Hacía años que no me despertaba con el canto de un gallo.
Así que hoy, la veintena de atrasados, parecieron ponerse de acuerdo, y desde distintos puntos del “barrio” (barro) se escuchaban sus cacareos desde temprano, entre el repiquetear de la lluvia en los charcos, y las campanas de las distintas iglesias (metodistas, prebisteriana, testigos de Jehová, católica, y vaya a saber qué otras) compitiendo por el acarreo de fieles en esta mañana de domingo.
Imposible no despertarse temprano!