jueves, 29 de agosto de 2024

VIDA!!!! MILAGROS y Coincidencias!

Dejé Tanzania con rumbo a Mozambique. Esto significó un micro desde Dar El Salam, su capital, donde intenté infructuosamente reparar mi cámara Nikon, con dirección sur durante 14 horas. En un pueblito cuyo nombre me resultaba impronunciable, tomé otro matatu durante otras 2 horas hasta la frontera. Allí el único alojamiento que había para pasar la noche -la oficina de migraciones ya estaba cerrada y la oscuridad reinante (pueblo sin energía eléctrica)- hacía imposible el cruce, era un hotelucho para parejas. Sus luces azules, verdes, rojas y amarillas (generador mediante) lo hicieron visible desde la ruta.

Un ángel de turno, Emilias me guió hasta allí, arenal mediante, y gestionó mi cuarto, ya que el dueño se negaba a alojame.

Sin más opciones, disfrute su cama conmigo misma!

Bien temprano me dirigí al puesto policial a sellar mi pasaporte e intentar atravesar el río que separa ambos países, con la ilusa idea que del otro lado habría algún micro para seguir mi ruta.

Para mi sorpresa, en Mozambique el idioma oficial es el portugués, ya que fueron su colonia hasta 1975. Cuando enarbolé mi documento de ciudadana y me presente “falando un poco” ellos se alegraron como si hubiera aparecido una hermana perdida, que hasta se olvidaron de pedirme la visa, que obviamente no había podido gestionar por internet, como marcan sus regulaciones. Tras las preguntas de rigor, de que ando haciendo por esos pagos, cuanto tiempo permaneceré en el país, si era la primera vez, y que pensaba visiar, donde me alojaría y ese tipo de cuestiones, se quedan tan entusiasmados con mis respuestas de escritora que quiere solo conocer para escribir una mirada diferente de la Africa actual. Que no tengo ruta ni paradores fijados, tampoco las vacunas requeridas porque ya soy viejita y estoy exenta, ja!

Funcionó!, sellito y a repetir la función del otro lado del río, donde me dieron la bienvenida con solo “una contribución” de u$s 10.-

Luego me enteraría  que la ruta hacia el este está plagada de controles policiales cada 20 kms. maso y en cada uno debes dejar tu aporte si quieres que te bajen la paupérrima soguita que funciona a modo de cadena y/o barrera. La zona está plagada de terroristas y estos señores con grandes ametralladoras pegadas al cuerpo, se ablandan todo cuando les relato mis inocentes respuestas.

Lo cierto es que por allí no circulaba ningún bus, matatu, taxi, motoneta, mucho menos autos particulares. Solo y cada tanto (1 vez a la semana, tal vez…) pasa un camión que transporta en su caja abierta, bolsas de papa, cabritos, gallos, cajas varias, colchones, bicicleta, y personas montadas en la cima de todo ello, como en una torre de babel.

Y yo para variar, estaba de suerte! Justo ese día partiría de allí, cuando terminaran de cargarlo.

Tras dos horas de ver el espectáculo de magia de como colocaban como en un tetris, todos y cada uno de los objetos que aguardaban en tierra.



Tras la carga, las personas. Éramos 13 dispuestos a subir, 5 de las cuales eran mujeres musulmanas con sus atuendos típicos. En la cabina, solo el chofer y un empleado acompañante, cuya función -entre otras- fue cobrarnos, como si de una butaca en el pullman

del Colón se tratara. A camión regalado, no se le discuten los dientes. Arriba y a gozar del viento! Alguien me hizo piecito, y otro me tomó de la muñeca desde arriba, estirándome las costillas como si de alcanzar el cielo se tratara.

Me unté con protector solar, me até el cabello y lo cubrí con mi pañuelo favorito.

Ya acomodada, yo y mis mochilas, nos dispusimos al largo viaje, mínimo 7 horas, que resultaron más de 12....   


Arrancó a los tumbos, como era de esperar. El camino era apenas una huella en la selva. Tierra roja bordeada de bao babs, palmeras, mangos, acacias y otras especies entrevesadas.

Los pozos se sucedían como jorobas de camello, serruchando el piso y abriendo grietas como si de un reciente terremoto se tratara.



Nos sacudíamos zigzagueándonos los cuerpos apretados y sudorosos, conteniendo las palabras para no llenarnos la garganta de polvo.

El traqueteo era peor que el de los toc tocs de Etiopia, o el del tren de Arusha o del jeep del safari. El afican massage iba in crescendo y esto recién empezaba.

Ya empezaba a sentir un molesto moretón en mi nalga derecha. Me sentía feliz de aunque sea ir avanzando en mi propósito de ir hacia el mar, 600 kms. más adelante. Me sostenía de una miserable soguita que rodeaba unos bidones de no se qué.

Pasábamos de largo, a más de 60 kms/hora, por aldeas mínimas, cuasi despobladas, chozas de barro y paja, con algunas mujeres en cuclillas aplastando cañas en los morteros, niñitos semidesnudos con las manitos en alto saludándonos al paso, como si de una locomotora se tratara. Por los campos, algunos pastores aburridos, y más allá, agricultores recogiendo con agachada tenacidad, sus cultivos del día.

El sol, imperturbable, se hacía sentir, aunque la brisa de la arboleda y la velocidad, calmaba sus efectos calórico.

Cada tanto, una frenada abrupta, procurando sobrepasar algún lomo de burro desmedido, nos inclinaba a todos hacia adelante. Con el mismo compás colectivo, las curvas inducían a nuestros cuerpos hacia la derecha o hacia la izquierda, como en una danza silenciosa.

De repente, una lomada obligó a la matraca a un salto descomunal. Mi cuerpo ascendió literalmente algo así como metro y medio. En ese segundo pude contemplar la película completa de cómo me iba girando hacia el vacío y perdía mi posición dentro del camión, para reconocer que solo la tierra me esperaba cuatro metros más abajo.

Fue un golpe seco. Inmediato. Supe que me estaba muriendo…

Fueron solo unos segundos… y estaba ahí, acurrucada en posición fetal, con mi cabeza incrustada como un bao bab en su leyenda, la espalda entumecida, las costillas a punto de despeyegarse, mis ojos intentando abrirse con la fuerza de la conciencia de que aún estaba VIVA!!!!

Sentí los gritos desde el camión antes que se detuviera unos cuantos metros más adelante. Algo así como: “se voló la mzungu!”. Vi mi mochila rosa bajo sus ruedas e intuí la azul al lado mío.

El acompañante del chofer y unos cuantos hombres se bajaron a socorrerme.

Recuerdo que lo primero que hizo ese negro grandote, fue acomodarme el vestido tapándome la impudicia de mis muslos al aire. Me pareció un gesto de lo más amoroso, tratándome de hacerme sentir mejor, mientras intentaba en vano tironearme para que me parara.

Mis piernas no respondían, aunque mi cerebro estaba lo suficientemente lúcido como para empezar a AGRADECER inmediatamente, no sabía bien qué, pero estaba allí, intentándolo.

Recuerdo que un minuto estaba rodeada de cien caruchas morenas de todo tamaño, contextura y vestimenta. Toda la población de las aldeas de alrededor gritaban curiosos para tratar de ver a “la blanca en el piso”.

Freddy, pongamos que así se llamaba ya que su remera lucía a Mercury en su torso, seguía estirándome desde los tobillos, dándome palabras de fuerza, aguantando mi lentitud y mis respiraciones entrecortadas ante el dolor intenso que me habitaba.

Yo no quería perder de vista mis pertenencias, aunque sabía que a esa altura, lo único importante era yo misma, intentando sobreponerme y reanudar el viaje.

El lado derecho de mi cabeza latía con tanto esmero como para dejar salir el cerebro y compañía en una grieta sangrante sin remedio.

Recordé que en momentos de shock lo mejor era respirar con profundidad y eso hice. Trataba de inhalar intensamente, aunque mis costillas se negaban a darle lugar al aire. Lo redirigía hacia el interior de mi cabeza con plena conciencia  de impedir que se me formara un cuágulo interno. Recordé mis mínimos conocimientos de Reiki e imploré por mi sanación, al iempo que trataba de girar mi columna para incorporarme.

Freddy me sostenía, me esperaba y me alentaba. Ahuyentaba a los curiosos y me acomodaba las piernas como para poder ponerme de pie.

Se me escaparon unos cuantos aulliditos de dolor, aunque ninguna lágrima. Estaba tan tensionada en mi concentración de lograrlo, que solo podía sentir mi lengua pegándose a mi paladar en una sequedad áspera y morbosa.

Alguien me alcanzó agua. Alguien me sostuvo de atrás. Alguien me agarró de las manos. Alguien llevó mis valijas de vuelta al camión.

Muchos, entre asustados e incrédulos, me sonreían amorosamente dándome ánimos e impulso. Luego lo supe: eran cientos de angelitos negros protegiéndome…

De repente, estuve de pie, conteniendo la desesperación, en un intento de caminar acercándome al camión que ya había dado su marcha atrás.

Mi pecho se alzaba y descendía como un globo que no sabe que hacer. Milímetro a milímetro, medio en andas, medio entre sueños, lo fui logrando.

Alguien dispuso su espalda desnuda para cargarme a babucha. Yo preferí seguir intentando apoyar mis pies.

Ya frente a la caja trasera, alguien me tendió el brazo como para alzarme hasta la cima nuevamente.

Me negué rotundamente, aunque bastó mi mirada desplomada para rogar sin pedirlo que me otorgaran el asiento de adelante en la cabina. Freddy cedió su lugar, y con más paciencia aún, me fue acomodando como si una muñeca de trapo  desplumado fuera.

El chofer, que no bajó de su asiento en ningún momento, casi no me podía mirar a los ojos. Varias horas pasaron hasta que me alcanzó dos bananas, intuyo que a modo de disculpas, aunque tampoco creo que él haya tenido culpa alguna.

Ya acomodada, no podía para de AGRADECER estar VIVA!!!

No podía creer por lo que había pasado en solo unos segundos. La dimensión de la muerte. Del Ser y Estar, para en un instante dejar este mundo, o peor aún, quédarte tullida, hemipléjica, tarada, desvalida o como fuera.

Me miraba las manos, los brazos, las piernas, las rodillas, y no encontraba ni un raspón.

Me toqué el pelo a través del pañuelo que aún se mantenía en su lugar y no sentí sangre, apenas unas protuberancias a modo de chichón.

Seguía AGRADECIENDO y RESPIRANDO PROFUNDO, como para oxigenar, para chequear que aún estaba viva, para disolver cualquier posible coágulo, para abrir las costillas y la garganta, para no llorar…

Estaba en shock, mientras afuera seguía la tierra, los árboles, las aldeas, los pozos, el sol.

Agradecía mi nuevo asiento de privilegio, me compadecía de todos los que tendrían horas por delante sobre las bolsas traseras, veía repetidamente mi película cayendo como si no la pudiera detener, veía cada detalle, aunque no el momento del impacto. Como si en ese instante hubiera sido sostenida por un ángel invisible que generosamente sólo me depositó en la tierra. Agradecía que no hubiera habido piedras, ni asfalto, solo tierra roja y blanda, quizás un colchón celestial aguardándome…

Estar VIVA!!! Seguir SIENDO, aquí y ahora…

Sabía que no estaba quebrada, sino hubiera sido imposible entrar a la cabina. Quizás el problema sea salir, pero para eso faltaban más de 6 horas. Debía “disfrutar” la supuesta quietud de mi nueva posición, aunque el Afikan massage externo no se detenía.

Respiraba, Agradecía, me volvía “la película” a la cabeza. Me venían cuestionamientos ya tan absurdos cómo: -como se enterarían mis hijos y mis amigos si me hubiera muerto en ese lugar; - que harían con mis cosas; -donde habría un hospital con tomografía computada por esos lares; -como decirles a mis hijos que estuvieron en mi corazón en ese mismísimo instante; -cómo harían para hacerse cargo del edificio que administro y todas sus complicaciones; - quien se llevaría la plata que encontrarían en mis mochilas; -estaría mi computadora (que estaba en el bolsillo delantero de mi mochila rosa) reventada? ; - y mi celular? Que se comió el aterrizaje forzoso sobre mi clavícula en mi bolsito del pasaporte, celu y plata chica, el azul que me regaló Zulmwa y aparece en todas las fotos ya que no me despego de él ni para ir al baño. De hecho, el camión paró para el turno de los piyadores en los yuyos. Yo ni me cuestioné mis necesidades, sabía que no me movería… debía relajar y descansar, basta de esfuerzos, apenas respirar profundo… NO DORMIRME!!!

Mi nueva meta era permanecer despierta, por más que se me cerraban los ojos, por el resplandor, por las lágrimas no derramadas, por el agotamiento, por el aburrimiento…

No sé si lo saqué de alguna película, o alguna vez me llegó la información, o era pura intuición, lo cierto que sabía que debía estar lúcida, conciente, atenta a la evolución de mi machucón en mi parietal derecho. No dormirme! De hecho quería disfrutar la sensación de estar VIVA! cada segundo, cada árbol que veía como un regalo en su día, y también había alguito de miedo a no despertarme nunca más…

Sabía que al pueblo al que nos dirigíamos, apenas le cabía esa descripción. Sería un caserío con mercados ambulantes y pare de contar. Allí transbordaría en un matatu rumbo a Pemba, una ciudad marítima con fama de buenas playas, pero para eso faltaría un día más. Y eso, si me pudiera mover…

Ya de noche llegamos a Mueda, con sacrificio y tesón, logré deslizarme de la cabina al suelo, peo hasta allí llegó mi posibilidad. Mis pies se negaban a andar. Vi volar mis mochilas de mano en mano (ajenas) y ya casi ni me importó.

De repente un señor, a quien reconocí por estar sentado a mi lado en la misma bolsa de patatas cuando estaba arriba, me tomó del brazo y con voz serena me dijo: -No se preocupe, yo me ocupo. Ahora viene con nosotros a Montepuez y mañana la pongo en el micro hasta Pemba.” -supongo que me lo dijo en portugués pero de alguna forma le enendí su amable sinceridad. También recordé qu viajaba con su mujer, su hijo de unos 1 y su niña de dulces diez. Los había visto en mi viaje desde Dar El Salam, dos días atrás, y habíamos coincidido en el camión, aunque nunca habíamos intercambiado ni una palabra. La belleza de su mujer me había llamado la atención desde el primer momento, oculta bajo el manto musulmán envolviendo su timidez.

Le agradecí con mi esforzada sonrisa de dolor, y confié…

Su niña, me tomó la mano, y me ayudó a andar muy muy despacio…

Ya me tenían reservado el asiento de delante de otra camioneta. Andaríamos cuatro horas más.. Antes de medianoche estaríamos en Montepuez otro pueblucho de mala muerte. Aunque para mí, sería de VIDA! El nuevo tramo me serviría para mi meta de no dormirme. Aunque la ruta estaba totalmente a oscuras, las aldeas que pasábamos apenas se desdibujaban en algún farol, y cada tanto las linternas de los puestos policiales que seguían pidiéndome el pasaporte y yo ponía cara de que todo estaba bien. De hecho, estaba VIVA!! y era todo lo que me importaba.

En un momeno se me dio por revisar el celular, creía que estaría trizado en mil pedazos, o al menos sin batería después de dos días desconectdo. Funcionaba!!! Cómo yo! No se había hecho nada! Ni se rayó la pantalla! Estaba ante un auténtico MILAGRO! Como mi nueva VIDA!

Seguí AGRADECIENDO, Respirando, AGRADECIENDO, Intencionando que no hubiera coágulos, que no tuviera una costilla rota, que llegáramos a una cama! Aunque no debía dormirme, apenas habían pasado diez horas!

Llegamos a Montepuez, la familia bajó mis bártulos y a mí incluída como un paquete estanco.

A esa hora ya no salía ningún micro. Mañana a las 5.00 am. No había ningún hotel, de ninguna estrella (salvo las de mi cabeza), ni comederos, apenas una estación de buses destartalada con las últimas pajas sobre unas vigas chuecas.

La bella mujer extendió un gran trapo en un rincón del polvoso piso, y acompañó mi cuerpo a tratar de encontrar una posición horizontal. Ante tal amoroso gesto, no pude menos que ceder a dejarme cuidar. Su niña me acariciaba el pelo, animándose después de días, a tocar a una “infiel” (soy una blanca sin jimar, tocado que solo deja ver el óvalo de la cara) como dándome permiso a llorar. El niño se calzó mis mochilas y las puso al lado de mi cabeza, como asegurándome que estarían custodiadas. Yacubo, el padre, fue por comida, volvió con una gran fuente de arroz blanco, obligándome a comer con ellos, en la alfombra mágica recién instaurada. Me incorporé sobre un costado apenas y lo disfruté como si de un manjar de reyes se tratara.

No sé cómo ni cuándo me quedé dormida. Varias veces interrumpida por el dolor, no podía encontrar posición satisfactoria en el duro piso. Cada vez que intentaba girarme y m daba cuenta que estaba viva, agradecía! Y las puntadas se aquietaban.

Pasé la noche viendo una lunita brillante en el oscuro cielo, conciente de mi suerte, conciente del MILAGRO!

 

A las 4,30 comenzaron a recoger sus cuerpos que yacían junto al mío. Ni baño, ni lavada de dientes, mucho menos desayuno, directo al matatu a Pemba!! Yacubo le explica al chofer de turno lo que me había pasado y le exigió el asiento de cabina para mi exclusividad. Le pidió que al llegar a Pemba m acompañara al hospital  y les contara lo sucedido a los médicos, instaurándolo como mi futuro traductor.

Ellos iban para otro lado, debíamos despedirnos. La amorosidad de sus ocho ojos la llevaré impregnada en mi corazón por mucho tiempo… pocas palabras, muchísimo amor!

Siguieron 7 horas de viaje entre tumbos (las rutas son más que desastres!), calor, vendedores ambulantes en cada parada, música que atrona en el interior del matatu, paisaje de pobreza constante y yo cuestionándome si el hospital tendría las más mínimas medidas de higiene, alguna máquina de Rx, algún médico?...

Quizás lo mejor sería buscar un hotel bonito, más que bonito! Con piscina y vista al mar, donde pudiera relajar dos o tres días, no pensar en nada y no decidir nada hasta que el dolor afloje…

Pemba se hacía inalcanzable, las 7 horas se convirtieron en 10!

Finalmente bajaron todos los pasajeros y el chofer me llevó personalmente, en el mismo bus! Hasta el hospital. Me bajó delante de la entrada de la guardia y se metió a buscar una silla de ruedas. Yo parada bajo el sol de la supuesta vereda, con mis dos mochilas a los pies y mi cara más blanca que nunca, transfigurada de dolor y baja presión.

Una mujer, también de velos envuelta, me hizo señas para que me corriera a la sombra y viendo que no podía moverme, se acercó y en perfecto inglés me preguntó: .”Can I help you?”

Le hice un asentimiento con la cabeza que a esa altura era lo único que podía mover, y como ya se acercaba el chofer con una camilla más rota que entera, le pedí que cuidara mis pertenencias mientras me entraban a la recepción. Ella nos siguió y me pidió el pasaporte para hacerme la gestión en la ventanilla de ingreso. Viendo que ya alguien me estaba ayudando, el chofer se retiró discretamente. Apenas un “molto obrigado” pude balbucear a lo lejos.

La señora muy expeditiva,con mis mochilas en sus hombros,  le obligó a una enfermera a cambiarme a una silla de ruedas, mientras me hacía de intérprete con las preguntas de la recepcionista. Me devolvió mi documento, abrió la puerta de un consultorio, como si de su dueña se tratara, y casi a los gritos (que es la forma típica como se habla por acá) le pidió (en portugués)  al doctor que allí estaba atendiendo a una embarazada, que me prestara atención y le adelantó mi historia con los pocos detalles que yo había alcanzado a contarle (en inglés).

Cuando el médico alzó la vista lo primero que me preguntó era de que país era.

-Argentina- balbuceé para no perder la poca fuerza que me quedaba a punto de desmayarme.

-Entonces podemos hablar en castellano, yo soy de Mendoza!- me sonrió cómplice.

Se me dibujó el siguiente MILAGRO en la cara! No se puede creer! Estar al otro lado del mundo, y que te toque un médico en tu propio idioma y del mismo país!

La señora seguía atentamene la conversación, para a un lado del escritorio, marcando un numero en el celular. -Le estoy llamando al Dr. Hipólito, el que me alquila la casa, que también es argentino- le avisa a mi médico quien asiente con una sonrisa y cómplice (ellos en portugues) , le dice que le diga a Hipólito que le avise a “los otros”.

Supuse que me harían una revisión en interconsulta, aunque para sa altura, ya se me estaban ovidando los dolores, al menos los del alma.

En cinco minutos apareció el tal Dr. Hipólito (un ancianito super simpático y charlatán que tiene su propia clínica (onda Cureta), que hace 22 años es el director de este hospital Provincial! Y que se ofreció a llevarme a hacer las placas a su clínica. En 5  minutos más apareció el Dr Emiliano, cardiólogo, de Córdoba capital (leerlo con su debido tonito cordobés), tan asombrado como yo y ya dispuesto a los mates, y otro Tommy de Barcelona! Una fiesta!

La señora se despidió gentil y alegre de haber provocado dicho encuentro y le encomendó mis bártulos al español que enseguida ofició de chofer para trasladarme a la clínica, donde todo era blanco impecable y con aire acondicionado!

Viendo que no tenía nada roto, me hicieron aplicar un relajante que acepté vencida en mis convicciones de no dejarme inocular nada químico en mi cuerpo. Pero cuando el dolor aprieta, otras son las prioridades, ja!

Me invitaron a almorzar y estuvimos charlando toda la tarde, sumada otra médica más de Bariloche!!!! No se puede creer! Está hacindo una pasantía de Medicos sin Fronteras desde Enero pasado.

En un momento volvió a aparecer “la señora”, vecina del dueño de casa donde comimos y quien insistía en dejarme un cuarto para quedarme unos días.

En mi cabeza solo quería piscina, mar, reposeras, silencio, dormir a pata suelta, y mucha privacidad para procesar a mi ritmo. Le super agradecí pero descarté la oferta. Ya me veía con el televisor prendido con los partidos todo el día, el servilismo con la muchacha negra que nos sirvió la mesa, el Dr. Hipólito que no para de conferenciar de política argentina actualizada, y nada, quería buscar un lindo hotel que para eso había viajado a la playa!

Fátima, que así se llama, y a esta altura, resultó más que un ángel, una virgen entera! Se ofreció a llevarme a recorrer en su auto, previo pasar a comprar la e-sim card para mi teléfono, algo para cenar y una crema desinflamatoria para pasar la noche.

Una genia! me encontró un hotel precioso a buen precio y antes del anochecer ya estaba instalada, “disfrutando” ya casi con el dolor amortiguado.

Ducha tibia y larga como bien me merecía, balcón con la brisa marina mirando los cocoteros, y…AGRADECIENDO! AGRADECIENDO! AGRADECIENDO!

Aún faltaba un Milagro más!: saqué la bolsa de la computadora  y la abrí como quien revisa si un nuevo bebé tiene todos sus deditos sanitos. La prendí, esperé con el corazón en un pálpito… y FUNCIONA!!! No se hizo nada, está entera! Andando! Les puedo contar todo esto! Un fierro! Como su dueña, ja!

¿Y después hay gente que me dice que no cree en los Milagros?!

5 en 1!  Estoy VIVA! mi celu anda! Mi compu también! No perdí nada! Y encontré 4 médicos argentinos dispuestos a ayudarme! Y un montón de ángeles del camino…

Si éstos no son MILAGROS, los MILAGROS dónde están?

Por hoy… Moito OBRIGADO! Me voy a dormir, ahora si!!!!!!


 

 

 

 

 

 

 

 

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