martes, 1 de diciembre de 2015

Mexico


Entré a México por el Norte, frontera El Paso (USA) con Ciudad Juarez, la temida!


Qué placer volver a escuchar el castellano!!! Y AHORITA con esa tonadita…!
Fue como dejar el plástico para mimetizarse con el cartón corrugado: los centros comerciales con dibujados parkings pasaron de repente a ser enormes barriales con puesto humeantes y olorosos de tienditas callejeras, ofreciendo panes, jugos, salchichas, quesadillas, motes, ungüentos varios y desconocidos como coloridos.

El silencio reinante en los buses ultramodernos americanos con servicio de we-fee y enchufes individuales en cada asiento, pasó a ser una tertulia a gritos entre comadres a lo largo y ancho del pasillo central. Se convidaban mandarinas, como se pasaban crías para cambiarles los pañales in situ.

Las prolijas maletas tamaño avión pasaron a ser bolsas tejidas o de hule en formatos inciertos y desmedidos.

Desaparecieron los negros y los rubios, mutaron por morochos bigotudos y matronas poderosas de largas trenzas y rodetes ajustados.

El nuevo transporte en que nos transpasaron a partir de la oficina de migraciones, pasó a ser un chiquero de chapas destartaladas, tan sonoras como la bachata que emitía la radio del chofer, quién fumaba manejando y hablando por celular como si estuviera en su propia cocina.

Tanta algarabía despertó mis cinco sentidos en una fiesta de bienvenida, ya que todos los pasajeros me sospechaban mi sombrero rojo como extranjera y lo comprobaron al tenerme que esperar para sellar mi libretita azul.

Me recomendaban sitios y cuestionaban mi inconciencia de viajar sola por esas latitudes…
Mi primer punto de interés eran Las Sierras del Cobre, por lo que llegada a Chihuahua hice transbordo en otra catramina local rumbo a Creel.

Tras cinco horas de ajetreos, parando “en todas!” cruzamos las montañas del oeste. Siendo las 22 hs., única y última pasajera, el chofer me dejó al lado de unas casuchas contra las vías dormidas del tren. Silencio y oscuridad absoluta, nadie por aquí, nadie por allá…

Me aseguró que cruzándolas en dirección a las torres de una iglesita que se veía como a dos cuadras, al lado, habría un hotelcito.

No tuve más opción que creerle y alzar mi portentosa maleta para cruzar los rieles a la luz de unas míseras estrellitas.

Desemboqué en la plaza central! Algo así como un cuadrado vacío de 50 metros x 50, con alguna fuente o monumento central que no me detuve a admirar. Por entre unos árboles, aparecieron 3 señoras que acababan de cerrar su puestito y me acompañaron hasta el hotel, que resultó cerrado fuera de temporada!

Ahí nomás me recomendaron otro como a 3 cuadras, y una de ellas me ayudó con la valija! Mi angelita de turno!

Llegamos, estaba cerrado, pero el encargado me habilitó una habitación sorprendido de mi presencia allí. Mientras me registraba y abonaba, se me deslizaron del bolsillo trasero del pantalón, dos billetes dobladitos de 100 u$s c/u. y yo ni enterada.

Caí fulminada en la cama sin ni importarme que no había cenado ni merendado nada. Mis huesos reclamaban la horizontalidad después de 33 hs. ininterrumpidas de micros!

A la mañana siguiente, bajo contenta a desayunar, y el mismo encargado me entrega los billetitos doblados con la advertencia de que tenga más cuidado. Si éste no es un Milagro mexicano! Qué es?  A partir de ahí, me dí cuenta de la cordialidad, amabilidad y amistad de todos mis anfitriones en este glorioso país en el que me siento como en casa!

Ya me estaban esperando dos choferes de dos distintas compañías para venderme la excursión a las Sierras del Cobre, que causalmente salían en ese momento! Ja! me dí el gusto de regatearles ya que por supuesto, yo era la única interesada pasajera!

Salimos en una camioneta –un tanto deteriorada pero 4 x 4 al fin, modelito 80 maso…- azul!
Según los mexicanos, “éstas son como El Gran Cañón del Colorado en Arizona, sólo que como ellos no tienen plata para hacer la misma publicidad que los americanos, a éstas no las conoce casi nadie, pero son mucho más bonitas!”. Hasta allí la alentadora creatividad mexicana!

Hasta allí llegó mi credulidad y esperanzada vista, tratando de descifrar a qué se referían con semejante clasificación.

Lo cierto es que sí es un lugar bonito. Sí son unas grandes sierras, y una gran cañada con un río abajo… pero…. Vamos! Qué la Unesco no lo puso en la lista de las Maravillas del Mundo, porque no le llega ni a los talones al otro Patrimonio en USA. Quizá en altura, pero no en extensión, y mucho menos en intendidad del color! Y eso que el día que yo lo visité estaba nevando más que nublado! Así y todo su magnificencia!

Aquí es un punto turístico muy bien armado para los patriotas locales. Cuenta con miradores, tirolesas que se jactan de ser las más largas del mundo! 2800 metros a 150 km/h!!  Ni me asomé a comprobarlo…  Hay dos cabinas de telesférico que cruzan al cerro de enfrente, pero el vértigo al precio desmedido de su recorrido, me dio conformidad de mirarlas desde piso seguro.




Te alquilan bicis para recorrer senderitos abruptos como inciertos, hay una canchita de minigolf y miles de puestitos de indígenas con sus tejidos, artesanías mezcladas con collares de piedras falsas y remeras  made in china con el logo y el nombre del lugar. 
Al verme como una aparición, se me abalanzaron tratando de lograr una venta.

Como en mi valija no entra ni un pin más, me decidí en ser cooperativa comprándoles una………….. (vaya a saber que nombre me dijeron): era “algo” comestible que me aseguraban no picaba.
ERROR!!! Nunca le crean a una mexicana cocinera! Empuñé mi botellita de agua y traté de disimular los buches en los que refrescar mi atormentada lengua.

No dando para más, le pedí al chofer de regresar. Él acostumbrado a los tours masivos, quería cumplir el horario programado y esperar dos horas más !

Por suerte entendió mis razones y nos volvimos pasado el mediodía, cruzándonos con un contingente del Pami local, que me salvó del acoso de los artesanos.

Llegada al pueblo, me entero que la única forma de salir hacia el sur, es volviendo para atrás las 5 horas del cachivache de la tarde anterior, pero que saldría dentro de otras dos horas!

Instantáneamente recordé mi sistema de dedo universal y en dos minutos estaba en viaje de regreso en un cómodo automóvil! Que luego de unos kms. fue otro, y otro y otro…  ya que deshice 350 kms. en una tarde. Lástima!!!! que en alguno de ellos, mi celular se bajó sin permiso,  del bolsillo trasero de mi jean y habrá quedado en algún asiento beneficiado….  Al darme cuenta –tardíamente- de la falta, recordé la advertencia del hotelero en la mañana, como una premonición! Aunque tarde para el lamento: me salió un viaje un tanto bastante más caro que lo previsto con su debida reposición….
Vuelta a la estación de Chihuahua, enganché “justo” el bus que partía hacia Guadalajara en ese mismo instante! Animada por la remembranza de los mariachis de Jalisco (tequila abstenecerse!) me seducía la idea de ir a conocer esas tierras.

Otra noche de dormida sentada, acurrucada, doblada, enganchada, estirada, abollada, y/o similar, en un asiento de micro nocturno. Otras 18 hs.!!!

Nunca antes había tenido la valoración de las distancias en este país, pero ahora sé que es bien largo….

Siendo las 14 hs. del día siguiente, desdoblé mis piernas para recorrer “un poco” el centro de Guadalajara, al que arribé en otro “colectivito” local, más chatarroso que todos los anteriores. Las calles aledañas a la estación, me mostraban una ciudad pobre, donde cada quien apela a poner mesitas en el frente de sus casas, vendiendo comidas caseras, dulces, galletas, ropa usada, herramientas o cachivaches, lo mismo da! Con una mezcla de humildad y gallardía expresada en unas francas sonrisas al paso!

El centro, con la típica traza cuadrangular hispana, abarrotado de gente en sus calles peatonales repletas de tiendas, vendedores ambulantes, grupos de aleccionadores políticos, vendedores de biblias, algún músico interpretando sus dones a cambio de una moneda y las carretas con caballos con borlas en las crines, dispuestas al paseo al trote para los enamorados.









Al frente la infaltable catedral, las dependencias de Gobierno y algunas confiterías desbordantes de comensales. Hasta allí, nada extraordinario.

Me fui por un boulevard en diagonal hacia la calle de los mariachis, ansiosa de escuchar una serenata. Por el camino crucé más iglesias que kioscos de diarios. Una de ellas llamó mi atención ya que tenía un letrero de biblioteca pública! 

Curiosa, entré dispuesta a santiguarme, cuando me dí cuenta que efectivamente, las paredes y los altares laterales habían sido trocados en estanterías infinitas de madera noble (hasta me atrevería a decir que hechas con los bancos? Ja!)  Quedé maravillada!!!  Una atmósfera de real Paz se intuía entre los lectores que ocupaban el espacio central, bañado por las luces de los vitrales y las arañas que pendían de los altos techos en bóvedas corridas. El silencio ceremonioso de otrora, se respiraba entre las letras escondidas de viejos volúmenes. Sencillamente Hermoso..!!!   Por supuesto recordé a nuestra emblemática librería comercial “El Ateneo” que funciona en un ex teatro de la calle Santa fe en Buenos Aires.

Seguí mi derrotero entre calles no muy limpias y ya oscureciendo llegué a frustrarme en la mítica plaza de los mariachis, quienes ausentes a esa hora, eran reemplazados por grabaciones que salían por parlantes en las terrazas de bares “dudosos”….


No dando para más, decidí volver a la estación de buses para volver a pernoctar en el trayecto al D.F. en búsqueda de mejores perspectivas…

Hasta mañana.... que duerman desenrrollados!

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