jueves, 2 de agosto de 2018

Iles des Madelaines

Me despedí tempranito de mis anfitriones en P.E.I. pues debía cruzar la isla hacia el puerto Souris al NE. Donde parten los barcos que van a Les Iles des Madelaines.  Suena ya paradisíaco, no?



Afortunadamente los que vamos de “peatones” tenemos siempre lugar, porque para embarcar con tu auto, debes reservar lugar tres meses antes –Y asegurarte la vuelta con la misma anticipación!- 

Cuando la noche anterior entré en la web para comprar mi pasaje casi me desespero viendo que el primer turno disponible era para Noviembre/18! Y la vuelta dos semanas más tarde!  Por suerte enseguida leí bien, y eso era para los vehículos. ¡Qué suerte que sólo tengo dos patas! ¡Qué bueno esto de viajar liviano en la Vida! sin ser esclavo de todas tus posesiones, ya bastante la valijota y la mochila al hombro!




Llegué con tiempo de disfrutar el ferry vacío (2 horas antes de la partida) y me acomodé en el salón del bar donde ví que un músico estaba ensayando con su pianito y una batería. Intuí que habría espectáculo a bordo.






Lo que no sabía era ¡cómo me lo iba a disfrutar!!! Porque además de los clásicos de la música francesa que me fascina, el goce era ver a los viejos (recuerden que en estos viajes la mayoría son de 3° edad! Yo incluída? Grrr…) bailando, saltando, haciendo trencitos, coreando al intérprete y hasta animándose a pasar al micrófono o tocando la guitarra improvisadamente. Unos genios! Una verdadera fiesta!  Con chupis incluídos, porque le daban a los tragos con todo! semejante algarabía había que sostenerla.

Otros preferían las cubiertas con el vientito del atardecer y la bajada del sol maravillosa, sobre el mar….   Otra fiesta para los sentidos!





¡Desembarqué tan contenta! Había llegado a mi punto Este tan deseado y más extremo!

Hace algunos años atrás, en mi país, “levanté” a una chica canadiense (o sea,  yo iba al volante en esa oportunidad), quién me dijo muy segura: 
-“Si alguna vez vas para Canadá, no dejes de visitar Les Iles des Madelaines”.

Y yo le creí! Y ahora estoy acá! Y por lo que alcanzo a ver, no me van a defraudar…

Como es habitual, lo primero es ir a la Oficina de Turismo para conseguir el mapa (soy antigua: necesito el papel completo, no me basta hacer zoom sobre el teléfono, pierdo la noción del espacio total). Pido ayuda para buscar alojamiento, porque por lo que estuve viendo en internet, está todo ocupado, o es carísimo!

Faltaban 15 minutos para el horario de cierre de la oficina, y la empleada no estaba con todas sus ganas, o sea, poca voluntad de buscar y muchas de bajar  la cortina e irse a su casa. Cosa que hizo después de 4 o 5 llamados a distintos hoteles y albergues y en todos le contestaron lo mismo: “Complet”.

Sin desesperarme, salí a la única calle-avenida-ruta que atraviesa los 100 y pico de kms. de la isla de este a oeste (y/o viceversa).

Miré para ambos lados, y la colina de la derecha no me sedujo. Elegí ir para la izquierda que iría en bajada. (Gracias a quien inventó las rueditas de las valijas!)
A los 30 metros había un motel y pregunté para esa noche, 1 persona: -“Complet!”

A los 100 metros había otro aubergue, misma escena, misma respuesta.

Habría hecho unos 200 metros más, cuando un coche de la policía se me adelanta y estaciona a mi lado.

-“ Bonsoir…  Algún problema madame?”

Sorprendida por la amabilidad, les conté la situación sin titubear.

Estacionaron bien, se bajaron del auto, me dijeron que esperara un poco allí, que posiblemente me podían ayudar…

La mujer policía hizo unos llamados con el móvil de adentro del auto, mientras el hombre me preguntaba de dónde venía, desde cuando viajaba, para donde tenía pensado seguir, etc…   Pero no crean que era en tono de interrogatorio, no! enseguida se estableció el mismo diálogo y en el mismo tono amistoso que con todas las personas con las que viajo, o me van conociendo en donde llego…. Él también quería ser viajero, y no se animaba… y estaba interesado en conocer cosas de Argentina…

Y en eso la mujer me sonríe y me hace señas que ya consiguió!

En la casa de unos amigos hay una “habitación de alquiler” y está disponible!

Está a sólo 3 kms.!  Ahí puse cara de ….  Glup! Con la valija y las subidas…

Se miraron cómplices y me sonrieron: -“No se haga problema! Nosotros la llevamos…”




Así es cómo en un abrir de ojos, estaba sentada en el asiento de atrás de un coche policial! Pero esta vez, muerta de risa! 



Llegamos enseguida a una casa violeta de cuentito, cómo son todas las casas en esta isla, donde reinan los colores salpicando la hierba verde o al borde de los acantilados de tierra roja.


Guillon y María José me dieron la bienvenida, me mostraron mi habitación: un lujo! Individual y toda engamada en amarillo patito, super soft! 

Me invitaron con la cena, ya que “justo” era la hora. Luego charlamos en la terraza bajo las estrellas, frente al mar! El aroma salado se elevaba silencioso  impregnando el alma….

Escribí un rato en la mecedora que hay en mi cuarto, y me dormí como un patito….


3-8-18

Con todas las ganas y todo el sol, emprendí el dedo matutino hacia la punta este, o sea, meta del día: Ile de la Grande Entrée (aprox. 80 kms.)

Sonrisa lista y …. Allá vamos! 



Primera parada: puerto de Ile du Havre Aux Maisons. Aquí en las islas la pesca es la 2° industria después del turismo, así que la mayoría de los pueblitos son pesqueros, además de costeros, ya que las islas son un conjunto alargado como un collar abierto al mar.

Durante muchos kms. la ruta va bordeada a ambos lados por el agua del océano, o por lagunas internas que forman el archipiélago. Zona de mucho viento! Casi no hay árboles! o de no más de 2 o 3 metros de alto máximo.



Como soy tan afortunada, hoy es de los pocos días al año en que no hay viento! Están todos sorprendidos, y yo más que agradecida.

La ruta angosta va bordeada de playas larguísimas, de arenas rosadas, o de acantilados rojos altísimos, con cartelitos frecuentes de atención no acercarse, porque se desgranan. Y no es cuestión de un chapuzón involuntario (y sin retorno!)



Las casitas multicolores se salpican sobre las brillantes colinas, a cual más bonita y vistosas. Aquí valen todos los colores, desde fucsias, amarillos, turquesas, violetas, bordeaux, verdes, anaranjados… Vos cuál elegirías?














Otra cosa llamativa, son las sogas de colgar la ropa lavada. Siempre a viento traviesa, al exterior, a pleno sol como Dios manda! Son larguísimas! Y empiezan en una roldana cerca de algún balcón o el deck de entrada, y lucen 6 u 8 metros de calzones colgados en todo su esplendor.



Hasta los muertos gozan de buenas vistas



Esto se repite en casi todas, lo que muestra que están todas habitadas, y es tan popular su uso, que hasta los pintores locales, representan estas casas con  sus típicos tenders, como así también los botes estacionados cerca, junto a sogas, boyas y canastos de pesca. Muy pintoresco!

Se podría decir que hay un puerto a la vuelta de cada esquina, o mejor dicho, al rescoldo de cada acantilado. Las innumerables bahías naturales sirven de resguardo, junto a muelles de piedra, a los barcos de los vecinos.  Algo así como un parking se supermercado. Ya que al amanecer, cuando llegan cargados de salmones y XXXXX    (no logré traducir ningún nombre de ninguna especie, no es mi mettier), se arman mercadillos locales para la venta de los ejemplares más frescos.


Mi primer chofer del día me dejó en un ahumadero, donde ya había estacionado un micro de turistas (aquí la gran mayoría son de grupos de  jubilados!)

Entre el olor a moluscos y el gentío, salí disparada, colina abajo, a una “fromagerie”. 

Ahí sí que me encontré en mi salsa! Digo, en mi queso!




Tras una degustación exquisita y una muestra de ordeñe (mecánico) y un mini museo de elaboración de las distintas variedades, salí chocha! (pipona y sedienta, ja!)

Nuevo dedo, siguiendo el Este, y disfrutando las casitas a diestra y siniestra. 









Las capillas y en particular la anglicana. Aquí la escuela de inglés es sólo para los hijos y descendientes de ingleses y escoceses. Hay aún una marcada rivalidad entre franceses e ingleses, y aún hoy “marcan territorio”.

Esta isla, ahora tan paradisíaca, fue otrora, lugar de mucho sufrimiento. Fue una colonia de “Arcadios”, los primeros pobladores irlandeses que ocuparon la zona norte de Quebec, la región Gaspe.

En 1715, creo, ya no registro tan bien, llegaron otros conquistadores ingleses, y a esos primeros pobladores, los obligaron a dejar sus tierras, los separaron de sus familias (onda Trump en la actualidad con los inmigrantes latinoamericanos, no avanzamos demasiado como humanidad…), y tras un gran éxodo involuntario, los confinaron en estas islas con trabajos forzosos a las ordenes de un Señor Feudal que las había adquirido de favor de la corona de turno.

Así las cosas, tras centenios, lograron su independencia, y ahora vuelven a ser una región de la Provincia de Quebec, pese la distancia.

Volvamos a lo turístico, llegué entonces a la punta más oriental, obviamente otro puertito, y un montón de negocitos de chucherías, souveniers, alquiler de kayacs, clases de buceo, paseo en lancha, etc. etc. Y por supuesto los de morfi y chupi, todo paquetísimo!

Antes de emprender el regreso, pasé unas dunas y me senté en unas rocas de la larga playa solitaria, y me degusté con todo placer mis sandwichitos de queso y tomate. Otra que ostras!

Y a modo de larga langostas, empuñé mi banana diaria, ja!  Sobre gustos no hay nada escrito.

Patitas al agua y chapuzón mediante, el agua es increíblemente tibia, y depende la ubicación de la bahía que te toque en cuestión, con más o menos olas. Es menos salada que otros mares, aunque sirve perfecto para hacer unas deliciosas “planchas” al sol….   Qué placer!....





Ya secadita, volví a la ruta a probar suerte hacia el oeste.

Siendo ya las 5, no sabía si sería prudente, tentar hacia la otra punta de la isla, los 100 kms. considerando que luego debería repetir otros 50 para retornar a mi “casita”, casi en el centro del cordón, digo isla!

Por lo visto, no sólo fue prudente, sino más que satisfactorio! El matrimonio que me llevó de un solo tramo, había vivido unos meses en Buenos Aires y estaban encantados con mi aventura de viajera.

Me explicaron cómo se obtiene la sal (la que después se usará para descongelar las rutas en invierno, se acuerdan?) 40 kms. a la redonda de la isla, aún bajo el mar, con una especie de aspiradora-draga, que sube directamente por unos conductos que la conducen a los secaderos por los que estábamos pasando, para luego envasarla y distribuirla.

Si yo fuera en un colectivo local, sólo hubiera visto unos galpones sin importancia. Esto es lo fantástico de intercambiar con las personas del lugar! Vas aprendiendo más que en el Google!

Llegamos a Havre Aubert, otro puertito, y tras despedirnos (ellos iban a cenar!  Aquí cenan a las 6 de la tarde!, yo paso!...  prefiero seguir curioseando). 




El museo de Arena me esperaba, un lugar encantador desde sus dueños hasta las instalaciones y las muestras. Resulta que este señor encontró una fórmula para endurecer la arena y armar esculturas, objetos, relojes (de arena obviamente), lámparas, etc. a cual más ingenioso y bello.




Junta arena de todas partes del mundo (cientos de frasquitos con etiquetas, en unos estantes, lo atestiguan. Había incluso de diferentes regiones de Argentina!), con lo que da distintos colores y granulometrías a sus invenciones.

Los sábados de temporada, organiza concursos de castillos de arena en la playa vecina. No se crean que para niños… no!   son los adultos los que más se enganchan. En las fotos (es viernes por lo que no pude participar, buah….  Y bueh! todo no se puede, dicen las viejas…)  aparecen algunos de 3 x 3 metros de base y metro y medio de altura!, con túneles, puentes, laguitos circundantes, torres y explanadas. Con todo!
  
Ni idea de los premios, pero seguramente vale el rato más que feliz!

Seguí hacia donde la música me llamaba…

Un grupo tocaba en la popa de un barco-bar, y fue inevitable la cervecita vespertina con el sol en bajante.


Otros negocitos de bijoux, jabonerías naturistas, pinturas, esculturas, artesanías en cuero, chocolatería, y por supuesto, restaurants coquetos rodeaban la zona.

En un momento, cortaron la ruta, y empezaron a armar kioscos de bebidas y otras cosas para picar que no me detuve a investigar. En dos horas empezaría la fiesta local Arcadiana, con fuegos artificiales incluídos.

Supe que era tiempo de apuntar el dedo a los últimos que pasarían en la dirección que yo necesitaba para volver. Una familia marroquí (con sus trajes típicos y su indiscutible fisonomía) me trajeron directo hasta mi casa violeta!


Qué más se le puede pedir a las Iles Madelaines?!  En un solo día tanta belleza y sincronía!  Hasta miren que anochecer me regalaron….




4-8-18

Fresca como un marisco, y a pesar de lo nublado, salí a caminar temprano. Todavía me faltaba investigar la propia isla, la Cap-au-Meules dónde me encontraba.

Primera visita a la iglesia local, toda realizada en madera, con los siguientes datos: 






Llamó mi atención, que en el altar hubiera una réplica de bote, faro y canasto pesquero. Claro! Me olvidaba que aquí la pesca era la principal fuente de trabajo, y es normal, pedir la bendición del mismo. Muy bonito!

Seguí para el puertito de L´Etang du Nord, donde me encontré un negocito dedicado a barriletes de todo el mundo. Fascinante!  



Los domingos en la playa arman concursos y pruebas en distintas categorías. Buah!!!  Hoy es sábado!  Ya embocaré!

Había también otras tiendas de souveniers, de artistas locales, unos más genios que otros, que empezaban a abrir sus negocitos.




Entré a una exposición de arte donde los pintores ya estaban allí trabajando. El olor al óleo y la trementina, me sedujeron un buen rato. 

Es genial ver a alguien trabajar con pasión. Y en este caso a varios! Cada uno inmerso en su nube de delicia…   Transformador!

Seguí por un sendero desolado y me encontré con un parque para niños. No me pude resistir a la hamaca!  Hacía tantísimos años que no me subía a una…

Allí, frente al mar, con el viento a favor, las piernas empezaron a empujar como si supieran de toda la vida (otra que andar en bici nunca se olvida..)
¡Qué deleite! ¡Qué regalo de la Vida!  Y como una niñita chiquita, no me quería bajar…


Finalmente…. Con el último envión….  Salté!

Un jardín vecino invitaba con unos muñecos y unos carteles a entrar.

Una fuente con sirenas, un asiento con almohadones y techito, una casita envejecida de bruja buena, y miles de flores, eran la antesala de un salón de exposiciones de muñecos en tamaño casi humano, de lo más variados. Simpáticos y de miedo al mismo tiempo, aunque todos muy originales!











Además funcionaba un salón de té, con cuantiosas variedades de sabores y mezclas exóticas (melón y cardamomo; guindas con canela…) y cientas de tacitas decoradas con platitos antiguos que vos podías elegir en cual tomar la especialidad que quisieras. Maravilloso! Y todo con una música de cielo de fondo….

La artista que hace los muñecos (y también cuadros, bijoux y artesanías varias) se presentó con una enorme sonrisa y me contó la historia del lugar….

La antigua casona había pertenecido a sus abuelos, primeros habitantes de la isla, tanto que la calle lleva el nombre de su abuelo. Su madre dejó la isla siendo muy pequeña por el inclemente clima y para poder estudiar. Con los años, ella venía todos los veranos a visitar a sus abuelos, hasta que decidió quedarse allí ella también. Ahora es una hermosa mujer de unos 80 y largos… tanto y tan juvenil como su sonrisa y la que plasma en todos sus caricaturescos muñecos.

Después de disfrutar un tecito con scon, salí de nuevo al viento, al sol, al mar…
Monté una colina para avistar los acantilados y un auto con un jovencito pelirojo apareció de la nada.

Le pregunté por el mejor camino a seguir al otro lado de esa isla, a la zona llamada Fátima.

Me dijo que por allí eran más o menos 6 kms., una hora de caminata, lo cual estaba perfecto para mis piecitos ya entrenados, pero no para mi piel siendo las doce del mediodía.

Antes de pedírselo, ya me estaba invitando a llevarme!

No sólo me llevó, paró en diversos puntos para explicarme algún punto de interés (aunque con su francés cerrado a la usanza de la isla, poco y nada le entendí) y sacar algunas fotos.  Finalmente me dejó en la playa que yo quería!















Puse mi lonita de mariposas, me saqué el vestido (ya tenía la malla prevista abajo, ja!), y al agua pato!!!

Meditación acuática a la plancha, de AGRADECIMIENTO por tanto recibido! y preparación para el retorno, ya que hoy es mi último día aquí, en el punto más extremo de mi travesía.

Almuercito de frutas y siesta en la arena como en los mejores tiempos…!

Caminata de regreso con un atardecer nublado, preparo la valijota y rumbeo al puerto con unas nubes negras no tan amistosas.

Embarco en el mismo momento en que se larga el aguacero. ¡Hasta esa suerte de no mojarme ni con una gota!

Como en una película en review, me acomodo en el mismo sector en que había venido, en el bar con música en vivo, dispuesta a seguir disfrutando!

Bon voyage!







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