sábado, 24 de agosto de 2024

Los Unos y los Otros

Como de costumbre, cuando llego a un lugar, hago mi reconocimiento con una larga caminata.

El pueblo de Nungwi  está en la punta más norte de la isla, o sea que puedes ver la salida del sol por el este al amanecer y la puesta por el oeste, con solo girar la silla, como en el planeta del Principito. Un real  privilegio!



Tenés las playas del este con las corrientes fuertes con grandes olas  que dan al gran océano Índico y las playas más serenas del oeste, las que se enfrentan al continente africano.

Así mismo son las contradicciones de este lugar: por un lado la población local, con sus ranchos paupérrimos rodeados de escombros, basuras varias, barro  al por mayor y aguas servidas por igual; y por otro, los mega resorts for turistas for export!!! Una contradicción que me resulta imposible de digerir!







 

Los jardines de unos y de otros:



Las mujeres musulmanas envueltas en sus telas, sentadas siempre en grupos familiares, con sus crías colgando en las espaldas o en sus tetas, cocinando chapatis y mezclas grasientas y extrañas para mí, en sus calderos ennegrecidos, en plena calle, mientras las niñas ricas, en bikinis diminutos, exhiben sus nalgas tostadas, acostadas boca abajo en la arena blanca.





Puedes elegir comer pizza, pasta, o helados italianos, hamburguesas yanquees, suyhi tailandés, burritos mexicanos o kebás turco, en bonitos chiringuitos para extranjeros, pero nadie se acerca a los puestos de dudoso tufillo local.












Las tiendas de souveniers se repiten multicolores frente a los portones herméticos con guardas de seguridad, en las entradas de los megahoteles. Mientras los negocitos para los locales son deshechos de palos y lonas destrozadas.




Los niños locales juegan con pelotas desinfladas o con baldes de pintura de deshecho, mientras los ricos hacen cabalgatas en fila, custodiados por guías negros.





Los jóvenes ricos alquilan scooters para recorren los médanos, haciendo un ruido infernal y levantando polvaredas de tierra roja, mientras los locales buscan trabajo como  mototaxis montados en vehículos sin la más mínima condición de seguridad.











Los unos saltan las olas en motos de agua último modelo, entorpeciendo a las viejas barcazas de los pescadores locales que en silencio y con sus redes agujereadas, buscan recoger los peces para alimentar a sus familias al anochecer.



Los ricos blancos estiran sus aburrimientos por horas, en las poltronas de los restaurants cinco estrellas, mientras los negros caminan todo el día por la playa ofreciendo y tratando de vender sus productos.



No hay un solo blanco que tenga una escoba en la mano, o una bandeja de camarero.

No hay un solo negro sentado en las terrazas tomando cafecitos con el último best-seller de moda.

Los ricos pagan por paseos en barquito para ir a “visitar” el puerto de donde salían (sacaban!) a los esclavos hacia otros continentes… como si de un punto turístico se tratara.

Me duele. Me indigna. Y no sé que hago aquí. No quiero sentirme cómplice de esta injusticia explícita, aunque mi color de piel me delata. No tengo idea cómo se resuelve este desequilibrio, que obviamente, es un botón más de las reglas que rigen el mundo desde el principio de la humanidad. Esto también es África! con todas sus contradicciones.

¿A ninguno de los empresarios dueños de estos megahoteles se les ocurre donar una escuela? Un hospital? Asfaltar las calles? Proveer agua corriente? Desagües en cañerías enterradas? Iluminación en las calles? ALGO para el bien de la comunidad local originaria, los desterrados?

Al anochecer, los barrios locales quedan en total oscuridad, mientras glamorosas velitas en pots de cerámica vitrificada, arden en las mesitas de los nights club de moda.

Aquí se repite el turismo sexual de viejos verdes con pulposas negras, y rubias flacas que pagan por una noche con un másai atlético. ¡Un asco silenciado pero evidente!

No me siento bien ni de un lado ni del otro de la balanza. Esta no es el África que mi alma buscaba, aunque evidentemente, también existe!

Llegué tarde. Decenas de terrenos ya fueron “pelados” y lucen metálicas vallas con carteles de futuros emprendimientos inmobiliarios y ruidos de máquinas de construcción tras las mismas.



De una manera u otra, la colonización no se detiene… El dinero, poderoso, también ha corrompido las raíces de este lado del mundo.  Somos, indiscutiblemente, los INVASORES! Una pena…

Por mi parte, ya me voy… Veré como manejo mis propias contradicciones, que no son pocas!

Seguiré mi incierto camino, quizás en búsqueda de donde pueda ser más útil que esta criticona en la que me estoy convirtiendo. Perdón, pero esto es lo que yo veo. Cada cual, lo toma o lo deja.

Karibu, welcome! Prefiero encontrar otros soles …



 

 

 

 

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