Tal cual lo pactado, el domingo a las 6.00 a.m. pasó Isac, el chofer del Safari, a buscarme por el hostel, un lujo de servicio!
Ya en la camioneta estaban listos Lolo y Manón, una parejita de franceses dispuestos a disfrutar. Pasamos a buscar a Mariel y Julius (ella francesa, él alemán) otros treintañeros adorables, e iniciamos la travesía. Café de cortesía en un puesto en la ruta, y recogida de Chaman, el joven cocinero que se unió al grupo. En un pueblo cercano nos cargaron las ollas, los comestibles, las carpas, las bolsas de dormir y las 36 botellas de agua mineral.
Enseguida nos sentimos como una linda familia en viaje de
vacaciones. Aunque a decir verdad, el chofer y el cocinero, no pararon de
trabajar. La organización de los tiempos y los lugares, fue perfecta! Y sus
sonrisas, amabilidad y disposición, un regalo de la vida!
El primer día se fue en el traslado al Parque Nacional
Serenguetti, a unos 360 kms. de Arusha, en el papelerío y los controles del
vehículo para entrar al parque, ya que la caravana de camionetas (anes serían
camellos?) era infinita!
Paradita oficial en una gran tienda de souveniers for turist for exports, aunque llena de maravillosas artesanías locales. Lástima que en la valija no entra ya ni un alfiler de más!
Otra parada para apreciar desde la altura la boca del cráter Ngorongoro, 1500 metros más abajo, ya extinguido hace milenios y donde se encontraron los restos de los primeros humanos que estaban ya usando utensillos como herramientas, allá por 2,6 millones de años atrás!, descubrimiento de los famosos antropólogos Mary y Louis Lakey. Este sitio se llama la Garganta de Olduvai, en medio de la fractura del Rift, o sea la línea que parta Africa de Norte a Sur, generando valles profundos, y que se supone que dividirá al continente dentro de unos aitos, como otrora se separó de América.
Ahí mismo, junto al monumento que los honra, nos entregaron las cajas viandas con el almuerzo ya previsto. Incluso el especial para la vegetariana de turno. Gracias! Exquisito!
Finalmente llegamos al parque , al área de campamento, donde
armamos las carpas entre los consabidos chistes de si aparece el león y nos
come… o nos pisan los elefantes.
Ya de pasada habíamos disfrutado el avistaje de los primeros y son realmente impresionantes, verlos así tan de cerquita, dueños y señores de sus territorios.
Entre risas y cervezas para festejar el encuentro, compartimos la cena que Chaman estuvo preparándonos en la cocina comunitaria, donde otros cientos de cocineros hacen o mismo para sus grupos respectivos. Imaginen que por cada camioneta van de cuatro a diez personas. El 99,9 % son blancos europeos, rusos, turcos, japoneses, chinos o coreanos. El 0,01 soy yo! La única representante de Messi y Sudamérica incluída. Los choferes y los cocineros son todos locales negros. Hay algo de servilismo retrógrado en la atmósfera, pero hoy no me voy a dedicar a enjuiciar ni sacar conclusiones, solo a disfrutar!
Hay también quienes disfrutan a otros niveles de presupuestos, porque eligen alojarse en los lodges a 5.000 euros la noche, los que llegan en avionetas privadas y los que sobrevuelan las zonas en globos. Pero nada de eso, fue mi caso. Así que ya rendidos, todos a dormir felices con la luna creciente sobre un tapiz rojo encendido.
Mañana se inicia 5.30! Havari!
El desayuno ya nos estaba esperando junto a la sonrisa
orgullosa de Chaman, los huevos revueltos, el melón cortado con el mango, las
tostadas, el dulce, la miel, el Nutella, té y café marca tradicional local:
Kilimanjaro para variar! Sumando tortitas de avena y vainilla. Un montón!
Para las 6 ya estábamos instalados, como buenos alumnos,
cada uno en su pupitre, digo asiento! Dispuestos a disfrute! Nos fuimos hacia
la zona norte del parque, hasta el río que separa Tanzania de Kenia, donde
todos los Agostos se produce la gran migración.
Hay veces que ni yo puedo creerme la suerte que tengo! Juro
que yo no sabía, mucho menos lo calculé, pero aquí estoy, disfrutndo de este
espectáculo de miles de animales moviéndose en fila india en búsqueda de pastos
propicios para la siguiente temporada, espectáculo que se produce una sola vez
al año y que convoca a miles de turistas!
Los caminos son difíciles, mucho barro, mucho pozo, mucha
tierra, mucha maestría de Isac para avanzar mientras no para de explicarnos
sobre la flora y la fauna del lugar, los comportamientos de los animales, la
cadena de supervivencia de unos con otros, y cuanto detalle se le venía a la
lengua!, Ja!
Mientras, avistábamos familias de jirafas comiendo entre las ramas de acacias doradas; pájaros infinitos surcando el cielo; hipopótamos panchos relajados en los charcos, bostezando sus molares al sol; monos simpáticos cruzando los caminos mirándonos asombrados; pumbas como los del Rey León, científicament llamados facóferos; cebras pasivas más ocupadas en pastar que en posar; impalas majestuosos como su nombre lo indica; elefantes rascándose contra los árboles; los feuchos ñus, especie de Frankeinstein bochornosamente constituídos con partes de otros mamíferos; y más y más...
La figurita difícil no se hizo esperar! Un soberbio león
junto a sus mujeres cazadoras, se asolaban entre los altos pastizales esperando
a sus presas: cientos de ciervitos e impalas inconcientes del peligro,
merodeaban en los alrededores.
Las camionetas, a los tumbos, avanzábamos, prismáticos en mano,
cámaras con sus zooms bien dispuestos, a la caza de las mejores fotos. Antes
los safaris consistían en llevarse cabezas con cuernos para lucir en las
mansiones. Ahora es suficiente con unas cuantas imágenes y el sombrerito beige que
acredite el paseo.
Aunque a decir verdad, hay parques como éste que son reservas
de protección de la fauna. Pero también existen, y son oficialmente aprobados
por el Gobierno, los que se destinan para la caza. El ingreso que reciben por
las tasas de permisos y entradas, les justifica el deshonor de las acciones.
Todavía existe gente (¿?) que se divierte con los rifles, se jacta del sabor de
sus carnes, se sienten victoriosos y lucran con colmillos de rinocerontes,
dientes de cocodrilos, pieles de jabalíes y otras víctimas. En fin…
El que esté libre de pecado … Al fin y al cabo, los que
pagamos para venir a “observar” no estamos exentos de culpabilidad de venir a
“invadir” sus hábitats con nuestros ruidos, nuestros combustibles, nuestros
desperdicios, y todo lo que implica esta actividad multitudinaria, tan bien
lucrativa para tantas compañías que los bien organizan y dan de comer a tantas
familias de trabajadores locales.¡Qué difícil es pensar en cuidar la
Naturaleza, disfrutarla, conocerla, aprenderla, aunque sin dañarla! ¡Cuántos
cuestionamientos me mueven estos viajes!
Estuvimos horas viendo pasar ñus, cebras y elefantes. Otros aguardan su momento a la sombra de árboles majestuosos. Algunos muchos están partidos, ya que el entretenimiento favorito de los pequeños mamuts consiste en patearlos o arrancarlos de cuajo con sus trompas como quien disfruta un chupetín.
Hienas por doquier en lo bajo y aves de rapiña en lo alto. Montañas
plateadas de la más rica vegetación abrazan planicies desérticas. Cada tanto
lagunas con flamencos rosados equilibrando sus patitas flacas, cuidándose del
paso de algún rinoceronte feroz.
Nuestro almuerzo listo en una gran canasta junto a bonitos platos y florido mantel. Isac orgulloso abre las marmitas tibias, convidándonos al disfrute.
Lolo enseguida se apuntó como mono, Manón eligió ser
elefante, por su larga vida, su trompa juguetona, su seguridad al caminar,
etc.. Julius más modesto dijo querer ser
pájaro para mirarlo todo desde arriba y ser liviano al trasladarse; Mariel
también eligió las alturas pero desde el cuello de una jirafa. Yo soy el león!
Advirtió convencido Isaac. -Y vos?- me cuestionaron todos al unísono. Lo
primero que se me vino a la cabeza, fue la gacela. Liviana, curiosa, rápida,
sencilla, humilde en su manada… -Pero serías pronto una víctima- me advirtieron
mis compañeros. -No importa, todos vamos a morir, pero mientras tanto, creo que
las gacelas son bonitas y la disfrutan a su manera”. Desde ese momento me sentí
hermanada con esos seres frágiles e independientes, la convertí en mi musa
totem.
Tras los análisis filo-psicológicos del caso, recogemos las cosas y seguimos viaje. Isac se conoce todas las áreas donde encontraremos variedad de especies, aunque a la hora de la siesta, bajo el poderoso sol, se hace más difícil su avistamiento.
Con el frescor vespertino, mientras la luz violácea tiñe los
rincones de los bosques, descubrimos un chita relamiéndose las tripas de su
caza del día. Un asquito, pero ley de la vida… o de la muerte para otros.
No le quise dar importancia, pero por la noche no pude pegar
un ojo del dolor. No sé si se me habrá quebrado una costilla… Lo que decía como
chiste, que un safari consiste en volver con todos los huesos sanos, se está
convirtiendo en veredicto. Espero se me pase pronto.
Ya exhaustos volvimos al campamento por unas duchas dulcificadoras, aunque el agua helada, nos borró la ilusión. Esto más que un safari, parece la colimba! Mañana arrancamos 5.00 am!
Nos movimos hacia un lago donde grandes rosados hipopótamos
dormitaban sus fiacas junto a sus heces prolíferas. Otra visión de la real
naturaleza de la vida..ja!
Y así transcurrió otro día, entre pic nics, charlas y
avistajes, se me sumaron más de 1500 fotos que obviamente deberé seleccionar. ¡Es que te lo querés traer todo puesto!
Tras el rico almuerzo, emprendimos la vuelta con el cansancio y la penita de la despedida. Fueron cuatro días con sus tres noches, de compartir un grupo tan hermoso como la experiencia misma!
Llegar al hostel y ducharme con abundante agua caliente,
formó parte de la fiesta! Cenita a solas en la cama con ganas de ver el viejo
film “El Rey León”, pero ya no me dieron los ojitos…
Mañana calma y relajación, tiempo de decidir nuevos caminos…
Veremos, veremos…y ya lo sabremos!
Hakuna Matata!
bichito de luz, de verdad! (no es un juguete de plástico) |
P.D: Me olvidaba….
Hace rato que quería hablarles de los másai, que es la tribu
originaria de estas latitudes. De hecho, desde que entré en Kenia, que los
vengo viendo. Andan por todos lados ataviados con sus típicos mantos rojos
atados al hombro, dejando medio torso descubierto. Sandalias muy decoradas,
cinturón de cuero con faconcito y celular colgando (ah! Esto sí ya se los conté).
Son muy altos, flacos, huesudos, idem las mujeres y los niños. Son tribus
nómades, cazadoras, polígomas, que viven en aldeas separadas de la ciudad o en
medio de la ciudad misma. De hecho, aquí en la zona del Serenguetti, está lleno
de aldeas, y forma parte del circuito turístico, para a sacarles fotos,
comprarles sus artesanías y hacerles preguntas repetidas. Los másai cobran sus
buenos dividendos por tantas visitas repetidas al día. Incluso ya rayan en el
show for export y se multiplican los “mercados masai” por doquier.
Igualmente son muy amistosos y sonrientes, aunque llevan una
vida dura por falta de agua, y otras discriminaciones.
Lo cierto que desde que visité las tribus de Etiopía, me
quedó un sinsabor amargo en la conciencia. Esto de andar mirándolos con ojos
asombrados y/o incrédulos, en lo que va de la civilización (¿?) y no hacer nada
para mejorarles (¿?) la vida, me puso muy cerca de la sensación cuando iba al
zoológico con mis padres. Sensación muy parecida cuando uno se da el lujo de
venir de “Safari”. No quiero poner a los másai en la misma categoría de “animalitos
de Dios” y sacarles fotos y tirarles una propina.
Aprendí a prescindir de esa necesidad de acaparar todo en mi
maquinola. Les compartiré dos imágenes de posters en la oficina de turismo, a
modo ilustrativo, y una foto de una aldea a lo lejos cuando pasábamos de largo
con nuestro jeep. El resto, me las guardo en mi corazón.
¿O quién soy yo para sentirme “diferente”? ¿Acaso me gustaría que anduvieran mostrando por ahí mi carucha explicando que soy una especie exótica con rarezas mentales y otros vicios? Ja!
Esto de viajar, me pone en la licuadora de los
cuestionamientos infructuosos, porque al final sigo siendo la misma curiosa que
se muere por sacar esas fotos de un pastor guiando sus cabras con sus mantos rojos
volando a contraluz en un sembradío tan extenso como su belleza…
Ahora, sí! A dormir...
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