Despertarse con angelitos sobrevolando tu almohada, ya es un
presagio de buena fortuna. Porque Ildred, la señora que me alquiló un cuarto
anoche, tenía pegados angelitos fosforescentes en el cieloraso, ja! especial
para mí!
Si a eso le sumás la bocina del tren que arribaba a la
estación cercana, y partía en 30 minutos a Thonderheim, día asegurado!