jueves, 1 de agosto de 2019

Tonderhein


Despertarse con angelitos sobrevolando tu almohada, ya es un presagio de buena fortuna. Porque Ildred, la señora que me alquiló un cuarto anoche, tenía pegados angelitos fosforescentes en el cieloraso, ja! especial para mí!


Si a eso le sumás la bocina del tren que arribaba a la estación cercana, y partía en 30 minutos a Thonderheim, día asegurado!


Porque en 30 minutos, una hormiga puede llenarse de ganas de hacer el siguiente trayecto en un vagoncito,

 ducharse, tomarse un té, cerrar la valija y correr una cuadra hasta la estación del deseo.

Para chocarse con la noticia que no hay más boletos, que está a full y una caravana de descendentes de los cruceros del muelle aledaño, vienen marchando tras el cartelito de sus números de grupo, e “Invaden” el andén y suben al tren como dueños de casa, sin presentar siquiera el ticket.

Además de hormiga, terca!  por lo que me acerqué al jefe de estación y con cara de “solo una!!!” le rogué un lugar.  Me hizo esperar hasta último segundo para ver si quedaba alguna plaza vacía para autorizarme a subir.

Además de hormiga y terca, suertuda!!  Quedaba 1 asiento vacío!  Para mí! y chucuchucuchucu….
Atraviesa paisajes maravillosos, entre un cañon de altas montañas, por un valle donde corre junto a un río más que azul lechoso, como lo es el agua de deshielo de los glaciares cercanos. Sol y más cascadas brotando de las grietas, maravilloso!

Lástima que como mi asiento iba en dirección contraria a la del tren, no podía sacar fotos. Tampoco me había tocado la ventanilla. Y bueh! dicen que todo no se puede, pero para mí, casi si!

Les comparto un poquito…  lindo no?




En la primera estación, a los 15 minutos, se bajaron toda la manada con sus guías y unos cuantos micros los esperaban para llevarlos de regreso al barco. En eso consistía su paseíto del día.
Ergo, el tren quedó vacío todo para mí!

A las 2 horas llegó a su fin en un pueblo de nombre irrepetible y continué con mi dedo mágico hacia Thonderhein.

Me alzó Cecil en su Audi negro super lustroso, quien iba directo a mi destino. Resultó ser una  ministra prebisteriana, con su propio templo, y responsable auditora de los jardines de infantes de la región. Mi misma edad, resimpática y conversadora en perfecto inglés. Me comentó de la industria de la piedra de esa zona, de la que estaba hecha toda la catedral que vería en Tonderhein. De cómo se mantenían los techos vivos de las cabañas antiquísimas, con troli!, de cómo sus gobernantes cumplían las promesas y los impuestos se veían en obras públicas y del gran problema que tienen con la inmigración! Ya que desde hace unos años, se les está llenando el país de sirios, rumanos, etíopes, somalíes, etc. que al no tener la misma educación y cultura del trabajo que ellos, están apareciendo problemas de seguridad, robos, hambre, etc. El país quiso ser hospitalario, abriéndoles las puertas, dándoles documentación, pero ahora se les vuelve en contra, porque al parecer, “ellos” (los inmigrantes) no tienen ningunas ganas de integrarse a la comunidad ni jugar sus reglas de juego…  Así que nada es tan perfecto en Noruega tampoco.

De repente paró en una tienda de jacuzzis a comprar un repuesto par el de su casa. Jamás ví bañeras TAN GRANDES!!!, y con tantos burbujeadores, filtros, botoncitos, hasta con computadora incluídas. Eso sí! con patito de hule y todo!


Seguimos entrando a la ciudad y me dejó en pleno centro, lista para pasar el puente viejo y adentrarme en mi nuevo escenario.


Dejé la valija en un negocio de fotografía y me decidí a recorrerla, previa mandarina en el parque aledaño al río.

Las casas viejas que dan sobre el mismo, se contraponen con las modernísimas edificaciones de la otra orilla, con yatchitos, bares flotantes y todo.









La ciudad era una fiesta!  Había un festival de no se qué, hacía que había mercadillos de artesanos, comidas tradicionales, degustaciones varias que aproveché al paso, música, globeros, poetas, en fin, un bochinche!!



Qué será???   Jabón? manteca?  Ja!




Hecha con las piedras que me había explicado Cecil.


Así que para una tarde y suficiente. 







Volví por unos barrios muy pintorescos, de callejuelas ondulas y adoquinadas,








en búsqueda de un lugar tranquilo para pernoctar.

A causa del festival, no había ni una cama libre en 100 kms. a la redonda.

Así que me decidí por el tren nocturno, y aprovechar para avanzar otros 500 kms. mientras dormiría plácidamente. Para mi sorpresa, la línea del horizonte se puso roja, dorada!!!  El sol de medianoche se me apareció como regalo de despedida!!!

Perdón, les debo la foto, pero si me ponía a enfocar la maquinita, me lo perdía…sorry! la próxima, prometo!

Chucuchucuuuuu…. A dormir…. Con angelitos en el cielo! (no raso)



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