Tercer día sin luz, ergo, muy difícil cargar el celular y la compu. Mucho menos tener internet para contarles todas las maravillas que vivo por acá. Aunque a esta altura, ya ven que sobrevivo…
Para los
kenianos estamos en invierno, aunque hagan preciosos 25°C. Es muy extraño
verlos con camperas o pulloveres mientras yo puedo lucir una remerita
refrescante después de tantos días de calor en el norte y trapo envolviéndome
el torso por respeto a otras tradiciones.
En esta
ciudad, como toda capital que se precie de tal, las costumbres están mucho más
“aflojadas”. De hecho, la mayoría de los varones -excepto los massai- visten
jeans y camisas occidentales, y las mujeres también, incluso he visto más de
una en minifalda! Aunque muy chocante cuando te cruzas con las de absoluto
negro con sus abayas y sus burkas prohibitivas.
Como todo
aquí es contradictorio: los pocos autos particulares que ves son deslumbrantes
modelos muy nuevos, brillantes y poderosos, se cruzan sin pudor alguno con los
carros tirados por burros, cargados como para 3 vidas sucesivas, empolvados de
tierra pegoteada hasta las orejas.
Hay más
chozas que casas, aunque hay shoppings que nada envidiarían al Unicenter,
aunque rodeados de mercadillos con palos que ni se sostienen por no hablar de
las lonas y explásticos que los cubren.
Se jactan de
ambientalistas y me cuentan de los proyectos de plantaciones masivas, aunque la
basura en las calles y al borde de los ríos, es indescriptiblemente pavorosa.
Tienen
decenas de reservas naturales para proteger la fauna, pero es vox populi los
safaris de caza de los millonarios ricos y famosos. (El precio del marfil de los cuernos de elefantes es superlativo en el mercado asiático)
Veo escuelas
y universidades con campus tan enormes como las de las películas yanquis, pero
veo más mendigos que alumnos. Por no hablar de la manera “loca” de manejar el
tránsito…
En fin… sin
juzgar. Solo trasmitir lo que veo…
Hoy fuimos
a ver las “Catorce cascadas”. Una torrentosa masa de agua que salta unos
treinta metros en esta época (seca) y corre entre rocas río abajo hasta
desembocar en Bombasa en el océano Índico, 500 kms. al oeste de Nairobi.
Pero para ellos como si nada, haciendo pic-nic en medio de ella, literalmente hablando! Mis anfitriones, ni una explicación, disculpa o una excusa al menos, caminábamos encima como si fueran simples piedras multicolores invisisbles (papeles de golosinas, botellas plásticas, zapatos, trapos, latas, cáscaras, etc.etc…).
Perdón, de a ratos esto ya no me gusta nada…
Me salvó la música cuando logré sentarme en el auto limpio y
confortable de Samy, aunque el vértigo zigzagueante entre los toc tocs, las
bicis, los burros, las cabras, las gallinas, los niños, los buses, y otros
suicidas sueltos, me devolvieron las nauseas.
En fin… una
tarde…. ¿cómo decirlo?
Una tarde
peculiar, ahá!
Fin del relato.
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