martes, 14 de septiembre de 2021

Me devoré Barcelona!

 Pensé que si empleaba el día en hacer dedo para llegar a Madrid, me perdería de ver esta hermosa ciudad, que ya recordaba de mi primera visita en 2007, pero que bien se merecía un revival.

Decidí comprar un boleto de bus nocturno, y aprovechar la jornada para visitar la casa Battló, 







la rambla, el barrio gótico, el puerto, la catedral del mar, callejuelas sin fin hasta la Sagrada Familia (solo por fuera, ya no me daba el tiempo), la Pedrera y correr con los pies en la mano admirando cúpulas, cornisas, capiteles, alabastros, marcos, portales y cuanto encierra el diseño modernista y la expresión catalana de la belleza.  





























































Lo que se dice caminar... caminé!!!

Lamenté no llegar al Parque Güell, pero bueh… como dicen, todo no se puede!

LLegué a la estación de autobuses justo a tiempo. 

Me fui de lo más contenta, soñando con dormir sentada.

Pero para mi desdicha, me tocó un compañero de asiento turco, o libanés, o que se yo de dónde, porque no le entendía nada de lo que se pasó horas discutiendo a gritos en su celular con otro anónimo interlocutor.

Como el pasaje estaba completo, no pude ni cambiarme de asiento, aunque nadie parecía darse cuenta del volumen ni de los evidentes improperios que lanzaba como escupitajos en la oscuridad.

Tras varias horas de aguante, osé hacerle unas señas para que bajara el tono o se aquietara. Sólo logré que me levantara el dedo mayor y me gritara: “Vete a tomar por culo” en un español deformado.

No tuve ningún apoyo de ningún pasajero. Pensé en lo bien que lo paso cuando hago dedo y sin pagar para pasarlo así. Apelé a mi sabiduría interior para tratar de restarle importancia y mantenerme en calma. Por suerte, se bajó en Zaragoza, a media noche.

Allí subió otro señor, MUY  gordo y oloroso, a ocupar el asiento recién desocupado y un tanto bastante de mi propio espacio. No me quedó otra que seguir practicando la paciencia y la aceptación. Finalmente pude dormir un poco en un asiento de la estación de autobuses de Madrid cuando arribamos a las 6 de la mañana. Quedé planchada hasta las 9, momento en que un guardia civil me indicó la prohibición de estar horizontal en los bancos de la sala de espera.

Fui al baño a higienizarme, tomé un café de maquinita y me fui al metro  con dirección a la casa de mi fiel amiga Moni. Llegué resucitada, y con todos los bríos de ir a la Feria del Libro apenas abrieran a media mañana!

Todo bajo control…. Ja!

 



















































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