Cada vez me son más desconocidos los nombres de los lugares donde supuestamente hay algo interesante para ver, hacer o disfrutar.
Obviamente Tailandia tiene su merecido renombre entre las prístinas playas de arenas blancas y templadas aguas turquesas, los templos, la gastonomía, los masajes, la cultura en general.
El problema a la hora de elegir un ticket, es que tenés que focalizar exactamente en un punto con nombre propio en un mapa que jamás viste.
Ahí te ponés a investigar un poco y resulta que es un país enorme, larguísimo, y con millares de islas, más o menos remotas, de uno y otro lado de los ambos mares que la circundan.
El tema de las islas, es que siempre parece que el verde es más verde en la de enfrente, en este caso, el blanco es más blanco y el turquesa más transparente en las aguas enfrentadas. O sea, te bombardean con información “turística” marketinera y cada uno tira para su lado.
¿Cómo elegir entonces entre tantos nombres, tantas fotos retocadas, tantos modos de llegar, tantas rutas posibles..? Porque está claro, que no iré a todas! Salvo que estés un año sabático sólo en Tailandia, la oferta de tentaciones es infinita!
Aquí aplico mi método: leo un poco, me harto y no leo más, poco les creo. Miro mucho el mapa, siguiendo líneas imaginarias con el dedo mental, con cierto orden sur-norte, oeste-este… Chequeo con el Google map si hay rutas disponibles, terrestres, marítimas y en lo posible no aéreas. Horarios y frecuencia de transportes, posibilidad de alojamientos. Envio 2 o tres solicitudes a miembros de Coach Surfing, busco precios en Booking. Dejo decantar la información un par de días en lo posible, o al menos unas horas. Vuelvo a mirar el mapa, hasta que me siento llamada “intuitivamente” por algún nombre, o punto en el mapa. Reordeno las coordenadas prácticas (pasajes, horarios, et.)n y zas! Nuevo salto!
Aclaración: Desde que ando entre islas, obviamente dejé de hacer dedo. En parte porque sería raro que me bajen la ventanilla preguntándome para dónde en chino, y no poder entendernos, y en parte porque me estaba dando ya fiaca, por ahora prefiero hacerlo de forma más civilizada. Por ahora! Conmigo nunca se sabe…
Dicho y hecho.
Salí de George Town con el ferry de las 10 de la mañana, y en la misma estación fluvial al otro lado del estrecho y la bahía, estaba la estación de trenes que me llevaría a la frontera en Padang Besar, 3tres horitas de dejarse fluir mirando por la ventanilla, las curiosas formaciones montañosas, como picos de muffings mal horneados.
No había preparado ningún formulario on-line ni visa, ya que en la web.de ese país, nada concreto decía, por lo que llevaba en orden mi pasaporte portugués (que te abre las puertas en todo el mundo, oh! Privilegiados europeos!) y mis nervios guardados en algún bolsillo.
Para mi sorpresa, yo era la única blanca occidental en el tren, por ende en la fila de la Aduana. Obviamente, los turistas más racionales van por otra ruta. Ya veremos…
Lo cierto que pasé en cinco minutos, con las preguntas y el sellito de rigor.
Del otro lado se supone que había otro tren para continuar el tramo hasta Hay Tai, pero la estación quedaba a dos kilómetros y los 40° C del mediodía no animaban a caminar demasiado, menos con la valija a cuestas.
Un hormiguero de taxistas se abalanzó ofreciéndome el generoso servicio a precio de ticket aéreo para cruzar el Atlántico, un disparate!
Los espanté uno a uno, mientras intentaba averiguar otra forma de llegar a esa ciudad, o al menos a la estación de tren. En la calle, el solazo te enceguecía.
No había transporte público ni para un lado, ni para el otro.
Esperé mientras intentaba tomar una decisión, o al menos aire!
Seguí espantando ofertas ridículas de choferes inescrupulosos.
De repente me acordé de mi imbatible método !
Salí a la calle e hice dedo, ja!
El primer auto que pasó, paró. Pero iba para otro lado.
El segundo no paró, el tercero tampoco.
El cuarto sí!!!
Iban dos señores, americanos ellos, muy bien puestos, de mi edad parecida, en perfecto inglés, simpáticos, voluntariosos, ya que no iban exactamente para la ciudad que yo tenía prevista, pero decidieron desviarse para alcanzarme, unos amores!
Sí adivinaron! Eran seguramente dos amores gays, ja!
Lo cierto es que me llevaron por más de una hora, charlando rebien sobre el mundo y su futuro, la situación en la Argentina, y la realidad de los países que voy visitando. Eran maestros de secundaria en Kuala Lumpur, y estaban de week end en Tailandia, paseando…
Me recomendaron ir a Koh Lippe, primera isla de mi itinerario.
Así se presentan mis angelitos de turno, con favores, con recomendaciones, con compañía o simplemente con sonrisas. Gracias Jack and Michael, fue un agradable y útilitario momento, ja!
Así es que esa noche dormí en un hotelucho de mala muerte en el puerto, pero ya con un ticket al paraíso para la mañana siguiente en el bolso.
La embarcación resultó una lancha rápida para doce personas, que saltaba el oleaje como si estuvieras en una competencia de equitación. Hacía tanto o más ruido que el viento que abría a su paso, y salpicaba su estela sin ningún reparo. Se agradecía el frescor ya que el termómetro ya marcaba lo suyo desde temprano.
Durante una hora y media, anduvimos en esa línea azul que separa las aguas del cielo,con rumbo hacia un infinito incierto… Nunca entenderé cómo los capitanes pueden mantener el volante y leer sus brújulas o compás, en esa inmensidad “vacía”. Cada tanto, a lo lejos, grupos de barquitas pesqueras haciendo su trabajo de recolección bajo toldos míseros. Más allá, como salpicaduras de merengue, algunas islas vacías. Ahora sí! Las de Robinson! Las de apenas unas palmeras como velitas de torta achatada. Ja! Se me dió por las comparaciones dulces… será que tengo hambre? Ja!
En un momento el motor paró, el silencio marino se volvió a disfrutar, y con el impulso de la inercia llegamos a la costa.
Sí!!! plena arena blanca! Finita, talco! Es verdad! Aquí sí!!! la encontré!!!
Y el mar turquesa, transparente, delicioso…
Nos bajaron al mejor estilo “La Lección de piano” (imperdible peli, recomendación gratuita al paso!), es decir, con las patitas en el agua hasta las rodillas, mientras los muchachos serviciales acarreaban las valijas y cajones con alimentos y correos varios.
Unos muelles de bidones flotantes alineados atados con cuerdas, hacían las veces de muelles movedizos para otros pasajeros que ya iban subiendo por el otro lado.
El improvisado puertito en cuestión era un conglomerado de turistas y valijas al por mayor. Decenas de botecitos, lanchas, veleros y otras embarcaciones de mayor tenor, estacionan para cumplir con el transporte de todos los “seducidos” por esta isla, y por todas las otras, porque parece ser que en todas, se repite indefinidamente esta imagen. De cualquier isla, llegan y parten botes para cualquier otra, como una gran red de subtes, pero acuáticos. Tanto privados, como colectivos. Ya veremos para donde sigo. Por hoy, y por varios días, ojalá, me quedaré en Koh Lippe.
Tomé mis bártulos que habían sido depositados en la arena, y empecé a caminar por la calle principal.
Ya me quería ir de la multitud de gente, de bolichitos de baratijas, de olorosos comederos, de cannabis en el aire, de tatuados pseudo hippies, de casas de cambio a precios nada conveniente, de farmacias vendiendo bronceadores o bloqueadores a precio de Channel number five, de motitos con sidecar que te pasaban a punto de fractura de tus piernas, de bochinche de vendedores anunciando masajes, excursiones de buceo, bolsos antiagua, celulares herméticos, anteojos de sol, o antiparras modernosas, pataderanas, y cuanto elemento hace a la vida submarina.
Cada vez estoy más fóbica a estos “negociados” y el consiguiente grupo humano que se genera a su alrededor.
Enseguida encontré el hotelcito que tenía marcado, pero resultó un asquete ya desde el lobby, y al doble de lo que decía en Booking. Salí disparando!
Miento, les dejé la valija y la mochilita, quería andar liviana para buscar algo más tranquilo en las afueras de ese centro alienígena.
Decidí perderme por callecitas interiores, lejos de la multitud, pretendiendo encontrar algo acorde a mis requerimientos, nuevamente: chocita sencilla frente al mar, silenciosa, limpia, y barata, y con internet!!! (El abogado me persigue con miles de audios y llamadas a deshora, ja! A buena hora!)
Fuera del circuito turístico, la isla es más bien una villa miseria: casa precarias, sin terminar, o destruídas, perros y gatos husmeando en las basuras sin fin, escombros por doquier sin ton ni son, chiringuitos mugrientos con restos de comidas malolientes, gente con mirada triste con el abatimiento de haber perdido su territorio a mano de propietarios de resorts cinco estrellas y restaurants con la de Michelín. Otra forma de conquista! Como en Zanzibar, Fiji, y tantas otras playas top del mundo. Ecuación perfecta: paisaje paradisíaco en manos de empresarios extranjeros que adquieren tierra y mano de obra barata para seguir llenándose las arcas propias y la boca con el famoso: “damos trabajo a los locales”. (Obvio que la máxima aspiración a la que pueden llegar es a ser mozo o mucama de hotel, porque de educarlos, nada!). En fin, más de nuestro querido mundo…
Basta! A disfrutar, por favor!
Un poco asqueada, un poco derretida, y bastante desesperanzada con los precios elevadísimos que se pretendían (Oh Booking!!! que nos mientes tanto!!!…), seguí caminando durante dos horas más, como quien busca la aguja en un pajar. Cada tanto, refrescaba mis piececitos en las cristalinas aguas, donde los pececitos plateados se acercaban a curioseártelos.
De repente, por una callecita bastante tranquila, llegué a un bosquecito de palmas y bananeros, y entre ellos, cabañitas como las que yo quierio. Y había una disponible! Y con baño privado! )al aire libre como es la usanza por estos lares). Con balconcito con silloncitos y mesita de cañas, con internet, con enchufes aptos para mis equipos (un detalle impostergable!), con cama grande con mosquitero de princesa y sábana azules, con escoba en la puerta para barrerte la arena )o salir volando si sos bruja…). Y lo más importante!: silencio con pajaritos! Una mezcla exquisita para la paz de mi alma.
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mi nueva casita |
¿Cuánto?
El doble que el hostel compartido, la mitad que un hotel de tres estrellas en el centro.
Aquí me quedo!
Encontré mi paraíso!
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cualquier coincidencia, es mera causalidad!.... |
Volví al puerto a buscar mis cosas, rehice el camino acarreándolas bajo el sol perturbador, pero ya feliz de mi seguro destino.
Acomodé mis cosas en los estantes, oh! Maravilla! Por unos días no tendría que agacharme a revolver dentro de la mochila, ni guardar el cepillo de dientes cada noche para no olvidármelo en ningún lado…
Me siesteé un ratín en la hamaca paraguaya que me esperaba atada a un árbol frente a mis narices (también estaba en mi lista de deseo-sueño a conseguir!), AGRADECÍ…. Y me fui directo a la playa…
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Yo no sé que tienen mis pies que no se pueden quedar quietos. Tras el merecido chapuzón, placer de los dioses la temperatura y esplendor del agua, me sacudí el pelo como los perros e inicié una caminata por el borde, salteando las sogas de amarres de las numerosas embarcaciones que aguardan ancladas en la orilla.
Que un paso, que otro, que a ver que hay más allá… y después de esa curva? Y de ese montecito? A ver que pinta ese barcito?… o ¿darán clases de yoga por acá? Paso va, paso sigue, de repente me doy cuenta que ya me había rodeado la mitad de la isla!
Y ya que estamos… sigo!
Conclusión: seis y media de la tarde, tras varias y alternadas nadadas, me senté a ver uno de los mejores atardeceres de mi vida…
El dorado anaranjado me abrazó con la promesa de unos días celestiales por venir…
Ni brisa siquiera, solo paz...
P. D. : Esa noche se apersonó un sapito en mi habitación.
Dudé si besarlo o qué...
Seré valiente, pero no para tanto, bastante que lo dejé dormir conmigo!
Igualmente, a la mañana siguiente, como tantos potenciales príncipes, ya había huído....
P.D.2: Parece que la Vida me da otro mensaje: esta vez, al ir a ducharme, encontré un caracolito en mi bañera. Tampoco acostumbro a besar caracoles, me parecen muy babosos.
Compartimos el espacio, mientras él (o ella!) se deslizaba suavemente por los alrededores con su casita a cuestas, como yo con mi valijota... compañeras de ruta!
En algún momento, también desapareció...
P.D. 3 : Hoy mientras escribía sentada en el suelo, descubro que una lombriz, gorda como mis dedos, pretendía subirme por los pies. Delicadamente, la aparté señalándole otro camino, y se fue orugueando lo más campante.
Al rato, una pequeña iguanita, también se me acercó a curiosearme. Pero ésta más rápida y precavida, huyó antes que yo le diga nada.
Por la tarde, sentada en la playa, un perro callejero y fiero, se me acobachó al lado mío y permaneció hasta que se puso el sol... y nos fuimos cada uno por su lado.
Se reciben y agradecen interpretaciones varias, ja!
Hasta más Thailandia!
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