una voracidad desconocida por mí, sería el aire del Mare? O la amorosidad que se desprendía de ellos?
Pedí sugerencias para paseos de reconocimiento en la zona, y la dirección de los medios para llegar a Cattanzaro.
Finalmente, esto no lo logré, ya que la combinación necesaria, se hacía solo los sábados a la mañana. A pesar de no ser tanta la distancia, evidentemente era un pueblito sin la menor importancia comercial. A mí no me serviría llegar un fin de semana donde la municipalidad estuviera cerrada, y no conseguiría los datos que pretendía averiguar. Era tan improbable, que decidí cambiar de itinerario.
Homenajé a mis ancestros a la distancia, y me dí por satisfecha.
Recorriendo una vez más la costanera –el Mediterráneo no dejaba de seducirme….- descubrí una serie de barcitos sobre la playa vacía, con primorosas mesitas bajo parasoles caribeños de paja entrelazada, dignos de postal. Los veleritos, las motos de agua, y esmerados surfistas, decoraban el telón de fondo, necesario para el merecido relax de la tarde.
Al estilo lagarta en mi reposera verde manzana, munida de fresco jugo y posterior gelatti!, esperé el horario del tren nocturno, que me cruzaría toda la península hacia el norte, directo a Pisa!
Sí! Pi”s”a!, no con doble zz, para los glotones!
Mi idea era ir subiendo por el Adriático de pueblo en pueblo, pero no era tan sencillo conseguir transporte en el tiempo que yo disponía, por lo que decidí pernoctar en el trayecto, con el debido cuidado del equipaje! Esta vez, me lo enganché a la pata!

Los italianos, no son los japoneses, por lo que arribamos con 3 horas de atraso! Encima paraba en todas! Casi no pude dormir…
Ya a las 9 de la mattina, una multitud pugnaba por apretujarse en la fila de acceso a la famosa torre inclinada.
Los comerciantes sacaban sus mercaderías a la calle, y los vendedores ambulantes, como moscas, te metían sus chucherías delante de la cara.
Lo de moscas, no era precisamente en alusión al color de su piel, sino a su incesante y provocativo movimiento.
Dejé mi valijota en un negocio donde amablemente me lo permitieron.
Libre de peso y culpa, me encaminé a disfrutar, a pesar de la voluptuosidad del escenario.
Saqué “turno para subir” a las 11.30 por lo que me quedaron dos horitas para darme una panzada de fotografías: las típicas de sostenerla con la mano, la inclinada desafiando la gravedad, las puertas talladas en bronce macizo del baptisterio, el duomo con el césped cuidado como green de golf, los caballos engalardonados con cocardas multicolores, arrastrando los sulkis de paseo por los alrededores de la campigna!...
Finalmente, mi turno de ascender por los incontables escalones de mármol de Carrara, pulidos por el paso de los millones de calzados que los pisaron, hasta dejar una huella central en depresión de casi 5cm. de profundidad!
La caracolada escalera angosta entre muros milenarios, es una promesa de cercanía al edén. Minúsculas ventanucas se abren cada tanto, donde uno se detiene a contemplar la lejanía a medida que te elevas sobre los mortales…
El silencio húmedo, de respeto y admiración, es cada tanto interrumpido por los grititos de curiosidad de algún turista que le descubre a otro, su reciente antaña maravilla.
Monótonas y cadenciadas pisadas, te van haciendo desear el fin de la exhausta espiral interminable…
Imposible arrepentirse a mitad de camino, ya que el estrecho pasadizo sólo está habilitado en un sentido a la vez. La fila detrás de ti, se enojaría muchísimo, de tener que incrustarse dentro del muro de piedras, para permitir el paso de alguien en retirada.
No queda otra que seguir…, además, no vas a haber hecho 12.000 km para ahora quejarte por unos escalones de más! como si fuera la salida del subte en Corrientes y Callao!  Entonces, cuándo llegues a las pirámides de México, qué? Te negarías a subir? Vamos!  Avanti! El Campanile nos espera!!
Al llegar a la cima, una gran terraza cumple con creces, la promesa de belleza! Una amplia vista de los tejados colorados de La Toscana sobre los verdes amarillentos de los campos laboriosos de vides, rodeando el Arno hasta su desembocadura…
Desde arriba, se pueden apreciar en detalle, todas las cornisas, las volutas, los frisos coronando los arcos sobre las columnatas, de la catedral lindera. Mezcla extraña de estilos románicos, bizantino, islámico y alguito de musulmán…. Un primor…!
Justo en ese instante, las siete campanas dieron su concierto del mediodía, como para recordarme, lo privilegiada que soy!
Grazie Dio mío! Por tanto arte, tanta belleza!
Pero basta de tanta gente!!! Basta para mí! Me habría empezado a volver fóbica? O me estaría mareando por la inclinación?
Sentí la urgente necesidad de bajar, apenas habilitaron la cruel escalera en sentido descendente, saboreando las sensaciones recién cosechadas. Antes que la muchedumbre se avalanzara con paso retraído, y me las echara a perder, preferí bajar a los saltitos de dos en dos! directo al frescor del camposanto.
Dándome por más que satisfecha, recogí mi valija, y tomé el primer autobús a Lucca.
Allí me esperaba Domenico, un amigo de un amigo de una amiga….contactado por la magia del Internet.
Una encantadora ruta bajo los arcos de las ramas de olivos, traspasadas de sol entre el follaje y los frutos en flor, bordeaba los campos de hortalizas como pintadas con esmero y devoción.
En apenas una hora, arribamos a la antigua fortaleza, rodeada por la muralla original, donde mi anfitrión me aguardaba presto para un exquisito almuerzo de bienvenida, en una de las veredas que circunvalaban la piazza central.
Mantelito a cuadros rojos, buen vino (para él obviamente), y unos típicos spaghettis al suco con funghí! Delicioso!
A mí eso de estar dentro de lo que otrora fuera una fortaleza, con soldados armados, cruzando sus calles, y vigilando en sus torretas, no me sentaba nada bien, así que traté de concentrarme en los pajaritos que picoteaban migas, a nuestros pies.
La consabida vuelta a la catedral, y el museo de historia de la ciudad. Entorné los ojos para no desairear a mi interlocutor, al pasar frente a los cañones, fusiles, y otras especies, y los abrí con placer frente a las pinturas, esculturas, grabados, y otras delicias.
Me llevó a tomar café a Montecattini, otra vecina población, donde los negocios para ricos y millonarios, se jactan de ser de los más codiciosos del norte de la región. Famosa por sus termas, donde otrora se relajaban emperadores y otros amos del planeta.
Tampoco me interesó demasiado, pero eso de sentirse atendida como una reina, tiene sus placeres, no es cuestión de desperdiciar una oportunidad de pasear en Mercedes Benz por la verde Toscana. Lástima que quien conducía era petiso, gordo, pelado, con gafas anticuadas, bigote desaliñado, y una bocaza de las peores habladas que escuché en mi Vida. (Eso que tengo hijos adolescentes!, pero los tanos puteando el tráfico, son increíbles!!!)
Todos esos detalles serían inadvertidos para una damisela que observara el abrir de su cuantiosa billetera, pero para mí, resultó deplorable su fanfarrona compañía.
Pero ya lo dice el refrán: a caballo regalado….sólo faltaría un rato más, ya que me había prometido dejarme en el hotel de un amigo suyo en Florencia. Cartón lleno!! Bingo!
Se metió en la autopista a las seis de la tarde, en medio de un caos infernal de automovilistas tan locos como él. Tras tres horas de aguantadera, entre insultos y bocinazos, llegamos a la gloriosa Firenze!
Un aperitivo de licorcitos no pudo alivianar mi exhausta osamenta tensionada de desperdicios.
Para peor, me sentía en absurda deuda, por lo que tuve que acompañarlo a una aburrida cena, eso sí, en un paquetísimo restaurant. Más incómoda aún me sentía con mis inapropiadas ropas de turista transpirada desde la noche anterior, en ese exclusivo antro de personajes similares al descripto. Cada cual se vanagloriaba ante la mirada de los otros, con la presa recién adquirida.
Nunca supe si el petiso pretendía de mí, algún otro tipo de pago, pero mi expresión de disconformidad mezclada de asco y cansancio, lo desalentó afortunadamente, a otros avances.
Me dejó en la recepción de un confortable y nada suntuoso hotel céntrico, y para mi sorpresa, pagó mi habitación, haciendo alarde de su colección de tarjetas.
En fin, se lo agradecí. Pero que Dios se lo pagué!
Yo me retiré como una Dama, que se precia de tal!

Ahh! Florencia maravillosa! Qué distinta amaneciste al día siguiente! Libre como paloma… ávida como pajarillo hambriento… etérea y fugaz como mariposa! Le dí cuerda a mis zapatillas, para emprender una jornada de alto vuelo…
Bordeando el Arno, partí hacia el Palazzo Pitti, y ya antes de llegar, el arte salió a mi encuentro: en todas las calles adyacentes, cientos de pintores y artesanos callejeros, y no por esto, menos sublimes, desplegaban sus obras, en caballetes, puestos bajo toldos o alfombras sobre el pavimento. Murales, espejos, láminas y cuadros en todos los estilos, tapizaban los muros de las calles a medida que avanzaba. Por no contar los negocitos de antigüedades, los de objetos extraños, los de cerámicas, y los de boticarios.
¡Qué fascinación me produjeron las innumerables vidrieras de las papelerías!
Eso de poder contar con sobres, papel carta, oficio, etiquetas, secantes, bolígrafos, sellos, cajas, cajitas, carpetas, folios, alfombrita para el mouse, pisapapeles o cubrescritorios, todo engamado en juegos de réplicas de las obras famosas expuestas en los incalculables museos de la gran Firenze!
Desde la Venus de Botticcelli al David de Michelángelo, las clásicas amapolas escarlata, o  exquisitas colecciones de pájaros y flores….cualquier diseño era válido, para reproducirlo en un sinfín de objetos afines.
Otro tanto ocurría con las farmacias, donde exponían en las vitrinas, frascos antiguos de lociones, pócimas, ungüentos, cremas, perfumes o medicinas, en una lechosa cerámica blanca con impresiones azuladas de los mismos famosos diseños de las obras de arte típicas de la ciudad, incluso reproducciones de edificios… todo como recién envejecido, obviamente el merchandising local! Pero qué bonito!
Atravesé el Ponte Vecchio, entre las célebres joyerías y talleres artesanales de orfebrería, más antiguos que la misma ciudad!
Millones de turistas oteando la autenticidad de las alhajas, dispuestos a homenajear a alguna dama, con la compra de un buen anillo a un precio que destaque su generosidad y su buen gusto. Para luego extender la mano ante sus amistades, y bajando levemente las pestañas, declaren con falsa humildad: -“Un recuerdito de Florencia, nada más…!”
A mí, sin embargo, me conmovieron más, los cientos de candados herrumbados, atados a las barandas sobre la vera del río. Algunos con los nombres encerrados en corazones dibujados en esmalte de uñas, sobre el chapón oxidado.
Cuenta la tradición, que las parejas enamoradas, dejan allí encadenadas sus promesas de amor eterno…con la esperanza de volver a recorrer la ribera del Arno en futura ocasión y reencontrar aún firme el viejo candado. Conmovedor!
Finalmente arribé al Palazzo Pitti. Tardé un rato en darme cuenta que su fachada permanecía oculta tras un enorme telón que la reproducía con admirable nitidez, ya que se encontraba en reparación. El almohadillado del muro sobre el film, era tan certero que daban ganas de acercarse a palparlo, para reconocer su falsedad.
Éste en sí mismo, ya era una obra de arte de la tecnología actual.
Igualito que acá, que cuando hacemos una obra, esparcimos polvo para que tengan todos los vecinos, y los de la otra cuadra también! Así de generosos…!
Recorrí la sala del museo del traje, imaginando los condes, duques y otras celebridades que visitaban a los Médici, dueños originales de esta fastuosa mansión, durante los bailes de máscaras, para luego bajar las escalerillas presurosos, escondiéndose entre los arbustos del gran jardín de Bóboli, para otros juegos más privados.
¿Cómo harían el amor express, con esas vestimentas tan complicadas, entre rasos pesados, enaguas de puntillas almidonadas, y calzones con precintos de seguridad?
Y cómo disimularían los olores de la corrida? O mantendrían en pie esos peinados en alturas al mejor estilo Simpons contemporáneo?
Con razón la Cenicienta perdió el zapatito por el camino… era lo menos que le podía pasar a una mujercita en aquellas circunstancias…
Y pensar que todos estos años, creyéndomela que el príncipe no la había alcanzado! Qué boba!! (Yo!, ella se ve que se la disfrutó, y encima encontró una coartada perfecta!)
Bueno, volvamos… que sino la descripción arquitectónica corre el riesgo de convertirse en una novela erótica. La de historias que tendrían para contar los bancos bajo las alamedas, si éstos hablaran!...
Por de pronto, yo me ubiqué en uno a la sombra, frente al gran lago central, donde Neptuno en bronce se andaba peleando con no sé que diablos que emergían de las verdes aguas. Munida con mi diario yogurt, mi manzana de turno y la clásica banana, disfruté mi parco almuerzo campestre, hecha una paquetería!
El sol de Septiembre apretaba la siesta, los piecitos hinchados de la larga caminata clamaban por un recreo más largo, pero la certeza de todo lo que me faltaba recorrer, unido a mi curiosidad insaciable, me ejectaron del asiento, rumbo al fuerte del Belvedere a contemplar la magnífica vista circunvalente.
Bajé por callejuelas con escalinatas alternadas hasta el duomo de la santa Croce, llegando a la piazza de la Signora, donde la enorme escultura del imponente David de 5 metros de alto, lucía un desvergonzado pajarito posado exactamente en el pajarito bien dotado del titular.  Juro que tengo la foto en cuestión! Y éramos millones los que lo fotografiaban al unísono!  Pobre Michelángelo! Tanto laburo para que todos fijemos la vista sólo en el minúsculo espacio de los testículos y alrededores…
Habráse visto la desfachatez de la inocente avecilla…!
Seguí fotografiando cuanta iglesia y monumento se me interponía, ya sin recordar sus nombres ni sus glorias.
Recuerdo haber pasado por el Hospital de los Inocentes, cuya galería tras la simétrica columnata de Bruneleschi, me sirvió para otra fresca pausa y toma de aliento…
La despojada fachada de San Pablo frente a la piazza de la Concepción en contraposición con la fastuosísima Catedral que por suerte a esa hora, ya estaba cerrada, y me quedaba la visita pendiente para el día siguiente.
Así mismo, pasé a buscar las entradas para el museo Ufficci, que con mi suerte acostumbrada, las conseguí para la mañana siguiente a las 7 a.m.!
Sí! Leyeron bien! El museo funciona durante las 24 hs.!!!!! para dar cabida a la multitud que lo recorre ininterrumpidamente!
Algunos me habían advertido que si no había obtenido mi turno por Internet con tres meses de antelación, sería una odisea imposible llegar a entrar, pero se ve que mis angelitos de agencia celestial, me tenían una reserva ya preparada!  Sólo que podrían haber apuntado a un horario más descansado, considerando que estaba de vacaciones! Si es que semejante trajín, se puede llamar vacaciones…!
Chito! A no quejarse! Que andamos por lasuropas!, y de la mano de los arcángeles!
En el real sentido de la palabra, porque cuando llegué a mi albergo, descubrí la imagen del arcángel Gabriel, posada sobre la puerta de mi habitación! Creer o reventar!
Se ve que la noche anterior, llegué tan cansada, que no había ni levantado la vista sobre el dintel de la puerta. Y esta mañana al salir, tampoco (no tengo ojitos en la espalda, como me mentía mi mamá). Pero él estaba allí aguardándome, para darme la bienvenida y su segura protección.
Eso fue lo que me explicó Lorenzo, el encargado, al preguntarle por la dirección de una capilla donde habría un concierto a medianoche.
-“ Firence es la ciudad Luz de L´Italia!... no se preocupe, vaya y venga tranquila, que a toda hora, y por todas partes, estará bien acompañada!”- me aseguró.
Así que tras una ducha y un rato de descanso, me volví a encaminar hacia el centro.
Era verdad! Parecía la avenida Corrientes de Buenos Aires, que nunca duerme, rezan los operadores turísticos.
Un cantor de ópera con amplificador de banda como fondo, daba su mini show en una esquina, con el público en rueda.
Dos jóvenes amigas pintaban de cuclillas, la imagen de una Virgen de la Misericordia, reproducida en tiza, sobre el solado de la peatonal. Una cajita con escasas monedas, aguardaba la dádiva de los transeúntes que la esquivaban.
Un viejo con una adorable marioneta gigante, movía los piolines desde un escaso banquito, con la celeridad de quien dota amor a su oficio.
Un violinista por allá, un ilusionista a la vuelta de la esquina, y una estatua viviente plateada bajo la luna, iban sembrando hitos en mi camino.
Llegué a la ornamentada reja del templo, y para mi sorpresa estaba todo a oscuras. O casi.
Relampagueantes velones señalaban la entrada y algunas filas de bancos dispuestos.
En el altar, estaban preparados los micrófonos y los instrumentos.
Evidentemente no me equivocaba, sería allí.
Me acomodé del lado de la nave central, segundos antes de que empezara.
La soprano sobrepasada de peso, en un bonito vestido negro, largo, surcado de brillantina en el escote, abrió su pecho y lanzó a capella, los primeros acordes del Ave María de Schubert, recortando el majestuoso silencio imperante.
El soberbio espectáculo de las afinadísimas notas, entre los destellos luminiscentes de la bóveda en tinieblas, chispeando sobre los oros del retablo central, contuvo el aliento de los presentes.
Mi vello respondió al unísono elevándose por sobre mi piel. Mi sangre se detuvo hirviente, y mis lágrimas saltaron sin permiso por entre mis incrédulas pestañas.
La maravilla de lo mágico se impuso para el deleite de quién la pudiera apreciar.
La mano extendida de mi ocasional compañera de asiento, sosteniendo un pañuelito de papel, se me ofreció con gesto cómplice, al escuchar mis contenidos sollozos.
Una muda familiaridad nos acompañó hasta la nota final, donde un masivo aplauso acompañado de vítores y bravos, rompió el embeleso místico.
Siguieron unas obras para clarinete y chelo, y otra con travesero y piano, ambas de una sutil belleza, manteniendo el encanto creado desde un principio.
Tras los bises pedidos con exhaltación, el público se retiró en sereno caminar, desaparenciendo por las umbrías calles de la ciudad.
Amparo acompañó mis pasos hacia la salida, y juntas decidimos dar una vuelta por el Ponte Vecchio, que se presentaba con todo el esplendor de su silueta iluminada reflejada de dorados titilantes, entre las oscuras aguas del Arno.
Nos presentamos de inmediato, y de inmediato surgió la amistad que aún conservamos.
Nos contamos nuestras vidas, como si hermanadas nos conociéramos desde siempre.
Ella de Valencia, española!  Yo argentina, con tantas coincidencias y experiencias compartidas en nuestros haberes, que solo el descifrar de nuestras cartas natales, daría una explicación a semejante encuentro.
Nos charlamos todo hasta el amanecer! Momento en que tomamos conciencia de un mínimo merecido descanso antes de mi turno en Ufficci, y ella con su prevista vuelta a su país natal.
Los artistas callejeros pululaban en cada rincón, acompañándome con su presencia alternada, hasta el albergue de San Gabriel! Llegué sana, salva y más que satisfecha, como Lorenzo me había prometido.
Una breve mini siesta de madrugada, y hacia la siguiente maravilla!

La genial pinacoteca donde contemplaría mi añorada Venus, con el “Nacimiento de la Primavera”, obra emblemática de Boticelli, me aguardaba.
Y por suerte me aguardaba con un largo banco puesta frente a ella, donde permanecí embelesada por casi cincuenta minutos…
Era tal la fascinación que ejercía sobre mí esa blonda larga cabellera dorada, envolviendo sus rizos en las ondas del mar. La concha abierta regalando flores que flotaban en torno a la pálida desnudez de un cuerpo perfecto.
El velo rosado con que una ninfa vestida en amoroso tul floreado,                      pretendía cubrir semejante diosa, para protegerla del viento Céfiro que se asomaba abrazado a Brisa.
El detalle de las manos, la mirada de ese rostro de Virgen, que no me soltaba…
La calma y armonía que trasmitía su amorosa palidez, me fue transportando a una nube de ensoñada belleza.
Quedé en un estado de éxtasis que ya no necesitaba ver nada más.
De repente me sentí una mujer nueva, más vigorosa, más esbelta, más bella!
Era como si el pintor hubiera compartido sus pinceladas mágicas conmigo, como un suave masaje en el alma, como haberme regalado una secreta e invisible luz.
Salí a la calle como flotando…
En la vidriera de una prestigosa tienda, me ví reflejada.
Me sentía hermosa, plena, liviana…!
Observé el vestido que lucía un manequín en el interior de la misma.
Sin dudarlo, sentí que me pertenecía, que era mi nuevo atuendo de Diosa!
Entré hechizada conducida por una silenciosa promesa.
Me lo probé, y obviamente, me quedaba “pintado!”
Resolví no perturbarme cuando me dijeran el precio: era “mi” regalo y me lo merecía!
Al fin y al cabo, llevaba casi quince días en L´Italia, y aún no me había comprado ningún “souvenir” para mí…allora… me sentía enamorada de mí misma.
Además, no se olviden, a mi regreso, festejaría mis primeros cincuenta! Y necesitaría una prenda apropiada. Qué mejor que un traje de Reina, nada menos que un vestido de Florencia! Como Floricienta! Como una flor que se despierta a una nueva Vida!...
Feliz con mi paqueta bolsa, como una niñita que vuelve de la plaza con el baldecito. Seguí mi camino hacia la Sta. María dei Fiori, catedral homónima de esta encantadora ciudad.
El día estaba diáfano, la temperatura ideal, la gente sonreía (obviamente 90% turistas), que al llegar a la misma, me sentí llegar a las puertas del paraíso.
Pero para mi desencanto, había una cola de más de dos horas para entrar.
Obviamente, cerrarían antes que llegara mi turno, y yo  deseaba partir esa misma tardecita, tras la visita.
Admiré las puertas de bronce del Baptisterio enfrentado, entre miles de cabezas que portaban cámaras fotográficas y filmadoras, como abejas a un panal.
La verdad? Poco y nada pude apreciar.
Tomé distancia unas cuadras, para admirar el Campanario, y los muros atípicamente decorados con sus franjas verticales y horizontales en varios tonos de mármoles, que le dan esa fisonomía tan identificable.
La monumental cúpula roja, apareció en todo su esplendor, y agradecí no ser la arquitecta Brunelleschi, porque aún estaría temblando de pavura de que se me derrumbara!
Es tan impresionante su diámetro flotando en el espacio, apenas apoyado sobre un aro de cicunvalación, que indudablemente las manos de Dios sostienen esta Maravilla!
Rodeé el edificio con la resignación de quien se va a perder un tesoro..
Y allí atrás, justamente en una callecita adyacente, se abría una puertita de servicio, con un claro cartelito “USCITA- Entrada Vietata”, o algo así. Amparada en mi “casi” ignorancia del idioma, hice como que no entendí. El guardia de seguridad se encontraba justo de espaldas en ese preciso momento, así que no disponía de ningún segundo para meditarlo. Mucho menos para darle lugar a mi responsable voz de la conciencia, quien ya se disponía a detenerme con un sermón del tipo: -“Claro! Después dicen que los argentinos son todos unos avivados!....”  Y sí! Esta vez, sí!  Debo reconocerlo: “Pequé!”, y qué? Además pude conocer el interior, sino, hubiera sido otro pecado que una arqui como yo, se lo perdiera, por una cuestión moral.
Y juro que no fue por no pagar la entrada!
Y tampoco por no ponerme la capita celeste de papel descartable, con la que te obligaban a ingresar por la puerta principal del frente, si tus mangas no cubrían hasta tus codos!
Esta vez yo portaba el famoso “saquitoporlasdudas” (con el que mi mamá supo evitarme un montón de resfríos a lo largo de mi infancia y adolescencia).
Una vez más, la apertura de la enorme esfera por sobre mi cabeza, bellamente decorada con ángeles diáfanos de todos los tiempos, y escenas bíblicas típicas del Renacimiento, cautivó mi atención.
El lustroso piso de mármol blanco, vacío de bancos, (lleno de miles de calzados de todo modelo, tamaño y color), lucía el espacio interminable hasta el altar, custodio de las bóvedas del transepto.
Recorrí todos los laterales, leyendo los cartelitos con los nombres de todos los Santos que habitaban cada retablo. Rodée el semicírculo trasero donde unos aventanamientos, permitían ver el agua acumulada en las bases de la antigua Iglesia, sobre la que se construyó la actual. Bah! Actual desde el 1490… más o menos, casi cuando Colón nos estaba descubriendo! Allá estaban de indios, y aquí ya los artistas se colmaban con los mecenas!
Sigamos…
En un costado había un gran candelabro, donde la gente prendía sus velitas de promesas y pedidos varios.  Parecía una gran flor ardiente, realmente daba un efecto precioso.
Yo, que soy bastante reacia a ese tipo de credos, no pude resistir la tentación, y me compré en la santería adjunta la velita rosa, para pedir obviamente por un Amor, y por sobre todo para Agradecer todos los Milagros que estaba viviendo!
Y cuando digo adjunta, me refiero más precisamente al “shopping” que se encontraba instalado en la cripta del subsuelo. Sí! Desde una de las capillas laterales se baja por unas escalerillas a un local de recuerdos, velas, tarjetitas, rosarios, rollos fotográficos, réplicas de todas las vírgenes, todos los santos, todas las catedrales, catálogos ilustrados, guías, etc. etc. etc!!
Es la primera vez que estoy en una iglesia con acceso directo al verdadero infierno!
Despavorida huí a la calle, entre una multitud que se avecinaba en bajar…
Relojeé a paso constante, para evitar la tentación, las vidrieras de las principales casas de moda del vero disegno italiano: qué zapatos! Qué carteras! Que impermeables….la ropa en general….pensar que para unos pocos privilegiados sobre la faz de la tierra….
Aquí te sientes en el Paraíso de los elegidos, pero Dios! No permitas que olvide que una gran mayoría, en otros puntos del globo,  andan desnudos y con hambre! Y a otros cuántos los explotan por centavos para confeccionar las porquerías made in China! Para otra gran público incapaz de acceder a estos privilegios…
Hablando de hambre, resolví volver al albergo a recoger mis pertenencias y aprovechar el último tramo de la tarde partiendo hacia Siena, una pequeña ciudad que me atraía por el nombre del color de la témpera que usaba cuando tenía “Dibujo” en la escuela.
Mis angelitos de agencia vip, hicieron que el correspondiente micro partiera justo unos minutos después de mi arribo a la estación, y así no perdiera las 3 horas de espera para el siguiente. Todo celestialmente calculado! para no variar…
Acomodada en mi primera butaca, para gozar de toda la campiña Toscana durante el recorrido elegido, y digerir todo el arte embebido en la Firenze que dejaba atrás.
Al llegar, nuevamente la típica muralla de ciudad medieval, con arcadas para tu paso a las callejuelas que me conducirían a la plaza principal.
Pero esta vez, con dos importantes variantes: la primera, obviamente, es el color de todos los muros que la rodean, color tierra, como su nombre lo indica: un pardo calmo, que unifica. Y un gran piso circular en declive descendente hacia el atrio de la catedral, preside el ámbito central.
Los rayos del último sol, acompañaban la direccionalidad oblicua sobre las fachadas, que parecieran que pierden su eje vertical.
Es un efecto parecido al juego de “La casita de Ghost” del parque de diversiones, al que llevé más de una vez a mis hijos.
Todo se inclina, y tu permaneces vertical, dudando de cómo se sostienen semejantes robustos edificios, con sus ornamentos, frisos, cornisas, y anque sus cúpulas.
Más precisamente fijé mi atención en unas aves enormes que en ese momento revoloteaban alrededor de la torre principal, entrando y saliendo por los aventanamientos sin cristales.
Noté entonces que en el medio de la plaza, había un muchacho disfrazado al mejor estilo moda medieval, con calzas metidas en botas arrugadas, mini pollerita impúdica para sus zonas prominentes, chaleco de cuero con capa cruzada y en banderola, un estuche cilíndrico con flechas, y no recuerdo que más en las manos. Gorro ladeado cubriendo una sonrisa sabedora de que las miradas turísticas se posicionaban en él.
Chifló con un pitillo o algún instrumento específico y abrió sus brazos esperando se le posaran los cóndores a los que llamaba.
Perdón si no eran cóndores, quizá eran halcones, o alguien de la familia…
Estoy incapacitada para reconocer la diferencia con otras rapaces, apenas dudaría si eran lechuzas!  Pero a esa hora, tengo entendido que ésas no funcionan. Bueno, digamos, buitres?
Lo cierto es que el Robin Hood de turno, daba su espectáculo diario, a cambio del aplauso y las monedas que recolectaba otra aldeana que le bailaba a su alrededor, al compás de la cítara que tocaba un tercero. Colorido y diferente, me dí por satisfecha, y partí a la estación para alcanzar Asís antes de oscurecer.
En mi mapa figuraba muy cercana, y confiaba plenamente en mis guías.
Esta vez, sí que se lucieron!:
No habiendo micro, me dirigí al tren, y con la compra del ticket me explicaron la “sencilla” combinación de tres diferentes, que debía tomar para llegar a mi destino.
Tomé el primero, y con la exactitud de los japoneses, arribé a la estación de intercambio.
Bajo, miro los carteles, y el segundo partiría en el siguiente segundo, pero de dos andenes más allá. Lo que significa bajar al túnel que cruza perpendicular a todas las vías, obviamente en escalera a pie –en la época de estas estaciones no se previó nada para las escaleras mecánicas- y obviamente con tu valijota de rueditas, que para esa altura ya había aprendido a rebotar por los escalones sin chistar. Correr al mejor estilo olímpico que consiguieras, y volver a subir buscando el aire para respirar, el cartel del número de andén adecuado, rezando no te hubieras equivocado, y montar al vagón que cerraba sus automáticas sin piedad.
Exhausta, me acomodé en el mullido y “desodorizado” asiento, y agradecí a los hados, comprobar en el mapa, la exactitud de mi posición y mi correcta dirección.
Cuarenta minutos de relax antes de prepararse para el próximo salto mortal!…
La ñata contra el vidrio de la puerta paradita lista al lanzamiento para cumplimentar el último transbordo, cuando entrando a la estación, veo que parte otro convoy desde otro andén, como formando parte del paisaje….
Bajé resuelta a ubicar el que me correspondía, y, oh sorpresa! Era el que acaba de alejarse…
Semideseperada quiero corroborar la información del tablero con alguien en ventanilla, pero niente. Niente por aquí, niente por allá…
Los pocos pasajeros que se habían bajado conmigo, desaparecieron en los coches de los parientes que llegaron a buscarlos, o en taxis que los hicieron desaparecer como por arte de magia.
Las últimas luces abrazaban el desértico panorama.
Un viejito de gorra típica, barría la última punta de un andén, a la vez que esparcía granos a unas gallinas que lo seguían.
Intenté captar su atención con unos saludos de mano en alto, pero estaba tan concentrado en su tarea que no me registraba.
Tuve que bajar al túnel, repiqueteando una vez más las rueditas, y apuntar la salida en el que me pareció que él estaba. Por suerte acerté!
Tarareaba apaciblemente una canzoneta y me sonrió desde la distancia, casi sin inmutarse por mi presencia.
Dudando de la eficiencia de su información, le planteé mi problema de haber perdido la combinación, ya que el tren que yo venía arribó tras la partida del que se suponía saldría después de éste.
Cabeceó unos instantes, como recordando…
Mi impaciencia aumentaba….
Mi desesperación buscaba otra ánima más presta alrededor…
La silueta de un muchacho con la misma pinta de desconcertado que yo, se erguía en la esquina de la estación desierta.
El anciano se irguió como inspirado, dejó la escoba entre las gallinas, junto a un tachón de lata y un charco de maíz.
-“Acompagneme, signorina…”- fue su breve invitación a la esperanza.
Deshicimos juntos el camino subterráneo, con la rueditas ruinosas de eco, para asomarnos delante de la oficina cerrada.
Sacó un gran manojo de llaves de su bolsillo trasero, atrayendo con el ruido, al otro desconsolado.
Se metió en el local y se lo escuchaba hablar por teléfono…
El otro ser viviente se me acercó y con cara de niño perdido preguntó: -“Tú también ibas para Asís?”
Un gran consuelo de saber que ya éramos dos en la desesperanza, nos unió en la deseperación!
El viejito y su mejor sonrisa nos anunció:-“Ya está solucionado…. Hablé con el jefe, y como la culpa es de nosotros –involucrándose en demasía! – me ha autorizado a pagarles un taxi que los lleve hasta la siguiente estación para alcanzar el Eurostar en Arezzo y allí tomar el de….”
Yo ya no entendía nada, además de tratar de traducir simultáneamente desde el italiano, no podía concebir que la Compañía de Trenes desembolsara efectivo y se hiciera cargo, sin ni siquiera chequear nuestros pasajes. Igualito que en Argentina!!!
Para el final de la explicación, mi ocasional compañero de desgracia me hacía seña con la cabeza de que sí! Mientras empuñaba su celular a los gritos con algún otro salvataje al otro lado del planeta, digo de la línea!
Yo seguía sin entender nada, y mucho menos poder resolver mi destino.
La noche ya se había declarado….
Finalmente me sonrió tranquilizándome de que ya estaba todo resuelto, alzó su brazo como por arte de magia, e hizo aparecer un coche que encendió sus faros acercándose a nuestra escena.
El chofer se bajó para colocar “nuestros” bultos en el baúl, al tiempo que el viejito le indicaba su rumbo entre chanzas y otras cosas que ni me molesté en entender.
Mientras, Giovanni –para entonces, ya nos habíamos presentado- me explicó que su hermano Giacomo nos estaría esperando en Arezzo con su coche, y él mismo nos llevaría a Asís donde vivía y trabajaba.
-“De acuerdo!”- no tenía otra opción, y me subí confiada al taxi.
Agradecida al viejito, a Giovanni, a su hermano, a la Empresa, y al taxista, me encomendé a los astros, que brillaban mansamente en un oscuro azul de negro.
Las luces paralelas alumbraban la larga carretera. Cada tanto se cruzaban con otras de frente, que encandilaban mi sopor.
Aún no podía jactarme de mi buena suerte al haberme encontrado con este joven estudiante de teología, que estaba ya manifestando un primer milagro: haber salido del desértico pueblito.
Tras cuarenta minutos de ruta, tomamos una autopista por otros veinte. En una salida, giramos a la derecha hasta un nuevo cruce.
Allí nos detuvimos.
Nada por aquí, unos árboles por allá…
Ni siquiera un pueblo fantasma…. Nada! Sólo la ruta, las estrellas, el taxi, Giovanni y yo!
Abrieron el baúl, sacaron los bolsos, los apoyaron en el suelo, y yo miraba atónita, sin saber ni qué preguntar.
Gran invento el celular!: -“Ya está llegando…!”- anunció triunfal mi guía.
A los pocos minutos, un par de focos se detuvieron frente a nosotros, y otro muchacho, abriendo la portezuela de su descapotable, saltó a nuestro encuentro.
Por el abrazo que se dieron, deduje que era Giacomo, que venía al rescate.
Sin demasiadas presentaciones, subieron el equipaje al nuevo vehículo.
Sin pagar un solo centavo –al parecer la Empresa de trenes ya lo había hecho- nos despedimos del amable taxista, y emprendimos nuevamente hacia otra autopista. O la misma? Quién lo sabe?
A quién le importaba? Lo único que me preocupaba era que llegaríamos a Asís a la 1,30 de la madrugada, hora nada propicia para buscar alojamiento…
Cómo si me hubieran leído la mente, me tranquilizaron diciendo: - “No te preocupari, io trabajo de conserge en un hotel! Y eres mi invitada!! Ya ordené por tu habitación!”
Increíble!! Que los milagros existen, existen!!!
Se cumplió el famoso: “No hay mal…”, ya que gracias a la pérdida de la combinación, ahora tenía servicio puerta a puerta! Y del brazo de dos jóvenes caballeros! (Aunque uno era casi cura, así que no cuenta. Pero el otro buenmozo sí! Y con uno a mí me basta!)
Mis pelos corrían en dirección inversa a la dirección del auto, que volaba a 200 km/h, otra que el Eurostar!  Llegamos veinte minutos antes que el tren!
Nos detuvimos en una gasolinería para cargar nafta, y en el mientras tanto, me convidaron con un buen sándwich y un gran café en taza de papel! Qué paquetería el servicio de esta línea!, completo!
Al llegar a destino, lo primero que ví fue la magnífica cúpula iluminada de la “Santa María de los Ángeles”, y me emocionó recordar que mis hijos fueron a la escuela parroquial réplica de ésta, obviamente en Buenos Aires.
El conductor atrajo mi atención señalándome otras luces en lo alto del cerro, mientras me explicaba que allá arriba era la Catedral de San Francisco, clásico lugar de peregrinaciones.
Ya la visitaría en la mañana, ahora sólo quería encontrar mi cama destinada…. Pensar que a las 7 había estado con Boticelli, y conocido 3 ciudades en un día! (Sin contar los pueblitos…!)
El hotelcito resultó una delicia, y la mujer de Giacomo también!  Me acomodó en el primer piso, en una individual con terracita al contrafrente, con vista a las laderas en flor, por donde se dibujaba la campigna! Una preciosura…!
Al despertar, abrí las cortinas, y todo el paisaje en flor, me dió la bienvenida! abriéndome el corazón a las nuevas vivencias que tendría destinadas para ese día.
Pero primero lo primero! Me dediqué una buena ducha, un nutritivo desayuno de frutas, que aún dormían en mi mochila, y aproveché el balconcito para la lavada de ropa de los últimos no sé cuántos días, y que ya casi no tenía para reponer…
Así radiante! Por dentro y por fuera, salí a recorrer este pueblito de cuentos, con sus callecitas estrechas, de piedra los muros, macetas frente a las puertas de maderas desvencijadas por el tiempo y las historias. Ventanas de azahares y malvones en flor, con herrerías repujadas en óxidos y antañas herrumbes de albañal.
Silencio y misterio me acompañaban. Por raro designio, no había turistas a la vista.
Claro! Todos paran en la Basílica, dan la vueltita y se van. Se pierden lo mejor!...
Al llegar a la misma, tras cruzar una enorme blanca explanada achicharrada de sol, las escalinatas descendentes, te van introduciendo a la nueva gigante Iglesia construída sobre los restos de la original, como en tantos otros casos. (Ver Wikipedia para más datos)
Unos cuantos frailes franciscanos, a saber por sus vestimentas marrones lánguidas con el cordel anudado a sus cinturas, saludaban a los visitantes esparciendo bendiciones con las manos en alto, siguiendo el circuito de la cruz.
Se ve que de tanto hablar con el Hermano Sol y la Hermana Luna, quedaron así, en ese especie de “automático”. Y bueh, no hacen daño a nadie….
En el interior está la supuesta tumba de San Francisco, y salas tipo museo con sus pertenencias, sus escritos, su túnica, su lecho, etc. etc…y por supuesto sus souveniers…!
Lo mejor de todo fue que llegué a ver un cartelito invitando a una representación nocturna de un vía crucis en la capilla principal, para esa misma noche!
Y no me lo pensaba perder!
Así que después de girar toda la tarde, volví a la hora indicada.
Me acomodé en uno de los bancos a esperar los sucesos, a medida que se iba llenando el recinto.
La nave principal estaba bordeada por doble fila de velas prendidas, pegadas al piso, y que se continuaban hasta el atrio, saliendo a la calle, y por varias cuadras…. Eran cientos de lucecitas titilantes a 20 cm. del suelo…
En un momento dado, desde el fondo de esa avenida, se empezó a escuchar un coro a capella, que venía avanzando en la dirección de la entrada.
Minutos después se escuchó otra balada de unos frailes en trajes azules, avanzando por las puertas del oeste que se abrieron de par en par para permitir su acceso.
Otro tanto, siempre a capella, con la profundidad de tenores, bajos y barítonos, se adelantaban por la diagonal sur.
Al unísono se abrieron las portezuelas de la izquierda, por donde hicieron su entrada los de túnicas moradas.
Y con granate y candelabros en las manos, siguiendo el canon, otro grupo apareció tras el altar mayor.
Los pelos de mis extremidades competían con mis lágrimas, que retumbaban al compás de un corazón maravillado de emoción!
El botafumeiro presidía la peregrinación de las autoridades locales y eclesiásticas, esparciendo su aroma de humo y recuerdos dormidos.
Una gran multitud, los seguía, y se iban acomodando en las naves laterales, y en el transepto. Evidentemente, la magnitud de la fiesta, convocaba a vecinos de pueblos aledaños, cada uno con sus coros representantes, y sus trajes típicos.
Verdaderamente era una Fiesta! y yo había sido –una vez más- invitada!
Gracias a Dios! Amén!

A la mañana siguiente partí para Rimini, lugar que me convocaba por el nombre igualito al de la heladería de mi barrio! …pero la verdad, es que ni fu ni fa… no tenía nada de particular, más que la estación de micros en la que abordé uno con destino a San Marino.
Una de las poquísimas ciudades-estados que aún se mantienen en el planeta, independiente y autónoma, en la cumbre de una montaña, con una vista paradisíaca!
Más que una ciudad, sería escasamente un barrio, porque se reducía a una calle comercial que la recorría como una espina dorsal, para culminar en el punto más alto en una gran plazoleta abierta, rodeada de los edificios públicos, con eclécticas fachadas.
La gente acude a raudales, ya que es una zona franca, libre de impuestos, donde hacen cola para adquirir whiskies, Rolexs y otras especies en las que no me especializo.
Pero… desde arriba… una música me llamaba…
Apuré mis pasos, con el esfuerzo de la subida, y al ir acercándome, ví valijones de chelos, fundas de violines, atriles plegados, bolsos de tambores, y una gran variedad de estuches de instrumentos, dejados a “la sans-fasón” en una esquina.
Al dar su vuelta, ví – o mejor dicho: oí – la orquesta a pleno!
Un gran pasacalle anunciaba “Friend & Music 2007”: bandas austríacas, suizas, inglesas, alemanas, italianas, , y vaya a saber cuantas más, esperaban sus turnos, para acompasar la tarde envidiable de sol, desafiando el horizonte, con sus ritmos inconfundibles!
La gente hacía rueda a su alrededor, y acompañaba con las palmas, y oscilaciones de cabeza y caderas.
Los menos tímidos se animaban al baile en el centro del círculo, y hasta algún “trencito”, desfiló entre los curiosos que nos convocábamos.
Cada banda, lucía sus vestimentas de gala, aggiornadas con sombreros y guantes blancos, y las características banderas de cada región.
Nuevamente otra Fiesta sorpresa para mí!
Tante mille Grazie, Saint Marino!

Cayendo la tarde, y con el cierre del espectáculo, aproveché algún coche que bajaba para volver a la estación en busca de un tren a Ravena.
Sonia, una simpática estudiante de disegno gráfico, fue mi chofera. Conocía el horario del treno, por lo que tuvo tiempo de invitarme un helado en la heladería más grande del centro: la Rímini! …

Arrivada a Ravena en plena noche, la ciudad se presentaba vacía y silenciosa. Deduje que estarían todos cenando puertas adentro, y me resolví por el primer hotel modesto que encontré a mi paso.
La mujer de la recepción, me informó que todos estaban en la plaza principal en el Show de Homenaje al Dante, ya que se cumplían no sé cuantos años de no sé que cosa, si el nacimiento de él, o de la Divina Comedia, o de su muerte…
Pero la que ya estaba muerta era yo, así que me dirigí a mi nuevo lecho, y basta para mí!  Ya había tenido suficientes “Fiestas!”. Perdón Dante! Será en la próxima Vida!
O quizá nos encontremos en algún meeting de “escritores”… salvando las reverenciales distancias! Aprovecharé para homenajear y agradecerte la Beatriz enamorada!...

Dormida reparadora, y vuelta al ruedo, a apreciar los famosos mosaicos de la Catedral, consejo imposible de pasar por alto, por parte de mi dentista de cabecera.
Llegué tan temprano, que aún no habían abierto. Pero una mendiga ya se había acomodado en las primeras escalinatas.
Rápidamente llamó mi atención, el manejo de sus mugrientos dedos sobre el teclado del celular escondido entre sus negros harapos.
Empuñé mi máquina de fotos encuadrando el níveo mármol de fondo, dispuesta a sacar “la foto de mi vida!”. Zas! Se dió cuenta justo cuando iba a disparar, y se escondió dándome la espalda.
Los mosaicos ya no los recuerdo, pero esa imagen la llevo pegada en la retina! Como única evocación de Ravena.
Para el mediodía, ya me dí por satisfecha con las visitas oficiales, y redirigí “mi dedo”, en el cruce para Venecia, la tan soñada…idolatrada meca de los enamorados.
Era una lástima que no tuviera compañero apropiado, pero eso no era motivo suficiente para perdérmela, así que allá fui!
Una pareja de croatas, más asustados que asombrados, detuvieron su Fiat junto a mí. Inquirieron mi rumbo, y tras un sermón de consejos de porqué no debería estar haciendo auto-stop, decidieron llevarme ellos mismos!
Y resultaron ser tan paternales, que hasta me invitaron a almorzar en una parada intermedia, para contarme la historia de sus vidas, y de porque se dirigían a Croacia, a visitar unos parientes.
Al llegar a Mestre, ciudad vecina a Venecia, donde la hotelería es mucho más barata, paramos en la Oficina de Turismo, y ellos mismos eligieron un lugar para mí. Y hasta me pagaron la primera noche! Yo no sé porqué mis ángeles insisten en derrocharme bendiciones!!?
No sólo eso, me llevaron hasta el mismísimo hotel, desviándose obviamente de su ruta; pidieron ver la habitación, inspeccionaron su limpieza y categoría, y recién allí, me dieron el visto bueno, y apoyaron mi valija.
Me abrazaron como quien se despide de un hijo que va a la guerra, sabiendo que no nos volveríamos a ver. Pero yo aún los llevo en mi corazón! Gracias Roco y Signora!

Apenas se fueron, me lavé los dientes, las manos, un pichín, y… a Venecia!
El colectivo paraba justo en la mismísima esquina y por unos centavos, más diez minutos de viaje, el tiempo, de cruzar el Gran Canal, arribé a la ciudad de los mil canales!
O de los mil puentes!
Bella! Bellísima…!
Qué decir de ella, que no hayan dicho los poetas? Los historiadores? Los mercaderes que la surcaron durante tantos siglos? Los turistas que llegamos de a millones!?
Esta ciudad que te traga desde que cruzas el puente de la Libertad y te enamora para siempre!...
Sus callejas húmedas, insólitas, de escalones perdidos, y cambios de dirección constantes, como si entraras a un laberinto sin salidas.
Giraba y daba más vueltas, y volvía a pasar por los mismos y un lados distintos, cruzando arcadas, metiéndome en callecitas donde sólo un peatón por vez puede pasar. Oliendo nauseabundo y fresco a la vez. Esquivando la mirada de los gondoleros que te seducen desde sus remeras rayadas y te incitan a la foto, para tenerte atrapada con sus remos en alto, sonriéndole a la Vida, como si sólo de esta maravilla se tratara.
Canteros de flores rojas enmarcando las ventanas balconeantes sobre espejos de agua en movimiento, por el constante batir de las lanchas y botes en todas direcciones.
Las luces de los negocitos, como luciérnagas que raptan tus sentidos, te atraen a los mismos, hasta que llegás al cartelito de los precios!
Chocolaterías en derroche del habano jarabe untando pirotines de bombones de todas formas y tamaños.
Cristalerías de adornos de murano, en lámparas inmensas colgando de los barrocos cielorrasos hasta brujitos ínfimos de souvenier.
Rosas de velas artísticas de tal preciosidad que hasta parecen que huelen en serio!
Máscaras! Y más máscaras! Las famosas del mundialmente típico Carnaval! De todos los colores y diseños, con cintas, con brillantes, con perlas, con arrebatos de purpurinas, y esfingies de todas las reinas, faraonas o emperatrices! Con escultural palito para acercar el antifaz por sobre la nariz, y coquetear con los príncipes circundantes…
Como habitualmente no estoy invitada a esa clase de fiestas, y adquirir una para aplastarla en la valija, sería una picardía! seguí caminando como una princesa!, sin antifaz, de cara a las maravillas!...
Tras girar la barandilla arrebolada de una escalinata, un pintor con su atril retrataba el canal, sentado en un pícolo banquito, con una inmensa caja de acuarelas a un lado, y maravillosos pinceles saludando al cielo! Lo insólito era ver que lo estaba copiando de una fotografía que tenía adosada sobre la misma tela que estaba pintando… Extraño, no? Sería para fijar el punto de vista? No lo sabré nunca, pero, le estaba saliendo muy bonito..!
Otro giro, y de vuelta, frente al Gran Canal, a tiempo justo para ver pasar la caravana de un cortejo de novias. Sí! A falta de una, pasaron 9 largas góndolas con sus blancas parejas y sendos pares de gondoleros de riguroso negro y carmín, calculo unos 6 u 8 en cada embarcación. Eran de un modelo más largo, y con muchos banquitos alineados. Para sumar mi extrañeza, en vez de maniobrar sentados con los remos en el agua, cada 2 o 3 brazadas, se paraban todos al unísono, y alzaban los palos erectos como mástiles, dejando deslizar la nave en su propio flujo, por sobre las olas que le provocaban las delanteras. Otro inesperado espectáculo de regalo!
Desde los balcones de los grandes palacetes que bordean el canal, asomaba gente vestida de época renacentista, agitando pañuelitos de seda en señal de saludo, o abanicos, ocultando rostros nada avergonzados…
Me sentía en un set de filmación! Los novios, también de pie,  devolvían el saludo con sus mejores sonrisas, con el típico movimiento de manitos al viento, cual desfile de Reinas en carroza.
Qué belleza de romanticismo….
Y yo ahí parada! Sin príncipe consorte a la vista…que desperdicio…
Y bueh! Gracias a Dios que estaba allí, ya eso era bastante y merecida Bendición!
Pasaron bajo un gran puente, y los perdí de vista….
Me fui consolando con mi fiel compañera: mi Sony H9, que no es una gata, sino mi sumisa máquina de fotografiar cosas bellas…momentos mágicos… atrapar sueños para que no se esfumen en el olvido!
Como este relato, que a veces se me anuda entre los dedos de mi computadora, pensando a quién le podrá importar? Y lo dejo emacerar un tiempito en silencio…hasta que mis ganas de compartir tanta dicha, me obliga a teclear de nuevo, para no olvidarme, para que no se pierda esta burbuja de ensueño y placer… para que a quien llegue, disfrute conmigo, un rato, a la distancia… todo el beneplácito que viví en esos días…! Porque como leí hace un tiempo: “….las alegrías compartidas, se multiplican!”.
Volvamos a Venecia de los amores…..
Y obviamente la imagen del amor estaba presente todo el tiempo. Aunque a veces dicha imagen no concuerde con lo que uno tiene en mente…
Fue entonces que me topé con un gran círculo de gente, exquisitamente vestidos, sacándose esas fotos familiares en abanico, al estilo equipo de football, algunos en cuclillas, los de atrás abrazándose apretados para asomar sus pechos entre las caras sonrientes de los del medio. Alguno poniéndole cuernitos sobre la cabeza de otro lindante. Hasta que ví el motivo central: otra pareja de recién casados!
Pero aquí el motivo era más que central! Diría circular! Mundial más precisamente! Monumental! Era una novia de 180 kg!!!  Refulgente traje marfil de infinitos encajes y kilómetros de tul envolvente, con una alarmante sonrisa  fucsia del doble de su peso!
Y no era para menos! Con esa silueta haber atrapado un marido!... No sé cual de los dos sería el pez “gordo”, porque a juzgar por las apariencias, eran suegros de muchísimo dinero. No cualquiera se da el lujo de festejarlo en un palacio de la Plaza de San Marcos, donde entraron todos entre risas, tras la foto para la posteridad!
Bendita gorda! Que radiante estabas! Cuanta luz de esperanza me regalaste sin saberlo…
No es que yo quisiera todo ese circo para mi enlace, pero el flacucho que le había tocado en suerte, estaba además muy buenmozo! Que Dios los bendiga!  Sobretodo muchos años después que las perdices y las hormonas se acaben…!
Mientras yo, me fui dedicando a retratar palomas…
Las miles que, posándose en las molduras de las cornisas, frisos, y arquitrabes de cuanto orden dórico, corintio o lo que sean, enmarcaban  la gran plaza seca, tentándose en fugaces vuelos descendentes hacia los manojos de pochoclo que la gente arrojaba para atraerlas.
Salvando las distancias, de chiquita, recuerdo haberlo hecho con maní en la plaza de Mayo de mi Buenos Aires querido. Menos glamouroso, pero palomas al fin!
Volviendo…
Desde la torre del Campanario, se lanzaban en vuelos furtivos, cuando el repique de las campanas marcaban el horario en punto, era una fiesta en continuado!
Al posarse en los pocos rincones libres del piso, debido a la muchedumbre que lo transitaba, note los dibujos arabescos en las piedras combinadas en mármol y pórfidos, del solado. Centurias de huellas ocultando secretas historias, de peregrinos, de amantes furtivos, de mercaderes, de músicos ambulantes, de cazadores de historias…Otra maravilla!  Dignas piezas para más de mis fotos, siguiendo la colección de pisos iniciada en el Foro Romano!
Por supuesto, hice la debida cola, y la más debida paga de la entrada a la Basílica…
La semipenumbra y el olor húmedo, me transportaron instantáneamente, y una vez más, salvando las distancias… al sótano de la casa de la abuela de mi amiguita Cecilia.
Los tesoros a descubrir serían distintos, pero la expectativa acompañada del fétido silencio al ingresar, eran similares…
Murmullos acallados por respeto al sacro espacio, guiaban mis pasos por la inclinada nave central, producto de las innumerables inundaciones que la desbordan intermitentemente, y a la vez, socaban sus bases bajo tierra.
O sea que es un doble milagro!: la pomposidad de su arquitectura, y que se mantenga en pie!
Tantos oros y santos me abrumaron como de costumbre lo logran casi todas las Iglesias, por lo que tuve que salir a tomar límpido aire, por más san Marcos que fuera.
No es que el canal sea un bucólico mar azul, por el contrario, se parece más al Paraná llegando al delta de nuestro glorioso Tigre, pero era preferible, a la densa energía acumulada entre sus dorados muros.
Me paseé entonces bajo las arcadas del Palacio Ducal, la Procuraduría con sus infinitas ventanas todas iguales, dando telón de fondo al amplísimo espacio central de la Piazza. Oronda arribé al café Florian, y tras pispear la lista de precios de un cafecito, en la bonita marquetería del cartel  de la entrada, salí despavorida a nuevos rumbos.
Caminé, caminé, caminé….es lo único económico que se puede hacer en Venecia. Además de disfrutar! “estando”, que ya es bastante!
Empezó a refrescar… y como no portaba el famoso “saquitoporlasdudas”, decidí regresar al hotel.
Una reparadora siesta casi vespertina, y un sándwich casero en la misma habitación (del almacén en la parada del colectivo) recompusieron mis piecitos y mi bolsillo.
Envalentonada con la ventaja de la cercanía, decidí volver a incursionar por entre los canales, ya entrada la noche.
Hermosas luces de colores se reflejaban en el movimiento constante de las aguas. Las góndolas nocturnas no cesan sus paseos a la luz de la luna, munidas de farolitos en sus proas altivas.
Velas vibrantes de brisa alumbraban las mesas de románticas cenas en los restaurants a la vera de los canales.
Minúsculos barcitos y tratorías con música medieval, o de cinema paradiso, que más daba! Todo me embelesaba, todo me atraía como un imán, como una linterna a los ojos de un conejo!
Fanales dejados como al azahar, sobre los escalones de los prístinos arcos de los puentecillos, ardían por doquier, dándole un aire fantasmagórico a la cálida atmósfera  rociada de rojo anochecer.
Parecería que en cualquier momento, un conde de oscura levita, arremolinaría su capa, dispuesto a un deshonroso rapto de esta doncella (algo pasadita, pero bien conservada, che!)
Pero no!, falsa alarma! Nadie más que curiosos turistas, atravesábamos la ciudad, admirados de su mágica belleza a todas horas.
El pintor seguía empeñado en su pícolo banquito, por lo que deduje que la foto era para mantener en su mente, la luz de cuando la sacó. Porque a pesar de la tiniebla circundante, su pintoresca perspectiva se mantenía soleada como la tarde anterior.
Volví a “laberintear” un rato más, hasta que desemboqué nuevamente en la Gran Plaza.
¡Qué lujo de cuadro viviente!
Ahora las palomas estarían durmiendo, pero el público estaba más despierto que nunca.
Los flashes seguían sacando chispas de cuanto rincón decorado era digno de aprecio.
Las familias seguían posándose delante de la fachada de la Basílica, tratando de meter sus cúpulas bizantinas y los mosaicos de sus frontis, todo en el cuadrante de sus maquinitas.
Los solitarios nos pedíamos el favor de que alguien nos sacara, para perpetrar esta emoción en la digital, y compartirla a la vuelta con nuestros seres queridos.
La música me estaba llamando…
Bajo las bóvedas cruzadas, entre las pilastras de la recova perimetral de la gran Piazza, se ubicaban pequeñas orquestas, o solistas con organito, cada uno, amenizando la velada de los cientos de comensales que se nutrían en las mesitas a la intemperie .
Los mozos, de elegante etiqueta, corrían por entre las mismas, bandeja plateada en alto, con copas de cristales helándose dentro de baldes de champagne.
De repente oí:  -“…..será difícil de comprender,
Que a pesar de estar hoy aquí….
Soy del pueblo y jamás lo podré olvidar…
Debéis creerme….mis lujos son solamente un disfraz,
un juego burgués nada más….las reglas del ceremonial….

….busqué ser libre, pero jamás dejaré de soñar…
Y sólo podré conseguir la fe que querrais compartir…

No llores por mi Argentina,
Mi alma está contigo,
Mi Vida entera te la dedico
Más no te alejes…. Te necesito!....”- entonaba micrófono en mano, con una banda de fondo, una compatriota a unos pocos pasos.
La piel se me erizó como un gallinero completo, y las lágrimas me saltaron directo desde el corazón, sin permiso alguno.
Quedé atónita mirándola…. No lo podía creer….allá a 12.000km. de home!
Ningún himno me hubiera tocado tanto las entrañas, como esos versos, en ese preciso momento.
Me acerqué de puntillas, como un niño a un regalo de Papá Noel, y me acomodé en un mullido sillón de mimbre blanco.
Al acercarse el camarero, no dudé en pedir una cerveza! Y ni siquiera pregunté el precio! Había que festejar! Y yo así estaba dispuesta!
Al terminar su pequeño recital, me acerqué a saludarla, a presentarme y sobre todo, a Agradecerle!
Qué más se le puede pedir a la Vida?! La luna llena?
Y sí… también un compañero…. Para dar la vueltita en góndola… Aunque ese placer me lo dejé para otra vuelta, a ver si logro hacerlo acompañada…! Dios dirá….!
Entonces me despedí de Venecia, feliz, con el cuore lleno, y plena de gratitud!

La mañana siguiente me predispuse a seguir viaje: un auto-stop en la rotonda de la salida de Mestre, me llevó hasta Picenza. Allí, Ornario, un viajante distribuidor de bodegas de la zona, me alcanzó hasta Verona, con almuerzo mediante incluído.
Él fascinado con las experiencias de mi viaje hasta ese momento, que le relataba durante el trayecto que él conducía, incrédulo de mi supuesta osadía de partir sola desde Argentina. Yo, fascinada con su gentileza, y con las abundantes explicaciones sobre la economía y geografía de la región, algunos pantallazos políticos de actualidad, sobre el país que estaba recorriendo, completaron mi información.
Tan amena resultó la charla, que al llegar a Verona, se ofreció a hacerme de guía por un rato más del que disponía: me condujo a “Las arenas”, similar al Coliseo romano, y luego  la tradicional visita a la casa de Julieta, donde, obviamente, me retrató junto al balcón!
Hice un silencioso pedido a los cielos, pretendiendo se apareciera mi Romeo a la brevedad.. Algún conjuro tiene que funcionar!!!
Tras agradecerle infinitamente, y dejarle saludos para su esposa, a la que me aseguró que le contaría “su aventura” del día, me dejó en la estación de trenes, destino a Milán.
Ciudad a la que arribé deseosa de visitar las grandes expos de Diseño, tanto de objetos, de moda, de ver tendencias… de empaparme de belleza, color y líneas redondeadas…
Lo único que ví es que todos los hoteles circundantes a la estación, tenían su capacidad colmada, ya que en esos días se realizaba no sé que evento y no disponían de ninguna plaza.
Tras agotadora caminata con mi maleta a cuestas, quedé fundida…
Alguien me sugirió tomar un colectivo hasta las afueras donde seguramente en el albergue universitario, hallaría lugar.
Con mi último aliento del día, o de la nochecita más precisamente, subí al micro indicado, una especie de “60” de Milán, ya que atravesó toda la ciudad, y tras 1 hora y 40´ llegué a la parada correspondiente.
El chofer, amablemente esperó a que lograra “descargar” mi abultada valija desde el piso superior, y me indicó: -“dos cuadras a la derecha… andiamo!”
Recuerdo que era un bonito barrio arbolado, casi en penumbras, con farolitos que no seguían una perspectiva… o sea que las calles iban girando como en un laberinto tipo Parque Chas de Villa Urquiza.
Con lo cual, después de caminar en redondo, volvías al punto de inicio. Ésas fueron las únicas líneas curvas de Diseño que capté en Milán, porque quedé agotada…
Finalmente, y gracias a ocultos cartelitos escondidos entre el follaje, divisé el albergue y me avalancé hacia allá.
Nítidamente recuerdo que lo primero que ví, además del cartel con el nombre esperado, y la puerta de acceso, fue un “mate” posado en el 2º escalón! Con un termo al lado!
En fracciones de segundo, mis ojos advirtieron un par de rodillas y unas zapatillas “Flecha” en el final de dichas extremidades.
-“Hola…!”– sintonizó mi orejita, y descubrió la sonrisa de un grupo de jóvenes que parloteaban en la entrada.
En milésimas de segundos, descubrí que no era el clásico “Ciao!” que me acompañaba desde hacía unos cuantos días…
-“Argentinos?”- pregunté a modo de saludo, relojeando el mate.
-“Uruguayos!” se alzaron a abrazarme como si hubieran encontrado un pariente lejano al que hacía siglos andaban buscando.
-“Qué bueno!  Casi como estar en casa!”
-“Querés?”- alcanzándome el mate y descontando la respuesta.
Una reconfortante chupadita a la bombilla, y el alma me volvió al cuerpo!
Como dicen algunos: “Dios está en los detalles”
Afortunadamente, también estaba en la voluntad del conserje, que a pesar de no tener reserva previa, se apiadó de mí y me ubicó en un cuarto de 8 compartido, en el 8º piso!.
Reconfortada con la bienvenida con que me recibieron mis compañeritas de cuarto, y con el augurio de más yerba en el hall de planta baja, me dí una ducha rápida, y bajé a su encuentro.
“Los chicos” estaban organizando una salida “al centro”, y no era cuestión de mostrar la vejez en ese momento, ni de perderse una compañía tan amigable, así que me dí cuerda (una especie de “Tú puedes” mental) y partimos rumbo a la galería Vittorio Manuel.
Obviamente “el 60” en camino inverso….
Al arribar a la plaza central, se imponía la consabida foto frente al duomo, pero éste se encontraba totalmente cubierto por un telón y los carteles de la Empresa Constructora, encargada de su reciclaje. Buah….no pude verlo…
Atravesamos la galería, donde por contemplar tanto las bóvedas de crucería del espléndido cieloraso, me perdí de ver no sé que dibujo en el piso, en el cruce del transepto, donde dicen que si girás a su alrededor como las agujas del reloj, volverás a Milán!  En fin… quizá sea que no debo volver, porque en realidad solo quería volver al hotel a la cama…!!!
Lo último que admiré ese día fue la fachada de la Ópera, y no pude menos que sentirme orgullosa de nuestro Teatro Colón. Será que el corazoncito tira tanto… o era efecto del mate?
Lo cierto que al llegar a la recepción, ya casi la 1 de la mañana, nos encontramos con otro grupo de jóvenes, mateando! Resultaron ser de San Isidro y de Nuñez!
Y obviamente nos charlamos la Vida hasta las 5!
Me contaron todas sus peripecias desde hacía 3 meses que habían salido de la Patria en busca de aventuras y fortuna, por lo que iban trabajando de lo que se presentaba, y disfrutando el día a día sin otra expectativa que “Disfrutar!”.
Qué gran lección! Pensar que eran tan jovencitos y ya la tenían tan clara!
Que gran posibilidad es esto de andar liviano, entregado, confiado… y todo resulta de Milagros!

Mi corazoncito ya se quería preparar para el encuentro con el francés…
Era hora de decir Ciao a L´Italia, y asomarse a una nueva oportunidad…
Ya averiguado el itinerario, me subí al tren que se dirigía a Génova, antiguo puerto de Colón, y arribaría a Niza, en Francia!
Me acomodé en el asiento de la ventanilla izquierda, intuyendo que desde allí vería el mar…
Efectivamente la calma azul del Mediterráneo no se hizo esperar. Y la gloria tampoco!
El tren corría paralelo a la costa todo el tiempo, con lo cual, ibas conociendo todos los poblados, las playas, las carreteras, puentes y ciudades, que lo bordeaban, en un sinfín de postales…!
Maravillosos puertos con fastuosos veleros anclados, con centenares de banderines de colores flameando al sol!
Familias asoléandose en las playas interrumpidas de acantilados abismales.
Grupos de chicos con canastas de picnics, y pelota de colores ondeando en la arena.
Bonitas y esculturales muchachas haciendo top-less sobre decorativas lonitas que nadie miraba.
Autos de última generación aparcados en interminables estacionamientos paralelos a las veredas de circunvalación.
Cada tanto, entrábamos en un oscuro túnel, interrumpiendo la visual soleada del exterior. Las luces interiores se prendían automáticamente y permanecían así hasta la salida, que a veces, demoraba un larguísimo trayecto de varios minutos. Increíble obra de ingeniería esto de atravesar las montañas, o bordearlas… Benditos trabajadores, que hicieron esta maravilla, transportando los rieles vaya a saber cómo, cuando aún este “paseo” no existía! Gracias a sus esfuerzos, podemos disfrutar sentados plácidamente, de éste y tantos otros recorridos en la Vida…
Cuantas veces, vivimos esto y no nos damos cuenta de agradecer a tantas generaciones anteriores, todo lo que han hecho, y dejar de criticar a todos los que hoy no hacen!...
Al volver a salir, el sol se filtraba por entre frondosos bosques de pinos y abetos que desafiaban las cornisas montañosas. Su brillo rebotaba en el vidrio de mi ventanilla, dónde, como en un espejo, podía vislumbrar mi sonrisa encendida de esperanza y bienestar…mezclada entre la sal y las olitas del Mediterráneo a mis pies.
Ya estaba llegando a Mónaco! Me sentía la princesa Carolina…viajando en carroza! Y no de zapallo como Cenicienta… pero algo así parecido se mecía en mi Alma… una mezcla de sentirme de la nobleza privilegiada y medio campesina pobrezucha… Se entiende? Algo así como el famoso tema del “merecimiento” del que tanto hablan los psicólogos…. Pero en fin, no era momento ni Lugar! para filosofar…. Sino para disfrutar lo que la Vida y el Sol me estaban regalando  (al módico precio de unos cuantos tickets..!)
Ya que no soy adicta al Casino, ni a las carreras de Fórmula 1, mucho menos a las joyerías, y que el príncipe Carlos no me había dado cita, decidí no bajar en esa estación, y continuar por la Côte d´Azur …empalagándome de espuma y belleza…
Cannes, Saint Tropez, Montecarlo, Marseille, la creme de la creme…, iba empalagándome con sus azules profundos y sus aristrocráticos aires distendidos.
“Bienvenue a Port Nice” decía el cartel por sobre las puertas electrónicas vidriadas, del andén que yo atravesaba. A partir de ese momento, mi oído debió acostumbrarse a otra entonación, más allá del lenguaje. Los franceses hablan todo bajito, suavemente, como enfermeritos en un hospital en horario de visita.
Los carteles indicadores, las publicidades, las máquinas expendedoras, la boletería, el diseño de la estación, la parada de taxis, el ancho de las calles, todo había cambiado!
Claro! Había cambiado de país! En unas pocas horas!  Qué extraña sensación! Hasta ese momento no había tomado clara conciencia de las diferencias ideosincracías de cada nación….
o.K.! Vive La France! Entrez!!!
Niza se presentó ante mí, al mejor estilo porteño, es decir, con un montón de calles cortadas y valladas por reparación de cañerías y/o baches, gente corriendo a la salida de oficinas y comercios que ya cerraban. Un sinfín de bocinazos como para no extrañar, y una marcha de protesta de no sé que grupo, pidiendo no se qué tampoco, pero todo me resultaba familiar….
Y ese idioma que me puede!… que está en mis venas… que me seduce… me empalaga… me llama como un canto de sirenas…Allí mismo, me juré que al volver, retomaría mis estudios de esta lengua, abandonados treinta años atrás por cuestiones de maternidad y otros contratiempos ….
Los edificios! Era como si por Arroyo y Cerrito me hubiera movido toda la vida…! Obviamente las negras mansardas, los almohadillados de los frentes, con grandes portales de rejas ornamentales, canteros simétricos a ambos lados del serio portero, muros en apáticos “beigecitos”, excelencia y elegancia como símbolos indiscutidos de una nación.
Y como toda gran ciudad, esta imagen se desdibujaba a partir que te alejabas del centro hacia otros barrios no tan señoriales, como el que yo buscaba para encontrar un hotel más económico.
Gracias a la amabilidad de la señorita de la oficina de informes de la estación, ya contaba con un mapa, una guía y la reserva de mi ticket para mi trayecto del día siguiente, ya que me urgía llegar a Le Grau du Roi, más precisamente chez´s Joseph! (casa de José, para los que no se empalagan…)
Así que llegada al hotelito, dejé mis cosas en el cuarto asignado, y emprendí la caminata por el casco viejo, típica zona turística, antiguamente amurallada, y dotada de los mejores restaurants de la ciudad.
Como no me perseguía el hambre, ni nadie capaz de invitarme a cenar, seguí rumbo al puerto a contemplar gaviotas atrapando inadvertidos pececitos…
Volví por la rambla de la costanera, disfrutando la brisa marina del anochecer, y la espléndida vista digna de un afiche de turismo.
Mi preocupación estaba puesta en las comodidades del baño que me tocara en suerte en el hotel, en pro de hacerme la tintura, y la depilación pertinente a tan importante visita que me tenía excitada para el día siguiente. Además de la playa matinal, claro está! No me iba a perder sentirme una estrella de cine, asoléandose en el Mediterráneo francés, y menos por un muchacho casi desconocido…!
Llegada al baño en cuestión, abrí la cajita y todos los petates necesarios, y me adueñé del “espacio privado” durante más de 1,30 hora, ducha mediante incluída obviamente.
Grande fue mi sorpresa, al salir con el menjunje en la cabeza tapada con la bolsita de nylon, al ver una parejita de chinos, coreanos, o no sé qué! (no era el momento de pedirles documentos) (además tan entreverados estaban que ni sabrían adonde los tendrían). Para simplificar, los llamaré “los orientales”.
No podría asegurar quien se asustó más: si yo por encontrarlos en tales ocupaciones arriba de mi supuesta cama, o ellos al verme como una marciana observándolos parada en la puerta del baño!
Se vé que algunos códigos son internacionales, especialmente los concernientes a la vergüenza pública, porque instantáneamente tironearon de la sábana para cubrirse, y yo me debo haber puesto como de tomate porque mis mejillas ardían como si yo fuera la que recibía el “masaje”.
Tratamos de preguntarnos “Qué hacíamos allí?????” mutuamente!!! Al unísono!!!!  Pero en dos leguajes dispares!
Por suerte, se nos dió la risa automática a ambas partes (o tres partes más específicamente) No nos entendíamos nada! Pero resultaba muy gracioso!
Deduje que la conserje se debió haber equivocado al otorgarles el cuarto que yo ya había ocupado en la tarde, y que cuando ellos llegaron tan ardientes, no me escucharon en el baño, y tomaron “posesión” en dicha posición!...
En fin, ninguno de los tres estaba en condiciones visibles, de ir a reclamar a la recepción.
Fue entonces, que tras el consabido “-Y tú, de dónde eres?”… nos pusimos a charlar sentados en la cama con “nuestros nuevos atuendos” como si de viejos amigos se tratara. Obviamente en inglés!, ya que ni japonés ni francés dominábamos.
Nos contamos nuestros itinerarios, y nuestros sueños. Nos pasamos datos, y nos señalamos en los mapas. Nos convidamos jugo, y algunas galletitas.
Pasada la hora de mi tintura, volví al baño como si nada, a continuar mi enjuague.
Ellos aprovecharon para vestirse y acomodar de nuevo sus cosas en sus bolsos, y dedicarme un saludo de despedida, tras un golpecito en la puerta entornada.
Deduje que los cambiaron de habitación, y proseguí con mi coiffeur personal.
Al volver a salir, todo estaba perfectamente acomodado, la cama hecha y mis cosas en su lugar.
Dudé unos instantes, si había soñado o tenido una alucinación, pero el sueño me venció antes que pudiera contestarme.
A la mañana siguiente, los reencontré desayunando en la terraza habilitada a tal fin. Al unísono, una vez más, largamos la carcajada en el idioma universal de los amigos: la alegría! Todos los de alrededor se nos quedaron mirando sin entender el motivo de tanta temprana algarabía, pero era muy complicado estar explicándoles!...
El sol prometía una mañana de playa, y mi tren partiría al mediodía, por lo que dejé todo organizado y, mallita puesta con depilación realizada, me encaminé a la orilla!
Grande fue mi frustración cuando en vez de arena, me encontré con millones de grises piedras redondeadas, al estilo bocha, de unos diez centímetros de diámetro, encima hirvientes!
No podías ni caminar con las ojotas puestas! sin arriesgarte a un esguince, o a una quemadura de 2º grado, sino te las ponías!
Mi fiel lonita trató de hacer lo mejor posible para poner mi colita en buena posición, pero el rotar de las piedras bajo mi espalda, producía un contorneo difícil de soportar…
Ahí descubrí porqué la gente permanecía de pie, con las patas en el agua hasta las rodillas, como calmando la inflamación. O los pudientes, se limitaban a estar sentaditos en las reposeras de las confiterías circundantes… en fin… fue solo un ratito… pero me quedo con la imagen de playa del poster!
Puntualmente a las 12, tomé mi tren con destino incierto al Amor! (o a lo que pretendía algo parecido…)
Además incierto sería el trayecto, ya que debía hacer 4 combinaciones!!!
Aún no entiendo muy bien la red de subterráneos de mi Buenos Aires querido, que no me iba a complicar tratando de entender la del tren francés! Me abstuve y seguí las instrucciones, rezando secretamente para no equivocarme en ninguna!
18,30 clavadas! Mi corazón latía como si se tratara de la Final del Mundial de Footblall en el último tiro de penales….estando empatados hasta ese instante.
Cabe aclarar, que el muchacho en cuestión, no tenía la más mínima idea de mi intromisión en su escenario! Iba a ser una SORPRESA!!!!
Quizá en mí había un cierto “Pescarlo in fraganti…”, ya que por mail se mostraba muy amoroso, pero algo dentro de esta “brujita” me decía que estaba muy bien acompañado, por lo que realmente, no me hacía demasiadas ilusiones. Pero como soy de las que van hasta agotar las situaciones, allí estaba paradita delante de su heladería, viendo como servía helados a unos niños.
Alzó la vista y me vió!
Su sonrisa gigante inundó la calle de un extremo a otro!
Le pasó la cuchara y el vasito a medio preparar, a un empleado, y salió corriendo detrás del mostrador, a abrazarme!
Incrédulo me miraba de arriba abajo, buscando mi sonrisa cómplice bajo el ala azul de mi fiel sombrero: -“Te has venido, María….!”- casi como una pregunta con respuesta obvia!
-“Vé a la costa, y espérame 10 minutos! Ya estoy con vos…” -dirigiéndome hacia la esquina donde se veía el mar a solo 100 metros…
Mis latidos no lograban apaciguarse. El pueblito era tan bonito, y él se había mostrado tan contento…aunque no había tenido tiempo de preguntar nada, en ese escueto momento!.
Me quedé mirando la hermosa puesta de sol, con los flamencos sobrevolando las aguas, por delante del rojo astro, como él me había contado que sucedía en su playa…
En eso escucho a mis espaldas, que me llamaba por mi nombre, al tiempo que se acercaba tintineando dos copas y un champagne dispuesto al descorche.
Sonrisa en alza, señalando el triunfo!
Me abrazó conteniendo mi emoción, y las llenó con el espumante brebaje, inspirándome al brindis por el encuentro! Con la luna nueva como muda testigo..con la brisa disipando las dudas…
Como hábil hechicera delante de un caldero, pronuncié las debidas palabras: -“Estás solo?”
Su única respuesta fue cerrarme la boca en un helado beso…
-“Pués y dónde está tu equipaje?”- desvió la conversación.
-“Lo dejé en la estación….cómo no sabía…si…”-tímidamente – “si te encontraría..” (Quise decir “solo”, pero ya no me animé. Tuve miedo de parecer cargosa) (Si al fin y al cabo, él no dejaba de sonreírme…!)
-“Pues vamos a cenar, y luego pasamos a buscarlo, y te quedas en mi casa…!”
-“De acuerdo…”- parece que finalmente el marcador iría a marcar el gol triunfante!
Me condujo hasta su auto, ya había cerrado el negocio en el ratito ése que me tuvo esperándolo, y fuimos hasta un bar de copas en una playa cercana.
Lo de las copas, corría sólo para él, porque éste fue otro de los brindis a los que me negué por cuestiones de abstemia personal. En fin… cada uno tiene sus propios defectos.
Se pavoneó delante de sus amigos pueblerinos, como luciendo una presa nueva, al presentármelos con nombre y apellido, ofreciéndome inútilmente, toda la variedad de cocktails que allí se servían.
Estuvimos un corto rato, y de vuelta en el auto, me paseo por su pueblito natal, explicándome cual era el hospital, cual la escuela, la iglesia, el centro, la costanera, y pare de contar. 20 manzanas a lo sumo! Pintoresco, y tranquilo….bonito y apacible…. Pero había algo que aún no se me tranquilizaba.
Llegamos a un elegante restaurant. Lo saludaron con familiaridad, y nos dispusieron en una bellísima tarima de madera frente al mar y sus estrellas.
Comencé a relajarme, y dejarme acariciar por la brisa y por sus velludas manos.
Elegimos el menú, y me invitó al jacuzzi, mientras esperábamos que prepararan los platos.
Yo no estaba preparada con mi traje de baño, ni me lo esperaba. No sabía que podía haber un spa al aire libre de la noche, en un restaurant!. Muy romántico… pero preferí esperar hasta después de la cena…
Hablamos de nuestras vidas, nuestros hijos, nuestros proyectos, mi sorpresivo viaje…a la luz de la pequeña candela de nuestra distinguida mesa.
Creo que la comida fue espectacular! , no sé si porque hacía rato que venía a sandwichitos, fruta y yogurt; o que las salsas agridulces de la real cuisine francaise son GENIALES! Disfrute ese poulet a la creme de no sé qué, como un manjar de los dioses! Y un postre au chocolat! De chuparse los dedos…!
“-Un petit café?”- me ofreció como tentación- “aquí o en mi casa?”- anunciando la hora de la verdad…
“Bueno… puede ser en tu casa….”
Nos retiramos satisfechos, abrazados y felices….
En pocos minutos llegamos, ya que allí todo es muy cerca. Y con el “apuro” nos olvidamos de pasar por la estación a buscar mi equipaje.
“Paso primero al baño…”- como pidiendo permiso para acicalarme un poco, y asegurarme que no me haya quedado algún perejil pegado entre los dientes, cosa nada excitante para una primera vez…
Al cerrar la puerta, en el instante de ir a levantar la tapa….LA veo!!!!!!
Colgadita de un gancho, una robe de chambre femenina!!!!!!!!
Se me paró el corazón. Me tembló la tabla en la mano, que se desplomó como yo.
Olvidé el perejil, y salí con bata en mano preguntando: -“De quién es esto??????”
Con la misma inmutable sonrisa, me contestó como si nada: “De una amiga..!”
-….ahhhh….- sólo atiné a entender…
Se me acercó meloso, y lo alejé con mi mejor sonrisa: “Prefiero que me lleves a la estación”
-“Ah! Claro! Vamos a buscar tus cosas primero…”- supuso sin imaginarse mi respuesta.
-“NO! ME VOY!”
Se le heló la sonrisa y descubierto “en su salsa”, no tuvo más remedio que acompañarme hasta la partida del micro a Montpellier.
Por suerte, un angelito de los míos conduciría el último bus de la medianoche, al que llegué sana, y salva, aunque un poquito desmoralizada…
Recuerdo perfectamente que era un 21 de Septiembre. Y nunca sabré exactamente, si fue un día de iniciación de otoño o de primavera, según el hemisferio con que lo mires, según la cara de la moneda que elijas…
Recuerdo la carretera oscura, y mis lágrimas corriendo por las mejillas, el nudo en mi garganta, y la preocupación de llegar a una ciudad desconocida tan tarde en la noche, sin reservas, sin mapas, sin horario de oficina de informes…
Recuerdo la dulce mirada por el espejo retrovisor del chofer :- “Va a estar bien…”-me tranquilizó desde su butaca, como si supiera de que se trataba mi introspección bajo el ala azul de mi sombrero…
En menos de dos horas arribamos a Montpellier, ciudad universitaria según había leído en alguna guía, por lo que aspiré a que alguna gente joven, educada, transitara todavía por las calles y pudiera guiarme hasta un albergue digno.
Con mi tristeza y mi valijón, me encaminé desde la estación desierta hacia la dirección que intuía sería el centro.
Absoluto silencio…..callecitas zigzagueantes en penumbra…ningún cartel de “Hotel” a la vista…
Seguí avanzando arrastrando mi pena y mis miedos.
Silencio con rodar de mis rueditas chuecas por el pavimento vacío…..
Silencio y quietud…
Algo me decía que al girar la siguiente esquina, algo me salvaría….
-“GGGGGGGGGGOOOOOOOOOOOOOOOLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLL!!!!!!!!!!!!!!!!!!!”
Se llenó el cielo de pitos y cornetas por un instante y un”BUUUUUUUUuuuHHHHHHHHHHhhhh……” de decepción le siguió al primer grito.
Aceleré mis pasos, giré en el ángulo y ahí delante….la plaza central colmada de una muchedumbre fervorosa, frente a una pantalla de video gigante, donde trasmitían –a esa hora!- la final de rugby!
Y quienes jugaban? : Argentina- Francia!
Todos expectantes de los últimos minutos del partido, y yo sin saber ni que preguntar, parecía un improperio interrumpir semejante pasión.
Entonces sentí un golpecito en el hombro: - “Qué le pasa a esa carita….? No sabe que vamos 4 a 1?”- en perfecto castellano y señalando la banderita celeste y blanca que portaba en el ala de mi leal sombrero.
Las grandes banderas azul, rojo y blanco, flameaban en arcos gigantes que los muchachos provocaban, al dibujar ondas en el aire, alentando a su equipo a la distancia.
Corría la cerveza y los puchos por doquier, cantaban cantitos de cancha, pero en francés! Qué paquetería!
Tanta energía me devolvió el espíritu al cuerpo! Y con tanta eficacia, que mis neuronas me advirtieron que debía abandonar el área rápidamente, ya que corría el riesgo de ser linchada cuando descubrieran la presencia de esta posible adversaria, si el resultado se mantenía.
Linchada en francés? Sería más paquete? Por las dudas… no quise probar.
-“Sabés donde hay un hotelcito barato por acá?”- le pregunté a mi anterior interlocutor.
-“Sí! Ya termina y te acompaño…!” –me contestó con la mirada clavada en la pantalla, y alcanzándome su vaso de ½ litro de cerveza, dispuesto a compartir, y haciendo saltar un cigarrillo de una cajita verde.
Decidí aceptarle el vaso y rechacé el vicio que tanto me había costado dejar, siglos atrás…pero me autoricé la fresca bebida en virtud de mi pronta resurrección! Y de que acabábamos de GANARRRRRRR!!
Jamás festejé tanto un partido, menos de rugby!, y menos con un desconocido, que a los abrazos, me hacía saltar por el aire!
Los franceses nos miraban con desprecio a medida que se iban desconcentrando.
-“Argentino?, qué hacés por acá?”- le solté cuando me soltó.
-“Chileno!”-  recobrando su vaso vacío –“Nos trajiste suerte chiquita!...” –como si yo hubiera influído en el resultado del partido.
-“ Y trabajo allí…”- girando medio cuerpo, me señaló las lucecitas intermitentes de una flecha sobre la portada de una pensión. –“…parece que es tu noche de suerte… vení, te hago un lugar…”
Obviamente lo seguí, parecía confiable.
Y lo fue. El cuarto era sencillo, y limpito, suficiente para completar la noche, ya que ya además, obtuve los datos necesarios, para poder seguir a Barcelona en la mañana siguiente. No quería seguir empañada con el recuerdo del franchute, y necesitaba abandonar ese país con urgencia.
7,30 a.m. continué mi “siestita” reparadora de emociones, en el tren rumbo a la Madre Patria.
Nada más llegar a la estación y ubicar por teléfono a Bárbara, prima de una amiga, argentina radicada allá hacía 20 años, con quien había establecido contacto por mail, unos días antes de mi viaje, anunciándole mi pasada por su ciudad, en pro de alguna ayuda si necesitaba.
Encantada me estaba esperando! Me dictó el recorrido a seguir con el tren de cercanías, ya que su casa quedaba en las afueras, y combinamos el horario exacto en que me recogería en su estación.
Qué bonita sensación ésta de sentirte “recibida”! Ya empezaba a extrañar…a querer disfrutar “acompañada”, a no querer toda la torta para mí sola…
La libertad es Genial!, pero a veces… se tiñe de un gustito amargo de soledad… y uno necesita unos cálidos mimitos más familiares, amistosos …
Y allí estaba dispuesta su hermosa familia con Eduardo, su marido, y sus 4 hijos adolescentes, como para no olvidar a los míos…! Y una casa de “revista de decoración!” preciosa, ultramoderna, en la ladera de una colina, con vista a un valle y al mar!
Y con habitación de huéspedes! Con baño privado remodernoso!
Con una biblioteca alucinante! Con un living con esa vista… y permiso para tomar lo que quiera: desde el internet libre, a las frutas de la gran canasta en el centro de una gigante mesa familiar…!
Una vez más, el Universo me regalaba todas estas caricias para el Alma…
Me tomé el resto del día en el jardín, junto a la piscina turquesa, con un libro al azahar…mis piecitos necesitaban “vacaciones”, y la reposera amarilla bajo el sauce, sería “el mejor lugar del mundo!” para descansar mi cabecita tan llena de tantos hechos transcurridos en menos de un mes! Y aún me faltaba toda la España!

Un día de recarga de pilas en ese “oasis”, donde además me atendieron a cuerpo de reina, con una cena maravillosa con amigos de ellos, precisamente para compartir anécdotas con la Argentina! O sea yo!
Al día siguiente ya estaba dispuesta a retomar mis andanzas: tomé el bus turístico que te va mostrando todos los puntos relevantes de la ciudad. Te podías bajar en cualquier parada fija, y tras recorrer el sector a pie, volvías a tomar otro bus, que pasaría intermitentemente cada diez minutos. O podías cambiar de recorrido, ya que hay 3 líneas simultáneas por distintos barrios y alrededores. Todo con un único ticket que te servía durante 48 hs. para todas las combinaciones! Además iba sentadita arriba, en el sector descapotable y con un par de audífonos –en 8 idiomas para elegir- que me iban contando la historia y los detalles de lo que iba recorriendo! Formidable para una viejita agotada como yo a esas alturas!
Pero no pude con mi genio, y obviamente me bajé en la primera de cambio: el Parque Gwell de Gaudí. Imperdible! Impresionante mañana de tibio sol, acompañó mis pasos por cada retorcido rincón, lleno de cupulitas extrañas cubiertas de miles de mosaicos recortados, que vaya Dios a saber cómo el famoso arquitecto le dió las instrucciones a los obreros para que los colocaran de esa forma y no de otra, allá arriba, en donde ni con andamios, parecería que se pudiera llegar! Cómo hicieron aquellas torretas? Y que clase de planos utilizó antes de que existiera todo el dibujo computarizado de curvas que puedes hacer ahora con un simple programa de PC.? Pero él lo tenía todo en su cabeza! Qué GENIO!!
Y por supuesto seguí la tarde deleitándome con su creatividad y calidad, en las casas Amatller y la de la Pedrera, habilitadas como museos obviamente! Con el mobiliario y la ambientación original…que placer para los sentidos!
Un recorrido por el puerto, donde los rascacielos vidriados te cambian de panorama, y el enjambre de muchedumbre te agobia hasta el hastío.
Muchedumbre que se encaminaba por “La Rambla” hacia el centro, donde se inauguraban las Fiestas Patronales de la Merced, justo esa noche!
Gigantes muñecos del Virrey y la Virreina, encabezaban la procesión de toscas marionetas de 3 metros de altura. Bajo sus coloridos trajes se escondían quienes las guiaban, entre danzas acompasadas por orquestas y fanfarrias.
En cada edificio público, la Municipalidad, la Catedral, el Museo de Arte Moderno, y otros…se paraban un rato a armar la rueda con bailes típicos de castañuelas, y panderetas que portaban otros grupos de bailarines que se iban sumando al cortejo.
La multitud seguía la procesión, nada religiosa por cierto, con millares de latitas de cerveza en sus manos, riéndose de groserías a medida que pasaban las horas, y los hombres piyando por doquier, en plena calle, como marcando territorio de su chabacanas virilidades.
Un espectáculo verdaderamente decadente….
El nauseabundo olor que iba impregnando el aire, me condujo ácido y repugnante, a la boca del subte que debía tomar para retornar a mi privado paraíso. El calor familiar me devolvió a la paz de una serena noche de estrellas.
La mañana siguiente, la dediqué a la visita de la Sagrada Familia. Imposible describir con palabras lo que los sentidos no alcanzaron a captar! Es tal su magnificencia! Su locura! Su genialidad! Su originalidad…!
Estaba “empachada” de arquitectura catalana modernista, art noveau y flamenco! Debía decantar tantas sensaciones en mis absortos sentidos.
Una caminata por la Rambla, ahora más tranquila, colorida como una guirnalda de incontables puestos de flores y pájaros –lástima que enjaulados- me condujo a otro Olimpo de cautivantes impresiones.
El Mercado de La Boquería, escenario de las frutas, verduras, peces, quesos, encurtidos, y cuanto comestible exista en la región, se presentaba como el gran escenario de un teatro de varieté, a todas luces!
Pintoresco en sus mostradores repletos de la abundante Madre Naturaleza compitiendo con las manufacturas locales de conservas, bebidas, harinas, fiambres o artesanías.
Aún la gente haciendo sus compras, o los mercaderes anunciando a los gritos sus ofertas, formaban parte de este vital paisaje, bajo la gran arcada metálica del techo que los cobijara.
De allí, a la explanada donde una Feria de Libros al aire libre, me entretuvo la tarde.
No pude dejar de visitar el Pabellón Mies Van der Rohe frente al Palacio Nacional en Plaza Spagna, donde el consabido  “Menos es Más” de su autor, me colmó hasta las entrañas!
Esperé el lanzamiento de los fuegos artificiales con los que culminarían los festejos de La Merced, acodada en la Fuente Mágica central. La danza de las aguas y sus elevados chorros alumbrados de color, dieron cierre a la Fiesta, “mi” fiesta personal!.
Agradecida de tantas maravillas, llegué a la estación fluvial, para embarcarme en el ferry, que en travesía nocturna, me cruzaría a Ibiza…
Compartí la tibia brisa marina, alejándonos de la costa catalana, con Facundo, otro joven argentino, en duelo emocional…
Apoyada sobre la baranda de cubierta, contemplaba las líneas de las últimas luces del puerto, cuando se me acercó a intentar venderme las pulseritas que él mismo tejía para solventarse el viaje.
No recuerdo como salió el tema del abandono de su novia, pero su decepción encontró mi consultorio sentimental abierto las 24 hs., por lo que nos quedamos charlando hasta el amanecer, cuando las casitas amontonadas sobre la ladera de los montículos que bordean el puerto de Ibiza, empezaron a dibujarse en el horizonte.
Cuando el barco atracó en el muelle previsto, sentí todo el frío de la noche sin dormir, pero la sonrisa agradecida del joven reconfortado en esperanza, valió la pena!
Las calles estaban silenciosas y desérticas, ya que aún era muy temprano. Los primeros bares, sacaban sus mesitas a las veredas recién baldeadas.
Una gorda mujer, escoba en mano, al verme pasar desorientada, me preguntó: -“Busca alojamiento?”- al tiempo que manguereaba salpicando descuidada mis ojotas.
Dudé entre retarla, o agradecerle.
Finalmente decidí aceptar su invitación a pasar a su casa, ya que descontaba que resultaría más económico que en cualquier otra posada que pudiera conseguir. A su vez, me ahorraba la caminata de búsqueda, y todo aparecía pulcro y recién limpito.
Enseguida nos pusimos de acuerdo, me acomodó, me dió las llaves del cuarto y de la calle, como si de su hermana se tratase. A continuación, pasó a relatarme todas las historias de los famosos que visitaron alguna vez la isla, y a recomendarme las playas que debía visitar, sin perderme las nudistas, por supuesto!.
Dudé entre echarme a dormir, o salir a tirarme al sol, para recuperar energías.
Tratándose del sol de Ibiza…no había mucho que cuestionar.
Aunque a juzgar por lo desértico de las calles, la gente de allí, parecía que aprovechaba más las penumbras nocturnas, que el brillo del día.
La idílica imagen que yo tenía de casitas blancas, con marcos y persianitas azules, en un empedrado angosto, con subiditas y bajadas, canteros de rojas flores colgantes, y pájaros entonando el aire, se me desdibujó en un santiamén.
Las fachadas estaban todas pintarrajeadas con aerosoles flúor en diabólicos estilos mamarrachados, más las obcenas inscripciones en los muros cerrando herméticas cortinas metálicas, para evitar evidentemente robos y saqueos.
El grado de deterioro marcaba la degeneración de este poblado, que otrora fuera una isla de lujos y sofisticación.
Los habitantes aún dormían su noche de brebajes, droga & rock-ibiza, como han denominado a la música que los oriundos DJ. se empeñan en imponer.
Me abstuve de recorrer el centro, para ir directo a asolearme a la paz de la arena tibia.
Puse mi lonita cerca del agua, y me dispuse una siestita…
Ya era hora de sacar la malla de la valija, y tomar un poco de color. No era cuestión de llegar a Buenos Aires, blanca como una monja, aunque hiciera una vida como tal!
Mi novata piel me dió el aviso de giro en el momento en que empezaba a cocinarme como un calamar.
Al ir a incorporarme, veo un par de tetas de 1 metro de diámetro cada una, a sólo un metro de las diminutas mías.
Juro que no fue envidia, sólo asombro!
Y la cuestión, no fue el tamaño, sino el estado descubierto de las mismas…al igual que el resto del vientre, las nalgas, los muslos peludos, y lo que se hallaba colgando en la zona intermedia!
Tardé unos segundos, en ordenar las coordenadas, para asegurarme que se trataba de un hombre y no de un lobo marino desovando en la playa.
Aunque de inmediato divisé a su compañero en idénticas condiciones, con lo cual deduje que se trataba de una pareja de gays.
Craso descubrimiento! Si al fin y al cabo, estaba en Ibiza!
Turbada por la vergüenza ajena, giré para el otro lado.
Una enorme capelina rosa intentaba cubrir la totalidad del escuálido cuerpo de una muchacha estilo esqueleto pre-mortem.
Tuve intención de buscar un ancla, para atarla un rato, y evitar que se volara. (La chica, la capelina me daba lo mismo!) Pero la imagen de un barrilete con patas casi transparentes, flotando sobre mi cabeza, me pareció más decadente.
Me senté entonces, en pose buda. Dirigí mi mirada a la línea del horizonte, con intención de inspirar relajadamente y sumirme en una piadosa meditación.
Un grupo de juveniles adonis, con todas sus dotadas pertenencias a la intemperie, repicaban tras una pelota inflable multicolor.
Lo increíble del caso, es que continuamente pasaban delante de ellos, y obviamente, delante de mí, pares de esbeltas señoritas al natural, sin los trapitos al sol…sólo lentes negros en decorados armazones gigantes!
Y ellos ni las miraban!!!
Debo reconocer, que más de una vez, dudé si se trataba de mujeres, o …de qué? Cómo “denominarlos”?
Atuendos de pareos flameando en transparencias sobre dudosos bosquecillos depilados, movimientos contorneantes al caminar, largos aros columpiándose de las narices o de las orejas, rastas o peladas bajo pañuelos anudados sobre la frente, pulseras al por mayor en tobillos y muñequeras,  tatuajes por doquier… hacían imposible la especificación en géneros humanos reconocibles.
Obviamente me resultó muy difícil concentrarme…
Y la música!!!  Bendita pero horrorosa música, que inundó la playa por los altoparlantes de los innumerables barcitos que la rodeaban.
Todos se mecían acompasados por el bajo que repetía las únicas tres notas que parecían sostener una melodía latosa, repetitiva hasta el hartazgo!
Las copas con delirantes colores fucsias, verdes lima, o extraños turquesas, se mecían al compás, de la mano de los escuálidos apoyados sobre los mostradores (sería para no perder el equilibrio por la mamúa que ya tenían?).
Chhh….Chhhh….Chhh´.…Chhhh… chhhh….chhhhh´……   BASTA!!!!
Ninguna familia por aquí…. Ningún niño por allá….
Me sacudí la arena que se me había pegado sobre la malla, y me dí cuenta que para ellos, yo sería una especie de Carmelita descalza!
Suficiente para mí!
Antes que el ocaso me alcancese, me retiré de la escena.
Caminé como perdida por las ruinas de la ex fortaleza, que con sus altas murallas bordeaba unos acantilados.
Imposible imaginarme que otrora, habitaran esta isla, valientes soldados dispuestos a la custodia de sus tierras. En que degeneración se habían convertido tantos marineritos?
En fin…cada cual atiende su juego….
Así que volví a la casa de Catalina, a ponerme linda para la noche…
Bañadita, perfumadita, pintadita…bronceadita….y solita…!
Qué desperdicio!
Tantos caballeros, y ninguno en funciones de tal. Para esa altura, ya tenía muy claro el deplorable panorama. Evidentemente, yo estaba en el lugar equivocado…
Deambulé un rato entre los veleros estacionados frente a la costanera bulliciosa de jóvenes y viejos que se creen que aún son lo primero. Siempre munidos con copas de tragos en una mano, y cigarrillos en la otra, sacudiendo las cabezas sueltas, como los perritos de felpa que se usaban de adorno en la bandeja de atrás de los taxis, cuando yo era chiquita.
La fiesta (de ellos) iba in crescendo, y mi angustia también…
Empecé a sentirme como sapa de otro….. planeta!
La luna subía entera desde el fondo del mar oscuro, y yo solo podía admirarla, acompañada de mi máquina de fotos, que disparaba con desgano.
Busqué un rincón tranquilo para sentarme a cenar en algún bar que rodeara la plaza central.
Antes que el mozo se acercara, un mimo empezó a hacer sus piruetas delante mío.
Sentí simpatía por su lánguida sonrisa, y me quedé observándolo.
Él, satisfecho de que alguien contemplara sus hazañas, se esmeraba en hacerme reir.
Y lo logró!
Lo aplaudí efusivamente, sin importarme la mirada desdeñosa de los demás comensales, que se sentían, al parecer amenazados (¿?)
El muchacho blanco, sacó entonces un ramillete de flores de debajo de su ajustada camiseta, asomándolas desde su corazón, y me las ofreció junto a su brazo dispuesto para una caminata.
Entusiasmada, le seguí el juego. Me levanté de mi asiento y me encaminé hacia él.
Me regaló entonces, su mejor don: una mirada pura y la cortesía de una reverencia. Me besó el dorso de mi mano, antes de depositar el ramo en ella, y…. salir corriendo!
Nunca entendí que pasó. Si se amedrentó, o si jugaba para otro equipo.
Lo cierto, es que me alegró el momento, y satisfecha, me fui a dormir…!

En la mañana siguiente, me despertaron los gritos de Catalina, discutiendo con un plomero en la vereda.
Decidí que la mejor dirección para ese día, sería ir derechito al muelle, rumbo a Valencia.
Por suerte, los astros aún me favorecían y justo estaba por zarpar una embarcación con mi destino.
Allí podría encontrarme con Amparo, la joven que me había alcanzado el pañuelo durante el Ave María en la capilla de Florencia.
-“Cuando ández por Ezpaña, me llámaz y te viénez a mi caza!”-me había dicho en la despedida. Y no dudé en hacerlo…
Necesitaba con urgencia una amiga par, con quien descargar los últimos pesares, o recargar risas para el resto de la travesía.
Sabía que podía contar con ella, y apenas arribé a su ciudad, combinamos nuestro encuentro.
Resultó ser una guía magnífica, en sus relatos históricos por el casco antiguo, y las recomendaciones de otros sitios a visitar durante las horas en que ella debía ir a trabajar.
Recorrí el Pabellón de las Artes y de las Ciencias, modernísima obra de alarde arquitectónico, del maestro Calatrava, y los parques circundantes…
Tuvimos nuestro bonito almuerzo en las anchas playas y nuevas viejas murallas, por la tarde.
Nos despedimos con una mágica cena, con la certeza de algún próximo encuentro, ya que de brujas se trataba….y desde otra vida, nos buscábamos….
Gracias Amiga Amparo, hacés honor a tu nombre!
Y fue una gracia conocerte! Hasta pronto….!

Mi brújula estaba ahora orientada al Norte: San Sebastián, donde lograría mi primitivo anhelo, origen del viaje: el encuentro con mi amigo Quique!, mi ex compañerito de la facu…se acuerdan al inicio?
Micro a Zaragosa…. Pamplona….
De esas ciudades, lo único que recuerdo es el aburrimiento de seguir visitando Iglesias…
Muy prestigiosas en sus estilos arquitectónicos, las estatuas de santos que adentro las habitaban, los frescos y decorados dorados a la hoja, cúpulas y torretas, etc. Etc… pero vacías de contenido para mí… Algo así como densas energías flotando en su interior… No sé, quizá era mi ánimo cansado, pero la verdad? Ya no me interesaban…
Cómo no me interesó la calle donde se corren las encerradas de toros en la Fiesta de San Fermín. Ni más murallas ni fortificaciones, museos de arte o históricos de no sé cuantas batallas pasadas, con cañones decorativos a sus puertas, ni los parques, ni el zoo… Yo sólo quería llegar….al corazón de mi Amigo!

Un bosque hermoso mojado de llovizna del atardecer, corría paralelo a la ruta que me conducía al esperado redescubrimiento!
La Bahía de la Concha se abrió como un abrazo de hermanos, para darme la bienvenida con un bermellón atardecer sobre el mar durmiéndose.
Siguiendo las instrucciones oportunamente recibidas, me tomé “El Topo”, especie de subte que aparece y desaparece de la superficie, según vaya tuneléandose por las montañas que atraviesa, rumbo a Hernaye, último poblado español en la frontera con Francia, allí donde él vivía!

Y hago aquí una pausa en el relato, para contarles que el verbo en pasado no es casual, sino real. Lamentablemente Quique falleció a los pocos meses de este dulce reencuentro.
Como si todo fuera un inexplicable plan divino, Dios me permitió “despedirme”, sin saberlo entonces, de un ser maravilloso, que alumbró mi vida desde temprana juventud, y a pesar de las distancias, lo sigue haciendo hasta el día de hoy. Estés donde estés, querido Quique! Gracias por SER mi amigo! Por estar en mi corazón!  Sos mi primer ángel con nombre y apellido propio, que subió a los cielos, para desde allí, guiarme y acompañarme…. Y hacerme gancho con el Patrón & Cía. en algunos favorcitos especiales…Ja! Nos entendemos verdad?

Esa noche, su enorme sonrisa me recibió a los pies de la escalera, y sus robustos brazos me alzaron en andas, como un novio levanta a su prometida, revoléandome por la alegría de los aires. Nuestras carcajadas se unieron en un centenar de recuerdos vívidos de tantas aventuras compartidas, en nuestros años mozos!
La responsabilidad nos llamó a la cordura de llevar la valija arriba y ser presentada oficialmente con María José, su novia-mujer de ese entonces.
Le agradecí la hospitalidad de recibirme y albergarme en su casa, y nos dispusimos a compartir la pizza con la que me esperaban.
Nos quedamos tardísimo contándonos el “Viaje” de la Vida…acercándonos los sentimientos, poniendo las almas sobre la mesa!
A la mañana siguiente, como todas las siguientes de esa semana que compartí su hogar, ellos partieron a trabajar en el estudio, en el centro de San Sebastián. Me dejaron la llave con la confianza y la libertad a mi entera disposición.
Un reparador desayuno en bandeja en la cama, hojeando revistas de decoración de última generación, como corresponde a una bien equipada casa de dos arquitectos!
Revisé de paradita, la maravillosa biblioteca de textos nutritivos, que Quique supo cultivar durante su Vida!: Desde Arte Iberoamericano del S. XVI, pasando por masajes Shiatzu, o el Oráculo de los Sueños, de Obras completas de Kafka al Hágalo Todo Ud. Mismo en carpintería, o Recetario de Comidas Vegetarianas.
Seleccioné algunos para los ratos libres y me dirigí a la playa. Al caminar por las callecitas de su barrio, noté nuevamente la diferencia en la edificación, la señalización, el ancho y la vegetación de las calles. Claro! Estaba nuevamente en Francia!
Qué loco! Allí no hay frontera, ni puesto de aduana, ni línea en el piso que señale la diferencia! Es un pueblo donde la gente habla según su familia de origen, entra al almacén que según sus costumbres, mejor represente sus gustos: la cuisine o la vasca! Total es el mismo euro!. Según la calle en que se encuentre, una escuela enseña en un idioma y una historia, y la otra, otra! Y todos en Paz! Maravilloso!
Visité el pintoresco mercadito en el amarradero, y me aprovisioné de deliciosas y auténticas croissant para el paseo, y otros víveres para compartir con mis anfitriones, a su retorno.
Me senté con el mate frente al Cantábrico, y suspiré…
Relajada, supe que había llegado….y entonces, Agradecí!

Los días siguientes acompañé a Q. a su oficina, para ayudarlo a preparar un Plan de Negocios que le permitiera encarar unos proyectos en la Argentina, y así retornar a su Patria, ahora que su madre viejita lo necesitaba más que nunca cerca, y sus hijos grandes ya no lo necesitaban tanto, tan cerca..
La ilusión y el empeño en armar este sueño, lo acompañó hasta el último segundo, en que dirigiéndose al aeropuerto para su venida, su Alma partió……………. ante la embestida de un camión en sentido contrario a sus propósitos…..
Que en Paz descanses…. Bien merecido lo tienes…. Y Dios te tenga en la palma de su mano…

Pero aún tengo la alegría de su compañía, al contarles cuantas otras cosas lindas compartimos todavía esos días:
Me acompañó a las librerías a difundir “De cómo ser arquitecta y no morir en el Intento”.
La caja que contenía 50 ejemplares y que el amable comandante que me voló al viejo mundo, tuvo la gentileza de reenviar al domicilio de mi amigo, y así ahorrarme el peso del traslado de la misma por todo las andanzas que les vengo contando hasta ahora… hubiera sido imposible, no?
Bueno, GRACIAS! Una vez más Q. y Tata Pepe!
Y a todos los libreros que tomaron mis ejemplares con la hospitalidad con que se trata a una novel extranjera.
Nótese que “novel” va con la corta, ya que para aspirar a la “b” del otro Nobel, aún me falta bastante! Presuntuosa yo? Es un chiste!
En realidad, y para que vean la calidad de corazón de mi amigo, cuando llegué, él ya se había tomado la molestia de venderme la mitad de mis libros, entre sus amigos colegas y otros conocidos. Gracias una vez más!
También me acompañó a Bilbao, nos tomamos una jornada libre para recorrer el famoso Guggenheim, modernoso museo si los hay…! Con sus rebeldes muros-cubierta de titanio enceguecedor, arrebolado como volado al viento….
Pero la verdad? Me gustó más el perrito gigante de flores que custodia su entrada, y donde todos los turistas nos sacamos una foto con la mascota en primer plano, y el tan mentado edificio en el segundo!
Qué se le va a hacer Frank Gehry ?(el arquitecto autor del museo)  A veces, las cosas simples, son más bonitas…  “Menos es más”- decía tu colega alemán…
La noche anterior a mi partida, fuimos “de pinchos” a una típica taberna vasca frente al mar, en un lindero pueblito minúsculo de pescadores.
El silencio de la noche oscura sobre las barcazas detenidas, con el brillo de la luna en cresciente, dibujado sobre las crestas de las olitas que rompían a sus costados, fue abrigando nuestra amorosa charla de balance de vida, los hijos, las parejas, los amigos…
El profundo afecto que nos unía para y desde siempre, se posó sobre mis hombros con la certeza de la verdad, abrigando mi corazón tantas veces herido.
El mundo se detuvo… y palpé la Felicidad…
Volvimos abrazados en un pacto fraternal de serenidad e intenso gozo de espíritu en paz…

El despertador a la mañana siguiente, me obligó a saltar con urgencia de la cama, ducharme, y al pasar por la cocina… la sorpresa de ver el individual puesto sobre la mesa, con la taza humeante de té y tres tostadas untadas con quesito y dulce…. Y la sonrisa de Quique esperándome detrás de esa imagen de cuadrito.
No sólo me esperó  para desayunar juntos, sino que además me había preparado “la bolsita” como a los chicos cuando se van de excursión!
Ése, mi último día, lo había guardado para la visita a la Virgen de Lourdes.
El tren partiría en unos minutos de la estación cercana a su casa.
Al tiempo de engullir los pancitos, miré dentro de la bolsa: 2 manzanas, 2 sandwiches de bagguette, una botellita de agua mineral…
-“Y esto para qué?”- levantando un paquetito de pañuelitos descartables –“si no estoy resfriada…”- (siempre asquerosamente autosuficiente yo..)...
-“Ya los vas a necesitar”- me miró complaciente, mientras me arropaba la campera sobre mi espalda, guiándome escaleras abajo, al estacionamiento.
Cuánto me cuesta dejarme mimar…aceptar que me traten como a una niñita…
Y qué lindo se siente!!!  cuando alguien te lo da con tanto cariño…con tanto desinterés… el famoso amor incondicional… del que tan poco conocí en mi niñez.
El tren rodó por la campiña francesa rumbo al este.
Dos horas después, mi cuerpito ingenuo bajó en la estación de Lourdes, pero mi alma entró en un paseo espiritual imprevisto.
Al principio me sorprendió ver que se trataba de un pueblito como cualquier otro, con estación, plaza principal, municipalidad, edificios públicos, el correo, la escuela… Las calles comenzaron a llenarse con multitudes de gente ávidas de compras: desde botellitas de agua bendita, souveniers, guantes y boinas de colores celestiales, rosarios, posters, banderines, comida…todo al por mayor!
Aun no era mediodía, y ya no se podía avanzar entre los tantos peregrinos…
Nunca supe muy bien, que diferencia habría en “turistas” y “peregrinos”, pero yo me sentía una extraña, como si “no perteneciera”. Miraba las situaciones “desde afuera”, como si eso fuera parte de un paisaje fuera de mi realidad, como una simple espectadora, desde afuera…
La multitud me fue atrapando en su caminar unidireccional callecitas abajo, hasta desembocar en una grandísima explanada desde donde se divisaban las cúpulas de la gran basílica.
La marcha iba deteniéndose en lento avanzar….
Un organizado grupo de jóvenes con chalecos azules nos fue recibiendo uno a uno con esta pregunta en sus sonrisas de: -“Alguna intención?”- al tiempo que te alcanzaban una figurita de cartulina con forma de dibujito humano recortado, y una birome.-“Puedes escribir aquí los nombres por los que quieres pedir o agradecer alguna gracia…”- me explicaron con cortesía.
Dudé unos instantes, si prestarme al juego. Mi corazón duro de descreída racionalista, y algo de superioridad también, me estaba por plantear una mala pasada.
El aleteo de un angelito surcó el aire, y tomé la pluma para nombrar a mis 4 hijos…
Y allí las lágrimas empezaron a correr por mi rostro de forma inexplicabe… no me podía contener… a pesar de saberme rodeada de personas desconocidas… mi ñata moqueaba intermitente y mi vista nublada no alcanzaba a descifrar las letras de todos los nombres de  quienes tanto amaba en la vida, y por quien tanto tenía para agradecer y pedir al mismo tiempo.
Otro ángel guió mi mano a la bolsita para sacar el paquetito de pañuelitos que mi ángel privado Quique me había dispuesto con tanta Sabiduría, previsor por Conocimiento propio de las emociones que allí se despertarían.
Alguien tomó mi esquelita borroneada de lágrimas y la pinchó en un gran óvalo de césped brillante que precedía el atrio de la catedral.
Otro me tomó por los hombros y me condujo a una fila, donde me posé colmada de una paciencia desconocida para mí, sin ni saber para qué era la cola… sólo me dejé llevar.
El absoluto respetuoso silencio que sostenía el aire, era impresionante, a pesar de la multitud que circulaba.
Los pedidos en cartoncitos amarillos, así depositados sobre la tierra verde, parecían flores creciendo en ofrenda a la Virgen.
La cola avanzaba lentamente, y todos nos hallábamos en un estado de recogimiento muy especial…
En un momento, al girar por detrás de un risco, me doy cuenta, que estaba casi llegando a la gruta, donde, como tantas veces había visto en alguna estampita o libritos de comunión, se hallaría la imagen de la Santa Madre. Más precisamente, el lugar de la aparición!....
Pero juro, y vuelvo a insistir, que hasta ese momento, yo estaba “afuera” de la escena… cómo “probándome” a ver que se sentía… que iría a pasar, segura que a mí no me pasa nada extraordinario, sintiéndome una “dura”, como que esas “sensiblerías teatrescas”  no eran para mí realmente. A mí me alcanzaba y sobraba mi propia conección con Dios y su aureo mundo espiritual sin necesidad de tanto “escenario”.
Igualmente, las lágrimas, no se me detenían…
Me preguntaba que me estaba pasando que no me podía controlar, al tiempo que me avergonzaba de saberme toda chorreada, y ya se me estaban acabando los papelitos.
Estaqueada en mi posición, seguí aguardando con el corazón dispuesto.
Unos minutos más…. Y sentía que mis piernas se aflojaban, como así también mi alma… algo se estaba derritiendo adentro…
Mis palmas se pegaron con fuerza, perpendiculares a mi rostro mojado, envolviendo a mi nariz mocosa, los pulgares parales sosteniendo mi mandíbula como si se fuera a caer por el peso de mis párpados cerrándose por la gran emoción que me estaba apretando el espíritu…. Contenía mi respiración expectante…
De repente, la mujer que estaba delante de mí en la fila, cayó de rodillas al piso, y elevando sus brazos y su cara hacia la imagen celestial, posada dentro de la cueva, estalló en un “Ave María” a capella, regalando su esmerada voz de soprano a todos los que allí, absortos, estábamos.
La lírica resonaba en mis entrañas, y mi llanto interminable, se desbordaba como una limpieza profundísima del alma….
Escuché como por primera vez, el verdadero sentido de mi nombre terrenal, como un llamado… un compromiso….como su real significado!
Me sentí colmada… plena… pura….
Una bocanada de aire límpido, se me insufló en mis pulmones, y como una beba recién nacida, inspiré…. Y me dispuse a VIVIR….!!!
Me invadió un agradecimiento profundísimo….eterno…. maravilloso…calmo….
Mis párpados se aquietaron, la dulzura de la mirada de la Virgen se posó en mis ojos, y me susurró en secreto: -“Todo va a estar bien….”- despidiéndome como una bendición.
Avancé unos pasos, dándole lugar a quien seguía detrás de mí, y me sentí renovada.
Una nueva energía se apoderó de mí, fuerte, firme, estable, compacta…Dejé atrás la autosuficiencia, el desdén, la mirada de superioridad, de soberbia….
Sabía íntimamente, que sólo el Amor me estaba curando, y que lo único que se me pedía a cambio, era la Confianza. Esa Entrega que la Virgen abrió en mi pecho, y como en un nido, depositó su incondicionalidad y su ternura….
Así llena de su amorosidad, me fui a recorrer los jardines circundantes, a sentarme a la vera del lago, a disfrutar del silencio de los pájaros y la caricia del sol tibio sobre la hierba…
Todo me hablaba de Amor… de pureza… de verdad…
Caía la tarde, y debía regresar en el último tren a Hernaye, pero no me quería ir. Era como una fuerza secreta reteniéndome en el Paraíso.
Caminé lentamente deshaciendo las calles del pueblo. En una esquina apareció una cabina telefónica. Revolví unas monedas en mi bolsillo, con la urgencia de quien tiene que decir “-GRACIAS!”- a un Amigo.
-“Y???, te alcanzaron los pañuelitos?”- me increpó cómplice, del otro lado de la línea!

Llegué justo a las 20 al Centro Comunitario donde se estrenaba la obra de teatro en la que actuaba María José, su dulce y joven novia, mezcla extraña de arquitecta y actriz, entre otros talentos…
Nos dispusimos en las primeras butacas a disfrutar, de la obra y de nuestra últimas horas juntos. A medianoche partiría en el micro a Coruña, donde me esperaría el siguiente ex compañerito de la facu: Goyo.
Explotamos en un sinfín de abiertas carcajadas ante las desopilantes ocurrencias del vodevil que presenciamos. Todos los actores, unos genios! Y el libreto increíblemente ocurrente! Fue el bálsamo de aflojar los pocos lastres duros, si es que aún me quedaba alguno.
Tras los aplausos y los ramos de flores a la actriz, ella se quedó a festejar con sus compañeros de elenco, y Quique me condujo bajo la incipiente lluvia, a la estación de micros.
Levantando el ala de mi sombrero… me dió el más dulce beso de despedida…
Nunca podría haber adivinado…. que era el último, en este plano….

Colmada de emociones contradictorias, me acomodé en mi asiento oscuro, y me dormí.
Pasaron las horas y los kilómetros rumbo oeste, hasta Galicia no para….!!!!.
Los primeros rayos anunciaron el arribo de un nuevo día, nueva ciudad, nuevas experiencias…
Un señor mayor, canoso, con ropas adecuadas a su edad, se me presentó con la “carita” de los 20 de mi ex-compañerito, escondida tras su barba blanca.
-“Goyo?”- pregunté aún descreída.
-“María?”- inquirió con el mismo asombro.
Treinta años no pasan en vano por el rostro de las personas, y aunque cada portador, se cree que uno “está igualito”, el otro siempre se da cuenta que “algo” pasó…
En algunos casos como una aplanadora, en otros como una regadera nutriendo tierra fértil, y algunos más recientes como bolsitas de nylon envolviendo un packaging trucho.
Goyo pertenecía a los del segundo tipo, pero la semillita ya se había convertido en leñoso tronco rugoso….pero excelente para un hamacado abrazo de años contenido!
Gentil caballero, me extendió su mano para tomar la mía, al ayudarme a salir del auto con el que me condujo a su departamento.
Me presentó a sus hijos adolescentes que por supuesto no me dieron ni bolilla, ya que un partido de tennis por la televisión, era mucho más interesante que esta “vieja”…
Goyo me explicó que “la vieja” de ellos estaba temporariamente en Argentina, visitando a sus padres, que hacía añares no veía.
Así que dejé las cosas en el cuarto que uno de los muchachos me “cedió gentilmente”, y salimos a conocer las rías de los alrededores.
Lo novedoso es que llegados al garaje del edificio, me tendió un casco rojo: -“te animás?”- mostrándome su última adquisición!
Una Honda 750 plateada de punta a cabo! espejeó la sonrisa cómplice de mi amigo, quien 30 años atrás también me invitara a subir a la 250 de entonces…!
Olvidados de las lumbalgias y los achaques, montamos uno tras otro, como en los viejos tiempos, tomándolo de una cintura un tanto bastante más circundante de la que recordaban mis manos.
Giramos por cuanto rincón del bosque de Cecebre, con sus duendes gallegos y hadas celtas escondidos entre el verde follaje. El viento atravesaba nuestros pechos dispuestos a la magia del reencuentro. Fotos y charlas infinitas, matizaron cada una de las paradas en donde él me contaba mil y una anécdotas vividas, mientras yo trataba de mechar las mías.
Celebramos con tortilla y pulpo en una típica tasca lugareña, antes de seguir por las costas recortadas de cuanto pueblito nos vió pasar, como centauros en corcel nuevo.
Las rías que se abren al mar sembrado de islas y archipliélagos, nos mostraron su belleza durante toda la tarde, llegando exhaustos al anochecer.
A falta de madre, esa noche le tocó cocinar al Varón de la casa, mientras los otros dos varoncitos sacaban músculo al pulgar del control remoto, clavados en sendos sillones de la sala, inmutables…
¡Qué placer ver cocinar a un hombre…! Sobre todo cuando yo soy la homenajeada…! Y encima te dicen:- “Vos quedate ahí quietita que yo me ocupo…!” Deleite muy poco frecuente, pero de arduo aprendizaje para una dama como yo, acostumbrada a hacerlo “todo”.
Quería saltar de la banqueta para alcanzarle el aceite, o empezar a enjuagarle los bártulos que iba acumulando en la mesada, durante la preparación del pollo al ajillo.
Me negó el permiso de cortar las verduras, o de opinar con la sal.
Tomó tanto empeño que no me animé a decirle que yo era vegetariana, y además el ajo no me gusta. Pero todo sea por otros 30 años de amistad! Aplaudí al pobre dorado bicho cuando salió del horno, y engañé a mi estómago con unas cuantas papas de por medio.
Goyo chocho con su logro, y todos contentos! La cena fue una Fiesta, aunque dudo que los “niños” supieran lo que habían llevado a sus bocas. En fin….lo que se dice ni un sí ni un no… ni un gracias, ni un por favor…. Al parecer, los adolescentes de España, adolecen de las mismas virtudes que los míos, por lo que me sentí …como en casa!
Hice un contacto por Internet con un amigo de mi amigo Luis, en Santiago de Compostela, quien me estaría esperando en su oficina, donde Goyo me podría alcanzar a la mañana siguiente, ya que iba a hacer un trabajo justo a esa próxima ciudad. Todo a pedir de boca!
Antonio resultó un periodista bonachón y de corazón enorme. Me esperó en la cafetería del canal de televisión, en donde se desempeñaba como Director de Noticias. Enterado de la publicación de mi libro, se ofreció a hacerme un reportaje en vivo, esa misma noche, en un programa que el conducía.
Otra experiencia formidable fuera de toda programación! Y de paso excelente promoción, ya que tenía alcance en toda la península ibérica!.
Me mostró las instalaciones del edificio, recorrimos las principales plantas, y me despidió con todas las explicaciones necesarias para conocer Santiago, y volver a encontrarnos a la noche, después de su jornada laboral.
Salí entusiasmada rumbo a la Catedral, principal hito del lugar.
Una música de gaitas me fue conduciendo al Camino.
Y digo Camino con “C” mayúscula.
Además de los mosaicos con la concha amarilla sobre el fondo azul, adosados a los muros de piedra de las callejas descendentes adoquinadas de historia y mucho pasado, un desfile de peregrinos cansados estaban llegando al mismo punto.
Y digo cansados, por no decir destruídos: arrastrando los pies en desvencijados calzados, apoyados en bastones, con las mochillas que ya no podían más sostener sobre sus espaldas, los valientes caminantes, que llegan hasta allí a agradecer por el recorrido, o a canjear peticiones, tras suculentas promesas de dádivas…
La mayoría salieron desde el sur de Francia, donde te inscriben, te dan la guía, y un carnet donde te van anotando las estadías en todos los hospedajes que vas pernoctando, ya que está previsto una caminata diaria de trayectos de más o menos 30 km. por día durante 20! Al llegar a la basílica, hay una oficina, que se encarga de chequear tu carnet y darte un memorioso diploma de “Peregrino” oficial!
El hecho es que llegué justo para la Misa del mediodía, y fue muy imponente ver todos esos jóvenes y no tan jóvenes, echados como pudieran, sobre los bancos y anque en el piso, para recibir la bendición del clérigo de turno.
Me impactó más esas escenas de fervor, que la magnificencia de la dorada arquitectura del templo. No voy a negar su grandilocuencia, pero a esta altura, comulgo más con la humildad de lo sencillo, que con esas demostraciones de poder. Admiro el arte, pero detesto los medios con que fueron erigidas. No dejo de asombrarme de los métodos constructivos que debieron usar para sostener todas esas maravillas, pero me asqueo con premura al pensar en las riquezas de la Iglesia versus el hambre real de los pobres…
En fin… hay algo que aún no aprendí bien: a no juzgar.
Deberé seguir ejercitándome.
Basta de comentarios!
Igualmente, y por las dudas, aproveché la ocasión, para pedirle a mis santitos y angelitos varios, fuerza para continuar mi propio camino, que es algo así como una maqueta de la Vida!

En el micro de la mañana siguiente, conocí a Lika, una japonesa que vive en Brazil, y se dirigía a Portugal, tras su singular peregrinaje jacobeo. Se la veía agotada, pero feliz…!
Me contó miles de detalles de su aventura, pero el más importante, fue el conocer a Enzo, un romano que la acompañó desde la mitad del recorrido y al parecer, quizá la acompañe la siguiente mitad de su Vida. Si es así, bien válido fue el esfuerzo. Viva el Amor!
Por mi parte, yo me dirigía a Fátima, otro centro de poderosa oración, ligado a mi infancia, ya que mi escuela Primaria, llevaba dicho nombre. La historia de los tres pastorcitos videntes de la Virgen sobre una encina en dicho lugar, siempre me había impactado. Me inspiraban a ser lo más buena posible, con la esperanza de que yo también llegara a tener ese privilegio. O quizá fuera mi afán de fama, pensando en lucirme en alguna estampita devota. Lo cierto, es que con los años, tomé conciencia que ser una “elegida” implicaba un costo demasiado pretensioso para mí. Prontamente abandoné esos “hábitos”, y renuncié a ser Santa. Y aún no me arrepiento!  Preferí llegar allí de turista, y no teniendo que demostrarle a todo el mundo que el tema ése de las apariciones, no es ninguna locura.
Aclaración: de esta manera, sigo teniendo mis locuras, pero no debo rendirle cuentas a nadie! Y algunas hasta las comparto con Uds.!
Para entonces, tomé conciencia que sin habérmelo propuesto, yo también estaba viviendo una especie de peregrinaje: ya que empecé en Roma con San Pedro, y tras todas las visitas a cuanta Iglesia, Catedral, o Abadía hubiera, incluyendo la de San Francisco en Asís, Lourdes, Compostela y ahora Fátima!
Si de esta vuelta no vuelvo más “Buena”, es porque estaba viendo otro canal!
No sé si Santa, pero sí Virgen, ya que el Amor aún no se me presentaba…. En fin, habrá que seguir pidiéndoselo a san Antonio bendito: mandame un novio, aunque sea feíto!
Aunque qué sería de esta “independient woman” si tuviera que estar atada a la voluntad compartida de otro?  Flor de cuestionamiento!  Libertad o soledad???  That´s the cuestión! En este siglo de seres libres… pero alguito acongojados cada tanto…
Aunque no me puedo quejar, este viaje, me estaba regalando mimos de Milagros cada dos por tres, sólo era cuestión de dar vuelta alguna esquina…
El llegar al legendario Santuario fue una decepción. Una gigantesca plaza seca blanca, vacía de gente y de sentimientos, aunque llena de merchandising!!!
Es una lástima como se trastocan los valores o los mensajes en pro de un comercio desmedido….
Evidentemente estaba todo el show preparado para recibir grandes multitudes, pero por alguna razón incierta, esa tarde no había nadie…Creo que hasta la Virgen se había tomado licencia, porque la verdad… es que no sentí su presencia…
Sentí nostalgia de solo encontrar un rostro de estatua lívida, carente de la calidez que me habían inculcado de pequeña. Tenía tanta ilusión de este místico encuentro…
Quizá esta Virgen se había puesto celosa por mi anterior visita a su colega de Lourdes…
Nunca entendí demasiado esta cosa de clasificarlas y dividirlas, presentando siempre a la misma con distintos atuendos y nombres…
Pero como también es cierto que fui entrenada en no cuestionar nada… lo tomo así como viene. Apenas que estoy empezando a “sentir” por mi misma…
Desencantada, decidí seguir en el siguiente micro que partía a Lisboa.
Igualmente, estaba más que feliz en estar pisando el suelo de mis ancestros paternos!
No me daban las patas para llegar al Sur de Portugal, al pueblito de donde eran oriundos mis abuelos, aunque la verdad, no sabía bien cual era, y encontrarlo sería otro Milagro!
(Quizá haya sido la Virgencita de los pastorcitos, que aunque oculta, me lo concediera. De acuerdo! Voy a imaginármelo así!)

La tibia noche me recibió en la excelencia de una ciudad en Paz!
Lisboa me cautivó de entrada, por su rara sintonía de “elegancia con humildad”. Una sensación inexplorada, diferente, como probarse un tapado nuevo, y enseguida sentirse cobijada por la suavidad de una fibra desconocida, cálida y suave a la vez…
El lenguaje vibrante que la gente educada usaba en un tono bajo, me desconcertó. Era el mismo que mis vecinos brasileros usan a los gritos.
Una atmósfera de armonía sutil, rodeaba los edificios de mosaiquitos relucientes como bichitos de luz, bajo farolas amarillas.
Como amarillo era el tranvía que me acercaría al hostel sugerido por la amable moza de la cafetería de la estación. Éste se deslizaba atado a un par de cables del cielo, recibiendo una energía divina.
Todo estaba sencilla y eficazmente dispuesto para llegar sin sobresaltos, hasta donde necesitaras.
Sin alardes, sin lucecitas multicolores, sin estridencias.
Calmo, delicado…amorosamente…
El aire parecía gaseoso, etéreo, envuelto de una musicalidad silenciosa…las calles comerciales se iban durmiendo lentamente.
La gente sonriente tras el deber cumplido, se retiraba a sus hogares, a disfrutar la velada familiar.
Las avenidas lucían el esplendor de su arquitectura a todo esmero, sin ser menos que en otras capitales europeas, pero con la sobriedad que parecía teñir todas las cosas.
La alameda que bordeaba el boulevard destilaba mansedumbre…
Una serenidad contagiosa hacía alquimia en mi espíritu, llenándolo de una exquisitez admirable. Mezcla mágica de bonanza y prodigio!
Se entiende que me enamoré a primera vista?
Los días subsiguientes, no me defraudaron... Recorrí sus rincones encantadores, el puerto, el Puente Vasco Gama, dicen… el más largo del mundo (aquí se engolosinaron con la exageración como los cariocas), el Monasterio de los Jerónimos, con su gótico tardío, y las fuentes con irupés blancos, al cruzar la avenida. Más allá, la Torre de Belén custodiando el estuario y custodiada por una banda de músicos callejeros, a sus pies, que me cautivó!
Fue un amor corto, de verano. Y como todos los amantes, nos juramos volver a rencontrarnos.
Por mi parte, tomé la convicción de hacerme la ciudadanía tan postergada, intentando, que alguito de aquellas maravillas, se me fundan en la sangre…
Como se me fundieron los fados, hasta la médula!...
Nostalgiosos y dulces hasta el empalago de esa misma complacencia…
Además de traerme un angelote de cerámica hermoso, para mi colección de “ángeles del mundo”, que voy recolectando en cada pueblo, me traje las ganas de incursionar en algún grupo de danzas tradicionales de ésa, mi otra patria!
Esa noche, revisando mi correo de internet, encuentro los datos que me hacían falta para cerrar la certeza acerca del pueblo de mis abuelos.
Con la urgencia que reclaman los amores, tomé un micro a Tavira, un minúsculo poblado al Sur del país, cerquita de Faro, frente al mar... nuestro Atlántico en común!
Casi al anochecer, arribé a la estación. Única pasajera que bajó allí, por lo que las luces y las persianas de la misma, se iban apagando detrás de mí. El señor de la boletería me miró con cortesía a modo de bienvenida y hasta luego, al mismo tiempo.
El único taxi que aguardaba en la puerta, me abrió la suya con alegría, no habiendo sido en vano su espera.
-“Conoce la Quinta Docaracol?”- insegura de la dirección exacta.
-“Por supuesto! La llevo?”- insistió con un gesto de su mano sobre la manija.
-“Es muy lejos? Cuánto costaría el viaje?”- insegura de un monto inapropiado.
-“Es cerquita… sólo 15 euros….”- señalando hacia una cuesta empinada.
-“Glup..!”- tratando de resolver aritméticamente la relación entre el peso específico de mi valijota, y la cuenta regresiva de mis haberes.
-“De dónde es Ud.?”
-“Argentina!”- orgullosa –“Pero mis abuelos eran de acá!”- más orgullosa aún!
-“Ah sí?”- curioso – “y quiénes eran?”- un poco descreído.
-“Manuel Viegas y María Mariana Da Silva”
-“Viegas?  Tiene algo que ver con José Viegas?”- soltando la puerta del auto para colocar su mano en forma de signo de interrogación sobre la boca, abarcando la barbilla, y los ojos para arriba, invocando un recuerdo lejano…
-“Es mi papá!”-me asombré que lo conociera.
-“Su papá?”- incrédulo
-“Sí… mi papá.”- le aseguré
-“Pero sí José es mi tío!!!”- me sonrió entre incrédulo y sorprendido.
-“ ¡¡¡??????”- le sonreí entre incrédula y sorprendida, sabiendo que mi padre era hijo único.
-“O sea que tú ….eres mi prima….!!!”- sacando cuentas.
-“ ¿¿¿¿????????”- sacando cuentas, sabiendo de la imposibilidad de tener primos.
-“BIENVENIDA!!!!!”- me abrazó sin permiso y sin pudor.
-“  ¡¡¡¡¡¡????????”- no estando preparada para semejante recibimiento.
-“Vamos! Que te llevo a lo de Margarita y Sofía!”- volviendo a abrir la puerta del auto. –- -“Y quédate tranquila, que no te cobro nada! Desde hoy eres como mi hija!”- tan feliz como yo.-“Y hasta cuando te quedas?”- poniendo el auto en marcha.
- “Y cómo es que has venido hasta aquí sola? Cuéntame de José…? Cómo es la familia allá….? Están en Buenos Aires o en alguna provincia?”- ascendiendo el camino empedrado.
Giró a la derecha, y observé el cartelito azul con el nombre de la calle: “JOSE VIEGAS”.
-“Cuántos son allá? Tú tienes hijos? Mi tío está vivo?”-sediento de información fresca.
A los pocos metros, un barcito con un pizarrón en su frente, anunciaba:” HOY    21HS
SHOW EN VIVO     NOITE DE MUSICA      JOSE VIEGAS Y SU GUITARRA”
-“Tienes otros hermanos?” Y qué hacen allá?  Están bien?”- insaciable…
Antes de la siguiente esquina, otro letrero con letras doradas: “FERRETERIA VIEGAS”
Indudablemente había llegado al lugar indicado!
Antes que pudiera responder alguna de todas sus preguntas, ya habíamos llegado a Quinta DaCaracol!
Una enorme Santa Rita fucsia envolvía el arco de la entrada.
Las glicinas celestes colgaban embriagadoras como racimos, formando un túnel hasta la verja de acceso.
Canteros de rosas en flor, avanzaban a media altura, con lavandas erguidas entre pálidos gladiolos, crisantemos narajas y violetas anémonas, enredaban sus perfumes en una atmósfera afrodisíaca de luna incipiente.
Si de Lisboa me había enamorado, allí estaba dispuesta para otro amante!
Un muro blanquísimo, perforado con ventanitas de cortinitas caladas, con maceteros de geranios colgantes a su vera, nos fue acompañando hasta el portal.
-“Marga!!!! Mira!!!!  Qué sorpresa te traigo!!!!”- anunciaba el taxista a viva voz, antes de subir los últimos peldaños.
-“De La Argentina ha venido…! Sofía!!!!!”- llamaba a sus primas- “Que es la hija de José, la nieta de Manuel…”- alegre como un cascabel agitado.
Un par de ojos descreídos y un par de brazos enfundados en guantes de goma amarillos, asomaron de atrás de una puerta de madera labrada.
-“Mira Marga! Que es tu prima de Buenos Aires!”- sin darme tiempo a contrariarlo.
-“Bienvenida prima!”- me atravesó con su áurea sonrisa y me salpicó con los mitones empapados en agua jabonosa, con la confianza de dos niñas jugando.
-“Pero es que aún no me has dicho tu nombre….?”- entre reproche y pregunta.
-“María!”
-“María… María Viegas…”- como probando el sonido, mientras me estudiaba el rostro a la luz del farol.
-“María… nombre de tango!”- acotó Margarita . –“De tango de Buenos Aires, como no podía ser de otra manera!”.
-“ Y vos, Margarita, nombre de flor, como no podía ser de otra manera, en este jardín..”
Y nos abrazamos para siempre…
El chofer se retiro con la promesa de volver más tarde, y nosotras entramos hermanadas como si nos conociéramos de otra Vida!
Se excusó que estaba tendiendo las sábanas, y antes que se diera vuelta para seguir con la tarea, yo ya la estaba ayudando a terminar, con la normal familiaridad de quien se siente como en casa!
Quedábamos escondidas sin querer, tras los blancos lienzos, como en un juego, mientras nos presentábamos mutuamente.
Una muy atípica relación conserje/pasajera, y muy divertida!
-“Mi hija trabaja en el Municipio, mañana iremos a estudiar un poco nuestra genealogía, a ver que encontramos…Te parece?”- prometió amistosa.
-“De acuerdo!”- acepté encantada, para despejar incógnitas…

-“Disculpe Señora Margarita”- en tono afrancesado-“Me podría indicar algún restaurant sencillo para cenar…”- preguntó un negro grandote con un turbante blanco sobre su cabeza, que apareció entre las sombras de las ramas. Por suerte, también apareció su enorme sonrisa, en su rostro pacífico.
-“Hay uno muy bonito aquí cerca, y se come muy bien. Bajando por esa rua, lo va a ver…pregunte por lo de Viegas.”- le indicó.
Qué pueblo poco creativo para los nombres, pensé yo. O sería el único hombre fundador? Una especie de “Padrino”?
Margarita estaba muy ocupada para contestar todas mis dudas.
Envuelto en una túnica ocre, a modo de carpa, el corpulento y vistoso señor, se retiró balanceándose alegremente.
Ayudé a mi supuesta prima a acomodar unas frutas en unas canastas de mimbre, sobre la mesa que me indicó.
-“Te gustaría comer un pollito conmigo?”- al tiempo que discaba el número del delivery en su celular.
-“Por supuesto!”- acepté gustosa sin dar explicaciones de mi vegetarismo inoportuno.
-“Con papas o con ensalada?”
-“Cómo vos quieras….a mí me gusta todo!”. “Y sobre todo, estar acá!”- agregué emocionada.
Fue apagando las luces de la cocina, del patio de atrás, del lavadero y de la recepción, al tiempo que se prendían las estrellas en el cielo…
Los azahares colmaban el aire entre las naranjas y las mandarinas que prendían del huerto lindante.
Recorrimos las habitaciones que rodeaban el jardín, cada una con un nombre de flor distinto y hermoso, dibujado en primorosos cuadritos en sus puertitas de cuentos de hadas.
Al llegar a “AMOR PARA SIEMPRE”, nos detuvimos. La abrió, y me mostró mi paraíso personal! para esos días…
Acomodé mis cosas prontamente, porque ya llegaba el muchachito con el oloroso paquete de la cena.
Nos acomodamos en una mesita metálica con rojos almohadones, junto a la fuente. Junto a la música del agua que saltaba desde su centro.
El mundo pareció detenerse bajo el cielo oscuro, sereno, bellísimo de paz y aromas…
Alguna ranita croó a nuestros pies. Y el humo del cigarrillo de Margarita, delineó la noche, hasta apagar nuestra incansable charla.
Los angelitos de Rafael que coronaban la cabecera de mi cama, me dieron su bendición, y me rendí en el primor de tanta calma hermosura.

La luz entró entre las puntillas, dibujando arabescos sobre las paredes albas. Mi alma se llenó de nueva energía, dispuesta a seguir gozando mi nueva familia, de una pseudo prima recién nacida! Pero como dicen que Dios nos da amigos para excusarse de los parientes, en este caso, hizo una excelente combinación para mí!
Ella ya andaba distribuyendo tacitas y teteras para los desayunos de los huéspedes, bajo una gran carpa bajo los tilos.
El aroma de la tierra húmeda y de las veredas recién baldeadas, refrescó mi espíritu anhelante de buenos nutrientes.
Elegí unas frutas de la canasta, unos panes recién horneados, y llené un platito con dulce de nísperos para probar.
Miré alrededor, buscando una mesa vacía.
En un rincón, divisé al señor del turbante, pero esa mañana lucía sus ensortijados rulos azabaches en un afro digno de un afamado guitarrista de rock.
Me sonrió con cortesía, invitándome a posar mis víveres en su mesa.
Como por lo general, soy muy sociable, acepté gustosa.
-“Bonjour…”- intenté educadamente, sabiendo de su esfuerzo por comunicarse.
-“Bonjour madame, je suis Monsieur Bonifacio”- extendiendo su mano con diplomacia.
-“María. De Argentina”- contesté antes de su asfixiada pregunta.
Pelando una bergamota que deshonrosamente salpicaba el aire con su perfume, le fui contando un poco mi aventura de haber descubierto ese lugar y mi posible parentesco.
Él me contó que era del Congo, que vivía en París, y que ese día era su cumpleaños!
Hasta ahí el diálogo era bastante comprensible a pesar de la diferencia de lenguas.
A mí me pareció muy triste, que alguien eligiera pasar su cumpleaños solo, sin amigos, en un lugar tan distante… y una vez más comprobé que el dinero no compra la felicidad…
Él revolvía interminablemente una cucharita de miel dentro de un pálido té desabrido, mientras yo untaba mi dulce al por mayor sobre unas tostadas humeantes de placer.
Nos quedamos charlando hasta que todos los comensales se fueron yendo, y la empleada comenzó a limpiar el recinto.
Salimos al jardín, y nos sacamos unas fotos mutuamente, indicándonos con el idioma universal de las sonrisas, el lugar y los gestos apropiados.
Luego me invitó a salir a caminar, y ya que Margarita había salido a hacer las compras, aproveché la mañana para conocerlos alrededores, bien acompañada.
Caminamos hasta la costanera, pasando una vez más por una zapatería llamada Viegas, para variar! Tratando de entendernos en un lentísimo francés, acorde a mis incipientes conocimientos.
No sé aún como le entendí todo, ya que el tema era bastante complicado: algo así como filosofía y metafísica combinada, pasando por el tema de las coincidencias y el manejo de los pensamientos en la mente.
A mí juego me llamaron, evidentemente me atrapó, y así es que caminamos bordeando el mar, hasta el pueblo vecino.
Paramos junto a unos pescadores para ver vaciar sus redes y limpiar sus botes.
Ya pasado el mediodía, me invitó a almorzar un “churrasco de atún”, típico de allí.
Una vez más tuve que esconder mi teoría de no comer “nada con ojos”, porque me pareció una descortesía. Y debo admitir que resultó muy sabroso. Pobre pescadito…
Volvimos en un taxi que “coincidentemente” pasó por allí
Margarita estaba planchando las sábanas, y hablando con su novio por teléfono, así que seguí hasta mi cuarto, dispuesta a una siesta reparadora.
Ya reconfortada, me tiré en unas reposeras a leer en el jardín, junto a un jugo que mi prima trajo para acompañar la charla vespertina.
Me contó de la investigación que esa mañana su hija había hecho en la Municipalidad, y evidentemente, a pesar que ambos nuestros padres tuvieran el mismo nombre, como ambas ya sabíamos, se trataba de distintas personas. Para más datos, el de ella estaba fallecido, y el mío aún no!
Brindamos por el desparpajo y nos autodenominamos aunque más no sea: “primas segundas!”, porque no?! Primas de alma!
“-Excuse moi, madamme…”- interrumpió Bonifacio con su elegante túnica ahora color maíz, -“me permitiría invitarla a la cena de mi 80º cumpleaños?”
No acostumbro salir con caballeros que superen la edad de mi padre, pero en este caso, y en ese tono, fue imposible desmerecer semejante invitación.
Con la venia de aceptación de Margarita, me fui a cambiar de atuendo por algo más formal a la ocasión. (Ni sueñen que me puse un ridículo sayal, parecería una rinoceronte en carpa!).
Llamó mi atención, lo silencioso que ya se encontraba el pueblo… evidentemente, no era un lugar turístico, por lo que las familias comían en sus casas, y a horas más tempranas.
Caminamos por una cuesta de adoquines irregulares, tratando de divisar algún lugar abierto.
Cansados por la subida, nos sentamos en el rústico umbral de piedras de una capilla que se hallaba en la cima.
Inmediatamente escuchamos algo parecido a un piano en su interior. Alguien estaba ensayando escalas, y algunas melodías.
Salté de un brinco para espiar por entre las hendijas de la vieja puerta cerrada.
Sólo podía ver la espalda de un hombre sentado frente  a un clave, alumbrado por un farol a querosén.
La imagen tenebrosa era digna de la belleza de un cuadro renacentista.
La magia de esos acordes me mantuvo pegada al portal hasta que terminó el concierto, olvidada del hambre, saciada de encanto.
Boni, como quería que lo llamara, me miraba extasiado. Creo que me tomó por su regalo de cumpleaños.
Lo cierto es que me tomó del brazo y me condujo a una gran terraza atrás del templo.
Era un gran balcón al océano, con un pequeño comedor con mesitas al aire libre.
Para mí, ése fue un regalo de Dios.
El camarero muy atento, nos ubicó frente a la gran vista, y la vía láctea alumbró nuestro mantel.
Nos trajo una bandeja con una deliciosa variedad de quesos, ricos panes, y enormes chops de cerveza.
Ya que no tendría que manejar de regreso, aproveché la ocasión, y por partida doble, pues Boni se negó a beber el suyo. Creo haber entendido que era por una cuestión religiosa (a juzgar por su atuendo, creo que era una especie de sacerdote de alguna tribu africana, ésa parte no se la capté) o algo así, lo cierto es que brindé por él!
Extasiada y embelesada, descendimos la colina. Al pasar junto a un largo paredón, vimos escrito en grandes letras celestes (2 metros de alto cada una, juro que sin exagerar a pesar de la mareada!): “ AMO-TE MARIA”
(Qué pensaron? Otra vez “VIEGAS”?)
Boni sonriente me aclaró: -“Yo no fui!” – pero parecieron haber sido sus ganas.
“AMO-TE MARIA” – Obvio! Fue Dios!”- le señalé –“Y especialmente para mí! Si me estuvo llenando de “presentes” desde que salí de casa…!”
Boquiabiertos por el broche de oro de la jornada, llegamos al hotel.
Margarita seguía planchando y hablando con su novio por teléfono.
Yo le agradecí a mi anfitrión por la velada, con una rápida despedida, sabiendo de su partida al amanecer siguiente.
Me metí en mi habitación un poco abruptamente, ya que tantas emociones fuertes, debían ser bien protegidas…

En el desayuno de la mañana siguiente, bajo la blanca carpa de sol, lo extrañé un poquito. Su presencia no había pasado desapercibida. Su ausencia, tampoco…
Con nísperos en los bolsillos, y muchas ganas, salté por encima de la portezuela (estaba trabada irremediablemente) al jeep descapotado de Margarita. Iríamos a la playa!
Rodamos por la famosa calleja de piedritas, hasta un pequeñísimo muelle, donde el lanchón de José (Viegas tal vez?) nos cruzó enfrente a la isla.
Algunos jóvenes surfistas, con sus tablas multicolores, ya se encontraban haciendo piruetas sobre las olas espumosas.
Las familias locales llegaban con sus canastas y asientos plegables, ocupando la dorada costa.
Chiquillos corriendo tras pelotas inflables y muchachitas luciendo sus figuras al sol.
Como en un pequeño club, donde todos se conocen, a medida que desembarcaban, iban saludándose unos a otros, como una gran parentela.
Mi nobel prima postiza, me iba presentando como si yo también perteneciera. Todos encantados, me daban la bienvenida! Y buenos deseos ante la precoz marchada.
Mi tiempo corría, y debía seguir viaje hacia el final de mi itinerario: sur de España, y subida a Madrid, de donde tenía previsto el vuelo de regreso, en menos de una semana.
En la estación de “autocarros”, nos abrazamos con Margarita, con las siempre inciertas promesas de un pronto retorno, sabedoras de las distancias y los tiempos.
Pero que si la Vida nos había permitido este encuentro, era porque nos los tenía destinado, y porque no otro?
Partí en el siguiente micro a Sevilla, con la idéntica situación que a mi llegada: la boletería cerró y las luces se apagaron, apenas hube subido, siendo la única turista en la estación. Busqué al chofer del taxi, pero no se había presentado, le dejé saludos cariñosos, sabiendo que estaría allí, como un ritual, para mi eventual regreso.

En España, los llaman “Puentes”. Son una serie de tres o cuatro días feriados, coincidentes con un fin de semana largo. Como la mayoría tiene disponibilidad económica, y las distancias son tan cortas entre puntos turísticos de interés, son muchísimas las personas que se trasladan de un lugar a otro.
Las carreteras se llenan, y mucho más los alojamientos.
Eso fue lo que aprendí al llegar: -“No hay lugar ni para una alfiler”- me dieron pocos ánimos en la oficina de turismo y reservas.
Con mi usual esperanza, me dirigí al hostel que figuraba en una guía que me dieron.
Era un moderno edificio, rodeado de jardines…. Y rodeado de gente esperando que alguien cancelara, para poder ingresar a pasar la noche!
Decidí presentarme en la recepción, sabiendo de la inutilidad de hacer la fila, y presumiendo que una argentina que venía desde tan lejos tendría algún privilegio en el orden.
ERROR!
Con el cansancio instalado en mis huesos, tras arrastrar (las rueditas de mi valija ya habían muerto varios miles de km. atrás) mi equipaje, presencié la llegada de otra mujer con la misma altanería, pretendiendo lo mismo que todo el mundo.
Pero cuando digo “altanería”, lo hago con un tono reverencial y casi devocional. Ya que me refiero a ese aspecto donde la autoestima y la confianza, brillan con descaro.
Y si digo “descaro”, es una forma de presentar el humor y la desfachatez que tuvo en el gesto.
Todo este preámbulo, para presentarles a mi nueva futura amiga: con Uds…….Concha Carpena!
Una magnífica Valenciana, de mi mismo signo, y mi misma edad! Mis mismas ganas e idéntico empuje!
Me contó que el año anterior había recorrido sola toda la Patagonia, y le había encantado!
Hace falta más? para sellar ahí mismo la camaradería que nos acompañaría hasta…..nuevo aviso!
Así que nos dispusimos juntas a continuar con la búsqueda del preciado lugar, ya que la oscuridad se avecinaba.
Tras tres o cuatro fallidos intentos, y lejos de desmoralizarnos, hallamos un hotelcito en el centro donde nos prometieron hacernos lugar si volvíamos en 2 horas.
Y si no nos molestaba compartir la habitación con otras dos desconocidas.
Y si no importaba que estuviera en un sótano sin ventanas…
¡Qué más daba! Si la ciudad estaba de Fiesta! nosotras también!
Largamos los bolsos, y salimos a festejar! Ya ni recuerdo que era lo que festejaban o  que Santo de turno era el homenajeado, pero sí recuerdo lo bien que la pasamos.
Una verdadera “salida de copas”, como ellos la llaman. Recorrimos varios “tablaos”, cervezas mediantes (debo confesar avergonzada que solo me animé a una!) y presenciamos varios de los famosos shows de flamenco!
El numeroso público se arremolinaba alrededor de los escenarios iluminados, en torno a la bailarina que zarandeaba su roja falda moteada, y los guitarristas que demostraban sus habilidades al compás de las palmas, con secos aplausos rítmicos, y el ánimo encendido.
Concha regalaba sus carcajadas con una generosidad desbordante, hasta que decidió abandonar mi compañía por la de un compatriota más apuesto, prometedor de una noche venturosa…
-“Nos vemos luego en el hotel…., te parece? Sabes por donde regresar?”- partieron del brazo, con urgencia, sin escuchar mi respuesta.
La Sevilla vieja es un laberinto, como toda ciudad medieval, pero mi sentido de la orientación, y mi cordura, no me abandonaron.
Llegué sin dificultad, alegre y agotada, directo a la cama, sin reparar demasiado en los detalles de la “habitación”.
En algún momento, cerca del amanecer, escuché entre sueños, que Concha me susurró en el oído: -“A Dios gracias que has llegado bien… no sabes el jaleo que hay afuera…”- y sentí que me arropaba como una madre tierna…
Seguí durmiendo hasta media mañana. Sorprendida de su ausencia, me levanté y ví que ya no quedaba nadie en el cuarto. Me duché y salí dispuesta a una nueva jornada de sorpresas…
Al pasar por la recepción, la joven de turno me informó que “la otra señora se había tenido que ir…”, alcanzándome una nota que dejó para mí.
Obviamente, el sevillano tenía mejores propuestas…
Nuevo sol, nuevo paseo…a la Catedral, para variar! La Giralda y el consiguiente famoso Real Alcázar!
Recorrí sus fastuosos interiores, admiré su arquitectura, y me paseé feliz por sus jardines, bellísimos…pacíficos…. Admirables de flores y perfumes de azahares...
Me senté bajo la sombra de una palmera a refrescarme en una pausa a tanta maravilla.
Se me acerca una muchacha empuñando su máquina de fotos.
-“Me podrías sacar una acá?”- en inconfundible tonada argentina!
No hizo falta más presentaciones, para continuar el recorrido juntas.
Me contó que se llamaba Luciana, que hacía tres años vivía en Almería, trabajando como niñera para una familia española, que la trataban divinamente, y que la llevaban con ellos de vacaciones por todas partes. Así era que ese día se encontraba allí.
Compartimos el almuerzo, y el paseo en barco por el río Guadalquivir, entre fotos y relatos de nuestras vidas, como antiguas amigas, en viaje de placer!
Le comenté que tenía pensado ir a la estación a averiguar para seguir a Córdoba al día siguiente, y se entusiasmó en acompañarme.
Llamó a sus patrones por celular, y arregló su permiso por el resto del fin de semana.
Resultó que el micro saldría en apenas una hora! El tiempo justo que nos daría para buscar sendos equipajes en sendos alojamientos en el centro, y reencontrarnos en la parada con los minutos contados.
Al ir a despedirnos momentáneamente, nos dimos cuenta que seguíamos caminando en la misma dirección por veredas enfrentadas. Al llegar a la esquina, ambas doblamos para el mismo lado. Entre sonrisas, nos preguntamos los nombres o la calle del hotel de cada una.
-“ Gran Plaza”- anuncié yo orgullosa de recordar el nombre.
-“Gran Plaza? El mismo que yo!”- se rió sorprendida por otra nueva coincidencia, y aceleramos el paso.
Al llegar y pedir la llave, nos seguimos sorprendiendo al constatar que la noche anterior, habíamos compartido la misma habitación! Y ni nos habíamos visto!
Ella había llegado después que yo había partido con Concha, y se había retirado temprano en la mañana, justo cuando la Valenciana se iba y le recomendaba conocer a “esa Argentinita que está durmiendo allí!”- le dijo señalándole mi cama!
Otro designio cumplido! Otro misterio revelado….las casualidades no existen!
Corrimos a tiempo al autobús y a medianoche, arribamos juntas a Córdoba. Esta vez sin preocuparnos por el albergue, ya que mi experimentada compañerita, tuvo la precaución de hacer reservaciones por internet en un hostel cercano a la Mezquita. Bendita tecnología (a veces)! Y obviamente compartimos la habitación una vez más, nos reelegimos con conciencia!
Dispuestas a devorarnos cuanto monumento del impresionante Patrimonio que Andalucía nos ofrecía, salimos a recorrer las calles del casco histórico.
Anduvimos por las estrechas del barrio de la Judería, con sus patios llenos de naranjos y azareros, avistados tras los canceles de herrerías forjadas por siglos de arte y civilizaciones muy diferentes.
En estos lares se mezclaron las huellas dejadas por culturas muy diversas a lo largo de los siglos, desde las invasiones del imperio romano y las árabes con su moros -finalmente expulsados por el avance de los cristianos- fueron dejando una valiosa herencia cultural, manifestada en cada detalle, desde lo arquitectónico, la música o las comidas.
Centenares de macetas con blancos jazmines y geranios rojos, colgaban alineadas en rugosas paredes encaladas.
Nos contaron de un fiesta tradicional que se realiza en Abril, para elegir el patio más bonito, poniendo a prueba la creatividad de los vecinos participantes.
Una pena, no haber estado allí para la Primavera! Otra vez será…
Lo que acaparó el protagonismo absoluto fue la maravillosa gran Mezquita, con su fascinante arte islámico. La entrada para recorrer su particular bosque de columnas bicolor, sosteniendo los arcos en herraduras, costaba 7 euros, incluyendo la visita a los jardines perimetrales.
Rodeamos la manzana para apreciar todo su esplendor desde las afueras, y descubrimos que en una hora comenzaría la Misa en la Catedral que la contiene, entrando por una pequeña puerta sobre una calle no turística.
Así que decidimos esperar el momento oportuno y bendito, mutando nuestro ajuar de turistas por el de feligresas, para entrar gratuitamente.
Recorrimos las naves con los cuellos doblados para arriba, como una extraña oración dirigida realmente al Señor que habita en las alturas, apreciando la fastuosa decoración que embelesaba sus muros interiores.
Tras una breve pausa para calmar los piecitos caminantes, y nutrir nuestros estómagos, seguimos alimentando el alma con la belleza de los jardines del Alcázar, disfrutando sus senderos de agua y sus fuentes entreveradas con una vegetación soberbia de flores y perfumes.
Una pasadita por los baños árabes, y de los contemporáneos también (seguíamos siendo humanas, aunque tocando el cielo con las manos!) y por el museo de los mosaicos -otra maravilla multicolor- colmaron nuestra tarde de sol y amistad.
Despedimos el día en un barcito con el tradicional show andaluz de flamenco y vinos de la región.
Luciana debía retomar sus funciones en Almería y yo me había propuesto llegar a Granada.
Nueva despedida, nuevos abrazos, nuevas promesas…
Un viaje así es el mejor maestro de Vida, donde debes aprender a gozar el momento presente con lo que “causalmente” se te presente, y aprender a soltarlo para poder tomar lo que sigue. Constantemente cambiando, constantemente dispuesto a disfrutar, sin ataduras, sin previsiones, sin pretensiones, sin expectativas. Entonces todo lo que te llega es maravillosamente impensado! Ésta es la mejor fórmula que aprendí para no frustrarte ante nada. Todo lo que se te es dado, es para tu gozo y bien!

Y así fue como se me presentó el hotel “Lisboa” en pleno centro de Granada. Lo elegí obviamente por una cuestión de fidelidad a mi amor dejado unos días atrás en tierras portuguesas, donde algún ancestro moro me legó los ojos negros que poseo.
Tomé una habitación con un precioso balconcito a la calle, donde me asomé apenas entré a dejar mis bultos.
Un desfile de  arlequines, bufones, y elegantes señores medievales, atinó a pasar bajo el mismo, invitando a una feria en la plaza mayor. La música me fue llevando… y como por arte de magia, me sentí convertida en damisela, en medio de un mercadillo pleno de jamones, tortillas, aceitunas de todos tamaños y colores, almendras, frutas secas, quesos, licores, abanicos, chales de flecos al viento, y la música! indiscutida anfitriona, con su homónima romanza
Granada, tierra soñada por mí
mi cantar se vuelve gitano cuando es para tí
mi cantar hecho de fantasía
mi cantar flor de melancolía
que yo te vengo a dar.
granada,
tierra ensangrentada
en tardes de toros.
mujer que conserva el embrujo
de los ojos moros;
te sueño rebelde y gitana
cubierta de flores
y beso tu boca de grana
jugosa manzana
que me habla de amores.
Granada manola,
cantada en coplas preciosas
no tengo otra cosa que darte
que un ramo de rosas,
de rosas de suave fragancia
que le dieran marco a la virgen morena.
Granada,
tu tierra está llena
de lindas mujeres
de sangre y de sol.
Qué más se le puede pedir al día?! Vieron que funciona esto de dejarse sorprender?
La Vida te da sorpresas, sorpresas te da la Vida….cantaba otro trovador de otras tierras, verdad?
Y con este ánimo, me encaminé la mañana siguiente a la Alhambra y Generalife, visitas ineludibles de esta ciudad.
………………………………………………………………………..Maravillas indescriptibles !!! donde las palabras enmudecen por respeto.
Por suerte uno ahora accede a la página. Web y se entera de todos los detalles, pero las emociones son otra cosa….trataré de hacerme explicar….
Primero haré la salvedad que detesto visitar sitios relacionados con las guerras, los ejércitos, y cuanta agresividad haya habido sobre la tierra, por más valioso que sea patrimonialmente hablando. Y mucho menos reverenciarlos pagando una entrada por ello.
Por lo tanto obvié aquí el recorrido por la fortaleza y la zona de la ciudadela donde se avistaba a los enemigos, donde se alojaban los soldados, las armas, y cuanta nefasta cosa de esta especie hubiera.
Me limité a recorrer los palacios, las construcciones religiosas, y por supuesto los jardines circundantes.
Aunque si vamos a ser puntillosos, todo esto también lo habitaban los mismos malandras, reyes, sultanes y/o arzobispos,  que gestaban las guerras e invasiones.
Pero bueno, vamos a pensar que sus familias, sus servidores, artistas y artesanos circundantes, no tenían la culpa.
Y menos los arquitectos que la construyeron con todo su buen arte. Y conste que no es por defender al gremio, sino, que realmente fueron exquisitos!
Cómo describir el impacto que me produjo semejante beldad?
Las construcciones en filigranas caladas con infinita perfección, ascendiendo a las nubes en torretas  como cucuruchos de helado de crema.
Innumerables fuentes, estanques y acequias susurrando melodías de paz, en rincones donde otrora infantas y princesas se refrescaban la tarde y los amores ocultos, entre verdes frondas de flores.
Encantada por sus aromas y su magia, fotografié más de seiscientas de ellas en tímidos capullos primorosos, ramilletes colgantes, enérgicas altivas, rastreras ocultas, o deliciosos bouquets. El arco iris a pleno sol, las vestía con su mejor paleta!
Estuve más de dos horas sentada en medio de un silencioso círculo de pinos oscuros, atravesado por una línea de agua, con una ancha piedra a través del mismo, a modo de puentecillo. Maravillada de la lejanía de otros turistas a la vista, me acomodé en posición buda: espalda erguida, hombros y párpados bajos, manos dispuestas a dar y recibir sobre las rodillas, plexo solar abierto, respiración lenta y pausada, coronilla estirada en su cordón de plata, haciendo conección con el más allá, para atraerlo al inmediato acá, ya paraíso!
La vista fija en el horizonte por sobre la colina adyacente, y el corazón pleno de “gracias”…
El tiempo se detuvo, el aire desapareció…
Una burbuja de muda paz, iluminó mi alma en calma….
Pasearme por estos jardines, fue sentir un éxtasis semejante a hacer el Amor con la mismísima Sra. Naturaleza!, Diosa de la Creación, y Madre Tierra, todas envueltas en la misma Perfección!
Cómo pudo Washington Irving, autor del célebre “Cuentos de la Alhambra”, describir tan gratamente estos parajes y las anécdotas más poéticas que aquí se sucedían, con tanta belleza y exquisito detalle? Me devoré sus páginas en el vuelo de regreso, para seguir atesorando los hechizos de los perfumes y los recovecos, hasta el último momento de poner “los pies en la tierra”…

Aunque aún me falta contarles mi último destino: Madrid y alrededores!
Decidí gastar mis últimos euros en un buen hotel de despedida de semejante viaje. Encontré por internet, uno en buena ubicación céntrica con el pretensioso nombre de “Hotel Palacio”. Embebida por el espíritu acorde a mi dote, allí me dirigí.
Acomodé mis cosas, y presurosa salí a hacer contactos en editoriales y librerías de la gran capital, para la promoción de los últimos libros que me había reservado para este fin. En todos lados, me dieron la bien recibida, en virtud de mi nacionalidad, y las promesas de certero estudio del material. Pero aún hasta hoy, no me han vuelto a contestar…
No importa, yo hice mi parte, y bien orgullosa estoy de ello. (Tal vez, demasiado! Engreída yo?!)
Aproveché el paseo para conocer los tradicionales puntos turísticos, es decir, catedrales, casa de gobierno, municipio, palacios, museos, calles peatonales, parques, etc. Etc. Etc. Bla bla bla… más de lo mismo…
Madrid ya me agarró cansada, y la verdad sea dicha, ya nada me complacía, me daba lo mismo un poste de teléfono que una columna etrusca…
Era como haberme comido un gran pastel de chocolate yo sola, y ahora sólo quería que me bajara el dolor de estómago…no me entraba nada más.
Así que me dí el permiso “más ridículo” de cualquier vacación, que lleve ese nombre: “NO HACER NADA!”.
Al principio tuve que pelearme con la culpa de cuestionarme cómo era eso de quedarse encerrada en un cuarto de hotel, en Europa!!!, mirando la tele en la cama…. Eso lo puedo hacer gratis en Buenos Aires, y no desperdiciar una estadía, los conocimientos que adquiría si seguía leyendo guías de turismo, recorriendo más monumentos, visitando a Cervantes, el Quijote y Sancho Panza, como si de falta a parientes se tratara, …. y etc. Etc. Etc…. Hasta que el sueño me ganó la partida y disfruté a pleno una siesta de 12 horas bien merecida!
Al fin y al cabo, aún me quedaban tres días!
A la mañana siguiente, absolutamente renovada, y con la energía de la culpa bien domesticada, decidí hacerme caso yendo a visitar la trilogía del museo de arte Reina Sofía, el Thysen-Bornemisza y el del Prado, todo en un día! Tutearme con Picasso, Dalí, Miró, Mondrian, Kandisky, Magritte, Rivera, El Greco, Goya, Murillo, Velazquez, Rubens, Caravaggio, Tintoretto, Rembrandt, y tantos otros, fue más que una panzada de regocijo, otra fastuosa empalagada! que me dejó para otro anochecer de cama y zapping más terrenal!
Al día siguiente, quise conocer los jardines que habían inspirado a Joaquín Rodrigo en su inmortal Concierto de Aranjuez, y hacia allí me encaminé.
Y no me defraudé! Otra mañana de encanto, recorriendo los mismos canteros que las reinas que los circularon, y donde los príncipes las cortejearon. Sintiéndome una vez más, dama de honor,  o ranita viéndolas pasar, o simplemente abejita que se posara sobre los rosales, de todos modos, feliz! Radiante! todo el Sol para mí!.
Una vuelta por los palacios circundantes, y el infaltable Monasterio del Escorial. Pero al enterarme que era el mausoleo de todos los reyes que dirigieron los designios a lo largo de toda la historia del Imperio hasta nuestros días, salí despavorida. Las visitas a los cementerios, no me sientan nada bien. Menos eso de tener la tumba asegurada en vida! Por más que te codees con los Austrias y los Borbones dentro del boato de cajones de lujo, pero en  definitiva los mismos gusanitos….
Por más joyas de la corona, molduras y dorados a la hoja que haya, prefiero el verde brillante de la pura Naturaleza.
Hastiada de tantas dinastías, cortes, e intrigas palaciegas, decidí llegarme a Toledo, donde por la noche asistiría al recital lírico de la prima de una amiga de Buenos Aires, residente en Madrid, con quien habíamos hecho previo contacto en la bendita maquinita de Internet.
Grande fue mi sorpresa, al atravesar la muralla, y comenzar a ascender por las pedregosas calles medievales. Encontré carros de heno, caballos encabritados arrastrando carruajes de madera, monjes y cartujos en rasposas túnicas marrones, damiselas con atuendos de dicha época, soldados con armaduras de peltre, y la horca instalada en medio de la plaza Mayor!
-¿?????
Creí entrar en el túnel del tiempo…. Hasta que ví la grúa con el director, megáfono en mano, dando órdenes a los actores de la escena que rodaban en ese momento.
Cámaras, columnas de iluminación, vallas, pantallas, furgones con bebidas, vestuarios ambulantes, y sillitas para retoques de maquillajes, rodeaban los escenarios naturales de la catedral y callecitas circundantes.
Sólo ésto me faltaba para completar todas las actividades culturales del viaje: conciertos, museos, bibliotecas, artistas callejeros… pero set de filmación!? No se me había ocurrido visitar… y ahí estaba, involuntariamente, metida en medio de la trama. Faltaba que me dieran una canastita, y con sombrerito de aldeana, me paseara por la vereda de enfrente. Y encima me pagaran en euros! Como extra!
Sorpresas te da la Vida….la Vida te Da!, sólo te pide que estés abierto a recibir…!
A las 19 busqué la Sinagoga, donde Mónica Monasterio me terminaría de embelesar con sus canciones sefardíes, todo ternura y pasión, acompañada por un guitarrista argentino, en un ámbito de arquitectura exquisita, iluminado con la penumbra de antorchas a medio arder.
Como exquisita su alma, expresada en la música que entonaba a ojos cerrados y corazón abierto.
Al final del espectáculo, me acerqué a presentarme y a agradecerle. Palpó mi rostro para reconocerme, y ambas sonrisas sellarían nuestra amistad hasta estos días!
Compartimos unas tapas con cerveza en una taberna cercana, y me regresaron a mi hotel en Madrid, por la Gran Vía! Como una gran dama!

El último día debía ser especial, algo distinto… digno de una despedida… pero qué? No se me ocurría nada. A mí no me interesan las compras en shoppings, ya había recorrido más de lo imaginado, que más habría para conmover mi alma…? Ya estaba más que satisfecha con todo lo recibido…. Así que supe…
Que lo único que quería hacer, era sentarme en un parque en Paz! Relamer todos mis recuerdos desde que había salido de mi casa, casi 50 días atrás, y agradecer por cada una de esas maravillas que había vivido. En calma… en el sosiego que da la tierra, y calienta el sol… arropando los sentimientos….
Me dirigí entonces al Retiro, idéntico a nuestro Palermo. Una gran área verde en uno de los bordes de la gran ciudad, con bosques, lagos artificiales, un bonito invernadero de metal y vidrio, esculturas, farolas, algunos barcitos diseminados, y muchos banquitos bajo las frondosas copas, para aliviar los piecitos y el calor de Octubre.
Allí me estuve recargando de fresca lozanía, y de los sandwichitos que llevaba en mi fiel mochila Kitty!  Compartí con ella, con alguna ardillita  y mi leal máquina de fotos, ese mágico pic-nic de fin de fiesta!
Iba volviendo por la “Avenida Argentina”, y en la rotonda de la Puerta de Alcalá, un muchacho pelirrojo con la melena de Jimy Hendrix, me pide la tradicional fotografía con el arco de fondo.
Habló en perfecto castellano, pero con un cantito que me recordó a mis operarios yeseros, en las obras de Buenos Aires.
Por supuesto no faltó el típico: -“De dónde sos?”
-“Bolivia”- contestó orgulloso, y ofreciéndose a devolverme la amabilidad con la consecuente foto mía con el mismo fondo.
Hermanados por el parentesco de nuestros orígenes, fuimos a caminar un rato juntos, compartiendo un helado de media tarde.
-“¿Te gusta Silvio Rodriguez?”- me preguntó de repente.
-“Por supuesto!”- como si otra cosa hubiera sido una blasfemia.
-“Tengo entradas para verlo. Querés acompañarme?”- me invitó cordialmente.
-“Ay! Me encantaría… pero ya me voy mañana temprano….y el recital es a la noche…”-segura por todos los afiches que había visto pegados en los muros de la ciudad, la última semana, y ya añorando semejante pérdida de oportunidad.
-“No! Es hoy! “
-“No… mañana es 20…”- segurísima por la fecha de mi pasaje.
-“Sí. Pero yo tengo entradas para hoy, para la avant!”
Incrédula pero satisfecha de no tener confusión con el día que era, y haberme perdido mi vuelo, por haber trascendido la medida del gozo y del tiempo…
-“En serio????  Cómo es eso????”- aún sin tomar conciencia del último Milagro que me tenían asignado!
-“ Debe ser por aquí…”- revisando sus tickets, y el cartel de la calle que cruzábamos en ese momento.
-“Quevedo 1242… Auditorio Real….Es allí!”- seguro me tomó de la mano para apurar el paso.
-“Y justo es la hora ahora!”- contentísimos!
No había nadie en el vestíbulo, con lo que me extrañé y supuse que: o estábamos llegando tarde, o realmente él tendría la fecha confundida.
Pero no! Una amable acomodadora se nos acercó y preguntó por nuestras “credenciales”
Siempre supe llamar “entradas” a los papelitos que te habilitan para ello, pero “credenciales”?
De todos modos, no tenía nada que perder, y confié en mi nuevo amigo.
-“De “Todo Música” de La Paz, Bolivia!”- aseveró seguro –“Ella es la fotógrafa”- casi presentándome, a la par que mostraba una tarjeta plastificada.
Fotógrafa oficial yo???? Y encima de una revista??? No sería mucho?
La joven nos condujo por un pasillo oscuro y descorrió una cortina pesada al final.
El impacto del escenario iluminado, y todos los medios de prensa apuntando a uno de mis cantautores preferidos, no lo olvidaré jamás.
Allí, a pocos metros, estaba él! De carne y hueso! El mismo que posaba en las tapas de los discos de mi adolescencia…el que me había acompañado en tantos momentos a lo largo de mi Vida… Increíble!
Tratando de ubicarme en la situación, tratando de no patear ningún atril de las cámaras ni de las filmadoras, ni engancharme en los cables que cruzaban el piso, dí un pantallazo a los ocupantes de las primeras butacas, a quienes aún les alcanzaba la luz.
-“Ése es Serrat?????!!!!”- le susurré impresionada, en la oreja a Manuel.
-“El mismísimo Joan!”- me sonrió entre bambalinas.
-“Y ése… ése es Aute! Luis Eduardo Aute!!- apagué mi gritito con mis manos sobre mis mejillas.
-“Lo viste allá a Ismael?”
-“Qué Ismael?”
-“Serrano, quién sino?”- un poco ofendido de no reconocer su ídolo.
-“Ahhh… sólo le conocía la voz…”-a modo de disculpa.
-“Y allá…lo viste? 3º asiento de la derecha? : Sabina!, lo conoces?”
-“Pero cómo? Si ése hoy tenía presentación en Barcelona! De eso estoy segura! También estaba lleno de propagandas!”
-“Pero si Barcelona está a un paso. Apenas hace acto de presencia acá y se lo llevan volando… que para eso es un artista con plata!”- me iba dando todos los pormenores.
El negro Rada, de Uruguay, junto al negro Milanés, no pudieron dejar de llamar mi atención.
Ana Belén con Víctor Manuel, acomodados al lado de Miguel Bosé, Alejandro Sanz y tantos otros que no llegaba a recordar sus nombres.
Mientras, Silvio contestaba a los periodistas que se abalanzaban en la sala, cuestionándole vida y obra, requiriendo secretos, planes y proyectos.
Se trataba de la presentación de su nuevo álbum, un memorial a Noé Nicola, un compañero de andanzas de la trova cubana, recientemente fallecido.
Y yo ahí, en medio de los flashes, invitada a esta Fiesta! Quién lo diría!....
Por supuesto, a pesar del temblor de mis manos por la emoción, enfoqué mi camarita, y me dí el gusto de hacer de las mías!
Durante algo más de dos horas, mis ojos saltaban incrédulos de la platea al escenario, donde en una banqueta, sencillamente apoyado en un pie, brillaba el astro de:
   “Sólo el Amor convierte en Milagro el barro….”- una de mis frases de cabecera….
Al terminar, tras la ovación de cierre, nos invitaron a pasar a otra sala contigua, donde todos se saludaban afectuosamente, y los mozos, bandejas en alto, pasaban ofreciendo bocadillos y bebidas espumantes.
Se vació de periodistas, ya que todos habrían corrido a sus oficinas, a hacer circular las notas y las primicias.
Manuel se acercó a Silvio, y yo no me despegaba de su lado.
Se aplastaron el pecho y palmearon las espaldas con la efusividad de los viejos amigos que hacía tiempo no se encontraban.
Finalmente tuve que aceptar que la historia que juntos habían tocado con su banda, era cierta!  Al principio, la verdad, es que no le creía nada a este rojo melenudo, que el azar quiso presentarme.
En realidad, me enseño una vez más, a no hacer juicios prematuros, a no enjuiciar a la gente por las apariencias… y encima me lo enseñó de una forma tan divertida! Y con bombones y champagne por añadidura! Qué grande son tus métodos Señor!!!!....y gracias!
En eso, se acercó Aute, a unirse al abrazo.
No me pude contener… Sabía perfectamente que iba a pensar que soy una cholula, pero no me podía perder una oportunidad única como ésta:
-“Te fui a ver al Luna Park hace tres meses en Buenos Aires. Tengo todos tus discos, hace 20 años que te sigo…”- le relaté en dos segundos todo el amor que sentía por él, hasta que me interrumpió con un más que cariñoso beso pasional!..... (En la mejilla!!, porque es todo un caballero) (Qué lástima que fue “tan” caballero….!)
Me siguió sorprendiendo, me hizo un dibujito en una servilleta: -“Cómo te llamas?”- acostumbrado a los autógrafos.
Me gustó!!!!!!  Le dió otro beso al papel y me lo “depositó” sobre el corazón, sabedor de los límites con el escote de mi remera.
Me hizo un guiño, una sonrisa, y me tomó por la cintura, dirigiendo su copa contra la mía.
Toqué el firmamento, y creo que aún no he querido volver a bajar…
Los artistas se iban despidiendo, y yo aún no lograba entender qué había pasado…cómo era que mi última noche se había convertido en semejante festejo de despedida!
Y más aún: Manuel me invitó a cenar a la Plaza Mayor, bajo las estrellas…. extasiada de tanto placer, me propuse jamás volver a olvidar que “Los Milagros existen!”
Aunque sea la palabra que más haya repetido en estos relatos, creo que es la única que llega a definir todo lo que en este “Viaje” he vivido!

En una nube rosa volví a mi “Palace” de ilusión, y en más nubes doradas de amanecer, volví a mi Patria, a mi hogar!


Por todas estas Maravillas sucedidas, ahora sé que los Milagros son Las Realidades de todo aquéllo que recibimos con alegría, sin haberlo esperado, sin siquiera haberlo pedido ni imaginado. Ninguna expectativa, y todo es bien recibido! Mucho más de lo que nuestras mentes finitas se puedan proponer. La gracia de la Abundancia es infinitamente Superior, infinitamente generosa…
Sólo nos requiere de nuestra aceptación, y de nuestro admirable eterno Agradecimiento!
El Bíblico “Pedid y se os dará”, se cumplió más que con creces.
Y si de crecer se trataba todo esto, que buen “Medio Siglo de Cumpleaños” me regaló la Vida!  Conocí alguito (como para empezar….) (porque ya me engolosiné y no pienso parar!) de Lasuropas! Y del Cielo también!

Gracias Angelitos!, de corazón…
Nos vemos en las próximas aventuras, no me pierdan! Chau!







































































                         Lasuropas!


Los 50 son “la gran bisagra” en la Vida!
Los primeros los pasaste, los segundos nadie te los garantiza.
Así que lo mejor que se me ocurrió, fue decidirme a disfrutarlos!
Si hasta aquí, a pesar de los tropiezos y los cachetazos con que me enseñó la Vida, llegué sana y entera, entre otras virtudes (que no es lugar ni momento para ponderar…!), se imaginan lo que me espera? , ahora que, “medianamente”, una ya la tiene clara!

Y hacía un tiempo que tenía bien en claro, el regalo con que me festejaría: saltar el charco hacia lasuropas!

Y les interese o no, les voy a contar porqué.

(para los que eligieron la segunda opción, cerrar ya mismo el libro (o la compu) y dejarlo acomodadito en otro lugar)
Los que me siguen…?
Allá vamos!



-“Con la Arquitecta “desquiciada”?- sonó irreverente una simpática voz en el teléfono, una mañana cualquiera de Noviembre 2006.
Hacía obvia e irreversible alución a la presentación en la contratapa de mi libro anterior.
-“Quique?????”- salté yo de alegría!
30 años sin escucharlo, lo reconocí sin titubear…
Mi compañerito de facultad, aquél del 42 del 1º día, se acuerdan? (chusmear en el 4º capítulo del libro recién mencionado) (No es por hacerme publicidad pero para los que no son de mi club de fans (ego no está de vacaciones) es “De cómo ser Arquitecta y no morir en el intento”).
O.K. volvamos.
O empecemos de una vez…
Resultó que Quique encontró por esas “causalidades” que la Vida te regala, el librito en cuestión, en España. País en el que se instaló tras la graduación, y en el que se casó, tuvo 3 hijos (hermosos aunque nunca los conocí, pero estoy segura que siendo de él, así serían!  Y además él me lo aseveró!)
Y en el que permaneció trabajando de arquitecto sudaca por 30 años!...
Tratar de resumir aquí la sorpresa y la puesta al día de la actualización de vida transcurrida, sería digno de otro volumen, por lo que las resignaré en pro de contarles que tiene esto que ver con mi viaje de 50!

Y si de números se trata, “causalmente” descubrimos en la charla, que ese año cumplíamos 25 de egresados! Bahh…! “Graduados”, porque el viaje a Bariloche, lo habíamos pasado 7 antes incluso!
Lo cierto es que Quique se venía a pasar las fiestas de Fin de Año a Buenos Aires, a visitar a su madre, su hermano, y a los compañeritos del secundario, y porque no? A los de la Fac.?

Acordada la fecha del milagroso encuentro, en el bar Barcelona “de Belgrano” –no se apuren!!! Aún no subí ni al avión! – nos dimos el esperado, infinito y, reconocible abrazo de 12 kilos de más! cada uno! (Y… fueron 25 años!!!) (12 +12= 24, aún teníamos resto!!  Cálculo típico de arquitectos!, pero eso es harina de otro alfajor…!) (Nunca supe lo que era “el costal “ ¿??)

Así que entre risas, y anécdotas (porque no también algún lagrimón?) decidimos que era la excusa perfecta para festejar en Madrid, junto a otros ex compañeros, que también el viento los había arrastrado a esas tierras lejanas…

Y así fue cómo se me prendieron todas las turbinas de las ganas!
No habría más excusas: tendría unos anfitriones de primera clase! (Textualmente hablando!, ya que los 4 nos conocíamos desde el 1º día de la remotas clases!)
Mis “chicos” ya estaban grandes (lamentablemente yo crecí a la par…!) como para cuidarse “solitos”…. (unos días, nada más!...)
La platita necesaria, ya la había amasado (con otros alfajores…!)
Siempre fui mi propia jefa, así que no tenía que pedirle permiso a nadie…
En fin…. Estaban dadas todas las condiciones!
Lamentablemente mis 50 también estaban sumados! Pero a esta altura, y con la certeza de este viaje-autoregalo!, ya había aprendido a agradecer a la Vida!, o como Dios se llame!


Sabía que para Septiembre quería estar más cerca del cielo, como las aves, anunciando la Primavera…! Así que mi pasaje estaba tickeado para el 31 de Agosto a las 23,50!  Así de ansiosa soy!
Decidí tomarme el disfrute desde la mañana de ese mismo día, habiendo sido absoluta y asquerosamente responsable: tenía “todo listo” 24 hs. antes del despegue!
Así que esa mañana la dediqué a la peluquería, para llegar como Manuelita, pero desde Buenos Aires hacia allá…
Luego compré mi mochila de Kitty, fiel compañera! En mi hombro por todos  lares, y en todo momento de los 50 días auto-otorgados! (cabe la coincidencia con el cumple correspondiente).
Almuerzo frugal con amigas para mi auguriosa “despedida”….
Relax en el jardín hasta las 18 hs., momento en que tomando el abrigo (el famoso “por las dudas…”), los documentos, pasajes y etc. de papeles, mapas…
Valija! Y…

….Suena el teléfono!
Será un saludo de último momento? Alguien que me desea lo mejor?
No!
Alguien que desea “avisarme que no vaya al aeropuerto, porque el vuelo está cancelado hasta nuevo aviso”  - gracias Aerolíneas!

NNNNNNNNNNNNNNNNOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Tanta ilusión!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Y ahora????????????
Qué? No van a volar más a lasuropas?  Queesesto???????????
Mi nula experiencia en vuelos, no me daba la respuesta.
El antipático empleado de la Compañía tampoco, porque “no estaba informado”!
Sólo llamaba para “informarme”  “lo otro”.
Informarme o infartarme??????
-“Señora, estese atenta por Internet, que ya va a salir en pantalla, cuando esté regularizado el vuelo….”- puso su más amable voz de no tener ni idea de cómo calmar a una novata (vieja¿?) como yo!
En Internet???????
Pero si yo ya había guardado la maquinita, casi ya había cortado la luz y el gas, como mi prudente conciencia siempre me lo había enseñado.
Pero si ya hasta había lavado las sábanas y dejado el cubrecama ordenadito, total nadie iba a usar mi camita en los próximos meses…

Y ahora?????  Quiere decir que debo pegarme a la pantalla? Para no pegarme un tiro, si pierdo el avión por culpa mía (o de mi servidor de Internet, si es que me falla la conección en horarios no aptos para el kioskito).
Ellos ya fueron tan buenos de avisarme la cancelada, como para evitarme dormir sentada en la sala de espera… que amables! (O para que nadie les vaya a gritar al mostrador!)  Porque serán muy finos los vuelos internacionales, pero a la hora de las protestas, nadie se las traga!  Eso lo ví en la tele, porque  la verdad, es que al aeropuerto de Ezeiza, había ido solo una vez de chiquita, a recibir a un perro, que venía con un pariente lejano, creo!

Bueno, bueno…. No desespereis!  Volvamos al placer! O mejor dicho: volemos al placer!  Porque evidentemente, el viaje se realizó, sino no lo estaría contando…

Fueron solo unas horas de aplazarlo… a la mañana siguiente apareció el deseado anuncio, y como dice el dicho: “no hay mal que por bien no venga…”
Verán todo EL BIEN que me vino!!!

A modo de “compensación”, y tras los trámites de rigor, la empresa aguardaba a los pasajeros, con un “break” de sandwichitos de miga y gaseosas varias, canilla libre, en el VIP del aeropuerto, de no creer! Eso en mi país, se llama “cola de paja!”. Glup!, agradecida! Y recompensada! Abordé la nave…

Amplias sonrisas recíprocas con la tripulación en la manga y ridícula foto de “bienvenida” en la puerta misma! No me iba a perder de documentar cada paso! Era “mi primera vez”!!!...
Y dicen… “suerte de principiante”, que ya verán hasta que punto es la mía!
Hasta Roma! Como dirían los chicos cuando les preguntás hasta donde te quieren, y con los bracitos estirados responden señalando: -“Hasta el cielo!”-

Debo aclarar primero, que mi viaje a Madrid, empezaría realmente en Roma!
Así de incoherente, soy “a veces” en la Vida…
La realidad, es que decidí dar primero la vuelta por el país de mis abuelos maternos, cruzar por el sur de Francia. De paso vería al franchute que había conocido en una tanguería porteña….
Daría la vuelta a España, visitando en cada punta del cuadrado, a cada uno de mis amigos.
E incluiría Portugal, tierra de mis abuelos paternos, para evitar celos post-mortem.

Dadas ya las explicaciones del caso, atarse…. (¿?) ah! No! “abrocharse” los cinturones de seguridad, que aquí comienza realmente esta fantástica aventura!!!
Musiquita de fondo: rugir de motores calentándose para el corretaje final…

-“ Buenos días…. En nombre de Aerolíneas…..” (Mantendré en el anonimato el nombre de la empresa, no por razones de que no me pagarán la publicidad, sino para mantener en el más profundo anonimato a los siguientes personajes…)
-“En nombre de Aerolíneas…. Y en el mío propio, les saluda el comandante……(idem las razones), llamémosle “Tata Pepe”, para despistar…
-“Tata Pepe?????”- salto yo de mi asiento (a pesar del cinturón abrochado como corresponde!)
-“Tata Pepe! No hay muchos en el mundo! Será el Tata Pepe de mi amiga Susy?”- pensé yo con la misma aceleración mental que los motores bajo mi cola.
-“Claro! Debe ser… El Tata Pepe de Susy era piloto!!!, y de esta empresa!!” “Qué casualidad! Me toca volar con él!”
“Señorita?”- dirigiéndome a la primera azafata que corría presurosa por el pasillo a alcanzar algo a alguien.
“Señorita? Le puede avisar al Comandante Tata Pepe, que se encuentra Susy aquí entre el pasaje? Por favor???- agregué en tonito de urgencia.

60 segundos bastaron para que el pelado asomara su incrédula cabezota por entre la cortinita que divide las clases sociales, dentro de la nave.
Relojeó en un santiamén las frentes de aquellos que la asomábamos por encima de los respaldos ajenos…hasta detener la mirada, en mi manita saludándolo en alto.
Atónito, me clavo los ojos como diciendo: -“Vos no sos Susy!!!”
Cabe aquí aclarar, que la mentada en cuestión, había sido su novia por largo tiempo, y hacía largo tiempo había dejado de serlo.
Disimulando su defraudación, me saludó lo más amablemente que pudo, ya que me conocía de una única reunión, que habíamos compartido vaya a saber cuantos años atrás.
Ni mi nombre se acordaba! Ni sé realmente si me reconoció…
-“Hola!”- tratando de exprimir mi simpatía en pro de no sabía bien qué!- “Te acordás de mí?”
Cara de “ni idea”. O de “Dónde está Susy????? Que aún me desespera!!!”
O de “Qué hago yo acá entre el pasaje? Si mi lugar está adelante, para el despegue ya anunciado?”
Responsable absoluto de esto último, apeló con disimulo a su gentileza: -“Ah síii…la amiga de Susy…. (afirmando sus dudas) Querés ver el despegue? Venite conmigo a la cabina….”-invitándome a salir de tan extraña situación.
Como si se tratara de cambiarse de asiento en un trencito de montaña rusa, lo seguí por el corredor.
Abrió la puerta a un mínimo espacio curvo, semioscuro, repleto de lucecitas multicolores intermitentes, y palanquitas on-off.
Me presentó al vice-comandante, apostado tras una palanca algo más grande.
Convencido de la nueva y veloz conquista de su compañero, me saludó con complicidad desmedida. Como si nos conociéramos!
Como mi ingenua simpatía es mi aliada indiscutida, le devolví la sonrisa y la gentileza.
Me señalaron el asiento para mí, reservado a sus espaldas, con un arnés, como para sostener un potro encabritado, y se dispusieron a las maniobras de rutina.
El comandante terminó su discurso por el alto parlante, informando las horas de vuelo, la temperatura exterior, y no sé que otras tonterías que a nadie les sirve (ya que no se pueden abrir las ventanillas, obviamente!).
Dió las coordenadas a la torre de control…. Apretó a fondo los pedales (o lo que fuera)…. Y me remontó en éxtasis supremo por la banda gris que se alejaba a nuestros pies…..!!!!!!!
Sostuve el aire en mis pulmones, porque la emoción, no me permitía creer lo que estaba viviendo!
Ahí sentadita, en primera fila! Todo para mí solita….
Si esto no era un Milagro….
Qué sería todo lo que siguió?

Y lo que siguió fueron horas de charlas, de explicaciones, de descubrir una persona amabilísima y apasionada de su labor, expectante de complacerme en todas mis preguntas, ya sean correspondientes al tema de aviones, o al tema de lugares en Roma!
Casi como hacer un curso Express de pilota de último momento, y tener un guía turístico de bolsillo!
Además de hacerme traer chocolates y champagne, dignos de los pasajeros de primera clase.
Los primeros los acepté golosa, lo segundo lo rechacé estúpidamente. Con esto de que yo no tomo alcohol, ya me he perdido varios brindis inolvidables en mi vida. Tendré que reveer la cuestión! Pero eso será para otro viaje.

En medio de una tormenta eléctrica, como contratada especialmente para sumarle más sensaciones excitantes a mi nobel experiencia, se comprometió a “ocuparse” de enviar la maleta que yo portaba con 40 libros (obviamente los de mi autoría, ya mencionados) con destino a San Sebastián, norte de España.
Incauta de mí, pensaba realizar todo el periplo propuesto, con ella a cuestas, para evitar pagar el envío por transporte, ya que no cubriría las posibles ganancias a las que aspiraba por la venta de los ejemplares en tierra castellana!
Apenas 16 kg. colgando de 2 manijitas!  Qué ingenua….
Después de un mes de gira, me parecerían 160 kgs!
Y éste “angelote” (de más de 80!) se estaba ofreciendo a resolverme la cuestión! Y gratis!
Y la resolvió!  Para cuando llegué a San Sebastián, Quique ya había recibido los libros en su domicilio, y los tenía a buen resguardo. Es más, ya me había vendido el 50% entre sus conocidos!
Con lo cual, el aéreo Bs. As-Roma, ya se había auto-financiado por arte de magia!

Y esto recién comienza…

Algunas horas más tarde, agotadas algunas conversaciones y agotados por el nerviosismo de la tormenta, me ofrecieron gentilmente, trasladarme a “las cuchetas”, en el cuarto reservado a la tripulación!
Jamás había sabido de este espacio “dormitorio” en la panza inferior de la aeronave!
 “Descendimos” (entiéndase dentro del mismo avión, por supuesto!) una escalerilla minúscula, y aparecí en una salita con otros miembros acostados “horizontal y cómodamente” durmiendo!
La azafata que me guiaba, me señaló una posibilidad de elección, y me acomodé agradecida!
(Obviamente vestida, ya pedir una ducha, hubiera sido demasiada dicha!)
-“SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS………………” (dulces sueños instantáneos después de tanta euforia…..) -…………ssssssssssssssssssssssssssssss………………sssssssssssssssssss…”

-“…..Señooooraaa……………”- murmullo casi materno en mi oído, con toquecito suave de hombro – “….en 10 minutos estaremos aterrizando en Roma. Por favor diríjase al asiento que le reservamos en primera y abróchese el cinturón. El comandante Tata Pepe, la va a estar esperando a la salida del aeropuerto de Fiumicchino”.
No sabía si aún estaba soñando, pero obedecí sin cuestionar.
Lamenté no tener mi cepillo de dientes a mano, pero no era cuestión de quejarme por algo tan minúsculo.
A decir verdad, hacía 12 horas que no estaba cerca de mi mochilita de mano ni de mi sombrero azul! Y la verdad? Ni me acordaba que los había dejado sobre el 57G!
Cuando, tras el aterrizaje, la clase turista hubo despejado los pasillos, corrí a buscarlos.
Y el famoso “los últimos serán los primeros” se cumplió en la cinta transportadora de equipajes en el hall correspondiente.
Intenté tomar mis bultos con las manos que me alcanzaran, cuando la sonrisa del comisario de a bordo, me “abordó” con toda su gentileza de caballero presto a cumplir su función. (de abordador!)
-“ Me acompaña?”- tomando los más pesados, y sin permitirme un no por respuesta.
-“El comandante Tata Pepe la espera en la Traffic –marcando el rumbo con la barbilla y sus pasos decididos – para alcanzarla al hotel.”
Pensando en qué hotel? Me tragué el gracias, pero igual lo seguí ciegamente.
Pepe nos aguardaba con su sombrero de mando puesto, en pose de retrato, al pie de la camioneta.
Intenté explicarle cual era el bolso que contenía los pesados libros, pero ya se había dado cuenta: -“Éste se queda conmigo, yo me encargo. Le pusiste bien clara la dirección de destino?”- como si ya nuestro contrato fuera firme.
Intenté explicarle que no tenía ninguna reserva en ningún hotel (aunque no me crean, no tuve tiempo de averiguar demasiado…) y que le agradecería me dejen en algún centro comercial, que yo me las arreglaría.
Decidí obviar la calificación de “centro modesto y/o barato” para no entrar en detalles.
Recuerdo que me acomodé en uno de los primeros asientos, para contemplar en primer plano, la carretera que nos llevaría al centro, a la tripulación completa de azafatas y otros cargos. Unas 10, 12 personas, que empezaban a resultarme familiares, de tanto aceptarles atenciones durante el vuelo.

De repente, la Traffic disminuye la velocidad, sale en la siguiente bajada, rotonda, gran arco de acceso….”Sheratton Roma” en lucecitas titilantes sobre el mismo!
Incauta aún del Milagro por suceder, me preocupé de que éste no estaba situado en la ciudad, aún faltarían unos kilómetros, y un taxi desde ahí me saldría mi primera fortuna…
Se detuvo frente a la grandísima puerta, que a mí me pareció “la más grande do mundo” (dado mi pequeño mundo circulado hasta ese momento).
Todos bajaron como en su casa, ni se molestaron en agarrar sus bultos, ya que los maleteros del hotel, corrieron a hacerse cargo.
El Tata Pepe entró con paso triunfal a la recepción,  y solo atinó a decirme: -“Esperame acá un momento…”- como quien le ordena al perro.

A los pocos minutos salió con varias tarjetas (llaves para los incivilizados!) (o sea, muá!) y las repartió entre los varones, quienes iniciaron el ingreso arrumacados en sus sendas parejas.
“Esta para vos….”- extendiéndome el dorado plástico con el inconfundible logo de “S” mayúscula!
Incrédula intenté explicarle: -“ Que no gracias, que estaba fuera de mi presupuesto, que prefería algo más sencillo, más cerca del centro…”
“Esta ya está paga por Aerolíneas………., te quedás con nosotros, acomodate y bajá a desayunar, que en un rato vamos al Foro con la Traffic que está a nuestra disposición!”- ordenó sin consultarme.
Y se metió al ascensor buscando su cuarto.
Mis valijas habían desaparecido de la escena.
Supuse que estarían en la 648 como definitivamente estaban!

La que no estaba dentro de mí, era yo!
Ni en mi más imaginativa expectativa, hubiera soñado entrar en Roma así: como una Princesa que desciende de un corcel blanco (la Traffic) de la mano en puntita (la fina tarjetita) de su caballero, que le extiende su capa sobre el césped, para ingresar a palacio….
Demasiada fantasía???
Y esto??? Entonces qué es????????
Porque tardé un buen rato en entenderlo….. me pellizcaba, y no me creía despierta!
Un cuarto impresionantemente, tapizado de finas guardas beige floreadas sobre sus muros, enmarcando el gran ventanal a las piscinas rodeadas de jardines y canchas de no sé cuantos deportes… cortinas de gobelinos haciendo juego con el acolchado tapizado sobre la Gran KIng… (que inutilidad! Por no decir desperdicio….)
Un plasma como de 2 metros enfrentado a la misma (Otra inutilidad, teniendo toda Roma para ver, y algún que otro tano!) (Si Dios quiere!....)
El baño? Capítulo aparte: un jacuzzi digno de emperatriz! Rodeado de espejos en las 4 paredes… Pero como una es tan humilde, concentré la mirada en los jaboncitos y el frasquito de shampoo y otras cremitas que había sobre el vanitory, adueñándomelas instantáneamente, a modo de souvenirs!
Conste que para mostrarle a los chicos, a fin de que me crean!
(Más tarde me sumé la gorra de baño, la esponjita descartable y un cepillito para limpiarse los zapatos, que me resultó toda una paquetería. Imperdible!
Revisé con admiración los grandes placares para los visones que no portaba, y desheché la caja de seguridad, porque nada más seguro que portarla en mis propios calzones!  (En bolsita de nylon, se entiende!)
“Y mirá si te agarra un patatuz por la calle y se la queda todo el de la ambulancia?”- les presento a mi conciencia!
Por eso mi mamá me enseñó que siempre había que salir de casa con la bombacha limpia!, pero eso es harina de otro costal (si ya lo encontraron en Internet!)
Sigamos revisando los cajones…. (Nadie se olvida nada importante en estos hoteles?)  Nada por aquí….ni en los de las mesitas de luz….
Qué se creen que además me iba a encontrar un fajo de 1000 euros perdidos?
Está bien que soy afortunada, pero para todo hay un límite en la vida…
Así que tras la inspección ocular y la lavadita de cara (también había cepillito de dientes descartable en bolsita higiénica) (lo estrené) (con la pastita adosada a tal fin) (todo servido en bandeja!, increíble!) me dirigí al salón del desayuno intercontinental!.......

Tan largo y apetitoso, como su nombre lo indica…!
Había de todo!  Y cuando digo de “TODO”, y digo “INTERCONTINENTAL” me refiero a todos los continentes! A todos los desayunos del mundo! Desde los marroquíes, japoneses, húngaros, mexicanos, y diez mil etcéteras…. No solo el brasilero que nos hicieron creer a los argentinos, y nos conformaron con unas frutitas…
Aquí tenías desde dátiles del Mar Rojo hasta serpientes en lata! Mi amada Isabel Allende, se haría un festín para describirlo en su libro “Afrodita”!
Pero como una es tan tímida….. me limité a un té de mango con croissants untadas con un Mascarpone, para hacerle el honor a mis anfitriones.
El Tata no dejaba de ofrecerme platilos sabrosos, y yo no me permitía probar “objetos” desconocidos….
Prestaba absoluta atención a sus indicaciones sobre los próximos recorridos, sobre un mapa de la ciudad, que ya me había conseguido.
Al gesto de “Vamos!!!”, toda la tripulación se pasó las blanquísimas servilletas de lino, por las bocas rebosantes, y acataron la orden de partir.
Acomodaditos como colegiales que van de excursión en el transporte escolar, la Traffic nos depositó en “el centro”.

-“Por allá tenés la entrada al Foro…”-me indicó el Pepe, como convenciéndome que empezara exactamente como él me lo estaba sugiriendo.
-“Nosotros nos vamos de shopping… Nos encontraremos exactamente en este punto a las 18, te parece?”- como si yo pudiera negarme a algo
-“Así después nos vamos todos a cenar al Trastevere…”- me explicó, como si yo pudiera acotar algo….
Y sin más aviso, giraron sobre sus talones, y me desearon. “Suerte!”, como si de encontrar un tesoro se tratara!
Más tarde, en la cena, supe que en realidad, ellos aprovechan el “tiempo libre” entre vuelos en lo que es su segundo y mejor remunerado trabajo: el contrabando!
Recorren las joyerías y relojerías de “ciertos” comerciantes, en busca de valiosas, pequeñas, livianas, y ocultables (entre camisetas y corpiños), alhajas de oferta y relojes de promoción!
Como no soy del FBI, decidí no opinar y seguir agradeciéndoles los favores recibidos, en cuanto al hospedaje, alimentación, transporte, y servicios de guías personalizados.

Media vuelta… y ….con Uds….. el Foro Romano!
Un santuario de mármoles caídos como dados, en una lomada descendente que te invitaba a recorrerla.
Restos de templos y estatuas deshechas por el tiempo, se mezclaban entre infinitos personajes minúsculos, que como masas de hormigas, pululaban, siguiendo paraguas multicolores, abiertos, con pañuelo a modo de banderita en la punta: éramos “los turistas!”
Jamás imaginé que tanta gente al unísono se dedicara al ocio, en el mismo momento, en el mismo lugar!
Millones de cámaras fotográficas y filmadoras de cuanto modelo exista, colgadas de los cuellos, en trípodes, o de mano en mano pidiéndose unos a otros, la toma de sí mismos con el cacho de granito seleccionado.
Difícil reconocer donde terminaban las edificaciones y comenzaban las escalinatas derruídas entre pajonales aplastados por millones de sandalias, borcegos, ojotas, botas western,o ridículas en taco aguja!
Gruesas cadenas oxidadas impedían el paso a algunos sectores un poco más preservados, incluso con leyendas explicativas que nadie se detenía a leer.
Parecía que a nadie le importaba la historia o los sucesos allí transcurridos, sólo las sonrisas que quedarían grabadas en el celular, bajo algún arco, o con el Coliseo de fondo.
Y como yo no soy menos cholula que los demás, al arribar al mismo, me sorprendí de encontrar un joven más que apuesto, con atuendo de gladiador romano: pechera metálica sobre una túnica bordó que terminaba en pollerita de una especie de vainillas de cuero atachonadas, con espadita colgando tras su muslo derecho (bien tostado por cierto!) y escudo con bajorrelieve labrado. Un casco con penacho, encerraba su rubia melena de astro de TV y sonrisa Molinos!
Para mi gran sorpresa, “él me vió a mí!” y se me acercó abriendo su brazo de King-Kong para abrazarme como si me estuviera dando la bienvenida a algún Paraíso.
Yo le sonreí desde mi ingenuidad de Heydi recién arribada, busqué mi máquina en mi mochilita de Kitty, tratando de doblar el mapa que se volaba por sus 4 extremos desplegados sin ningún orden.
-“Puedo sacarte una foto?”- habiendo ya disparado sin esperar el permiso.
El muchacho se puso en pose de guerrero desafiante y mostrando su linda dentadura : -“ Naturalmente!”- ensayó en español precario –“sono 5 euros!”
-“Glup!”- Tragué yo sin anestesia, cómo no me dí cuenta antes?
5 x 4,5$ (valor del euro en ese momento) = $22,50.- por una fotito de éste quién se cree qué es?
Entonces me dí cuenta que además estaba plagado de gladiadores truchos, todos peleándose con los turistas incautos que no le daban lo que ellos pedían.
Como no contaba ni con una moneda, ya que mis anfitriones de la Aerolínea, no me habían dado la oportunidad de ningún cambio previo, tuve que ensayar mi mejor sonrisa de disculpa.
Para continuar sorprendiéndome, lejos de sacar su sable y acuchillarme, acercó sus labios a mi frente, y depositó un paternal beso de indulgencia, en mi capota de Caperucita, perdón, en mi sombrero azul! Y se alejó a la caza de otros desprevenidos.
Desplegué mi mapa aliviada, rodeé la gran circunferencia de ladrillos milenarios, decidiendo no pagar la entrada para ver un sitio donde unos poderosos se divertían a costa de sacrificios de humanos y maltrato a animales, o sea, patrimonio de las bestias que siguen lucrando con esto. De ninguna manera!
Me encaminé hacia Santa María Maggiore, para comenzar sin saberlo, un recorrido por las innumerables iglesias que habitan Roma, como para nosotros kioscos en cada esquina, salvando las arquitecturas obviamente!  Ya que estas majestuosas catedrales fueron todas construídas en la conciencia de alabanza y agradecimiento a Dios, a María y a cuanto Santo quisiera cooperar con el estado de gracia de los que las financiaban. Y una gran cuota de Ego al tratar de demostrar los avances tecnológicos de la época, la riqueza formal de los arquitectos contratados, y el desafío creativo de todos los artistas que intervenían con sus saberes artesanales de generación en generación.
No teman! Que no haré una descripción de cada una de ellas, para eso está Wikipedia!  Y además ya se me mezclaron todas!, que el crucero así, que la cúpula asá… en fin… todas muy “lindas!”, para que no se pongan celosas ninguna. Ni siquiera a vos San Pedro! Que ya tenés bastante marketing en otros medios!
Así fuí recorriendo la Sta. María de los Angeles, la Santísima Trinidad dei Monti, la Sta. María dei Fiori, y no se cuantas más….hasta que una gelatería decidió mi siesta en la scala de Plaza Spagna, al compás de los chorros de agua de su fuente.
Tras saborear mi primer “auténtico gelato italiano”, y dejar mis sandalias en reposo un rato, me encaminé a la Fontana de Trevi.
Grande fue mi decepción, al ver lo pequeña que era… pensar que mi mamá tenía una foto impresa en la bandeja que oficiaba de mesita de cama cuando nos traía el desayuno (solo en caso de enfermedad grave) . Y parecía enorme!
Y en la película ésa donde Marcelo Mastroiani se mete con una rubia de los años 50…  parecía tan espléndida….
La verdad es que no es para tanto, lo que es la fama…!
“Hazte echar monedas, y recogerás fortunas…!”- sería el lema de quien la impuso como punto turístico, porque éramos cientos de miles (sin exagerar!), los que llegábamos de todas las diagonales, en busca de la preciada foto!
Sentados en su orilla mirando los chorrillos, o mirándonos unos a otros, envidiándose los pic-nics que se armaban, y echando monedas con toda la fe de los deseos!
El calor de la tarde hacía que nadie se quisiera ir, nada de correrse para darle lugar a otros, como un magnetismo atrapante…. La Trevi cumplía su función de belleza y seducción!
Pero no era cuestión de perderse tantos otros sitios: seguí para el Panteón…
Increíble diámetro de la cúpula apoyada sólo sobre el aro perimetral…! Perdón! vicio de la profesión, el ojo de arquitecta traicionando a los pies de turista, que ya empezaban a latir… y no de emoción precisamente!
De la Piazza Navona busqué el Ponte Saint Angelo, para dirigirme al castello del mismo nombre, y decidí recorrerlo, a pesar de ir contra mis principios pacifistas, y saber que allí se utilizaba como fortaleza en tiempos de invasiones. Pero la vista desde arriba sería esplendorosa!
Dicho y echo: las siete colinas de Roma, a mis pies!
-“Sí!! Ya sé que existís!”- (les hablo a mis recientes callos plantales que no dejaban de quejarse, por la falta de hábito).-“Uds. querían ser turistas? Aquí tienen!, y aún hay que llegar al Trastevere para la cena!” “Andando…!”.

En una larga mesa bajo sombrillas amarillas, me aguardaban “los tripulantes” ansiosos, entre cervezas heladas, de que les cuente mis peripecias del día.
Me pusieron un tabloide entre manos, con cientos de variedades de la famosa y “auténtica pizza” italiana, y nos propusimos degustarlas!
Pedían una tras otra, entre risas animadas, sin intuir siquiera cómo yo me sentía. Y no me refiero al agotamiento, sino a la emoción de tanta gratitud por los bienes recibidos.
Qué había hecho yo para merecer esto? Tanta generosidad, tanta hospitalidad (es cierto, pagaba la Aerolíneas, pero porqué a mí? Con qué necesidad? Si ni me conocían?  Si no buscaban retorno de ninguna especie, que extraño que se siente RECIBIR!  Pero qué MARVILLOSO!)
De a ratos, entre porción y porción, me veía a mi misma, como una actriz en un set de filmación: los muros descascarados, amarillentos por las farolas, encerrando la plaza cuadrada, sembrada de mesitas con elegantes mozos recorriéndolas enarbolando sus platiles bandejas en alto, por sobre las cabezas de los comensales que ajenos a mi historia, disfrutaban esa cálida trasnochada.
Al terminar el jolgorio, y sin ni haber pispeado la cuenta, ya que me dieron por su “invitada de honor”, se dirigieron a la Traffic que los aguardaba en la esquina, rumbo al hotel en las afueras de la ciudad.
-“Viste la Fontana de Trevi de noche?”- me inquirió Tata Pepe de golpe.
Un tímido “no…” fue interrumpido por un enérgico. –“Vamos!”- y se despidió de sus compañeros, tomándome del brazo rumbo al Tíbet.
Lo cruzamos por uno de sus majestuosos puentes, enmarcado de faroles de rojiza luz, con luciérnagas revoloteándoles alrededor.
Las negras aguas oscuras corrían por el lecho, en una silenciosa música de arrumacos de las parejas que a su vera, se besaban sin discreción.
Seguimos nuestro camino por callejuelas desérticas, interrumpidas a veces por el paso de alguna moto intrépida. Yo estaba segura de que en cualquier momento aparecería un carruaje, sobre los adoquines verdecidos de noche estrellada.
El zigzag de las callejas angostas, nos fue llevando hasta el murmullo de los chorrillos de la fuente que no se detienen nunca, como la noche porteña!
Otra multitud la rodeaba nuevamente, absortos entre los dorados de la iluminación que bañaba sus aguas, y el reflejo de las monedas submarinas.
El silencio se imponía ante la magnificencia de este espectáculo, tenía razón Tata Pepe, “-Tenía que verla!!!”
-“Gracias por acompañarme!”- y le pagué con mi mejor sonrisa…
Levantó un brazo para llamar a un taxi, y con el otro me introdujo con la caballerosidad de quien se precie de tal!
-“Al Sheratton, por favor!”
Otra que Princesa en cuento de hadas!, no me lo podía creer! Mi primer día en Roma!...fantástico! Un regalo de los Dioses!
Y aún me restaba gozar de mi propia habitación en ese mullido colchón… (Sola!, pero eso era lo de menos! Ni me importaba, además que a eso sí ya estaba reacostumbrada, y no es cuestión de “recibir” así a la ligera, no es mi tipo…)
Buenas y santas noches!
Click!  (velador out)
Gracias Dios…! Sos increíble…! A veces me la ponés tan difícil, y a veces…. Me regalás el Paraíso!!!!!!!! Gracias!, de verdad, muchas gracias…!


Día siguiente, 13 hs.!
-“Ya la 1??????”- dormí como un lirón……de una….. sin interrupciones! Habrá sido el King Size, o tantas emociones juntas!???
Seguro que me perdí la Traffic al centro…. Y peor aún: el desayuno!!! (desayuno de Sheratton! Que en Baires no se consigue!)
En fin…esto también es disfrutar!
Ya tendré tiempo de recorrer….(y aflojé un cambio…)
Bañadita de lujo en el jacuzzi, y bajada predispuesta a recibir “lo mejor que Dios me tenga destinado”  Ya casi no hay ni que pedir…!
-“Buen díaaaa….!”- interrumpió mis pensamientos, el Tata Pepe que hojeaba el diario desde una bonita silla de mimbre al borde de una de las turquesas piscinas.
 “Querés tomar algo?”- llamando con un gesto a la moza, sin darme tiempo a sorprenderme.
Un espléndido sol alumbró mi bostezo, y las gracias aceptando la nueva invitación.
Me acomodé a su lado y pedí un licuado de frutillas, no era cuestión de privarse de nada….
Todo indicaba que sería otra gloriosa jornada!
-“Qué planes tenés para hoy?”- quiso saber con discreción.
-“Planes?....? Yo….?”- sin darme tiempo ni a imaginármelos –“Para qué voy a tener planes, si así, sin ellos, todo sale a las mil maravillas?!”
Esta vez, fue él quien se sorprendió.
Una persona tan seria, tan responsable, acostumbrado a las estrictas normas de la Escuela de Pilotos, a los exactos horarios de los vuelos, a la organización de cada detalle, cómo no tener todo calculado y en su respectivo compartimento?
Qué es esto de andar por la vida, sin mapas?, sin reservas? Sin itinerarios prefijados? Sin agencias contratadas? La suerte improvisada?
Quien era yo realmente? Estaba ante una loca total? Una irresponsable? Una aventurera? Una ignorante? Una aprovechadora? Una despistada? Una “desquiciada”? (como me había llamado Quique!)
¿Cómo podía ser que yo fuera una mujer madura, aparentemente sensata, madre de 4 hijos, profesional, independiente, de mediana estatura y un porte elegante (por así decirlo), que aparentaba cordura, 3 idiomas en mi haber (sin contar lunfardo y otras barbaridades en momentos de ira rotunda), etc.etc…?
Y estaba ahí sentada SIN PLANES!!!!???????
Es que él no sabía, que yo me estaba probando a mí misma, cómo se siente esto de ser LIBRE!!!
Y ni yo sabía, que la libertad parece ser esto, de no frustrarse ante nada, ya que no esperas nada de nada ni de nadie, entonces, nada te contradice, todo está bien! Todo es grandioso! Sólo hay que aprender a Recibir!, después de tantos años de Dar, ahora la Vida se estaba encargando de regalarme a manos llenas! Y yo estaba ahí dispuesta a festejarlo!!!!  Qué más?
Atónito, brindamos con mi licuado y su jugo de naranjas!
Pidió una ensalada caprese para compartir, antes de despacharme para San Pietro.

Munida de mi cámara y de mis ganas, me fui acercando al gran hito de la religión en que fui bautizada.
La famosa perspectiva de la avenida que se abre en un abrazo de incontable columnata, me iba dando la bienvenida….
Cuando de repente, resulta que para entrar al sector del templo, te encontrás con una fila digna de cola de supermercado sábado al mediodía, día de descuentos con todas las tarjetas.
Aunque aquí al contrario, debes abonar la entrada “religiosamente!”, y nada voluntario, precisamente!
Y no sólo eso, someterte al control de la máquina tipo aeropuerto, donde te miran por rayos hasta el color de la underwear!
Y si de vestimenta se trata, debes cumplir con normas de “decoro” al mejor estilo siglo I a.C., nunca se me habría ocurrido que una minifalda con musculosa sean “inapropiadas” para conocer la “casa de mi Padre”.
Por cada angelote en el borde la cornisa superior que rodea la gran plazza, hay un “hombre de negro”, al mejor estilo Matrix!, armados con pistolas sobresaliendo del bolsillo trasero del pantalón, o con los chalecos antibalas bajo los sacos ligeramente abiertos, como mostrando al descuido, el arma sobre el pecho.
Unos cuantos soldaditos disfrazados de pajes formados de a dos, al mejor estilo de guarda de garita, forman la escolta oficial.
Otros tantos, en impecables trajes oscuros, lentes oscuros, waki-toki oscuro pasando información peligrosa, cables saliendo de sus orejas, micrófonos ocultos en las solapas, cámaras disimuladas tras los ornatos de las volutas, todo creando una atmósfera de pánico a su paso, cual si esperaran una invasión de extraterrestres con armas neutónicas!
Y pensar que San Pedro necesita toda esa custodia para cuidar de su tumba, y a nosotros, humildes mortales, nos quisieron conformar con un angelito de la guarda!
Y que sólo venía al borde de tu camita, una vez por noche, si te habías portado bien!
Estaba absorta en estos pensamientos, haciendo la cola de rigor, cuando uno de estos personajes me golpea el hombro izquierdo y despectivamente me mira peor que a María Magdalena: -“Así no va a poder entrar! Cúbrase!”-
El “Así” se refería obviamente a mi no tan minúscula pollera y a mi remera sin mangas,  qué pretendía que me cubra? Y con qué????? Sólo contaba con una botellita descartable de agua entibiada por el calor circundante, un mapa, y varios folletos.
Pero no scotch como para fabricarme un modelo digno de diseñador de desfile por televisión.(Ridículo!)
Antes de poder “disculparme” (quejarme más precisamente) ya se había ido a señalar los pecados de otro impúdico en bermudas y ojotas.
Y pensar que San Pedro andaba descalzo y con harapos… y Jesús lo quería igual!
Segura de mi posición, me quedé en mi lugar aguardando mi turno de pasar por el control.
Por supuesto con mi ticket abonado, en mano!
Estando todos adiestrados por el mismo Maestro, regían las mismas normas: “No puede entrar así!”- lacónicos y asquerosos.
Me hicieron salir de la fila, sin más trámite.
Como de terca tengo bastante, debo admitirlo, no era cuestión de haber viajado 12.000 km. y quedarme sin conocer el afamado interior de la “La Basílica”!
Probé desabrocharme la pollera en su frente (era modelo “vaquero”) y así poder bajármela hasta las caderas, pareciendo de un largo más cercano a las rodillas. Primera solución parecería aceptable!
Veo entonces una madre con cochecito y sobre el bebé una mantita primorosa. Intuyendo que la temperatura reinante, la hacía innecesaria, con el caradurismo que me es propio (también debo admitirlo), se la pedí prestada a modo de chal sobre los hombros.
La mujer me miró extrañada, pero ante mi largo discurso explicando las sinrazones de los guardias, me la entregó sin chistar. Además creo que era rusa y no me entendió nada!
Pasamos juntas el control, obviamente con el cochecito y el bebé, que casi parecía una ferviente monjita en súplica.
Transcurridos unos metros, me saqué el trapo de encima y se lo devolví con mi mejor sonrisa de agradecimiento, a lo que inclinó su cabeza varias veces hacia adelante. Quizá fuera hindú, ahí nada se entiende! Hay tantos de tantos lados, que podés encontrar un bebé negro en brazos de una sueca rubia de 2 metros de alto con un japonecito sonriente de marido! Lo de la nacionalidad es otro tema!
-“ Signora, si prega di andare fuori!!!”- enérgico el muchacho que casi me saca de los pelos.
Otra vez a la cola!
Esta vez, sabía que necesitaba algo más contundente!:
Un joven alemán fue mi salvación. Había visto el episodio, y “casi sólito” me ofreció su buzo talle super extra-Large!
No sé en que idioma acordamos que en dos horas nos reencontraríamos en la puerta principal para devolvérselo!
Así es que finalmente pasé el chequeo y pude recorrer la santa mansión, a piacere!
Evidentemente, ya me había llegado mi angelito del día!
Bastante asqueada de los ornatos barroquísimos, los dorados de oro insultante para la hambruna del mundo (que no visita precisamente estos monumentos), lo irrespetuoso de los miles de turistas que recorre el interior cual vidrieras de un shopping, sin ningún misticismo ni plegaria, en fin… ya sabía… no me iba a gustar! Lo lamento!
Como arquitecta puedo admirar las cuestiones constructivas, pero como ser humana… prefiero la sencillez de la Naturaleza al aire libre!
Al fin y al cabo, “el pesebre” fue en una gruta, y el final en un madero sobre un monte desnudo.
Nada traemos ni nada nos llevaremos…. Porque no repartir un poco mejor????
Señores obispos de plana mayor???   Siglo XXI, recuerden!  Civilización o barbarie!
La cúpula? Ah! Preciosa!
Y perdón! me olvidaba de lo mejor: La Piedad!, gracias Miguel! Vos sí que debiste ser Ángel!
Mi ángel personal me aguardaba en el gran portón del frente, para recibir su sweater, y mi agradecida sonrisa!

Ya atardeciendo, dejé la empachada de rococos para el día siguiente, crucé el centro por la Piazza del Popolo, Piazza Navona, Piazza dei Fiori, y vaya a saber cuantas más.
No imaginen estos espacios verdes, con plantitas en canteros, y bancos para el relax y el sosiego.
Todo lo contrario, se llaman así a los espacios resultantes del encuentro de las callecitas medievales, tan irregulares, como sus nombres. Donde el caos se apropia del estacionamiento de decenas de motos, los bares ponen sus mesitas al aire libre, y los transeúntes tratamos de pasar entre unas y otras.
Eso sí!, las farolas muy pintorescas, si tienes la oportunidad de elevar la vista, sin que te arrolle un rodado.
Un café en teatro Marcello, antes del encuentro previsto con “mi gente” en la calleja del castello, cerca de Piazza Cavour (otra!), donde un tano simpático nos sirvió “los mejores spaghetti al tuco” de tutta L´ Italia!  Pavada de Ego el anfitrión!
Tras la pasta y los postres, la despedida. La tripulación volvería a la mañana siguiente al vuelo a Buenos Aires, y yo emprendería mi rumbo hacia el Sur.
Última noche de Sheratton (al final, éstos me van a tener que pasar la comisión por la publicidad!).Y a soñar con los angelotes de San Pietro!

Despertada con la ilusión de mi último “desayuno intermundial”, recorrí las mesas sin la timidez del primer día, y a mis anchas, ya que el Tata Pepe y su gente habían partido más temprano. Me sentía una Reina en una orgía de Botticelli…
Mi silueta comenzó a “influirse” en esos días…. y tan a gusto se fue sintiendo, que se negó a volver a donde estaba!
Agradecidísima al chofer de la Trafic, que se ofreció a dejarme la valija grande en casa de una amiga suya, en el centro, hasta la tarde, que tras mi visita al Vaticano, pasaría a recogerla.
Otros dos servicios (transporte y guarda-equipaje), por el valor de un Gracias!
Qué económica resulta la Vida, cuando una está dispuesta a creer en Milagros…

Y del Vaticano, qué les puedo contar? Qué tantos libros de arte no hayan mostrado ya?
Hablarles de lo sorprendida de la cantidad de “millares” de turistas, que entramos por segundo!, organizados con molinetes y tickets electrónicos, vendidos por Internet, o en ágiles ventanillas blindadas, donde aceptan billetes de todo el mundo, no sea cosa de perderse un centavo!
La cantidad de puestitos de venta de réplicas, más menos truchas, o de óptima calidad! en cuanto recodo de pasillo, dentro y fuera del predio.
Para cuando llegué al auténtico techo de “la Creación” de Da Vinci, ya lo había visto estampado en tantas bases diferentes, que casi, ya no me impresionó, salvo por su tamaño, y la cantidad de guardias custodiando la sala!!
Pero no crean, que se llega así nomás…
Debés transitar primero, por innumerables salones, “rebosantes” de pinturas, frescos, grabados, esculturas, tallas, orfebrerías, vitraux, etc. etc. etc. etc. etc….. en cuanto muro, vitrina, techo, arcada, bóveda, marcos de ventanales, puertas, portones, escaleras, pasadizos, arañas, picaportes, dinteles, jambas, columnas, cielorrasos, etc. etc. etc. etc. etc….. puedan apreciar tus apabulladas retinas!
A lo largo de mínimo 3 horas ininterrumpidas, ya que no hay escapatoria posible, fuiste sumergida en un túnel de arte barroco sin fin, sin el más mínimo respeto al silencio y vacío del zen.
Si de barullo se trata, es como estar dentro de una radio en la que no podés sintonizar la estación correcta. Todo es un murmullo ininterrumpido –en infinitas lenguas al mejor estilo Torre de Babel- de admiración, de llamadas de atención entre parientes, para focalizar lo último descubierto al paso. De órdenes de los custodios para apagar los flashes prohibidos, de niñitos aburridos que claman por terminar el suplicio, de viejas cansadas implorando un asiento, de perdidos en busca urgente de los sanitarios, de guías orgullosos como si les pertenecieran, explicando las obras. De eruditos trasmitiendo al compañero que no pagó por el equipo audio guía, lo que escucha por los parlantitos. Otros preguntando cómo funcionan, otros si corresponde a esa o aquella obra. Madres dando órdenes de “no tocar nada”! Parejas dirigiéndose mutuamente la pose para el futuro retrato irrespetuoso, delante de un gobelino del siglo XII. Jóvenes buscándose entre sí a los gritos, entre la multitud de cabezas erectas, tratando de vislumbrar “algo” entre el pescuezo del que camina adelante, y el que lo empuja por atrás.
Es una peregrinación ininterrumpida, a lo largo de incontables salas donde se exponen las más importantes y variadas creaciones, ordenadas por períodos históricos, o por pertenencias a familias nobles y adineradas de cada época.
“Nobles” no en el sentido espiritual más precisamente, porque por doquier hay un tufillo a “hurto” en pro de “salvemos el arte!: candelabros, retablos, púlpitos, soportes para adoración de hostias de todos los tamaños y colores, de santidades dudosas, de bendiciones compradas, de comuniones traficadas, traídas de tierras santificadas por vaya a saber cuantas guerras…
Hablando de pasos perdidos, y de quien dispone cuál es el bien y cuál el mal…, les cuento:
Agotados mis fieles piecitos, recuerden que ya era el 3º día en Roma, y la 3º hora consecutiva en el agobiante Vaticano… descubrí la maravilla de sus mármoles en los pisos.
Sí! Logré bajar la vista ante tanto estímulo vertical desde la altura de los ojos hacia arriba, como para elevar los pensamientos a un Dios que no tendría ni espacio ni ganas de estar allí adentro!
En realidad, supongo que el frescor de las brillantes superficies pulidas del humilde solado, llamaba con desesperación a mis plantas.
Y cuando hablo de humildad, lo hago en homenaje a que es incesantemente pisoteado por quienes ni lo aprecian, porque de “humilde” nada!: es tan valioso artísticamente, como todos los otros elementos!, las guardas perimetrales, los zócalos tallados, los retablos compuestos, estrellas, cometas…. Dameros configurados en tonos contrapuestos, brújulas, representaciones espaciales del cosmos, dados, trípticos, imágenes sutiles que se borroneaban bajo los infinitos calzados de nosotros los turistas.
Ante mi propia toma de conciencia, y el hervor de mis miembros inferiores, decidí quitarme las alpargatas, y continuar la travesía descalza!
Inmediatamente, la tersa helada superficie, me espejeó el agradecimiento, y mi dicha tuvo una breve sensación de beatitud….
-“PRRRRRR!!!!!!!!!!!!!! PPPPRRRRRRR!!!!!!!”- unos antipáticos silbatos me rodearon de inmediato!
-“Métere el scarpe!!!”- me ordenaron, como si hubieran descubierto una leprosa!
Los miré estupefacta, segura de no cumplirles la orden.
Primera maniobra fallida: hacer que no entendés el idioma, te lo repiten hasta en iraní!
La fresca caricia en mis plantas, me mantenía erguida en mi posición, dispuesta a sostener mi descubrimiento.
-“Métete el scarpe!!”- insistían (eran 3 o 4!) con manita amenazadora en unos palitos que les colgaban de las nalgas derechas.
No lograron amedrentarme… yo estaba chocha con mi conquista, y no me daría por vencida. Además ya tenía un pacto secreto, cómplice de los pisos ignorados por tantos, y recientemente reconocidos por esta víctima del “sistema de seguridad”.
La “rebeldía” (mezcla de inocencia y desafío) está encarnada en mi Alma, espíritu libre por cierto, y los guardas no tenían ni idea de con quién se estaba metiendo…
A mi juego me llamaron…
-“…………….!!!!!!!!!”- oficié de oficio mudo (para no deschavar mi lengua, y seguir jugando a que no entendía nada!), mientras me agachaba a mostrarles una llaguita entre la yema del dedo gordo, y el espacio interno del dedo largo siguiente.  (Eso era verdad!) (Pero no para tanto….)
Atónitos, trataban de ver que es lo que les estaba tratando de mostrar… se miraron entre ellos sorprendidos.
Yo insistía en que se agacharan a mirarme los dedos, cosa que obviamente los desconcertaba. No estaría escrito en el “Manual de control de seguridad!”: vieja mostrando impúdico el juanete!
-“ Métete la scarpe”- insistieron una vez más!
Yo, incólumne!
-“Andate vía la enfermería!”- suavizando el modo para convencerme.
-“……………!!!!!!!!”- el tradicional “diálogo de sordos” dio sus frutos!- al señalarle infinidad de sandalias, ojotas, y suelas varias con ínfimas cintitas cruzadas, transitando a nuestro alrededor, en unívoca dirección.
Me tomé el codo para mostrarles que también lo llevaba “desnudo”, si era eso motivo de provocación. Ahora los desubicados eran ellos, seguían sin entenderme, pero cesaron de hostigarme.
Otro mini milagro a mi disposición surgió de improviso: una alarma sonó en el pasillo contiguo. Salieron corriendo…liberando mis pies a mi antojo!
De ahí en más, continué las siguientes 16.000 salas durante las 5 horas siguientes, descalza! Qué placer!!!
Por supuesto que cada vez que entraba a una distinta, el guardia de ese sector, me “relojeaba” de arriba abajo cuando descubrían mi falta, como si de una feroz guerrillera se tratara.
Alguno  volvió a interrumpir mi paso, tratando de obligarme a calzarme, a lo que yo orondamente respondía que contaba con la “autorización” de los de la sala anterior! Quedó atónito, consultó por su aparatito negro, y le deben haber dado la orden que deje tranquila a esta loca, porque ya ninguno más se atrevió conmigo!
Algunos otros dudaban unos segundos y me olvidaban enseguida, como si hubieran sido avisados del nuevo protocolo: se puede andar descalzo en el Vaticano!
Bajar la rampa circular de la escalera de Miguel Ángel, rumbo a la salida, fue una sensación de “que al fin llegamos!” Y “al fin nos vamos!”.
Tantas veces vista en mis libros de Historia de la Arquitectura, que ahora estar transitándola era como meter el dedo en una torta, casi sin permiso!
Estaba allí, toda a mi disposición! Pero yo ya estaba más que empalagada, casi con relajo, diría….!
Y Da Vinci….??????
Ah! Muy impresionante….! Sí! Muy impresionante….
Basta para mí!
Salí a los jardines a tomar aire, pero el olor a Nunciatura, me revolvió el estómago.
Entonces, me decidí a ponerme las alpargatas, y salir corriendo!....

Era el horario previsto para recoger mis bártulos y buscar la estación de trenes, rumbo a Nápoli!
Cómo no podía ser de otra manera, arribé a la estación, con el tiempo exacto para munirme de un sadwich y comprar el boleto.
Me ubiqué en mi asiento tapizado de pana azul, admirada de la limpieza y comodidad del vagón.
No olviden que era mi primer transporte público en lasuropas!
Mis eventuales compañeros de trayecto, se dieron cuenta de mi procedencia, al ver mi escudito de Argentina pinchado en mi sombrero.
-“Maradona?”- me sonrieron a modo de pregunta.
Y yo les ofrecí un bocado de mi sandwich –que por suerte rechazaron- (Yo tenía mucho hambre, a pesar de la revuelta anterior), a modo de agradecida bienvenida!
Contemplé el paisaje a través de la pulcra ventanilla durante las 2 horas que separaban las dos ciudades, mientras ellos me aleccionaban del especial “cuidado” que hay que tener en Nápoles, especialmente de noche!... (como presagiando espantos), y ni que hablar más al Sur, que ni se me ocurra ir a Sicilia!....
Para qué!!!? No sabían cuánto disfruto los desafíos! Obvio que iría!, o creen que fui desde el confín de las Américas, sólo para ver un poquito?
Yo quería ir a TODO! y lo iba a lograr!
Miedos a mí!? Habrase visto!!!....
Entre cavilaciones y proyecciones mentales, llegué a la gran Terminal de Nápoli, donde otro ángel me aguardaba sin contrato previo.
-“ Le ayudo con la valija?”- tomándola sin que llegara a darle permiso.
-“Busca un hotel barato? Yo sé de uno acá cerca…. Acompáñeme!”- sin que llegara a contestarle.
Su cordialidad y decisión hicieron que me ponga en marcha tras sus alas invisibles, y mi valija cargada.
Giraba la cabeza para atrás, cada tanto, como para asegurarse que yo iba atrás, y brindarme la confianza de que sabía el camino.
Ingenua total, aliviada de la preocupación de cargar el peso, o de buscarme mi propio alojamiento, lo seguí confiada por recovecos de callejas antiguas, con sábanas colgantes en los balcones, chicos gritando tras una pelota, y viejos jugando naipes sentados a la puerta de caseríos derruídos. Una especie de San Telmo con más ropas en sogas cruzadas por sobre las aceras!
La gran diferencia fue, que los niños y los viejos que ví eran negros vociferando en lengua italiana!.
Al principio, no presté atención.
Nos detuvimos delante de una puerta vidriada que con voluptuosas letras doradas que rezaban: “Hotel San Remo”, y cuyo recepcionista salió a recibirnos con los brazos abiertos, como si yo fuera, su querida bambina que hace un siglo que no me veía.
Demasiada algarabía para mi gusto, como las letras rococó del frente. Pero en fin, prefiero el cariño a la antipatía, así que tomé una habitación sencilla, pero limpita…. Como dirían las viejas! (O sea yo!)
Me despedí de mi servicial acompañante, que durante el trayecto también ofició de guía turístico, y me repitió las recomendaciones de los pasajeros del tren: el bendito “cuidado!”
Desoyendo los consejos, tomé una ducha rápida (como para terminar de sacarme el bochorno del Vaticano del día), y decidí salir a caminar por el centro de la ciudad, y a probar la auténtica “pizza napolitana”!
Ni lo uno ni lo otro.
El conserje trató de impedirme salir, como si fuera mi padre. Angustiado por mi desobediencia, se quedó a esperarme tras su mostrador.
Salí a la calle, y enseguida me percaté de numerosos pares de cositas brillantes en la oscuridad, parpadeando lascivamente…..
Eran ojos de negros en retinas enrojecidas de sed de …..pasión? robos? curiosidad? incredulidad?
De ellos y mía!
Ya que ni yo me esperaba encontrar centenares de ellos, ni ellos se esperaban que Heydi en persona, se paseara, a esas horas, por esas calles…
El factor sorpresa, hizo que se nos paralizara cualquier acción prevista.
A mí se me pasó el hambre inmediatamente, por lo que desestimé la visita a la pizzería, y ellos desestimaron la idea de “atacarme”, si es que la llegaron a tener.
Esta vez me ganó mi autoprudencia, por no darle lugar al miedo…
Don Vito, feliz de verme regresar tan rápido, corrió a abrirme la puerta que tenía bajo siete candados (que volvió a echar tras mi paso), cual si de princesa en cautiverio me tratara.
-“Ya comió?”- me preguntó seguro de que aceptaría compartir su paupérrimo menú: 2 porciones de pizza con fainá!
Otro final feliz para un día agitado!

La mañana siguiente me encontró con todos los bríos del “Oh Sole mío” dispuesta a las ruinas de Pompeya, como me había incitado mi guía personal.
Reandé los pasos hasta la estación de trenes y abordé el correspondiente sin demoras, para no variar mi buena suerte!
En una hora y piquito, llegué a Pompeii, como ellos le llaman!
Empecé a recorrer las callecitas de piedra desérticas, (es una forma de decir, porque estaban abarrotadas de turistas, incluyéndome!) y plenas de rastros de vida humana arrasada por la lava del volcán Vesubio, que como mudo testigo, sigue allí atrás erecto, custodio de tanto dolor y desolación.
El paisaje rocoso, tapizado de verdes pastizales, otrora corrales, y viviendas de sus habitantes, imponía un silencio sepulcral. Respeto a los muertos, o impotencia ante la furia de la Naturaleza castigadora?.
Avanzábamos con paso débil, bajo el sol arrollador, y el rodar del ripio que demarca las calles abandonadas.
Quien no imaginaría la desesperación de aquellos moradores, corriendo a buscar refugio en las laderas desbordadas de lava ardiente?
Quién se habría salvado, y vuelto a buscar alguna pertenencia? Algún ser querido?
Algún animal llamando a sus crías?
Algún saqueador con hambre desesperada husmeando en humeantes restos?
Qué fuerza poderosa hace al hombre volver a reconstruir el nido perdido?
A pararse en las cenizas, desafiando un destino?
A mostrarle al mundo lo que por derecho les correspondía! Esas tierras embravecidas por el fervor de la erupción, que los dejaron huérfanos de patrimonio, más no de historia!
“Aquí estuvimos y acá estaremos!”- parecen gritar cada muro ancestral demolido por la fuerza satánica de lo incontenible.
Infinitos recorridos de horas, dispuestos a mostrarnos una civilización arrasada sin previo aviso, sin razón, y sin consuelo.
La cuadrícula de las manzanas que a duras penas se mantienen paradas, es constantemente reforzada por cuadrillas de arqueólogos voluntarios, que se niegan a que se borren las huellas de ese pasado infame.
Serán sus descendientes? No lo sé, pero sí, los seguros herederos del orgullo de mantener el sitio “de pie”!
Visitar Pompeya es como mirar el cielo: sentirse infinitamente pequeño ante la grandeza de la Creación, impotentes…., pero agradecidos de estar Vivo!

Vuelta al “San Remo” a buscar equipaje. Ya a esta altura absolutamente, y cada vez más! agradecida al Tata Pepe, que se haya ocupado de despachar el bolso de mis libros a España, ya que sino los hubiera abandonado en ese preciso instante, como donación a tanta amabilidad de Don Vito!
Despedida tan efusiva como la bienvenida, me hizo sospechar de “la calidez” de algunos tanos, en fin… rumbo a Capri!
Como él me indicó, corrí a la parada de ómnibus que van al puerto, ya que debía abordar el último ferry de la tarde.
Me senté en este peculiar vehículo, que iba atado a unos rieles eléctricos por sobre el techo, unido a unos cables que surcaban los aires de toda la ciudad, y unas pequeñas ruedas en vías empotradas en el pavimento. Eran dos vagones unidos por un fuelle como acordeón en su punto central, lo cual permitía el giro a 90º en las bocacalles estrechas.
En un determinado momento, se detuvo y apagó el motor sin cuestionamientos. La gente se bajó y yo pregunté: -“Ya llegamos al puerto?”
-“No, es una manifestación…”- fue la parca respuesta del chofer.
-“Ah….”
………. Decidí sacar la bolsita con uvas y bananas que había comprado para la travesía, a modo de merienda, y a falta de almuerzo.
Degusté con paciente placer mis víveres, guardé las sobras en el bolsillo del bolso…. Y…-“faltará mucho?”- ataqué al chofer por la espalda.
Se limitó a mirarme por el espejo con los ojos alzados, como diciendo que ni Dios lo sabe en estos casos…
Una larga fila de “troles” (como se llaman allí estos buses) alineados en perfecta fila, como la vía lo imponía, esperaban el turno de reanudar la marcha cuando se descongestionara el area cubierta de manifestantes enarbolando pancartas y repicando bombos retumbantes.
Nada para extrañarse! Nada para extrañar mi Buenos Aires querido!....
Confiada en mi buena suerte, ejercité la paciencia que los años me estaban otorgando….
Y como nada en la Vida, dura para siempre, en algún momento, comenzamos a avanzar.
30 cuadras más adelante (no era cuestión con la valija de rueditas!) me señaló el muelle debido, al tiempo que izaban la plataforma de subida al ferry.
Desplegué una sonrisa capaz de saltar el charco que se iba distanciando de la costa, y con el brazo en alto me despaché un auténtico: -“Ciao!!!!  Aspetta!!!!”
No hubo marinero que se resista a tan ridículo saludo, arrojando la gruesa soga enroscada, a los pies del que permanecía en tierra, quien la tomó en un apurado gesto de aparcar la embarcación.
-“Y el biglieto? Dove se compra?”- en un intermezzo recién inventado.
-“En la biglietería!! Ma…suba! Suba pronto! Prontísimo!”- arrojando mi valija sobre cubierta, y casi a mí también, del envión que me dió para “ayudarme “ a saltar sin pasarella!
Voz en off: “Tante grazie Dio mío! Una vez más con tu sorte e bendición, arrivamo al barco, y Gratarola!!!”
Reacomodando la respiración en los pulmones, me atraqué a la baranda para despedir a la Nápoli negra, que jamás había imaginado!
Después, alguien me explicó lo de la inmigración de los pobres africanos, y sus luchas por incorporarse al mundo “civilizado” de los europeos, quienes los rechazan una y otra vez, sin recordar que fueron ellos los primeros en ir a meterse en tierras ajenas y “colonizarlos”! Y ahora se quejan de que sus vecinos “oscuros” los quieran tanto, que han decidido devolverles el favor! Ja!

Bueno, no estamos en clase de política, sino en viaje de placer…
El placer del turquesa mediterráneo conduciéndonos a la Isla de la Fantasía.
Sí! Textualmente, porque es en Capri –creo- donde se filmó incontables capítulos de la serie con ese título, con el reconocido actor Ricardo Montalbán y su inseparable Tatoo, la recuerdan?
O.K. Está bien, los jóvenes porque son jóvenes, los viejos porque han perdido la memoria, o porque diciendo que no, pretenden disimular la edad!
Lo cierto es que es acá! Por su belleza natural, su infraestructura, los paisajes, las flores …
A medida que el ferry se va acercando, ves una montaña sembrada de casitas en sus laderas verdes de forestas, casi tropicales!
A medida que el ferry se va acercando, ves que son unas “villas” impresionantes!  Palacetes devenidos en hoteles de superlujo, y alguien te sopla como al pasar: -“Aquí es donde los astros del jet-set europeo vienen a pasar una temporada…”
-“Ahh….  Y cómo es que yo llegué hasta aquí?”
-“Porque vos también sos un astro!”- me dictó una angelita engreída en mi conciencia, y decidí sentirme así!
El ferry atracó entre unos veleros dignos de Onassis, con capitanes tostados, sonrientes bajo sus gorras azules con cordoncito dorado, sus impecables camisas blancas con charreteras a ambos lados de sus pechos abiertos al viento, con una mano en la sogas del mástil, y la otra flameando libre como dándote la bienvenida…!  (Ya me parece que me mareé un poco….) (será un desvarío del aire marino?)
Un gentil caballero, no menos apuesto que los capitanes, que obviamente no me esperaban a mí, me tomó de la mano, para bajar la explanada, y yo me sentí, una vez más, Sissí emperatriz entrando a palacio….
El Mediterráneo luminoso de rosas del poniente y plateado de luna en creciente, salpicaba la popa y el muelle de baranditas blancas.
Tomé mi valija y seguí el cortejo que se dirigía a un gran funicular, para ascender al centro de la ciudadela. (previo paso por la boletería, esta vez sí!)
Una amplia cabina como para 25 pasajeros (más sus respectivos bultos) era arrastrada por unos gruesos cables, montaña arriba, tras el cierre hermético de su gran portón vidriado.
La maravilla de ver el puerto iluminándose de estrellitas, a tus pies, y atravesar la vegetación de perfumes implacables de madreselvas en flor.
Los “Ah.!!!”  y los “Ohhh…!” de mis transitorios compañeros de ascensor, durante los 3 minutos que duró el viaje, señalando con admiración las imperdibles vistas a nuestro alrededor.
Y el Vesubio…. Siempre el Vesubio allá a lo lejos, vigilante… inamovible, tieso de amenaza olvidada ante tanta belleza.
-“Ssshhhh….”- un zumbidito automatizado me abrió el camino de la magia.
Como salida de una galera, volé libre en busca de una posada económica en medio de tanto lujo.
Los hados que siempre me acompañan, me señalaron un senderito de piedras entre matorrales rojos y naranjeros en flor. Los azahares me guiaron hasta una pequeña puertita como de cuento de hadas, con un letrero celeste: “-Se alquila habitación”
-“Toc toc”
-“Quién ess???”
-“Para averiguar por la habitación…”- le respondí con pequeña timidez a la voz de la viejecita que preguntaba desde atrás de las cortinitas labradas en puro almidón.
-“Pasa hija, pasa..”- haciéndome ver que la puerta estaba apenas entornada.-“Ponte cómoda, deja tus cosas por allí, ven a ver esta puesta del sol que es un regalo de Dios…”
Mirando hacia el horizonte, a través del bow-window sobre la cornisa rocosa de la ladera que nos albergaba, entendí porqué, la anciana mujer, no se había girado ni por un momento. No era cuestión de perder ni un segundo de esa maravillosa bola de fuego entrando al mar….
Mis ojos se llenaron de dicha de lágrimas de agradecimiento, contuve la respiración, y supe… que había llegado!

Cuando ese otro astro se durmió bajo las aguas, Edith me miró complacida: -“Viste que maravilla? Viste que regalo de Dios?”
Yo asentí enmudecida de emoción, y de pánico ante el desconocido valor de la habitación en un Paraíso semejante.
-“Pero de dónde eres?   Solita?  Cuántos días te vas a quedar? Es la primera vez en la isla? Cómo has llegado hasta aquí? En el ferry de las 18? Pero quien te dijo de mi casa? Cómo la encontraste?”- todas las preguntas juntas no daban lugar a mis respuestas.
Y yo quería saber el precio, para no entusiasmarme con un imposible…
-“Uyyy…, es que se me olvidó sacar el cartelito…”- confesó preocupada. -“Esta semana viene mi hija con mis nietos a pasar unos días, y no voy a tener lugar…”
“Menos mal”- pensé para salir huyendo decorosamente ante el enunciado del precio de un lugar así de bello, balconeando sobre el mar…. Envuelto en helechos y glicinas violetas, oliendo a jazmines arremolinados en cascadas sobre los muros de piedra.
-“Pero a ver! …. Déjame ofrecerte algo pequeño, para que puedas quedarte.. No irás a estas horas a buscar otro lado… subiendo con esa valijota…. las escalerillas que ofician de calles, aquí en la región… A ver….”- buscaba solucionarme la situación, sin intuir que mi miedo no era la oscuridad, ni el peso del equipaje, sino los precios de los alojamientos!
-“Si no te ofendes, puedo hacerte un lugarcito en el cuarto de servicio… lo usamos como cuarto de planchado. Desde que Erica tuvo familia, ya no se queda a dormir conmigo… así que está libre. Le digo que te lo prepare…”
“Vas a estar muy cómoda, porque hace poquito le compramos un colchón nuevo por el embarazo, y de paso le cambiamos las cortinas….”- añadió al tiempo que corría un tul tapizado de rositas rococós, para dar paso a la bóveda estrellada sobre un mar oscuro de calma y silencio.
La espuma yendo y viniendo contra el acantilado, me alumbró el -“Claro!, encantada!”
La nona me otorgó la llave herrumbada de historias de sal y marinos, al tiempo que me contaba la historia de cada millonario que habitara la isla desde tiempos ancestrales.
La luna nos fue abrazando hasta dormir mis sueños encantados.

Desperté flotando como una mariposa posada entre las ramas que enmarcaban mi ventana de lilas y aroma a vainillas para el desayuno.
Una fuerza sobrenatural me invitó al desperezo aspirado de ozono y maravillas.
Edith me esperaba al otro lado de la mesa, con humeantes tazas de té y una sonrisa a flor de labios: -“Descansaste bien m´hijita?”, como si realmente se tratara de mi abuelita.
Feliz de tenerme en su casa, me indicó los paseos probables para el día.
Ni bien nombró “La Gruta Azul”, mi corazón se llenó de ganas, y mis piernas emprendieron la salida.
Dí una vuelta por el centro, como para enterarme de qué se trataba, y lo dejé para otra visita en la nochecita.
Averigüé por la excursión para la gruta, y me desafiaron con:  -“100 euros la vuelta a la isla pasando por la gruta. Si hay buen tiempo, se entra, si no se mira desde afuera… Son 2 horas aproximadamente… Próxima salida 10,30…..”- repetía como loro enjaulado el informante, sin sospechar que desde que nombró la moneda yo ya no escuchaba nada más.
¡100 euros!!!!!???????   Por 2 horas!!!!!?????  Pero quién se creen que son????  Quién creen que soy yo?  La hija de Rockefeller?  Ah no!!!  Yo no me voy a perder la gruta, con ese nombre tan sugestivo, por una cuestión monetaria…  Habrá algún otro modo de llegar… Vamos a investigar…- desarrollé mis pensamientos creativos….
Salí un poco de la zona turística paqueta, y emprendí la caminata hacia un sector más barrial, seguramente donde habitan los camareros, choferes, y demás dependientes de los afamados hoteles y posadas.
Dicho y hecho! Entré en una vulgar verdulería, y tras aprovisionarme para el día, les pregunté por la mejor forma de llegar al otro lado de la isla… sin demostrar mis ganas reales, para que no me manden a la agencia de turismo.
Simplemente era cuestión de tomar en la esquina el colectivo Nº 1, único que recorre la isla de punta a punta, yendo y viniendo en 20 minutos cada tramo!
O sea que en breve estaría llegando, y en 20 más yo arribaría a mi punto deseado. Y por sólo “1 euro!”
El chofer me miró extrañado al no reconocerme entre los locales, pero asumiendo la debida simpatía, me informó del caminito de bajada que debía tomar entre los yuyos, hasta alcanzar la roca que guardaba en su interior el tan preciado tesoro.
-“Hasta ahí le puedo indicar. Más de eso, va a tener que tirarse al agua, y llegar nadando…”- me advirtió en tono de chiste!
Segura de mis habilidades, recorrí el sendero indicado, como Caperucita en el bosque, sólo que con mi mochilita de Kitty en vez de canasta de frutas.
Fui bajando el peñasco, agarrándome de las cortaderas, y dejando correr los guijarros flojos bajo mis ojotas, calzado nada apropiado para la ocasión, pero la meta, valía la aventura.
Varios metros más abajo, ya divisando el manto turquesa de las olas en suave vaivén, me encontré con un alambrado divisorio de un predio perteneciente a un elegante club, cuya celestial piscina desbordaba en catarata sobre el azul del mar.
El muchacho que la mantenía en primoroso estado, a modo de gondolero, con el saca-hojas empuñado, me descubrió sobresaltado entre los matorrales.
Le hice señas como para que me ayudara a saltar el cerco, y divertido, me ofreció su mano y su sonrisa.
Le expliqué sucintamente de mis deseos de llegar a la gruta, y sin la menor intención de desmoralizarme, me explicó: -“ Hoy muy difícil….. la marea está muy alta…”
“….YYYY????”- que me estaría queriendo decir?
“-Cuando la marea está muy alta, la gruta se llena de agua y los barcos no pueden entrar…”- señalándome con su herramienta la entrada al misterio.
El desafío estaba planteado, y yo a mitad de camino. No era cuestión de volverse atrás. Una cosa es bajar el peñasco, y otra muy distinta es volver a salir como vagabunda por entre los yuyos.
-“Y cuándo baja la marea?”- establecí la conversación, establecida ya en mi decisión de esperar allí, el tiempo que fuera necesario.
-“Eso nunca se sabe…. Depende el viento…las corrientes….”- mirando el cielo infinito adosado al mar en un horizonte dorado de despertar.
-“Pero hoy parece que va a ser un buen día”- como alentando a los astros.
-“sí…”- demasiado tibio para mi gusto.
-“vos que estás acá siempre, debes saber…. Te das cuenta en cuanto tiempo baja la marea?”- seguí insistiendo, como si su saca-hojas fuera el la llave de Mandala.
-“Mirá, porque no te relajas un rato acá en la pileta, mientras esperamos a ver como evolucionan las aguas….”- invitándome a “echarme” en una de esas magníficas reposeras blancas con almohadoncitos amarillos a rayitas, bajo sombrillas de paja al estilo Caribe.
“- Acá?????”- incrédula de mi suerte!
-“Sí, quedate tranquila… ahora te hago traer un jugo, un café?, ¿Qué te gusta?”
Disimulando mi sorpresa, me desmayé de la alegría justo encima del asiento indicado. Me acomodé al mejor estilo Jackie Kennedy en el crucero de Onassis, a disfrutar la vista incontenible de la bahía de Capri, la playa, el puerto, y obviamente a verificar la entrada a la gruta deseada.
Los barquitos pasaban por su frente, se detenían unos instantes para sacar las correspondientes fotos, y se alejaban con la consabida explicación del imposible, tras haberles cobrado los consabidos euros a cada infeliz pasajero.
“Buen día….”- interrumpió mi embelesamiento un señor algo mayor, un tano de pura estirpe. –“Me contaron que quiere conocer la gruta…Genaro, piacere…”- presentando su mano de cortesía como para besar el dorso de la mía, al mejor estilo película de Fellini!
-“Sí! Ud. sabe cuándo baja la marea?”- me precipité a continuar con mi necesaria averiguación.
-“Calma, signorina… que hoy parece que es su día de suerte!”- haciendo lugar a la bandeja que el mozo depositaba en la mesita delante nuestro.
-“Grazie! Cuánto es?”- no alcanzando a preguntar demasiado.
-“Niente!! La casa de Genaro invita!”- casi ofendido. “Y de dónde llega tanta curiosa belleza?”- quiso saber con su elegante sonrisa.
-“De Argentina!”- demostré mi orgullo de dama patricia.
-“Argentina? Maradonna! Messi!”
-“No! María!, María de Buenos Aires!”- interrumpí con mis propios méritos.
-“Ah claro…certamente…” “Y qué la trae por aquí? Es la prima volta que nos visita?”
-“Sí, y tengo muchas ganas de llegar a la gruta…. Se la ve tan preciosa….”
-“Certamente…. E veramente es su día de suerte…. El viento está dando la vuelta….es probable que en unas horas, Ud. pueda llegar nadando, sabe saltar?”- desafiándome con el mismo chiste que el conductor del ómnibus.
Miré el risco que me separaba del agua, apenas unos 4 o 6 metros. Recordé mi época de trampolín en la escuela secundaria (casi en otra vida), y apelando a idéntica inconciencia, afirmé mi decisión.
“Ya veremos…”- me provocó el dueño del club –“por ahora tómese unos baños de sol en mi piscina, en un rato seguimos charlando. Permiso….”- se retiró abrochándose el saco de marino.
Instaladísima como sirena en las rocas, me dispuse a esperar como Penélope, el paso del tiempo.
Con el vaso de jugo de naranjas entre mis manos, recordé sin añoranzas lo insólito de otros tiempos en que yo los servía. Y ahora allí, en el cenit del paraíso, ante el turquesa mar de la gruta Azul…
Los bordes de la pileta comenzaron a llenarse de sofisticadas parejas, monísimas modelos blondas con capelinas, bronceados apolos musculosos, felinas damas entradas en grasas y años, acompañadas de lobos marinos con collarcito de oro y abultada billetera. Todos asoléandonos como los reales privilegiados que éramos!
Algunas esporádicas zambullidas salpicaban cada tanto el mediodía de relax y champaña, mientras yo aguardaba la contraseña necesaria para arrojarme a las profundidades, sin ningún temor.
Dormitaba un ratito, cuando Genaro me tocó el hombro dándome la venia: -“Me parece que le llegó el momento… si se anima….esta es la mejor hora…”
Salté con toda mi decisión. De la reposera!
Me paré con los piecitos juntos, junto al borde del peñasco, acomodé mi malla (no sea cosa de pasar doble papelón: caer mal y encima perder los trapitos!)
Quise persignarme, pero no era el momento de demostrar cobardía.
-“Ahí tiene unos escalones naturales en la roca, después para subir….”- señalándome unas alteraciones a la derecha, sabiendo que no me quedaría a vivir allí abajo.
Yo ni lo había previsto, era tal mi afán por llegar, que no me adelanté a saber como volver.
PAAAFFFFFFFFF!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Me tiré sin desperdiciar la oportunidad, y antes que el raciocinio me atrape como adulta responsable que a veces solía ser.
El frescor del Mediterráneo me encerró bajo su manto oscuro salado de reflejos de sol. Como chispas de vida, las burbujitas desfilaron por encima mío, pataleando buscaba ascender a la superficie.
Una vez arriba, enfoqué mi rumbo directo al arco mágico y misterioso que me llamaba con su infinito silencio.
En unas pocas brazadas, a favor de la corriente que me impulsaba como dándome permiso a compartir su secreto de estalactitas y sombras, lo atravesé casi rozando mi espalda horizontal contra la pared de rocas, unos segundos antes de que quedara obturada por la altura del agua.
Al instante siguiente, me encontré en un ámbito semiesférico lleno de aire extraño, con olor a milenios de secretos, de absoluto y real silencio de soledad….
En las entrañas de la tierra hecha mar….me convertí en estrella….
Desde adentro, al bajar la ola, podía divisar a lo lejos, las naves que se asomaban a la distancia, sin sospechar siquiera mi presencia.
Me sentí desintegrar… yo era una parte azul invisible, de esa naturaleza viva.
Me faltaba el aire, por lo denso del ozono, pero me negaba a salir de ese espacio de maravilla, ajeno al mundo real…
Extendí mis brazos a modo de plancha, agradecí al Infinito por el placer recibido….y palpé la PAZ!....
La marea me alzaba y me depositaba en su suave masaje de gloria, en un vaivén que impedía la entrada del sol por unos instantes.
La turbia luz que reflejaban las sales del muro interior, me nublaba el entendimiento, dándome paso a otro plano sensorial.
Juro que jamás probé una droga en mi vida, pero supongo que esto fue lo más parecido al “éxtasis” que experimenté.
Mi respiración se hacía cada vez más profunda… no sé si para captar tanto embeleso, o por la fatiga de mantenerme a flote!
Mis ojos no paraban  de fotografiar con la cámara del alma, tanta desconocida belleza.
Mis manos aleteaban acompañando la danza murmurosa de olas coronadas de espuma de sal, rompientes tras el círculo atrás de mi esplendor.
Mis labios no dejaban de temblar, de agradecer….Aunque debo reconocer que de frío también, aunque no sea tan poético, la oscuridad reinante empezaba a hacer gélido el hechizo.
Me dí por satisfecha, y decidí retornar.
Un saltito de delfín y comencé a bracear hacia la salida….
La ola avanzó hacia la entrada, como diciendo: -¡Ahora no!, espera a que yo me retire primero…”
Seguí braceando para mantenerme en mi posición, a pesar de que ella me empujaba de nuevo hacia el interior.
Cuando pude ver la superficie exterior nuevamente, o sea que había bajado el movimiento ondulatorio, reforcé mi velocidad para tratar de atravesar el arco de la entrada.
Pero una nueva ola se interpuso, volviéndome a empujar hacia el fondo…
Tomé conciencia que no iba a ser tan sencillo…
O sea, me desperté de golpe de mi ensoñación, y antes de que el pánico me atrapara, arremetí con mi mejor crawl contra viento y marea, zambulléndome a través de la ola que ingresaba y atravesándola de cuajo…!
Cual llamarada de la boca de un dragón, salté exhausta sobre las rocas aledañas y sin darle tiempo a la pereza ni a la agitación, trepé por los peldaños socavados, asida a las ramas que se empeñaban en crecer entre ellos.
Genaro me estaba esperando en la cima del promontorio, con una mueca desencajada, y una multitud curiosa alrededor, dispuesta al aplauso o al insulto.
-“Estás bien? Me tenías preocupado… tardaste un montón!! Te pasó algo?”
Con la respiración entrecortada lo abracé: -“Es una de las cosas más bonitas que viví en mi Vida!!!  Gracias!!!”
-“Gracias al cielo que saliste viva! Ya te estábamos por ir a buscar…”- retornando a su plácida sonrisa.
- “Porqué? Si apenas estuve un ratito… Es hermoso!!! Es hermoso estar ahí, como en el centro del Universo!...”- no había palabras adecuadas para un espacio tan infinito de azul y placer….
-“ Un ratito??? Estuviste hora y media! Mirá la marea”- señalando el horizonte –“Unos minutos más y ya no podrías salir…sos una inconciente!”- me retó con dulzura. Tuve que aceptarlo sin chistar, ya que tenía toda la razón.
Pero yo tenía en mi alma, todo el beneplácito de haber flotado en una suave nube de silencio y húmedo misterio!
Creo que era la puerta de abajo del Paraíso!, algo que casi nadie se atreve a conocer: a Dios se llega por infinitos caminos…y aún nadando!
Me acomodó una blanca toalla sobre mis hombros tiritantes, protegiendo mi reciente sueño y mi alegría.
La gente se desconcentró entre murmullos de proeza y desacuerdos, al ver que estaba recuperada y radiante!
Genaro me señaló los vestuarios para cambiarme, con la promesa de un tibio café  aguardándome en la barra del bar.
Gracias Señor! Por tantísimos beneficios recibidos! Y haber estado tan cerca de ti!, custodiada por tu ángel Genaro….lo guardaré en mis oraciones!

Volví a lo de mi nona postiza, entre mercados de flores y souveniers, que bordean las calles donde emergen los más suntuosos hoteles, con vistas paradisíacas, como de postal. Palmeras, hiedras de azahares….acariciando las rocas que se precipitan en acantilados paredones, sobre un mar con potentados veleritos casi como de juguete, allá abajo, junto al puerto…
Unos autitos eléctricos abiertos, con un toldito blanco, se deslizaban, como de puntillas, cruzando la isla, llevando puntualmente, lujosos turistas ocultos tras negros anteojos, o prismáticos inamovibles a rostros plásticos de cirugías.
Enormes carteras con tachas de último diseño en cueros multicolores, ocupaban sus faldas. Mientras sus pechos portaban collares de piedras extravagantes, de tamaños dignos de dinosaurios, como para dejar en claro, la dinastía a la cual pertenecían.
Los caballeros portaban equipos de filmación ultra pequeños, dando alarde de la tecnología que eran capaces de adquirir, ocultando sus pensamientos bajo elegantísimas gorras de golf con inconfundibles logos, o sombreros rancheros de clara fibra y ala ancha.
Los potentes perfumes de las damas, bloqueaban los naturales aromas de las plantas salvajes de las cornisas floridas. Ellos, señalaban su distinción con los propios, acompañando señoriales ademanes de buen gusto y refinamiento.
Obviamente, los calzados y las vestimentas, tenían firma de nombre propio, casi con las etiquetas expuestas de los más afamados modistos, para evitar confusiones respecto a sus valores.
Todo ese alarde de poder y magnificencia, no le podía hacer mella, a mi estado interior de absoluta plenitud y dicha.
La hermosa puesta rojo dorado volvió a acurrucarme en mi cuartito de cuento, y envuelta en mi placidez, aguardé la alborada para despedirme de Edith, rumbo a otros paraísos de la bella Italia!

Sumando sincronicidades: funicular justo disponible para bajar al amarradero de barcas a Sorrento, donde justo partía un bus a la Terminal donde justo salía la combinación a Salerno por el camino de Amalfi!, todo calculado desde la mejor agencia de viajes: God´s travels!  al instante! Lo pedís, lo tenés!
Arribé a la estación de trenes, miré el cartel indicador: increíble! En 10 minutos partía uno a Palermo, como yo me había propuesto!...
Y el tiempo justo para cruzar a una pizzería en busca de dos porciones para el viaje!
Los ángeles están en todos los detalles!
Disfrute de mi buena suerte pegada a la ventanilla, para tragarme todo el Mediterráneo como el mejor champagne de festejo! Y como si hubiera sido cierto… me fui quedando dormida…
De repente, me desperté sobresaltada. El muchacho que se había sentado frente mío en el compartimento, había desaparecido. Me extrañó, porque no había escuchado el abrir y cerrar de la puerta, ni que nos hubiéramos detenido en alguna estación intermedia.
Alcé la vista, y horrorizada comprobé que no estaba mi gran maleta verde, que él mismo me había ayudado a acomodar al inicio del viaje.
Me turbé de espanto al darme cuenta que sólo tenía entre mis manos, mi sombrero azul…
Con la costumbre de no acarrear demasiadas cosas, había puesto todo en un solo bulto. Cuando digo todo, me refiero a los documentos, el dinero, y la campera para apaliar el escalofrío que me saturó la piel erizada de enojo y desamparo…
La respiración bloqueó mi cerebro y abrió el grifo de mis mudas lágrimas, desconcertada, sin atinar a pedir ayuda. A quién? Si no había nadie…. Y qué digo? Y en qué idioma?...
Mi conciencia comenzó a echarme todas las propias culpas, como es su costumbre: “Que soy una confiada…. Que tanto alardear de tu buena fortuna…. Ahí tenés tus angelitos…”- burlándose sin piedad….
“Angelitos!”:  ésa era la fórmula clave! Los invoqué y en un mismo instante, me hicieron desviar la mirada hacia el apoya equipaje por sobre mi cabeza, sobre mi propio lado…
Y ahí estaba! Oronda, descansada, ajena a mi pánico, mi fiel mochila!
Había olvidado que al arrancar, me había cambiado de asiento para seguir en la misma dirección del treno. O sea, que el equipaje ya no lo tenía enfrentado, sino sobre mí.
Instantáneamente, pedí perdón por los pensamientos precipitados culpando de hurto a mi ex-compañero de compartimento… por poner las culpas afuera, en vez de hacerme cargo…. Por falta de confianza en el que siempre me cuida y me acompaña…
En fin, fue el único susto horrible que tuve en todo el viaje, pero me dejó una gran enseñanza: “Ésto fue sólo un aviso! No le quites el ojo a tu equipaje! Yo te protejo, pero tengo cosas más importantes que hacer, de esto te puedes ocupar vos… y… de hecho, todas las personas son buenas! Aunque a veces, algunos nos equivocamos!... Quién dijo que tu falta es menos grave que la de un ladrón? Tanto que te engalanás tu grado de evolución…eh?”   Fah! Hachazo a mi Ego! Lección aprendida: Humildad y Confianza!
Gracias Diosito y Perdón…  estoy aprendiendo….

Palermo, finalmente! dejé mi preciado valuarte en el guarda baglietti, recordándome quizá de ciertas malas lenguas con respecto “a los del Sur…” (Otra vez prejuzgando!!!  Tanto me cuesta aprender…?!!!!......), y para no cargarlo durante mi recorrida a pie.
Paseo por el centro…. Más iglesias….más iglesias…. Son como para los porteños los kioscos de diarios! Una cada media cuadra!  Serían tan devotos los sicilianos de antaño? No lo sé, pero en todas se respira el gusto por el arte y la exhaltación reverencial.
Me hablaron de la basílica de Imorreale, de sus mosaicos, y su esplendoroso emplazamiento. Asociándola al apellido de una querida amiga en mis pagos, me tomé el 389 como me aconsejaron.
Para seguir con las asociaciones, era como el famoso 60 a Constitución a las 6 de la tarde: lleno hasta la manija! Y como dicen ellos: molto caldo! Aludiendo al calor imperante, más precisamente, como estar dentro de una sopa, y no de fideítos precisamente!
Tras una hora de amasijo, arribamos a un punto en una colina perimetral a la ciudad, y desde allí había que seguir subiendo a piedi, o sea, seguir revolviendo la sopa…
Al llegar a las puertas del Santuario, se me borró el cansancio al ver una joven pareja entrando a casarse con toda la pompa, tules y órgano a pleno! Soy una romántica incorregible, por lo que los seguí al interior como la mejor pariente invitada, sin perderme ningún detalle. De la boda.  La Iglesia?, ni la recuerdo…
Negándome a desandar el camino al centro en el mismo transporte, decidí empuñar mi dedo, que aún no conocía la luz de estas latitudes.
En menos que canta un gallo, un simpático doctor –eso lo supe apenas establecimos conversación- me condujo con gracia y amabilidad por los centros turísticos de la city, disculpándose por no poder acompañarme al día siguiente, ya que tenía guardia en el hospital. Daba por hecho, que yo me quedaría allí una eternidad…tan orgulloso estaba de su tierra y de su gente!
Rápidamente me aclaro sus nobles intenciones de desposarme, mientras no dejaba de llamarme “Reina”, “Donna”, “Bella”, Bellísima”, “Principesa!” y disculparse que, como todos los tanos, él era “molto caldo!”
-“NOOO!!! GRAZIE!!!” –le agradecí con mi mejor sonrisa, para caldo ya tuve el 389!
Fingiendo estar perdiendo una joya, me dejó en la estación para recoger mi equipaje y seguir rumbo a Taormina, en otro vértice del triángulo de la isla.
Agradecida de todos sus piropos y un frasquito de perfume que pronto sacó de la guantera, para regalármelo en son de amistad! me despedí contenta y segura de estar perdiéndome de conocer un pillo!
Qué tenía una colección de lociones en el auto?, dispuesto a obsequiar un frasco a cada pasajera que coincidiera? O era el encargo de su matrona? y ahora debía ir en busca de otro para cumplirle?!
De todos modos: -“Gracias Stéfano! La he pasado muy lindo, y muy halagada! Aún te recuerdo”

En el trayecto a Taormina, me encuentro con un argentino que estaba disfrutando de sus vacaciones y de su novia polaca, con quien noviaba desde hacía 3 años, y sólo se podían encontrar un mes al año! Ya que ambos mantenían sus trabajos a ambos lados del Atlántico! Él era arquitecto, como la que suscribe, y hacía animaciones en 3D para proyectos de construcción y venta de edificios….Además era de mi mismo barrio…
No sé si fue por la misma profesión, la misma actitud de viajeros, o esto de apostarle al Amor, a pesar del tiempo y la distancia, lo que me unió a ellos. Por lo que al llegar, compartimos la cena y nos alojamos en el mismo hotel. Obviamente en habitaciones separadas!, que pensaron?
La fuerza del Amor se hizo presente una vez más, ya que al salir del restaurant, nos cruzamos otra pareja de casorio, en la Iglesia contigua al hotel. Sería que los trajes de novia son muy baratos por estos lados? O este poderoso imán sigue funcionando, a pesar de todos los perversos presagios de los decepcionados?
No sé tú, como diría el Luismi. Pero yo, le voy a seguir apostando! Vivan los novios!!!
Nos reencontramos en el desayuno de la mañana siguiente en la terraza, y cada cual tenía su propio plan de visitas. Nos despedimos, sabiendo que la Vida es muy curiosa, a veces estamos tan cerca, y no nos conocemos…. En la lejanía, la magia de los encuentros, es posible….como los cometas y las estrellas, que se la pasan cruzándose, y están a miles de kilómetros luz!
Recorriendo el centro, encontré una pequeña escalera que conducía a un local en un 1º piso, con un enigmático cartel: “Angeli Fra Cielo e Terra”. A mí juego me llamaron!
Trepé presta a disfrutar de lo que me estaba convocando.
Una cantidad fabulosa de cuadros de una pintora local, Anna Corsini, rebozantes de dulzura e inocencia precoz. Alas de plumitas tan reales, que tentaba soplar a través de ellas. Acaramelados rosados en los cachetes desbordantes de ternura, bajo unos ojitos de infantil ingenuidad que casi susurraban de las glorias del paraíso! Unos brazitos regordetes, envueltos en gasas traslúcidas de celestes serenos cielos. Y unos piecitos de mullidos deditos aleteando entre estrellitas pálidas pintadas en el cielorraso y las paredes, como bajando a embellecernos el alma…
Embelesada por el aroma de lavandas fragantes que envolvía la música tibia, apenas quieta en el espacio, el mágico silencio me transportó a otro Reino.
Floté entre mis ensueños de contemplación, hasta que el hambre me condujo hasta el parque público, otro paraíso más real! en búsqueda de un liviano almuerzo, que finalmente compartí con Annie, una conversadora inglesa que se me unió en el recorrido entre las estatuas de bronce que se escondían entre la prolífera vegetación.
La siesta?: en la playa de guijarros que se extendían en un zigzaguente itsmo abrazado a la ciudad.
Un rato antes del fin del día, y habiéndome dado por satisfecha con La Sicilia, decidí partir a Mesina, última ciudad de la isla, antes del cruce al continente.
El micro saldría en dos horas, con lo cual no llegaría al ferry que hace el mencionado cruce, así que decidí encarar de nuevo con el auto-stop.
Bajé la cuesta desde la estación hasta la autopista, una empinada pendiente de piedritas rodantes que intentaron poner fin a las rueditas de mi pesada valijota, y a la salud de mis asentaderas, al primer resbalón.
Resistimos! Llegamos al guarda-raid , empuñe mi dedo en la dirección deseada, y al instante!: se detuvo un patrullero de la policía caminera! Ingenua de mí, me agaché acompañando el movimiento del bajar del vidrio de la ventanilla, para anunciarles mi destino y ver la posibilidad de que me acerquen.
Con cara nada amigable me informaron que debía retirarme de inmediato del borde de la autopista porque no estaba autorizado “hacer dedo”.
Los miré con un ojo, y con el rabillo del otro. Les mostré el recorrido por el que había descendido hasta allí, como dando suficiente explicación de que sería imposible remontarlo, y menos con el bulto que me acompañaba, y que no estaba dispuesta a abandonar mi puesto.
Conformes con su misión cumplida de informarme, con la sucesiva amenaza de que si permanecía ahí, me retirarían en la próxima pasada, pero rumbo a la comisaría de Taormina, lugar no previsto en mi itinerario del día, arrancaron al mejor estilo furioso de los dibujitos animados.
Tras su partida, en menos que canta un gallo, San Pedro me mandó un BMW super sport con 3 caballeros adentro, quienes en tono de duda, me preguntaron si había tenido algún problema con la policía. Y qué hacía ahí parada?
No se me ocurrió otra que decir la verdad completa: que quería ir a Messina.
Ahí nomás abrieron la puerta de atrás haciéndome ademán de entrar a sentarme. El que conducía se bajó a tomar mi equipaje y acomodarlo en el baúl. Cerró la portezuela, se acomodó al volante, y arrancó al mismo estilo que los policías.
Todo fue tan rápido, que parecía una serie de persecución.
Casi no tuve tiempo de sentir el alivio de haber conseguido tan rápido mi vehículo, porque mi conciencia me demostró mi inconciencia!!!
Solita con 3 sicilianos, en una ruta desconocida, habiendo soltado una vez más, sin querer, mis pertenencias… Ya me imaginaba arrojada a la vera del camino, en el mejor (o peor?) de los casos violada…. (Sí! Leyeron bien: mejor! Porque un service cada tanto, no se le debería negar a los pobres….Pero eso es harina de otro capítulo...)  Sigamos: asesinada, descuartizada, nadie se enteraría, nadie me reclamaría, nadie conocía a esa altura mi paradero, los policías, ingenuos, pensarían que los obedecí y me retorné a la ciudad…. –“BASTA!!!! Parecés un noticiero!!!!” – le obligué a callar a mi vozarrón interior.
Si al fin y al cabo, los 3 caballeros me estaban conduciendo amable y educadamente hacia mi destino deseado, y encima en una culta conversación sobre la muestra imperdible que había en esos días en el museo local!
Obviamente también se mostraron interesados en las concernientes vidas de Maradonna y Messi, como así también un poquito, en la mía.
La tarde se despedía, cuando arribamos al puerto, y ellos trataron de convencerme de dar una vuelta con explicación turística incluída por su ciudad de origen. Aludiendo a compromisos impostergables, les agradecí con la mentirilla piadosa de “en la póxima vuelta”… y me encaminé a la boletería, con los minutos contados para el siguiente abordaje. Así son mis angelitos de agencia!!!  Siempre listos!, como los boy-scouts!
Unas cuantas rampas a distintos desniveles me condujeron a la cubierta del barco que zarpaba, y allí me encontré con Antonio.
Muy servicial, tomó mi valija desde la escalerilla y subiendo a otra cubierta, me la dejó al lado de un banco lateral, con ademán de que me acomodara, y él hizo lo propio a mi lado.
De inmediato comenzó a contarme el porqué del nombre de la embarcación –que por lástima, ya no recuerdo- y una pintoresca historia de piratas, de hace tiempo y por aquellos mares, con lujo de detalles y descriptiva prosa.
Una guirnalda de luces encendidas en la costa enfrentada, mostraba Calabria, tierra de mis ancestros maternos! Allí iría!
La estatua de la Virgen de la Mare, erigida sobre rocas cual una sirena vigilante, en el último metro de la escollera que encerraba el puerto, nos dió la despedida de la isla, y su bendición.
Antonio, por su parte, me regaló la historia de los marineros que encontraron dicha esfinge en el fondo de las aguas, y cómo decidieron implantarla en ese punto, para protección de todos los marinos que se encomendaran a ella, en el zarpar hacia las lejanías.
-“Y cómo es que sabes tantas cosas?”- lo interrumpí en el momento que se distrajo de sus incesantes relatos.
-“Me lo contó todo mi papá!”- y el orgullo se le asomó entre los dientes, -“Es el capitán!”- anunció con  la honra de un muchachito de doce que ya sabe su destino.
-“Con razón!!  Y tu viajas siempre con él?”
-“A veces…. Casi siempre…. Cuando no tengo escuela….”- aclaró
-“Y no te aburre? Hacer siempre el mismo recorrido…?”
-“No! Me encanta! Porque siempre conozco gente nueva, como Ud.!” “Y todos me cuentan de sus países, y es como que yo viajo para allá también, se da cuenta?”- agregó a sus fantasías las mías!
-“Ah, claro…”- me quedé pensando, que forma tan humilde de trasmitir…Me había estado regalando hermosas historias, y él encima me agradecía lo poco que yo le había contado…
Con su boina de lado, los pantalones cortos, y una chaquetita a cuadros. El viento lo despeinaba con suavidad, los ojitos aceitunas clavados en la lontananza, era la imagen exacta del emigrante de principio de siglo, dispuesto a atravesar los mares, para alcanzar su propia aventura!
Arribamos justo en el momento en que estaba a punto de abrazarlo y besarlo en la mejilla, hasta ruborizarlo. Me contuve.
Agradeciéndole la compañía de la travesía, me escoltó hasta el muelle, con todas las indicaciones pertinentes para tomar el metro al centro.
Ya era de noche, y debía buscar un hotel.
Como mis ángeles, no dan puntada sin hilo…: el guarda que pasó tickeando los boletos, me observó el sombrero: -“De dónde es Ud.?”
-“de Buenos Aires????? No conoce a un tal Pippo? Es mi primo, se fue hace como veinticinco años y nunca más supimos de él…. Ud. no conoce un Pippo?”- me imploraba con desesperación, como si se tratara sólo de una aldea.
-“Ah! Claro…. Es una ciudad grande, me imagino, no?...”- desilusionado con mi gesto de no poder ayudarlo.
Abrió las puertas del convoy al detenerse en la siguiente estación. Tocó el silbato en el tono repetido, cerró las puertas con el botón debido, y volvió conmigo.
“Y qué hace Ud. por estos lados? Viaja sola? Y cuánto se va a quedar en Calabria? Llega justo para la Fiesta Blanca! Hoy es la Madonna de la Concepción!”
Antes de poder contestar todas sus preguntas, repitió su ritual de apertura, control y cierre en la siguiente estación.
-“En realidad no mucho, estoy de paso, voy para Cattanzaro, que es el pueblo de mi abuela…Ud. sabe si hay algún micro para ese lado?”
-“ Cattanzaro! Ah sí…. Hay un tren el sábado por la tarde…si quiere le averiguo… “
-“Está bien, gracias! Seguro que en la Terminal me darán bien los horarios, no se preocupe….”
Volvió a su rutina, anunciándome que me convenía bajar en la siguiente, ya que era la estación más céntrica, justo a una cuadra de la catedral donde estarían los festejos por la fiesta patronal.
Con todos sus consejos, y buenos augurios, me encaminé hacia las escaleras mecánicas ascendentes.
-“Ciao Roberto!”
-“Ciao María!”- alcanzó a gritarme levantando el pie del andén, un segundo antes que la puerta automática se cerrara frente a su bonachona sonrisa. Con tal familiaridad, como si de otra vida, nos conociéramos…y nos volviéramos a encontrar en la próxima!...

Sentí que mi valija se alivianaba de repente.
Dos manos forzudas la habían tomado por atrás, para facilitarme el saltito desde las escaleras.
-“Tante grazie!”- sonreí
-“Ya tenés lugar para esta noche? Mirá que es la Fiesta Blanca, y está todo lleno…”- una parejita de suecos, o algo así de rubios, también turistas obviamente, me avisaban de la dificultad para alojarse durante el feriado. –“Si querés podés venir con nosotros. Estamos en un albergue acá cerca. Podemos preguntarle al dueño, es macanudo!”- todo en impecable inglés.
Recorrimos unas callecitas, con escalones cada dos por tres, internándonos en el barrio.
Por suerte, el fornido muchacho, tomó mi valija sobre su hombro, cual Hércules, y terminó el recorrido hasta la segunda planta de la casona que oficiaba de albergue.
Carlo, su propietario, les sonrió gustoso por haberle traído otra cliente, y prometió ubicarme en “algún lado”. En realidad, yo ya había entrado en la categoría “paquete”, porque estaba realmente muy cansada, y “cualquier lado” me sería suficiente!
Carlo me propuso dejar los bártulos hasta que “me hiciera un lugarcito”, y mientras tomara una ducha antes de ir a la procesión.
-“La procesión???????”- inquirí yo espantada.
-“Sí! Llega Ud. justo, en 20 minutos harán la suelta de palomas, y acompañaremos a la Virgen hasta su Altar…” “Cierro acá, y vamos todos juntos!  Ya verá… es un bonito espectáculo, tiene Ud. mucha suerte!  Llega Ud. justo!  Vamos, prontito! Dése una duchita y nos acompaña…” – alentándome.
-“SUERTE???”- quería gritar yo, pero disimulé aceptando las toallas amarillas.

Reconozco que el agua me volvió a la vida y a la sensatez de que no era lógico perderse las fiestas patronales, sólo por un poco de cansancio. Por otro lado, sería mi única noche en Calabria, y había que disfrutarla!
Carlo, los suecos, y otros huéspedes me estaban esperando en el corredor, al salir del baño. Como viejos amigos, charlamos recorriendo las mismas callecitas que me habían puesto en su camino. Legamos a la Piazza del Duomo, con todas las luces en su mejor esplendor, rodeada de kioscos de comidas típicas, juegos de puntería, azar, ruletas, al mejor estilo kermesse de Villa Urquiza!
El olor de las humeantes parrillas instaladas en la calle, invitando a una especie de choripan calabrés, no se condecía mucho con la liturgia, que el cura de turno se esmeraba en declamar por los parlantes. Y mucho menos con el aroma a incienso                    que emanaba el vaivén del  botafumerio.
Grandes globos con formas de flores, mariposas, o palomas se elevaban hasta donde sus cordeles los dejaban escapar, por sobre los toldos de los puestos de baratijas.
Una multitud entusiasmada, pululaba entre los mismos como buscando la esmeralda perdida de alguna leyenda.
La música sacra se mezclaba con la de las danzas regionales, donde se armaba rueda para ver las destrezas de las parejas bailarinas, zigzagueando entre sonoras panderetas.
Una panadería perimetral, lucía una gallarda dorada como premiación a “La Mejor Vidriera”, condecoración al concurso realizado durante la semana previa. Un inmenso Pesebre de Natividad hecho en pan en su totalidad, desde las figuras de José, Jesús y María, el buey y el asno; los pastorcitos, los patitos, la gruta, los yuyos, las nubes, y el mismísimo Ángel de la guarda flotando desde el borde superior! Figazzitas, rosquitas, mignones, en dorado esplendor, florecían en forma de arbustos, flores, estrellas, montañas lejanas, arroyito, una maravilla bonita, original y creativa! Merecido premio!
Carlo, ajeno al bochinche, se empeñaba en embocar unos aros, mientras los otros huéspedes se habían mezclado entre la muchedumbre.
Yo deambulaba atónita con mi máquina de fotos, captando situaciones insólitas, para mi aún corta vida de turista.
Cuando agoté las imágenes, y mis piecitos, me acerqué al puesto de bolos.
-“Estás cansada ya? Se te nota en la carita.... Querés ir volviendo?”- con la ternura de un padre, Carlo me escoltó rumbo al albergue, por la costanera silenciosa y pacífica, alejándonos del tumulto y del jolgorio.
Me abrió la puerta de una sencilla habitación: “-Ponete cómoda…Descansá”- por un instante pensé que se arrodillaría a sacarme los zapatitos, como un príncipe….
Apagó la luz antes que yo mis ojos, cerró la puerta con discreción, y me quedé profundamente dormida.

El sol gigante de la Calabria, atravesó el enorme cortinado naranja, despertándome con toda su energía.
Carlo me esperaba con orgullosa sonrisa detrás del mostrador del comedor, donde lucía las bandejas de masitas, panecillos, galletas, fiambres, quesos, manteca y dulces. Todo de su propia elaboración, como se elogió a sí mismo!
Disfruté de cada uno, con una voracidad desconocida por mí, sería el aire del Mare? O la amorosidad que se desprendía de ellos?
Pedí sugerencias para paseos de reconocimiento en la zona, y la dirección de los medios para llegar a Cattanzaro.
Finalmente, esto no lo logré, ya que la combinación necesaria, se hacía solo los sábados a la mañana. A pesar de no ser tanta la distancia, evidentemente era un pueblito sin la menor importancia comercial. A mí no me serviría llegar un fin de semana donde la municipalidad estuviera cerrada, y no conseguiría los datos que pretendía averiguar. Era tan improbable, que decidí cambiar de itinerario.
Homenajé a mis ancestros a la distancia, y me dí por satisfecha.
Recorriendo una vez más la costanera –el Mediterráneo no dejaba de seducirme….- descubrí una serie de barcitos sobre la playa vacía, con primorosas mesitas bajo parasoles caribeños de paja entrelazada, dignos de postal. Los veleritos, las motos de agua, y esmerados surfistas, decoraban el telón de fondo, necesario para el merecido relax de la tarde.
Al estilo lagarta en mi reposera verde manzana, munida de fresco jugo y posterior gelatti!, esperé el horario del tren nocturno, que me cruzaría toda la península hacia el norte, directo a Pisa!
Sí! Pi”s”a!, no con doble zz, para los glotones!
Mi idea era ir subiendo por el Adriático de pueblo en pueblo, pero no era tan sencillo conseguir transporte en el tiempo que yo disponía, por lo que decidí pernoctar en el trayecto, con el debido cuidado del equipaje! Esta vez, me lo enganché a la pata!

Los italianos, no son los japoneses, por lo que arribamos con 3 horas de atraso! Encima paraba en todas! Casi no pude dormir…
Ya a las 9 de la mattina, una multitud pugnaba por apretujarse en la fila de acceso a la famosa torre inclinada.
Los comerciantes sacaban sus mercaderías a la calle, y los vendedores ambulantes, como moscas, te metían sus chucherías delante de la cara.
Lo de moscas, no era precisamente en alusión al color de su piel, sino a su incesante y provocativo movimiento.
Dejé mi valijota en un negocio donde amablemente me lo permitieron.
Libre de peso y culpa, me encaminé a disfrutar, a pesar de la voluptuosidad del escenario.
Saqué “turno para subir” a las 11.30 por lo que me quedaron dos horitas para darme una panzada de fotografías: las típicas de sostenerla con la mano, la inclinada desafiando la gravedad, las puertas talladas en bronce macizo del baptisterio, el duomo con el césped cuidado como green de golf, los caballos engalardonados con cocardas multicolores, arrastrando los sulkis de paseo por los alrededores de la campigna!...
Finalmente, mi turno de ascender por los incontables escalones de mármol de Carrara, pulidos por el paso de los millones de calzados que los pisaron, hasta dejar una huella central en depresión de casi 5cm. de profundidad!
La caracolada escalera angosta entre muros milenarios, es una promesa de cercanía al edén. Minúsculas ventanucas se abren cada tanto, donde uno se detiene a contemplar la lejanía a medida que te elevas sobre los mortales…
El silencio húmedo, de respeto y admiración, es cada tanto interrumpido por los grititos de curiosidad de algún turista que le descubre a otro, su reciente antaña maravilla.
Monótonas y cadenciadas pisadas, te van haciendo desear el fin de la exhausta espiral interminable…
Imposible arrepentirse a mitad de camino, ya que el estrecho pasadizo sólo está habilitado en un sentido a la vez. La fila detrás de ti, se enojaría muchísimo, de tener que incrustarse dentro del muro de piedras, para permitir el paso de alguien en retirada.
No queda otra que seguir…, además, no vas a haber hecho 12.000 km para ahora quejarte por unos escalones de más! como si fuera la salida del subte en Corrientes y Callao!  Entonces, cuándo llegues a las pirámides de México, qué? Te negarías a subir? Vamos!  Avanti! El Campanile nos espera!!
Al llegar a la cima, una gran terraza cumple con creces, la promesa de belleza! Una amplia vista de los tejados colorados de La Toscana sobre los verdes amarillentos de los campos laboriosos de vides, rodeando el Arno hasta su desembocadura…
Desde arriba, se pueden apreciar en detalle, todas las cornisas, las volutas, los frisos coronando los arcos sobre las columnatas, de la catedral lindera. Mezcla extraña de estilos románicos, bizantino, islámico y alguito de musulmán…. Un primor…!
Justo en ese instante, las siete campanas dieron su concierto del mediodía, como para recordarme, lo privilegiada que soy!
Grazie Dio mío! Por tanto arte, tanta belleza!
Pero basta de tanta gente!!! Basta para mí! Me habría empezado a volver fóbica? O me estaría mareando por la inclinación?
Sentí la urgente necesidad de bajar, apenas habilitaron la cruel escalera en sentido descendente, saboreando las sensaciones recién cosechadas. Antes que la muchedumbre se avalanzara con paso retraído, y me las echara a perder, preferí bajar a los saltitos de dos en dos! directo al frescor del camposanto.
Dándome por más que satisfecha, recogí mi valija, y tomé el primer autobús a Lucca.
Allí me esperaba Domenico, un amigo de un amigo de una amiga….contactado por la magia del Internet.
Una encantadora ruta bajo los arcos de las ramas de olivos, traspasadas de sol entre el follaje y los frutos en flor, bordeaba los campos de hortalizas como pintadas con esmero y devoción.
En apenas una hora, arribamos a la antigua fortaleza, rodeada por la muralla original, donde mi anfitrión me aguardaba presto para un exquisito almuerzo de bienvenida, en una de las veredas que circunvalaban la piazza central.
Mantelito a cuadros rojos, buen vino (para él obviamente), y unos típicos spaghettis al suco con funghí! Delicioso!
A mí eso de estar dentro de lo que otrora fuera una fortaleza, con soldados armados, cruzando sus calles, y vigilando en sus torretas, no me sentaba nada bien, así que traté de concentrarme en los pajaritos que picoteaban migas, a nuestros pies.
La consabida vuelta a la catedral, y el museo de historia de la ciudad. Entorné los ojos para no desairear a mi interlocutor, al pasar frente a los cañones, fusiles, y otras especies, y los abrí con placer frente a las pinturas, esculturas, grabados, y otras delicias.
Me llevó a tomar café a Montecattini, otra vecina población, donde los negocios para ricos y millonarios, se jactan de ser de los más codiciosos del norte de la región. Famosa por sus termas, donde otrora se relajaban emperadores y otros amos del planeta.
Tampoco me interesó demasiado, pero eso de sentirse atendida como una reina, tiene sus placeres, no es cuestión de desperdiciar una oportunidad de pasear en Mercedes Benz por la verde Toscana. Lástima que quien conducía era petiso, gordo, pelado, con gafas anticuadas, bigote desaliñado, y una bocaza de las peores habladas que escuché en mi Vida. (Eso que tengo hijos adolescentes!, pero los tanos puteando el tráfico, son increíbles!!!)
Todos esos detalles serían inadvertidos para una damisela que observara el abrir de su cuantiosa billetera, pero para mí, resultó deplorable su fanfarrona compañía.
Pero ya lo dice el refrán: a caballo regalado….sólo faltaría un rato más, ya que me había prometido dejarme en el hotel de un amigo suyo en Florencia. Cartón lleno!! Bingo!
Se metió en la autopista a las seis de la tarde, en medio de un caos infernal de automovilistas tan locos como él. Tras tres horas de aguantadera, entre insultos y bocinazos, llegamos a la gloriosa Firenze!
Un aperitivo de licorcitos no pudo alivianar mi exhausta osamenta tensionada de desperdicios.
Para peor, me sentía en absurda deuda, por lo que tuve que acompañarlo a una aburrida cena, eso sí, en un paquetísimo restaurant. Más incómoda aún me sentía con mis inapropiadas ropas de turista transpirada desde la noche anterior, en ese exclusivo antro de personajes similares al descripto. Cada cual se vanagloriaba ante la mirada de los otros, con la presa recién adquirida.
Nunca supe si el petiso pretendía de mí, algún otro tipo de pago, pero mi expresión de disconformidad mezclada de asco y cansancio, lo desalentó afortunadamente, a otros avances.
Me dejó en la recepción de un confortable y nada suntuoso hotel céntrico, y para mi sorpresa, pagó mi habitación, haciendo alarde de su colección de tarjetas.
En fin, se lo agradecí. Pero que Dios se lo pagué!
Yo me retiré como una Dama, que se precia de tal!

Ahh! Florencia maravillosa! Qué distinta amaneciste al día siguiente! Libre como paloma… ávida como pajarillo hambriento… etérea y fugaz como mariposa! Le dí cuerda a mis zapatillas, para emprender una jornada de alto vuelo…
Bordeando el Arno, partí hacia el Palazzo Pitti, y ya antes de llegar, el arte salió a mi encuentro: en todas las calles adyacentes, cientos de pintores y artesanos callejeros, y no por esto, menos sublimes, desplegaban sus obras, en caballetes, puestos bajo toldos o alfombras sobre el pavimento. Murales, espejos, láminas y cuadros en todos los estilos, tapizaban los muros de las calles a medida que avanzaba. Por no contar los negocitos de antigüedades, los de objetos extraños, los de cerámicas, y los de boticarios.
¡Qué fascinación me produjeron las innumerables vidrieras de las papelerías!
Eso de poder contar con sobres, papel carta, oficio, etiquetas, secantes, bolígrafos, sellos, cajas, cajitas, carpetas, folios, alfombrita para el mouse, pisapapeles o cubrescritorios, todo engamado en juegos de réplicas de las obras famosas expuestas en los incalculables museos de la gran Firenze!
Desde la Venus de Botticcelli al David de Michelángelo, las clásicas amapolas escarlata, o  exquisitas colecciones de pájaros y flores….cualquier diseño era válido, para reproducirlo en un sinfín de objetos afines.
Otro tanto ocurría con las farmacias, donde exponían en las vitrinas, frascos antiguos de lociones, pócimas, ungüentos, cremas, perfumes o medicinas, en una lechosa cerámica blanca con impresiones azuladas de los mismos famosos diseños de las obras de arte típicas de la ciudad, incluso reproducciones de edificios… todo como recién envejecido, obviamente el merchandising local! Pero qué bonito!
Atravesé el Ponte Vecchio, entre las célebres joyerías y talleres artesanales de orfebrería, más antiguos que la misma ciudad!
Millones de turistas oteando la autenticidad de las alhajas, dispuestos a homenajear a alguna dama, con la compra de un buen anillo a un precio que destaque su generosidad y su buen gusto. Para luego extender la mano ante sus amistades, y bajando levemente las pestañas, declaren con falsa humildad: -“Un recuerdito de Florencia, nada más…!”
A mí, sin embargo, me conmovieron más, los cientos de candados herrumbados, atados a las barandas sobre la vera del río. Algunos con los nombres encerrados en corazones dibujados en esmalte de uñas, sobre el chapón oxidado.
Cuenta la tradición, que las parejas enamoradas, dejan allí encadenadas sus promesas de amor eterno…con la esperanza de volver a recorrer la ribera del Arno en futura ocasión y reencontrar aún firme el viejo candado. Conmovedor!
Finalmente arribé al Palazzo Pitti. Tardé un rato en darme cuenta que su fachada permanecía oculta tras un enorme telón que la reproducía con admirable nitidez, ya que se encontraba en reparación. El almohadillado del muro sobre el film, era tan certero que daban ganas de acercarse a palparlo, para reconocer su falsedad.
Éste en sí mismo, ya era una obra de arte de la tecnología actual.
Igualito que acá, que cuando hacemos una obra, esparcimos polvo para que tengan todos los vecinos, y los de la otra cuadra también! Así de generosos…!
Recorrí la sala del museo del traje, imaginando los condes, duques y otras celebridades que visitaban a los Médici, dueños originales de esta fastuosa mansión, durante los bailes de máscaras, para luego bajar las escalerillas presurosos, escondiéndose entre los arbustos del gran jardín de Bóboli, para otros juegos más privados.
¿Cómo harían el amor express, con esas vestimentas tan complicadas, entre rasos pesados, enaguas de puntillas almidonadas, y calzones con precintos de seguridad?
Y cómo disimularían los olores de la corrida? O mantendrían en pie esos peinados en alturas al mejor estilo Simpons contemporáneo?
Con razón la Cenicienta perdió el zapatito por el camino… era lo menos que le podía pasar a una mujercita en aquellas circunstancias…
Y pensar que todos estos años, creyéndomela que el príncipe no la había alcanzado! Qué boba!! (Yo!, ella se ve que se la disfrutó, y encima encontró una coartada perfecta!)
Bueno, volvamos… que sino la descripción arquitectónica corre el riesgo de convertirse en una novela erótica. La de historias que tendrían para contar los bancos bajo las alamedas, si éstos hablaran!...
Por de pronto, yo me ubiqué en uno a la sombra, frente al gran lago central, donde Neptuno en bronce se andaba peleando con no sé que diablos que emergían de las verdes aguas. Munida con mi diario yogurt, mi manzana de turno y la clásica banana, disfruté mi parco almuerzo campestre, hecha una paquetería!
El sol de Septiembre apretaba la siesta, los piecitos hinchados de la larga caminata clamaban por un recreo más largo, pero la certeza de todo lo que me faltaba recorrer, unido a mi curiosidad insaciable, me ejectaron del asiento, rumbo al fuerte del Belvedere a contemplar la magnífica vista circunvalente.
Bajé por callejuelas con escalinatas alternadas hasta el duomo de la santa Croce, llegando a la piazza de la Signora, donde la enorme escultura del imponente David de 5 metros de alto, lucía un desvergonzado pajarito posado exactamente en el pajarito bien dotado del titular.  Juro que tengo la foto en cuestión! Y éramos millones los que lo fotografiaban al unísono!  Pobre Michelángelo! Tanto laburo para que todos fijemos la vista sólo en el minúsculo espacio de los testículos y alrededores…
Habráse visto la desfachatez de la inocente avecilla…!
Seguí fotografiando cuanta iglesia y monumento se me interponía, ya sin recordar sus nombres ni sus glorias.
Recuerdo haber pasado por el Hospital de los Inocentes, cuya galería tras la simétrica columnata de Bruneleschi, me sirvió para otra fresca pausa y toma de aliento…
La despojada fachada de San Pablo frente a la piazza de la Concepción en contraposición con la fastuosísima Catedral que por suerte a esa hora, ya estaba cerrada, y me quedaba la visita pendiente para el día siguiente.
Así mismo, pasé a buscar las entradas para el museo Ufficci, que con mi suerte acostumbrada, las conseguí para la mañana siguiente a las 7 a.m.!
Sí! Leyeron bien! El museo funciona durante las 24 hs.!!!!! para dar cabida a la multitud que lo recorre ininterrumpidamente!
Algunos me habían advertido que si no había obtenido mi turno por Internet con tres meses de antelación, sería una odisea imposible llegar a entrar, pero se ve que mis angelitos de agencia celestial, me tenían una reserva ya preparada!  Sólo que podrían haber apuntado a un horario más descansado, considerando que estaba de vacaciones! Si es que semejante trajín, se puede llamar vacaciones…!
Chito! A no quejarse! Que andamos por lasuropas!, y de la mano de los arcángeles!
En el real sentido de la palabra, porque cuando llegué a mi albergo, descubrí la imagen del arcángel Gabriel, posada sobre la puerta de mi habitación! Creer o reventar!
Se ve que la noche anterior, llegué tan cansada, que no había ni levantado la vista sobre el dintel de la puerta. Y esta mañana al salir, tampoco (no tengo ojitos en la espalda, como me mentía mi mamá). Pero él estaba allí aguardándome, para darme la bienvenida y su segura protección.
Eso fue lo que me explicó Lorenzo, el encargado, al preguntarle por la dirección de una capilla donde habría un concierto a medianoche.
-“ Firence es la ciudad Luz de L´Italia!... no se preocupe, vaya y venga tranquila, que a toda hora, y por todas partes, estará bien acompañada!”- me aseguró.
Así que tras una ducha y un rato de descanso, me volví a encaminar hacia el centro.
Era verdad! Parecía la avenida Corrientes de Buenos Aires, que nunca duerme, rezan los operadores turísticos.
Un cantor de ópera con amplificador de banda como fondo, daba su mini show en una esquina, con el público en rueda.
Dos jóvenes amigas pintaban de cuclillas, la imagen de una Virgen de la Misericordia, reproducida en tiza, sobre el solado de la peatonal. Una cajita con escasas monedas, aguardaba la dádiva de los transeúntes que la esquivaban.
Un viejo con una adorable marioneta gigante, movía los piolines desde un escaso banquito, con la celeridad de quien dota amor a su oficio.
Un violinista por allá, un ilusionista a la vuelta de la esquina, y una estatua viviente plateada bajo la luna, iban sembrando hitos en mi camino.
Llegué a la ornamentada reja del templo, y para mi sorpresa estaba todo a oscuras. O casi.
Relampagueantes velones señalaban la entrada y algunas filas de bancos dispuestos.
En el altar, estaban preparados los micrófonos y los instrumentos.
Evidentemente no me equivocaba, sería allí.
Me acomodé del lado de la nave central, segundos antes de que empezara.
La soprano sobrepasada de peso, en un bonito vestido negro, largo, surcado de brillantina en el escote, abrió su pecho y lanzó a capella, los primeros acordes del Ave María de Schubert, recortando el majestuoso silencio imperante.
El soberbio espectáculo de las afinadísimas notas, entre los destellos luminiscentes de la bóveda en tinieblas, chispeando sobre los oros del retablo central, contuvo el aliento de los presentes.
Mi vello respondió al unísono elevándose por sobre mi piel. Mi sangre se detuvo hirviente, y mis lágrimas saltaron sin permiso por entre mis incrédulas pestañas.
La maravilla de lo mágico se impuso para el deleite de quién la pudiera apreciar.
La mano extendida de mi ocasional compañera de asiento, sosteniendo un pañuelito de papel, se me ofreció con gesto cómplice, al escuchar mis contenidos sollozos.
Una muda familiaridad nos acompañó hasta la nota final, donde un masivo aplauso acompañado de vítores y bravos, rompió el embeleso místico.
Siguieron unas obras para clarinete y chelo, y otra con travesero y piano, ambas de una sutil belleza, manteniendo el encanto creado desde un principio.
Tras los bises pedidos con exhaltación, el público se retiró en sereno caminar, desaparenciendo por las umbrías calles de la ciudad.
Amparo acompañó mis pasos hacia la salida, y juntas decidimos dar una vuelta por el Ponte Vecchio, que se presentaba con todo el esplendor de su silueta iluminada reflejada de dorados titilantes, entre las oscuras aguas del Arno.
Nos presentamos de inmediato, y de inmediato surgió la amistad que aún conservamos.
Nos contamos nuestras vidas, como si hermanadas nos conociéramos desde siempre.
Ella de Valencia, española!  Yo argentina, con tantas coincidencias y experiencias compartidas en nuestros haberes, que solo el descifrar de nuestras cartas natales, daría una explicación a semejante encuentro.
Nos charlamos todo hasta el amanecer! Momento en que tomamos conciencia de un mínimo merecido descanso antes de mi turno en Ufficci, y ella con su prevista vuelta a su país natal.
Los artistas callejeros pululaban en cada rincón, acompañándome con su presencia alternada, hasta el albergue de San Gabriel! Llegué sana, salva y más que satisfecha, como Lorenzo me había prometido.
Una breve mini siesta de madrugada, y hacia la siguiente maravilla!

La genial pinacoteca donde contemplaría mi añorada Venus, con el “Nacimiento de la Primavera”, obra emblemática de Boticelli, me aguardaba.
Y por suerte me aguardaba con un largo banco puesta frente a ella, donde permanecí embelesada por casi cincuenta minutos…
Era tal la fascinación que ejercía sobre mí esa blonda larga cabellera dorada, envolviendo sus rizos en las ondas del mar. La concha abierta regalando flores que flotaban en torno a la pálida desnudez de un cuerpo perfecto.
El velo rosado con que una ninfa vestida en amoroso tul floreado,                      pretendía cubrir semejante diosa, para protegerla del viento Céfiro que se asomaba abrazado a Brisa.
El detalle de las manos, la mirada de ese rostro de Virgen, que no me soltaba…
La calma y armonía que trasmitía su amorosa palidez, me fue transportando a una nube de ensoñada belleza.
Quedé en un estado de éxtasis que ya no necesitaba ver nada más.
De repente me sentí una mujer nueva, más vigorosa, más esbelta, más bella!
Era como si el pintor hubiera compartido sus pinceladas mágicas conmigo, como un suave masaje en el alma, como haberme regalado una secreta e invisible luz.
Salí a la calle como flotando…
En la vidriera de una prestigosa tienda, me ví reflejada.
Me sentía hermosa, plena, liviana…!
Observé el vestido que lucía un manequín en el interior de la misma.
Sin dudarlo, sentí que me pertenecía, que era mi nuevo atuendo de Diosa!
Entré hechizada conducida por una silenciosa promesa.
Me lo probé, y obviamente, me quedaba “pintado!”
Resolví no perturbarme cuando me dijeran el precio: era “mi” regalo y me lo merecía!
Al fin y al cabo, llevaba casi quince días en L´Italia, y aún no me había comprado ningún “souvenir” para mí…allora… me sentía enamorada de mí misma.
Además, no se olviden, a mi regreso, festejaría mis primeros cincuenta! Y necesitaría una prenda apropiada. Qué mejor que un traje de Reina, nada menos que un vestido de Florencia! Como Floricienta! Como una flor que se despierta a una nueva Vida!...
Feliz con mi paqueta bolsa, como una niñita que vuelve de la plaza con el baldecito. Seguí mi camino hacia la Sta. María dei Fiori, catedral homónima de esta encantadora ciudad.
El día estaba diáfano, la temperatura ideal, la gente sonreía (obviamente 90% turistas), que al llegar a la misma, me sentí llegar a las puertas del paraíso.
Pero para mi desencanto, había una cola de más de dos horas para entrar.
Obviamente, cerrarían antes que llegara mi turno, y yo  deseaba partir esa misma tardecita, tras la visita.
Admiré las puertas de bronce del Baptisterio enfrentado, entre miles de cabezas que portaban cámaras fotográficas y filmadoras, como abejas a un panal.
La verdad? Poco y nada pude apreciar.
Tomé distancia unas cuadras, para admirar el Campanario, y los muros atípicamente decorados con sus franjas verticales y horizontales en varios tonos de mármoles, que le dan esa fisonomía tan identificable.
La monumental cúpula roja, apareció en todo su esplendor, y agradecí no ser la arquitecta Brunelleschi, porque aún estaría temblando de pavura de que se me derrumbara!
Es tan impresionante su diámetro flotando en el espacio, apenas apoyado sobre un aro de cicunvalación, que indudablemente las manos de Dios sostienen esta Maravilla!
Rodeé el edificio con la resignación de quien se va a perder un tesoro..
Y allí atrás, justamente en una callecita adyacente, se abría una puertita de servicio, con un claro cartelito “USCITA- Entrada Vietata”, o algo así. Amparada en mi “casi” ignorancia del idioma, hice como que no entendí. El guardia de seguridad se encontraba justo de espaldas en ese preciso momento, así que no disponía de ningún segundo para meditarlo. Mucho menos para darle lugar a mi responsable voz de la conciencia, quien ya se disponía a detenerme con un sermón del tipo: -“Claro! Después dicen que los argentinos son todos unos avivados!....”  Y sí! Esta vez, sí!  Debo reconocerlo: “Pequé!”, y qué? Además pude conocer el interior, sino, hubiera sido otro pecado que una arqui como yo, se lo perdiera, por una cuestión moral.
Y juro que no fue por no pagar la entrada!
Y tampoco por no ponerme la capita celeste de papel descartable, con la que te obligaban a ingresar por la puerta principal del frente, si tus mangas no cubrían hasta tus codos!
Esta vez yo portaba el famoso “saquitoporlasdudas” (con el que mi mamá supo evitarme un montón de resfríos a lo largo de mi infancia y adolescencia).
Una vez más, la apertura de la enorme esfera por sobre mi cabeza, bellamente decorada con ángeles diáfanos de todos los tiempos, y escenas bíblicas típicas del Renacimiento, cautivó mi atención.
El lustroso piso de mármol blanco, vacío de bancos, (lleno de miles de calzados de todo modelo, tamaño y color), lucía el espacio interminable hasta el altar, custodio de las bóvedas del transepto.
Recorrí todos los laterales, leyendo los cartelitos con los nombres de todos los Santos que habitaban cada retablo. Rodée el semicírculo trasero donde unos aventanamientos, permitían ver el agua acumulada en las bases de la antigua Iglesia, sobre la que se construyó la actual. Bah! Actual desde el 1490… más o menos, casi cuando Colón nos estaba descubriendo! Allá estaban de indios, y aquí ya los artistas se colmaban con los mecenas!
Sigamos…
En un costado había un gran candelabro, donde la gente prendía sus velitas de promesas y pedidos varios.  Parecía una gran flor ardiente, realmente daba un efecto precioso.
Yo, que soy bastante reacia a ese tipo de credos, no pude resistir la tentación, y me compré en la santería adjunta la velita rosa, para pedir obviamente por un Amor, y por sobre todo para Agradecer todos los Milagros que estaba viviendo!
Y cuando digo adjunta, me refiero más precisamente al “shopping” que se encontraba instalado en la cripta del subsuelo. Sí! Desde una de las capillas laterales se baja por unas escalerillas a un local de recuerdos, velas, tarjetitas, rosarios, rollos fotográficos, réplicas de todas las vírgenes, todos los santos, todas las catedrales, catálogos ilustrados, guías, etc. etc. etc!!
Es la primera vez que estoy en una iglesia con acceso directo al verdadero infierno!
Despavorida huí a la calle, entre una multitud que se avecinaba en bajar…
Relojeé a paso constante, para evitar la tentación, las vidrieras de las principales casas de moda del vero disegno italiano: qué zapatos! Qué carteras! Que impermeables….la ropa en general….pensar que para unos pocos privilegiados sobre la faz de la tierra….
Aquí te sientes en el Paraíso de los elegidos, pero Dios! No permitas que olvide que una gran mayoría, en otros puntos del globo,  andan desnudos y con hambre! Y a otros cuántos los explotan por centavos para confeccionar las porquerías made in China! Para otra gran público incapaz de acceder a estos privilegios…
Hablando de hambre, resolví volver al albergo a recoger mis pertenencias y aprovechar el último tramo de la tarde partiendo hacia Siena, una pequeña ciudad que me atraía por el nombre del color de la témpera que usaba cuando tenía “Dibujo” en la escuela.
Mis angelitos de agencia vip, hicieron que el correspondiente micro partiera justo unos minutos después de mi arribo a la estación, y así no perdiera las 3 horas de espera para el siguiente. Todo celestialmente calculado! para no variar…
Acomodada en mi primera butaca, para gozar de toda la campiña Toscana durante el recorrido elegido, y digerir todo el arte embebido en la Firenze que dejaba atrás.
Al llegar, nuevamente la típica muralla de ciudad medieval, con arcadas para tu paso a las callejuelas que me conducirían a la plaza principal.
Pero esta vez, con dos importantes variantes: la primera, obviamente, es el color de todos los muros que la rodean, color tierra, como su nombre lo indica: un pardo calmo, que unifica. Y un gran piso circular en declive descendente hacia el atrio de la catedral, preside el ámbito central.
Los rayos del último sol, acompañaban la direccionalidad oblicua sobre las fachadas, que parecieran que pierden su eje vertical.
Es un efecto parecido al juego de “La casita de Ghost” del parque de diversiones, al que llevé más de una vez a mis hijos.
Todo se inclina, y tu permaneces vertical, dudando de cómo se sostienen semejantes robustos edificios, con sus ornamentos, frisos, cornisas, y anque sus cúpulas.
Más precisamente fijé mi atención en unas aves enormes que en ese momento revoloteaban alrededor de la torre principal, entrando y saliendo por los aventanamientos sin cristales.
Noté entonces que en el medio de la plaza, había un muchacho disfrazado al mejor estilo moda medieval, con calzas metidas en botas arrugadas, mini pollerita impúdica para sus zonas prominentes, chaleco de cuero con capa cruzada y en banderola, un estuche cilíndrico con flechas, y no recuerdo que más en las manos. Gorro ladeado cubriendo una sonrisa sabedora de que las miradas turísticas se posicionaban en él.
Chifló con un pitillo o algún instrumento específico y abrió sus brazos esperando se le posaran los cóndores a los que llamaba.
Perdón si no eran cóndores, quizá eran halcones, o alguien de la familia…
Estoy incapacitada para reconocer la diferencia con otras rapaces, apenas dudaría si eran lechuzas!  Pero a esa hora, tengo entendido que ésas no funcionan. Bueno, digamos, buitres?
Lo cierto es que el Robin Hood de turno, daba su espectáculo diario, a cambio del aplauso y las monedas que recolectaba otra aldeana que le bailaba a su alrededor, al compás de la cítara que tocaba un tercero. Colorido y diferente, me dí por satisfecha, y partí a la estación para alcanzar Asís antes de oscurecer.
En mi mapa figuraba muy cercana, y confiaba plenamente en mis guías.
Esta vez, sí que se lucieron!:
No habiendo micro, me dirigí al tren, y con la compra del ticket me explicaron la “sencilla” combinación de tres diferentes, que debía tomar para llegar a mi destino.
Tomé el primero, y con la exactitud de los japoneses, arribé a la estación de intercambio.
Bajo, miro los carteles, y el segundo partiría en el siguiente segundo, pero de dos andenes más allá. Lo que significa bajar al túnel que cruza perpendicular a todas las vías, obviamente en escalera a pie –en la época de estas estaciones no se previó nada para las escaleras mecánicas- y obviamente con tu valijota de rueditas, que para esa altura ya había aprendido a rebotar por los escalones sin chistar. Correr al mejor estilo olímpico que consiguieras, y volver a subir buscando el aire para respirar, el cartel del número de andén adecuado, rezando no te hubieras equivocado, y montar al vagón que cerraba sus automáticas sin piedad.
Exhausta, me acomodé en el mullido y “desodorizado” asiento, y agradecí a los hados, comprobar en el mapa, la exactitud de mi posición y mi correcta dirección.
Cuarenta minutos de relax antes de prepararse para el próximo salto mortal!…
La ñata contra el vidrio de la puerta paradita lista al lanzamiento para cumplimentar el último transbordo, cuando entrando a la estación, veo que parte otro convoy desde otro andén, como formando parte del paisaje….
Bajé resuelta a ubicar el que me correspondía, y, oh sorpresa! Era el que acaba de alejarse…
Semideseperada quiero corroborar la información del tablero con alguien en ventanilla, pero niente. Niente por aquí, niente por allá…
Los pocos pasajeros que se habían bajado conmigo, desaparecieron en los coches de los parientes que llegaron a buscarlos, o en taxis que los hicieron desaparecer como por arte de magia.
Las últimas luces abrazaban el desértico panorama.
Un viejito de gorra típica, barría la última punta de un andén, a la vez que esparcía granos a unas gallinas que lo seguían.
Intenté captar su atención con unos saludos de mano en alto, pero estaba tan concentrado en su tarea que no me registraba.
Tuve que bajar al túnel, repiqueteando una vez más las rueditas, y apuntar la salida en el que me pareció que él estaba. Por suerte acerté!
Tarareaba apaciblemente una canzoneta y me sonrió desde la distancia, casi sin inmutarse por mi presencia.
Dudando de la eficiencia de su información, le planteé mi problema de haber perdido la combinación, ya que el tren que yo venía arribó tras la partida del que se suponía saldría después de éste.
Cabeceó unos instantes, como recordando…
Mi impaciencia aumentaba….
Mi desesperación buscaba otra ánima más presta alrededor…
La silueta de un muchacho con la misma pinta de desconcertado que yo, se erguía en la esquina de la estación desierta.
El anciano se irguió como inspirado, dejó la escoba entre las gallinas, junto a un tachón de lata y un charco de maíz.
-“Acompagneme, signorina…”- fue su breve invitación a la esperanza.
Deshicimos juntos el camino subterráneo, con la rueditas ruinosas de eco, para asomarnos delante de la oficina cerrada.
Sacó un gran manojo de llaves de su bolsillo trasero, atrayendo con el ruido, al otro desconsolado.
Se metió en el local y se lo escuchaba hablar por teléfono…
El otro ser viviente se me acercó y con cara de niño perdido preguntó: -“Tú también ibas para Asís?”
Un gran consuelo de saber que ya éramos dos en la desesperanza, nos unió en la deseperación!
El viejito y su mejor sonrisa nos anunció:-“Ya está solucionado…. Hablé con el jefe, y como la culpa es de nosotros –involucrándose en demasía! – me ha autorizado a pagarles un taxi que los lleve hasta la siguiente estación para alcanzar el Eurostar en Arezzo y allí tomar el de….”
Yo ya no entendía nada, además de tratar de traducir simultáneamente desde el italiano, no podía concebir que la Compañía de Trenes desembolsara efectivo y se hiciera cargo, sin ni siquiera chequear nuestros pasajes. Igualito que en Argentina!!!
Para el final de la explicación, mi ocasional compañero de desgracia me hacía seña con la cabeza de que sí! Mientras empuñaba su celular a los gritos con algún otro salvataje al otro lado del planeta, digo de la línea!
Yo seguía sin entender nada, y mucho menos poder resolver mi destino.
La noche ya se había declarado….
Finalmente me sonrió tranquilizándome de que ya estaba todo resuelto, alzó su brazo como por arte de magia, e hizo aparecer un coche que encendió sus faros acercándose a nuestra escena.
El chofer se bajó para colocar “nuestros” bultos en el baúl, al tiempo que el viejito le indicaba su rumbo entre chanzas y otras cosas que ni me molesté en entender.
Mientras, Giovanni –para entonces, ya nos habíamos presentado- me explicó que su hermano Giacomo nos estaría esperando en Arezzo con su coche, y él mismo nos llevaría a Asís donde vivía y trabajaba.
-“De acuerdo!”- no tenía otra opción, y me subí confiada al taxi.
Agradecida al viejito, a Giovanni, a su hermano, a la Empresa, y al taxista, me encomendé a los astros, que brillaban mansamente en un oscuro azul de negro.
Las luces paralelas alumbraban la larga carretera. Cada tanto se cruzaban con otras de frente, que encandilaban mi sopor.
Aún no podía jactarme de mi buena suerte al haberme encontrado con este joven estudiante de teología, que estaba ya manifestando un primer milagro: haber salido del desértico pueblito.
Tras cuarenta minutos de ruta, tomamos una autopista por otros veinte. En una salida, giramos a la derecha hasta un nuevo cruce.
Allí nos detuvimos.
Nada por aquí, unos árboles por allá…
Ni siquiera un pueblo fantasma…. Nada! Sólo la ruta, las estrellas, el taxi, Giovanni y yo!
Abrieron el baúl, sacaron los bolsos, los apoyaron en el suelo, y yo miraba atónita, sin saber ni qué preguntar.
Gran invento el celular!: -“Ya está llegando…!”- anunció triunfal mi guía.
A los pocos minutos, un par de focos se detuvieron frente a nosotros, y otro muchacho, abriendo la portezuela de su descapotable, saltó a nuestro encuentro.
Por el abrazo que se dieron, deduje que era Giacomo, que venía al rescate.
Sin demasiadas presentaciones, subieron el equipaje al nuevo vehículo.
Sin pagar un solo centavo –al parecer la Empresa de trenes ya lo había hecho- nos despedimos del amable taxista, y emprendimos nuevamente hacia otra autopista. O la misma? Quién lo sabe?
A quién le importaba? Lo único que me preocupaba era que llegaríamos a Asís a la 1,30 de la madrugada, hora nada propicia para buscar alojamiento…
Cómo si me hubieran leído la mente, me tranquilizaron diciendo: - “No te preocupari, io trabajo de conserge en un hotel! Y eres mi invitada!! Ya ordené por tu habitación!”
Increíble!! Que los milagros existen, existen!!!
Se cumplió el famoso: “No hay mal…”, ya que gracias a la pérdida de la combinación, ahora tenía servicio puerta a puerta! Y del brazo de dos jóvenes caballeros! (Aunque uno era casi cura, así que no cuenta. Pero el otro buenmozo sí! Y con uno a mí me basta!)
Mis pelos corrían en dirección inversa a la dirección del auto, que volaba a 200 km/h, otra que el Eurostar!  Llegamos veinte minutos antes que el tren!
Nos detuvimos en una gasolinería para cargar nafta, y en el mientras tanto, me convidaron con un buen sándwich y un gran café en taza de papel! Qué paquetería el servicio de esta línea!, completo!
Al llegar a destino, lo primero que ví fue la magnífica cúpula iluminada de la “Santa María de los Ángeles”, y me emocionó recordar que mis hijos fueron a la escuela parroquial réplica de ésta, obviamente en Buenos Aires.
El conductor atrajo mi atención señalándome otras luces en lo alto del cerro, mientras me explicaba que allá arriba era la Catedral de San Francisco, clásico lugar de peregrinaciones.
Ya la visitaría en la mañana, ahora sólo quería encontrar mi cama destinada…. Pensar que a las 7 había estado con Boticelli, y conocido 3 ciudades en un día! (Sin contar los pueblitos…!)
El hotelcito resultó una delicia, y la mujer de Giacomo también!  Me acomodó en el primer piso, en una individual con terracita al contrafrente, con vista a las laderas en flor, por donde se dibujaba la campigna! Una preciosura…!
Al despertar, abrí las cortinas, y todo el paisaje en flor, me dió la bienvenida! abriéndome el corazón a las nuevas vivencias que tendría destinadas para ese día.
Pero primero lo primero! Me dediqué una buena ducha, un nutritivo desayuno de frutas, que aún dormían en mi mochila, y aproveché el balconcito para la lavada de ropa de los últimos no sé cuántos días, y que ya casi no tenía para reponer…
Así radiante! Por dentro y por fuera, salí a recorrer este pueblito de cuentos, con sus callecitas estrechas, de piedra los muros, macetas frente a las puertas de maderas desvencijadas por el tiempo y las historias. Ventanas de azahares y malvones en flor, con herrerías repujadas en óxidos y antañas herrumbes de albañal.
Silencio y misterio me acompañaban. Por raro designio, no había turistas a la vista.
Claro! Todos paran en la Basílica, dan la vueltita y se van. Se pierden lo mejor!...
Al llegar a la misma, tras cruzar una enorme blanca explanada achicharrada de sol, las escalinatas descendentes, te van introduciendo a la nueva gigante Iglesia construída sobre los restos de la original, como en tantos otros casos. (Ver Wikipedia para más datos)
Unos cuantos frailes franciscanos, a saber por sus vestimentas marrones lánguidas con el cordel anudado a sus cinturas, saludaban a los visitantes esparciendo bendiciones con las manos en alto, siguiendo el circuito de la cruz.
Se ve que de tanto hablar con el Hermano Sol y la Hermana Luna, quedaron así, en ese especie de “automático”. Y bueh, no hacen daño a nadie….
En el interior está la supuesta tumba de San Francisco, y salas tipo museo con sus pertenencias, sus escritos, su túnica, su lecho, etc. etc…y por supuesto sus souveniers…!
Lo mejor de todo fue que llegué a ver un cartelito invitando a una representación nocturna de un vía crucis en la capilla principal, para esa misma noche!
Y no me lo pensaba perder!
Así que después de girar toda la tarde, volví a la hora indicada.
Me acomodé en uno de los bancos a esperar los sucesos, a medida que se iba llenando el recinto.
La nave principal estaba bordeada por doble fila de velas prendidas, pegadas al piso, y que se continuaban hasta el atrio, saliendo a la calle, y por varias cuadras…. Eran cientos de lucecitas titilantes a 20 cm. del suelo…
En un momento dado, desde el fondo de esa avenida, se empezó a escuchar un coro a capella, que venía avanzando en la dirección de la entrada.
Minutos después se escuchó otra balada de unos frailes en trajes azules, avanzando por las puertas del oeste que se abrieron de par en par para permitir su acceso.
Otro tanto, siempre a capella, con la profundidad de tenores, bajos y barítonos, se adelantaban por la diagonal sur.
Al unísono se abrieron las portezuelas de la izquierda, por donde hicieron su entrada los de túnicas moradas.
Y con granate y candelabros en las manos, siguiendo el canon, otro grupo apareció tras el altar mayor.
Los pelos de mis extremidades competían con mis lágrimas, que retumbaban al compás de un corazón maravillado de emoción!
El botafumeiro presidía la peregrinación de las autoridades locales y eclesiásticas, esparciendo su aroma de humo y recuerdos dormidos.
Una gran multitud, los seguía, y se iban acomodando en las naves laterales, y en el transepto. Evidentemente, la magnitud de la fiesta, convocaba a vecinos de pueblos aledaños, cada uno con sus coros representantes, y sus trajes típicos.
Verdaderamente era una Fiesta! y yo había sido –una vez más- invitada!
Gracias a Dios! Amén!

A la mañana siguiente partí para Rimini, lugar que me convocaba por el nombre igualito al de la heladería de mi barrio! …pero la verdad, es que ni fu ni fa… no tenía nada de particular, más que la estación de micros en la que abordé uno con destino a San Marino.
Una de las poquísimas ciudades-estados que aún se mantienen en el planeta, independiente y autónoma, en la cumbre de una montaña, con una vista paradisíaca!
Más que una ciudad, sería escasamente un barrio, porque se reducía a una calle comercial que la recorría como una espina dorsal, para culminar en el punto más alto en una gran plazoleta abierta, rodeada de los edificios públicos, con eclécticas fachadas.
La gente acude a raudales, ya que es una zona franca, libre de impuestos, donde hacen cola para adquirir whiskies, Rolexs y otras especies en las que no me especializo.
Pero… desde arriba… una música me llamaba…
Apuré mis pasos, con el esfuerzo de la subida, y al ir acercándome, ví valijones de chelos, fundas de violines, atriles plegados, bolsos de tambores, y una gran variedad de estuches de instrumentos, dejados a “la sans-fasón” en una esquina.
Al dar su vuelta, ví – o mejor dicho: oí – la orquesta a pleno!
Un gran pasacalle anunciaba “Friend & Music 2007”: bandas austríacas, suizas, inglesas, alemanas, italianas, , y vaya a saber cuantas más, esperaban sus turnos, para acompasar la tarde envidiable de sol, desafiando el horizonte, con sus ritmos inconfundibles!
La gente hacía rueda a su alrededor, y acompañaba con las palmas, y oscilaciones de cabeza y caderas.
Los menos tímidos se animaban al baile en el centro del círculo, y hasta algún “trencito”, desfiló entre los curiosos que nos convocábamos.
Cada banda, lucía sus vestimentas de gala, aggiornadas con sombreros y guantes blancos, y las características banderas de cada región.
Nuevamente otra Fiesta sorpresa para mí!
Tante mille Grazie, Saint Marino!

Cayendo la tarde, y con el cierre del espectáculo, aproveché algún coche que bajaba para volver a la estación en busca de un tren a Ravena.
Sonia, una simpática estudiante de disegno gráfico, fue mi chofera. Conocía el horario del treno, por lo que tuvo tiempo de invitarme un helado en la heladería más grande del centro: la Rímini! …

Arrivada a Ravena en plena noche, la ciudad se presentaba vacía y silenciosa. Deduje que estarían todos cenando puertas adentro, y me resolví por el primer hotel modesto que encontré a mi paso.
La mujer de la recepción, me informó que todos estaban en la plaza principal en el Show de Homenaje al Dante, ya que se cumplían no sé cuantos años de no sé que cosa, si el nacimiento de él, o de la Divina Comedia, o de su muerte…
Pero la que ya estaba muerta era yo, así que me dirigí a mi nuevo lecho, y basta para mí!  Ya había tenido suficientes “Fiestas!”. Perdón Dante! Será en la próxima Vida!
O quizá nos encontremos en algún meeting de “escritores”… salvando las reverenciales distancias! Aprovecharé para homenajear y agradecerte la Beatriz enamorada!...

Dormida reparadora, y vuelta al ruedo, a apreciar los famosos mosaicos de la Catedral, consejo imposible de pasar por alto, por parte de mi dentista de cabecera.
Llegué tan temprano, que aún no habían abierto. Pero una mendiga ya se había acomodado en las primeras escalinatas.
Rápidamente llamó mi atención, el manejo de sus mugrientos dedos sobre el teclado del celular escondido entre sus negros harapos.
Empuñé mi máquina de fotos encuadrando el níveo mármol de fondo, dispuesta a sacar “la foto de mi vida!”. Zas! Se dió cuenta justo cuando iba a disparar, y se escondió dándome la espalda.
Los mosaicos ya no los recuerdo, pero esa imagen la llevo pegada en la retina! Como única evocación de Ravena.
Para el mediodía, ya me dí por satisfecha con las visitas oficiales, y redirigí “mi dedo”, en el cruce para Venecia, la tan soñada…idolatrada meca de los enamorados.
Era una lástima que no tuviera compañero apropiado, pero eso no era motivo suficiente para perdérmela, así que allá fui!
Una pareja de croatas, más asustados que asombrados, detuvieron su Fiat junto a mí. Inquirieron mi rumbo, y tras un sermón de consejos de porqué no debería estar haciendo auto-stop, decidieron llevarme ellos mismos!
Y resultaron ser tan paternales, que hasta me invitaron a almorzar en una parada intermedia, para contarme la historia de sus vidas, y de porque se dirigían a Croacia, a visitar unos parientes.
Al llegar a Mestre, ciudad vecina a Venecia, donde la hotelería es mucho más barata, paramos en la Oficina de Turismo, y ellos mismos eligieron un lugar para mí. Y hasta me pagaron la primera noche! Yo no sé porqué mis ángeles insisten en derrocharme bendiciones!!?
No sólo eso, me llevaron hasta el mismísimo hotel, desviándose obviamente de su ruta; pidieron ver la habitación, inspeccionaron su limpieza y categoría, y recién allí, me dieron el visto bueno, y apoyaron mi valija.
Me abrazaron como quien se despide de un hijo que va a la guerra, sabiendo que no nos volveríamos a ver. Pero yo aún los llevo en mi corazón! Gracias Roco y Signora!

Apenas se fueron, me lavé los dientes, las manos, un pichín, y… a Venecia!
El colectivo paraba justo en la mismísima esquina y por unos centavos, más diez minutos de viaje, el tiempo, de cruzar el Gran Canal, arribé a la ciudad de los mil canales!
O de los mil puentes!
Bella! Bellísima…!
Qué decir de ella, que no hayan dicho los poetas? Los historiadores? Los mercaderes que la surcaron durante tantos siglos? Los turistas que llegamos de a millones!?
Esta ciudad que te traga desde que cruzas el puente de la Libertad y te enamora para siempre!...
Sus callejas húmedas, insólitas, de escalones perdidos, y cambios de dirección constantes, como si entraras a un laberinto sin salidas.
Giraba y daba más vueltas, y volvía a pasar por los mismos y un lados distintos, cruzando arcadas, metiéndome en callecitas donde sólo un peatón por vez puede pasar. Oliendo nauseabundo y fresco a la vez. Esquivando la mirada de los gondoleros que te seducen desde sus remeras rayadas y te incitan a la foto, para tenerte atrapada con sus remos en alto, sonriéndole a la Vida, como si sólo de esta maravilla se tratara.
Canteros de flores rojas enmarcando las ventanas balconeantes sobre espejos de agua en movimiento, por el constante batir de las lanchas y botes en todas direcciones.
Las luces de los negocitos, como luciérnagas que raptan tus sentidos, te atraen a los mismos, hasta que llegás al cartelito de los precios!
Chocolaterías en derroche del habano jarabe untando pirotines de bombones de todas formas y tamaños.
Cristalerías de adornos de murano, en lámparas inmensas colgando de los barrocos cielorrasos hasta brujitos ínfimos de souvenier.
Rosas de velas artísticas de tal preciosidad que hasta parecen que huelen en serio!
Máscaras! Y más máscaras! Las famosas del mundialmente típico Carnaval! De todos los colores y diseños, con cintas, con brillantes, con perlas, con arrebatos de purpurinas, y esfingies de todas las reinas, faraonas o emperatrices! Con escultural palito para acercar el antifaz por sobre la nariz, y coquetear con los príncipes circundantes…
Como habitualmente no estoy invitada a esa clase de fiestas, y adquirir una para aplastarla en la valija, sería una picardía! seguí caminando como una princesa!, sin antifaz, de cara a las maravillas!...
Tras girar la barandilla arrebolada de una escalinata, un pintor con su atril retrataba el canal, sentado en un pícolo banquito, con una inmensa caja de acuarelas a un lado, y maravillosos pinceles saludando al cielo! Lo insólito era ver que lo estaba copiando de una fotografía que tenía adosada sobre la misma tela que estaba pintando… Extraño, no? Sería para fijar el punto de vista? No lo sabré nunca, pero, le estaba saliendo muy bonito..!
Otro giro, y de vuelta, frente al Gran Canal, a tiempo justo para ver pasar la caravana de un cortejo de novias. Sí! A falta de una, pasaron 9 largas góndolas con sus blancas parejas y sendos pares de gondoleros de riguroso negro y carmín, calculo unos 6 u 8 en cada embarcación. Eran de un modelo más largo, y con muchos banquitos alineados. Para sumar mi extrañeza, en vez de maniobrar sentados con los remos en el agua, cada 2 o 3 brazadas, se paraban todos al unísono, y alzaban los palos erectos como mástiles, dejando deslizar la nave en su propio flujo, por sobre las olas que le provocaban las delanteras. Otro inesperado espectáculo de regalo!
Desde los balcones de los grandes palacetes que bordean el canal, asomaba gente vestida de época renacentista, agitando pañuelitos de seda en señal de saludo, o abanicos, ocultando rostros nada avergonzados…
Me sentía en un set de filmación! Los novios, también de pie,  devolvían el saludo con sus mejores sonrisas, con el típico movimiento de manitos al viento, cual desfile de Reinas en carroza.
Qué belleza de romanticismo….
Y yo ahí parada! Sin príncipe consorte a la vista…que desperdicio…
Y bueh! Gracias a Dios que estaba allí, ya eso era bastante y merecida Bendición!
Pasaron bajo un gran puente, y los perdí de vista….
Me fui consolando con mi fiel compañera: mi Sony H9, que no es una gata, sino mi sumisa máquina de fotografiar cosas bellas…momentos mágicos… atrapar sueños para que no se esfumen en el olvido!
Como este relato, que a veces se me anuda entre los dedos de mi computadora, pensando a quién le podrá importar? Y lo dejo emacerar un tiempito en silencio…hasta que mis ganas de compartir tanta dicha, me obliga a teclear de nuevo, para no olvidarme, para que no se pierda esta burbuja de ensueño y placer… para que a quien llegue, disfrute conmigo, un rato, a la distancia… todo el beneplácito que viví en esos días…! Porque como leí hace un tiempo: “….las alegrías compartidas, se multiplican!”.
Volvamos a Venecia de los amores…..
Y obviamente la imagen del amor estaba presente todo el tiempo. Aunque a veces dicha imagen no concuerde con lo que uno tiene en mente…
Fue entonces que me topé con un gran círculo de gente, exquisitamente vestidos, sacándose esas fotos familiares en abanico, al estilo equipo de football, algunos en cuclillas, los de atrás abrazándose apretados para asomar sus pechos entre las caras sonrientes de los del medio. Alguno poniéndole cuernitos sobre la cabeza de otro lindante. Hasta que ví el motivo central: otra pareja de recién casados!
Pero aquí el motivo era más que central! Diría circular! Mundial más precisamente! Monumental! Era una novia de 180 kg!!!  Refulgente traje marfil de infinitos encajes y kilómetros de tul envolvente, con una alarmante sonrisa  fucsia del doble de su peso!
Y no era para menos! Con esa silueta haber atrapado un marido!... No sé cual de los dos sería el pez “gordo”, porque a juzgar por las apariencias, eran suegros de muchísimo dinero. No cualquiera se da el lujo de festejarlo en un palacio de la Plaza de San Marcos, donde entraron todos entre risas, tras la foto para la posteridad!
Bendita gorda! Que radiante estabas! Cuanta luz de esperanza me regalaste sin saberlo…
No es que yo quisiera todo ese circo para mi enlace, pero el flacucho que le había tocado en suerte, estaba además muy buenmozo! Que Dios los bendiga!  Sobretodo muchos años después que las perdices y las hormonas se acaben…!
Mientras yo, me fui dedicando a retratar palomas…
Las miles que, posándose en las molduras de las cornisas, frisos, y arquitrabes de cuanto orden dórico, corintio o lo que sean, enmarcaban  la gran plaza seca, tentándose en fugaces vuelos descendentes hacia los manojos de pochoclo que la gente arrojaba para atraerlas.
Salvando las distancias, de chiquita, recuerdo haberlo hecho con maní en la plaza de Mayo de mi Buenos Aires querido. Menos glamouroso, pero palomas al fin!
Volviendo…
Desde la torre del Campanario, se lanzaban en vuelos furtivos, cuando el repique de las campanas marcaban el horario en punto, era una fiesta en continuado!
Al posarse en los pocos rincones libres del piso, debido a la muchedumbre que lo transitaba, note los dibujos arabescos en las piedras combinadas en mármol y pórfidos, del solado. Centurias de huellas ocultando secretas historias, de peregrinos, de amantes furtivos, de mercaderes, de músicos ambulantes, de cazadores de historias…Otra maravilla!  Dignas piezas para más de mis fotos, siguiendo la colección de pisos iniciada en el Foro Romano!
Por supuesto, hice la debida cola, y la más debida paga de la entrada a la Basílica…
La semipenumbra y el olor húmedo, me transportaron instantáneamente, y una vez más, salvando las distancias… al sótano de la casa de la abuela de mi amiguita Cecilia.
Los tesoros a descubrir serían distintos, pero la expectativa acompañada del fétido silencio al ingresar, eran similares…
Murmullos acallados por respeto al sacro espacio, guiaban mis pasos por la inclinada nave central, producto de las innumerables inundaciones que la desbordan intermitentemente, y a la vez, socaban sus bases bajo tierra.
O sea que es un doble milagro!: la pomposidad de su arquitectura, y que se mantenga en pie!
Tantos oros y santos me abrumaron como de costumbre lo logran casi todas las Iglesias, por lo que tuve que salir a tomar límpido aire, por más san Marcos que fuera.
No es que el canal sea un bucólico mar azul, por el contrario, se parece más al Paraná llegando al delta de nuestro glorioso Tigre, pero era preferible, a la densa energía acumulada entre sus dorados muros.
Me paseé entonces bajo las arcadas del Palacio Ducal, la Procuraduría con sus infinitas ventanas todas iguales, dando telón de fondo al amplísimo espacio central de la Piazza. Oronda arribé al café Florian, y tras pispear la lista de precios de un cafecito, en la bonita marquetería del cartel  de la entrada, salí despavorida a nuevos rumbos.
Caminé, caminé, caminé….es lo único económico que se puede hacer en Venecia. Además de disfrutar! “estando”, que ya es bastante!
Empezó a refrescar… y como no portaba el famoso “saquitoporlasdudas”, decidí regresar al hotel.
Una reparadora siesta casi vespertina, y un sándwich casero en la misma habitación (del almacén en la parada del colectivo) recompusieron mis piecitos y mi bolsillo.
Envalentonada con la ventaja de la cercanía, decidí volver a incursionar por entre los canales, ya entrada la noche.
Hermosas luces de colores se reflejaban en el movimiento constante de las aguas. Las góndolas nocturnas no cesan sus paseos a la luz de la luna, munidas de farolitos en sus proas altivas.
Velas vibrantes de brisa alumbraban las mesas de románticas cenas en los restaurants a la vera de los canales.
Minúsculos barcitos y tratorías con música medieval, o de cinema paradiso, que más daba! Todo me embelesaba, todo me atraía como un imán, como una linterna a los ojos de un conejo!
Fanales dejados como al azahar, sobre los escalones de los prístinos arcos de los puentecillos, ardían por doquier, dándole un aire fantasmagórico a la cálida atmósfera  rociada de rojo anochecer.
Parecería que en cualquier momento, un conde de oscura levita, arremolinaría su capa, dispuesto a un deshonroso rapto de esta doncella (algo pasadita, pero bien conservada, che!)
Pero no!, falsa alarma! Nadie más que curiosos turistas, atravesábamos la ciudad, admirados de su mágica belleza a todas horas.
El pintor seguía empeñado en su pícolo banquito, por lo que deduje que la foto era para mantener en su mente, la luz de cuando la sacó. Porque a pesar de la tiniebla circundante, su pintoresca perspectiva se mantenía soleada como la tarde anterior.
Volví a “laberintear” un rato más, hasta que desemboqué nuevamente en la Gran Plaza.
¡Qué lujo de cuadro viviente!
Ahora las palomas estarían durmiendo, pero el público estaba más despierto que nunca.
Los flashes seguían sacando chispas de cuanto rincón decorado era digno de aprecio.
Las familias seguían posándose delante de la fachada de la Basílica, tratando de meter sus cúpulas bizantinas y los mosaicos de sus frontis, todo en el cuadrante de sus maquinitas.
Los solitarios nos pedíamos el favor de que alguien nos sacara, para perpetrar esta emoción en la digital, y compartirla a la vuelta con nuestros seres queridos.
La música me estaba llamando…
Bajo las bóvedas cruzadas, entre las pilastras de la recova perimetral de la gran Piazza, se ubicaban pequeñas orquestas, o solistas con organito, cada uno, amenizando la velada de los cientos de comensales que se nutrían en las mesitas a la intemperie .
Los mozos, de elegante etiqueta, corrían por entre las mismas, bandeja plateada en alto, con copas de cristales helándose dentro de baldes de champagne.
De repente oí:  -“…..será difícil de comprender,
Que a pesar de estar hoy aquí….
Soy del pueblo y jamás lo podré olvidar…
Debéis creerme….mis lujos son solamente un disfraz,
un juego burgués nada más….las reglas del ceremonial….

….busqué ser libre, pero jamás dejaré de soñar…
Y sólo podré conseguir la fe que querrais compartir…

No llores por mi Argentina,
Mi alma está contigo,
Mi Vida entera te la dedico
Más no te alejes…. Te necesito!....”- entonaba micrófono en mano, con una banda de fondo, una compatriota a unos pocos pasos.
La piel se me erizó como un gallinero completo, y las lágrimas me saltaron directo desde el corazón, sin permiso alguno.
Quedé atónita mirándola…. No lo podía creer….allá a 12.000km. de home!
Ningún himno me hubiera tocado tanto las entrañas, como esos versos, en ese preciso momento.
Me acerqué de puntillas, como un niño a un regalo de Papá Noel, y me acomodé en un mullido sillón de mimbre blanco.
Al acercarse el camarero, no dudé en pedir una cerveza! Y ni siquiera pregunté el precio! Había que festejar! Y yo así estaba dispuesta!
Al terminar su pequeño recital, me acerqué a saludarla, a presentarme y sobre todo, a Agradecerle!
Qué más se le puede pedir a la Vida?! La luna llena?
Y sí… también un compañero…. Para dar la vueltita en góndola… Aunque ese placer me lo dejé para otra vuelta, a ver si logro hacerlo acompañada…! Dios dirá….!
Entonces me despedí de Venecia, feliz, con el cuore lleno, y plena de gratitud!

La mañana siguiente me predispuse a seguir viaje: un auto-stop en la rotonda de la salida de Mestre, me llevó hasta Picenza. Allí, Ornario, un viajante distribuidor de bodegas de la zona, me alcanzó hasta Verona, con almuerzo mediante incluído.
Él fascinado con las experiencias de mi viaje hasta ese momento, que le relataba durante el trayecto que él conducía, incrédulo de mi supuesta osadía de partir sola desde Argentina. Yo, fascinada con su gentileza, y con las abundantes explicaciones sobre la economía y geografía de la región, algunos pantallazos políticos de actualidad, sobre el país que estaba recorriendo, completaron mi información.
Tan amena resultó la charla, que al llegar a Verona, se ofreció a hacerme de guía por un rato más del que disponía: me condujo a “Las arenas”, similar al Coliseo romano, y luego  la tradicional visita a la casa de Julieta, donde, obviamente, me retrató junto al balcón!
Hice un silencioso pedido a los cielos, pretendiendo se apareciera mi Romeo a la brevedad.. Algún conjuro tiene que funcionar!!!
Tras agradecerle infinitamente, y dejarle saludos para su esposa, a la que me aseguró que le contaría “su aventura” del día, me dejó en la estación de trenes, destino a Milán.
Ciudad a la que arribé deseosa de visitar las grandes expos de Diseño, tanto de objetos, de moda, de ver tendencias… de empaparme de belleza, color y líneas redondeadas…
Lo único que ví es que todos los hoteles circundantes a la estación, tenían su capacidad colmada, ya que en esos días se realizaba no sé que evento y no disponían de ninguna plaza.
Tras agotadora caminata con mi maleta a cuestas, quedé fundida…
Alguien me sugirió tomar un colectivo hasta las afueras donde seguramente en el albergue universitario, hallaría lugar.
Con mi último aliento del día, o de la nochecita más precisamente, subí al micro indicado, una especie de “60” de Milán, ya que atravesó toda la ciudad, y tras 1 hora y 40´ llegué a la parada correspondiente.
El chofer, amablemente esperó a que lograra “descargar” mi abultada valija desde el piso superior, y me indicó: -“dos cuadras a la derecha… andiamo!”
Recuerdo que era un bonito barrio arbolado, casi en penumbras, con farolitos que no seguían una perspectiva… o sea que las calles iban girando como en un laberinto tipo Parque Chas de Villa Urquiza.
Con lo cual, después de caminar en redondo, volvías al punto de inicio. Ésas fueron las únicas líneas curvas de Diseño que capté en Milán, porque quedé agotada…
Finalmente, y gracias a ocultos cartelitos escondidos entre el follaje, divisé el albergue y me avalancé hacia allá.
Nítidamente recuerdo que lo primero que ví, además del cartel con el nombre esperado, y la puerta de acceso, fue un “mate” posado en el 2º escalón! Con un termo al lado!
En fracciones de segundo, mis ojos advirtieron un par de rodillas y unas zapatillas “Flecha” en el final de dichas extremidades.
-“Hola…!”– sintonizó mi orejita, y descubrió la sonrisa de un grupo de jóvenes que parloteaban en la entrada.
En milésimas de segundos, descubrí que no era el clásico “Ciao!” que me acompañaba desde hacía unos cuantos días…
-“Argentinos?”- pregunté a modo de saludo, relojeando el mate.
-“Uruguayos!” se alzaron a abrazarme como si hubieran encontrado un pariente lejano al que hacía siglos andaban buscando.
-“Qué bueno!  Casi como estar en casa!”
-“Querés?”- alcanzándome el mate y descontando la respuesta.
Una reconfortante chupadita a la bombilla, y el alma me volvió al cuerpo!
Como dicen algunos: “Dios está en los detalles”
Afortunadamente, también estaba en la voluntad del conserje, que a pesar de no tener reserva previa, se apiadó de mí y me ubicó en un cuarto de 8 compartido, en el 8º piso!.
Reconfortada con la bienvenida con que me recibieron mis compañeritas de cuarto, y con el augurio de más yerba en el hall de planta baja, me dí una ducha rápida, y bajé a su encuentro.
“Los chicos” estaban organizando una salida “al centro”, y no era cuestión de mostrar la vejez en ese momento, ni de perderse una compañía tan amigable, así que me dí cuerda (una especie de “Tú puedes” mental) y partimos rumbo a la galería Vittorio Manuel.
Obviamente “el 60” en camino inverso….
Al arribar a la plaza central, se imponía la consabida foto frente al duomo, pero éste se encontraba totalmente cubierto por un telón y los carteles de la Empresa Constructora, encargada de su reciclaje. Buah….no pude verlo…
Atravesamos la galería, donde por contemplar tanto las bóvedas de crucería del espléndido cieloraso, me perdí de ver no sé que dibujo en el piso, en el cruce del transepto, donde dicen que si girás a su alrededor como las agujas del reloj, volverás a Milán!  En fin… quizá sea que no debo volver, porque en realidad solo quería volver al hotel a la cama…!!!
Lo último que admiré ese día fue la fachada de la Ópera, y no pude menos que sentirme orgullosa de nuestro Teatro Colón. Será que el corazoncito tira tanto… o era efecto del mate?
Lo cierto que al llegar a la recepción, ya casi la 1 de la mañana, nos encontramos con otro grupo de jóvenes, mateando! Resultaron ser de San Isidro y de Nuñez!
Y obviamente nos charlamos la Vida hasta las 5!
Me contaron todas sus peripecias desde hacía 3 meses que habían salido de la Patria en busca de aventuras y fortuna, por lo que iban trabajando de lo que se presentaba, y disfrutando el día a día sin otra expectativa que “Disfrutar!”.
Qué gran lección! Pensar que eran tan jovencitos y ya la tenían tan clara!
Que gran posibilidad es esto de andar liviano, entregado, confiado… y todo resulta de Milagros!

Mi corazoncito ya se quería preparar para el encuentro con el francés…
Era hora de decir Ciao a L´Italia, y asomarse a una nueva oportunidad…
Ya averiguado el itinerario, me subí al tren que se dirigía a Génova, antiguo puerto de Colón, y arribaría a Niza, en Francia!
Me acomodé en el asiento de la ventanilla izquierda, intuyendo que desde allí vería el mar…
Efectivamente la calma azul del Mediterráneo no se hizo esperar. Y la gloria tampoco!
El tren corría paralelo a la costa todo el tiempo, con lo cual, ibas conociendo todos los poblados, las playas, las carreteras, puentes y ciudades, que lo bordeaban, en un sinfín de postales…!
Maravillosos puertos con fastuosos veleros anclados, con centenares de banderines de colores flameando al sol!
Familias asoléandose en las playas interrumpidas de acantilados abismales.
Grupos de chicos con canastas de picnics, y pelota de colores ondeando en la arena.
Bonitas y esculturales muchachas haciendo top-less sobre decorativas lonitas que nadie miraba.
Autos de última generación aparcados en interminables estacionamientos paralelos a las veredas de circunvalación.
Cada tanto, entrábamos en un oscuro túnel, interrumpiendo la visual soleada del exterior. Las luces interiores se prendían automáticamente y permanecían así hasta la salida, que a veces, demoraba un larguísimo trayecto de varios minutos. Increíble obra de ingeniería esto de atravesar las montañas, o bordearlas… Benditos trabajadores, que hicieron esta maravilla, transportando los rieles vaya a saber cómo, cuando aún este “paseo” no existía! Gracias a sus esfuerzos, podemos disfrutar sentados plácidamente, de éste y tantos otros recorridos en la Vida…
Cuantas veces, vivimos esto y no nos damos cuenta de agradecer a tantas generaciones anteriores, todo lo que han hecho, y dejar de criticar a todos los que hoy no hacen!...
Al volver a salir, el sol se filtraba por entre frondosos bosques de pinos y abetos que desafiaban las cornisas montañosas. Su brillo rebotaba en el vidrio de mi ventanilla, dónde, como en un espejo, podía vislumbrar mi sonrisa encendida de esperanza y bienestar…mezclada entre la sal y las olitas del Mediterráneo a mis pies.
Ya estaba llegando a Mónaco! Me sentía la princesa Carolina…viajando en carroza! Y no de zapallo como Cenicienta… pero algo así parecido se mecía en mi Alma… una mezcla de sentirme de la nobleza privilegiada y medio campesina pobrezucha… Se entiende? Algo así como el famoso tema del “merecimiento” del que tanto hablan los psicólogos…. Pero en fin, no era momento ni Lugar! para filosofar…. Sino para disfrutar lo que la Vida y el Sol me estaban regalando  (al módico precio de unos cuantos tickets..!)
Ya que no soy adicta al Casino, ni a las carreras de Fórmula 1, mucho menos a las joyerías, y que el príncipe Carlos no me había dado cita, decidí no bajar en esa estación, y continuar por la Côte d´Azur …empalagándome de espuma y belleza…
Cannes, Saint Tropez, Montecarlo, Marseille, la creme de la creme…, iba empalagándome con sus azules profundos y sus aristrocráticos aires distendidos.
“Bienvenue a Port Nice” decía el cartel por sobre las puertas electrónicas vidriadas, del andén que yo atravesaba. A partir de ese momento, mi oído debió acostumbrarse a otra entonación, más allá del lenguaje. Los franceses hablan todo bajito, suavemente, como enfermeritos en un hospital en horario de visita.
Los carteles indicadores, las publicidades, las máquinas expendedoras, la boletería, el diseño de la estación, la parada de taxis, el ancho de las calles, todo había cambiado!
Claro! Había cambiado de país! En unas pocas horas!  Qué extraña sensación! Hasta ese momento no había tomado clara conciencia de las diferencias ideosincracías de cada nación….
o.K.! Vive La France! Entrez!!!
Niza se presentó ante mí, al mejor estilo porteño, es decir, con un montón de calles cortadas y valladas por reparación de cañerías y/o baches, gente corriendo a la salida de oficinas y comercios que ya cerraban. Un sinfín de bocinazos como para no extrañar, y una marcha de protesta de no sé que grupo, pidiendo no se qué tampoco, pero todo me resultaba familiar….
Y ese idioma que me puede!… que está en mis venas… que me seduce… me empalaga… me llama como un canto de sirenas…Allí mismo, me juré que al volver, retomaría mis estudios de esta lengua, abandonados treinta años atrás por cuestiones de maternidad y otros contratiempos ….
Los edificios! Era como si por Arroyo y Cerrito me hubiera movido toda la vida…! Obviamente las negras mansardas, los almohadillados de los frentes, con grandes portales de rejas ornamentales, canteros simétricos a ambos lados del serio portero, muros en apáticos “beigecitos”, excelencia y elegancia como símbolos indiscutidos de una nación.
Y como toda gran ciudad, esta imagen se desdibujaba a partir que te alejabas del centro hacia otros barrios no tan señoriales, como el que yo buscaba para encontrar un hotel más económico.
Gracias a la amabilidad de la señorita de la oficina de informes de la estación, ya contaba con un mapa, una guía y la reserva de mi ticket para mi trayecto del día siguiente, ya que me urgía llegar a Le Grau du Roi, más precisamente chez´s Joseph! (casa de José, para los que no se empalagan…)
Así que llegada al hotelito, dejé mis cosas en el cuarto asignado, y emprendí la caminata por el casco viejo, típica zona turística, antiguamente amurallada, y dotada de los mejores restaurants de la ciudad.
Como no me perseguía el hambre, ni nadie capaz de invitarme a cenar, seguí rumbo al puerto a contemplar gaviotas atrapando inadvertidos pececitos…
Volví por la rambla de la costanera, disfrutando la brisa marina del anochecer, y la espléndida vista digna de un afiche de turismo.
Mi preocupación estaba puesta en las comodidades del baño que me tocara en suerte en el hotel, en pro de hacerme la tintura, y la depilación pertinente a tan importante visita que me tenía excitada para el día siguiente. Además de la playa matinal, claro está! No me iba a perder sentirme una estrella de cine, asoléandose en el Mediterráneo francés, y menos por un muchacho casi desconocido…!
Llegada al baño en cuestión, abrí la cajita y todos los petates necesarios, y me adueñé del “espacio privado” durante más de 1,30 hora, ducha mediante incluída obviamente.
Grande fue mi sorpresa, al salir con el menjunje en la cabeza tapada con la bolsita de nylon, al ver una parejita de chinos, coreanos, o no sé qué! (no era el momento de pedirles documentos) (además tan entreverados estaban que ni sabrían adonde los tendrían). Para simplificar, los llamaré “los orientales”.
No podría asegurar quien se asustó más: si yo por encontrarlos en tales ocupaciones arriba de mi supuesta cama, o ellos al verme como una marciana observándolos parada en la puerta del baño!
Se vé que algunos códigos son internacionales, especialmente los concernientes a la vergüenza pública, porque instantáneamente tironearon de la sábana para cubrirse, y yo me debo haber puesto como de tomate porque mis mejillas ardían como si yo fuera la que recibía el “masaje”.
Tratamos de preguntarnos “Qué hacíamos allí?????” mutuamente!!! Al unísono!!!!  Pero en dos leguajes dispares!
Por suerte, se nos dió la risa automática a ambas partes (o tres partes más específicamente) No nos entendíamos nada! Pero resultaba muy gracioso!
Deduje que la conserje se debió haber equivocado al otorgarles el cuarto que yo ya había ocupado en la tarde, y que cuando ellos llegaron tan ardientes, no me escucharon en el baño, y tomaron “posesión” en dicha posición!...
En fin, ninguno de los tres estaba en condiciones visibles, de ir a reclamar a la recepción.
Fue entonces, que tras el consabido “-Y tú, de dónde eres?”… nos pusimos a charlar sentados en la cama con “nuestros nuevos atuendos” como si de viejos amigos se tratara. Obviamente en inglés!, ya que ni japonés ni francés dominábamos.
Nos contamos nuestros itinerarios, y nuestros sueños. Nos pasamos datos, y nos señalamos en los mapas. Nos convidamos jugo, y algunas galletitas.
Pasada la hora de mi tintura, volví al baño como si nada, a continuar mi enjuague.
Ellos aprovecharon para vestirse y acomodar de nuevo sus cosas en sus bolsos, y dedicarme un saludo de despedida, tras un golpecito en la puerta entornada.
Deduje que los cambiaron de habitación, y proseguí con mi coiffeur personal.
Al volver a salir, todo estaba perfectamente acomodado, la cama hecha y mis cosas en su lugar.
Dudé unos instantes, si había soñado o tenido una alucinación, pero el sueño me venció antes que pudiera contestarme.
A la mañana siguiente, los reencontré desayunando en la terraza habilitada a tal fin. Al unísono, una vez más, largamos la carcajada en el idioma universal de los amigos: la alegría! Todos los de alrededor se nos quedaron mirando sin entender el motivo de tanta temprana algarabía, pero era muy complicado estar explicándoles!...
El sol prometía una mañana de playa, y mi tren partiría al mediodía, por lo que dejé todo organizado y, mallita puesta con depilación realizada, me encaminé a la orilla!
Grande fue mi frustración cuando en vez de arena, me encontré con millones de grises piedras redondeadas, al estilo bocha, de unos diez centímetros de diámetro, encima hirvientes!
No podías ni caminar con las ojotas puestas! sin arriesgarte a un esguince, o a una quemadura de 2º grado, sino te las ponías!
Mi fiel lonita trató de hacer lo mejor posible para poner mi colita en buena posición, pero el rotar de las piedras bajo mi espalda, producía un contorneo difícil de soportar…
Ahí descubrí porqué la gente permanecía de pie, con las patas en el agua hasta las rodillas, como calmando la inflamación. O los pudientes, se limitaban a estar sentaditos en las reposeras de las confiterías circundantes… en fin… fue solo un ratito… pero me quedo con la imagen de playa del poster!
Puntualmente a las 12, tomé mi tren con destino incierto al Amor! (o a lo que pretendía algo parecido…)
Además incierto sería el trayecto, ya que debía hacer 4 combinaciones!!!
Aún no entiendo muy bien la red de subterráneos de mi Buenos Aires querido, que no me iba a complicar tratando de entender la del tren francés! Me abstuve y seguí las instrucciones, rezando secretamente para no equivocarme en ninguna!
18,30 clavadas! Mi corazón latía como si se tratara de la Final del Mundial de Footblall en el último tiro de penales….estando empatados hasta ese instante.
Cabe aclarar, que el muchacho en cuestión, no tenía la más mínima idea de mi intromisión en su escenario! Iba a ser una SORPRESA!!!!
Quizá en mí había un cierto “Pescarlo in fraganti…”, ya que por mail se mostraba muy amoroso, pero algo dentro de esta “brujita” me decía que estaba muy bien acompañado, por lo que realmente, no me hacía demasiadas ilusiones. Pero como soy de las que van hasta agotar las situaciones, allí estaba paradita delante de su heladería, viendo como servía helados a unos niños.
Alzó la vista y me vió!
Su sonrisa gigante inundó la calle de un extremo a otro!
Le pasó la cuchara y el vasito a medio preparar, a un empleado, y salió corriendo detrás del mostrador, a abrazarme!
Incrédulo me miraba de arriba abajo, buscando mi sonrisa cómplice bajo el ala azul de mi fiel sombrero: -“Te has venido, María….!”- casi como una pregunta con respuesta obvia!
-“Vé a la costa, y espérame 10 minutos! Ya estoy con vos…” -dirigiéndome hacia la esquina donde se veía el mar a solo 100 metros…
Mis latidos no lograban apaciguarse. El pueblito era tan bonito, y él se había mostrado tan contento…aunque no había tenido tiempo de preguntar nada, en ese escueto momento!.
Me quedé mirando la hermosa puesta de sol, con los flamencos sobrevolando las aguas, por delante del rojo astro, como él me había contado que sucedía en su playa…
En eso escucho a mis espaldas, que me llamaba por mi nombre, al tiempo que se acercaba tintineando dos copas y un champagne dispuesto al descorche.
Sonrisa en alza, señalando el triunfo!
Me abrazó conteniendo mi emoción, y las llenó con el espumante brebaje, inspirándome al brindis por el encuentro! Con la luna nueva como muda testigo..con la brisa disipando las dudas…
Como hábil hechicera delante de un caldero, pronuncié las debidas palabras: -“Estás solo?”
Su única respuesta fue cerrarme la boca en un helado beso…
-“Pués y dónde está tu equipaje?”- desvió la conversación.
-“Lo dejé en la estación….cómo no sabía…si…”-tímidamente – “si te encontraría..” (Quise decir “solo”, pero ya no me animé. Tuve miedo de parecer cargosa) (Si al fin y al cabo, él no dejaba de sonreírme…!)
-“Pues vamos a cenar, y luego pasamos a buscarlo, y te quedas en mi casa…!”
-“De acuerdo…”- parece que finalmente el marcador iría a marcar el gol triunfante!
Me condujo hasta su auto, ya había cerrado el negocio en el ratito ése que me tuvo esperándolo, y fuimos hasta un bar de copas en una playa cercana.
Lo de las copas, corría sólo para él, porque éste fue otro de los brindis a los que me negué por cuestiones de abstemia personal. En fin… cada uno tiene sus propios defectos.
Se pavoneó delante de sus amigos pueblerinos, como luciendo una presa nueva, al presentármelos con nombre y apellido, ofreciéndome inútilmente, toda la variedad de cocktails que allí se servían.
Estuvimos un corto rato, y de vuelta en el auto, me paseo por su pueblito natal, explicándome cual era el hospital, cual la escuela, la iglesia, el centro, la costanera, y pare de contar. 20 manzanas a lo sumo! Pintoresco, y tranquilo….bonito y apacible…. Pero había algo que aún no se me tranquilizaba.
Llegamos a un elegante restaurant. Lo saludaron con familiaridad, y nos dispusieron en una bellísima tarima de madera frente al mar y sus estrellas.
Comencé a relajarme, y dejarme acariciar por la brisa y por sus velludas manos.
Elegimos el menú, y me invitó al jacuzzi, mientras esperábamos que prepararan los platos.
Yo no estaba preparada con mi traje de baño, ni me lo esperaba. No sabía que podía haber un spa al aire libre de la noche, en un restaurant!. Muy romántico… pero preferí esperar hasta después de la cena…
Hablamos de nuestras vidas, nuestros hijos, nuestros proyectos, mi sorpresivo viaje…a la luz de la pequeña candela de nuestra distinguida mesa.
Creo que la comida fue espectacular! , no sé si porque hacía rato que venía a sandwichitos, fruta y yogurt; o que las salsas agridulces de la real cuisine francaise son GENIALES! Disfrute ese poulet a la creme de no sé qué, como un manjar de los dioses! Y un postre au chocolat! De chuparse los dedos…!
“-Un petit café?”- me ofreció como tentación- “aquí o en mi casa?”- anunciando la hora de la verdad…
“Bueno… puede ser en tu casa….”
Nos retiramos satisfechos, abrazados y felices….
En pocos minutos llegamos, ya que allí todo es muy cerca. Y con el “apuro” nos olvidamos de pasar por la estación a buscar mi equipaje.
“Paso primero al baño…”- como pidiendo permiso para acicalarme un poco, y asegurarme que no me haya quedado algún perejil pegado entre los dientes, cosa nada excitante para una primera vez…
Al cerrar la puerta, en el instante de ir a levantar la tapa….LA veo!!!!!!
Colgadita de un gancho, una robe de chambre femenina!!!!!!!!
Se me paró el corazón. Me tembló la tabla en la mano, que se desplomó como yo.
Olvidé el perejil, y salí con bata en mano preguntando: -“De quién es esto??????”
Con la misma inmutable sonrisa, me contestó como si nada: “De una amiga..!”
-….ahhhh….- sólo atiné a entender…
Se me acercó meloso, y lo alejé con mi mejor sonrisa: “Prefiero que me lleves a la estación”
-“Ah! Claro! Vamos a buscar tus cosas primero…”- supuso sin imaginarse mi respuesta.
-“NO! ME VOY!”
Se le heló la sonrisa y descubierto “en su salsa”, no tuvo más remedio que acompañarme hasta la partida del micro a Montpellier.
Por suerte, un angelito de los míos conduciría el último bus de la medianoche, al que llegué sana, y salva, aunque un poquito desmoralizada…
Recuerdo perfectamente que era un 21 de Septiembre. Y nunca sabré exactamente, si fue un día de iniciación de otoño o de primavera, según el hemisferio con que lo mires, según la cara de la moneda que elijas…
Recuerdo la carretera oscura, y mis lágrimas corriendo por las mejillas, el nudo en mi garganta, y la preocupación de llegar a una ciudad desconocida tan tarde en la noche, sin reservas, sin mapas, sin horario de oficina de informes…
Recuerdo la dulce mirada por el espejo retrovisor del chofer :- “Va a estar bien…”-me tranquilizó desde su butaca, como si supiera de que se trataba mi introspección bajo el ala azul de mi sombrero…
En menos de dos horas arribamos a Montpellier, ciudad universitaria según había leído en alguna guía, por lo que aspiré a que alguna gente joven, educada, transitara todavía por las calles y pudiera guiarme hasta un albergue digno.
Con mi tristeza y mi valijón, me encaminé desde la estación desierta hacia la dirección que intuía sería el centro.
Absoluto silencio…..callecitas zigzagueantes en penumbra…ningún cartel de “Hotel” a la vista…
Seguí avanzando arrastrando mi pena y mis miedos.
Silencio con rodar de mis rueditas chuecas por el pavimento vacío…..
Silencio y quietud…
Algo me decía que al girar la siguiente esquina, algo me salvaría….
-“GGGGGGGGGGOOOOOOOOOOOOOOOLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLL!!!!!!!!!!!!!!!!!!!”
Se llenó el cielo de pitos y cornetas por un instante y un”BUUUUUUUUuuuHHHHHHHHHHhhhh……” de decepción le siguió al primer grito.
Aceleré mis pasos, giré en el ángulo y ahí delante….la plaza central colmada de una muchedumbre fervorosa, frente a una pantalla de video gigante, donde trasmitían –a esa hora!- la final de rugby!
Y quienes jugaban? : Argentina- Francia!
Todos expectantes de los últimos minutos del partido, y yo sin saber ni que preguntar, parecía un improperio interrumpir semejante pasión.
Entonces sentí un golpecito en el hombro: - “Qué le pasa a esa carita….? No sabe que vamos 4 a 1?”- en perfecto castellano y señalando la banderita celeste y blanca que portaba en el ala de mi leal sombrero.
Las grandes banderas azul, rojo y blanco, flameaban en arcos gigantes que los muchachos provocaban, al dibujar ondas en el aire, alentando a su equipo a la distancia.
Corría la cerveza y los puchos por doquier, cantaban cantitos de cancha, pero en francés! Qué paquetería!
Tanta energía me devolvió el espíritu al cuerpo! Y con tanta eficacia, que mis neuronas me advirtieron que debía abandonar el área rápidamente, ya que corría el riesgo de ser linchada cuando descubrieran la presencia de esta posible adversaria, si el resultado se mantenía.
Linchada en francés? Sería más paquete? Por las dudas… no quise probar.
-“Sabés donde hay un hotelcito barato por acá?”- le pregunté a mi anterior interlocutor.
-“Sí! Ya termina y te acompaño…!” –me contestó con la mirada clavada en la pantalla, y alcanzándome su vaso de ½ litro de cerveza, dispuesto a compartir, y haciendo saltar un cigarrillo de una cajita verde.
Decidí aceptarle el vaso y rechacé el vicio que tanto me había costado dejar, siglos atrás…pero me autoricé la fresca bebida en virtud de mi pronta resurrección! Y de que acabábamos de GANARRRRRRR!!
Jamás festejé tanto un partido, menos de rugby!, y menos con un desconocido, que a los abrazos, me hacía saltar por el aire!
Los franceses nos miraban con desprecio a medida que se iban desconcentrando.
-“Argentino?, qué hacés por acá?”- le solté cuando me soltó.
-“Chileno!”-  recobrando su vaso vacío –“Nos trajiste suerte chiquita!...” –como si yo hubiera influído en el resultado del partido.
-“ Y trabajo allí…”- girando medio cuerpo, me señaló las lucecitas intermitentes de una flecha sobre la portada de una pensión. –“…parece que es tu noche de suerte… vení, te hago un lugar…”
Obviamente lo seguí, parecía confiable.
Y lo fue. El cuarto era sencillo, y limpito, suficiente para completar la noche, ya que ya además, obtuve los datos necesarios, para poder seguir a Barcelona en la mañana siguiente. No quería seguir empañada con el recuerdo del franchute, y necesitaba abandonar ese país con urgencia.
7,30 a.m. continué mi “siestita” reparadora de emociones, en el tren rumbo a la Madre Patria.
Nada más llegar a la estación y ubicar por teléfono a Bárbara, prima de una amiga, argentina radicada allá hacía 20 años, con quien había establecido contacto por mail, unos días antes de mi viaje, anunciándole mi pasada por su ciudad, en pro de alguna ayuda si necesitaba.
Encantada me estaba esperando! Me dictó el recorrido a seguir con el tren de cercanías, ya que su casa quedaba en las afueras, y combinamos el horario exacto en que me recogería en su estación.
Qué bonita sensación ésta de sentirte “recibida”! Ya empezaba a extrañar…a querer disfrutar “acompañada”, a no querer toda la torta para mí sola…
La libertad es Genial!, pero a veces… se tiñe de un gustito amargo de soledad… y uno necesita unos cálidos mimitos más familiares, amistosos …
Y allí estaba dispuesta su hermosa familia con Eduardo, su marido, y sus 4 hijos adolescentes, como para no olvidar a los míos…! Y una casa de “revista de decoración!” preciosa, ultramoderna, en la ladera de una colina, con vista a un valle y al mar!
Y con habitación de huéspedes! Con baño privado remodernoso!
Con una biblioteca alucinante! Con un living con esa vista… y permiso para tomar lo que quiera: desde el internet libre, a las frutas de la gran canasta en el centro de una gigante mesa familiar…!
Una vez más, el Universo me regalaba todas estas caricias para el Alma…
Me tomé el resto del día en el jardín, junto a la piscina turquesa, con un libro al azahar…mis piecitos necesitaban “vacaciones”, y la reposera amarilla bajo el sauce, sería “el mejor lugar del mundo!” para descansar mi cabecita tan llena de tantos hechos transcurridos en menos de un mes! Y aún me faltaba toda la España!

Un día de recarga de pilas en ese “oasis”, donde además me atendieron a cuerpo de reina, con una cena maravillosa con amigos de ellos, precisamente para compartir anécdotas con la Argentina! O sea yo!
Al día siguiente ya estaba dispuesta a retomar mis andanzas: tomé el bus turístico que te va mostrando todos los puntos relevantes de la ciudad. Te podías bajar en cualquier parada fija, y tras recorrer el sector a pie, volvías a tomar otro bus, que pasaría intermitentemente cada diez minutos. O podías cambiar de recorrido, ya que hay 3 líneas simultáneas por distintos barrios y alrededores. Todo con un único ticket que te servía durante 48 hs. para todas las combinaciones! Además iba sentadita arriba, en el sector descapotable y con un par de audífonos –en 8 idiomas para elegir- que me iban contando la historia y los detalles de lo que iba recorriendo! Formidable para una viejita agotada como yo a esas alturas!
Pero no pude con mi genio, y obviamente me bajé en la primera de cambio: el Parque Gwell de Gaudí. Imperdible! Impresionante mañana de tibio sol, acompañó mis pasos por cada retorcido rincón, lleno de cupulitas extrañas cubiertas de miles de mosaicos recortados, que vaya Dios a saber cómo el famoso arquitecto le dió las instrucciones a los obreros para que los colocaran de esa forma y no de otra, allá arriba, en donde ni con andamios, parecería que se pudiera llegar! Cómo hicieron aquellas torretas? Y que clase de planos utilizó antes de que existiera todo el dibujo computarizado de curvas que puedes hacer ahora con un simple programa de PC.? Pero él lo tenía todo en su cabeza! Qué GENIO!!
Y por supuesto seguí la tarde deleitándome con su creatividad y calidad, en las casas Amatller y la de la Pedrera, habilitadas como museos obviamente! Con el mobiliario y la ambientación original…que placer para los sentidos!
Un recorrido por el puerto, donde los rascacielos vidriados te cambian de panorama, y el enjambre de muchedumbre te agobia hasta el hastío.
Muchedumbre que se encaminaba por “La Rambla” hacia el centro, donde se inauguraban las Fiestas Patronales de la Merced, justo esa noche!
Gigantes muñecos del Virrey y la Virreina, encabezaban la procesión de toscas marionetas de 3 metros de altura. Bajo sus coloridos trajes se escondían quienes las guiaban, entre danzas acompasadas por orquestas y fanfarrias.
En cada edificio público, la Municipalidad, la Catedral, el Museo de Arte Moderno, y otros…se paraban un rato a armar la rueda con bailes típicos de castañuelas, y panderetas que portaban otros grupos de bailarines que se iban sumando al cortejo.
La multitud seguía la procesión, nada religiosa por cierto, con millares de latitas de cerveza en sus manos, riéndose de groserías a medida que pasaban las horas, y los hombres piyando por doquier, en plena calle, como marcando territorio de su chabacanas virilidades.
Un espectáculo verdaderamente decadente….
El nauseabundo olor que iba impregnando el aire, me condujo ácido y repugnante, a la boca del subte que debía tomar para retornar a mi privado paraíso. El calor familiar me devolvió a la paz de una serena noche de estrellas.
La mañana siguiente, la dediqué a la visita de la Sagrada Familia. Imposible describir con palabras lo que los sentidos no alcanzaron a captar! Es tal su magnificencia! Su locura! Su genialidad! Su originalidad…!
Estaba “empachada” de arquitectura catalana modernista, art noveau y flamenco! Debía decantar tantas sensaciones en mis absortos sentidos.
Una caminata por la Rambla, ahora más tranquila, colorida como una guirnalda de incontables puestos de flores y pájaros –lástima que enjaulados- me condujo a otro Olimpo de cautivantes impresiones.
El Mercado de La Boquería, escenario de las frutas, verduras, peces, quesos, encurtidos, y cuanto comestible exista en la región, se presentaba como el gran escenario de un teatro de varieté, a todas luces!
Pintoresco en sus mostradores repletos de la abundante Madre Naturaleza compitiendo con las manufacturas locales de conservas, bebidas, harinas, fiambres o artesanías.
Aún la gente haciendo sus compras, o los mercaderes anunciando a los gritos sus ofertas, formaban parte de este vital paisaje, bajo la gran arcada metálica del techo que los cobijara.
De allí, a la explanada donde una Feria de Libros al aire libre, me entretuvo la tarde.
No pude dejar de visitar el Pabellón Mies Van der Rohe frente al Palacio Nacional en Plaza Spagna, donde el consabido  “Menos es Más” de su autor, me colmó hasta las entrañas!
Esperé el lanzamiento de los fuegos artificiales con los que culminarían los festejos de La Merced, acodada en la Fuente Mágica central. La danza de las aguas y sus elevados chorros alumbrados de color, dieron cierre a la Fiesta, “mi” fiesta personal!.
Agradecida de tantas maravillas, llegué a la estación fluvial, para embarcarme en el ferry, que en travesía nocturna, me cruzaría a Ibiza…
Compartí la tibia brisa marina, alejándonos de la costa catalana, con Facundo, otro joven argentino, en duelo emocional…
Apoyada sobre la baranda de cubierta, contemplaba las líneas de las últimas luces del puerto, cuando se me acercó a intentar venderme las pulseritas que él mismo tejía para solventarse el viaje.
No recuerdo como salió el tema del abandono de su novia, pero su decepción encontró mi consultorio sentimental abierto las 24 hs., por lo que nos quedamos charlando hasta el amanecer, cuando las casitas amontonadas sobre la ladera de los montículos que bordean el puerto de Ibiza, empezaron a dibujarse en el horizonte.
Cuando el barco atracó en el muelle previsto, sentí todo el frío de la noche sin dormir, pero la sonrisa agradecida del joven reconfortado en esperanza, valió la pena!
Las calles estaban silenciosas y desérticas, ya que aún era muy temprano. Los primeros bares, sacaban sus mesitas a las veredas recién baldeadas.
Una gorda mujer, escoba en mano, al verme pasar desorientada, me preguntó: -“Busca alojamiento?”- al tiempo que manguereaba salpicando descuidada mis ojotas.
Dudé entre retarla, o agradecerle.
Finalmente decidí aceptar su invitación a pasar a su casa, ya que descontaba que resultaría más económico que en cualquier otra posada que pudiera conseguir. A su vez, me ahorraba la caminata de búsqueda, y todo aparecía pulcro y recién limpito.
Enseguida nos pusimos de acuerdo, me acomodó, me dió las llaves del cuarto y de la calle, como si de su hermana se tratase. A continuación, pasó a relatarme todas las historias de los famosos que visitaron alguna vez la isla, y a recomendarme las playas que debía visitar, sin perderme las nudistas, por supuesto!.
Dudé entre echarme a dormir, o salir a tirarme al sol, para recuperar energías.
Tratándose del sol de Ibiza…no había mucho que cuestionar.
Aunque a juzgar por lo desértico de las calles, la gente de allí, parecía que aprovechaba más las penumbras nocturnas, que el brillo del día.
La idílica imagen que yo tenía de casitas blancas, con marcos y persianitas azules, en un empedrado angosto, con subiditas y bajadas, canteros de rojas flores colgantes, y pájaros entonando el aire, se me desdibujó en un santiamén.
Las fachadas estaban todas pintarrajeadas con aerosoles flúor en diabólicos estilos mamarrachados, más las obcenas inscripciones en los muros cerrando herméticas cortinas metálicas, para evitar evidentemente robos y saqueos.
El grado de deterioro marcaba la degeneración de este poblado, que otrora fuera una isla de lujos y sofisticación.
Los habitantes aún dormían su noche de brebajes, droga & rock-ibiza, como han denominado a la música que los oriundos DJ. se empeñan en imponer.
Me abstuve de recorrer el centro, para ir directo a asolearme a la paz de la arena tibia.
Puse mi lonita cerca del agua, y me dispuse una siestita…
Ya era hora de sacar la malla de la valija, y tomar un poco de color. No era cuestión de llegar a Buenos Aires, blanca como una monja, aunque hiciera una vida como tal!
Mi novata piel me dió el aviso de giro en el momento en que empezaba a cocinarme como un calamar.
Al ir a incorporarme, veo un par de tetas de 1 metro de diámetro cada una, a sólo un metro de las diminutas mías.
Juro que no fue envidia, sólo asombro!
Y la cuestión, no fue el tamaño, sino el estado descubierto de las mismas…al igual que el resto del vientre, las nalgas, los muslos peludos, y lo que se hallaba colgando en la zona intermedia!
Tardé unos segundos, en ordenar las coordenadas, para asegurarme que se trataba de un hombre y no de un lobo marino desovando en la playa.
Aunque de inmediato divisé a su compañero en idénticas condiciones, con lo cual deduje que se trataba de una pareja de gays.
Craso descubrimiento! Si al fin y al cabo, estaba en Ibiza!
Turbada por la vergüenza ajena, giré para el otro lado.
Una enorme capelina rosa intentaba cubrir la totalidad del escuálido cuerpo de una muchacha estilo esqueleto pre-mortem.
Tuve intención de buscar un ancla, para atarla un rato, y evitar que se volara. (La chica, la capelina me daba lo mismo!) Pero la imagen de un barrilete con patas casi transparentes, flotando sobre mi cabeza, me pareció más decadente.
Me senté entonces, en pose buda. Dirigí mi mirada a la línea del horizonte, con intención de inspirar relajadamente y sumirme en una piadosa meditación.
Un grupo de juveniles adonis, con todas sus dotadas pertenencias a la intemperie, repicaban tras una pelota inflable multicolor.
Lo increíble del caso, es que continuamente pasaban delante de ellos, y obviamente, delante de mí, pares de esbeltas señoritas al natural, sin los trapitos al sol…sólo lentes negros en decorados armazones gigantes!
Y ellos ni las miraban!!!
Debo reconocer, que más de una vez, dudé si se trataba de mujeres, o …de qué? Cómo “denominarlos”?
Atuendos de pareos flameando en transparencias sobre dudosos bosquecillos depilados, movimientos contorneantes al caminar, largos aros columpiándose de las narices o de las orejas, rastas o peladas bajo pañuelos anudados sobre la frente, pulseras al por mayor en tobillos y muñequeras,  tatuajes por doquier… hacían imposible la especificación en géneros humanos reconocibles.
Obviamente me resultó muy difícil concentrarme…
Y la música!!!  Bendita pero horrorosa música, que inundó la playa por los altoparlantes de los innumerables barcitos que la rodeaban.
Todos se mecían acompasados por el bajo que repetía las únicas tres notas que parecían sostener una melodía latosa, repetitiva hasta el hartazgo!
Las copas con delirantes colores fucsias, verdes lima, o extraños turquesas, se mecían al compás, de la mano de los escuálidos apoyados sobre los mostradores (sería para no perder el equilibrio por la mamúa que ya tenían?).
Chhh….Chhhh….Chhh´.…Chhhh… chhhh….chhhhh´……   BASTA!!!!
Ninguna familia por aquí…. Ningún niño por allá….
Me sacudí la arena que se me había pegado sobre la malla, y me dí cuenta que para ellos, yo sería una especie de Carmelita descalza!
Suficiente para mí!
Antes que el ocaso me alcancese, me retiré de la escena.
Caminé como perdida por las ruinas de la ex fortaleza, que con sus altas murallas bordeaba unos acantilados.
Imposible imaginarme que otrora, habitaran esta isla, valientes soldados dispuestos a la custodia de sus tierras. En que degeneración se habían convertido tantos marineritos?
En fin…cada cual atiende su juego….
Así que volví a la casa de Catalina, a ponerme linda para la noche…
Bañadita, perfumadita, pintadita…bronceadita….y solita…!
Qué desperdicio!
Tantos caballeros, y ninguno en funciones de tal. Para esa altura, ya tenía muy claro el deplorable panorama. Evidentemente, yo estaba en el lugar equivocado…
Deambulé un rato entre los veleros estacionados frente a la costanera bulliciosa de jóvenes y viejos que se creen que aún son lo primero. Siempre munidos con copas de tragos en una mano, y cigarrillos en la otra, sacudiendo las cabezas sueltas, como los perritos de felpa que se usaban de adorno en la bandeja de atrás de los taxis, cuando yo era chiquita.
La fiesta (de ellos) iba in crescendo, y mi angustia también…
Empecé a sentirme como sapa de otro….. planeta!
La luna subía entera desde el fondo del mar oscuro, y yo solo podía admirarla, acompañada de mi máquina de fotos, que disparaba con desgano.
Busqué un rincón tranquilo para sentarme a cenar en algún bar que rodeara la plaza central.
Antes que el mozo se acercara, un mimo empezó a hacer sus piruetas delante mío.
Sentí simpatía por su lánguida sonrisa, y me quedé observándolo.
Él, satisfecho de que alguien contemplara sus hazañas, se esmeraba en hacerme reir.
Y lo logró!
Lo aplaudí efusivamente, sin importarme la mirada desdeñosa de los demás comensales, que se sentían, al parecer amenazados (¿?)
El muchacho blanco, sacó entonces un ramillete de flores de debajo de su ajustada camiseta, asomándolas desde su corazón, y me las ofreció junto a su brazo dispuesto para una caminata.
Entusiasmada, le seguí el juego. Me levanté de mi asiento y me encaminé hacia él.
Me regaló entonces, su mejor don: una mirada pura y la cortesía de una reverencia. Me besó el dorso de mi mano, antes de depositar el ramo en ella, y…. salir corriendo!
Nunca entendí que pasó. Si se amedrentó, o si jugaba para otro equipo.
Lo cierto, es que me alegró el momento, y satisfecha, me fui a dormir…!

En la mañana siguiente, me despertaron los gritos de Catalina, discutiendo con un plomero en la vereda.
Decidí que la mejor dirección para ese día, sería ir derechito al muelle, rumbo a Valencia.
Por suerte, los astros aún me favorecían y justo estaba por zarpar una embarcación con mi destino.
Allí podría encontrarme con Amparo, la joven que me había alcanzado el pañuelo durante el Ave María en la capilla de Florencia.
-“Cuando ández por Ezpaña, me llámaz y te viénez a mi caza!”-me había dicho en la despedida. Y no dudé en hacerlo…
Necesitaba con urgencia una amiga par, con quien descargar los últimos pesares, o recargar risas para el resto de la travesía.
Sabía que podía contar con ella, y apenas arribé a su ciudad, combinamos nuestro encuentro.
Resultó ser una guía magnífica, en sus relatos históricos por el casco antiguo, y las recomendaciones de otros sitios a visitar durante las horas en que ella debía ir a trabajar.
Recorrí el Pabellón de las Artes y de las Ciencias, modernísima obra de alarde arquitectónico, del maestro Calatrava, y los parques circundantes…
Tuvimos nuestro bonito almuerzo en las anchas playas y nuevas viejas murallas, por la tarde.
Nos despedimos con una mágica cena, con la certeza de algún próximo encuentro, ya que de brujas se trataba….y desde otra vida, nos buscábamos….
Gracias Amiga Amparo, hacés honor a tu nombre!
Y fue una gracia conocerte! Hasta pronto….!

Mi brújula estaba ahora orientada al Norte: San Sebastián, donde lograría mi primitivo anhelo, origen del viaje: el encuentro con mi amigo Quique!, mi ex compañerito de la facu…se acuerdan al inicio?
Micro a Zaragosa…. Pamplona….
De esas ciudades, lo único que recuerdo es el aburrimiento de seguir visitando Iglesias…
Muy prestigiosas en sus estilos arquitectónicos, las estatuas de santos que adentro las habitaban, los frescos y decorados dorados a la hoja, cúpulas y torretas, etc. Etc… pero vacías de contenido para mí… Algo así como densas energías flotando en su interior… No sé, quizá era mi ánimo cansado, pero la verdad? Ya no me interesaban…
Cómo no me interesó la calle donde se corren las encerradas de toros en la Fiesta de San Fermín. Ni más murallas ni fortificaciones, museos de arte o históricos de no sé cuantas batallas pasadas, con cañones decorativos a sus puertas, ni los parques, ni el zoo… Yo sólo quería llegar….al corazón de mi Amigo!

Un bosque hermoso mojado de llovizna del atardecer, corría paralelo a la ruta que me conducía al esperado redescubrimiento!
La Bahía de la Concha se abrió como un abrazo de hermanos, para darme la bienvenida con un bermellón atardecer sobre el mar durmiéndose.
Siguiendo las instrucciones oportunamente recibidas, me tomé “El Topo”, especie de subte que aparece y desaparece de la superficie, según vaya tuneléandose por las montañas que atraviesa, rumbo a Hernaye, último poblado español en la frontera con Francia, allí donde él vivía!

Y hago aquí una pausa en el relato, para contarles que el verbo en pasado no es casual, sino real. Lamentablemente Quique falleció a los pocos meses de este dulce reencuentro.
Como si todo fuera un inexplicable plan divino, Dios me permitió “despedirme”, sin saberlo entonces, de un ser maravilloso, que alumbró mi vida desde temprana juventud, y a pesar de las distancias, lo sigue haciendo hasta el día de hoy. Estés donde estés, querido Quique! Gracias por SER mi amigo! Por estar en mi corazón!  Sos mi primer ángel con nombre y apellido propio, que subió a los cielos, para desde allí, guiarme y acompañarme…. Y hacerme gancho con el Patrón & Cía. en algunos favorcitos especiales…Ja! Nos entendemos verdad?

Esa noche, su enorme sonrisa me recibió a los pies de la escalera, y sus robustos brazos me alzaron en andas, como un novio levanta a su prometida, revoléandome por la alegría de los aires. Nuestras carcajadas se unieron en un centenar de recuerdos vívidos de tantas aventuras compartidas, en nuestros años mozos!
La responsabilidad nos llamó a la cordura de llevar la valija arriba y ser presentada oficialmente con María José, su novia-mujer de ese entonces.
Le agradecí la hospitalidad de recibirme y albergarme en su casa, y nos dispusimos a compartir la pizza con la que me esperaban.
Nos quedamos tardísimo contándonos el “Viaje” de la Vida…acercándonos los sentimientos, poniendo las almas sobre la mesa!
A la mañana siguiente, como todas las siguientes de esa semana que compartí su hogar, ellos partieron a trabajar en el estudio, en el centro de San Sebastián. Me dejaron la llave con la confianza y la libertad a mi entera disposición.
Un reparador desayuno en bandeja en la cama, hojeando revistas de decoración de última generación, como corresponde a una bien equipada casa de dos arquitectos!
Revisé de paradita, la maravillosa biblioteca de textos nutritivos, que Quique supo cultivar durante su Vida!: Desde Arte Iberoamericano del S. XVI, pasando por masajes Shiatzu, o el Oráculo de los Sueños, de Obras completas de Kafka al Hágalo Todo Ud. Mismo en carpintería, o Recetario de Comidas Vegetarianas.
Seleccioné algunos para los ratos libres y me dirigí a la playa. Al caminar por las callecitas de su barrio, noté nuevamente la diferencia en la edificación, la señalización, el ancho y la vegetación de las calles. Claro! Estaba nuevamente en Francia!
Qué loco! Allí no hay frontera, ni puesto de aduana, ni línea en el piso que señale la diferencia! Es un pueblo donde la gente habla según su familia de origen, entra al almacén que según sus costumbres, mejor represente sus gustos: la cuisine o la vasca! Total es el mismo euro!. Según la calle en que se encuentre, una escuela enseña en un idioma y una historia, y la otra, otra! Y todos en Paz! Maravilloso!
Visité el pintoresco mercadito en el amarradero, y me aprovisioné de deliciosas y auténticas croissant para el paseo, y otros víveres para compartir con mis anfitriones, a su retorno.
Me senté con el mate frente al Cantábrico, y suspiré…
Relajada, supe que había llegado….y entonces, Agradecí!

Los días siguientes acompañé a Q. a su oficina, para ayudarlo a preparar un Plan de Negocios que le permitiera encarar unos proyectos en la Argentina, y así retornar a su Patria, ahora que su madre viejita lo necesitaba más que nunca cerca, y sus hijos grandes ya no lo necesitaban tanto, tan cerca..
La ilusión y el empeño en armar este sueño, lo acompañó hasta el último segundo, en que dirigiéndose al aeropuerto para su venida, su Alma partió……………. ante la embestida de un camión en sentido contrario a sus propósitos…..
Que en Paz descanses…. Bien merecido lo tienes…. Y Dios te tenga en la palma de su mano…

Pero aún tengo la alegría de su compañía, al contarles cuantas otras cosas lindas compartimos todavía esos días:
Me acompañó a las librerías a difundir “De cómo ser arquitecta y no morir en el Intento”.
La caja que contenía 50 ejemplares y que el amable comandante que me voló al viejo mundo, tuvo la gentileza de reenviar al domicilio de mi amigo, y así ahorrarme el peso del traslado de la misma por todo las andanzas que les vengo contando hasta ahora… hubiera sido imposible, no?
Bueno, GRACIAS! Una vez más Q. y Tata Pepe!
Y a todos los libreros que tomaron mis ejemplares con la hospitalidad con que se trata a una novel extranjera.
Nótese que “novel” va con la corta, ya que para aspirar a la “b” del otro Nobel, aún me falta bastante! Presuntuosa yo? Es un chiste!
En realidad, y para que vean la calidad de corazón de mi amigo, cuando llegué, él ya se había tomado la molestia de venderme la mitad de mis libros, entre sus amigos colegas y otros conocidos. Gracias una vez más!
También me acompañó a Bilbao, nos tomamos una jornada libre para recorrer el famoso Guggenheim, modernoso museo si los hay…! Con sus rebeldes muros-cubierta de titanio enceguecedor, arrebolado como volado al viento….
Pero la verdad? Me gustó más el perrito gigante de flores que custodia su entrada, y donde todos los turistas nos sacamos una foto con la mascota en primer plano, y el tan mentado edificio en el segundo!
Qué se le va a hacer Frank Gehry ?(el arquitecto autor del museo)  A veces, las cosas simples, son más bonitas…  “Menos es más”- decía tu colega alemán…
La noche anterior a mi partida, fuimos “de pinchos” a una típica taberna vasca frente al mar, en un lindero pueblito minúsculo de pescadores.
El silencio de la noche oscura sobre las barcazas detenidas, con el brillo de la luna en cresciente, dibujado sobre las crestas de las olitas que rompían a sus costados, fue abrigando nuestra amorosa charla de balance de vida, los hijos, las parejas, los amigos…
El profundo afecto que nos unía para y desde siempre, se posó sobre mis hombros con la certeza de la verdad, abrigando mi corazón tantas veces herido.
El mundo se detuvo… y palpé la Felicidad…
Volvimos abrazados en un pacto fraternal de serenidad e intenso gozo de espíritu en paz…

El despertador a la mañana siguiente, me obligó a saltar con urgencia de la cama, ducharme, y al pasar por la cocina… la sorpresa de ver el individual puesto sobre la mesa, con la taza humeante de té y tres tostadas untadas con quesito y dulce…. Y la sonrisa de Quique esperándome detrás de esa imagen de cuadrito.
No sólo me esperó  para desayunar juntos, sino que además me había preparado “la bolsita” como a los chicos cuando se van de excursión!
Ése, mi último día, lo había guardado para la visita a la Virgen de Lourdes.
El tren partiría en unos minutos de la estación cercana a su casa.
Al tiempo de engullir los pancitos, miré dentro de la bolsa: 2 manzanas, 2 sandwiches de bagguette, una botellita de agua mineral…
-“Y esto para qué?”- levantando un paquetito de pañuelitos descartables –“si no estoy resfriada…”- (siempre asquerosamente autosuficiente yo..)...
-“Ya los vas a necesitar”- me miró complaciente, mientras me arropaba la campera sobre mi espalda, guiándome escaleras abajo, al estacionamiento.
Cuánto me cuesta dejarme mimar…aceptar que me traten como a una niñita…
Y qué lindo se siente!!!  cuando alguien te lo da con tanto cariño…con tanto desinterés… el famoso amor incondicional… del que tan poco conocí en mi niñez.
El tren rodó por la campiña francesa rumbo al este.
Dos horas después, mi cuerpito ingenuo bajó en la estación de Lourdes, pero mi alma entró en un paseo espiritual imprevisto.
Al principio me sorprendió ver que se trataba de un pueblito como cualquier otro, con estación, plaza principal, municipalidad, edificios públicos, el correo, la escuela… Las calles comenzaron a llenarse con multitudes de gente ávidas de compras: desde botellitas de agua bendita, souveniers, guantes y boinas de colores celestiales, rosarios, posters, banderines, comida…todo al por mayor!
Aun no era mediodía, y ya no se podía avanzar entre los tantos peregrinos…
Nunca supe muy bien, que diferencia habría en “turistas” y “peregrinos”, pero yo me sentía una extraña, como si “no perteneciera”. Miraba las situaciones “desde afuera”, como si eso fuera parte de un paisaje fuera de mi realidad, como una simple espectadora, desde afuera…
La multitud me fue atrapando en su caminar unidireccional callecitas abajo, hasta desembocar en una grandísima explanada desde donde se divisaban las cúpulas de la gran basílica.
La marcha iba deteniéndose en lento avanzar….
Un organizado grupo de jóvenes con chalecos azules nos fue recibiendo uno a uno con esta pregunta en sus sonrisas de: -“Alguna intención?”- al tiempo que te alcanzaban una figurita de cartulina con forma de dibujito humano recortado, y una birome.-“Puedes escribir aquí los nombres por los que quieres pedir o agradecer alguna gracia…”- me explicaron con cortesía.
Dudé unos instantes, si prestarme al juego. Mi corazón duro de descreída racionalista, y algo de superioridad también, me estaba por plantear una mala pasada.
El aleteo de un angelito surcó el aire, y tomé la pluma para nombrar a mis 4 hijos…
Y allí las lágrimas empezaron a correr por mi rostro de forma inexplicabe… no me podía contener… a pesar de saberme rodeada de personas desconocidas… mi ñata moqueaba intermitente y mi vista nublada no alcanzaba a descifrar las letras de todos los nombres de  quienes tanto amaba en la vida, y por quien tanto tenía para agradecer y pedir al mismo tiempo.
Otro ángel guió mi mano a la bolsita para sacar el paquetito de pañuelitos que mi ángel privado Quique me había dispuesto con tanta Sabiduría, previsor por Conocimiento propio de las emociones que allí se despertarían.
Alguien tomó mi esquelita borroneada de lágrimas y la pinchó en un gran óvalo de césped brillante que precedía el atrio de la catedral.
Otro me tomó por los hombros y me condujo a una fila, donde me posé colmada de una paciencia desconocida para mí, sin ni saber para qué era la cola… sólo me dejé llevar.
El absoluto respetuoso silencio que sostenía el aire, era impresionante, a pesar de la multitud que circulaba.
Los pedidos en cartoncitos amarillos, así depositados sobre la tierra verde, parecían flores creciendo en ofrenda a la Virgen.
La cola avanzaba lentamente, y todos nos hallábamos en un estado de recogimiento muy especial…
En un momento, al girar por detrás de un risco, me doy cuenta, que estaba casi llegando a la gruta, donde, como tantas veces había visto en alguna estampita o libritos de comunión, se hallaría la imagen de la Santa Madre. Más precisamente, el lugar de la aparición!....
Pero juro, y vuelvo a insistir, que hasta ese momento, yo estaba “afuera” de la escena… cómo “probándome” a ver que se sentía… que iría a pasar, segura que a mí no me pasa nada extraordinario, sintiéndome una “dura”, como que esas “sensiblerías teatrescas”  no eran para mí realmente. A mí me alcanzaba y sobraba mi propia conección con Dios y su aureo mundo espiritual sin necesidad de tanto “escenario”.
Igualmente, las lágrimas, no se me detenían…
Me preguntaba que me estaba pasando que no me podía controlar, al tiempo que me avergonzaba de saberme toda chorreada, y ya se me estaban acabando los papelitos.
Estaqueada en mi posición, seguí aguardando con el corazón dispuesto.
Unos minutos más…. Y sentía que mis piernas se aflojaban, como así también mi alma… algo se estaba derritiendo adentro…
Mis palmas se pegaron con fuerza, perpendiculares a mi rostro mojado, envolviendo a mi nariz mocosa, los pulgares parales sosteniendo mi mandíbula como si se fuera a caer por el peso de mis párpados cerrándose por la gran emoción que me estaba apretando el espíritu…. Contenía mi respiración expectante…
De repente, la mujer que estaba delante de mí en la fila, cayó de rodillas al piso, y elevando sus brazos y su cara hacia la imagen celestial, posada dentro de la cueva, estalló en un “Ave María” a capella, regalando su esmerada voz de soprano a todos los que allí, absortos, estábamos.
La lírica resonaba en mis entrañas, y mi llanto interminable, se desbordaba como una limpieza profundísima del alma….
Escuché como por primera vez, el verdadero sentido de mi nombre terrenal, como un llamado… un compromiso….como su real significado!
Me sentí colmada… plena… pura….
Una bocanada de aire límpido, se me insufló en mis pulmones, y como una beba recién nacida, inspiré…. Y me dispuse a VIVIR….!!!
Me invadió un agradecimiento profundísimo….eterno…. maravilloso…calmo….
Mis párpados se aquietaron, la dulzura de la mirada de la Virgen se posó en mis ojos, y me susurró en secreto: -“Todo va a estar bien….”- despidiéndome como una bendición.
Avancé unos pasos, dándole lugar a quien seguía detrás de mí, y me sentí renovada.
Una nueva energía se apoderó de mí, fuerte, firme, estable, compacta…Dejé atrás la autosuficiencia, el desdén, la mirada de superioridad, de soberbia….
Sabía íntimamente, que sólo el Amor me estaba curando, y que lo único que se me pedía a cambio, era la Confianza. Esa Entrega que la Virgen abrió en mi pecho, y como en un nido, depositó su incondicionalidad y su ternura….
Así llena de su amorosidad, me fui a recorrer los jardines circundantes, a sentarme a la vera del lago, a disfrutar del silencio de los pájaros y la caricia del sol tibio sobre la hierba…
Todo me hablaba de Amor… de pureza… de verdad…
Caía la tarde, y debía regresar en el último tren a Hernaye, pero no me quería ir. Era como una fuerza secreta reteniéndome en el Paraíso.
Caminé lentamente deshaciendo las calles del pueblo. En una esquina apareció una cabina telefónica. Revolví unas monedas en mi bolsillo, con la urgencia de quien tiene que decir “-GRACIAS!”- a un Amigo.
-“Y???, te alcanzaron los pañuelitos?”- me increpó cómplice, del otro lado de la línea!

Llegué justo a las 20 al Centro Comunitario donde se estrenaba la obra de teatro en la que actuaba María José, su dulce y joven novia, mezcla extraña de arquitecta y actriz, entre otros talentos…
Nos dispusimos en las primeras butacas a disfrutar, de la obra y de nuestra últimas horas juntos. A medianoche partiría en el micro a Coruña, donde me esperaría el siguiente ex compañerito de la facu: Goyo.
Explotamos en un sinfín de abiertas carcajadas ante las desopilantes ocurrencias del vodevil que presenciamos. Todos los actores, unos genios! Y el libreto increíblemente ocurrente! Fue el bálsamo de aflojar los pocos lastres duros, si es que aún me quedaba alguno.
Tras los aplausos y los ramos de flores a la actriz, ella se quedó a festejar con sus compañeros de elenco, y Quique me condujo bajo la incipiente lluvia, a la estación de micros.
Levantando el ala de mi sombrero… me dió el más dulce beso de despedida…
Nunca podría haber adivinado…. que era el último, en este plano….

Colmada de emociones contradictorias, me acomodé en mi asiento oscuro, y me dormí.
Pasaron las horas y los kilómetros rumbo oeste, hasta Galicia no para….!!!!.
Los primeros rayos anunciaron el arribo de un nuevo día, nueva ciudad, nuevas experiencias…
Un señor mayor, canoso, con ropas adecuadas a su edad, se me presentó con la “carita” de los 20 de mi ex-compañerito, escondida tras su barba blanca.
-“Goyo?”- pregunté aún descreída.
-“María?”- inquirió con el mismo asombro.
Treinta años no pasan en vano por el rostro de las personas, y aunque cada portador, se cree que uno “está igualito”, el otro siempre se da cuenta que “algo” pasó…
En algunos casos como una aplanadora, en otros como una regadera nutriendo tierra fértil, y algunos más recientes como bolsitas de nylon envolviendo un packaging trucho.
Goyo pertenecía a los del segundo tipo, pero la semillita ya se había convertido en leñoso tronco rugoso….pero excelente para un hamacado abrazo de años contenido!
Gentil caballero, me extendió su mano para tomar la mía, al ayudarme a salir del auto con el que me condujo a su departamento.
Me presentó a sus hijos adolescentes que por supuesto no me dieron ni bolilla, ya que un partido de tennis por la televisión, era mucho más interesante que esta “vieja”…
Goyo me explicó que “la vieja” de ellos estaba temporariamente en Argentina, visitando a sus padres, que hacía añares no veía.
Así que dejé las cosas en el cuarto que uno de los muchachos me “cedió gentilmente”, y salimos a conocer las rías de los alrededores.
Lo novedoso es que llegados al garaje del edificio, me tendió un casco rojo: -“te animás?”- mostrándome su última adquisición!
Una Honda 750 plateada de punta a cabo! espejeó la sonrisa cómplice de mi amigo, quien 30 años atrás también me invitara a subir a la 250 de entonces…!
Olvidados de las lumbalgias y los achaques, montamos uno tras otro, como en los viejos tiempos, tomándolo de una cintura un tanto bastante más circundante de la que recordaban mis manos.
Giramos por cuanto rincón del bosque de Cecebre, con sus duendes gallegos y hadas celtas escondidos entre el verde follaje. El viento atravesaba nuestros pechos dispuestos a la magia del reencuentro. Fotos y charlas infinitas, matizaron cada una de las paradas en donde él me contaba mil y una anécdotas vividas, mientras yo trataba de mechar las mías.
Celebramos con tortilla y pulpo en una típica tasca lugareña, antes de seguir por las costas recortadas de cuanto pueblito nos vió pasar, como centauros en corcel nuevo.
Las rías que se abren al mar sembrado de islas y archipliélagos, nos mostraron su belleza durante toda la tarde, llegando exhaustos al anochecer.
A falta de madre, esa noche le tocó cocinar al Varón de la casa, mientras los otros dos varoncitos sacaban músculo al pulgar del control remoto, clavados en sendos sillones de la sala, inmutables…
¡Qué placer ver cocinar a un hombre…! Sobre todo cuando yo soy la homenajeada…! Y encima te dicen:- “Vos quedate ahí quietita que yo me ocupo…!” Deleite muy poco frecuente, pero de arduo aprendizaje para una dama como yo, acostumbrada a hacerlo “todo”.
Quería saltar de la banqueta para alcanzarle el aceite, o empezar a enjuagarle los bártulos que iba acumulando en la mesada, durante la preparación del pollo al ajillo.
Me negó el permiso de cortar las verduras, o de opinar con la sal.
Tomó tanto empeño que no me animé a decirle que yo era vegetariana, y además el ajo no me gusta. Pero todo sea por otros 30 años de amistad! Aplaudí al pobre dorado bicho cuando salió del horno, y engañé a mi estómago con unas cuantas papas de por medio.
Goyo chocho con su logro, y todos contentos! La cena fue una Fiesta, aunque dudo que los “niños” supieran lo que habían llevado a sus bocas. En fin….lo que se dice ni un sí ni un no… ni un gracias, ni un por favor…. Al parecer, los adolescentes de España, adolecen de las mismas virtudes que los míos, por lo que me sentí …como en casa!
Hice un contacto por Internet con un amigo de mi amigo Luis, en Santiago de Compostela, quien me estaría esperando en su oficina, donde Goyo me podría alcanzar a la mañana siguiente, ya que iba a hacer un trabajo justo a esa próxima ciudad. Todo a pedir de boca!
Antonio resultó un periodista bonachón y de corazón enorme. Me esperó en la cafetería del canal de televisión, en donde se desempeñaba como Director de Noticias. Enterado de la publicación de mi libro, se ofreció a hacerme un reportaje en vivo, esa misma noche, en un programa que el conducía.
Otra experiencia formidable fuera de toda programación! Y de paso excelente promoción, ya que tenía alcance en toda la península ibérica!.
Me mostró las instalaciones del edificio, recorrimos las principales plantas, y me despidió con todas las explicaciones necesarias para conocer Santiago, y volver a encontrarnos a la noche, después de su jornada laboral.
Salí entusiasmada rumbo a la Catedral, principal hito del lugar.
Una música de gaitas me fue conduciendo al Camino.
Y digo Camino con “C” mayúscula.
Además de los mosaicos con la concha amarilla sobre el fondo azul, adosados a los muros de piedra de las callejas descendentes adoquinadas de historia y mucho pasado, un desfile de peregrinos cansados estaban llegando al mismo punto.
Y digo cansados, por no decir destruídos: arrastrando los pies en desvencijados calzados, apoyados en bastones, con las mochillas que ya no podían más sostener sobre sus espaldas, los valientes caminantes, que llegan hasta allí a agradecer por el recorrido, o a canjear peticiones, tras suculentas promesas de dádivas…
La mayoría salieron desde el sur de Francia, donde te inscriben, te dan la guía, y un carnet donde te van anotando las estadías en todos los hospedajes que vas pernoctando, ya que está previsto una caminata diaria de trayectos de más o menos 30 km. por día durante 20! Al llegar a la basílica, hay una oficina, que se encarga de chequear tu carnet y darte un memorioso diploma de “Peregrino” oficial!
El hecho es que llegué justo para la Misa del mediodía, y fue muy imponente ver todos esos jóvenes y no tan jóvenes, echados como pudieran, sobre los bancos y anque en el piso, para recibir la bendición del clérigo de turno.
Me impactó más esas escenas de fervor, que la magnificencia de la dorada arquitectura del templo. No voy a negar su grandilocuencia, pero a esta altura, comulgo más con la humildad de lo sencillo, que con esas demostraciones de poder. Admiro el arte, pero detesto los medios con que fueron erigidas. No dejo de asombrarme de los métodos constructivos que debieron usar para sostener todas esas maravillas, pero me asqueo con premura al pensar en las riquezas de la Iglesia versus el hambre real de los pobres…
En fin… hay algo que aún no aprendí bien: a no juzgar.
Deberé seguir ejercitándome.
Basta de comentarios!
Igualmente, y por las dudas, aproveché la ocasión, para pedirle a mis santitos y angelitos varios, fuerza para continuar mi propio camino, que es algo así como una maqueta de la Vida!

En el micro de la mañana siguiente, conocí a Lika, una japonesa que vive en Brazil, y se dirigía a Portugal, tras su singular peregrinaje jacobeo. Se la veía agotada, pero feliz…!
Me contó miles de detalles de su aventura, pero el más importante, fue el conocer a Enzo, un romano que la acompañó desde la mitad del recorrido y al parecer, quizá la acompañe la siguiente mitad de su Vida. Si es así, bien válido fue el esfuerzo. Viva el Amor!
Por mi parte, yo me dirigía a Fátima, otro centro de poderosa oración, ligado a mi infancia, ya que mi escuela Primaria, llevaba dicho nombre. La historia de los tres pastorcitos videntes de la Virgen sobre una encina en dicho lugar, siempre me había impactado. Me inspiraban a ser lo más buena posible, con la esperanza de que yo también llegara a tener ese privilegio. O quizá fuera mi afán de fama, pensando en lucirme en alguna estampita devota. Lo cierto, es que con los años, tomé conciencia que ser una “elegida” implicaba un costo demasiado pretensioso para mí. Prontamente abandoné esos “hábitos”, y renuncié a ser Santa. Y aún no me arrepiento!  Preferí llegar allí de turista, y no teniendo que demostrarle a todo el mundo que el tema ése de las apariciones, no es ninguna locura.
Aclaración: de esta manera, sigo teniendo mis locuras, pero no debo rendirle cuentas a nadie! Y algunas hasta las comparto con Uds.!
Para entonces, tomé conciencia que sin habérmelo propuesto, yo también estaba viviendo una especie de peregrinaje: ya que empecé en Roma con San Pedro, y tras todas las visitas a cuanta Iglesia, Catedral, o Abadía hubiera, incluyendo la de San Francisco en Asís, Lourdes, Compostela y ahora Fátima!
Si de esta vuelta no vuelvo más “Buena”, es porque estaba viendo otro canal!
No sé si Santa, pero sí Virgen, ya que el Amor aún no se me presentaba…. En fin, habrá que seguir pidiéndoselo a san Antonio bendito: mandame un novio, aunque sea feíto!
Aunque qué sería de esta “independient woman” si tuviera que estar atada a la voluntad compartida de otro?  Flor de cuestionamiento!  Libertad o soledad???  That´s the cuestión! En este siglo de seres libres… pero alguito acongojados cada tanto…
Aunque no me puedo quejar, este viaje, me estaba regalando mimos de Milagros cada dos por tres, sólo era cuestión de dar vuelta alguna esquina…
El llegar al legendario Santuario fue una decepción. Una gigantesca plaza seca blanca, vacía de gente y de sentimientos, aunque llena de merchandising!!!
Es una lástima como se trastocan los valores o los mensajes en pro de un comercio desmedido….
Evidentemente estaba todo el show preparado para recibir grandes multitudes, pero por alguna razón incierta, esa tarde no había nadie…Creo que hasta la Virgen se había tomado licencia, porque la verdad… es que no sentí su presencia…
Sentí nostalgia de solo encontrar un rostro de estatua lívida, carente de la calidez que me habían inculcado de pequeña. Tenía tanta ilusión de este místico encuentro…
Quizá esta Virgen se había puesto celosa por mi anterior visita a su colega de Lourdes…
Nunca entendí demasiado esta cosa de clasificarlas y dividirlas, presentando siempre a la misma con distintos atuendos y nombres…
Pero como también es cierto que fui entrenada en no cuestionar nada… lo tomo así como viene. Apenas que estoy empezando a “sentir” por mi misma…
Desencantada, decidí seguir en el siguiente micro que partía a Lisboa.
Igualmente, estaba más que feliz en estar pisando el suelo de mis ancestros paternos!
No me daban las patas para llegar al Sur de Portugal, al pueblito de donde eran oriundos mis abuelos, aunque la verdad, no sabía bien cual era, y encontrarlo sería otro Milagro!
(Quizá haya sido la Virgencita de los pastorcitos, que aunque oculta, me lo concediera. De acuerdo! Voy a imaginármelo así!)

La tibia noche me recibió en la excelencia de una ciudad en Paz!
Lisboa me cautivó de entrada, por su rara sintonía de “elegancia con humildad”. Una sensación inexplorada, diferente, como probarse un tapado nuevo, y enseguida sentirse cobijada por la suavidad de una fibra desconocida, cálida y suave a la vez…
El lenguaje vibrante que la gente educada usaba en un tono bajo, me desconcertó. Era el mismo que mis vecinos brasileros usan a los gritos.
Una atmósfera de armonía sutil, rodeaba los edificios de mosaiquitos relucientes como bichitos de luz, bajo farolas amarillas.
Como amarillo era el tranvía que me acercaría al hostel sugerido por la amable moza de la cafetería de la estación. Éste se deslizaba atado a un par de cables del cielo, recibiendo una energía divina.
Todo estaba sencilla y eficazmente dispuesto para llegar sin sobresaltos, hasta donde necesitaras.
Sin alardes, sin lucecitas multicolores, sin estridencias.
Calmo, delicado…amorosamente…
El aire parecía gaseoso, etéreo, envuelto de una musicalidad silenciosa…las calles comerciales se iban durmiendo lentamente.
La gente sonriente tras el deber cumplido, se retiraba a sus hogares, a disfrutar la velada familiar.
Las avenidas lucían el esplendor de su arquitectura a todo esmero, sin ser menos que en otras capitales europeas, pero con la sobriedad que parecía teñir todas las cosas.
La alameda que bordeaba el boulevard destilaba mansedumbre…
Una serenidad contagiosa hacía alquimia en mi espíritu, llenándolo de una exquisitez admirable. Mezcla mágica de bonanza y prodigio!
Se entiende que me enamoré a primera vista?
Los días subsiguientes, no me defraudaron... Recorrí sus rincones encantadores, el puerto, el Puente Vasco Gama, dicen… el más largo del mundo (aquí se engolosinaron con la exageración como los cariocas), el Monasterio de los Jerónimos, con su gótico tardío, y las fuentes con irupés blancos, al cruzar la avenida. Más allá, la Torre de Belén custodiando el estuario y custodiada por una banda de músicos callejeros, a sus pies, que me cautivó!
Fue un amor corto, de verano. Y como todos los amantes, nos juramos volver a rencontrarnos.
Por mi parte, tomé la convicción de hacerme la ciudadanía tan postergada, intentando, que alguito de aquellas maravillas, se me fundan en la sangre…
Como se me fundieron los fados, hasta la médula!...
Nostalgiosos y dulces hasta el empalago de esa misma complacencia…
Además de traerme un angelote de cerámica hermoso, para mi colección de “ángeles del mundo”, que voy recolectando en cada pueblo, me traje las ganas de incursionar en algún grupo de danzas tradicionales de ésa, mi otra patria!
Esa noche, revisando mi correo de internet, encuentro los datos que me hacían falta para cerrar la certeza acerca del pueblo de mis abuelos.
Con la urgencia que reclaman los amores, tomé un micro a Tavira, un minúsculo poblado al Sur del país, cerquita de Faro, frente al mar... nuestro Atlántico en común!
Casi al anochecer, arribé a la estación. Única pasajera que bajó allí, por lo que las luces y las persianas de la misma, se iban apagando detrás de mí. El señor de la boletería me miró con cortesía a modo de bienvenida y hasta luego, al mismo tiempo.
El único taxi que aguardaba en la puerta, me abrió la suya con alegría, no habiendo sido en vano su espera.
-“Conoce la Quinta Docaracol?”- insegura de la dirección exacta.
-“Por supuesto! La llevo?”- insistió con un gesto de su mano sobre la manija.
-“Es muy lejos? Cuánto costaría el viaje?”- insegura de un monto inapropiado.
-“Es cerquita… sólo 15 euros….”- señalando hacia una cuesta empinada.
-“Glup..!”- tratando de resolver aritméticamente la relación entre el peso específico de mi valijota, y la cuenta regresiva de mis haberes.
-“De dónde es Ud.?”
-“Argentina!”- orgullosa –“Pero mis abuelos eran de acá!”- más orgullosa aún!
-“Ah sí?”- curioso – “y quiénes eran?”- un poco descreído.
-“Manuel Viegas y María Mariana Da Silva”
-“Viegas?  Tiene algo que ver con José Viegas?”- soltando la puerta del auto para colocar su mano en forma de signo de interrogación sobre la boca, abarcando la barbilla, y los ojos para arriba, invocando un recuerdo lejano…
-“Es mi papá!”-me asombré que lo conociera.
-“Su papá?”- incrédulo
-“Sí… mi papá.”- le aseguré
-“Pero sí José es mi tío!!!”- me sonrió entre incrédulo y sorprendido.
-“ ¡¡¡??????”- le sonreí entre incrédula y sorprendida, sabiendo que mi padre era hijo único.
-“O sea que tú ….eres mi prima….!!!”- sacando cuentas.
-“ ¿¿¿¿????????”- sacando cuentas, sabiendo de la imposibilidad de tener primos.
-“BIENVENIDA!!!!!”- me abrazó sin permiso y sin pudor.
-“  ¡¡¡¡¡¡????????”- no estando preparada para semejante recibimiento.
-“Vamos! Que te llevo a lo de Margarita y Sofía!”- volviendo a abrir la puerta del auto. –- -“Y quédate tranquila, que no te cobro nada! Desde hoy eres como mi hija!”- tan feliz como yo.-“Y hasta cuando te quedas?”- poniendo el auto en marcha.
- “Y cómo es que has venido hasta aquí sola? Cuéntame de José…? Cómo es la familia allá….? Están en Buenos Aires o en alguna provincia?”- ascendiendo el camino empedrado.
Giró a la derecha, y observé el cartelito azul con el nombre de la calle: “JOSE VIEGAS”.
-“Cuántos son allá? Tú tienes hijos? Mi tío está vivo?”-sediento de información fresca.
A los pocos metros, un barcito con un pizarrón en su frente, anunciaba:” HOY    21HS
SHOW EN VIVO     NOITE DE MUSICA      JOSE VIEGAS Y SU GUITARRA”
-“Tienes otros hermanos?” Y qué hacen allá?  Están bien?”- insaciable…
Antes de la siguiente esquina, otro letrero con letras doradas: “FERRETERIA VIEGAS”
Indudablemente había llegado al lugar indicado!
Antes que pudiera responder alguna de todas sus preguntas, ya habíamos llegado a Quinta DaCaracol!
Una enorme Santa Rita fucsia envolvía el arco de la entrada.
Las glicinas celestes colgaban embriagadoras como racimos, formando un túnel hasta la verja de acceso.
Canteros de rosas en flor, avanzaban a media altura, con lavandas erguidas entre pálidos gladiolos, crisantemos narajas y violetas anémonas, enredaban sus perfumes en una atmósfera afrodisíaca de luna incipiente.
Si de Lisboa me había enamorado, allí estaba dispuesta para otro amante!
Un muro blanquísimo, perforado con ventanitas de cortinitas caladas, con maceteros de geranios colgantes a su vera, nos fue acompañando hasta el portal.
-“Marga!!!! Mira!!!!  Qué sorpresa te traigo!!!!”- anunciaba el taxista a viva voz, antes de subir los últimos peldaños.
-“De La Argentina ha venido…! Sofía!!!!!”- llamaba a sus primas- “Que es la hija de José, la nieta de Manuel…”- alegre como un cascabel agitado.
Un par de ojos descreídos y un par de brazos enfundados en guantes de goma amarillos, asomaron de atrás de una puerta de madera labrada.
-“Mira Marga! Que es tu prima de Buenos Aires!”- sin darme tiempo a contrariarlo.
-“Bienvenida prima!”- me atravesó con su áurea sonrisa y me salpicó con los mitones empapados en agua jabonosa, con la confianza de dos niñas jugando.
-“Pero es que aún no me has dicho tu nombre….?”- entre reproche y pregunta.
-“María!”
-“María… María Viegas…”- como probando el sonido, mientras me estudiaba el rostro a la luz del farol.
-“María… nombre de tango!”- acotó Margarita . –“De tango de Buenos Aires, como no podía ser de otra manera!”.
-“ Y vos, Margarita, nombre de flor, como no podía ser de otra manera, en este jardín..”
Y nos abrazamos para siempre…
El chofer se retiro con la promesa de volver más tarde, y nosotras entramos hermanadas como si nos conociéramos de otra Vida!
Se excusó que estaba tendiendo las sábanas, y antes que se diera vuelta para seguir con la tarea, yo ya la estaba ayudando a terminar, con la normal familiaridad de quien se siente como en casa!
Quedábamos escondidas sin querer, tras los blancos lienzos, como en un juego, mientras nos presentábamos mutuamente.
Una muy atípica relación conserje/pasajera, y muy divertida!
-“Mi hija trabaja en el Municipio, mañana iremos a estudiar un poco nuestra genealogía, a ver que encontramos…Te parece?”- prometió amistosa.
-“De acuerdo!”- acepté encantada, para despejar incógnitas…

-“Disculpe Señora Margarita”- en tono afrancesado-“Me podría indicar algún restaurant sencillo para cenar…”- preguntó un negro grandote con un turbante blanco sobre su cabeza, que apareció entre las sombras de las ramas. Por suerte, también apareció su enorme sonrisa, en su rostro pacífico.
-“Hay uno muy bonito aquí cerca, y se come muy bien. Bajando por esa rua, lo va a ver…pregunte por lo de Viegas.”- le indicó.
Qué pueblo poco creativo para los nombres, pensé yo. O sería el único hombre fundador? Una especie de “Padrino”?
Margarita estaba muy ocupada para contestar todas mis dudas.
Envuelto en una túnica ocre, a modo de carpa, el corpulento y vistoso señor, se retiró balanceándose alegremente.
Ayudé a mi supuesta prima a acomodar unas frutas en unas canastas de mimbre, sobre la mesa que me indicó.
-“Te gustaría comer un pollito conmigo?”- al tiempo que discaba el número del delivery en su celular.
-“Por supuesto!”- acepté gustosa sin dar explicaciones de mi vegetarismo inoportuno.
-“Con papas o con ensalada?”
-“Cómo vos quieras….a mí me gusta todo!”. “Y sobre todo, estar acá!”- agregué emocionada.
Fue apagando las luces de la cocina, del patio de atrás, del lavadero y de la recepción, al tiempo que se prendían las estrellas en el cielo…
Los azahares colmaban el aire entre las naranjas y las mandarinas que prendían del huerto lindante.
Recorrimos las habitaciones que rodeaban el jardín, cada una con un nombre de flor distinto y hermoso, dibujado en primorosos cuadritos en sus puertitas de cuentos de hadas.
Al llegar a “AMOR PARA SIEMPRE”, nos detuvimos. La abrió, y me mostró mi paraíso personal! para esos días…
Acomodé mis cosas prontamente, porque ya llegaba el muchachito con el oloroso paquete de la cena.
Nos acomodamos en una mesita metálica con rojos almohadones, junto a la fuente. Junto a la música del agua que saltaba desde su centro.
El mundo pareció detenerse bajo el cielo oscuro, sereno, bellísimo de paz y aromas…
Alguna ranita croó a nuestros pies. Y el humo del cigarrillo de Margarita, delineó la noche, hasta apagar nuestra incansable charla.
Los angelitos de Rafael que coronaban la cabecera de mi cama, me dieron su bendición, y me rendí en el primor de tanta calma hermosura.

La luz entró entre las puntillas, dibujando arabescos sobre las paredes albas. Mi alma se llenó de nueva energía, dispuesta a seguir gozando mi nueva familia, de una pseudo prima recién nacida! Pero como dicen que Dios nos da amigos para excusarse de los parientes, en este caso, hizo una excelente combinación para mí!
Ella ya andaba distribuyendo tacitas y teteras para los desayunos de los huéspedes, bajo una gran carpa bajo los tilos.
El aroma de la tierra húmeda y de las veredas recién baldeadas, refrescó mi espíritu anhelante de buenos nutrientes.
Elegí unas frutas de la canasta, unos panes recién horneados, y llené un platito con dulce de nísperos para probar.
Miré alrededor, buscando una mesa vacía.
En un rincón, divisé al señor del turbante, pero esa mañana lucía sus ensortijados rulos azabaches en un afro digno de un afamado guitarrista de rock.
Me sonrió con cortesía, invitándome a posar mis víveres en su mesa.
Como por lo general, soy muy sociable, acepté gustosa.
-“Bonjour…”- intenté educadamente, sabiendo de su esfuerzo por comunicarse.
-“Bonjour madame, je suis Monsieur Bonifacio”- extendiendo su mano con diplomacia.
-“María. De Argentina”- contesté antes de su asfixiada pregunta.
Pelando una bergamota que deshonrosamente salpicaba el aire con su perfume, le fui contando un poco mi aventura de haber descubierto ese lugar y mi posible parentesco.
Él me contó que era del Congo, que vivía en París, y que ese día era su cumpleaños!
Hasta ahí el diálogo era bastante comprensible a pesar de la diferencia de lenguas.
A mí me pareció muy triste, que alguien eligiera pasar su cumpleaños solo, sin amigos, en un lugar tan distante… y una vez más comprobé que el dinero no compra la felicidad…
Él revolvía interminablemente una cucharita de miel dentro de un pálido té desabrido, mientras yo untaba mi dulce al por mayor sobre unas tostadas humeantes de placer.
Nos quedamos charlando hasta que todos los comensales se fueron yendo, y la empleada comenzó a limpiar el recinto.
Salimos al jardín, y nos sacamos unas fotos mutuamente, indicándonos con el idioma universal de las sonrisas, el lugar y los gestos apropiados.
Luego me invitó a salir a caminar, y ya que Margarita había salido a hacer las compras, aproveché la mañana para conocerlos alrededores, bien acompañada.
Caminamos hasta la costanera, pasando una vez más por una zapatería llamada Viegas, para variar! Tratando de entendernos en un lentísimo francés, acorde a mis incipientes conocimientos.
No sé aún como le entendí todo, ya que el tema era bastante complicado: algo así como filosofía y metafísica combinada, pasando por el tema de las coincidencias y el manejo de los pensamientos en la mente.
A mí juego me llamaron, evidentemente me atrapó, y así es que caminamos bordeando el mar, hasta el pueblo vecino.
Paramos junto a unos pescadores para ver vaciar sus redes y limpiar sus botes.
Ya pasado el mediodía, me invitó a almorzar un “churrasco de atún”, típico de allí.
Una vez más tuve que esconder mi teoría de no comer “nada con ojos”, porque me pareció una descortesía. Y debo admitir que resultó muy sabroso. Pobre pescadito…
Volvimos en un taxi que “coincidentemente” pasó por allí
Margarita estaba planchando las sábanas, y hablando con su novio por teléfono, así que seguí hasta mi cuarto, dispuesta a una siesta reparadora.
Ya reconfortada, me tiré en unas reposeras a leer en el jardín, junto a un jugo que mi prima trajo para acompañar la charla vespertina.
Me contó de la investigación que esa mañana su hija había hecho en la Municipalidad, y evidentemente, a pesar que ambos nuestros padres tuvieran el mismo nombre, como ambas ya sabíamos, se trataba de distintas personas. Para más datos, el de ella estaba fallecido, y el mío aún no!
Brindamos por el desparpajo y nos autodenominamos aunque más no sea: “primas segundas!”, porque no?! Primas de alma!
“-Excuse moi, madamme…”- interrumpió Bonifacio con su elegante túnica ahora color maíz, -“me permitiría invitarla a la cena de mi 80º cumpleaños?”
No acostumbro salir con caballeros que superen la edad de mi padre, pero en este caso, y en ese tono, fue imposible desmerecer semejante invitación.
Con la venia de aceptación de Margarita, me fui a cambiar de atuendo por algo más formal a la ocasión. (Ni sueñen que me puse un ridículo sayal, parecería una rinoceronte en carpa!).
Llamó mi atención, lo silencioso que ya se encontraba el pueblo… evidentemente, no era un lugar turístico, por lo que las familias comían en sus casas, y a horas más tempranas.
Caminamos por una cuesta de adoquines irregulares, tratando de divisar algún lugar abierto.
Cansados por la subida, nos sentamos en el rústico umbral de piedras de una capilla que se hallaba en la cima.
Inmediatamente escuchamos algo parecido a un piano en su interior. Alguien estaba ensayando escalas, y algunas melodías.
Salté de un brinco para espiar por entre las hendijas de la vieja puerta cerrada.
Sólo podía ver la espalda de un hombre sentado frente  a un clave, alumbrado por un farol a querosén.
La imagen tenebrosa era digna de la belleza de un cuadro renacentista.
La magia de esos acordes me mantuvo pegada al portal hasta que terminó el concierto, olvidada del hambre, saciada de encanto.
Boni, como quería que lo llamara, me miraba extasiado. Creo que me tomó por su regalo de cumpleaños.
Lo cierto es que me tomó del brazo y me condujo a una gran terraza atrás del templo.
Era un gran balcón al océano, con un pequeño comedor con mesitas al aire libre.
Para mí, ése fue un regalo de Dios.
El camarero muy atento, nos ubicó frente a la gran vista, y la vía láctea alumbró nuestro mantel.
Nos trajo una bandeja con una deliciosa variedad de quesos, ricos panes, y enormes chops de cerveza.
Ya que no tendría que manejar de regreso, aproveché la ocasión, y por partida doble, pues Boni se negó a beber el suyo. Creo haber entendido que era por una cuestión religiosa (a juzgar por su atuendo, creo que era una especie de sacerdote de alguna tribu africana, ésa parte no se la capté) o algo así, lo cierto es que brindé por él!
Extasiada y embelesada, descendimos la colina. Al pasar junto a un largo paredón, vimos escrito en grandes letras celestes (2 metros de alto cada una, juro que sin exagerar a pesar de la mareada!): “ AMO-TE MARIA”
(Qué pensaron? Otra vez “VIEGAS”?)
Boni sonriente me aclaró: -“Yo no fui!” – pero parecieron haber sido sus ganas.
“AMO-TE MARIA” – Obvio! Fue Dios!”- le señalé –“Y especialmente para mí! Si me estuvo llenando de “presentes” desde que salí de casa…!”
Boquiabiertos por el broche de oro de la jornada, llegamos al hotel.
Margarita seguía planchando y hablando con su novio por teléfono.
Yo le agradecí a mi anfitrión por la velada, con una rápida despedida, sabiendo de su partida al amanecer siguiente.
Me metí en mi habitación un poco abruptamente, ya que tantas emociones fuertes, debían ser bien protegidas…

En el desayuno de la mañana siguiente, bajo la blanca carpa de sol, lo extrañé un poquito. Su presencia no había pasado desapercibida. Su ausencia, tampoco…
Con nísperos en los bolsillos, y muchas ganas, salté por encima de la portezuela (estaba trabada irremediablemente) al jeep descapotado de Margarita. Iríamos a la playa!
Rodamos por la famosa calleja de piedritas, hasta un pequeñísimo muelle, donde el lanchón de José (Viegas tal vez?) nos cruzó enfrente a la isla.
Algunos jóvenes surfistas, con sus tablas multicolores, ya se encontraban haciendo piruetas sobre las olas espumosas.
Las familias locales llegaban con sus canastas y asientos plegables, ocupando la dorada costa.
Chiquillos corriendo tras pelotas inflables y muchachitas luciendo sus figuras al sol.
Como en un pequeño club, donde todos se conocen, a medida que desembarcaban, iban saludándose unos a otros, como una gran parentela.
Mi nobel prima postiza, me iba presentando como si yo también perteneciera. Todos encantados, me daban la bienvenida! Y buenos deseos ante la precoz marchada.
Mi tiempo corría, y debía seguir viaje hacia el final de mi itinerario: sur de España, y subida a Madrid, de donde tenía previsto el vuelo de regreso, en menos de una semana.
En la estación de “autocarros”, nos abrazamos con Margarita, con las siempre inciertas promesas de un pronto retorno, sabedoras de las distancias y los tiempos.
Pero que si la Vida nos había permitido este encuentro, era porque nos los tenía destinado, y porque no otro?
Partí en el siguiente micro a Sevilla, con la idéntica situación que a mi llegada: la boletería cerró y las luces se apagaron, apenas hube subido, siendo la única turista en la estación. Busqué al chofer del taxi, pero no se había presentado, le dejé saludos cariñosos, sabiendo que estaría allí, como un ritual, para mi eventual regreso.

En España, los llaman “Puentes”. Son una serie de tres o cuatro días feriados, coincidentes con un fin de semana largo. Como la mayoría tiene disponibilidad económica, y las distancias son tan cortas entre puntos turísticos de interés, son muchísimas las personas que se trasladan de un lugar a otro.
Las carreteras se llenan, y mucho más los alojamientos.
Eso fue lo que aprendí al llegar: -“No hay lugar ni para una alfiler”- me dieron pocos ánimos en la oficina de turismo y reservas.
Con mi usual esperanza, me dirigí al hostel que figuraba en una guía que me dieron.
Era un moderno edificio, rodeado de jardines…. Y rodeado de gente esperando que alguien cancelara, para poder ingresar a pasar la noche!
Decidí presentarme en la recepción, sabiendo de la inutilidad de hacer la fila, y presumiendo que una argentina que venía desde tan lejos tendría algún privilegio en el orden.
ERROR!
Con el cansancio instalado en mis huesos, tras arrastrar (las rueditas de mi valija ya habían muerto varios miles de km. atrás) mi equipaje, presencié la llegada de otra mujer con la misma altanería, pretendiendo lo mismo que todo el mundo.
Pero cuando digo “altanería”, lo hago con un tono reverencial y casi devocional. Ya que me refiero a ese aspecto donde la autoestima y la confianza, brillan con descaro.
Y si digo “descaro”, es una forma de presentar el humor y la desfachatez que tuvo en el gesto.
Todo este preámbulo, para presentarles a mi nueva futura amiga: con Uds…….Concha Carpena!
Una magnífica Valenciana, de mi mismo signo, y mi misma edad! Mis mismas ganas e idéntico empuje!
Me contó que el año anterior había recorrido sola toda la Patagonia, y le había encantado!
Hace falta más? para sellar ahí mismo la camaradería que nos acompañaría hasta…..nuevo aviso!
Así que nos dispusimos juntas a continuar con la búsqueda del preciado lugar, ya que la oscuridad se avecinaba.
Tras tres o cuatro fallidos intentos, y lejos de desmoralizarnos, hallamos un hotelcito en el centro donde nos prometieron hacernos lugar si volvíamos en 2 horas.
Y si no nos molestaba compartir la habitación con otras dos desconocidas.
Y si no importaba que estuviera en un sótano sin ventanas…
¡Qué más daba! Si la ciudad estaba de Fiesta! nosotras también!
Largamos los bolsos, y salimos a festejar! Ya ni recuerdo que era lo que festejaban o  que Santo de turno era el homenajeado, pero sí recuerdo lo bien que la pasamos.
Una verdadera “salida de copas”, como ellos la llaman. Recorrimos varios “tablaos”, cervezas mediantes (debo confesar avergonzada que solo me animé a una!) y presenciamos varios de los famosos shows de flamenco!
El numeroso público se arremolinaba alrededor de los escenarios iluminados, en torno a la bailarina que zarandeaba su roja falda moteada, y los guitarristas que demostraban sus habilidades al compás de las palmas, con secos aplausos rítmicos, y el ánimo encendido.
Concha regalaba sus carcajadas con una generosidad desbordante, hasta que decidió abandonar mi compañía por la de un compatriota más apuesto, prometedor de una noche venturosa…
-“Nos vemos luego en el hotel…., te parece? Sabes por donde regresar?”- partieron del brazo, con urgencia, sin escuchar mi respuesta.
La Sevilla vieja es un laberinto, como toda ciudad medieval, pero mi sentido de la orientación, y mi cordura, no me abandonaron.
Llegué sin dificultad, alegre y agotada, directo a la cama, sin reparar demasiado en los detalles de la “habitación”.
En algún momento, cerca del amanecer, escuché entre sueños, que Concha me susurró en el oído: -“A Dios gracias que has llegado bien… no sabes el jaleo que hay afuera…”- y sentí que me arropaba como una madre tierna…
Seguí durmiendo hasta media mañana. Sorprendida de su ausencia, me levanté y ví que ya no quedaba nadie en el cuarto. Me duché y salí dispuesta a una nueva jornada de sorpresas…
Al pasar por la recepción, la joven de turno me informó que “la otra señora se había tenido que ir…”, alcanzándome una nota que dejó para mí.
Obviamente, el sevillano tenía mejores propuestas…
Nuevo sol, nuevo paseo…a la Catedral, para variar! La Giralda y el consiguiente famoso Real Alcázar!
Recorrí sus fastuosos interiores, admiré su arquitectura, y me paseé feliz por sus jardines, bellísimos…pacíficos…. Admirables de flores y perfumes de azahares...
Me senté bajo la sombra de una palmera a refrescarme en una pausa a tanta maravilla.
Se me acerca una muchacha empuñando su máquina de fotos.
-“Me podrías sacar una acá?”- en inconfundible tonada argentina!
No hizo falta más presentaciones, para continuar el recorrido juntas.
Me contó que se llamaba Luciana, que hacía tres años vivía en Almería, trabajando como niñera para una familia española, que la trataban divinamente, y que la llevaban con ellos de vacaciones por todas partes. Así era que ese día se encontraba allí.
Compartimos el almuerzo, y el paseo en barco por el río Guadalquivir, entre fotos y relatos de nuestras vidas, como antiguas amigas, en viaje de placer!
Le comenté que tenía pensado ir a la estación a averiguar para seguir a Córdoba al día siguiente, y se entusiasmó en acompañarme.
Llamó a sus patrones por celular, y arregló su permiso por el resto del fin de semana.
Resultó que el micro saldría en apenas una hora! El tiempo justo que nos daría para buscar sendos equipajes en sendos alojamientos en el centro, y reencontrarnos en la parada con los minutos contados.
Al ir a despedirnos momentáneamente, nos dimos cuenta que seguíamos caminando en la misma dirección por veredas enfrentadas. Al llegar a la esquina, ambas doblamos para el mismo lado. Entre sonrisas, nos preguntamos los nombres o la calle del hotel de cada una.
-“ Gran Plaza”- anuncié yo orgullosa de recordar el nombre.
-“Gran Plaza? El mismo que yo!”- se rió sorprendida por otra nueva coincidencia, y aceleramos el paso.
Al llegar y pedir la llave, nos seguimos sorprendiendo al constatar que la noche anterior, habíamos compartido la misma habitación! Y ni nos habíamos visto!
Ella había llegado después que yo había partido con Concha, y se había retirado temprano en la mañana, justo cuando la Valenciana se iba y le recomendaba conocer a “esa Argentinita que está durmiendo allí!”- le dijo señalándole mi cama!
Otro designio cumplido! Otro misterio revelado….las casualidades no existen!
Corrimos a tiempo al autobús y a medianoche, arribamos juntas a Córdoba. Esta vez sin preocuparnos por el albergue, ya que mi experimentada compañerita, tuvo la precaución de hacer reservaciones por internet en un hostel cercano a la Mezquita. Bendita tecnología (a veces)! Y obviamente compartimos la habitación una vez más, nos reelegimos con conciencia!
Dispuestas a devorarnos cuanto monumento del impresionante Patrimonio que Andalucía nos ofrecía, salimos a recorrer las calles del casco histórico.
Anduvimos por las estrechas del barrio de la Judería, con sus patios llenos de naranjos y azareros, avistados tras los canceles de herrerías forjadas por siglos de arte y civilizaciones muy diferentes.
En estos lares se mezclaron las huellas dejadas por culturas muy diversas a lo largo de los siglos, desde las invasiones del imperio romano y las árabes con su moros -finalmente expulsados por el avance de los cristianos- fueron dejando una valiosa herencia cultural, manifestada en cada detalle, desde lo arquitectónico, la música o las comidas.
Centenares de macetas con blancos jazmines y geranios rojos, colgaban alineadas en rugosas paredes encaladas.
Nos contaron de un fiesta tradicional que se realiza en Abril, para elegir el patio más bonito, poniendo a prueba la creatividad de los vecinos participantes.
Una pena, no haber estado allí para la Primavera! Otra vez será…
Lo que acaparó el protagonismo absoluto fue la maravillosa gran Mezquita, con su fascinante arte islámico. La entrada para recorrer su particular bosque de columnas bicolor, sosteniendo los arcos en herraduras, costaba 7 euros, incluyendo la visita a los jardines perimetrales.
Rodeamos la manzana para apreciar todo su esplendor desde las afueras, y descubrimos que en una hora comenzaría la Misa en la Catedral que la contiene, entrando por una pequeña puerta sobre una calle no turística.
Así que decidimos esperar el momento oportuno y bendito, mutando nuestro ajuar de turistas por el de feligresas, para entrar gratuitamente.
Recorrimos las naves con los cuellos doblados para arriba, como una extraña oración dirigida realmente al Señor que habita en las alturas, apreciando la fastuosa decoración que embelesaba sus muros interiores.
Tras una breve pausa para calmar los piecitos caminantes, y nutrir nuestros estómagos, seguimos alimentando el alma con la belleza de los jardines del Alcázar, disfrutando sus senderos de agua y sus fuentes entreveradas con una vegetación soberbia de flores y perfumes.
Una pasadita por los baños árabes, y de los contemporáneos también (seguíamos siendo humanas, aunque tocando el cielo con las manos!) y por el museo de los mosaicos -otra maravilla multicolor- colmaron nuestra tarde de sol y amistad.
Despedimos el día en un barcito con el tradicional show andaluz de flamenco y vinos de la región.
Luciana debía retomar sus funciones en Almería y yo me había propuesto llegar a Granada.
Nueva despedida, nuevos abrazos, nuevas promesas…
Un viaje así es el mejor maestro de Vida, donde debes aprender a gozar el momento presente con lo que “causalmente” se te presente, y aprender a soltarlo para poder tomar lo que sigue. Constantemente cambiando, constantemente dispuesto a disfrutar, sin ataduras, sin previsiones, sin pretensiones, sin expectativas. Entonces todo lo que te llega es maravillosamente impensado! Ésta es la mejor fórmula que aprendí para no frustrarte ante nada. Todo lo que se te es dado, es para tu gozo y bien!

Y así fue como se me presentó el hotel “Lisboa” en pleno centro de Granada. Lo elegí obviamente por una cuestión de fidelidad a mi amor dejado unos días atrás en tierras portuguesas, donde algún ancestro moro me legó los ojos negros que poseo.
Tomé una habitación con un precioso balconcito a la calle, donde me asomé apenas entré a dejar mis bultos.
Un desfile de  arlequines, bufones, y elegantes señores medievales, atinó a pasar bajo el mismo, invitando a una feria en la plaza mayor. La música me fue llevando… y como por arte de magia, me sentí convertida en damisela, en medio de un mercadillo pleno de jamones, tortillas, aceitunas de todos tamaños y colores, almendras, frutas secas, quesos, licores, abanicos, chales de flecos al viento, y la música! indiscutida anfitriona, con su homónima romanza
Granada, tierra soñada por mí
mi cantar se vuelve gitano cuando es para tí
mi cantar hecho de fantasía
mi cantar flor de melancolía
que yo te vengo a dar.
granada,
tierra ensangrentada
en tardes de toros.
mujer que conserva el embrujo
de los ojos moros;
te sueño rebelde y gitana
cubierta de flores
y beso tu boca de grana
jugosa manzana
que me habla de amores.
Granada manola,
cantada en coplas preciosas
no tengo otra cosa que darte
que un ramo de rosas,
de rosas de suave fragancia
que le dieran marco a la virgen morena.
Granada,
tu tierra está llena
de lindas mujeres
de sangre y de sol.
Qué más se le puede pedir al día?! Vieron que funciona esto de dejarse sorprender?
La Vida te da sorpresas, sorpresas te da la Vida….cantaba otro trovador de otras tierras, verdad?
Y con este ánimo, me encaminé la mañana siguiente a la Alhambra y Generalife, visitas ineludibles de esta ciudad.
………………………………………………………………………..Maravillas indescriptibles !!! donde las palabras enmudecen por respeto.
Por suerte uno ahora accede a la página. Web y se entera de todos los detalles, pero las emociones son otra cosa….trataré de hacerme explicar….
Primero haré la salvedad que detesto visitar sitios relacionados con las guerras, los ejércitos, y cuanta agresividad haya habido sobre la tierra, por más valioso que sea patrimonialmente hablando. Y mucho menos reverenciarlos pagando una entrada por ello.
Por lo tanto obvié aquí el recorrido por la fortaleza y la zona de la ciudadela donde se avistaba a los enemigos, donde se alojaban los soldados, las armas, y cuanta nefasta cosa de esta especie hubiera.
Me limité a recorrer los palacios, las construcciones religiosas, y por supuesto los jardines circundantes.
Aunque si vamos a ser puntillosos, todo esto también lo habitaban los mismos malandras, reyes, sultanes y/o arzobispos,  que gestaban las guerras e invasiones.
Pero bueno, vamos a pensar que sus familias, sus servidores, artistas y artesanos circundantes, no tenían la culpa.
Y menos los arquitectos que la construyeron con todo su buen arte. Y conste que no es por defender al gremio, sino, que realmente fueron exquisitos!
Cómo describir el impacto que me produjo semejante beldad?
Las construcciones en filigranas caladas con infinita perfección, ascendiendo a las nubes en torretas  como cucuruchos de helado de crema.
Innumerables fuentes, estanques y acequias susurrando melodías de paz, en rincones donde otrora infantas y princesas se refrescaban la tarde y los amores ocultos, entre verdes frondas de flores.
Encantada por sus aromas y su magia, fotografié más de seiscientas de ellas en tímidos capullos primorosos, ramilletes colgantes, enérgicas altivas, rastreras ocultas, o deliciosos bouquets. El arco iris a pleno sol, las vestía con su mejor paleta!
Estuve más de dos horas sentada en medio de un silencioso círculo de pinos oscuros, atravesado por una línea de agua, con una ancha piedra a través del mismo, a modo de puentecillo. Maravillada de la lejanía de otros turistas a la vista, me acomodé en posición buda: espalda erguida, hombros y párpados bajos, manos dispuestas a dar y recibir sobre las rodillas, plexo solar abierto, respiración lenta y pausada, coronilla estirada en su cordón de plata, haciendo conección con el más allá, para atraerlo al inmediato acá, ya paraíso!
La vista fija en el horizonte por sobre la colina adyacente, y el corazón pleno de “gracias”…
El tiempo se detuvo, el aire desapareció…
Una burbuja de muda paz, iluminó mi alma en calma….
Pasearme por estos jardines, fue sentir un éxtasis semejante a hacer el Amor con la mismísima Sra. Naturaleza!, Diosa de la Creación, y Madre Tierra, todas envueltas en la misma Perfección!
Cómo pudo Washington Irving, autor del célebre “Cuentos de la Alhambra”, describir tan gratamente estos parajes y las anécdotas más poéticas que aquí se sucedían, con tanta belleza y exquisito detalle? Me devoré sus páginas en el vuelo de regreso, para seguir atesorando los hechizos de los perfumes y los recovecos, hasta el último momento de poner “los pies en la tierra”…

Aunque aún me falta contarles mi último destino: Madrid y alrededores!
Decidí gastar mis últimos euros en un buen hotel de despedida de semejante viaje. Encontré por internet, uno en buena ubicación céntrica con el pretensioso nombre de “Hotel Palacio”. Embebida por el espíritu acorde a mi dote, allí me dirigí.
Acomodé mis cosas, y presurosa salí a hacer contactos en editoriales y librerías de la gran capital, para la promoción de los últimos libros que me había reservado para este fin. En todos lados, me dieron la bien recibida, en virtud de mi nacionalidad, y las promesas de certero estudio del material. Pero aún hasta hoy, no me han vuelto a contestar…
No importa, yo hice mi parte, y bien orgullosa estoy de ello. (Tal vez, demasiado! Engreída yo?!)
Aproveché el paseo para conocer los tradicionales puntos turísticos, es decir, catedrales, casa de gobierno, municipio, palacios, museos, calles peatonales, parques, etc. Etc. Etc. Bla bla bla… más de lo mismo…
Madrid ya me agarró cansada, y la verdad sea dicha, ya nada me complacía, me daba lo mismo un poste de teléfono que una columna etrusca…
Era como haberme comido un gran pastel de chocolate yo sola, y ahora sólo quería que me bajara el dolor de estómago…no me entraba nada más.
Así que me dí el permiso “más ridículo” de cualquier vacación, que lleve ese nombre: “NO HACER NADA!”.
Al principio tuve que pelearme con la culpa de cuestionarme cómo era eso de quedarse encerrada en un cuarto de hotel, en Europa!!!, mirando la tele en la cama…. Eso lo puedo hacer gratis en Buenos Aires, y no desperdiciar una estadía, los conocimientos que adquiría si seguía leyendo guías de turismo, recorriendo más monumentos, visitando a Cervantes, el Quijote y Sancho Panza, como si de falta a parientes se tratara, …. y etc. Etc. Etc…. Hasta que el sueño me ganó la partida y disfruté a pleno una siesta de 12 horas bien merecida!
Al fin y al cabo, aún me quedaban tres días!
A la mañana siguiente, absolutamente renovada, y con la energía de la culpa bien domesticada, decidí hacerme caso yendo a visitar la trilogía del museo de arte Reina Sofía, el Thysen-Bornemisza y el del Prado, todo en un día! Tutearme con Picasso, Dalí, Miró, Mondrian, Kandisky, Magritte, Rivera, El Greco, Goya, Murillo, Velazquez, Rubens, Caravaggio, Tintoretto, Rembrandt, y tantos otros, fue más que una panzada de regocijo, otra fastuosa empalagada! que me dejó para otro anochecer de cama y zapping más terrenal!
Al día siguiente, quise conocer los jardines que habían inspirado a Joaquín Rodrigo en su inmortal Concierto de Aranjuez, y hacia allí me encaminé.
Y no me defraudé! Otra mañana de encanto, recorriendo los mismos canteros que las reinas que los circularon, y donde los príncipes las cortejearon. Sintiéndome una vez más, dama de honor,  o ranita viéndolas pasar, o simplemente abejita que se posara sobre los rosales, de todos modos, feliz! Radiante! todo el Sol para mí!.
Una vuelta por los palacios circundantes, y el infaltable Monasterio del Escorial. Pero al enterarme que era el mausoleo de todos los reyes que dirigieron los designios a lo largo de toda la historia del Imperio hasta nuestros días, salí despavorida. Las visitas a los cementerios, no me sientan nada bien. Menos eso de tener la tumba asegurada en vida! Por más que te codees con los Austrias y los Borbones dentro del boato de cajones de lujo, pero en  definitiva los mismos gusanitos….
Por más joyas de la corona, molduras y dorados a la hoja que haya, prefiero el verde brillante de la pura Naturaleza.
Hastiada de tantas dinastías, cortes, e intrigas palaciegas, decidí llegarme a Toledo, donde por la noche asistiría al recital lírico de la prima de una amiga de Buenos Aires, residente en Madrid, con quien habíamos hecho previo contacto en la bendita maquinita de Internet.
Grande fue mi sorpresa, al atravesar la muralla, y comenzar a ascender por las pedregosas calles medievales. Encontré carros de heno, caballos encabritados arrastrando carruajes de madera, monjes y cartujos en rasposas túnicas marrones, damiselas con atuendos de dicha época, soldados con armaduras de peltre, y la horca instalada en medio de la plaza Mayor!
-¿?????
Creí entrar en el túnel del tiempo…. Hasta que ví la grúa con el director, megáfono en mano, dando órdenes a los actores de la escena que rodaban en ese momento.
Cámaras, columnas de iluminación, vallas, pantallas, furgones con bebidas, vestuarios ambulantes, y sillitas para retoques de maquillajes, rodeaban los escenarios naturales de la catedral y callecitas circundantes.
Sólo ésto me faltaba para completar todas las actividades culturales del viaje: conciertos, museos, bibliotecas, artistas callejeros… pero set de filmación!? No se me había ocurrido visitar… y ahí estaba, involuntariamente, metida en medio de la trama. Faltaba que me dieran una canastita, y con sombrerito de aldeana, me paseara por la vereda de enfrente. Y encima me pagaran en euros! Como extra!
Sorpresas te da la Vida….la Vida te Da!, sólo te pide que estés abierto a recibir…!
A las 19 busqué la Sinagoga, donde Mónica Monasterio me terminaría de embelesar con sus canciones sefardíes, todo ternura y pasión, acompañada por un guitarrista argentino, en un ámbito de arquitectura exquisita, iluminado con la penumbra de antorchas a medio arder.
Como exquisita su alma, expresada en la música que entonaba a ojos cerrados y corazón abierto.
Al final del espectáculo, me acerqué a presentarme y a agradecerle. Palpó mi rostro para reconocerme, y ambas sonrisas sellarían nuestra amistad hasta estos días!
Compartimos unas tapas con cerveza en una taberna cercana, y me regresaron a mi hotel en Madrid, por la Gran Vía! Como una gran dama!

El último día debía ser especial, algo distinto… digno de una despedida… pero qué? No se me ocurría nada. A mí no me interesan las compras en shoppings, ya había recorrido más de lo imaginado, que más habría para conmover mi alma…? Ya estaba más que satisfecha con todo lo recibido…. Así que supe…
Que lo único que quería hacer, era sentarme en un parque en Paz! Relamer todos mis recuerdos desde que había salido de mi casa, casi 50 días atrás, y agradecer por cada una de esas maravillas que había vivido. En calma… en el sosiego que da la tierra, y calienta el sol… arropando los sentimientos….
Me dirigí entonces al Retiro, idéntico a nuestro Palermo. Una gran área verde en uno de los bordes de la gran ciudad, con bosques, lagos artificiales, un bonito invernadero de metal y vidrio, esculturas, farolas, algunos barcitos diseminados, y muchos banquitos bajo las frondosas copas, para aliviar los piecitos y el calor de Octubre.
Allí me estuve recargando de fresca lozanía, y de los sandwichitos que llevaba en mi fiel mochila Kitty!  Compartí con ella, con alguna ardillita  y mi leal máquina de fotos, ese mágico pic-nic de fin de fiesta!
Iba volviendo por la “Avenida Argentina”, y en la rotonda de la Puerta de Alcalá, un muchacho pelirrojo con la melena de Jimy Hendrix, me pide la tradicional fotografía con el arco de fondo.
Habló en perfecto castellano, pero con un cantito que me recordó a mis operarios yeseros, en las obras de Buenos Aires.
Por supuesto no faltó el típico: -“De dónde sos?”
-“Bolivia”- contestó orgulloso, y ofreciéndose a devolverme la amabilidad con la consecuente foto mía con el mismo fondo.
Hermanados por el parentesco de nuestros orígenes, fuimos a caminar un rato juntos, compartiendo un helado de media tarde.
-“¿Te gusta Silvio Rodriguez?”- me preguntó de repente.
-“Por supuesto!”- como si otra cosa hubiera sido una blasfemia.
-“Tengo entradas para verlo. Querés acompañarme?”- me invitó cordialmente.
-“Ay! Me encantaría… pero ya me voy mañana temprano….y el recital es a la noche…”-segura por todos los afiches que había visto pegados en los muros de la ciudad, la última semana, y ya añorando semejante pérdida de oportunidad.
-“No! Es hoy! “
-“No… mañana es 20…”- segurísima por la fecha de mi pasaje.
-“Sí. Pero yo tengo entradas para hoy, para la avant!”
Incrédula pero satisfecha de no tener confusión con el día que era, y haberme perdido mi vuelo, por haber trascendido la medida del gozo y del tiempo…
-“En serio????  Cómo es eso????”- aún sin tomar conciencia del último Milagro que me tenían asignado!
-“ Debe ser por aquí…”- revisando sus tickets, y el cartel de la calle que cruzábamos en ese momento.
-“Quevedo 1242… Auditorio Real….Es allí!”- seguro me tomó de la mano para apurar el paso.
-“Y justo es la hora ahora!”- contentísimos!
No había nadie en el vestíbulo, con lo que me extrañé y supuse que: o estábamos llegando tarde, o realmente él tendría la fecha confundida.
Pero no! Una amable acomodadora se nos acercó y preguntó por nuestras “credenciales”
Siempre supe llamar “entradas” a los papelitos que te habilitan para ello, pero “credenciales”?
De todos modos, no tenía nada que perder, y confié en mi nuevo amigo.
-“De “Todo Música” de La Paz, Bolivia!”- aseveró seguro –“Ella es la fotógrafa”- casi presentándome, a la par que mostraba una tarjeta plastificada.
Fotógrafa oficial yo???? Y encima de una revista??? No sería mucho?
La joven nos condujo por un pasillo oscuro y descorrió una cortina pesada al final.
El impacto del escenario iluminado, y todos los medios de prensa apuntando a uno de mis cantautores preferidos, no lo olvidaré jamás.
Allí, a pocos metros, estaba él! De carne y hueso! El mismo que posaba en las tapas de los discos de mi adolescencia…el que me había acompañado en tantos momentos a lo largo de mi Vida… Increíble!
Tratando de ubicarme en la situación, tratando de no patear ningún atril de las cámaras ni de las filmadoras, ni engancharme en los cables que cruzaban el piso, dí un pantallazo a los ocupantes de las primeras butacas, a quienes aún les alcanzaba la luz.
-“Ése es Serrat?????!!!!”- le susurré impresionada, en la oreja a Manuel.
-“El mismísimo Joan!”- me sonrió entre bambalinas.
-“Y ése… ése es Aute! Luis Eduardo Aute!!- apagué mi gritito con mis manos sobre mis mejillas.
-“Lo viste allá a Ismael?”
-“Qué Ismael?”
-“Serrano, quién sino?”- un poco ofendido de no reconocer su ídolo.
-“Ahhh… sólo le conocía la voz…”-a modo de disculpa.
-“Y allá…lo viste? 3º asiento de la derecha? : Sabina!, lo conoces?”
-“Pero cómo? Si ése hoy tenía presentación en Barcelona! De eso estoy segura! También estaba lleno de propagandas!”
-“Pero si Barcelona está a un paso. Apenas hace acto de presencia acá y se lo llevan volando… que para eso es un artista con plata!”- me iba dando todos los pormenores.
El negro Rada, de Uruguay, junto al negro Milanés, no pudieron dejar de llamar mi atención.
Ana Belén con Víctor Manuel, acomodados al lado de Miguel Bosé, Alejandro Sanz y tantos otros que no llegaba a recordar sus nombres.
Mientras, Silvio contestaba a los periodistas que se abalanzaban en la sala, cuestionándole vida y obra, requiriendo secretos, planes y proyectos.
Se trataba de la presentación de su nuevo álbum, un memorial a Noé Nicola, un compañero de andanzas de la trova cubana, recientemente fallecido.
Y yo ahí, en medio de los flashes, invitada a esta Fiesta! Quién lo diría!....
Por supuesto, a pesar del temblor de mis manos por la emoción, enfoqué mi camarita, y me dí el gusto de hacer de las mías!
Durante algo más de dos horas, mis ojos saltaban incrédulos de la platea al escenario, donde en una banqueta, sencillamente apoyado en un pie, brillaba el astro de:
   “Sólo el Amor convierte en Milagro el barro….”- una de mis frases de cabecera….
Al terminar, tras la ovación de cierre, nos invitaron a pasar a otra sala contigua, donde todos se saludaban afectuosamente, y los mozos, bandejas en alto, pasaban ofreciendo bocadillos y bebidas espumantes.
Se vació de periodistas, ya que todos habrían corrido a sus oficinas, a hacer circular las notas y las primicias.
Manuel se acercó a Silvio, y yo no me despegaba de su lado.
Se aplastaron el pecho y palmearon las espaldas con la efusividad de los viejos amigos que hacía tiempo no se encontraban.
Finalmente tuve que aceptar que la historia que juntos habían tocado con su banda, era cierta!  Al principio, la verdad, es que no le creía nada a este rojo melenudo, que el azar quiso presentarme.
En realidad, me enseño una vez más, a no hacer juicios prematuros, a no enjuiciar a la gente por las apariencias… y encima me lo enseñó de una forma tan divertida! Y con bombones y champagne por añadidura! Qué grande son tus métodos Señor!!!!....y gracias!
En eso, se acercó Aute, a unirse al abrazo.
No me pude contener… Sabía perfectamente que iba a pensar que soy una cholula, pero no me podía perder una oportunidad única como ésta:
-“Te fui a ver al Luna Park hace tres meses en Buenos Aires. Tengo todos tus discos, hace 20 años que te sigo…”- le relaté en dos segundos todo el amor que sentía por él, hasta que me interrumpió con un más que cariñoso beso pasional!..... (En la mejilla!!, porque es todo un caballero) (Qué lástima que fue “tan” caballero….!)
Me siguió sorprendiendo, me hizo un dibujito en una servilleta: -“Cómo te llamas?”- acostumbrado a los autógrafos.
Me gustó!!!!!!  Le dió otro beso al papel y me lo “depositó” sobre el corazón, sabedor de los límites con el escote de mi remera.
Me hizo un guiño, una sonrisa, y me tomó por la cintura, dirigiendo su copa contra la mía.
Toqué el firmamento, y creo que aún no he querido volver a bajar…
Los artistas se iban despidiendo, y yo aún no lograba entender qué había pasado…cómo era que mi última noche se había convertido en semejante festejo de despedida!
Y más aún: Manuel me invitó a cenar a la Plaza Mayor, bajo las estrellas…. extasiada de tanto placer, me propuse jamás volver a olvidar que “Los Milagros existen!”
Aunque sea la palabra que más haya repetido en estos relatos, creo que es la única que llega a definir todo lo que en este “Viaje” he vivido!

En una nube rosa volví a mi “Palace” de ilusión, y en más nubes doradas de amanecer, volví a mi Patria, a mi hogar!


Por todas estas Maravillas sucedidas, ahora sé que los Milagros son Las Realidades de todo aquéllos que recibimos con alegría, sin haberlo esperado, sin siquiera haberlo pedido ni imaginado. Ninguna expectativa, y todo es bien recibido! Mucho más de lo que nuestras mentes finitas se puedan proponer. La gracia de la Abundancia es infinitamente Superior, infinitamente generosa…
Sólo requiere de nuestra aceptación, y de nuestro admirable eterno Agradecimiento!
El Bíblico “Pedid y se os dará”, se cumplió más que con creces.
Y si de crecer se trataba todo esto, que buen “Medio Siglo de Cumpleaños” me regaló la Vida!  Conocí alguito de “Lasuropas!” (como para empezar….) (porque ya me engolosiné y no pienso parar!)  Y del Cielo también!

Gracias Angelitos!, de corazón…


Hasta la próxima aventura!


















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