Pensé que si empleaba el día en hacer dedo para llegar a Madrid, me perdería de ver esta hermosa ciudad, que ya recordaba de mi primera visita en 2007, pero que bien se merecía un revival.
Decidí comprar un boleto de bus nocturno, y aprovechar la jornada para visitar la casa Battló,
la rambla, el barrio gótico, el puerto, la catedral del mar, callejuelas sin fin hasta la Sagrada Familia (solo por fuera, ya no me daba el tiempo), la Pedrera y correr con los pies en la mano admirando cúpulas, cornisas, capiteles, alabastros, marcos, portales y cuanto encierra el diseño modernista y la expresión catalana de la belleza.
Lamenté no llegar al Parque Güell, pero
bueh… como dicen, todo no se puede!
LLegué a la estación de autobuses justo a tiempo.
Me fui de lo más contenta, soñando con dormir sentada.
Pero para mi desdicha, me tocó un compañero de asiento turco,
o libanés, o que se yo de dónde, porque no le entendía nada de lo que se pasó
horas discutiendo a gritos en su celular con otro anónimo interlocutor.
Como el pasaje estaba completo, no pude ni cambiarme de
asiento, aunque nadie parecía darse cuenta del volumen ni de los evidentes
improperios que lanzaba como escupitajos en la oscuridad.
Tras varias horas de aguante, osé hacerle unas señas para que
bajara el tono o se aquietara. Sólo logré que me levantara el dedo mayor y me
gritara: “Vete a tomar por culo” en un español deformado.
No tuve ningún apoyo de ningún pasajero. Pensé en lo bien que
lo paso cuando hago dedo y sin pagar para pasarlo así. Apelé a mi sabiduría
interior para tratar de restarle importancia y mantenerme en calma. Por suerte,
se bajó en Zaragoza, a media noche.
Allí subió otro señor, MUY
gordo y oloroso, a ocupar el asiento recién desocupado y un tanto
bastante de mi propio espacio. No me quedó otra que seguir practicando la
paciencia y la aceptación. Finalmente pude dormir un poco en un asiento de la
estación de autobuses de Madrid cuando arribamos a las 6 de la mañana. Quedé
planchada hasta las 9, momento en que un guardia civil me indicó la prohibición
de estar horizontal en los bancos de la sala de espera.
Fui al baño a higienizarme, tomé un café de maquinita y me
fui al metro con dirección a la casa de
mi fiel amiga Moni. Llegué resucitada, y con todos los bríos de ir a la Feria
del Libro apenas abrieran a media mañana!
Todo bajo control…. Ja!
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