miércoles, 7 de agosto de 2024

Tanzania

 En la Aduana de entrada a Tanzania me negaban la entrada por no tener el certificado de vacuna contra la fiebre amarilla. Ya había cambiado mis últimos chilins kenianos y no estaba dispuesta a regresar allí, mucho menos a dejarme poner esa vacuna!!!

Comencé a darle todas mis razones para negarme, incluyendo mi tesis improvisada del fraude de la industria farmacológica y cía, tirar suficiente tierra sobre la supuesta pandemia y sus consecuencias, y mi relato de que hace milenios no introducía químicos en mi sangre y no lo haría ahora. Fui más que contundente! Por otro lado, mi pasaporte portugués me avalaba que mi procedencia no era de un país con niveles de contagio, aunque al entrar por Kenia, que sí está en la lista de países riesgosos, me estaba cavando la fosa. Harta de mis argumentaciones, la enfermera me pregunta si considero que tengo buena salud. Más que orgullosa le digo que sí! Que con mis  “casi” 70!!! Estoy haciendo este viaje….  -¿Cuantos años??!- me interrumpió sorprendida.

-66!- continué con mi orgullo.

-Ah.. entonces está exceptuada por vieja- concluyó poniendo el sellito en mi nueva libretita de salud (igualita al carnet que tenía en la primaria) previos u$s 20.- pagados con mi mejor sonrisa, aunque lo de vieja me estocó sin previo aviso. Ja!

Feliz con mi nueva visa, entré al primer hotelcito que encontré. Tampoco tenía ducha, pero al menos no me mintieron. Tampoco internet. Pero sí un colchón buenísimo y un ventilador de techo. Sólo que a los diez minutos, se cortó la luz en todo el pueblo.

En fin, estaba exhausta, no plan, a dormir…   Harari a Tanzania!

 

A las 6 am. los de la mezquita próxima, con sus cánticos lamentados, me hicieron el favor de despertarme. Mi celu todavía tenía datos y andaba. Consulté el Google map, y me decidí: directo al Kilimanjaro. Serán unas 8 horas de micro, combinando en distintos tramos. Ya soy una especialista leyendo rutas en los mapas, y mis angelitos se encargan del resto.

Allá vamos!...

Lo primero que me extrañó al comenzar a recorrer Tanzania fue una cierta falta de algo… una sensación de vacío… como que faltaba algo… Faltaba la basura!!!!!

Sí! Se veía la tierra! Una tierra naranja, pura, lisa, rastrillada, sin botellas de plástico celestes, sin cáscaras de nada, sin popos de cabras, sin trapos, sin papeles, sin envases de golosinas ni bolsas de plástico, sin exmuebles (sillas y mesas) rotos bajo los árboles! Y nada colgando de ellos!

Sin mendigos, sin insistentes colaboradores de nada!



Pero en Tanzania!


El micro avanzaba de pueblo en pueblo, y yo desde la ventanilla admiraba el nuevo paisaje pulcro. Las casas ya eran de material, algunas revocadas y hasta pintadas. Grandes techos de chapas sanas en forma triangulares con dos o tres picos de bohardillas, aun las casitas rurales. Grandes mezquitas blancas y doradas. Las banquinas, existentes y despejadas! No vacas ni camellos ni gallinas, a lo sumo algún perro, caminando a su vera. Cada tanto , un grupo de tres o cuatro mujeres, con sus saris de colores, con la cabeza y cuello envueltos al tono con largas telas, portando sobre ellas, en imposible equilibrio, grandes canastos con trozos de carbón, frutas, ropa a lavar o cosas para vender en el mercado.

Un silencio calmo en vez de los chillidos de vendedores pugnando precios, gallos histéricos o chiquillos kenianos persiguiéndote por una moneda.

La mercadería expuesta en los puestos, ordenada en filas, en sencillo y prolijo orden. Hasta con pizarritas con los precios!

Ya se respiraba una atmósfera que me iba cautivando…

El verde de las colinas cultivadas, ondonadas de palmeras sin fin, bosques de baobabs gigantes, campos de caña de azúcar hasta el infinito, bananeros en todo su esplendor durante kilómetros y kilómetros, aloes gigantes, flores! Iban pintando un tapiz de gozo para mis sentidos.


Llegué a Moshi con la última luz de la tarde, con un medallón dorado tras la silueta del Kilimanjaro que se disponía a dormir entre las nubes… Imponente!... Soberbio!...

Aunque en ciudad desconocida y oscureciendo, mejor directo al hostel. Y a la ducha! Y a comer y a escribir…ja! Aquí estoy!

Otra de las agotadoras tareas del viajero, es buscarse su propia ruta, lo que lleva tiempo, intuición, información, cuentas, y decisión! Todo eso a la medianoche me deja de funcionar.

Pero al mismo tiempo, me urge armarme una idea de como sigue la película. Aunque mi lema es “No plan”, tengo que saber donde estoy parada.

Por de pronto, Agradezco lo hoy vivido, mañana será otro día…

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