jueves, 9 de septiembre de 2021

Francia 2


Salir de una ciudad grande a dedo tiene sus complicaciones, así que acudí al método Bla bla car a mi manera, que consiste en contratar un viaje corto desde el centro hasta la primera población en las afueras y pedirle que me deje en alguna gasolinería sobre la ruta en mi dirección elegida.

Como no me gusta repetir caminos, curiosidad siempre activada, decidí bajar hacia Grenoble, y de allí continuar hacia Grasse, donde sabía que mi amiga Mimí y su familia, me estarían esperando con los brazos abiertos. Para 900 kms. como meta del día, era una buena posibilidad!




Y así fue! En Grenoble admiré los altos Alpes a la izquierda, conducida por un simpático chofer local que me dejó junto a la camioneta de un turista alemán que picniaba su almuerzo bajo la lluvia. Me convidó de su ensalada de aceitunas y proseguimos el camino hasta su destino en Sisteron. 








Allí una jubilada de mi edad, que llevaba anotada la ruta en un papelito, a mi vieja usanza! me dejó a la salida de Castellane, con la vista de una intrépida capilla en la cima de una alta montaña, preciosa! 

En un santiamén apareció George, 



mate en mano al volante! Ante mi sorpresa de ver un francés mateando con termo y todo, me contó mientras me convidaba la preciada bebida, que había vivido varios años en Brazil y le había convencido el gustito amargo.




 Antes de atardecer, me dejó en la placita de la estación de buses de Grasse, donde ya Mimí había estacionado para darme la bienvenida. 


Once horas para 900 kms. de camino de montaña, nada mal, verdad? A veces, hasta a mí me cuesta creer lo afortunada que soy! Evidentemente nací con un GPS angelical en mi alma viajera!

Antes de ir a su departamento, honramos al sol poniente de dorados rosas desde lo alto de una colina con la costa azul del Mediterráneo en la lontananza…Regalo de los dioses!




Su marido Jean Christoph y su hijo Guillon nos aguardaban con la cena puesta en el balcón, con farolitos de colores y la gata mimosa ronroneándome a los pies. Se extrañaba a Laeticia, la hija mayor, que había partido a Marseille para iniciar sus clases en la facultad. Excelente excusa para ir a visitarla en los próximos días…

Agotada y feliz, ocupé su camita de princesa.

 

10/9

Acompañé a Mimí a su trabajo en un voluntariado con emprendedores bio y participé de un taller de sofología, mezcla de meditación con yoga livianito.Almuerzo comunitario con los productores de agricultura natural y posterior paseíto por la ciudad. Visité la histórica perfumería Fragonard con su museo de envases y la consiguiente multitud de turistas comprando fragancias. Más me hubiera gustado visitar los campos de cultivos de flores, pero no pudo ser… Debí contentarme con el avistaje de vidrieras de exóticos bombones petit fours, cerámicas decoradas a mano, adornitos soplados en vidrios coloreados, ropa artesanal carísima, bolsos, carteras y zapatos muy franceses chic, y otras delicias del mercado consumista para extranjeros ricos.

Tras una merienda de exquisitas croissants, nos fuimos en familia a recorrer Cannes. 


El despliegue de lujosos yates en el puerto bordeado de restaurants de alta gama y personajes cuasi siniestros (tanto dinero me da nauseas…). Damas tostadas luciendo atuendos de colección y perritos con moño de peluquería junto a caballeros de poderosos relojes, super motos y autos descapotables de última generación. En fin, no es el mundo al que aspiro…










Sin embargo, me divertí mucho bajando las escaleras de alfombra roja donde se realiza el famoso festival Internacional de Cine, sintiéndome una estrella de mi propia historia!

Armamos un picnic en la playa, a modo mucho más humilde, aunque riquísimo de cariño y anécdotas compartidas en familia, bajo la luna llena.

Caminamos largo y distendido por la costanera antes de volver a la casa, con el corazón rebosante de nuestro encuentro, tras cuatro años de habernos extrañado tanto…

 


11/10

Mimí y yo partimos al encuentro de Laeticia en playita de Fréjus, mucho más a mi medida que la famosa Saint Tropez y otras varias de la zona.

La niña había crecido vertiginosamente convirtiéndose en una hermosa muchacha pronta a su emancipación. Bonita y adorable! Estaba orgullosa de seguir mis pasos de arquitecta aunque el pánico del debut en sus clases en la semana entrante, la tenían bastante nerviosa.   













Aprovechamos a relajar en las olas turquesas de este bello enclave, con mucha charla, muchas fotos y muchas más vibras de aliento.




Al atardecer, pasada express por el supermercado para ayudarle a organizar su nueva casita en Marsella, un departamentito mini para su primera experiencia de vivir sola, aunque la mami la visitará seguido.

Nos honró cocinándonos unos crepes deliciosos con todas sus habilidades de anfitriona bien predispuesta. De postre, macaron gigante de frutilla! Armamos un colchón inflable para mi inesperada visita, y seguimos la charla hasta quedarnos dormidas.

 


12/9

Domingo de excursión a la gruta de Sainte Baume pasando por el Parc Nacional de Calanques, con sus esplendorosas vistas de macizos calcáreos altísimos y recortes del cristalino mar azul entre frondosos bosques, hasta divisar a lo lejos la mítica isla con el castillo del  Conde de Montecristo, de la novela de Alejandro Dumas. (Aunque a mí no me dio para tanto la vista ni la imaginación)










Al parecer, en estos parajes, vivió María Magdalena hasta su muerte y sus restos están enterrados en la cripta de una basílica que atrae a miles de peregrinos, como pudimos observar en el parking donde finaliza el recorrido.

Cientos de ciclistas hacen la escalada un tanto más sacrificada que los que vamos en auto, aunque lo más llamativo son las super poderosas motos que aprovechan los zig-zags de la ruta de montaña, para alardear de sus malabarismos en las curvas cerradas. Un delirio suicida!  Una extraña melange entre devoción y deporte, en fin…

Nosotras disfrutamos de nuestras ensaladas en tupper y en la infaltable tienda, adquirí un angelito de souvenir  para que acompañe a Laeticia en su nueva vida…





Así bendecidas y protegidas, emprendimos el descenso, hasta su casita, para deleitarnos con más crepes (de otros gustos y combinaciones) y encomendarnos a un buen dormir ante la exitación esperada para el día siguiente.

A descansar… bonne nuit!

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