El departamento de Winnie me resultó un palacio. De moderna arquitectura, en un edificio de 12 pisos, todas las paredes blancas y piso cerámico, puertas que cierran bien, lámparas que encienden, el baño impecable con ducha de chorro abundante y calentita. La cocina más que prolija con pileta de acero inoxidable, microondas, horno y vajilla preciosa. ¿Suena a cosas obvias? Pues después de ver tanta miseria, yo no sabía con lo que me iba a encontrar. Solo estaba aceptando la invitación de una miembro de coach surfing de la que no tenía ninguna referencia. Y hasta me esperó con el almuerzo preparado: un composé de verduras sabrosísimo, como si me conociera.
Por la
mañana fuimos a conocer el mercado local y a buscar provisiones para el fin de
semana que ya me tenía organizado con un amigo con auto!
Mañana, entre otras cosas, visita al orfanato de elefantes. Dicen que hasta les podés dar la mamadera. Me tiene super entusiasmada la idea. Veremos, veremos…
Me tomé la
tarde de relax y de orden y selección de fotos, tarea que insume muchas horas,
y al anochecer fuimos a escuchar música con unas cervezas.
Llegamos a
un “boliche” enorme, con unos autazos impresionantes en la playa de
estacionamiento, la música más que moderna a todo volumen, chicas en minifaldas
y tops anti sari musulmán (aquí las jovencitas son más que rellenitas, de
pechuga y trastes abundantes, evidentemente otra alimentación), con sus
peinados de trenzitas apretadas enroscadas como tortas, sus uñas más que largas
decoradas, y unos maquillajes de estrellas de cine. ¡Nada más lejos de la
imagen preconcebida de índigenas sacudiendo flecos al son de tambores! Si no
fuera por el color de las pieles, diría que podríamos estar en Ibiza o Nueva
York. Nada que envidiarles, la juventud nairobeana se divierte al mismo son
occidental que cualquier otra del mundo por mí conocido.
¡Esto
también es África!
Volvimos con
las cervezas bien puestas, y por mi parte, directo a la cama…
Santi!
(Primera palabra suahiri que aprendo: “Gracias”)
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