miércoles, 4 de agosto de 2021

Ya en Alemania...

 

 No hay ninguna línea en el piso de la ruta, ni ninguna garita, mucho menos un coche patrullero ni gendarme alguno, entre un país y otro. 

El único modo de saber que has cambiado es el aviso de Movistar anunciándote que el roaming sigue vigente (claro! Lo has pagado con creces!) y/o el mensaje de la Cancillería Argentina anunciándote que ante cualquier dificultad, tendrás apoyo en la sucursal de Berlín. ¿Cómo m. saben esos malditos satélites por dónde ando, si tengo desconectada la tecla “Ubicación” en mi aparatito, justamente para evitar estas intromisiones en mi privacidad viajera? En fin…


Me dí cuenta que sería muy complicado seguir a dedo (idioma incomprensible + falta de mapa papel para ver la línea imaginaria en plenitud + lluvia copiosa e intermitente + fatiga declarada impostergable = vejez? + ganas de llegar pronto a encontrarme con mi amiga). 

Decidí entonces, renunciar a la aventura y convertirme en burguesa que toma el tren en una estación y baja 500 kms. más allá, en un tirón de 5 horas ininterrumpidas, disfrutando del silencio de una ventanilla anónima y siesta recomponedora. Maxi me estaría esperando en Hannover, en el andén, como en las películas! Y eso me llenaba de ilusión… aunque la boletería se encargó de vaciarme otro tanto del bolsillo. En fin, sarna con gusto, a veces pica!

Me puse al día con la lectura de un libro sobre el calentamiento global mientras el tren pasaba causalmente por las zonas afectadas por las terribles inundaciones de la semana anterior, donde 130 personas perdieron la vida. No dejo de AGRADECER lo afortunada y guiada que soy, que mientras muchos la están pasando realmente difícil, llenos de miedos y miseria, yo voy disfrutando de la vida con la misma ingenuidad que Heidy y sus blancas ovejitas por las praderas germanas…

Para mí sorpresa, en Franckfurt station, el tren quedó detenido 35 minutos, y en la siguiente estación otro tanto largo rato. Finalmente anunciaron por los parlantes que llegaríamos a destino con 1 hora y diez de retraso! Me sorprendí ya que creía en la puntualidad de los alemanes tanto como en la de los japoneses, pero a decir verdad, me sentí un poco como en casa… Además que la pareja que iba sentada detrás de mí, en un momento sacó un mate grande y se dispuso a cebarlo. No pude con mi curiosidad y entablé el diálogo directamente en castellano: -¿Uds. son de acá?¿Entienden qué están diciendo por el altavoz?   Inmediatamente se multiplicaron las sonrisas y me tendieron el mate, a la vez que en simpático “paraguayo” me contaban que venían de sus vacaciones en su tierra natal pero que hacía 30 años vivían en Hamburgo. Y además hablaban guaraní!  Qué pequeño es el mundo cuando uno abre el corazón…

Finalmente llegué a Hannover casi a medianoche y mi fiel amiga me aguardaba con su hermosa sonrisa, su perro Oshi y su Traffic roja para conducirme a la casa de su hija Ricca, donde pernoctaríamos después de una larguísima charla (en inglés primitivo, lógicamente!) casi hasta el amanecer. Nos la debíamos!

A la mañana siguiente, Ricca había dispuesto la mesa para el desayuno al mejor estilo alemán, con varias variedades de panes llenos de cereales y semillas, abundante manteca, frutas y 3 tipos diferentes de quesos. Me sentí homenajeada como una princesa, aunque mi estómago no pudo recibir tantos halagos y debí aceptar mis límites hasta la siguiente ocasión. 


Más tarde fuimos a una dietética “bio” a hacer las compras y yo no podía entender ni una etiqueta de los miles de productos que allí se vendían, sólo sorprenderme con los precios de la fruta y la verdura, el doble que en Francia, y cuatro veces más que en España! 

Desconocidas maquinitas para hacer café, o agregarle burbujas a tu agua, o aspiradoras cibernéticas o cortadoras de césped tipo robotita (con aspecto de ratón gigante sin manijas!!!) En fin, otro mundo… 



De vuelta a la casa, más lluvia, más charla y más siesta….   Hasta la hora de la merienda con una exquisita torta de queso y frambuesas, y aunque no sé si sería elegante, me chupé los dedos!  Uhhhmm…sin desperdicio…

 

9-8-21

A la mañana siguiente, tras la despedida con idéntico desayuno más una barrita de chocolate “After 8”, uhmm.. con menta! mis preferida! y 200 kms. más al norte, nos dirigimos al jardín de flores de Bach de Amein Helm, una amiga de Maxi, que desde hace 40 años cultiva una sucursal del edén en la tierra! 









Millones de flores por doquier, frondosos árboles cargados de manzanas, ciruelas, nueces, duraznos y limones; un laberinto de piedras de cristal, el laguito para sapos e irupés; el bosquecito para las tortugas (por cierto,  ¿sabías que adoran masticar flores amarillas?), cientos de pájaros revoloteando junto a coloridas mariposas, y un gato negro muy guardián. 

La dueña y hacedora es una Ángela que nos esperaba con café, anécdotas, y otra torta de queso!  ¿Qué más se puede pedir cuando uno está de visita en el paraíso?  Sólo Agradecer y Sonreir… aceptando las bendiciones que el Universo me regala a cada paso…





Ya de vuelta en la granja de Maxi, dimos de cenar a Sasha y Tibek, sus dos viejos hermosos caballos, y arreamos las ovejas hacia el corral. 







Una de ellas, de tan gorda y pesada, había resbalado en un barranco y no se podía levantar por sí sola, por lo que debimos ayudarla! Fue mi primera vez de tener que tironear los cuernos por delante mientras Maxi le hacia upa por debajo del vientre, so pena de que quede toda la noche bajo la lluvia que ya se avecinaba.  

Cuando logramos pararla, lejos de agradecernos, nos dio la espalda, y nos regó la visual con un largo pis frente a nuestras narices. En fin, quizás así dicen “gracias!” las ovejas germanas.

 

10-8-21

A La mañana siguiente limpiamos dos de las cabañas de alquiler para el cambio de turistas y a la tarde nos fuimos a visitar otra amiga en Lubek. 



No dejo de asombrarme lo verde que es todo por aquí. Una continua cortina de árboles tan altos que ensombrecen la ruta dan marco a los campos amarillos de trigo listo para cosechar. 


Como un túnel natural, los tilos forman una bóveda continua sobre el pavimento, no existe banquina alguna, por lo que el verde avanza hasta el mismísimo camino. 

Cada tanto una mancha azulada esconde algún lago entre el follaje 


Silenciosas bicicletas erectas se deslizan por callecitas de piedra, tejados de heno cosido encierran galpones de húmedas maderas, formando mansardas truncadas en los altillos donde herrumbadas veletas señalan el norte.


















Muros de ladrillos muy rojos formando guardas entre las vigas salvajes de  los entramados en diagonales. Aún silabean humos desde las chimeneas de las antiguas casitas, con sus inmaculadas cortinas bordadas tras las ventanas de vitraux y postigones oscuros. Infaltables canteros rebosantes de flores multicolores cuelgan desde las mismas y algún gnomo reposa travieso en el alfeizar. 

Los jardines son obra de arte de las ancianas lugareñas dedicadas al cultivo de sus canteros con cientos de detalles colgados entre las ramas: estrellitas de vidrio, angelitos de cerámica, hadas de tul, pajaritos torneados, mariposas de papel, ardillas pintadas en los zócalos o lirones ocultos entre piedras dispuestas alrededor de alguna canasta plena de manzanas recién cosechadas. 

Todo ensueño de un cuento de los hermanos Green. Parecen pueblecitos pintados por un artista naif, uno tras otro, en una continuidad sin fin de deleites y sorpresas para el ojo dispuesto a la curiosidad.

La municipalidad de Lubek había organizado una plazoleta llena de cajones de flores entremezcladas con hierbas y frutos comestibles, en medio de la ciudad, y al parecer, una linda atracción turística entre foráneos y locales. 







Después de deleitar la vista, deleitamos nuestras pancitas con otra torta de queso y buen café!




A la vuelta, al atardecer, detuvimos el auto a la vera de un camino cualquiera y nos adentramos entre esos bellos pinos de descubiertos troncos rojos hasta el alto final de sus copas etéreas. ¡Oler el aire es estar más cerca del cielo!




Oshi feliz nos marcaba la delantera, mientras yo buscaba duendes entre las ramas. No se dejaron ver, pero podía sentirlos, estoy segura, estaban allí con toda su magia.

Por la noche, debimos mudarnos otra vez de cabaña. Esta vez nos tocó un viejo vagón de chapa, en pleno estado de restauración. Es decir, sin terminar! ja! 




Era como sentirme un poco en casa, sumada a la belleza de ver las estrellas a través del gran ventanal, y despertarme con la bola de fuego roja del sol  apenas las 6 am. sobre mi frente.

 

11-8-21

Maxi coopera una vez por semana en una huerta comunitaria, así que hoy tocó cosecha de cebollas. Bajo el rayo de sol, a la antigua, la espalda doblada como para que te duela el resto del mes, llenamos 3 carretillas a tope y luego acarrearlas 500 metros hasta el galpón de disecado. 










No es precisamente un trabajo digno de unas “vacaciones” pero fue muy vivificante. Tras la jornada, todos los cosechadores comparten un almuerzo. Hoy fue sopa de calabaza, con basílico, tomates cherrys y mozarella. Todo delicioso y con el agregado del sabor de lo recolectado con nuestras propias manos.

Siguió la semana entre visitas de simpáticos amigos de Maxi (siempre me presentan como la exótica argentina, aunque después se ponen a charlar en alemán y no entiendo nada) y trabajos varios en la granja, lectura de libros y comidas ricas, un tanto más que apetitosas en cuanto a calorías.Por suerte hoy nos toca en turno vespertino, una clase de line-dance! Veremos de recuperar la silueta… ja!




Al volver ya casi oscurecido el campo, faltaba nuevamente una oveja en el corral. Maxi salió a buscarla y volvió enseguida con la cara triste: la encontró muerta entre un yuyal alejado del barranco. Se ve que la pobre vieja ya andaba buscando su propia despedida en paz. Mañana nos tocará hacer un gran pozo donde enterrarla. Supongo que la espalda me dolerá más de lo previsto, pero a falta de caballeros presentes, nos tocará a nosotras sin remedio!

 

12-8-21

En fin, en vez de estar aprendiendo de bonitos castillos de emperadores austro húngaros, museos o historias bélicas varias, esta vuelta, me está tocando la conexión con la vida, en las formas más insospechadas, diría “fuera de programa”. Esto para corroborar que soy de las que no les gusta hacer demasiados planes, entonces el presente se encarga de sorprenderme!

Dicho y hecho, anoche paleamos hasta quedar exhaustas! Por si no saben, una oveja pesa casi 100 kg. y mide poco menos que yo, así que la fosa fue casi como para un humano…  Sólo que llegó un momento, que yo ya prefería tirarme adentro que seguir sacando tierra… En fin, nobleza y amistad obliga!

Dicho sea de paso, Maxi mide 1,92 y su espalda duplica la mía, además de contar con un curriculum de granjera desde hace 50 años y haber enterrado ya 3 caballos, 7 ovejas, 5 perros, 2 gatos y unas cuantas gallinas (porque es vegetariana y no se las come). O sea, de a ratos hice un poco de “mula” y cada 2 paladas de ella, iba 1 mía. Finalmente, exhausta, me dediqué a cortar flores para el respetuoso funeral. Maxi la cargó en la carretilla (con mi asquerosa aunque voluntariosa ayuda) y una nube de moscas formó el cortejo hasta el pozo previsto a 300 metros (por suerte no era en subida!) y allí la lanzó de un solo movimiento. No me pareció prudente a la intimidad de la oveja, andar sacando fotos en ese momento, sorry!

Luego siguió el turno de echar la tierra encima y apisonarla bien para que no haya oxígeno y así evitar los nauseabundos olores. Toda una técnica! Finalmente depositamos las flores y le deseamos felices sueños en su despedida. Debo aclarar que sus otras 4 compañeras (o ex compañeras) de rebaño, ni se acercaron a despedirse, ingratas!



Por nuestra parte, una cena mínima fue suficiente antes de caer rendidas como nos lo merecíamos. Todas dormimos en paz…

 

13-8-21

Hoy tocó limpieza profunda de la Traffic para convertirse en nuestro nuevo hogar ambulante, aunque ya tengo certificado de nómade con creces (en 30 días, dormí en 27 colchones diferentes!). Había pelos de perro del año que le pidieras, manchas de café en los tapizados y polvo de los últimos 20.000 kms., pero gracias a las manos laboriosas, el poder de la aspiradora y de los super productos, quedó como nueva!

Luego llegó la cuidadora de los caballos, y por añadidura de las ovejas y de Oshi, y nosotras partimos entusiasmadas al Encuentro de Danzas Circulares que se organizaba 250 kms. más al norte. 30 Mujeres (pasaditas de la mediana edad), nos convocamos a danzar en el amor y el envío de luz al planeta, que tanto necesita en estos tiempos. 





La coordinadora tenía la gentileza de traducirme todas las explicaciones desde el alemán al inglés, y yo copiaba lo mejor que podía. Fue super conmovedor y sanador.

Evidentemente este viaje se está convirtiendo en un transitar por jardines preciosos donde la naturaleza en silencio te va llenando el alma con nuevas energías.

Y no sólo energías espirituales, también de las físicas! Porque nos alimentaron como para no desfallecer ni por un instante: desayunos con variedades de panes llenos de semillas varias, mantecas con y sin sal, mermeladas de todos los colores, tortas de cien ingredientes diferentes, mufflis, avenas, yogurts, frutas del mundo entero, e infaltablemente una selección de quesos que daría envidia a los franceses. Luego canilla libre de cafés (expresso, macciatto, con crema, lungo o tutti cuanti(, tés en bolsitas de nombres irreconocibles pero de multitudinaria variedas), sodas, jugos, etc. etc…







A las 14 se servía el almuerzo como para afrontar la subida del Everest, eso sí! todo vegano y sin gluten!

Y a las 18, la cena –tenedor libre- con idéntica calidad y cantidad. O sea, a reventar!

A las 19,30 se seguía con las danzas hasta las 22, momento en que todas caían rendidas ante el kiosco de cervezas, vinos espumantes y otras delicatesen, para relajarse en las hamacas y sillones del jardín a la luz de la luna en media creciente. ¿Les conté lo diferente que es el cielo en estas latitudes? Mirar las estrellas buscando las que conoces y encontrarte con que te dieron vuelta el mapa celestial, es todo un nuevo mundo…

Finalmente, la agradecida dormida.

Así tres días de gloria y danzas, comida y nuevas amistades, hasta el domingo que retornamos felices aunque algo agotadas.

 



16-8-21

Hoy empezó el otoño sin aviso previo: lluvia, descenso abrupto de temperatura, viento y préstamo de pullover y campera de emergencia.

Al mediodía, Magdalena, una vecina viejita adorable, 




de cuentito con casita  Milka –gato blanco incluído- nos invitó a almorzar. Por suerte preparó una sopa cremosa, caliente y deliciosa. De postre: torta de queso, mi preferida!




Intentamos una caminata por el bosque aledaño, pero la fría llovizna interrumpió nuestros planes, sólo dio tiempo a las necesidades de Oshi.


Volvimos al refugio del vagón a continuar la tarde con lectura y mucha charla, para no perder la costumbre.

 

18-8-21

Sigue la lluvia. Las bicicletas nos aguardan para un paseo que no se concreta. Ya devoramos decenas de panes diversos con quesos diversos, de seguir así, volveré rodando a mi querida Patagonia. Avanzo con la lectura de libros pendientes, aunque la somnoliencia me invade más de lo deseado. Soy de las que prefiere el movimiento al sedentarismo, pero como siempre, la Naturaleza manda!  Así que aceptando el presente, y disponiéndome a una tibia siesta. Bye!


20-8-21

Por suerte, o no! paró la lluvia. Maxi se puso desesperada a cortar pasto, ligustrinas, yuyos, y todos los etcs. que su granja alberga. Por supuesto no era de buena educación, quedarme sentada leyendo, así que, rastrillo y hoz en mano, no tuve más remedio que seguirla e ir recogiendo en carretilla los restos de semejante brutal tarea. 

Mi “paraíso patagónico” me pareció un botón al lado de las hectáreas de esta fornida mujer. (Ella! Se entiende, verdad?).  Cuando ya las vértebras me temblaban de agotamiento, sonriente me ofreció la siguiente “colaboración”: Recoger las cacas del establo!!!!

Hacía varias semanas que nadie lo hacía y el solado estaba impenetrable, aún para los mismos caballos. Traté de disimular mi cara de “¿Y porqué yo?!” o “A una visita no se le hacen hacer esas cosas…” o simplemente “¡Qué asco!!!!!!!!” o “No pienso pagar este precio, no me lo merezco…” o excusarme con un “No sé cómo hacerlo, JAMAS he hecho algo tan indignante!!”, aunque instantáneamente recordé que cuando era chiquita leí un cuentito donde dos hermanitas debían ayudar a una viejita en una cabaña perdida en una colina. Tras los trabajos fueron recompensadas: al salir por la puerta, una recibió una lluvia de monedas de oro, mas la otra, una lluvia de alquitrán, en virtud de sus actitudes y predisposición en cuanto a lo realizado.

Como sé que la Vida me viene premiando de lo lindo con lluvias de privilegios, y Maxi me alberga con todo su amor (casa, comida, paseos, comparte sus amistades, etc.etc..) no podría negarme a este pedido tan…. Singular?  Por otro lado, más de una vez me jacté de que me encantan los olores a nafta, a pintura, y a bosta de caballos! (también sé que detesto el de ovejas y vacas) así que sin pensarlo demasiado, me concentré en recogerla lo más rápido posible para dar por terminada la jornada laboral. 

Lo trágico fue que tras cargar la carretilla, debí acarrearla 300 metros hasta “el compost” dispuesto en una pila tras dos tranqueras que debía abrir y cerrar a cada paso, de ida y de vuelta, para que no se salgan los animales. En fin, un extra!

Fueron seis carretillas completas a lo largo de dos horas más!

Cuando ya no me quedaba ni oxígeno para pensar, orgullosa dejé la hoz contra el establo y me retiré a mis aposentos (vagón) y caí fulminada.

 

21-8-21

Estaba lista la Traffic que Maxi había dejado en el taller para el service anual de control, así que me propuso ir a buscarla en bicicleta y volvernos en el auto. Lo que yo no sabía era que el taller estaba en otro pueblito “cercano”.

Tras dos horas y media de pedalear sin parar, lloviznas, viento en contra y colinas en subida incluídas, lo supe!  

También puedo alegar que fue un recorrido maravilloso a través de los bosques de hayas de esta región, bordeando un lago plateado, oliendo a tierra húmeda y a mi propio sudor, porque a pesar del frescor transpiraba como marrana. 


Creo que no existe palabra para definir ese punto exacto entre el placer y el sufrimiento, pero sería justamente ésa! Tanta belleza se me escapaba de apreciar ya que debía tener la vista muy atenta a las piedras, los barros o las raíces que interrumpían los senderitos. Las copas frondosas agitándose con la brisa otorgaban la oscuridad de los cuentos de ogros, mientras mi reloj biológico me inspiraba a llegar antes del siguiente aguacero.

Finalmente arribamos unos segundos antes de que el taller cerrara y nuestro viaje hubiera resultado infructuoso. Todo estaba en orden, pusimos las bicis arriba atadas y por suerte no tuve ni que apretar el embrague –no juego de chofer en esta vuelta- así que me dormí como un bebé que hubieran obligado a escalar el Himalaya. Verdaderamente, ya no estoy para estos trotes.

Cuando llegamos, Maxi me anunció alegremente que unos amigos nos invitaban a cenar a su casa. Otra vez necesitaría “esa” palabra: sufriplacer?

¿Cómo decir que no a semejantes buenas intenciones?  Lo cierto es que nos sacudimos un poco el polvo, peine, perfume y a sonreir!

Llegamos a otra granja en “otro” pueblito aledaño. (Nota aclaratoria: no cito los nombres porque son todos irreproducibles en lengua latina, y porque son tantos que no los diferencio, o terminan en burg o en dorlf o algo así, lo mismo me da, me dejo conducir…)

Ya desde el estacionamiento como para ocho coches, se podía ver una magnífica mansión plena de ventanitas con sus correspondientes canteros de flores al por mayor, y los corazones y estrellitas colgando de los alfeizars. Las vigas antiguas de madera en reticulados oblicuos bordeando los ladrillos en dameros formando guardas, el techo de paja cocida de más de medio metro de espesor, un portón digno de señores feudales, por no hablar del estanque con fuente central que salpicaba los irupés y cortaderas de su blando borde lleno de agapantus, jacintos y violetas. Los rosales de todos los colores imaginables, ascendían por farolas, esquineros y canteros salpicados en el verdor de una pradera exquisitamente cuidada, cual alfrombra viva de mullido césped. Aquí y allá, rinconcitos con alguna mesa coqueta, dos sillitas y el infaltable florero central con margaritas. Bajo cada árbol – algunos cerezos borravinos, un ciprés azul, manzanos cargados, abedules gemelos, olmos ancianos y tantos otros enormes y prolijamente seleccionados- siempre había un banco o reposera, con sus correspondientes almohadones floridos y acolchados, dispuestos a tus asentaderas.  Más allá una huerta de increíbles verduras más sanas que un jardín de infantes. Contaban con una cisterna de agua recolectada de lluvia atemperada para regar cada hortaliza de acuerdo a sus necesidades. En fin, un despliegue de lujos y armonía por doquier.

En el porch un grupo de elegantes comensales nos dieron la bienvenida. Eso es todo lo que entendí, porque del resto de las conversaciones, todas en alemán obviamente, no cacé ni medio. Ya me acostumbré a sonreir y a poner cara de interesada en lo que dicen, mientras mi mente divaga en otros planes. 

Me siento muy honrada a que me inviten a tantas reuniones, pero la verdad, es que me aburro bastante cuando debo guardar las formas y no poder moverme con libertad a mi ritmo y por donde se me antoje, y ponerme a leer un libro o mi celular sería una horrorosa falta de respeto. Así que a disfrutar de la belleza circundante ya anocheciendo…

En eso, el dueño de casa, nos ofreció una caminata hacia un sector de su campo, pasando por los corrales donde los animales se preparaban para su noni, y señalando una colina lejana, empezó a cantar a capella. Todos lo siguieron, y alguno empuñó una guitarra. En eso, un círculo rojo alumbró el horizonte y la luna comenzó a ascender tras la colina, entre nubes pudorosas. Fue tan emocionante… A la primera le siguieron otras cuantas canciones, que todos conocían, parecían un coro profesional!, fuimos bordeando el estanque hasta retornar al gran patio con el fogón listo para la cena.

Cada uno tomó un tazón de cerámica de la gran larga mesa dispuesta –con centros de mesa de flores seleccionadas obviamente para la ocasión- y tablas de madera con semillosos panes rebanados juntos a mantequilla como para tirar al cielo! Más allá una mesa con botellas de vinos de multitud de bodegas, y un cajón de cervezas para servirse libremente. A medida que el cucharón llenaba los potes, y nos sentábamos en los sillones asignados, comprobé que el “Uhmmmm” quiere decir “Qué rico!” en todos los idiomas!

A veces me pregunto, cómo mi vida puede ser tan TAN disparatada! Un día juntando merd equina y otro celebrando la luna llena con estas elegantes personas…  Se ve que mi péndulo anda cada vez más extremista… En fin, a seguir disfrutando!

 

22-8-21

Hoy nuevamente me tuve que disfrazar de Cenicienta, ya que hubo recambio de turistas en las 3 cabañas, y tuve que ayudar a Maxi con las respectivas limpiezas, hacer 12 camas (3 dobles), repasar 3 heladeras y mesadas, sacudir alfombritas por doquier, trapito a cuadros y veladores, sacar las basuras y poner bolsas, repasadores y toallas nuevas, etc. etc. Todo antes de la llegada de los siguientes a media tarde. La jornada incluyó además, la fiscalización de 5 turnos de lavados en el lavaropa y la respectiva colgada. Agotador!...  Cuando llegó la gente nueva, como yo la juego de mudita, y a esta altura tengo una facha que da pena, creo que me miran como la pobrecita sudaca que trabaja por casa y comida…, ja!

Menos mal que en dos días más, a Maxi se le acaban los compromisos y nos iremos juntas de merecido viaje hacia Polonia y algo más allá, veremos cómo nos trata el clima y los permisos fronterizos. 

Por de pronto, ya decidí guardar mi sueño de llegar a San Petesburgo. Como residente de la Unión Europea es necesaria una visa que además de carísima, tarda como 90 días en gestionarse. Como Argentina podría pasar sin ningún problema, salvo que mi pasaporte se me venció la semana pasada! UFFF!! Qué mala pata!, aunque nobleza obliga y no dejaría a mi amiga esperándome en la aduana dos días a que yo me pasee por los boulevares, museos y catedrales, y ella haciéndome el aguante encerrada en su Traficc.

 No es un buen plan para nadie, por otro lado, ya empezó el frío y yo aún ando con zoquetitos al tobillo y apenas un pullover prestado. Será en otra vida!, ahora subiremos un poco, pero ya pronto será tiempo de ir bajando a latitudes más amistosas. Veremos… veremos…

 

23-8-21

Esta mañana, mientras desayunábamos nuestros copiosos panes con manteca, Maxi me contó una historia un tanto extraña:

Hace unos diez años atrás, ella tenía trabajando en su granja algunos “burkas” (gente generalmente extranjera, rumanos, albanos, polacos, etc.) que lo hacen por temporadas a cambio de casa y comida. Un día apareció Ughh (Hugo) y se unió a su grupo de trabajadores.  Ya sabés, atender las caballerizas, cortar malezas, recoger la fruta de los árboles o las verduras de cosecha, dar de comer a las gallinas, etc.  Lo hacía tan bien, y era tan amoroso, y de edad apropiada (55), que finalmente se terminaron enamorando…   Unos meses más tarde, de repente, una mañana, se presentó una pareja preguntando por alojamiento en una de sus cabañas y pidieron recorrer un poco los jardines y dieron una vuelta por el terreno en general. Se ve que en un momento, vieron a Ughh trabajando con los fardos, y telefonearon a “otros”…    A los pocos minutos, un helicóptero empezó a sobrevolar la granja y varios patrulleros, a plena sirena, llegaron por la calle de acceso. La pareja (de policías encubiertos) esposaron a Ughh y se lo llevaron ante la mirada incrédula y sorprendida de Maxi.

Ella quedó tan preocupada, que al día siguiente llamó a la comisaría para saber exactamente quién era y que había pasado. Le contestaron que lo habían derivado a una clínica psiquiátrica de donde se había escapado unos meses atrás. Le dieron la dirección y ella corrió a averiguar con sus propios ojos. Recorrió los 200 kms. que la separaban de su casa y se encontró con que no le permitían las visitas, porque estaba arrestrado por un crimen que había cometido 25 años atrás y que aún le quedaban 10 años más de condena.

A ella no le cuadraron mucho las explicaciones y contrató un abogado para investigar un poco más y resultó que al parecer había sido internado por su padre –alcohólico y maltratador- cuando su madre los abandonó y así el padre recibía una pensión por supuesta invalidez mental de su hijo. Desde entonces vivió dopado, encerrado y sin posibilidad de defensa, ya que los supuestos controles anuales que le hacían, sólo servían para corroborar su incapacidad mental.

Maxi había comprobado que no era ningún incapaz, incluso fue inteligente como para fugarse y mantenerse por sí mismo unos cuantos meses, y que además era un ser humano bondadoso, sereno, trabajador, y con ideales. Decidió redoblar su apuesta y contactó con las autoridades del hospicio y pidió nuevos exámenes y evaluaciones, incluso logró revertir la falsa acusación y propuso que hiciera el resto de la terapia  domiciliaria bajo su responsabilidad en su granja. Tras infinitos papeles, lo logró, y así fue como volvieron a vivir juntos por 2 o 3 años, hasta que Uhgg le pidió separarse porque quería comprobar por sí mismo, su absoluta libertad de movimiento y mantenerse por sí mismo, sin un recuerdo constante de su pasado. Maxi –que es una santa- lo entendió, y lo dejó con todo su amor, y quedaron como buenos amigos…

En estos días que estábamos organizando el viaje a Polonia y más allá, por dos o tres semanas, ella estaba muy preocupada porque no conseguía personal para quedarse a cuidar los animales, así que decidió recurrir a su viejo amigo e invitarlo a quedarse en su casa el tiempo que ella esté ausente.

Él aceptó gustoso, al parecer tenía disponibilidad, y en cuatro horas estaría llegando a la granja! 

Se me atragantaron las tostadas…

Sé que mi vida es algo novelada, pero nunca me imaginé estar durmiendo (la última noche que nos queda aquí) en el mismo dormitorio que un ex convicto, o ex…  condenado injustamente o ex simildemente, quizás asesino??? no sé!.... Se me vinieron todos los prejuicios y miedos juntos…  Debo decir que lo primero que pensé es en poner a buen ojo mi mochila con todo mi dinero y los documentos, la cámara de fotos y la notebook. O sea, yo ya lo estaba condenando sin ni conocerlo y sin que el pobre haya ni visto mi mochila, soy tremendamente asquerosa! Y yo que me creo tan buenita, me dí cuenta que sigo siendo una juzgona discriminatoria, creyéndome mejor que otros, 0 piedad por las historias de los demás, en fin, una porquería de persona…

Obviamente puse de cara de “todo bien” y seguí untando mientras acallaba mi alma criticona, disponiéndome a esperar los próximos sucesos.

Después de pasarme la mañana recogiendo manzanas del piso de  debajo de los manzaneros (algunas ya podridas y otras a punto) para terminar juntando diez baldes que tuve que trasladar al establo de los caballos para tenerlas de postre-premio para ellos, ya que Maxi no llegaría a hacer las mermeladas que prepara todos los otoños.  Me quedó la espalda rota de las incontables agachadas y post selección. Si mañana nos queda tiempo, juntaremos más para llevarlas al “prensero” que una vez al año, le prepara los jugos concentrados. Por mí parte, ya prefiero tomar agua de la canilla… Estoy agotada de trabajos forzosos!

Pasado el mediodía fuimos a la estación de trenes de Lubek a buscar a Ughh. Me sorprendió lo alto, flaco y muy rubio que es. Sólo portaba una mochila negra y estaba muy bien vestido con jean limpios y una camisa azul. Se sonrieron de inmediato al reconocerse, y un gran abrazo los unió por unos segundos. Yo parada mirando la escena, hasta la correspondiente presentación. Seguramente para él, yo pasé a ser “la extraña” o ´”la exótica”. Así son las cosas…

Maxi compró una especie de facturas (de manzanas, ja!) y volvimos a la casa a disfrutar un buen café. Ughh habla perfecto inglés por lo que pudimos conversar amenamente y se super interesó por mi amor a los árboles y me demostró su buen conocimiento de las plantas en general.

Parece buena persona, pero en el fondo, a decir verdad, no se me borró el miedito, y estoy contenta de ya irnos mañana…

 

 

Martes 24/8

Sin ningún apuro, retiramos cosas inútiles de la Traffic, y acomodamos nuestros petates para la travesía, rumbo norte, siguiendo la costa del mar Báltico  (en principio!, conmigo nunca se sabe…): bolso de ropa, bolsas de dormir, bolsón de papel higiénico, y algunos víveres + botellas de jugo de manzana para ser obsequiadas en caso de favores recibidos al paso. (Maxi es muy previsora! Y la Traffic no se queja del peso excesivo)

Para despedirnos del bosque cercano a Ratzburg y hacer tiempo hasta el almuerzo previsto con sus amigos, fuimos de caminata al jardín de infantes que funciona en un claro del mismo, entre tupidos pinos y hayas enormes. Lo que menos me esperaba era encontrar que la escuelita funciona en un vagón de tren parecido al mío!

No estaban los niños porque justo habían salido de excursión, pero la atmósfera reinante, con todos los chiches colgados de las ramas, los lápices y láminas de colores en la larga mesa de tablones, adornitos naturales por aquí y por allá, insuflaban un clima delicioso de paz y alegría infantil entre el silencio interrumpido por algún pájaro curioso y el crepitar de las hojas mullidas en el mullido camino al acercarnos.

Estoy convencida que esos niños, educados entre ardillas y hongos, crecerán con tal armonía en sus corazones, que serán los voceros de un mundo mejor en las próximas décadas…

Finalmente almorzamos en el típico restaurante bio de Lubeck, junto a sus amigos y emprendimos la ruta con dirección Rostock para pasar a visitar a otra de sus hijas que allí vive e incursionar en la primera playa báltica al norte de Alemania. 







Tarde grisácea, mucho viento, muchísimos turistas y sus consecuentes autos y barullo, salimos disparadas a experimentar nuestra primera noche “a bordo”.

Maxi ubicó en el Google map una foresta alejada de “la civilización” y allí, entre arbustos, nos mimetizamos con el entorno, a pesar del rojo inteno de nuestro vehículo. Institucionalizamos la cena de panes y quesos varios, algún morrón, alguna fruta y las infaltables cervecitas para brindar por el inicio de la travesía!

& Good night angelitos guardianes del bosque, Tánkeyen!

 

Mierc. 25/8

Despertada entre brezos, lavandas, margaritas y malezas no clasificadas! Canto de gorriones entre las ramas, y una luz serena para una jornada prometedora.

Ritual de desayuno a la carta (calentador a garrafa mediante) y yuyos w.c. a disposición.

Cumplido el servicio, emprendimos hacia Ivenaak donde la visita a un roble gigante nos esperaba con su paciencia de 1200 años. Maravilloso!







Es un parque de protección a estas maravillas. 


Allí han armado un circuito de rampas “entre las ramas” donde vas ascendiendo junto al aroma de las hojas y el color de las diferentes cortezas que te acompañan a lo largo del circuito, para ir metiéndote entre las copas hasta sentirte mono, ave, musgo o picaflor. Tú eliges! Precioso! Desde lo alto, tras la protección de barandas con explicaciones sonoras y táctiles para los niños, la vista de los mil verdes paisajes circundantes, con algún castillito perdido en la lontananza y todo!







Con el alma colmada de sensaciones boscosas, volvimos a la Traffic a recorrer los últimos pueblitos alemanes rumbo a la frontera con Polonia. El corazón comenzó a dudar de si podríamos pasar sin los consabidos certificados de vacuna o antígenos, pero al divisar los carteles de la UE con estrellitas, nos tranquilizamos de saber que ya la habíamos cruzado sin habernos dado cuenta y sin que ningún control nos hubiera detenido. 


                                            Me seguís?....


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Si querés, dejame aquí tu mensaje o compartime tu Milagro...