lunes, 7 de octubre de 2024

Naisna Town

Kysna se dice “Naisna”. O sea que me es muy difícil entender cuando lo leo escrito o me nombran este lugar, un apacible pueblecito sobre un gran embalse producto del estrangulamiento de un valle entre dos grandes montañas sobre el mar, al modo de una Venecia sudafricana. 



O sea, absolutamente globalizada: tienes chiringuito tropicales y/o restaurants de sushi, barbacoas yankees, o tortillas mexicanas. De todo como en botica!




Pintoresco por demás, ya que es como un gran “country” de gente top, con sus malls, sus tiendas de decoración y ropa exclusiva. En una de ellas me topé con remeras marca “Patagonia”, ja! Estamos en todas!








Siguiendo con la lista de los deportes tops -que obvio solo practican los blancos- encontré un campo de arquería, 3 canchas de rugby, 1 de criquet, 1 de softball, 1 de soccer, el golf, el yacht y una escuela de equitación. No hay posibilidad de aburrirse!




La religión sigue muy en boga por estos pagos, así que la monumental iglesia anglicana St. Andrew sigue en pie desde hace 200 años! Con su cementerio lindero con altísimos pinos y unas flores exóticas preciosas a su alrededor.






La vieja estación de tren quedó en el olvido con sus vagones fantasmas, testigos del gran sueño explotador de los europeos. Sus vías unían el puerto de Cape Town con El Cairo! en un alarde de ingeniería y avaricia por igual, llevándose los diamantes y el oro que pudieran a su paso, hasta que se les acabó la fiesta y ahora son un cúmulo de fierros oxidados.



A mí me sirvieron para pasear la tarde al sol haciendo equilibrio sobre los durmientes que atraviesan un brazo de la laguna. Una experiencia no apta para cardíacos o mareantes. A los 100 metros ya no sabía si llorar, pegar la vuelta o tirarme al agua. Ninguna de las tres cabía para una aventurera como yo, así que completé los 100 restantes y luego emprendido los debidos 200 de vuelta. Ya veía toda el agua pasar bajo mis pies mientras mantenía erguidos mis brazos a 90° como excelsa equilibrista que no soy. Agotada pero feliz, me tiré en el pastito a descansar, como corresponde a una señora de mi edad (¿?).



Ya repuesta, emprendí la caminata hacia las islas y el puerto. Un delirio de yates que nada tenían en común con mis imágenes preformadas del África de los safaris y las chozas de paja.











 

 Agotada mi curiosidad por hoy, retorné al hostel pasando como es debido, a nutrir mi pancita,  por un supermercado de góndolas limpias y bien surtidas al mejor estilo cadena de franquicia global. Increíble!

 

El lunes se despertó iluminado por un sol esplendoroso.

Comencé la mañana visitando el museo local, ex prisión de esclavos, ahora dedicado al mundo naútico, con fotos de galeones destruídos por las fuertes mareas de estos mares. Seguramente piratas llevándose su merecido botín. Otra área era de artistas indígenas con sus manufacturas artesanales, ya más que remanidas en todos los mercados y puestos callejeros. En otro sector se hacía alarde de los progresos de la pesca y se exhibián todos los elementos de tortura a los inocentes pececitos que alguna vez nadaron en estas aguas, aunque las medallas y condecoraciones se las dieran a los señores de los botecitos. Y por último, en un pequeñísimo sector había un homenaje a una escritora local Dalene Matthee, premiada por sus trece libros dedicados a los bosques. Instantáneamente fue un flechazo de conección de amor que ahora los estoy buscando traducidos al español.




Seguí mi periplo por una galería de arte bastante grande y bastante buena, aunque lo mejor era el edificio donde se alojaba, ya que era una gran casona de 1800 y pico toda restaurada, propiedad de un “explotador” de aquella época obviamente, y que ahora sus sucesores donan generosamente para uso publico y cultural. Algo bueno al fin! Ja!

Para completar el día, como no podía dejar de visitar, me fui al Arboretum. Una suerte de jardín botánico escondido en una Reserva, a la que por supuesto, no llega nadie. Sus caminitos encantados de tornasoles y hojarasca, los pájaros con sus trinos, las flores abiertas como solo para mí, los bancos a la sombra, el estanque quieto de nenúfares, el aire tibio, todo conformaba un paraíso digno de una pintura de Monet. Si de globalización hablamos.. ja!





Fin de Naina o Kysna o como se diga, mañana rumbo a Wilderness, otra vez playa… les contaré!   


 

 













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