jueves, 6 de marzo de 2025

Kuala Lumpur

 Sabía que me iba a enfrentar con una grande. K.L. es de esas ciudades que junto con Hong Kong, Shangai, o Beijing, me dan escalofríos solo de nombrarlas. Tanto por la escala monumental de sus edificios como por la cantidad de personas que las transitan. Ni hablar que aún hoy, que voy entrando en Asia muy lentamente, la verdad? con los chinitos no me llevo…



No sé, es una cuestión de piel. No tengo nada en contra en lo político ni en lo cultural, pero hay algo en ellos que me produce distancia. La distancia que ellos no saben tomar. Te hablan a la cara poniendo la de ellos a diez centímetros de tu nariz, hablan gritando como si estuvieran ellos solos en el mundo. No sintonizan que vos estás ahí parada, simplemente te pasan por encima sin ni pedir permiso, mucho menos disculpas. Andan siempre en patota, ignorando a cualquiera que no forme parte de su rebaño. Me parece que visten peor que los americanos. Las jovencitas merecen un capítulo aparte. Andan vestidas como muñecas, con unas polleritas blancas tipo tutú, con zoquetitos y botitas charoladas, con un gran moño en la cabeza, muy maquilladas en blanco y rosado, la antítesis de los “dark” que hace unos años era moda con sobretodos largos y etcs. Negros hasta en las uñas. Ellas en cambio, adquieren un aura de niñitas con ositos de peluche dispuestas a sentarse entre almohadones afelpados. Yo las veo ridículas pero obvio ellas se sienten adorables. En fin, ni las jóvenes ni las viejas prepotentes, no sé porqué pero no me gustan… Y hay tantísimos! Y los carteles que no entiendo nada. No puedo diferenciar si es un restaurant o un hospital, una parada de taxis o un puesto de golosinas. Ni hablar de las comidas! Son todos unos menjunges inatractivos olorientos mal y llenos de bichos raros. No me va nada chino. Mucho menos los mercados con baratijas de toda forma y color hasta el cansancio…



Por suerte ya diferencio bien a los japoneses, realmente son otra calidad y postura de personas. Hablan lento, educados, amables, derechos, erguidos, vestidos con calidad, aunque serios…

En el medio están los coreanos, los filipinos, los indonesios y los malayos, por ahora. Ya sumaré vietnamitas, tailandeses, camboyanos, laosianos, y cuanto ojito con párpado chato aparezca. Todos tan iguales y diferentes a la vez. Me encanta tratar de adivinar, como un juego, como un ejercicio.

Además hay otro tanto de hindués, bien diferentes, morochazos fieros!, los de Bangladesh, los de Sri Lanka, Nepaleses y vaya a saber de cuantos me olvido o pongo en la misma bolsa. Lo cierto es que no me canso de admirar la diversidad humana, alabar la creatividad divina. La misma y tan diversa que tiene siempre la Naturaleza, aún en cada hoja de una misma planta.

Además eso! Cuando viajaba por la ruta, veía las extensiones enormes de palmeras, bananeros y miles más que ni idea los nombres… Pero lo que quiero decir que dentro de “palmeras” hay mil variedades de palmeras, 1000 razas de bananeros, y así… Usamos nombre globalizados y nos olvidamos las diferencias que hay en cada especie…

Bueno, volviendo a Kuala, o mejor dicho, llegando..:

Cuando buscaba hostel por Booking, me aparecían todas torres y edificios tipo colmenas.





Resignada, me dirigí, tras el micro y dos subtes combinados (la terminal está como a una hora del centro!), a una dirección en pleno centro. No quería pasar la odisea de Jakarta otra vez.

Pensé que me había equivocado, porque era una torre rodeada de jardines con cascaditas, de pisos marmolados, de molinetes tipo oficina de Catalinas, todos ventanales de acero inoxidable y cristales más que pulcros, con lámparas modernosas colgando de cielosrasos altísimos. Una concerjería de cinco empleados uniformados, botones en la puerta giratoria, unos cuantos guardias de seguridad, handys negros en mano, por los rincones del gran palier. Un Starbuck dentro del mismo edificio, y otra tienda de víveres, souveniers, tabaco y alcohol.




Me acerco dudosa al mostrador preguntando por el hostel y llaman a un número mientras me indican que espere en los enormes sillones.

En cinco minutos vino a buscarme el encargado del hostel, que resultó un departamento en el piso 28°, ala B, depto. 2870! Depto. De tres ambientes, muy grandes. O sea un cuarto para mujeres, otro masculino. Cada uno con su baño privado. Cocina y living en común.Todo reprolijo, limpio, más que moderno, y con unos ventanales de pared a pared que parecía que la cama iba a salir volando.

En mi cuarto había una musulmana de Borneo, y una francesa devenida en espía mexicana, muy graciosa. Entre las tres, tuvimos lindas charlas, a la vez que nos respetábamos los silencios y la privacidad. Me era tan confuso encontrar el punto medio entre la escala humana que reinaba en el dormitorio, con las vistas infinitas al levantar la mirada. Lo micro y lo macro, como la Vida misma!



Esa tarde me la propuse tranqui. Me fui al supermercado a tratar de encontrar algo “comible”, ya que no quiero experimentar más con las comidas callejeras ni con las inciertas de restaurants con menués que no puedo ni leer. Estuve dos horas mirando etiquetas y tratando de descifrar las verduras y las frutas que allí había. Todo es tan diferente…

Sí! adivinaron! Salí con el pan de siempre, las slides de queso con sabor a nada, bananas, naranjas y manzana. A lo seguro. Ah! Y una pizzeta de mushrooms para el microndas, ja!

¡Qué le voy a hacer! Tendré otras virtudes... En cuestión de pruebas gastronómicas, soy recobarde!

Salir del supermercado con el aire acondicionado al mango, a la calle con 40° a las seis de la tarde, es un shock que mi garganta no acepta. Cada día la tengo más cerrada… aunque quizas también sea que “La Voz de los Arboles” sigue sufriendo de a ratos… Esta semana está siendo un tanto dura…

De hecho, hace rato que no se me están presentando “angelitos”. Los tendré tan ocupados trabajando y cuidando otros temas más importantes? Tampoco me están aconteciendo “causalidades” llamativas, evidentemente me he descentrado un poco. Lo bueno es que me doy cuenta, y hago todo lo posible para no derrapar. Me he propuesto sostener la Confianza, la Esperanza y la Alegría, y eso es lo que estoy haciendo, aunque a veces a media asta… pero con la certeza y las convicciones sin empañar ni un decímetro de mis propósitos. Me ocupo cuando me tengo que ocupar, y trato de disfrutar, como lo venía haciendo todos estos meses. Porque “esto también pasará..”

Sigamos… hablando de disfrutar, llegué del super, metí todo en la heladera, y me fui derechito a la pileta. Si! En el piso 11° hay una olímpica de caída en infinito, esto es que en vez de muros que contengan el agua, tiene unos paneles dobles de vidrio super ancho, con una tonalidad turquesa preciosa. Toda rodeada de reposeras sobre un deck de maderas oscuras. Te dan las toallas y hay vestuarios que parecen para reinas. El agua fresquita o más tibia en el sector de spa con los chorritos fuertes para la espalda. ¡Qué placer!… inesperado, aunque super bienvenido! Me quedé allí hasta que la cerraron a las 22 hs.





Al día siguiente, infaltable visita a las Petronas, meca absoluta para una arquitecta que tanto las he estudiado en mi dorado tiempo universitario. 488 metros de puro diseño! Impresionantes! Durante cinco años fueron las torres más altas del planeta, aunque con el tiempo fueron superadas por otras en China, Taiwán, New York que se moría de envidia y algunas otras, incluso una que está a las pocas manzanas de éstas. 


Esto de las torres de Babel no me suena nada bien. Ya desde antaño, como figura en no sé qué parte de la Biblia, el hombre en su afán de superioridad, se le dió por construirlas y desde entonces, así nos va como civilización. Si en vez de competir aprendiéramos a cooperar. Si en vez de ganar, pudiéramos compartir... Otra sería la historia!

Aquí la hormiga Mafaldita analizando todo, que pesada!!!

Bueno, lo dejo así. Otro detalle que me llenó de orgullo ajeno es que fueron diseñadas por Cesar Pelli, arquitecto tucumano que trabajaba para un estudio americano que ganó el concurso pertinente.









Lo que no sabía era de la cantidad de turistas que se acercan a contemplarlas, pagar la visita guiada, recorrerlas y sacarse diez millones de fotos. De hecho, hacían lo mismo que yo!

Entrar al hall principal fue una emoción enorme. Vivenciar en la 3D lo que siempre había visto en los planos y en imágenes! Subir al piso 86°… ya mi cuarto en el 28 me parecía un poroto! Contemplar la ciudad desde esas alturas, reconocer lo poco que había visto esa misma mañana a nivel vereda. Sentirse tan pequeñita y tan gigante a la vez. Una vez más, lo micro y lo macro.

Como cuando contemplás las estrellas, o cuando estás sobre las nubes en un avión. En mi caso, saberse “hormiguita”...ja!




















































Saciadas las fotos del caso, ruta obligada al Jardín Botánico.

Resulta que en esta ciudad, atravesada por mil autopistas a distintos niveles, con trenes aéreos y ocho líneas de subtes que se cruzan como raíces, la cuestión colectivos está muy reñida. Son pocos, espaciados, dan unas vueltas ridículas y debes combinar mínimo tres para llegar en el mismo tiempo que si fueras caminando, o más! Ergo, me caminé TODO! De paso iba viendo templos budistas, hindués, chinos, mezquitas, iglesias cristianas, todos conviviendo con la armonía que los malayos bien saben establecer. 

























Otros templos gigantes dedicados al Dios Money, llamados “Mall” y una sucesión de letras de lectura y pronunciación imposibles, con unas ínfulas arquitectónicas a todas luces, escaleras mecánicas a siete niveles, aire acondicionado como para embalsamar muertos vivos, vidrieras más que atractivas con logos de todas primeras marcas, etc..etc… Ergo, nada para mí! Seguí atravesando el Little India, el barrio chino, el árabe, el no se cuanto, hasta que llegué al Botánico. Los piecitos me temblaban, y el sudor me bañaba, pero ¿quién me quita el tour multicultural? Eh? Ja!

El Botánico lindo, pero nada del otro mundo. Un lago artificial en su centro con fuente con chorritos danzantes, árboles añosos y diferentes, mucha sombra para reconfortarse, 



















y de vuelta a casa, desandando las dos horas andando...pero esta vez, en colectivos! Me niego a tomar el subte, me encanta ver las ciudades por arriba.

Lo cierto es que ya tenía la zanahoria a mi llegada: la pile! Ja!

Me compré una cervecita, unas papas para picotear, maniés y pasas. Me puse la malla, botón del piso 11°. Miento! Tarjeta magnética! Aquí los ascensores son tan modernos que la botonera ya fue!

Y al agua pata! Digo, hormiga! Que frescura… Me hice unos cuantos largos en pecho, luego en espalda, dos o tres de crawl, como cuando entrenaba en la escuela secundaria, y finalmente quedar planchada con la plancha, ja! 



Esto de quedarse horizontal mirando para arriba los veinte pisos de ventanitas iluminadas que dan a este foso acuático, es algo bien diferente. Un punto de vista que nunca había experimentado… ja! Para todo hay una primera vez!

Tras la nadada, secadita, reposera con cervecita y picada y...good show! ¿Qué más se le puede pedir al día? La verdad, que lo exprimí!

Espero no haberlos agotado a Uds.

Gracias por disfrutar conmigo.

Hasta mañana…


PD: Llegar a la habitación y ver toda la ciudad iluminada con los contornos de los edificios principales con líneas de neón fosforescente es todo otro espectáculo. Los ventanales al lado de mi cama son como televisores gigantes que no me dan ni ganas de dormir.






Al final, creía que Kuala no me iba a gustar ni un poquito, y ya me la disfruté toda! Es que es tan avasalladora, que se impone! Tómala o déjala!


Aunque no la entiendas...!




No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Si querés, dejame aquí tu mensaje o compartime tu Milagro...