martes, 28 de enero de 2025

Y se acaba Fiji...

 Siempre llego a la misma conclusión: lo mío es el bosque. Suena extraño, pero a mí, las playas me aburren…

O me incomodan.


La arena me pica, el sol me estupidiza, los ojos se me cierran, el viento me enreda el pelo, no encuentro una posición cómoda por más de diez minutos.

No acierto a sostener un libro ni a leer en el celu.

Si hay música alrededor, generalmente es detestable.

El ruido del oleaje arrastrando conchillas, me agota, quiero que se detengan un rato.

Morder un bocadillo, es masticar arena por horas.

En fin, la quejosa a la enésima! Soy insoportable, por más Fiji que sea. Ja!

“Dios da pan a quien no tiene dientes”, podrán pensar y con razón.

Así que decidí (¡?) que hoy sería un día completo para dedicarme a poner al día el blog y ordenar fotos.

Me senté bien dispuesta en una mesita bajo una sombrilla de paja, cafecito a mi lado y … mi compu decidió no abrirse! Una vez más declarada en huelga!!! Nooooo!!!!!

Traté, insistí, la apagué y abrí varias veces, y nadaaa…. Woooowww… (llorada)

La cerré y me dispuse a meditar en qué estaba yo fallando, si era una cuestión energética, si por algo sería, o qué cuernos pasaba.

Le hice reiki a la máquina, me hice una meditación, invoqué a mis angelitos y de repente me acordé de un número de teléfono de un muchachito de Buenos Aires que me habían recomendado para un eventual service a distancia. Viendo que eran las ocho de la noche al otro lado del mundo, me animé a llamarlo.

Atendió! Y se mostró dispuesto a ayudarme. Me pidió que la vuelva a prender y que él me instalaría vía remoto un programa para asistirme.

Descreída que pudiera prenderla, lo volví a intentar.

Evidentemente los ángeles me habían escuchado y me pusieron en manos de Alejo. La compu se abrió milagrosamente!

Estuvimos tres horas conectados. Como un fantasma invisible, movía mi cursor por la pantalla revisando cada programa, buscando virus o vaya a saber que defecto. No encontró nada extraño. Sólo podía ser que “el sistema” detecta que estoy usando este aparato en distintas latitudes y lo toma como algo fraudulento, por lo tanto la bloquea para evitar daños en mi cuenta microsoft. Me recomendó iniciarla con la ubicación de cada nuevo lugar al que visitara, como dándole autorización y a ver si así funciona.

Lo cierto es que al final del “tratamiento” quedé agotada, ya se me habían ido las ganas o la inspiración para trabajar.

Encomendándole mi aparatito a los ángeles para una nueva apuesta en otro momento, cerré la tapa.

El día brillante insistía en que aprovechara la playa, no hay otra cosa para hacer…

Hablando con otro huésped de este hotel, me comentó de un lugar “precioso” a hora y media de aquí, me aseguraba que allí las arenas eran más blancas y el agua super transparente.

Finalmente mordí la zanahoria!

Armé mi bolsito, y tras dos colectivos locales, llegué al lugar indicado. Tenía razón!

Era una playa paraíso, de esas que aparecen en los folletos turísticos.

Claro! Pertenecía a un super resort, de esos all include que tanto critico, ja!

Una vez más comí la zanahoria completa en coincidencia con mi anti coherencia, ja! Es difícil resistirse a lo bueno y bello…

Me la caminé de punta a punta con el agua tibia en mis tobillos, el vestido arremangado sobre la cadera, sintiéndome una diosa digna de Poseidón.

Dejé mi bultito en la orilla, y me metí lentamente mar adentro, dejándome acariciar por el agua fresca, cada suave ola me mecía como un amable subibaja de amor.

Casi no había gente alrededor, era una playa “exclusiva”, pero en esos casos, la mayoría de los huéspedes prefieren la piscina con los mozos de bandejas dispuestas a servirlos.

Muchos de ellos disfrutan las amenities que el hotel propone: cabalgatas hacia el extremo del horizonte, paseos en botes hacia unas cavernas, alquiler de kayacs, motos de agua con chorros ensordecedores, paracaídismo desde helicópteros, avistaje submarino, snorkel, globo aerostático, etc. etc.… o sea, nada para aburrirse, todo para gastar, ja!

Ya estaba casi decidida a montarme a un caballito y recordar viejas épocas, cuando le ví los ojos cansados al pobre animal transpirado, como pidiéndome piedad. Entendí el silencioso mensaje y descarté la idea. ¿Quién soy yo para cargarme sobre otro ser y pretender que “me lleve”, sólo para mi satisfacción personal? ¿No tengo acaso mis dos piernas disponibles? Mi conciencia no me permite más cometer esos abusos, prefiero acariciarlos y disfrutar su compañía por unos momentos, y dejarlos en paz. Aunque atrás vengan otros con intenciones muy distintas, o sea la forma que el paisano local consiga su diario dinerillo, no lo sé. Sólo sé que esta vez sí fue coherente conmigo misma.

La brisa comenzó a soplar a media tarde, las nubes grises se presentaron tiñendo la arena de oscuro presagio, la marea comenzó a subir borrando la playa, tiempo de retirarse.

Una vez más, los angelitos me tenían preparado un regreso más que cómodo: justo salían en ese momento, los empleados de ese turno y subían a la caja trasera una camioneta rastrojera. El chofer me sonrió amable invitándome a compartir el viaje hasta la ruta, distante 8 kms. Acepté como en un juego de niños, aprovechando la oportunidad de charlar con los locales, que es lo que más me interesa en estos viajes. La gente que vive y trabaja el día a día en cada región, no los turistas internacionales todos cortaditos con la misma tijera.

Ya en la ruta me dispuse a esperar el colectivo, pero mi dedo, tan mal entrenado, se levantó sin permiso ante el primer auto que pasó. Para mi sorpresa, se detuvo inmediatamente y sonriente, Caroline, me llevó hasta el Down Town a una hora de distancia. Durante el trayecto, subió y bajó otras personas que también hacían “dedo”, pero que al bajar le daban unas monedas. Entendí que yo debía hacer lo mismo al llegar. Deduzco que aquí es un sistema “mixto”, te hacen el favor, pero debes contribuir con algo. Me pareció más que justo.

Llegué al hotel dispuesta a una buena ducha, cuando en el bar, que siempre tienen la tele prendida, escucho el himno nacional argentino. Sorprendida miro la pantalla y veo la formación de footbolistas ante el inicio de un partido contra no sé quien (remeras anaranjadas) . La cámara enfocaba a Messi y a sus compañeros cantando. Sentí tal emoción, que no pude menos que pararme frente a la barra, seguirles el canto a viva voz, y aplaudir al terminar la última estrofa. Los huéspedes y los mozos me miraron sonrientes y quedó en evidencia mi orgullosa procedencia. Ja! No sé si el agua de mar te borra las inhibiciones, pero sin ni pensarlo, tuve ganas de hacerlo, y listo! A esta edad, uno ya no depende de la mirada ajena, faltaba más! Ja! Algún beneficio tiene ser “senior”, ja!

Por hoy, ca sufí!

Good night!





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