Desperté en el hotel “del Artista” en la playa “Paraíso” con unas suaves gotas de lluvia en mi ventana. Tenía previsto partir para Granada, a dedo obviamente, así que mientras desayunaba, le pedí alguna solución a mis angelitos de confianza. Ya no estoy para andar empapándome…
Por suerte, ya tenía marcada la estación de servicio que me
serviría de “pista de despegue” a sólo 150 metros del hotel.
Terminé de cerrar mi valija y bajé a la calle (ruta). En eso
estaciona “DELANTE” de la puerta una camioneta. El chofer consulta algo en su
móvil. Yo me acerco a su ventanilla entornada y le pregunto si va para el sur,
para el lado de Murcia. Se sorprende al verme. Se lo piensa 2 segundos y…:
-“Subí, voy para allá”. Si eso no es un
Milagro, los milagros dónde están?
Por el camino me fue contando que iría un poco más allá, casi
hasta Alicante, ya que con la lluvia no podría cosechar las papas (a mano) que
tenía previsto para esa mañana. Quizás en ese otro campo, no lloviera…
Y no llovió! Cuando llegamos a su punto final y me dejó en
otra gasolinería para continuar… con
más Milagros!
Por el medio me señaló un pueblo donde se hacían zapatos “de
muy buena calidad”, hasta que todo se desplomó con la llegada de las zapatillas
chinas…
Otro tanto con otro donde se tejían las mejores alfombras
árabes…. Y ahora son todas copy-paste chinas, y el pueblo está desapareciendo…
Que Murcia es el mercado de vegetales del mundo, el “mar de
plástico”, ya que todos los viveros son túneles infinitos de nylon… no ves la tierra por kilómetros y kilómetros,
impresionante!
Así aprendiendo hasta que llego el desembarco. Esto es lo
maravilloso de viajar a dedo! Si me sentara en un tren o un micro, sólo ves el
paisaje mudo a través de una ventanilla, y lo más probable es que te quedes
dprmido a los pocos minutos, sin jamás enterarte de lo que hay más allá de tus
narices. O los “10 top imperdibles que te venda el Tripadvisor”… Me encanta conocer gente tan diversa!
El siguiente chofer fue Paco. Un filósofo! Así textualmente!
A poco de conversar me contó como desafía a sus alumnos en las clases de
filosofía que dicta en la Universidad de Murcia. La importancia del pensamiento
cuestionador, que ya no hay idealistas ni utopías… Se interesó por mi libro y al llegar a
destino, me regaló 2 revistas que él mismo publica. Interesantísimas! Hacía
rato que no me cuestionaba ciertos temas! Aunque su lenguaje emérito, no me es
tan sencillo. Tendré para unas cuantas “mesitas de luz”, ja!
Finalmente, la rotonda de Granada, donde mi amigo Jesús me
esperaba!
La Alegría y el abrazo del reencuentro! Me trasladó a su casa, y entonces, mi asombro!
Es una finca típicamente andaluza de fin del siglo pasado,
donde vivieron sus bisabuelos, sus abuelos, su madre nació aquí, y la comparte
con sus 3 hermanos, sus esposas, sobrin@s de todos los tamaños, dos perros,
tres tortugas, cinco canarios, una decena de peces rojos en el estanque y 70,
sí! setenta! Cotorritas! En una enorme jaula como para 1 elefante!
Ama las aves en libertad, con lo cual son rejas sin puertas,
aunque con un delicioso menú de granos, semillas y yuyos combinados, los seres
alados no se les ocurriría dejar de retornar al hogar al anochecer. Cada cual
tiene su nombre! incluso los árboles que rodean el parque. Una larga glorieta
de glicinas rosas corona el acceso. El
sector de estacionamiento alberga ocho autos (de propiedad de distintos
hermanos, nueras, yernos y etc.). Hay una pileta casi olímpica con el agua
corriendo invitándote a hacer unos largos…
Flores, plantas de todo tipo, palmeras de distintas especies,
distintos altos, distintas hojas, cretáceas y cactus por doquier!
Y entre todo eso, una viejecita animosa y amorosa: la madre!
Patrona y anfitriona de todo su protegido clan. Una silente mujer que recorre
su jardín, sacando yuyitos, admirando los nuevos brotes, quitando hojas secas,
hablando con los pájaros y ofreciéndote algo fresco para tomar…
Al entrar en la “parte cubierta”, siguió el asombro y la
admiración: el típico patio cuadrado con piso empedrado (estilo Altea) y
mayólicas con guardas en los muros adyacentes al lustroso rojo pasillo
perimetral. Lleno de muebles de todos los estilos (de contemporáneos para
atrás, todos!). Grandes macetones esquineros, recibiendo la luz del cielo
abierto, adornitos por doquier, tallas, cuadritos, retratos, floreros, faroles,
jarrones, cuencos, jarras, etc. etc. etc.
Las habitaciones que daban a este espacio estaban celosamente cerradas, aunque el ensayo de un violín se dejaba oir a través de las gruesas puertas labradas. Las manijas, las bisagras y cerraduras, dignas de museo! Como los cristales y la escalera de doble paso que invitaba a seguir el recorrido a la siguiente planta. Su balaustrada torneada en madera oscura, se detenía en un descanso presidido por un gran tapiz bordado al estilo de una pintura de Velázquez en su época más negra. Ciertos candelabros me acompañaron en la visita del “piso de invierno de la madre”, con el imperioso piano, los sillones cubiertos por sábanas, butacones y mecedoras en varios rincones, vitrinas codiciosas, cuadros con marcos reverenciables, el hogar de leños dispuesto frente a una alfombra de arabescos morados y oro raído. Macetas y espejos completaban el tupido decorado de los muros que no contenían ventanas, todas abiertas balconeando al patio central. Más habitaciones cerradas, quizás pobladas de fantasmas dormidos, rodeaban el claustro.
Seguimos subiendo al último piso, dominio de Jesús, Lara y Pancho, sus dos fieles perros que forman parte de sus piernas, ya que no se separan más allá de un paso.
En los meses previos a mi llegada, Jesús hizo un curso de feng-shui y de “La magia del orden” (de Marie Kondo), donde decidió deshacerse de todos sus miedos y de la carga de sus ancestros! Modernizó su piso y lo decoró con un estilo más ligero, más liviano, claro, armonioso y calmo. Menos mal!
Me hizo elegir habitación entre todas las que había
disponible. No podía creer la que me tenía destinada: asombrosamente blanca,
con un super King-size de mullido acolchado y almohadones en pálido turquesa.
Unas láminas sutiles en tonos pastel, vestían el lateral de la gran cama. Cortinados
de estrellas traslúcidas enmarcaban un balconcito digno de Julieta. Delante de
él, una mesa redonda, a modo de escritorio, con largo e impecable blanco mantel
de hilo y dos butacones tapizados en telar beige con sendos almohadones verde
agua. Un humidificador de esencia a lavanda deleitaba el silencioso ambiente
Higgie! Que había logrado, una delicia de la que no quisiera irme jamás!
Salvo para bajar a cenar!, ja! manjares preparados por la
fiel Juani (34 años en la casa! ayudando a “la madre”) …
Coronamos el anochecer con larga charla, música soft y
enormes sonrisas…
Al día siguiente, paseo por las pajareras, para cumplimentar
la rutina de alimentación de las mascotas, que incluye limpieza de los desechos
naturales de sus esfínteres y otras salpicaduras… Reconocimientos de otros rincones del jardín,
y larga caminata (con los perritos!) por la Sierra Nevada, donde hubo encuentro
no previsto con cabritos y ovejas al por mayor. La luna llena asomó tras unos
montes antes de ser tragada por unas nubes negras.
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