domingo, 26 de enero de 2025

Garden and Boats

 Así se llama el Jardín Botánico de Nadi, la capital de Fiji, ya que está al pie de una montaña cuyo perfil asemeja a un gigante dormido. Tan dormido que siempre lo veo entre nubes de lluvias amenazantes.


La verdad es que acá llueve dos o tres veces por día, enchastra todo, y vuelve el sol radiante a abrasarte. Si! Abrasarte con “s”, porque lo que menos es cariñoso, te duele la piel! Poco y nada me expongo so pena de volverme una aceiutuna pasa de uva.

Volviendo al tema floral, no podía perderme esa visita, así que averigüé como llegar en colectivo local y todos me lo desaconsejaban, parecía el mismo miedo que en Johanesburgo, como si los pasajeros te fueran a matar en la esquina. Me pudren esos miedos ridículos, sobre todo cuando vienen de los hoteleros que pretenden sacar su trozo de los taxis que aguardan en la puerta de cada resort.

Nada como decirme “NO”, para forzarme a encontrar la mía.

Por supuesto encontré la parada, no tenía las monedas (solo un billete grande) y me dejaron subir igual, el chofer simpatiquísimo y otras mujeres me guiaron en la parada para bajarme. Caminé 1 km. Por el barro, y llegué, derretida pero triunfante.

El parque hermoso, es una colección de más de 2000 orquídeas de todo el mundo, que pertenecía a un afamado actor americano, ni idea quién pero así te la cuentan, y a su muerte, sus deudos lo donaron al municipio. Es una selva más que tropical, helechos, palmeras, hierbas perfumadas, enormes ficus con sus raíces colgantes, pájaros aventurándose entre las matas de mil verdes, enredaderas, lianas, cascaditas y chorrillos de agua, caminitos de piedras y escalones de tronquitos que suben y bajan hasta miradores increíbles. Todo a hervor de baño María! Creo que mi presión desapareció reverenciando los cuarenta y tantos grados. Debí sentarme en banquitos a la sombra en varias oportunidades para poder seguir.

Cuando terminás el circuito, que me llevó casi tres horas, te reciben con un vaso de jugo helado de mango, pasionaria, naranja, ananá, menta y hielo picaado. Una delicia!!! para los labios y para el espíritu.

Ya repuesta, decidí continuar hacia el Down Town, o sea, el centro, que hasta hora no había visto casi nada de la ciudad.

Una angelita guía de turismo, que justo salía del parque, me permitió compartir la Traffic con su grupo de “clientes”, así que me ligué pasar por el templo de Sri nosecuanto. Un verdadero templo hindú a la entrada de la ciudad. Resulta que aquí el 15% de la población son inmigrantes o descendientes de hindués, y muy religiosos!

También he visto un montón de templos evangelistas, templos chinos y algunas cruces católicas. Me da la impresión que cuanto más pobre es una población, más templos y lugares de culto para “entretenerlos” o “conformarlos” se erigen. Perdón, pero es una teoría propia, cada vez que veo estos lugares tan, tan pobres.

Aunque el templo lucía radiante, de mil colores, de hecho, estaban reparando la pintura del cieloraso interior. Había ofrendas de frutas y arroz en platitos que los fieles dejan delante de cada divinidad junto al incienso y las velas prendidas. Las palomas se hacen su festín picoteando en todos los altares.

Terminada la visita, el grupo tenía programado “el shopping” para comprar souveniers, acá son famosas las tallas de madera y la joyería de perlas. Niente para mí! Agradecí y seguí mi camino: otro colectivo local hacia el puerto.

Para mi sorpresa, el puerto está dentro de un mega barrio cerrado. Obvio, puerto de yates y catamaranes que van a los mega resorts de las otras islas. Supongo que los locales que las habitan, o que trabajan en ellos, se moveran en canoas pinchadas, o botes de remos truncos.

El contraste es impresionante! Aquí canchas de golf de impecable césped inglés, afuera pantanos con gallinas ahogadas, aquí restaurantes de glamorosas mozas con flores en sus orejas, afuera, tachos rotos con basura desbordante. Aquí, construcciones de moderna arquitectura vidriada y aire acondicionado central, afuera, chozas de chapa con agujeros en los techos de paja podrida.

Y podría seguir…

El nivel de pobreza lo veo también en el hecho de que se fuma en cualquier parte, en el interior del hotel, en los restaurants, en el colectivo! Incluso el colectivero hasta maneja con el celular en mano y nadie dice nada! Eso sí! La sonrisa constante, el “BULA!” como saludo a cada rato. Algo así como: Hola! Bienvenido! Y Gracias! En una misma expresión, que me repiten a cada paso y desde todos los rincones. Todo el tiempo: Bula! Bula! Bula! Hasta el agotamiento. Es su forma de ser simpáticos y hacerte ver que eres bienvenida entre ellos. En el fondo es un honor, podrían ponerte mala cara, o ignorarte, pero no! Se sienten serviciales para lo que necesites. Algo así como el “Yambo!” que escuchaba hasta el hartazgo en África. Es que en mi mente estúpida, a veces creo que es un acercamiento para pedirte plata, pero no! Son así de buenazos y no hay otro proposito más que hacerte sentir bien.

Lo cierto es que la vuelta al puerto resultó infructuosa, no conseguí averiguar de ningún barquito para dar una vuelta por un número razonable. Todos costaban más que el pasaje aéreo con el que había llegado desde Nueva Zelanda, una locura!

Por supuesto es un destino “para parejas”. Parejas de ricos o señor rico con amante dependiente. Quizás estoy prejuzgando, pero lo cierto es que no veo familias turistas, mucho menos niños. Todo demasiado glamoroso para mi gusto.

Pero mis angelitos saben como hacerme aprender a cerrar la boca y no escupir para arriba:

Cuando volvía del puerto, en la estación terminal de los colectivos locales, me puse en la cola, y justo delante tenía una parejita de “rubios” con un montón de bolsos.

Les pregunté si ahí paraba el que yo necesitaba para volver a mi hotel, y por ser tres con el mismo destino, nos resultaba mejor compartir un taxi. En diez minutos nos contamos la vida!

Él brasilero, ella suiza. Viven en el barco que está anclado justo frente al hotel Habían ido a la ciudad, a comprar víveres. Hace 8 años que recorren el mundo en ese catamarán, Necesita varias reparaciones, pero en el mientras tanto, ofrecen paseos privados a turistas adinerados. De hecho el servicio incluye la acogida de los mismos en el aeropuerto y los llevan hasta allí en helicóptero. Super vip!

Lo cierto que cuando el taxi llegó al hotel, los ayudé a bajar las bolsas. Mientras las acomodábamos en el gomón que habían dejado anclado en la playa, Lua me pregunta:

“Tenés planes para hoy?”- ya eran las 17.30 y yo ya estaba dando por bien cumplido el día.

Un inocente “No” salió de mi sonrisa cómplice intuyendo la invitación solapada.

-”Querés venir a tomar un té a bordo?”-

-”Siempre lista! Como una boyscout!”- le respondí saltando dentro del bote mientras me sacaba las sandalias igual que ellos.

-Al anochecer te traigo de nuevo a la costa…”

-Más te vale! Aún no aprendí a hacer dedo a los barcos… - reí dudando de mi propia conclusión.

Como nena con cohete a la luna, disfruté la espuma que dejábamos atrás.

La regla número uno antes de entrar al velero, que resultó un super catamarán, de esos relindos que estaban en el puerto, ja! Es lavarse los pies con la manguera que salía de un costado, y al mejor estilo japonés, sin calzado, pasar al interior.

Tamara se puso a preparar el té mientras me acompañaba a recorrer la cubierta y los alrededores, ja!

Charlamos como viejos amigos contemplando una puesta de sol inolvidable, hasta que comenzó a nublarse y levantarse el típico vientito anunciador de lluvia. Imprevisible como siempre!

Lua decidió que mejor sería regresarme a la playa, y así hicimos, despidiéndonos con la típica promesa del reencuentro en Patagonia. Ya llevo tantos invitados, que espero no coincidan en la misma incierta fecha futura...ja!




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