Advertencia:
Esta no es una historia de terror, es una historia de
CONFIANZAS!
Habiendo visto que en botinero del hostel donde dormí anoche, había cientos de zapatillas más menos
embarradas (aquí en Islandia uno se debe descalzar al entrar a las casas como en Japón),
deduje que sería
fácil salir de ese pueblito en un auto, y no arrastrando mi valijota hasta un
cruce de rutas.
Porque cada dos pares de botines, (o tres), o dos adultos, 2
niños, corresponde un auto!
Por aquí no hay buses, ni trenes, ni patinetas, mucho menos
mochileros a dedo! Ergo, todos tienen un auto alquilado. (Ningún turista viene
a Islandia en auto propio).
Dicho y hecho, salí del hostel –mejor dicho: antes de salir- ya tenía apalabrada a tres chinas que gustosas me llevaron en el suyo
(alquilado) hasta el cruce. Un éxito inmediato, aunque ellas iban en la
dirección contraria a la que yo seguía.
Ni bien me bajaron, una pareja en otro auto chiquito rojo, se
detuvo frente a mí –antes que yo moviera el brazo! – para preguntarme para
donde iba. Les mostré mi mapa y coincidiendo en solo 30 kms. acordamos me
dejarían en esa intersección de rutas. (Eran franceses así que volví a
practicar un ratito más esa lengua)
Enseguida llegamos a ese cruce y ….oh…. nada por aquí, nada
por allá….
Y cuando digo NADA es NADA!
era un desierto de lava! Ni un arbolito, ni un cartel, ni un auto!!!
Puro VIENTOOOOOO! Y NEBLINA!!
Claro! Desde un auto en movimiento, no tenés ni una hoja
para comparar porque por allí no había ni un árbol siquiera, ni un musguito, ni un junco siquiera. Recién cuando estás afuera, los pelos se revolean y la columna
vertebral hace esfuerzos de tensión para mantenerse en pie. Tanto que a los 10
minutos me empezó a doler el esternón! Lugar raro para un dolor si lo hay!