sábado, 20 de julio de 2019

Una increíble!!!



Advertencia:

Esta no es una historia de terror, es una historia de CONFIANZAS!

Habiendo visto que en botinero del hostel donde dormí  anoche, había cientos de zapatillas más menos embarradas (aquí en Islandia uno se debe descalzar al entrar  a las casas como en Japón), 

deduje que sería fácil salir de ese pueblito en un auto, y no arrastrando mi valijota hasta un cruce de rutas.

Porque cada dos pares de botines, (o tres), o dos adultos, 2 niños, corresponde un auto!

Por aquí no hay buses, ni trenes, ni patinetas, mucho menos mochileros a dedo! Ergo, todos tienen un auto alquilado. (Ningún turista viene a Islandia en auto propio).

Dicho y hecho, salí del hostel –mejor dicho: antes de salir-  ya tenía apalabrada a tres chinas que gustosas me llevaron en el suyo (alquilado) hasta el cruce. Un éxito inmediato, aunque ellas iban en la dirección contraria a la que yo seguía.

Ni bien me bajaron, una pareja en otro auto chiquito rojo, se detuvo frente a mí –antes que yo moviera el brazo! – para preguntarme para donde iba. Les mostré mi mapa y coincidiendo en solo 30 kms. acordamos me dejarían en esa intersección de rutas. (Eran franceses así que volví a practicar un ratito más esa lengua)

Enseguida llegamos a ese cruce y ….oh…. nada por aquí, nada por allá….

Y cuando digo NADA es NADA!  era un desierto de lava! Ni un arbolito, ni un cartel, ni un auto!!!

Puro VIENTOOOOOO! Y NEBLINA!!

Claro! Desde un auto en movimiento, no tenés ni una hoja para comparar porque por allí no había ni un árbol siquiera, ni un musguito, ni un junco siquiera. Recién cuando estás afuera, los pelos se revolean y la columna vertebral hace esfuerzos de tensión para mantenerse en pie. Tanto que a los 10 minutos me empezó a doler el esternón! Lugar raro para un dolor si lo hay!


Y cuando digo 10 minutos, debería leerse, los futuros 50´ más!


Era tal la neblina, como estar parada dentro de una nube (aunque los angelitos parecieran haberse ido a jugar a otra!), que los únicos 3 autos que pasaron en todo ese tiempo, ni me veían. Y yo sólo veía un par de faros prendidos, recién cuando ya los tenía casi encima. Además era una recta que subía desde una lomada, cosa que dificultaba más la visión.

Miento! Pasaron 4 más, pero en dirección contraria. Y 3 motos, que obviamente no me salvarían del viento.

Comencé a saltar, bailar y cantar a los gritos, sóla en la banquina, a fin de no morirme de entumecimiento y aburrimiento.

Tuve que abrir la valija en plena banquina, para buscar otro pullover, mi gorro y guantes de lana, para abrigarme, porque comenzaron a congelárseme los dedos.

Lo terrible, era sacarse la campera para agregarse el pullover y quedar por unos segundos, en remerita.

Ley de Murphy: en eso estaba cuando apareció el auto azul de Herg, con su perro Storm, y paró mansamente a mi lado.

Corrí a su ventanilla para mostrarle hacia donde me dirigía, y asintió con la cabeza.

Cerré los cierres de mi valijota, más rápido que el viento y la subí en el asiento trasero, dando GRACIAS a los angelitos invisibles.

Ya acomodada en el asiento al lado del conductor, abrochándome el cinturón de seguridad, me dí cuenta que Herg era local.

No es que sea maga, pero lo deduje por auto sucio, con adornito colgando del espejito retrovisor, papeles saliendo de la guantera, herramientas en el piso de la goma deteriorada, etc. (no es auto alquilado impecable). Además Herg no hablaba una palabra de inglés! Sólo sonreía y movía la cabeza asintiendo a lo que yo empezaba a charlarle.

Y por sobre todo, porque yo no le entendía nada cuando le hablaba a su perro, tranquilizándolo para que no me ladrara ni molestara.

Yo retranquila, sabiendo que siguiendo por esa ruta, en breve, llegaríamos a mi destino del día, y aunque la visibilidad era pésima, era mejor ir andando en silencio, que quedarse afuera esperando un interlocutor en idioma conocido.

Hasta ahí, historia normal.

Sigue:
Al rato de andar, se detiene en la banquina, me pide con señas mi mapa, y sobre él, me muestra un camino en amarillo (ruta no asfaltada) que se abría precisamente allí a la derecha. Y  “me dice” (en islandés):

Algo así como que iba a ir por allí un poquito hasta la casa de un amigo granjero, a saludar, y luego seguíamos por la ruta oficial.

Fue tan sincera su mirada –y mis no ganas de volver a volarme en el desierto- que asentí el permiso que se supone me estaba pidiendo.

El poquito, resultó bastante, y por supuesto, nadie por aquí, sólo cabras por allá, aunque se disipó la niebla cuando entramos al valle más que verde!  Fue como un acto de magia, al dar vuelta la montaña.


Pasamos unos rollos de   ¿??  Nunca sé si es pasto, forraje, cereales oqué, y finalmente llegamos a la casa de su amigo granjero, un rubio alto y fornido, con cara de pan bueno.


Se abrazaron y palmearon la espalda, como si hiciera años no se veían.

Herg me presentó, vaya a saber que le dijo, y el amigo hizo señas que entraramos a la casa por un café.

La idea de algo caliente y sabroso, cegó mi entendimiento lógico, y salté del auto, junto con Storm –a esa hora ya éramos reamigos!-  Él también ladraba islandés, pero parecía comprender mi castellano de caricias en su peluda cabellera)

No tengo idea del nombre con que se presentó su amigo (impronunciable), mientras ponía a hervir el agua. Puso el mantel, sacó un pan de molde lleno de semillas, un plato con la manteca más grande que ví en mi vida (sería como de 600 grs. 3 paquetes juntos), otro pote con un queso más grande aún, dos tarros de mermelada. Acotó algo como que eran caseros, hechos por la esposa o la madre… 
aunque no había ninguna presencia femenina por ningún lado.


Salvo en el detalle de las grullas de papel colgando en la ventana del baño, el orden en el living, las cortinas limpias, las macetas de colores en el porch, los cuadros de familia en el pasillo, y el aroma a paz que se mezclaba con el del café recién hecho.

Nos sentamos a la mesa mientras ellos dos no paraban de hablar –en islandés por supuesto- y yo no cazaba una. Podría ser de política, de football, de sus vidas los últimos años, de los quehaceres de la granja, ni idea!  Yo sólo cazaba deliciosas tostadas untadas con todos esos manjares, despreocupada del tiempo y del espacio.

En una de esas, Herg saca su celular y abriendo Instagram me muestra una foto como ésta:

 


Y “me pregunta” si quisiera ir hasta allí a conocer. Me hace seña de ir caminando…

La foto también me tentó, y su cara de noble caballero (un sesentoso como yo), me alentó a aceptar la proposición.






Su amigo recogió la mesa, se puso la campera y abrió su pick up para ir todos juntos, y con Storm por supuesto! (menos mi valija y mochilita que quedaron en el auto de Herg)

Tomó por otro senderito de barro y piedras, colina arriba, colina abajo, cruzamos un puente, abrió y cerró dos tranqueras, y finalmente, quedó estacionado frente a un abismo.

Descendimos, y seguimos caminando los 3 (+ el perrito) por un senderito por el prado de Heydi.













De repente, ví el cañon del río con sus paredes talladas como los tubos de órgano, que alguna vez había visto en la costa norte de Irlanda, aunque frente al mar.




Éste era un río pequeño, verde, caudoloso,  y musical, que corría en el fondo del valle.

Mis ojos se abrieron de admiración, y ambos hombres sonrieron orgullosos, de mostrarme esa maravilla. 






Yo no paraba de sacar fotos! Que por suerte llevaba la cámara colgada al cuello, desde el momento de querer ponerme el pullover en la ruta.




Avanzábamos por el cañón del río y cada vista era más impresionante que la otra, Cascadas intermedias, de diferentes altos, anchos y colores, azufre mediante.










Estuvimos vaya a saber cuánto tiempo, subiendo y bajando colinas…  yo me dejaba llevar…

En un momento, me mostraron un caño gordo que salía del piso, con una tapa. 

El amigo la abrió, sacó una bolsita de nylon que contenía una libreta, unas biromes, y un sello con el nombre del lugar: “Studlagil”.  

Se lo grabó en el dorso de la mano para enseñármelo y yo le pedí me lo sellara en el estuche del celular. A continuación Herg y yo, anotamos nuestros nombre (y yo agregué “Patagonia Argentina”) en la libretita, dando testimonio para un futuro incierto, de quienes habían arribado hasta allí.


Me hizo acordar a la leyenda de una remera que ví hace pocos días en una tienda de souveniers: “Si quiere viajar a la luna, venga a Islandia. Es más barato”

Ciertamente, me sentía en otro mundo! y sin haber desembolsado ni un centavo! Y en un punto no turístico, más que maravilloso! Genial!!

Para entonces, las sonrisas de entendimiento con el granjero y mi supuesto chofer- guía, eran sincrónicas, el mejor lenguaje en común!




Volvimos caminando hasta la pick up, abrieron y cerraron las tranqueras, cruzamos el puentecito de hierro de un solo carril, saludamos a las ovejas en los prados, y llegamos de nuevo a la casa, a tomar más café, más pan con manteca, queso, y mermeladas. Qué palcer!! Tanto que quise retratar ese momento.


Entonces, Herg sacó su celular, y me empezó a mostrar las fotos de sus hijos y de sus nietos, 7!

El granjero 2! La foto de su esposa, que al parecer vivía en Egilsstadir, la ciudad adonde se supone yo me dirigía, y que nos invitaba (el “nos” incluía a Herg y a mí) a cenar esta noche.

Después de mostrarle algunas cosas del granero, se saludaron con el mismo afecto que a la llegada, y nosotros desandamos el camino en el auto de Herg hasta la ruta N° 1, llegando finalmente a Egilsstadir.

Desde el puente que atraviesa un lago antes de la ciudad, Herg me señaló una obra en construcción, y a su manera, me hizo saber que la visitaríamos.


Unos metros más allá estacionó, bajamos (Yo ya lo seguía como el perrito), y empezamos a caminar entre escombros, cables, caños, maderas…. Olor a obra!  A mi juego me llamaron!  Porque se trataba de unas piscinas flotantes sobre el lago, alimentadas con aguas termales que obtenían del fondo del mismo (hizo todos los gestos posibles para que yo entendiera como milagro lo hacían, pero mi milagro consistía en apenas entenderlo). El edificio de un diseño de avanzada, con una calidad exquisita en sus terminaciones, y una sala de máquinas de última tecnología…











En la recepción se supone te darían una pulserita magnética que servía para abrir el placard asignado, cobrarte lo que consumieras en la cafetería, regular la temperatura de tu ducha a tu gusto, y no entendí más, algo así…





Estaban instalando unas máquinas para servirte té de agua termal. (Eso me lo explicó un carpintero de allí que hablaba inglés). 

Y que inaugurarían la semana próxima!

Lástima que no estaré allí para disfrutar tanto snobismo!

También me contó que ese lago en invierno se congela, y la gente patina sobre él. Lo cual debe ser maravilloso, estar ahí sentado con el cuerpo metido en el agua caliente, sentado en las gradas de madera de no sé qué,  viendo a los patinadores pasar a la altura de tus orejitas congelándose a la intemperie.  Muy chic! Muy islandés!


Finalmente llegamos al centro y entramos a un super hotel 10 estrellas! Porque se supone tenía que encontrarse con alguien, mientras yo podría esperarlo y mientras conectarme a internet. Menos mal que no pensaba quedarme allí alojada, demasiado para una hormiga dedoadicta!

Tras una hora, reapareció a buscarme y con señas me explicó que iríamos a la casa de la esposa de su amigo, que nos esperaba para cenar y que yo podría quedarme a dormir allí.

Yo, sin cuestionar nada, acepté gustosa. Hacia allí nos dirigimos.

Al llegar, una mujer hermosa, alta, robusta, en vestido liviano, descalza, con su precioso nieto en brazos, nos dio la bienvenida.


La mesa estaba hermosamente puesta con mantel blanco, copas y vino argentino!!!


Había otros familiares, y todos muy curiosos por mi país, aunque la única que hablaba inglés era Halla, la anfitriona, que pasó a ser la traductora oficial, además de excelente cocinera.

Había preparado media oveja al horno con una salsa de  hongos, cebolla y miel, con patatas orgánicas, tomatitos cherry, y  ensalada de albahaca con frutillas!



Una vez más me cabe la pregunta: “Qué habré hecho yo para merecer esto?”.  Se suponía que era en mi homenaje? O simplemente la visita de su amigo?  Poco pude sacar en claro, ya que durante más de dos horas, asistí al diálogo familiar, todo en puro islandés.  Yo no entendía ni “J”! aunque a cada rato me sonreían como incluyéndome en la conversación que yo asentía por mi parte.  Todo muy kafkiano…  Lo cierto, es que la pasé de maravilla!  Después de 1 semana en este hermoso país había logrado salir del circuito turístico, para adentrarme en la verdadera cultura, real y familiar, de auténticos pobladores. Y eso! No se consigue en ninguna agencia de viajes! Ni folleto publicitario ni web con excelentes imágenes. Esto es lo REAL!


Por supuesto me ofrecí a lavar los platos, mientras Halla secaba y me contaba cosas –en inglés- de algunas costumbres, de la vida de su madre y su abuela, de su vida en la granja acompañando a su marido, que por entonces ya había llegado a acompañarnos, de las diferentes tipos de ovejas, de cómo las criaba desde que parían, de los diferentes embolsados de los cereales, de cómo hacía jabones con grasa de cabras, incluso quesos y crema!  Entonces, sirvió más frutillas con helado! Madraa y matrona como pocas! Gracias Halla, hada madrina!

¿Se puede pedir más, a cambio de sólo haber Confiado?  

Porque creo que eso es lo único que yo hice cuando acepté subirme al auto de Herg, a media mañana, en medio de la niebla, del viento, y de una ruta desértica. Para terminar el día en una casa de lo más segura y amigable.  La Vida te da sorpresas cuando uno abre el corazón a la Aceptación y se deja conducir por la magia del Destino…

Finalmente, Halla me condujo al dormitorio que me había reservado, con un super acolchado espumoso, y aquí estoy recostada, contándoles todas estas sorpresas devenidas de la simple y pura Confianza.  

Mutua por supuesto!

Gracias angelito Herg!  Hasta mañana…

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