Domingo a la mañana, paseo a la selva!
De repente, vemos un perezozo -obviamente perdido- en la banquina, a punto de cruzar la ruta....
Paramos, y Bernard lo ayudó a retornar a su hogar natural, algunos metros más allá en la espesura...
Entonces me acordé de un cuentito que había escuchado hace muchos años, y que transcribo para Uds....
La estrella de mar
A Pablo le
encantaba ir todas las mañanas a caminar por la orilla del mar.
Tenía la
suerte de vivir en un pueblito con playa, puerto, acantilados y médanos. Así
que cada día decidía qué camino seguir.
Como iba al
colegio a la tarde, podía disponer de un largo rato matutino para realizar lo
que él se había propuesto.
Avanzaba
descalzo por la arena, aunque fuera invierno o verano, porque a Pablo le
fascinaban las cosquillitas que le hacía la espuma al alborotarse a sus pies.
Con el sol
en la frente, iba recogiendo las estrellas que yacían resecándose en la arena
después que la marea alta de la noche las abandonara allí, sin posibilidades de
retornar a su medio líquido.
Las
levantaba una a una, las observaba con maravillados ojos de niño curioso, y
susurrándoles un secreto, las arrojaba mar adentro, tras la ola más lejana.
Había días
que había cientos de estrellas, otros miles! según los vientos o las tormentas.
Pablo no se
amedrentaba, se agachaba ante cada una, la alzaba, y repetía su ritual
devolviéndola al agua.
Casi que
caminaba de cuclillas.
Casi que ya
tenía el brazo como un lanzador de beisball.
Aunque
siempre tenía una sonrisa espléndida entre las ganas y el viento…
Desde una
choza costera, a través de una ventana de chapa, un viejo pescador lo miraba
todos los días. Lo veía pasar lentamente, de sur a norte… alzando una a una
amorosamente, las estrellitas moribundas.
-“Qué
ridículo!”- protestaba el viejo para sí, ante cada lanzamiento.
Mientras
Pablo avanzaba día a día, las quejas del viejo se evaporaban sin ningún
resultado.
Un mediodía,
ya furioso, el viejo salió a interceptar al niño, quién como de costumbre,
tenía una estrella entre sus dedos.
-“Para que
haces eso? Tonto! No ves que ya están
casi muertas?! Qué te crees, que tú
podrás salvar a todas?”
-“A todas
quizá no, pero para ésta –mostrándosela a los ojos – hoy será una gran
diferencia!...” – y la echó al mar con su plena sonrisa.
Calmadamente
avanzó unos metros, se agachó, recogió la siguiente, la besó y la devolvió al
agua juguetona.
El pescador
lo siguió mirando absorto, incrédulo…. Se agachó, recogió una a sus pies, la
miró con determinación, miró el horizonte… miró a Pablo.
Él le dio un
gesto de aprobación a lo lejos.
El pescador
lanzó su primera estrella.
Para nuestro perezozo, hoy existió un Milagro!
Y éstas son las manos del Angel que lo realizó:
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