lunes, 8 de julio de 2024

7 del 7 a las 7 am.

 



















Amanecía lluvioso sobre Addis Abeba, cuando mi avión de Ethiopían Airlines, al que tan contenta me subí la tarde anterior en Madrid, aterrizaba con todos mis sueños y propósitos.


Saqué la Visa exigida en el mostrador correspondiente y luego pasé mis bagajes de mano por la cinta controladora, depositándolos en la correspondiente bandeja junto a mi compu, la máquina de fotos, el reloj y las sandalias . El pitillo no sonó por lo que me ahorré de ser palpada. Junté mis cosas y bajé contenta a buscar mi valija despachada.

Mientras la veía venir por la cinta rotativa, pisé algo brillante y al agacharme a recogerlo, descubrí una cadenita de oro. También descubrí que me faltaba el reloj en mi muñeca izquierda. ¡Claro! ¡En el apurón por salir de la zona aduanera, lo olvidé en el fondo de la bandeja plástica!

¿Qué hacer? ¿Darlo por perdido? ¿Resignarme ya que es imposible volver para atrás de los controles? ¿Salir corriendo a buscarlo o esperar mi valijato lenta?

Me decidí por lo último. La tomé por su asa ya dañada de otros viajes, pero útil al fin, y corrí con ella, escaleras arriba. Por las agotadoras fijas, ya que las mecánicas estaban andando solo para el descenso. El primer policía trató de detenerme pero al explicarle mi urgente asunto, puso cara de bueno y me dejó pasar. Ya en el mostrador de la aduana, me retaron en amhárico (lengua local autóctona, digna de retos ininteligibles) aunque al explicarles mi asunto en inglés mediático, me ofrecieron pasar por las máquinas detectoras, pero al revés. Pasé triunfal y fui directo a la tira de las bandejas que recordaba haber pasado. ¡Mi bendito GPS personal también sirve para estos casos! Logré identificarla de una entre las veinte filas y veinte mil pasajeros pasando con sus bártulos.

La mujer policía que no había tenido el gusto de palparme a la ida, escuchó mi lamento y duda sobre la localización de mi reloj blanco (regalo de uno de mis hijos, con un planisferio de viajera en su centro) y enseguida sonrió alcanzándomelo desde detrás de la máquina de infra rojos. ¡Milagro de Bienvenida!!!

¿Quién dijo que iba a una aventura peligrosa? Si todos estos guardas no fueron angelitos, no me digan que no!

Finalmente salí triunfal al hall central, dispuesta a un café típicamente etiopiano, cuna del preciado manjar tostado.

Aunque primero me tenté con algo no comestible pero quizás, hoy en día, más necesario!: la Sim card de Telecom company!  ¿Cómo hacíamos antes para viajar sin el Google map y el internet ilimitado? Ya no me acuerdo… solo sé que cuando te la ponen, sentís como que volvés a respirar…

Luego me detuve en la Oficina de Turismo donde pedí el “imprescindible” mapa de papel. Y sí! Soy de las antiguas que prefiere tenerlo todo a la vista y en grande, todo junto. En dicho mostrador, había otro ángel que me explicó ttodo con lujo de detalles y me consiguió un taxi de fuera del aeropuerto, que costaba la mitad que de los oficiales de adentro.


Completé los deberes en la ventanilla de “Exchanche” y entregué u$s a cambio de  ”berrs”. 1 x 57, 35   Están mejor que en la Argentina!!! (que papelón) que ya vamos 1 x 1500! 

Llamé a mi anfitriona de Coauchsurfing, la ángelita Beza (también con ese nombre!) para avisarle que ya iba para su casa y ella misma le explicó clarito al conductor. ¡Menos mal! Yo aún no domino el amhárico, y creo que jamás lo lograré.

Pasamos por un parque enorme (no me detendré a explicar el estado de las calles, no es cuestión de criticar sino solo de observar) con una Iglesia enorme y centenares de feligreses haciendo sus plegarias hasta en la calle circundante, con mercado a cielo abierto incluído. La mayoría vestidos de blanco, con trajes largos y sueltos y las mujeres con riguroso pañuelo tapando los cabellos atados en rodetes bien apretados bajo el lienzo. Obvio, todos negros.

El emotellamiento era atroz! Tanto que el Map me marcaba más tiempo en auto que caminando, aún faltaban 52´e íbamos a paso de tortuga con muletas. Eso sí! La destreza de los conductores para presionarse unos a otros a la distancia de una hoja de afeitar, era increíble. Demás está decir que no logré identificar regla de tránsito alguna, ni carteles señalizadores, mucho menos algún semáfor, aunque sea apagado, naa! Y todo a la vez! Sumado al bochinche infernal de bocinazos, ofertas de ventas, quejas e insultos amharicos varios. Perros ladrando y cabras pasando… En fin, colorido digamos. También oloroso, también!

Se supone que dentro del templo, católico ortodoxo no mezquita, se celebraba el día del Bautismo de Jesús. Ni idea por donde podrían arribar los Reyes Magos, si es que estaban invitados, porque eso era un real caos!

Por la ventanilla inexistente (chapa identificatoria y guardabarros tampoco) podía ver la sucesión de negocitos =Vida! Que se desarrollan en las calles: desde las gomerías con la ropa colgada por encima de los autos que van lavando a baldazos, los “barcitos” de alcohol (ya a esa hora!) con sillitas onda jardín de infante en lo que queda de los cordons de vereda. Otros oficiando de peluqueros , también el silón interrumpiendo el paso como si nada, los percheros de ropa a continuación, entre ollas, artículos de ferretería, zapatos de todo tipo y color, cochecitos de bebés, supuestas inmobiliarias, cuevas de cambio, valijas rotas y/o por romperse, kioscos de artículos de limpieza, sillones agujereados y desteñidos, que más da! Contra lluvia y marea todo está a la intemperie. Y las personas también! Un desfile del asombro!

Finalmente, tras varias vueltas por zonas “indescriptibles” arribamos a la mansión de Beza (en comparación a todo lo visto hasta entonces) aunque está en una calle de tierra y con zanja abierta a su paso. Niñitos moqueando al son de “mani, mani, mani” (money) y vecinas cureoseando tras los portales siempre abiertos.

Lo que más me gustó fue el gran pino araucaria junto a la puerta y una especie de jardín (entre latas y botellas descartadas) y la sonrisa de los presentes que me dieron la bienvenida. En definitiva era un hostel. Aunque a mí me otorgaron una habitación individual “sencialla” con el baño “afuera”. En fin, otro concepto de la palabra “lujo”.


Enseguida entablé conversación Trikki, una jovencita de la India, que ya me dio un montón de tips para moverme en la ciudad y me descargó la app de los Uber de acá. Super servicial y en impecable inglés!

Luego se acercó Dik (o algo así) un joven ingeniero agrónomo de Somalía con el que nos despachamos charlando de protección de árboles en su país y su trabajo como director de una universidad “ambiental” donde se reciben “agentes de cambio” con este concepto de concientizar a la población más necesitada y emponderar a las mujeres. Un lujo de charla, y en castellano! Ya que él se había recibido en Costa Rica y tiene un posgrado en Colombia y otro en Mexico. ¡Una alegría saber que somos muchos los amantes de la Naturaleza y todo lo que se está haciendo en distintas latitudes al respecto! Un verdadero alegrón y esperanzada sorpresa!

Mientras Naudi pme preparó unos huevos con tomate y hierbas, no picante por favor!!- le pedí advertida de las costumbres locales. Estaba super sabroso y con un pan raro pero pasable. Gracias Naudi!

Más tarde conocí a Williamson, un brasilero de San Pablo que ya lleva varias semanas en la zona y posiblemente hagamos algunas excursiones juntos. Oto lujo de expresarnos en portuñol!

Un muchacho más negro que el ébano lavaba los platos y me saludó en francés, era nacido en Bordeaux y es su primera vez en África!  Ya veo que deberé cambiarme unos cuantos chips de prejucios varios, ja!

Por allá andaba otro (blanco) de Nueva York revisando libros en una biblioteca del living y alguien más reposando en el balcón a full de macetas.

El sueño de la siesta, más la garúa finita, me convencieron de no salir como siempre corriendo a reconocer el centro y los alrededores, sino contentarme con mi cama. ¡Lo bien que hice! Al atardecer ya estaba bien despejada como para contestar mensajes y escribir esta primera entrega.

Favor de disculpar la falta de fotos, pero hoy me pareció más que imprudente sacar la máquina a relucir en la vía pública. No por miedo al chorreo, dicen que éste es uno de los países más seguros (aunque algunas caripelas no lo demuestran demasiado. Otra vez mis prejuicios, Ufa!) no me parecía amoroso andar retratando sus miserias sin permiso. Otro día será…

Mientras escribo oigo música reggae en la calle, mechada con cubana y tambores “smoothie”, ja! Que melanche!

Estoy feliz, estoy en Africa!

Nos vemos…

 

 

 

 


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