Apenas terminè mi desayuno, me dispuse a partir para Wellington, distante 360 kms. Obvio, el ùnico micro del dìa, ya no tenìa lugar!
¿Què otra me quedaba?
Esperar que pare de llover para salir a la ruta.
Apenas terminè mi desayuno, me dispuse a partir para Wellington, distante 360 kms. Obvio, el ùnico micro del dìa, ya no tenìa lugar!
¿Què otra me quedaba?
Esperar que pare de llover para salir a la ruta.
De las cavernas hasta la ruta, me sacò una familia India con tres niños a bordo, asì que uno fue a parar al baùl para hacerme lugar. Lo que ratifica que “cuando se quiere, se puede!”, amorosos, aunque fueron solo ocho kilòmetros.