lunes, 15 de julio de 2024

0 depresión a -125 mtr. bajo el n.m.

 3 am. en punto, no sé cómo, Abuth nos hizo saber que era hora de despertarse, empacar, piyar, y salir andando sin más. Se supone que desayunaríamos en el camino.



Ni bien tomó la ruta, sus tres pasajeros volvimos a quedarnos dormidos, aunque eso es casi un suponer, ya que los tumbos sobre la lava partida nos hacía retumbar hasta las pestañas.



Cada tanto abrí un ojo para ver si aún estábamos en este planeta, o si ya habíamos saltado a la luna.

De a poco, la negrura circundante, se fue transformando en arena blanca. La inmensidad vacía del desierto me hizo sospechar que en cualquier momento aparecería un Principito negro, o al menos, la nave abandonada.



Horas más tarde de este expectante andar, descubrí en la lontananza el elefante bajo un sombrero, que aquél famoso rubiecito había dibujado a su amigo piloto.



En un momento nos detuvimos en un pueblecito de lo que alguna vez fue un campamento minero. La precariedad de las instalaciones no nos desanimó para el humeante café (Kaffa es el nombre de la región de donde proviene el café etíope de excelencia) con que nos estaban esperando. Para variar, la comitiva de bienvenida la conformaban los niñitos pediguenos, pero que con esas sonrisas cómplices se les puede perdonar todo.





Para nuestra sorpresa, había señal satelital y estaban viendo en los celulares, la final de la Copa América. En el momento que lo veo a Messi arrodillado llorando el festejo, me doy cuenta que soy la única argentina como para festejar. Entonces me paré y me dí una vueltita al rancho al trotecito como si de una vuelta olímpica se tratara, al son de “Argentina!!” vitoreado por Rodrigo, Abuth y toda la muchachada de curiosos presentes. Fue muy gracioso! Y muy honroso para mí!

Mientras tanto, una muchacha doblada a 90° según la usanza de cocinar todo en unos hornillos al ras del suelo, preparaba nuestros exquisitos huevos revueltos , más que picantes! Pero para entonces, ya había aprendido a tragarlos así!

Tras el desayuno festejado y la visita a agujero que oficiaba de baño, volvimos a la camioneta para proseguir hacia el Danakill Depression, acompañados por otro guía local.

Las huellas en la arena, que poco a poco mutaba en rojizo, nos llevaron a un punto perdido en el horizonte vacío. De ahí en más, había que seguir caminando…  con 44° C siendo las 8 de la mañana!





Abuth, nuestro chofer, se quedó durmiendo en la Land Rover, mientras nosotros, inocentes, arrancamos con nuestras botellitas de agua en la mano, dispuestos a una nueva aventura.



















Las primeras manchas amarillas de azufre y los primeros piletones efervescentes de chorritos hirvientes, no se hicieron esperar demasiado. Tras 45 minutos de pisar espejos de sal que se partían al pisarlos, dispuestos a cortarte como tales si osabas tocarlos o si por desgracia, resbalaras y pretendías frenarte con las manos. Por suerte, nadie salió lastimado ni ningún tobillo más fue torcido.

En el trasfondo de este piso de espejos de sal molida, y a contraluz, podían leerse huellas como de corales u otros organismos no identificados, pero indudablente, esa extensión habría sido mar hace millones de años! No había otra explicación para un paisaje tan surrealista o insospechado. Como bellísimamente admirable!Estábamos inexplicablemente a 125 metros bajo el nivel del mar. La 2° superficie más baja del planeta . La presión nos agobiaba, era como si faltara el aire. Y lo que efectivamente ya faltaba era agua en las botellitas y fuerza en nuestras patitas.

Lo atrevido de las formas humeantes de ex volcanes erosionados y sus restos de emanaciones fulgurosas de metales y ácidos varios, pintaban un suelo extraño, arrugado a borbotones, con cavernas dentadas y charcos de turquesas alucinantes.













La magnificencia obligaba a la pausa, el agotamiento a la retirada.

En un momento ya no sentía mi corazón latir, o quizás anduviera en las 1000 pulsaciones por segundo, tuve miedo que me estallara… pensé que así y todo, sería un lugar estupendo para morir… Aunque por suerte, esto no sucedió.














Dándonos ánimo mutuamente y apurando un tanto el paso, antes de sucumbir derretidos, ahogados en el picor del azufre o desintegrados los pensamientos, llegamos de vuelta a la camioneta, donde el gentil Abuth nos esperaba con el aire acondicionado prendido y más botellitas de agua mineral refrescantes.

En pocos minutos, se detuvo en un gran piletón de aguas blanqueadas por la sal, super reparadora para una inmersión de pieses y piernas.



Con el apremio de refrescarme la nuca, bajé la cabeza y juntando las manos a modo de cucharón, me la arrojé sobre el cabello. Las gotas corrieron inmediatas por los lados de mi cara, alcanzando los ojos al tiempo que el guía me indicaba que no lo hiciera. Ya era tarde. Ya me ardían de tal forma, que ví todas las estrellas juntas!

El hombre en su desesperación y viendo la mía, me bañó con 2 o 3 botellas de agua mineral y me frotó los ojos como cuando yo era chiquita, ja! Se me pasó enseguida.

Con el cuerpo reconfortado, el alma volvió a habitarme.

Visitamos luego otras lagunillas formadas en la oquedad del suelo salobre, que se extienden bajo tus pies en un radio de 30 metros a la redonda, como si fuera un lago congelado, pero al revés!

Devolvimos al guía a su morada. Volvieron a aparecer de la nada decenas de Principitos negros, y emprendimos la vuelta por las huellas de arena blanca.

Exhaustos, dormitábamos al son de los mismos tumbos “Afrikan style” que a la ida, aunque ahora con la buena música etíope que sonaba en el equipo.

Pasado el mediodía, almorzamos en el mismo restaurant (¿?) los mismos spaguettis que a la ida, y con el mismo entusiasmo y la misma alegría. Mis compañeritos de grupo, una joya! Brindamos con cervezas heladas, el gustazo de habernos encontrado.

Abuth, apenas de dulces 30, se sumó al festejo, aunque apuro el retorno, estaba molido y aún faltaban 5 horas de ruta.

Para apoyarlo y acompañarlo en su indeclinable labor, Marywave y yo le dimos charla. Así es como tocamos temas como la religión actual, la homosexualidad, la necesidad o no de casarse, la poligamia, el sostén de la familia de origen, la política actual de cada país, las geografías, las economías, los deseos de cada uno… hasta llegar rendidos al hotel de Semera de donde habíamos arrancado dos días antes.

Directo a la ducha y vuelta a encontrarnos en el comedor para una apetitosa cena, aunque el agotamiento poco me dejó pasar.

Perdón, ya estoy más muerta que viva, mañana sigo contando..



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