El pueblito de La Fortuna resultó un hallazgo! Super tranqui, super bonito, con lo necesario, no tantos turistas y unas vistas preciosas a los volcanes, desde cualquier punto: desde la plaza principal, asomándote en cualquier bocacalle, desde la ventana de mi habitación, o yendo a verlos directamente a los miradores.
El más famoso, El Arenal, altísimo! y con humito permanente en su crater. Tuve “La Fortuna” de llegar “a dedo” hasta su base frente a un lago bellísimo, con unos chicos colombianos que no solo me llevaron, compartimos avistaje de aves fantásticas -uno era biólogo, otro agrónomo y una zootécnica, sabían un montón!- sino que al atardecer, me trajeron de vuelta al pueblo.
Aún no me acostumbro a la suerte mía! Increíble!
Antes de encontrarnos, yo había estado en el río termal dándome un largo baño con la lectura de mi libro y unos sandwichitos de minipicnic. No solo el agua es recalentita, sino que, acomodada entre las piedras, recibís un interminable masaje de chorros de minicascaditas. Un mimo de lujo!
De vuelta, compritas para la cena y compartí la cocina con una pareja francesa resimpá! Así que me puse al día en la práctica de esa lengua que adoro.
O sea, día hecho!
Mañana tempranito, a San José, capital. Y me espera una anfitriona sorpresa….
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