La Capital de Costa Rica no goza de buena fama. De hecho, te recomiendan esquivarla, pero como yo allí tenía un lindo contacto: una mujer de mi edad del grupo de Whatapp de “Amigas Viajeras” que creó otra amiga de Baires hace varios años – le escribí y quedamos en conocernos personalmente.
Me instalé en el hostel seleccionado y al ratito pasó a buscarme con un Uber para hacerme una visita guiada por el centro.
En parte tenían razón, no hay mucho para ver: Mc. Donald, Starbuck, Zara, H y M, Tacos Bell, tiendas chinas, Catedral, plaza central con adornitos de Navidad, glorieta central y árboles super añosos! Calle peatonal con mil negocios copy paste y…
El Teatro Nacional! Versión mini de un Teatro Colón, no por pequeño menos hermoso y super bien conservado, con sus mármoles, tapizados de pana, telón y escenario de tecnología y lámpara central esplendorosa. Maravilloso! Además nos tomamos un cafecito con torta en su bar-restaurant, a puro lujo! Ja! Cada tanto me toca…
Luego fuimos al Museo del Oro, con un montón de reliquias “salvadas” de los pueblos primitivos que habitaban en los territorios de este actual país. Hazañas arqueológicas para recuperar tanta historia.. muy bueno! Más allá del valor material del metal expuesto.
Qué más? Ya anochecido, había un show de trompetistas imitación Rubén Blades en la plaza central que nos entretuvo un lindo rato, aseverando que: “La Vida te da sorpresas… Ay Dios!!! Ja!
Hoy tranqui en el hostel, con una piscina hermosa aunque aún no aprieta el sol, pero su jardín con buenas mesas y sillones, invitan a la escritura y la lectura, recargando pilas…
Gracias por acompañarme!
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