Seguimos subiendo en direcciòn norte… rumbo a la mítica Chan Rai.
Una vez más el tren nocturno, con sus beneficios e incomodidades en la misma medida.
Esta vez con más suerte, porque no debí compartir el asiento con nadie. Ni siquiera los otros dos enfrentados. Iba sola en mi mini espacio para cuatro, por lo que pude horizontalizarme, con las piernas recogidas durante un buen rato. Luego para el otro lado. Luego estirar la cadera poniendo las patas en el asiento opuesto, ensayar la diagonal… Intentar girar con la cabeza del lado del pasillo, probar la otra diagonal… volver a recoger las piernas… y así toda la noche! En parte era por la incomodidad, en parte por el frió. Sí! Aunque suene raro, pasé de los 40!C a tener frío! Es que ascendimos por unas montañas altísimas, y evidentemente cambio el paisaje. Al amanecer descubrí que atravesábamos unos bosques semisecos entre nubes de niebla espesa impidiéndole al sol iluminar la fantasmagórica escena. Me volví a acomodar el tapaojos, me arremoliné de nuevo y dormí un rato más.
Fueron 13 horas de traqueteo, de las cuales mis ocho religiosas las pude cumplir entre sueños.
Para mi sorpresa, el baño estaba recién aseado, por lo que pude “emprolijarme” bastante bien. Volví a mi asiento a esperar con desesperación llegar a destino para poder desayunar, para mí, una cuestión de vida o muerte. Obvio no había vagón comedor.
Pero sí subió en una estación de las tantas en las que paró, una señora con termo de agua caliente , sobrecitos de Nescafé y unas tortitas de vaya a saber qué. ¡Un Milagro! “Lo pedís, lo tenés” -me pareció escuchar una vocecita angelical…
Me pareció una delicia redentora! Y me volvió el alma a los huesos.
Dos horas más y llegamos.
La estación era ya un preámbulo de los templos que tapizan la ciudad.
Desde Los grandes y dorados Budas por doquier, a los pequeños santuarios domiciliarios o a la entrada de cada negocio, donde cada mañana y cada noche, depositan las ofrendas bebibles o comestibles. ¡Los pájaros y los ratones de parabienes!
Caminé bastante para encontrar mi hostel apropiado. Sabía que era una ciudad muy turística y no quería estar en medio del bochinche, tampoco en una pocilga ni en un resort “occidental”. Finalmente di con un bonito pequeño hotelcito, buen internet y buenos ventiladores. Los 40”C volvieron a repuntar! No sé si será por un tema de ahorro energético, pero en general, los aire acondicionados los prenden después de las 18 -ja! Cuando ya afloja el calor..- hasta las 8 de la mañana. Cosa más que ridícula! Pero ya lo experimenté en varios lados, ya desde Malasya..
Lo cierto es que durante el día, el calor me mantenía en un estado de aletargamiento, que no me decidía ni en salir a la calle ni para comprarme comida.
Esa primer noche me bastó para saber que allí también me moriría de hambre… ¡Más de lo mismo! Esos puestitos callejeros roñosos, con frituras de carnes de cerdo, pollo o pescados… puaj!
Pero… al día siguiente, alguien me comentó “del mercado”… Debía caminar 50¨de ida y otros tantos de vuelta. Junté coraje, y cual Cid atravesando la estepa castellana (las calles no tienen un árbol ni por casualidad!) hacia allí me dirigí.
Ya desde unos metros antes de llegar, visualicé el verdor de las verduras, emocionante paradoja!, entremezcladas al rojo de los tomates, al anaranjado de las zanahorias, al morado de las berenjenas, al rayado de los pepinos, al marrón oscuro de los avocados (palta o guacamole), el blanco de las cebollas (aunque estas no me gustan), el beige de las papas, y otras cuantas bellezas comestibles, ¡cual orgasmo largamente deseado!
El problema que se me presentó entonces, era que solo podía comprar las que no se cocinan, ya que en el hotelcito no contaba ni con ollas ni con ningún artefacto. Ergo, tampoco había heladera, por lo que solo podía comprar para el consumo diario, so pena de muerte por intoxicación por podredumbre masiva. Conclusión: Mi lista del deseo carnal se convirtió en una bolsita frugal.
Hice parada en otro puesto de frutas, y me surtí de manzanas (2), naranjas (2), mandarinas (3) (ya en estado dudoso), bananas (4, con presunto exceso de maduración ya incorporado), un mango, placer dioses, una fruta del dragón, reciente descubrimiento exquisito!, medio melón, y un ananacito, propio de los enanos de Gulliver.
Como niña de la propaganda de “Dánica dorada”, a los saltitos, volví revoleando mis trofeos apurarando el paso para evitar la muerte por asfixia. La mía, y la de las bolsitas.
Parece mentira que algo tan normal y tan sencillo para los citadinos occidentales, se haya vuelto un lujo oculto en estas latitudes. Cuántas veces no valoramos lo que tenemos delante de las narices, día a día, dándolo por sentado y obvio, para recién cuando lo perdemos, o se nos niega, darnos cuenta de sus méritos...
Lo real es que, al llegar al hotel, racionalicé lo adquirido, para tres ocasiones. No era cuestión de emplear dos horas diarias para ir al mercado a cada rato, por más bonito que fuera oler fruta fresca.
Miraba mi nuevo plato (bah..bandejita de plástico reciclada de otra vuelta) y no lo podía creer! Estaba tan contenta que ni aceite ni condimentos necesité. Me pareció un manjar del cielo!
¿Y que tiene que ver todo este cuento con Chan Mai?
Ahh cierto!
Es que aquí parece que los habitantes de los siglos pasados, no tenían otra cosa que hacer que rezar y construir templos (iba por lo del cielo, ja!) . Hay uno cada media cuadra! Y no se andaban con chiquitas! O más bien parecían competir unos con otros, en tamaños, en dorados, en ornamentaciones, a ver que Buda la tenía más grande! (perdón la grosería, pero eso parece…)
En fin, tras unas cuantas admiraciones y fotos, ya todos me parecían similares, no les encuentro el atractivo, más que por lo arquitectónico, porque enseguida me hace ruido el supuesto espiritual. Mucho bla bla de la humildad, el desapego, el no deseo, la ecuanimidad, y otros versos budistas, pero la realidad muestra unos egos tanto o más grandes que en las catedrales cristianas o las mezquitas islámicas. El Poder al poder! Más de lo mismo…
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Nuevo Dios omnipresente! en todo el Universo! |
Otra tardecita, cuando bajo un poco el sol, me fui a caminar por el afamado barrio Nimman.
Apenas dos o tres tiendas de artesanias locales, el resto podría haber estado en Palermo Soho, New York, Puerto Madero o Barcelona. ¡Más de lo mismo, otra vez! Esto del comercio occidental invadiendo todas las tradiciones, es una gran pena y un gran asco. Ya no quedan rincones genuinos donde encontrarte con los locales y ver sus costumbres. Ahora los agricultores se han convertido en comerciantes, al mejor regateo, de objetos made in China, queriendo exprimir a los turistas. Realmente muy decepcionante!
No habiendo nada más interesante por descubrir, mañana sigo viaje para Pai, me lo super recomendaron …
¿Nos vemos allá?
Besos, besos...
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