A las 5.30 am. los gendarmes abrieron el paso y Nuu, presto, inició la marcha. A escasos 3 kms. estaba la estación de buses abriendo en ese preciso momento, o sea que una gran multitud se agolpaba en el portón de entrada. (o lo que quedaba de él).
Enseguda los
gritos de los choferes anunciando cual bus iría adónde y a su vez la gente
gritando el nombre de sus destinos, hasta que ambos se encontraban y corrian
a ocupar un asiento, tarea tan ardua como tratar de entrar por el ojo de una
cerradura 20 humanos a la vez! Más sus respectivos bagajes (los que no
habían arrojado sobre los techos de los ómnibus junto a las cabras, los gallos y cajas varias).
Una vez más
mi ángel personal Nuu empujó y me sentó sin cuestionar en un asiento con mis
dos mochilas arriba de mis rodillas, ya que me negué a entregar una para el
techo. (La noche anterior se había empapado toda!)
Ahí entendí
que hay quienes le pagan a otros para ocuparle asientos a modo de reserva,
duermen a la intemperie a las puertas de la estación, y cuando ya han conseguido
el asiento, avisan a sus pagadores para ir a ocuparlos. O sea, un “oficio”
diferente! También pagan para que les consigan un toc toc vacío, o para que se
suban a los techos a buscarles los equipajes al llegar a destino. Nunca
entenderé cómo los identifican, ya que la gran mayoría solo usa bolsas negras de
basura (de consorcio, ja!) y son todos bultos semejantes.
Ok, tras una dulce hora de espera mientras el resto se acomodaba, comenzó la marcha. Éste “exbus” paraba en todas! Cada 20 metros subía o bajaba gente, con sus respectivos bultos, y cuando no, paraba la policía a controlar documentos.
Cruzamos tres cadenas montañosas de extasis, viendo labranzas a buey, bosques de eucaliptus a full, casitas de troncos (verticales), campos trabajados en terrazas, asnos y vacas con cuernos por doquier, y mendigos inexplicables en las cimas de las montañas esperando que pasase el único bus del día para extender sus manos más que arrugadas.
En cada
parada, decenas de vendedores locales intentaban pasar sus mercaderías por las
ventanillas. Ofrecían caña de azúcar en bastones de 30 cm.atados de a 5,
bananas, mangos, semillas de no sé qué, que con una tacita vieja arrojaban en
tu mano en cucharita (no envases descartables, ja!), aunque sí botellas de agua
al por mayor.
Inexplicablemente
el bus crujía y tosía, pero lograba remontar las cuestas, aun de pleno barro de
la lluvia de la noche anterior y baches de hace 100 años!
Sólo vi
pasar en todo el día camiones de militares y otros cuantos cargados de cerveza,
aunque luego no vi a nadie en el pueblo tomando en ningún lado. Misterio:
¿serían para la policía? No creo que ningún habitante local tenga presupuesto
para eso, no se..no creo…
Otro día sin
hablar con nadie, ni para preguntar si faltaba mucho… un ejercicio a la paciencia
de aquéllos! Mis patitas con el peso de las mochilas encima pedían piedad, y
obvio que estaban como enyesadas. Moverse un cm. Implicaba aplastar a otro
pasajero, bebé o chivo.
Para las 13
hs. llegamos a destino. Obvio yo la única extranjera y blanca! Como un panal se
me vinieron 20 toc tocs a ofrecerme un hotel en un instante. Alguien tomó una
de mis valijas y no me quedó otra que seguirlo. La metió en su motocarrito y en
perfecto inglés prometió llevarme al mejor hotel y con internet! Acepté sin
chistar ni preguntar demasiado.
![]() |
A falta de perros, las vacas te dan la bienvenida |
Worko me
recibió con su mejor sonrisa y con su mejor habitación con vistas a la montaña
(y al trasero trstero de su casa). Olvidó decirme que no habría internet y que
a las 22 se corta la luz en todo el pueblo. Todo con mucho “welcome!”. Luego me
enteraría que yo soy su primera clienta desde hace más de dos años! Nadie va a
la Libella desde que “hay una guerra en el norte del país”. En Addis Abbeba
trataron de persuadirme de ir, pero.. ya me conocen! No me podía perder el
Patrimonio de Unesco para la humanidad de las 11 Iglesias ortodoxas más
antiguas del mundo! Incluso en la bus station me vendieron el pasaje sin
problema, ya saben! Ya llegué!
Entonces
aquí, el muchacho del toc toc, tras pedirme por un viaje de 3´lo mismo que
acababa de pagar por un viaje de 200 kms. comenzaron los regateos y las molestas explicaciones de
porque NO! Él insistía en llevarme a conocer el monasterio en la cima del monte
no se cuanto (ya que en 2 horas cerraría el horario) y al día siguiente
llevarme a recorrer las 11 iglesias como guía “free” por sólo 200 berrs, algo
así como u$s 4.- Acepté la oferta, dejé mis bártulos en la habitación y nos
fuimos monte arriba.
Me hizo reir
cuando me dijo que el traqueteo entre piedras, barro, pozos, y etcs.varios, era
el famoso : “african massage”, porque no cabría mejor descripción de los tumbos
que íbamos dando, aunque con unas vistas alucinantes y perfume a bosques de
eucaliptus.
Llegamos a
un punto, debimos seguir subiendo como si yo fura una gacela y no hubiera tenido
mi desgarre de menisco, así que lo seguí de piedra en piedra. En el mientras
tanto se me iban adosando otro señor que oficiaría de guía voluntario(aunque no
hablaba inglés), dos señoras con sus bolsas de artesanías made in China, 5
niñitas ofreciéndome bolitas de barro y otros 3 niños con manitas de mani,
mani.
De repente,
el alto en “la boletería”. Una señora se acercó a cobrarme como quien vende
pan.
Ya en
procesión por el pasadizo en voladizo, nadie me advirtió que no debía tener
vértigo, se escuchaban los cánticos de los monjes que habitan en lo alto. Al ver hasta donde debíamos
escalar, pensé seriamente en exigir el reembolso y darme por satisfecha con el
panorama, que además se iba nublando rápidamente (ergo visibilidad nula) y para
completarla se largó a llover.
¡Ánimo! Que
para esto has venido a Ethiopia! -traté de engañarme. Con el aliento en los
muslos, finalmente lo logré!
Maravillada
por la construcción, aunque decepcionada con el techado metálico para
protegerla (regalito de la Unión Europea).
Los cánticos
salmoneados dejaron de sonar, lo que significaba que la Misa había terminado y
que podríamos entrar a visitar el interior.
Alfombras
bien envejecidas cubrían el piso esculpido en la piedra, y cortinas doradas
cubrían algunas paredes. Nuevamente el olor a incienso impregnándolo todo.
Imágenes de vírgenes modelo ortodoxo, y un sacerdote dispuesto a mostrarme sus
tesoros.
Subimos y
bajamos escalones tallados por doquier, admiramos nuevamente el horizonte que
ya se abría (¿habrán sido las plegarias?) y emprendimos el descenso.
Al llegar al
toc toc, el supuesto guía me pidió su pago. Quedé más que sorprendida, ya que
se había limitado a darme la mano en solo tres altos escalones! Le agradecí su
servicio pero debí negarme a ser “robada”. Las mujeres se enojaron conmigo
porque no les compraba nada, y otro tanto las niñitas. Mi chofer se limitaba a
espantar a los niños. Fue algo un tanto desagradable, que borró la rica
experiencia en la cima.
Volvimos a
los tumbos por el mismo camino y me dejó en el hotel. Pero me advirtió que
quería cobrar en ese momento, ya que mañana tenía otro compromiso (2 horas
antes se había comprometido conmigo) y que entonces no me llevaría a ver las
iglesias. Su tarifa pasó mágicamente de cumplir el 50% del trato y de 200 brr a
2.000.-¡!!
Ya me
pareció insultante dejarme tomar el pelo de esa forma, así que nuevamente debí
enfrentar “la discusión”. La típica pregunta entonces es: “¡Y Ud. Cuánto me
quiere dar?” Y digas lo que digas, él dirá que no con cara de desprecio y haciéndote
sentir culpable. Sigues el regateo, que por supuesto lejos está de los 200
acordados, que ante la negación del traslado del día siguiente, debería pasar a
ser 100. Etc..etc..etc…
Decidí
dejarlo en la puerta y pedirle intervención al hotelero que ofició de mediador.
Finalmente
llegamos a un acuerdo donde por supuesto debí darle más de lo pactado para que
se vaya. Me quedó otro disgusto grabado en la piel.
El hotelero
se ofreció a llevarme él al día siguiente en las primeras horas de la mañana, antes
de su trabajo. Ergo a las 6.00 am debía estar lista en la recepción!
Agotada por
el bus de la mañana, despertada a las 5.00, el toc toc de la tarde, la trepada
al monte del monasterio y las discusiones por “las atribuciones” tomadas,
decidí meterme en el cuarto, y dedicarme a escribir y acomodar las fotos del
día. Tarea que me encanta, porque sé que es para compartir con Uds. Y dejarme
la huella de los sucesos para cuando vuelva a releerme a los 100, cuando ya no
pueda viajar…
Ésta fue
entonces, mi ofrenda del día de hoy.
-Chau! –
aquí se dice igual!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Si querés, dejame aquí tu mensaje o compartime tu Milagro...