viernes, 19 de julio de 2024

Hacia el Valle de Omo

 Con los rezos de la mezquita cercana, me desperté al amanecer, con los bríos renovados. Enseguida los reemplacé por el piar de cientos de pájaros azules en el jardín de Kali Marley.


Tras el prometido desayuno, nos informa que él no podrá acompañarnos ya que le surgió un compromiso ineludible, que llamaría a un amigo, que cumpliría su mismísima función.

Yo ya le había pagado por adelantado, con lo cual, desconfiada de mi (a veces!), empecé a sospechar… La china más previsora sólo abonó el 50%.



Al rato apareció Baya, y su cara de ángel, me hizo recuperar la confianza. Sabía perfectamente el recorrido y los puntos pactados a visitar. Incluso su camioneta era más linda! Ja!



Nuevamente la ruta, a veces más o menos deteriorada, nunca sana. A veces tierra, a veces piedra, a veces agua!  Menos mal que había desistido de la moto! Hubiera sido imposible para mí!  A veces cabras, a veces burros, incluso algún camello,  monos! y siempre vacas.








bananeros por doquier



caña de azucar al por mayor



sorgo



Día laborable de cosecha por lo que cientos de labradores peregrinan en las banquinas (o por el centro de la ruta, lo mismo da) con sus herramientas al hombro, sus vestimentas típicas, y siempre, siempre! Botellas plásticas con un brebaje blanco llamado “chaka”, que vendría a ser algo parecido a nuestro mate. Es una bebida fermentada a base de maíz, que toman todo el tiempo, grandes y niños, como exitante y fortalecedor del día, a falta de mejor alimento sólido. La portan enganchada a un palito al hombro, colgando en sus manos o en el atado en la espalda a modo de mochila.

















Otros y otras cargan bultos increíbles, como atados gigantes de leña, de alfalfa, cubos de agua, cañas de azúcar, bananeros,
  palos para la construcción, corderos y bolsos varios. Inimaginable el peso que aguantan. Incluso a pesar de la edad, siendo apenas niños, o viejos que se desarman, mujeres ancianas o niñas prematuras, lo mismo da, todos a trabajar!

El verde de las colinas iba mutando en terrazas cultivadas: muchísimo sorgo, maíz, y bananas al por mayor!

Yo me deleitaba viendo acacias, árboles elefantes y otras cuantas especies desconocidas. Los nidos que en ellas se establecen, algunos enormes!




Aprendí que en las primeras, los lugareños las trepan, a pesar de las espinas, para acomodar entre las ramas más altas, unas especies de barriles envueltos donde los insectos fabrican miel. Cuando es la temporada, la cosechan y envasan en frascos que luego venden al borde de la ruta.



Atravesamos ríos donde la gente se baña sin pudor, lavan las ropas, lavan los toc tocs, bebe el ganado o juntan agua en los bidones para acarrearla hasta sus viviendas en mártires burros o golpeadas mujeres. Me llamaba la atención que todos los cubos son amarillos y reconocí los envases de los productos “Sika”. De alguna forma la industria de la construcción y o manufactureras  de derivados del petróleo, los entregan en estos países e ncreíblemente, los “necesitados” los reciclan (enjuagan) y los usan para juntar agua que luego beben sin más. Ni pensar de los deshechos tóxicos acumulados en el plástico! Tampoco el agua recolectada está tratada ni mucho menos, al contrario!



No dejo de AGRADECER haber nacido y vivir en “mi” mundo…  También agradezco la posibilidad de conocer que éste también existe, aunque me embargue la impotencia y a veces me sienta un poco culpable de ser una mera espectadora de una postal que huele muy mal…

Quizás el mostrar y contar, sea un pequeñísimo aporte para que las cosas alguna vez sean más justas para todos los seres vivos de este bendito planeta.

Llegamos a Tonso, ciudad cuya rotonda de bienvenida es una paloma blanca de la paz y nos detuvimos para un almuerzo de injera, ya experta en meter la mano y arrancar la masa esponjosa, recoger el contenido indefinido y terminar chupándose los dedos, ja!
































De postre, “kaffa” obviamente. Seguimos… 100 kms. Más a pura tierra…

A media tarde arribamos a la comunidad de los Arbore, una tribu original que vive hoy en día como en la prehistoria.



Apenas apareció a la distancia la camioneta, cientos de niñitos semidesnudos corrieron a darnos la bienvenida. Lejos de molestarse por sentirse observados, agradecen la visita y se aprestan a compartir sus miradas profundas (imposibilitados de establecer conversaciones en ninguna lengua conocida por nosotros), ofrecen sus regalos o mercancías sencillas.













Les encanta que les saquen fotos y mirarse en la pantallita de la cámara. Luego aprendí que el guía les paga por ello, pero eso no desmerece las sinceras sonrisas del compartir.

No me pregunten porqué, pero instantáneamente sentí una conección enorme con los niños y con una de las ancianas. Su mirada era un océano de paz, de gratitud, de apertura, de dar amor…




Tomé a muchos chiquilines que se desvivían por mirar mis anillos y tomarse de mis dedos, y empecé a saltar y cantar, como si un juego conocido se me hubiera instalado en el alma. Me olvidé absolutamente de mi menisco y mi tobillo resentido. Salté y salté, reí y lloré, abracé y me dejé abrazar. Los adultos me miraban como si me conocieran, me dejaban hacer, los niños se empeñaban en alcanzar mi upa, perdí el sentido del tiempo, solo sé que disfruté como si un paraíso se hubiera instalado en mi corazón.


En un momento el guía dio por terminada la visita y debimos continuar el recorrido hacia la siguiente aldea, distante otros 50 kms. Según él, no se conocen unas tribus con otras, viven en total aislamiento. Dicen que hay más de 1.000.000 de personas que viven de esta forma,  más allá de documentos, nombres, fechas de nacimientos, parentescos u otros datos filiales. Todos son familia y punto!


























Al final de la tarde llegamos a la comunidad de los Hamer. Unas 5.000 personas reunidas en varios clanes (o barrios, o aldeas como gustes llamarlos) conviven en esta que visitábamos. Los hamer, como los anteriores, son polígamos, animistas (sin religión conocida más que la naturaleza), agricultores de su propio alimento y tienen ganado no para consumo (salvo rituales muy especiales) sino como moneda de trueque en especies.







Las mujeres hamer se distinguen por su peculiar forma de llevar el pelo corto y enmantecado con crema de oveja y polvo rojo que extraen de las piedras trituradas, dándoles una fisonomía de cascos rígidos. Este peculiar coiffeur lo mantienen por 1 semana y lo rehacen al final de la misma. Esto solo las casadas. Las jovencitas a la espera de marido, permanecen calvas hasta el día de la boda.



Ésta y muchas más anécdotas, como la dote o el paso de la pubertad a la adultez en los varones, nos las iba contando el guía de turno. Super interesante su independencia de nuestros valores y costumbres, a veces hasta pavorosa, como los tatuajes a cuchilla que portan algunas mujeres en la espalda, o los azotes que reciben cuando las seleccionan para el casorio. En fin, sin juzgar… solo observar y trasmitir…















Conmovida hasta los tuétanos, fuimos a instalarnos en el “lodge” previsto. 

Recibida con exquisito jugo de papaya y camas con mosquiteros de lujo. Una patada al hígado para quien no pierde la memoria de las horas previas. ¿Qué hice yo para merecer esto y no lo otro? O quizás no tuviera tantos rollos si perteneciera a una de estas tribus? Qué sienten? Cómo procesan sus emociones y sus conflictos? Los tienen? Me es tan imposible ponerme en sus zapatos (o en sus pies descalzos) ya solo de pensar en ser 2° o 5° esposa, ja! Ni hablar sin canillas ni celular, ja!








Aunque éste ya está llegando… a ese mundo ya no le queda mucha vida. La visión de lo que pasa más allá de sus cercas precarias, los hace desear la ropa occidental, el jabón manufacturado y otros vicios…

Es más, a la salida nos cruzamos con un tour de 20 chinos con sus cámaras y sus anhelos de likes en  Instagram. Sin criticar María! Yo estoy haciendo lo mismo, aunque me escude en el mero “conocer” y “agradecer”…

En fin, cenamos bajo los árboles la bendita injera, esta vez pedí de verduras “sin onions” y otro majestuoso jugo de papaya. Nutro el cuerpo, después de bien nutrida el alma.

Mañana seguimos…. Buenas noches!

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