Para no perder el ritmo, ni más contribuir al consumismo “copy-paste” de las playas chetas del Pacífico, por màs idílicas que sean en las fotos de revistas, esta hormiga decidió seguir viaje hacia el centro del país, en búsqueda de la Casacada del Río Celeste.
Tomé el bus de las 8 de la mañana hacia Liberia y allí combiné con otro rumbo a Upala, ya sabiendo que mi destino final se encontraba en una pequeña ruta transversal que no contaba con transporte público.
Llegué a esa intersección -bendito Google map que te muestra tu respectiva bolita azul en el preciso lugar en que te encuentras y el globito rojo de adonde quieres ir- ya bien pasado el mediodía, dispuesta a mi método “dedo”. Poco ejercitado en los últimos meses, pero siempre disponible y atento a su función.
Primero pasó una moto que paró voluntariamente. No le preocupó mi equipaje, aunque sí que yo no portaba casco. (Aquí Costa Rica es un país civilizado con normas prudentes como corresponde, nada que ver con el resto del Centroamérica por ahora conocido.)
La segunda camioneta que pasó, llevaba una grúa sucia en su parte trasera, y otro tanto la cara de quien manejaba. La dejé pasar..
La tercera es la vencida, pensé en mis dos minutos de estadía en ese punto. Un moderno auto -alquilado!- con dos jovencitas italianas paró en la banquina y me hicieron el “raid”, como le dicen aquí.
El camino más que precioso! Entre curvas y contracurvas, cuestas que subían y toboganes que bajaban, entre selvas y praderas labradas, entre vacas blancas y corderos negros, entre rayos de sol abrumadores y nubes que ocultaban el volcán Tenorio, monumentalmente siempre al frente. Las chicas adorables, charletas y estaban más contentas que yo, de haber levantado a alguien.
Tanto que nos pasamos de largo de la entrada al Parque Nacional!
Mi GPS mental me dio la voz de alto cuando transcurrían los minutos y no llegábamos, a pesar de estar sobre el camino correcto. En ese tramo no había señal, así que imposible consultar con el mapa.
Confié en mí misma y les pedí que me dejaran en el siguiente cruce. Ellas seguían hasta las playas del Atlántico.
Allí, nadie por aquí, nada por allá, solo yo, mi valijita y mis dudas.
Afino la vista, y tras unos árboles, veo un viejito trabajando unas artesanías en madera.
Me acerco, saludo y le pregunto por el Parque Nacional de la Cascada del Rio Celeste.
-”6 kms. para allá...-” me señaló sin dejar sus herramientas ni su dedicación.
Efectivamente me había pasado, habría que hacer dedo de vuelta.
-”Pero ya va a cerrar en diez minutos, a las 14” -dijo sin ni interrumpir su trabajo y casi ni mirarme- “no vale la pena que vayas ahora”.
Upps! And now???
2 opciones: o avanzaba 80 kms. hasta la siguiente ciudad para alojarme esa noche y tener que volver al día siguiente, o… me resignaba a un mega resort de 500 u$s la noche, en la entrada del parque.
Ni una ni otra! Me decreté al tiempo que me daba cuenta que Don Enrique me scaneaba de arriba abajo.
Me puso un banquito a la sombra en señal de aprobación y me ofreció café.
-”Pero dónde has dejado tu auto? Porqué andas con la valija a cuestas?”
-”Llegué a dedo…”
Ante el cuestionario de rigor, siguió la historia: Sí! viajo sola, soy de Argentina, no tengo miedo, no tengo planes, estoy conociendo Costa Rica, tengo 4 hijos, me gusta viajar así, etc etc. etc. (Pequeño curriculum ilustrado de viajera que debe repetir como una letanía ante curiosos incrédulos varios)
Me sonreía con unos ojos tan dulces como la miel que además vendía en unos frascos rejuntados.
-”Yo soy maestro jubilado y hace 10 años que dejé la capital para venir a disfrutar la vida acá. Jamás tomé una cerveza, ni fui a un baile ni tengo nada que ver con la política”- me explicó como devolución de su curriculum -”esas cosas son del diablo, así pienso yo”- aseveró sin lugar a réplica.
Seguimos charlando un rato más hasta que me recomendó quedarme en la zona para la mañana ingresar al parque bien temprano.
-”Sería lo mejor, pero el hotel de allí es imposible…”
Se excusó que él no tenía lugar en su casita pero seguro que su hermana no tendría problema en recibirme.
En dos minutos tenía todo arreglado: Laura y su esposo José pasaron a recogerme en su autito y me hicieron los quinientos metros de camino de barro y piedra, hasta su hogar. Se disculparon que aún no habían terminado con algunos arreglos y la pintura, pero me ofrecieron la habitación reservada para los nietos, cuya cama lucía un mosquitero inflable (¡?) a modo de carpa, seguro que invento chino, que resultó infalible contra los mosquitos nocturnos.
Resultaron una pareja amorosa, super generosos! Enseguida me ofrecieron un refresco casero hecho con hielo picado en una maquinola más que antigua, unos chorritos de granadina, leche en polvo, azúcar y leche condensada, una bomba!
Mientras mirábamos su bello jardín, lleno de plantas exóticas y árboles plantados por ellos mismos, llenos de pájaros de lo más diversos: rojos, azules, naranjas, pechitos amarillos, colas rayadas negras con turquesa y hasta vimos dos tucanes! Algunos monos se balanceaban en las altas copas, y pequeñísimas ranitas jugueteaban por los charquitos.
Antes de la puesta del sol, fuimos a caminar por la orilla del río celeste que bajaba por atrás de su terreno, una belleza!! formando ollas entre las rocas. Su color tan especial se debe a unos minerales en suspensión que posee esa agua proveniente de la cascada que visitaré mañana, y que refractan todos los colores del espectro menos el azul, haciéndolo así visible para el ojo humano. Otro de los milagros de la Naturaleza!
Cuando estábamos regresando a la casa, nos cruzamos con una vecina que le estaba dando un biberón de leche a una ternerita “Clara” -el nombre de la vaca, el de la mujer no me acuerdo-
Ante mi pregunta pidiéndole permiso para sacarles una foto -a ella y a la vaquita- enseguida me ofreció el biberón para terminar la tarea.
Nos pusimos a charlar y resultó que hace apenas 2 años que tiene ese campito y cría a terneritos para engordar con la simple explicación que “además de leche y carne dan más plata que el banco para tenerla guardada”.
Luego agregó que descubrió que prefirió “usar su plata en un campo que en una psicóloga que sale mucho más caro y no te arregla nada”.
Me siguió contando que en durante la pandemia perdió a su amado marido y cayó en una depresión terrible, su hija adolescente debía darle la comida en la bocam porque ella no quería ni salir de la cama. Hasta que una sabia amiga le aconsejó “tenés que ocuparte de algo que dependa de vos para vivir”…
Y así le surgió la idea de dar de mamar a bebés huérfanos. Compró el campo, lo llenó con tres potrillitos, cabritos, dos gansos, cinco terneros, gallinas que tienen pollitos a cada rato, y un perro labrador que le ayuda en todo.
A todo esto no paraba de ordenarle a cada animal por su nombre y acariciándolos con un amor palpable, para entrar a los corrales y dejarlos a buen resguardo durante la noche. Recogía baldes, cerraba la manguera, rastrillaba las últimas pajas, en un desborde de vitalidad y energía “Pura Vida!”
Se veía que a pesar de sus botas y vaquero embarrado, era una mujer preciosa, y confesó sus 60 a todo orgullo. Mientras la superluna dorada ascendía en el horizonte, con los volcanes de fondo y el río a sus pies.
Para cerrar su historia, nos invitó a pasar a su casa, donde nos contó que antes de fallecer su esposo, ella era costurera de vestidos de novia pero que ya los últimos tiempos, era imposible competir con los vestidos chinos importados, así que cuando su taller se estaba cayendo a pique, se reinventó un nuevo rubro con máquinas industriales: indumentaria para tareas agrícolas. Un nicho de mercado casi nada explotado en el mundo y pudo salir a competir con exportaciones y todo.
Investigando para diseñar ese tipo de prendas, es que se fue metiendo en el ambiente rural y en reconocer la cantidad de animalitos sueltos que necesitan una madre que por x motivos no puede amamantar, infecciones post parto o incluso más muertes que las deseadas.
Así llegó hasta donde está hoy en día, y con un impulso inspirador digno de una mujer valiente, admirable y humilde a la vez. Me encantó este encuentro!
Laura y José no la conocían ya que ellos hace apenas un año que viven en esa región. También llegaron huyendo de la gran capital de San José, por el stress, la inseguridad, los costos y tanto barullo. Se jubilaron y estpan cumpliendo el sueño de la casita en el campo, cerca de su hermano ex maestro Don Enrique, el que no bebe ni baila, ja! Pero ya me lo veo de romance con la campesina amamantadora. Ja!
Ya en la casa, Laura preparó una rica cena del platp típico: “Gallo Pinto” (arroz con frijoles), bananas fritas, huevo revuelto, ensalada y un jugo de guayabas super rico!
José me puso en la TV una playlist de cantantes argentinos a ver a quien reconocía: Leo Dan, Sandro, Tormenta, Leonardo Fabio, Johny Tedesco, Donald, Jairo, Ricardo Montaner y otros mausoleos vivientes que, aunque yo no lo podía creer, aún gozan de fama en Costa Rica como ídolos indiscutibles. Toma mate! Todos los días se aprende algo nuevo… aunque sea algo muy viejo, ja!
Finalmente, buenas noches, feliz superluna en un cielo más que estrellado.
Gracias por tanto!
Desperté a las seis con el gallo y mil cotorras, pájaros y monos aulladores. O te levantás, o te levantás!
Laura ya estaba preparando el desayuno, para nosotros y para las aves. Reserva todas las cáscaras de las bananas de su propio bananero para ellas, y el interior para nosotros. Más huevos, más exquisito café costariquense, un lujo! Aquí le dicen “colado”, y se usan unos soportes bien vistosos para colgar el colador de tela más que tradicional. Otra que las cápsulas de Nescao, ja! Bien ecológico, bolsitas de trapo lavables, y se fini !
Terminado el convite, para mi sorpresa, se ofrecieron a llevarme los 6 kms. de regreso al Parque Nacional. No tenía palabras para agradecerles, ya que además, el camino ascendia en una cuesta imposible de hacerla a pie, y menos con la valijita…
De pasada, en un momento se detuvo para mostrarme “El árbol de la Paz”, una ceiba de 500 años medio oculta -a pesar de su exagerado tamaño!- a un costado de la ruta.
Son necesarias dieciseis personas en ronda, con los brazos estirados, para abrazar el semejante tronco. I M P O N E N T E !!! Así empezó el día con semejante regalazo!
Estaba en plena observación y rendición, cuando se me acercó un vendedor ambulante de cacao, y me dió una bolsita recién cosechada de una mezcla de cacao con jenjibre y otra con cúrcuma, mmmm, exquisitas! De paso me mostró sus arbolitos de cacao, más para aprender!
Despedida y a seguir hacia el parque que ya abría siendo las 8.00 am.
Me despedí más que agradecida de mis ángeles custodios. Pagué la entrada, dejé mi valija en el bar del acceso y… directo al bosque de la cascada del Río Celeste, finalmente!
¡Qué placer! Entrar sin turistas aún, el silencio entre las hojas recipen iluminadas por los primeros rayos, los animales corriendo a esconderse, aunque logré ver unos cuantos!!!
Todo bien señalizado hasta la cascada, debiendo bajar 250 escalones hasta el mirador y otros tantos para arriba para volver al sendero principal hacia la confluencia de los ríos que da origen al celeste con su rareza “química” que ya les expliqué.
Durante dos horas de ida, vas subiendo piedras, cruzando arroyos, resbalando en el barro de las lluvias pasadas, avistando el color increíble entre las matas, descubriendo flores preciosas, algún que otro “perezoso” colgado de las ramas, algunas viboritas nada lindas, aves raras, tortugas tomando sol, sapos negros, un par de pecarís ( aquí les dicen dantas) cruzando el camino, y unos lagartos con cresta y mirada amenazante, parecidísimos a dragones prehistóricos, totalmente camuflados con las enramadas, hormigas extrañas y otros bichos innombrables. Muy salvaje todo, pura selva!
De a poco, los caminos se fueron llenando de visitantes, y ya el murmullo convertía el misterio en explicaciones didácticas de los guías con parlantes. Puaf! Hora de irse, basta para mí! Además del calor húmedo del bosque nuboso, pesado…
Recuperé mi valijita y empuñé mi dedo rumbo “La Fortuna”, a dos horas treinta de allí.
Llegué como mis angelitos mandan a dicha ciudad, pequeña, limpia, ordenada, luminosa por todos los adornos navideños que decoraban la plaza principal y los negocios a full.
Cerca del centro estaba mi hostel seleccionado: “Pura Vibra Hostel”, en la recepción, una argentina con mate! Encima precioso y recómodo, pintado con mis turquesas preferidos y un jardín con arroyito en el fondo, super tranqui.
Aquí me quedaré un par de días, en las cercanías hay volcanes, otro Parque Nacional, otros ríos y unos pozos termales, que no me pienso perder.
Mañana será otro día!
Gracias por tanto!
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