Llegar a Madagascar no es fácil. Desde Tanzania que estaba buscando en vano un vuelo para saltar el Mar de Mozambique que separa esta gran isla del continente africano. Tampoco hay barcos, ni comerciales ni pesqueros, que crucen el estrecho. ¡Madagascar es realmente una isla! Física y políticamente hablando.
Finalmente averigüé que los únicos vuelos directos son los que parten de Johanesburgo. El resto de las compañías te pasean por sus capitales como si de un juego de dados se tratara. Tan ilógico como subir a Paris desde Sudáfrica para ser depositado tras 23 hs. de vuelo en Antanarimo, capital de los malgaches, como se llaman los oriundos de estas tierras.
Otra posibilidad era volar a Dubai, ya que gentilmente,
Emirates Airlines te triplica el valor del pasaje para hacerte el favor de
traerte. La compañía local, como su nombre lo indica, solo hace vuelos internos
dentro de la isla, que es casi tan o más grande que la superficie total de
Francia.
Por suerte enconté un vuelo directo económico desde
Johanesurgo, en hora y media, logré alcanzar la meta.
El tema que “mi” meta no se hallaba en su capital, sino a
550 kms. sore la costa oeste, un pueblito de nombre Morondava, desde donde se
accede a la “Avenida de los Baobabs”, lugar paradisíaco tantas veces visto en
fotos que pulsaban mi corazón con una convocatoria ineludible. Allá vamos!
Pero primero les cuento algunas de las sorpresas ni bien
llegué a este nuevo país. Porque esta isla es totalmente independiente desde el
año 1960 y es uno más de los 54 que conforman África.
En no sé qué siglo fue invadida por los polinesios, luego
por árabes, hindués y finalmente colonizada en 1849 por los franceses hasta su
definitiva independencia. Toda estas mezclas dan lugar a una fisonomía muy
peculiar de sus habitantes: no son como el resto de los “negros” continentales,
son de piel más bien aceitunada, y de ojos rasgados como orientales. La lengua
oficial es el francés, aunque el malgache de las tribus originarias está a la
orden del día. Lo mismo con su moneda, que es el ariari pero el euro corre a la
par. Lo mismo ocurre con la arquitectura de su ciudad capital: encuentras
palacios renacentistas -aunque la mayoría en decadentes ruinas- o barroco francés, al lado de cuasi chozas.
Para mi suerte, también encontré una pituca exquisita "boulangeri-pattisseri" donde me dí el gustazo de unas auténticas croissants y a la tarde volví por un té con cheese cake, mmmmmhhhhh..... exquisito! (después de meses de pan con queso! o galletitas de paquete!).
En contraposición, la vereda rebalsaba de puestitos de fritangas varias, aunque también exquisitos jugos de frutas naturales, algunas super desconocidas para mi.
Para sumar a las sorpresas, el tránsito de los vehículos
volvió a la mano derecha, con el volante a la izquierda, como en la mayoría de
los países europeos (salvo Reino Unido) y América. Pero como en Sudáfrica,
Tanzania, Zimbabwe y Kenia, andaban a la inversa, ya no sé para que lado mirar
al cruzar la calle sin que me sorprendan levantándome en vuelo. ¡El caos del
tránsito sigue siendo un desastre! No hay cabras ni burros pero los modelitos
de taxis del ´50 y ´60, literalmente Citroens y Renault 4 salidos del museo! ¡¡¡Y
gente, gente, gente!!! todos mercadeando en las calles rotas, inmundas de
desperdicios y aguas servidas.
El taxi que tomé desde el aeropuerto al hotel me quiso
estafar como casi todos los taxistas del mundo, pero como ya aprendí a mostrar
las garras en francés básico, se le complicó la estrategia y salí horonda.
Ya instalada busqué las conecciones necesarias para llegar a
la tierra prometida: Les Allés des Baobas, 500 kms. al oeste de la capital.
Hacia allá salen diariamente una “especie de buses” de dudoso estado precario
que tardan más de 20 horas! Síii! leyeron bien, veinte horas consecutivas para cubrir
esa distancia por unos caminos de espantoso asfalto reventado, pozos, arenales,
desvíos, bloqueos y cualquier maravilla absurda que imagines. Eso sí! Solo para
3 veces, en los yuyos, para piyes varios, fumadores compulsivos y mercaderes
ambulantes para cubrir las necesidades alimenticias dl día y de la noche.
Variante 2: ir en avión. Obvio dispuesta a pagarlo para no
volver a repetir experiencias pasadas no gratas. El punto es que solo saldría
en 4 días porque solo vuelan los jueves y no tenía pasaje de vuelta asegurado
hasta 2 semanas después. Imposible quedarme esperando en una ciudad que no me
ofrece ningún atractivo más que la sorpresa inicial, y tampoco perdería me
pasaje de vuelta a Sudáfrica para la semana próxima. Amo los baobabs pero no
tanto como para estar contemplándolos 15 días seguidos, Ja! Y vaya a saber como
es ese pueblito costero. Suena a playa, pero también ya escarmenté con algunas
que más bien eran basurales, así que no me ilusiono demasiado.
Variante 3: Auto contratado particular. Valor el doble que
el avión y tardaría lo mismo que los buses. La ruta sería la misma y única. No
conseguí a nadie en el hotel que quisiera compartir uno. Los pocos turistas que
hay tienen todo el paquete contratado 6 meses antes en agencias europeas
pagando fortunas inconcebibles para mí.
Conclusión, vamos con la versión 1 y que Dios me ampare. De
hecho ya lo hizo tantas veces que una más… ¡Gracias angelitos! ¡Cuento con Uds.!
Entones, día siguiente, 10,30 de la matina me presento
puntual en la “especie de estación de buses” con el nauseabundo olor que
caracteriza estas zonas urbanas.
Veo como mi maleta asciende al techo, como era de preveer,
junto a otras cajas, cubiertas de tractores, jaulas de gallos con las patas
atadas, bolsas de rafia plástica con 3 toneladas de granos, una bicicleta
oxidada, latas de vaya a saber qué y otros menesteres indescriptibles. Tras dos
horas de acomodar el tetris de objetos varios, los cubrieron prolijamente con
una lona raída, ataron el gran fardo con cuerdas de las carabelas de Colón y
nos dispusieron a la partida: 18 almas entdregaas al hacinamiento interno de una
Trafic para 12. En fin, así son las cuentas malgaches. De hecho, ya llevábamos
3 horas de atraso en la partida.
El calor sofocante y el “africa massage” en nalgas y espalda
erecta contribuyeron a las siestas intermitentes de la autora de este relato.
Aguardaba el paisaje selvático del que hablaban las guías de
viaje, pero para seguir sumando sorpresas, el horizonte se convirtió en
desamparados campos abiertos inundados de cultivos de arroz más propios de
Indonesia que de estas latitudes. El verde alegría que el sol brillaba impío cubría
los sembradíos que se veían salpicados de sombreros de paja con cintas y moños
de colores de las agricultoras recogiendo los granos, para luego extenderlos a
secar en alfombras de esterilla cual magia de la Naturaleza.
Niños pastoreando cabritos y parejas de bueyes viejos arrastrando el arado por delante de hombres cansados y obligados a su faena.
Me contaron que el 95% de los antiguos bosques habían sido
arrasados para convertir el suelo en agricultura ncesaria para paliar el hambre
de estas multitudes que se sigue reproduciendo en la ignorancia.
Otra práctica habitual son las quemas masivas, para producir
trozos de carbón, que luego venden a la vera de los caminos, y que utilizan
como único combustible para sus precarias cocinas y fogones.
Una cosa lleva a la otra, y a esta altura, las sequías los
están cocinando vivos…
En los ríos que atravesábamos, casi desérticos del vital
elemento, se veían desde los puentes, las mujeres fregando las ropas en
fuentones plásticos en un hilito de agua turbia y a cientos de niñitos chapuceando las delicias de la poca
agua marrón que corría.
Los jóvenes lavaban sus tucs tucs ( bicicletas triples a
modo de taxis precarios aunque abundantes como moscas) entre las piedras de las
orillas.
Mucha, muchísima gente caminando por las banquinas con sus
atados de heno, canastas, troncos, baldes y atadillos sobre sus cabezas en un
inexplicable equilibrio que solo ellos pueden lograr.
Otra curiosidad, es que muchas mujeres llevan sus rostros pintados de blanco, o más bien untados con un polvo que luego aprendí, proviene del fruto del tamarindo. Primero pensé que era una cuestión religiosa, pero me explicaron que era para proteger la piel del sol. ¿Algo así como geishas del vigésimo mundo?
Los bebotes en las espaldas atados con telas multicolores y
los peinados de trenzas, moñitos, rulos y sombreros al por mayor, conformaban
un cuadro "pintoresco" (¿?) cuasi tierno, aunque paupérrimo…
Decidí desde hace días, como en muchas otras oportunidades, no sacar más fotos, no más retratos de la pobreza o rostros desfigurados por el dolor y el trabajo, no son animalitos de zoológico, son seres que viven como pueden. Y lo que a mí me pudiera parecer un cuadro, es una dura realidad que apenas puedo invadir con mi presencia desde una ventanilla fugaz.
Imágenes al Google entonces, sorry. Me place más buscar las
palabras justas para esos relatos. Gracias por su comprensión.
Para hacerla corta, llegué a Morondava a las 8 de la mañana siguiente, dispuesta a
una ducha en el mejor hotel que encontrara.
Por suerte, frente a “la especie de estación” estaba el
Havanna Hotel dispuesto a brindarme su mejor confort: aire acondicionado,
colchón duro extra large, baño limpísimo con agua caliente, recepcionista
amorosa, café de bienvenida y toda la información para llegar a la soñada
avenida, distante 25 kms. del centro y cuya hora recomendada de visita es el
atardecer para ver la puesta del sol.
Bravo! Tenía todo el día por delante para acomodarme, relajar, recuperar (recuerden que aún ando a media máquina por lo de la caída), y conocer la playa! El "centro" no valía ni la pena, menos el esfuerzo.
Entre mis averiguaciones con los taxistas locales sobraban las ofertas pero faltaban medidas de seguridad. Los modelitos que exhibían me recordaban el primer safari que contraté en Kenia y que, empantanados en un arenal, perdimos 3 horas para salir de ahí y casi ser devoraos por los leones. ¡Mi sistema de alerta tiene buena memoria! Así que recurrí a una agencia local que me ofreció una Cheroque 4 x 4 de super luxe que partiría a las 4.30 am. ya que me recomendaron también gozar del amanecer...
Sí! Otra vez leyeron bien! ¡La dura vida del viajero! Todo
para ir a contemplar el sunrise entre los baobabs! Ya que la hacemos la hacemos bien! Amanecer y
atardecer contratados! En el medio, visita a la Reserva forestal de Kirindy a
70 kms. más, donde habitan especies endémica, únicas en el mundo, aunque en peligro de extinción, como la
fosa y los limures.
Sarna con gusto no pica! A la hora programada estaba lista y
mi chofer personal también, un lujo!
El camino, difícil como era de preveer, pero en mi interior,
estaba más que justificado el gasto de la contratación. El único problema era
que mi negrito de turno no hablaba francés, ni yo malagués. En fin, todo no se
puede, dicen… Ja!
La verdad es que no se necesitaron palabras para la emoción
que me despertaron estos gigantes de soberbia robustez alzados sobre la tierra
roja que comenzaba a despertar contra un cielo rosado de puro amor.
Alineados por la sola mano de Dios conforman un bosque único en el mundo, ya que la mayoría de los otros gigantes baobabs que venía viendo desde Kenia, eran especímenes aislados.
Aquí confluyen tres especies distintas de la misma familia, lo que varía sus formas muy sutilmente: los hay más panzones como botellones y de copas más amplias; están los de forma sifón Drago, más altos que los otros y con sólo un penacho superior a modo de ramas; y la tercer variante sería la suma de ambas anteriores con sutilísimas diferencias solo apreciadas por los biólogos. Para mí la única definición posible es: AMOROSAMENTE HERMOSOS!
El cielo se fue clareando y los turistas fueron llegando munidos con trípodes y cámaras de super generación. Yo apenas podía apuntar mi nueva Panassonic (que aún no aprendo a usar correctamente) ya que no podía despegar la mirada de tanto milagro de belleza única!
Tiempo de continuar… Unos kilómetros más adelante nos detuvimos en el “Baobab enamorado”, que obviamente son dos enroscados unidos desde su base hasta las alturas en una erótica unión nupcial: encantador! Y propicio para más fotos! aunque mi novel maquinita me falló en esas tomas y no se los puedo mostrar. Buah... a googleatlo!
Seguimos un rato más hasta el “Baobab Sagrado”. Un especial
monumental ejemplar rodeado de una baranda de cañas delimitando “el templo”, la
zona donde se reúnen a sus pies, los aborígenes locales y celebran sus rezos,
pedidos, bendiciones y agradecimientos. Dicen que tiene ´mas de 900 años. ¿A
quien le importa la edad? Ante tanta Sacralidad!
Solo admirar y Agradecer estar acá, en su generosa presencia.
Seguimos hacia la Reserva con el calor en ascenso. Lamentablemente el verdor estaba mutado en un pardo árido ya que estamos en la estación seca. De ser la estación de las lluvias ( de Octubre a Marzo) serían intransitables los caminos barrosos. Así que a conformarse con lo que hay! El guía que me adjudicaron tras el oneroso pago de la entrada, sí hablaba francés fluído y pude sacarle el jugo a la visita: visualicé y aprendí lo que es una fosa – mamífero exótico entre perro y gato, de tamaño grandecito y fiero, pelaje marrón brillante, cabeza pequeña y dientes amenazadores y carnívoros-
Más armoniosos fueron las decenas de pájaros nuevos que aleteaban de rama en rama con sus cantos difusos, y los simpáticos limures de distintas razas, todas endémicas y exclusivas de esta isla otrora gran selva.
¿Qué diferencia entre limures y monitos? La verdad? No me
quedó muy claro. Parece que los oiginarios de acá no son tan inteligentes como
los monos que utilizan herramientas para sus subsistencia y trabajan en equipo.
Éstos son más solitarios. Los monos son omnívoros y los limures solo
vegetarianos, casi no necesitan agua, les alcanza con triturar las de las pocas
hojas verdes que encuentran. Y no me acuerdo bien con respecto a la monogamia y
las crías. O sea, a Googlear para aprender más. A mí me alcanzó con estar tan
cerquita y que se dejaban acariciar las cabecitas.
camaleón al paso |
Descubrí un montón de arboles nuevos, de coloridas cortezas y texturas muy diversas.
El mediodía nos encontró exhaustos y nos invitaron a dormir
una siesta en una cabañas compartidas con los guardafaunas, ja! Fuera de
programa, pero reconfortante.
Volvimos con el primer frescor para llegar a tiempo del
sunset entre los panzones . La zona estaba repleta de turistas, no me explico
de dónde habían salido como hormigas, pero eso no me empañó la visión el
sublime espectáculo vespertino.
Quizás yo también me estoy convirtiendo en un baobab por la forma que va tomando mi cuerpo con los años… ja! -Así me dijo mi hija mayor- y sería a mucha honra, aunque no creo llegar a los 900! Ja!
Vuelta al hotel, ducha, cena y preparativos para encarar la
ruta de vuelta otras 20 desvencijadas horas de regreso a la capital. Misión
cumplida!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Si querés, dejame aquí tu mensaje o compartime tu Milagro...