Otro antiguo
sueño: durante mi bachellerato, allá por
los ´70 y tantos…, donde una profesora de inglés me había propuesto un
intercambio de cartas (pen –friends! En esa época 0 internet!) con una jovencita
de Canadá: Gaby Stierli. Aún recuerdo a la perfección su nombre y muchos datos
más. De hecho, guardé sus centenares de cartas durante casi diez años de
intercambio hasta que la fuera de la Vida nos fue separando. El carteo duró die
años, la caja con sus cartas, mucho más!
me fui mudando muchas veces a lo largo de los siguientes cuarenta, y
siempre mudaba la caja entre mis cosas preciosas, como un alhajero de mi
juventud. Hasta que no hace tanto, cuando realmente me reduje a 36 m2! Que
recién allí la dejé partir, vaya a saber en qué basurero…lástima! Aunque la fuerza del cariño me están trayendo
finalmente a su tierra, casi sin proponérmelo…
Con los
boletos ya en mano, arribé al bus con rumbo norte, a través del estado de Michigan,
bordeando por el oeste del lago con el mismo nombre, me dirigí a la frontera…..
Sentadita
como corresponde a una señora de mi edad, en el colectivo local (Única
pasajera! Casi un remise particular) me
dirigí a la frontera entre Sault de Saint Marie de Michigan, a su homónima
ciudad en la orilla opuesta del gran río que divide USA de Canadá.
Llevaba mis
dedos cruzados, ya que a pesar de contar con pasaporte portugués (Unión
Europea), no estaba segura de los millones de requisitos que debía cumplimentar
(según la hoja de información de la Embajada en Internet) y ni había tenido
tiempo de pensar en mi Visa Argentina.
Cruzado el
río (por el puente! Como corresponde a una señora de mi edad!) y observado los
saltos que luego explicaré, llegamos (el chofer y yo) a la cabina de control de
frontera.
Como es
habitual, me pidieron el pasaporte y me preguntaron de donde venía ( a pesar de
ser obvio que ese colectivo va todos los días en el mismo sentido de USA hacia
allá…) y cuanto tiempo estaría visitando el país. A lo que respondí la pura
verdad:
“-No sé…”
“-No sé…”
La dama de
uniforme policial chequeo mi libretita azul en su computadora negra, me miró, y
me lo entrego con sólo: “Buen viaje”.
Yo absorta y
sorprendida, sólo atiné a agarrar de vuelta la libretita, meterla en mi mochila
(también azul), subirme de nuevo al colectivo que me esperaba (Otra no le
quedaba) y sonreírle al chofer con un simple: “Ya está!”
Lo que menos
se me ocurrió fue ofenderme que no me dijeron: “Bienvenida”, y ni mucho menos
me acordé de fijarme que no me habían puesto ningún sellito ni dicho la fecha
de caducidad de la visita permitida.
Ahí nomás se
me vino toda la historia de Argelia a mi sangre…
Dude si
volver atrás a consultar, o seguir mi paseo como pancha por su casa…
Debo aclarar
que lo del sellito se me ocurrió 24 hs. después de los hechos, con lo cual no
iba a deshacer 400 kms. de los siguientes dedos acumulados en la tarde.
Cuando digo dedos, saben que me refiero a los
siguientes medios de transporte, porque ni bien el colectivo local (ahora local
de otra mini ciudad) me dejó en la plaza central de Sault de Saint Marie de
Canadá (llena de banderitas blancas con la hoja de arce roja (o viceversa! Rojas con hojas blancas), no volví a tomar ni
un transporte público en todo el país!
Pero sigamos
por orden…
Entré a la
Oficina de Turismo a pedir un mapa de la región para saber hacia donde querría
dirigirme: hora decisiva si al este o al
oeste. Canadá es
G I G A N T
E ¡!!! Y …..oh la lá!!! Me hablaron en francés!
Así nomás
son las fronteras! Un minuto atrás me
despedí del colectivero en inglés y al minuto todos los cartelitos, y la
empleada de la oficina, te hablan en francés!
(Aunque los franceses dirán que en Canadiense, que sería la misma
“deformación” que la lengua argentina para los españoles de la Real Academia”)
(Lo dejo para más adelante…)
Lo cierto es
que como mi paupérrimo francés no es de excelencia, a los canadienses les
entendí todo de entrada, y por lo visto, ellos a mí! Pourquoi pas? (Porqué no?)
En realidad,
te preguntan qué lengua prefería, porque por allí, todavía son bilingües con
inglés, pero ya se va olfateando el aire “quebequense” del este, dirección por
la que me decidí. Siendo verano, me atraía más llegar a los ríos,
archipiélagos, islas y al mar! Que
repetir montañas y lagos del oeste muy similares a mi amada Angostura. En fin,
me perderé Vancouver, pero como dicen las viejas: “Todo no se puede…”
Pallá
entonces…
Instrucción
suficiente a mi dedo a la salida de la pequeña y hermosita ciudad (Canadá me
cautivó desde el segundo 0!).
Costanera prolijita, con vista a los saltos*, patitos nadando, espacios de arte callejero, edificios históricos, muchas flores y personas más que amables.
Costanera prolijita, con vista a los saltos*, patitos nadando, espacios de arte callejero, edificios históricos, muchas flores y personas más que amables.
Con lo de
los saltos* me refiero a que en 1800 no sé cuánto, un señor emprendedor (Y
seguramente millonario), metió una usina en el borde del río aprovechando los
diferentes niveles de las aguas en sucesivos saltos que éstas naturalmente
tenían, encerrando segmentos del trayecto del río entre compuertas que
regulaban la altura del agua a voluntad, para permitir el pasaje de los barcos
con las manufacturas de las industrias que se establecieron en esas costas. La
más importante, la papelera, propiedad del mismo señor de la usina (por lo
tanto siguió haciéndose más rico).
A su vez,
por supuesto fundó el puerto, que además de comercial, tenía competencia
militar, para evitar la entrada de tropas inglesas al territorio de “La Nueva
Francia”.
Desde ya les
adelanto que no daré clases de historia de este país, se puede googlear
fácilmente, aunque es más que interesante
Cada uno de los choferes que me condujeron los distintos días, me la fue
contando: en síntesis: los ingleses y los franceses se la pasaron disputando el
territorio desde su coloniación. 2° a los aborígenes originales, en su mayoría
indios esquimales, los barrieron con la diplomacia. No hubo grandes masacres,
pero sí exodos y encerradas en “reservas” con “convenios” de intercambios
comerciales. (Ya se imaginarán a quien le “convenía”…) 3° Los actuales canadienses
gozan de tal nivel de educación que todos están ávidos y orgullosos de contarte
los hechos desde 1534, año en que un tal Jacques Cartier (como los relojes y
las carteras caras), desembarca en estas tierras, en la desembocadura del río
Saint Laureen (síganme con el Google map).
Luego
vinieron las migraciones masivas de escoseces e irlandeses (y digamos que se
les colaron unos cuantos vikingos antes), así es que la melange de lenguas y
pelirojos es abundante en estos lares, aunque mayoría de narices estiradas de
franceses de cuna.
Sigamos con
mis hechos:
puse proa a Ottawa!
Un super camión violeta…. Sí! violeta y qué? Color de la transformación! me fue llevando hacia el deseado este…
Nos vemos mañana?
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