Con Winnie y su amigo Sami partimos temprano en su autazo! al Orfanato de Elefantes. En la web indicaban que de 11 a 12 hs. se podía alimentar a los bebés con mamaderas. Allá fuimos!
Pero al llegar una cola enorme de camionetas y jeeps 4 x 4 de las compañías de turismo, ya habían tomado todas las entradas posibles. ¡Claro! Venden el paquete completo de sus excursiones unos cuantos meses antes! Van a buscar a los turistas, en su mayoría europeos, japoneses, turcos y rusos, al aeropuerto y los llevan directo a este paseo en las afueras de Nairobi. Es una avalancha en masa, que no se puede creer! Encima estamos en su mejor temporada: Julio, el mes seco! Imposible conseguir un lugarcito…¡Super frustración para mí! Pero como es, como tiene que ser…
Decidimos probar suerte y nos fuimos al Centro de
Protección de Jirafas, que quedaba muy próximo, entendiendo que ya todos
estaban con los elefantes, ja!
Conseguimos entradas! Avanti!
Apenas llegas te hacen lavar las manos y te dan medio
coco seco, a modo de cuenquito, con unos trocitos de alimentos balanceados
(tronquitos). Seguís la pasarela y enseguida encontras 3 jirafas ávidas de
estos mini caramelitos y cientos de turistas (yo incluída) deseosos de tener la
experiencia de dárselos! Más otros cientos fotografiando y filmando a sus
parientes en la tentativa.
Muy divertido ver como estiran sus lenguas y sus
cogotes tratando de alcanzar el minúsculo vicio, y como algunos alejamos la
mano en el primer intento por miedito o asquito. Ja!
Todo muy divertido hasta que mi mente racionalista,
juiciosa y criticona, sintoniza que está en un burdo zoo de “mascotas
apresadas”.
Escucho con paciencia las explicaciones de los
cuidadores que nos cuentan que ellos solo traen (capturan) aquellas que están
lastimadas o enfermas y las llevan a ese refugio para tratarlas. Que máximo
están allí 7 semanas y luego las devuelven a las praderas para seguir con sus
vidas. No sé si creerles mucho (sin jirafas no hay negocio), pero traté de
persuadir por un rato a mi alma quejosa.
Luego te hacen lavar las manos, pasas por el market de
souveniers y eso ha sido todo.
Entonces vi un cartelito con flecha hacia la “reserva”
y “nursery tres”. Allá vamos! Obviamente!
Consistía en un bonito recorrido por el vivero donde preparan las especies para reforestar en distintas áreas de los Parques Nacionales y en la ciudad, luego pasabas a una zona más agreste -a mi juego me llamaron!- donde ibas por senderitos tupidos hacia un pequeño y cantarín río. Por supuesto y a Deus gracias, ni un turista!
Allí vivía un ficus añoso de respetable presencia que recibió mi emocionado abrazo. Por un rato largo, me quedé enredada en nuestras conversaciones…
Ya en la ruta de regreso, pasamos por el Mercado de
los Massai (originarios de la zona), vestidos a su usanza: muy llamativos rojas
capas y taparrabos, muchos collares, cintos y vinchas de multicolores
mostacillas, pluma en el centro del cráneo, lanza en una mano y celular en la
otra.
Me negué a ser partícipe de este show for export y
todo su merchandising make in China. Así que seguimos para Karura Park que era
mi gran anhelo!
Este es el sitio que Wangari Matthei defendió con
garras y uñas del avance inmobiliario nairobiano a manos de empresas
inescrupulosas que pretendían barrer con las 1.000 hectáreas de esta reserva de
árboles maravillosos, fauna salvaje, pájaros de paraísos, lagos y cascadas de
cuento… Y lo logró!
Ahora es un paseo público (entrada en u$s mediante)
que puedes recorres en auto o a pie, según elijas los senderos. Hacer pic nic
está permitido en algunas areas, aunque no acampar ni casas rodantes.
Apenas entramos me super emocioné. Esto de respirar tu
sueño es algo tan grande, tan mágico, tan sagrado, tan AGRADECIDO!
Sammy volvió a quedarse en el estacionamiento y con
Winnie emprendimos una caminata, dejándonos llevar, que duró casi 4 horas! Nos
metimos por caminitos casi borrados para adentrarnos entre los maravillosos,
húmedos y olientes bosques de especies tan varias como desconocidas para mí.
Seguí una mariposa blanca y reposamos frente a un estanque silencioso y manso.
Seguimos andando por colinas techadas de ramas
oscuras, o bajábamos por huellas barrosas de tierra morada. A cada paso, una
inhalación perfumada de las distintas hierbas nos iban acariciando el alma.
Unos monos de larga cola blanca nos espiaban desde las
alturas, mientras una cervatilla embarazada se ocultaba entre las raíces de
unas matas.
Llegamos a una cascada, que ya habían descubierto
otros turistas, con sus turbulentas aguas marrones que se abrían en una espuma
dorada para delicia de todos.
Más allá unas cuevas cavernosas bajo las rocas donde
los niños tentaban sus miedos con las linternas de sus móviles.
Seguimos la baranda paralela al río para dar con unas
escaleras interminables a otros rincones del parque.
Ya empezaba a bajar la luz y no teníamos ni idea de
por dónde sería la salida, o por dónde estaría el parking donde Sammy nos
aguardaba. Seguimos intuitivamente unos mojones (mi bendito GPS personal) y
tras 6 kms. de ya cansada caminata, dimos con él.
Winnie estaba exhausta, yo exaltada y feliz!!!
Con la nostalgia adelantada, me despedí del parque y
me comprometí a preparar la cena, tenía energías de sobra!
Mis amigos veintiañeros llegaron fusilados a la casa,
apenas probaron la comida y se quedaron dormidos. Yo, no puedo parar de
bendecir este día!
Y mañana promete seguir siéndolo!...
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