Apenas llegar al Parque del Retiro, al ir a preguntar si ésa era la fila para entrar a la Feria, reconozco a Liliana, una compañera del curso de escritores con quien había concertado un encuentro.
Gran alegría al reconocernos después de año y medio de
intercambios vía whatapp y zoom mediante!
Recorrimos juntas las primeras casetas, revolviendo libros de
distintos temas y autores, mientras nos poníamos al día con los relatos de
nuestras vidas, hasta que el calor de la tarde nos obligó a un recreo.
Más tarde nos fuimos encontrando con otros compañeros y la
alegría iba in crescendo. Caminamos toda la tarde entre puestos y compra de
libros, tantos que elegí para la biblionido de mi querido bosque patagónico,
que ya no podía acarrear la bolsa, además de preguntarme cómo los enviaría a
destino…
Agotada llegué a lo de Moni para compartir una bonita cena
con su prima, también de visita. También argentina.
Nos pusimos al día con los relatos de mis derroteros hasta
que sucumbí al sueño, previo rearmar la valija para volver a partir a la mañana
siguiente.
Dónde??? Si acababa de
llegar!
Mi plan fue mudarme a un hotelito céntrico compartido con
Liliana, para poder quedar a la cena con los nuevos amigos escritores, y de
paso no saturar la hospitalidad de Moni, que ya estaba haciendo las veces de
hotelera intermitente de mis desvaríos viajeros, siempre sonriente y amorosa,
aunque con derecho a su calma y a sus ritmos. Yo, más que agradecida!
16/6
Pasé por el hotel de Lili a dejar la valijota y seguir para
otra jornada en la Feria.
Era el esperado día para la firma de ejemplares de algunos
compañeros ya publicados y posterior gran encuentro con la comida organizada en
un bonito restaurante.
El día se llenó de emociones, de abrazos, de fotos, de risas,
de brindis, de aplausos, de merecidos reconocimientos y de una genuina
camaradería.
Al anochecer, algunos fuimos a seguir la interminable charla
a un bar de cañas, como le dicen por aquí a las cervezas.
El grupo se fue desmembrando según ocupaciones de cada quien,
hasta que bien entrada la noche, culminamos comprando pizza en caja para degustarla
en el parque frente al hotel. Ya las cocinas de los restaurants habían cerrado,
y no era cuestión de cerrar el pico e irse a dormir, después de una jornada tan
nutritiva.
Finalmente las estrellas nos invitaron al adiós y Lili y yo
continuamos nuestra cháchara en la habitación, hasta caer vencidas por la
alegría.
Lili se propuso conocer algunos puntos turísticos de Madrid,
incluídos varios museos, y yo decidí quedarme a ordenar mis ideas y
pensamientos por escrito en el frescor del hotel, reparando mis piecitos aun
cansados.
Al atardecer nos juntamos con Leonor y José en un pituco
restaurant del barrio “pijo” de Salamanca, para celebrar la despedida en forma
más personalizada.
Intuir una amistad que se va gestando de a poquito aunque con muchos bríos, como
una criatura a la que vas aprendiendo a reconocer, es una felicidad inmensa,
llena de confianza y con la esperanza de dar lindos frutos.
Abrir el corazón y mostrar el alma, a cierta edad, ya no es
cosa fácil. Pero cuando fluye la magia de los sentimientos en común y los ojos
revelan la profundidad del “reencuentro”, todo indica un futuro por nacer para
mutuos crecimientos en armonía y bella paz….
Todo un lujo haber podido conocerte en persona y compartir parte de tu camino tan mágico, María! ¡Deseo muchos más tramos en mutua compañía!!
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