La mañana me
sorprendió con el brillo del sol sobre el lago
Pingvallavatn,
y tras el café, Herg me
señaló el recorrido del día: iríamos al Geyser del Golden Ring. La excursión típica de los turistas! Se acabó
la Paz de las montañas del Norte, entrábamos en “el circuito”. En fin, no es
cuestión de negarse…
Al ser Islandia una isla plagada de volcanes, algunos
extinguidos, y otros en constante erupción, la tierra exhala vapores por
doquier.
Es por eso que ves fumarolas a cada rato, en distintos puntos de todos
los trayectos.
Y es por eso también, que tienen baños termales por todos lados, cada
pueblo o ciudad, tienen sus piscinas públicas con el agua a 38°. En todas las canillas, desde el aeropuerto, a lo bares o en las casas, el agua sale caliente ¡hay que enfriarla! para tomarla. Y exhala un minúsculo tufo a azufre, que tardás un poquito a acostumbrarte. De hecho,
calefaccionan las casa con esa misma agua caliente.
En Islandia pagas los
servicios por agua, electricidad, y agua caliente. Siempre en un porcentaje
fijo de acuerdo al tamaño de la casa o local, y no por consumo. No usan gas
para nada! Todos los artefactos son eléctricos, y al parecer, muy barato es el
consumo.
De hecho en Islandia, todos viven con las ventanas (y ventanillas)
abiertas un poco. Aún en invierno!
Primero porque aman y se jactan de tener el aire más puro, y segundo, es
tan fuerte la calefacción por radiadores, que se saturan de calor y abren las
ventanas! Sin importarles derrochar esa energía que les sobra por todos los
rincones.
Lo mismo que cada catarata es una central hidroeléctrica! y el costo de ese impuesto es casi nulo.
Volvamos a ser turistas: recorrimos la zona de los geisers,
aunque no me impresionaron tanto como los de Yellostone, aunque éste era más
generoso en periodicidad, ya que “saltaba” cada 5 minutos, y no 1 por hora,
como allá, que si te lo perdías, tenías que esperarlo un montón.
De allí a
Sigridastigur, o algo así! qué más da… lo importante, o mejor dicho,
imponente, es la cascada, bellísima! Aunque el mundo de personas, subiendo y
bajando las escaleritas perimetrales, desvirtuamos el paisaje completamente (y
me incluyo!
Verdad que impronunciables??? |
Aunque mi ventaja era ir con
un guía localmente auténtico y no con uno de esos con paragüita en alto,
convocando a reunir su grupo)
.
Niceland es un mundo de cascadas,cataratas, saltos de agua,
vertientes, y cuanta belleza natural asoma entre sus rocas. Pasé por tantas y a
cual más bellas, que ya éstas, no me sensibilizaron tanto.
Prefería las de los
rincones aislados, entre cabras y silencios montañosos…
Cruzamos una manada de patitos por la ruta, que no tenían
ningún apuro en cruzar, y nosotros tampoco. Al parecer, en Islandia, tenés
permiso para casi todo.
Me llamó la atención que en las rutas no tienen marcada
la doble línea en las curvas, ni en las subidas. La máxima velocidad es de 90
kms./h. para todos el mundo igual, y a nadie se le ocurre pasarse. En los
puentes angostos o en los túneles, sólo se apela a la mirada diplomática, para
establecer quien pasa primero, y no se hacen ningún problema ni patoterismo.
Increíbles! La Paz que se respira aquí es admirable. Y a
los turistas no les queda otra que copiarse y seguir las reglas tácitas.
Creí que ya habíamos concluido el circuito, cuando Herg me
volvió a sorprender con otra parada: la laguna azul en el cráter del volcán
extinto Kerió.
Lo rodea la tierra roja de la zona y el verde de unos arbustitos
minúsculos. Una belleza! Que rodeamos en simpática caminata con Storm más que
contento.
Todavía una sorpresa más!
Me “avisó” (celular con fotos
mediante) que su hermana y su cuñado (lo supe porque ellos
hablaban inglés) nos esperaban para merendar en su casa, una bonita propiedad
con jardín delante de un golf.
Panqueques caseros con dulce de arándanos y crema! ¿Qué más le puedo
pedir a la Vida? Y pensar, que hay quién
no cree en Milagros! Y a mí me pasan todos!
¿Cómo se agradece “TANTO”?
Por de
pronto sólo aprendí a decir Tactac
(gracias) y cómo lo repetía a cada rato, ante todo lo que Herg y su
gente, me estaban ofreciendo, ellos se rían de mi “Tactactactactactactacccc….”
Finalmente llegamos a Reykiavic y entonces le marqué en el
mapa de la ciudad, el lugar de mi hostel, en el que había estado, la noche de
mi arribo a esa ciudad, dispuesta a la despedida oficial, después de semejante
viaje y tras 5 días de “comunicación” por señas.
-“De ninguna manera!”- pareció decirme. Y sin darme lugar a
opción, me llevó a su casa. Una impresionante mansión, con más de una docena de
zapatos, zapatillas, y chancletas en el porche de la entrada, y otras tantas
camperas y abrigos en el perchero.
Sorprendida me reí, y era la confirmación
que vivía sólo y al parecer, muy holgadamente, a pesar de su pinta de granjero
de los primeros días.
Una vez más, confié en su caballerosidad, y no me
defraudó. En ningún momento, me sentí amenazada, ni seducida, ni nada que se le
parezca, al contrario, me trataba “como un padre” otorgándole lo mejor a una
hija querida. (Aunque yo deducía que no era mucho mayor que yo).
Dejamos las cosas, Storm se dio una panzada de rascada en la
alfombra, y salimos para el supermercado, ya que yo le había prometido cocinar
la cena.
Nos paramos a contemplar el anochecer sobre el mar, ya que yo le
recriminaba en broma, que lo único que me faltó de Niceland, era ver el auspiciado sol de medianoche.
En ese momento, se corrieron un poco las nubes y un rayo
rojo apareció en el horizonte.
Bonito fin del día…
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