viernes, 11 de abril de 2025

Pausa

 O lo que es lo mismo: “Cerrada por vacaciones”.



Cuando era chica tenía una especie de tía paseandera que cada vez que volvía de sus largas vacaciones, decía que estaba agotada. Yo la miraba desde mis púberes ojos y no lograba entender semejante desfachatez.

Ahora soy yo, la que con más de seis decenas encima, y tras doce meses lejos de casa, arrivé a una frase parecida, y decidí tomarme una pausa en mi periplo.



¡Lo bien que me está haciendo!

En estos días pude dormir hasta tarde sin salir corriendo tras ningún horario de tren, ni ir a la concergería antes de la hora del cheq-out, ni revisar los mapas de los siguientes itinerarios, ni escribirle a ningún Coachsurfing para conseguir alojamiento, ni ordenar tantas fotos (casi que no estoy sacando ninguna, apenas tratando de entender mi cámara), tampoco tengo tanto que contar…

Esto de vaciar la papelera interior, como en el celular o en la compu, es un deber ineludible para resetearse y abrir espacios nuevos. Dar lugar como cuando uno decidía arreglar los placards…

Y aparecen estantes disponibles para nuevas historias, nuevas ideas, nuevos proyesctos, se abren nuevos caminos…

En eso estoy… dejando fluir, como el río que tengo delante de mi terracita salvaje.

En este complejito somos apenas tres vecinos, por ahora…

Pareciera que los tres estamos haciendo una cura del silencio. Apenas que nos dirigimos un “Good morning” educadamente si nos cruzamos en el jardín o en la calle del frente.

Nos vemos sentados meditando cada cual en su balconcito, con las vistas perdidas, como esperando respuestas del más allá…

Pero hoy hubo un enroque!

A media mañana se acercó Ron con dos vasos de café y se me presentó muy educadamente, dispuesto a compartir una charla sentado en mi espacio.

Tras el famoso: “¿Where are you from?” y las anécdotas de sendos viajes por el mundo, la conversación derivó a algo inesperado.

Ron tiene 26 años y es tasador inmobiliario recibido en una Universidad de Israel. Hace un año y medio que está “andando” para tratar de superar su “TRAUMA”. Ya estuvo en África, como yo, y pasó seis meses en India, ahora acá… decidiendo si volver o no… al frente de combate!!!!

Ron es un orgulloso soldado judío.

Trabajó cuatro años para el servicio de Inteligencia y uniformado con su traje camuflado, casco antibalas, ametralladora en mano, bombas en los bolsillos, y mucho odio en las venas, participó en los primeros ataques en la línea de Gaza, a cinco cuadras de la casa de sus padres…

A medida que lo escuchaba, una nube de beatitud pareció envolverme…

Empecé a preguntarme porqué tenía que escuchar “eso” cuando yo estaba pacíficamente disfrutando de “mis vacaciones”, y a duras penas puedo librar mis propias (mínimas) batallas…

Se me pasaban por la pantalla mental todas las imágenes que los noticieros nos salpican sin permiso, y ahí, rodilla en tierra, lo veía a Ron sudoroso, embarrado, lastimado, escupiendo hiel, gritando a sus compañeros, disparando…!!!

Él seguía contándome sus pormenores, de sus amigos muertos, de las “peores” cosas que vió y que no se cuentan… del horror… del dolor… todo en un tono parejo, sin casi emociones, como quien lee en voz alta un texto ajeno.

Mi “nube de beatitud” me alertó: -”Aquí tienes el mejor ejercicio del mundo para aprender y ejercer de una vez por todas, lo que has venido a superar: NO JUZGAR!”.

Si no quiero ser juzgada nunca más, debo aprender a dejarlo de hacer yo misma. Para conmigo y para con los demás!. Siempre jugando con la soberbia de quien se cree que todo lo sabe, que tiene todas las razones, que siempre es la víctima…

Él, atento a que yo no manifestaba oposición ni crítica alguna, se seguía abriendo a su sangriento relato.

Saben que soy absolutamente contraria a cualquier indicio de violencia, hace años que desterré el televisor de mi vida, los diarios, las malas noticias, los chismes, los dimes y diretes de los políticos, actores o modelos del jet set, y otros yuyos. Jamás veo películas de terror y al primer grito o gota de sangre, salgo disparada. Sin embargo esta vez, me mantuve en mi asiento, calmada, respirando profundo, escuchando con el corazón.

Ni yo me lo podía creer. Ni lo que él relataba, ni lo que yo estaba ahí haciendo: Escuchando sin juzgar…

Juro que lo logré!

Pude ponerme en los zapatos de Ron y entender sus razones, lo que no quiere decir aceptarlas, mucho menos aplaudirlas. Las de él, y la de tantísimos judíos! Y la de tantísimos palestinos… y la de tantísimos humanos que por X o por Z vivimos enfrentados, procurando hacerle entender a la otra parte, con distintos métodos y grados de poder (insignificantes ironías, cartas de súplicas, arte, diplomacia, propaganda, tribunales con abogados al por mayor, venganzas, pruebas, traiciones, golpes de estado, bombas nucleares, guerras digitales y/o reales en 3D, etc..etc..etc..), probar que “Nosotros” tenemos la razón, y con eso justificar nuestras conductas.

Ron hablaba y cada tanto prendía un cigarrillo. El café se había acabado hacía rato. El sol ya nos derretía en nuestros asientos, pero como un imán invisible, permanecíamos unidos en nuestro “encuentro” (de almas?!).

Mi nube de Conciencia estaba alerta pero serena al mismo tiempo. Quería preguntar si no se le daba culpa matar a sus semejantes?, si no pensaba en que eran jóvenes como él, con sus propias familias..?, si lo volvería a hacer?, porqué dudaba si regresar al frente? Si realmente creía que la violencia iba a ordenar la situación? Si no creía que hubiera otras formas? Qué cual sería la solución para detener semejante masacre? Tantas preguntas que no encontraban espacio ni momento para “enfrentárselas” a su Conciencia?

¿Quién me estaba creyendo yo que que soy la maestra ciruela? La redentora? La que lo iba a convencer de qué???…

Ron me contó del día que cumplió 6 años.

Había ido con sus padres y su hermano mayor a un shooping a elegir su regalo.

Cuando estaban en medio de una gran juguetería, un potentísimo estruendo arrojó a su madre por los aires y nunca más volvió a ver ni su cadáver. Todo se hizo añicos en un segundo. Su hermano lo rescató de entre los escombros… Alguien había bombardeado Tel Aviv sin previo aviso…

Sentí la inmensidad de su dolor, aún veinte años después de lo ocurrido. Pensé en mi padre que también perdió a su madre, cancer de por medio, a la mismísima edad de Ron. ¿Qué puede entender un niño ante una pérdida semejante? ¿Qué puede decir..? ¿Cómo se reparan las heridas..? Ojo que no estoy justificando nada, apenas tratando de entender la desesperación de las grandes pérdidas.

También me contó de su abuelo mudo. Aquél sobreviviente rumano del Holocausto que desde que fue milagrosamente liberado, nunca se había animado a contar su historia. El mismo hombre que perdió a su hija “volada” en el shooping, la madre de Ron, sumando más desgracias a su sufrida vida.

Me contaba y me contaba y me contaba… como quien encuentra una fuente donde arrojar su desesperanza. Más de cuatro horas me convertí en esa fuente refugio, conteniendo sin opinar, haciendo mi parte de la mejor manera posible, ecuánime, calma, sin Juzgar! Sin emitir ninguna clase de críticas ni juicios de valor alguno. Quizás otorgando un poco de ternura a través de la compasión…

Puedo verlo a él y en él ver todo el dolor del mundo… todo la incoherencia, toda la ignorancia, toda la desesperanza…


Estoy aquí sentada frente al río tomando un té.

El agua fluye sin parar, dispuesta a lavar heridas, regar campos, alimentar y nutrir…

Hoy fue un día muy distinto.

Hay veces que se nos muestran paisajes lejanos, y otras, debemos de mirar bien adentro.

Hoy sólo puedo AGRADECER!

Hoy elijo ser Feliz, pese a todo…

Hoy elijo hacer mi parte, por un mundo apenas mejor.

Un balconcio de dos metros cuadrados, hoy fue todo nuestro mundo. Creo que ambos salimos un poquito mejor personas.






No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Si querés, dejame aquí tu mensaje o compartime tu Milagro...