Apenas cruzamos la frontera, edificios de una arquitectura totalmente diferente se presentaron al borde de la ruta. Infinitos “monoblocks” de entre 4 o 5 pisos, muy cuadrados, más que racionalistas, con ventanas oxidadas, sin balcones y ninguna flor… en franco estado de abandono, aunque habitados por centenares de polacos que pululaban entre mercados y calles colmadas de carteles, ruidos y autos tan deteriorados como ellos.
Evidentemente, la diferencia económica entre ese país y su vecino germano, es notoria desde el primer aprouch. Alemania con sus chalets de piedra con canteros de geranios rojos colgando, sus albercas plenas de dalias lilas y porchs vidriados con duendes y maripositas de cerámica colgando entre tejados de pizarra, cobijando BMW o Mercedes lustrosos, no tiene nada que ver con los rejuntes de chapa sin matrícula ni faroles de los modelitos de autos cincuentosos que usan los polacos en estas primeras ciudades fronterizas ni con las caravanas que circulan por toda Europa con sus desbordes de lujo para campings como colmenas.
Ya anochecido el día sobre el río, buscamos el cobijo de una
arboleda junto al agua, y cuando se alejaron los últimos autos, nos instalamos
“como en casa” a armar la cena y el dormitorio ambulante. Fue otra noche
pacífica y arrulladora de buenos sueños.
Jv. 26/8
Mientras armaba la mesita para el desayuno, con centro floral
recién cosechado, Maxi fue de incursión a un posible “baño”.
Volvió desconcertada diciendo que había descubierto un “UFO”
entre el yuyal adyacente. Por única explicación me dijo que era “un coso” de
cemento “gigante” (¡?). Mi curiosidad indómita, dejó las tostadas plantadas y
fuimos a investigar como si se tratara de un león escondido entre las malezas…
Un bloque compacto de hormigón de 2 x 2 x 3 metros con un
agujero a modo de entrada de algún ser vivo y/o salida de boca de cañon, nos
remitió al pasado bélico que tuvo lugar en esta región durante la 2° Guerra
Mundial. Se me erizaron los pelos y se me ennegreció el corazón al palpar la
rugosidad de ese callado cubo allí olvidado de la compasión humana. Vaya a
saber su historia, y a qué soldados habrá albergado adentro, o qué víctimas se
desangraron a su alrededor… Salí corriendo como si aún fuera a disparar, mi
alma necesitó alejarse con la velocidad de quien se siente amenazado por un
rayo de furia y desconsuelo. Empacamos las cosas del desayuno, y sin poner
ningún orden en la camioneta, nos alejamos de ese paraje triste.
Anduvimos un rato, hasta una arboleda que bordeaba una playa
luminosa.
Varios autos viejos, en un parking adyacente, nos remitían a un caminito en subida por una colina empinada. Al llegar a la costa elevada, entre las rocas y las ramas, volvimos a divisar otro “bunker”!!! obviamente de avistaje a las naves enemigas en ese inmenso y desolado mar.
En silencio bajamos la loma con el alma anudada en búsqueda
de un lugar más apacible…
Decidimos preguntarle a una señora
sentada en la vereda de ese minúsculo pueblecito. Le preguntamos en correcto
inglés y nos miró como a marcianas. Maxi apeló a su alemán natal y nada obtuvo
por respuesta. Entonces apeló al internacional de los gestos y las señas: Con
sus casi dos metros de estatura, alzaba sus corpulentos brazos en forma de ramas
del antiguo “oak” que buscábamos y se balanceaba con la interminencia de una
brisa suave. ¿Se imaginan la cara de desconcierto de la señora? ¿Cómo
interpretar que dos “señoras extranjeras”, recién arribadas en una camioneta
desconocida, buscaran en un pueblo mínimo, un árbol gigante? No sé cómo, pero
nos ayudó un montón con su mano derecha indicándonos que hacia la izquierda
había un “auto, auto, auto!!!”. (leer con acento polaco, ja!) Sin saber a qué
se refería, y no habiendo más opciones ya que parecía ser el único ser vivo, o
despierto, en ese paraje, nos dirigimos hacia allá unos 300 metros hasta dar
con un taller de reparación de “autos”. El mecánico tenía su cabezota metida
dentro del capot y un perrito inofensivo nos ladraba la llegada. Resultó que él
señor sí sabía hablar en alemán, pero no tenía idea de ningún árbol antiguo, a
menos que sea…. El que está atrás de la
capilla del pueblo vecino! Con la
confianza de la victoria, hacia allí nos dirigimos.
Ustka, otro pueblo fantasma presidido por el silencio de un
candado en la reja que bordeaba la única capilla, enredada de Santas Ritas en
flor. A pocos metros del atrio, un enorme roble con cartel! aseveraba los
dichos del Google. Hermoso y majestuoso nos invitaba a su encuentro, así que no
hubo más remedio que pasar por encima de la verja para abrazarlo y salir en la
foto que se merecía.
Aprovechamos su sombra y su cobijo para armar nuestro picnic
de almuerzo tardío, antes de seguir viaje…
Agradecidas y encantadas volvimos a la ruta costera en búsqueda
de nuestro “alojamiento” nocturno: otro bosquecillo oculto.
Vr. 27/8
En el Parque Nacional de Slowinsky se encuentran unas enormes
dunas de blanca arena, al parecer un fenómeno de la Naturaleza para promover el
turismo de los polacos en esta región.
Dejamos la Traffic en el único parking habilitado antes de
iniciar el recorrido de 5 kms. a bosque traviesa para llegar hasta el indómito
sitio.
Como era de esperar, semejante tramo lo cubren carritos eléctricos y trencitos colectivos por el módico precio de un ojo de tu cara. Las personas mayores, o las familias con pequeñitos y cochecitos no tienen alternativa, ya que con la consiguiente vuelta sumarían 10 kms. muy difíciles de resistiir.
Maxi tiene una cadera con algunos dolores temporales por lo
que se acogió al beneficio de pagar para ser trasladada, pero esta hormiga
prefirió lucir sus cualidades deportivas y hacia las dunas, sin prisa y sin
calma, me dirigí.
Tras 1 hora entre perfumados pinares, llegué al punto
turístico acordado y disfruté de las vistas del océano desde la altura de un
médano cual “El Principito!”, y de una
multitud que oteaba el horizonte al igual que nosotras.
Volvimos caminando por la fresca playa de mullidas arenas y
ninguna conchilla, lo que fue un placer para la planta de mis pies y las
pantorrillas de Maxi.
Una nube negra crecía por delante de nuestra vista y unas
olas de viento cálido nos envolvían en torbellinos de esperanza de llegar a la
camioneta antes que la misma se descargue sobre nosotras…
Lo pedís, lo tenés!
Apenas llegamos al parking, un aguacero bautizó nuestra Traffic con la
intensidad de una manguera de bomberos voluntarios. No pudimos menos que
sorprendernos de nuestra buena suerte!
Por la tarde decidimos visitar la punta Nerd, donde apenas
llegar nos sorprendieron carros con soldados vestidos como para la guerra, con
armamentos colgados de sus jeeps y habanos entre sus barbas, sacándose fotos en
pose sonriente, por doquier. No sabemos que festejaban, pero salimos
despavoridas hacia lugares más pacíficos y solitarios, como el que encontramos,
una vez más, para pernoctar entre la verde foresta plateada de luna.
28/8
Decidimos tomarnos un rico café en la playa de Zappot antes de emprender los 600 kms. que nos separaban del lago elegido para el almuerzo.
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