Llegué en transporte público “hasta la mismísima” puerta del hotelcito que tenía reservado en este pequeñísimo pueblo de solo 6 manzanas.
¿Qué me atrajo hasta aquí?
Un pequeño ícono de “BIG TREE” en el Google map del celu.
Investigué un poquito en otros bloggers y encontré la razón más que suficiente
para visitarlo. Aunque no es ni famoso ni demasiado viejo ni demasiado alto ni
demasiado gordo, solo con el apelativo de "Big", ya me titilaban las ganas de llegar a
conocerlo.
Para mi sorpresa el hotelito era de primera, con pileta, spa, fogón en un bar con música deliciosa, y un jardín precioso! Una delicia para los sentidos…
A la mañana tempranito ya estaba lista para ir a conocer al
nuevo amigo. Averigüé un poco y luego de recomendarte un taxi (para sólo 5
kms.!) decidí salir de gloriosa caminata.
Un camino precioso siguiendo la ruta y las flores me fueron
guiando hasta la infaltable boletería del parque en cuestión.
Tras 7 mínimos minutos de caminata, por un prolijo deck
señalizado, arribas al gran árbol en cuestión. Si bien es cierto que es grande,
tampoco es para tanto! Y a mí tanta “civilización”: cuerdita, pasarela,
cartelería, etc. me dan una distancia a lo natural, que termina Algunas fotos
se merecía el pobre! Así que sigo tratando de descular mi nueva maquinita, ja!
Pero no lo logro.
Se trataba de "un palo Amarillo de Outeniqua" vulgarmente así nombrado el Podocarpus Falcatus, orifginario de estas tierras. Con sus 36 metros de altura, 9 de circunferencia del tronco, 53 de diámetro de dosel y sus 1.000 añitos de pie.
Me decidí a seguir otro sendero más incivilizado, con un gran cartel “A su propio riesgo”, que me sedujo por su cerrada galería de plantas entrecerradas, y el suelo pleno de gruesas raíces asomando entre piedras. Fueron otros 4 kms. de maravilloso silencio, salvo los pájaros, y el crujir de mis zapatillas entre las hojas, saltando charquitos de arroyos perdidos y capturando los rayos del sol entre las hojas primaverales. Un regalazo para el alma!
Tan contenta volví al pueblecito, que en una casita de té onda cuentito de Blancanieves, me tomé un café con brownie y helado de vainilla, como si de la entada al cielo se tratara. Obvio, en una mesita en el primoroso jardín con toldito y hamacas.
Para no perder el envión, fui a preguntar por el “Árbol Humano” que también me habían contado, habitaba en las cercanías. Pero al parecer, debías contratar una excursión específica, ya que quedaba muuuyy lejos….
¿Cuánto? -pregunté con mi insolente curiosidad.
-Como a una hora, hora y pico para allá..” -fue todo el dato
que conseguí.
Giré hacia “el para allá” y emprendí mi nueva caminata. Tras cuarenta minutos, estaba ya frente a un simpático abuelo rugoso, mudo de paciencia de larga vida esperando ser visitado.
Su primo de los carteles y boletería se lleva todas las
palmas, y a éste gordo bonachón no lo conoce nadie. En fin, le tomé cariño y
unas cuantas fotos. Ja! No estaba como para traerlo a babucha.
Me dí por más que satisfecha, pueblo chico, sorpresas
grandes.
En el hotel publicitan varias otras actividades que se
realizan en el Parque, porque este pueblito es la entrada al Parque Nacional
Tsitsikamma (lo aprendí a decir!). Aquí se hace canotaje, cannopy en la copa de
los árboles, rafting, buceo de avistaje de tiburón blanco, snorkel con los
delfines, kayac y sky en las dunas.
El canoopy me hubiera encantado en otra época de mi menor
conciencia porque ahora no podría andar colgándome con esos ganchos y lingas
ahorcadoras a los troncros de estos pobres inocentes, donde además les clavan
plataformas y baranditas de colores, solo para apaciguar el ocio de los
adinerados turistas, una bestialidad! Como andar montando elefantes o las
corridas de toro, todo en la mismísima prehistoria, solo que a los árboles son
pocos aún los que nos damos cuenta. Perdón, tenía que decirlo!
Ni tiburones ni más delfines para mí, me hubiera gustado el
rafting pero no estoy en condiciones de recibir más golpes, así que elegí para
el día siguiente una jornada de kayak and lilo (colchoneta inflable que vas
acostada remando con tus propios brazitos) (traje de neoprene mediante porque
el agua está helada!). Veremos, veremos…
Contenta como pez en el agua, esperé a mi transporte
personal tras el desayuno, para ir al Parque, previo obvio paso por la boletería!
Me instruyeron con el traje, las botas náuticas, el chaleco
salvavidas, el casco protector, y los remos. Me sentía deportivamente hablando,
veinte años menos, Ja!
Tras caminar así disfrazados, por largas pasarelas,
incluídas escaleras sin fin y puentes colgantes, llegamos al gran cañón donde
el grupo realizaría la actividad. Una belleza de fractura en la montaña , de
rocas afiladas y cavernas profundas entre sus pliegues. El cantar de pájaros
audaces y el fresco verdor de la vegetación circundante. Una maravilla…
¡A los botes patos! Y comenzamos a remar. Yo, como si
supiera! Después de varios movimientos a lo loco, logré enderezar mi kayac rojo
y seguir la corriente…
Deslizarse en el agua, sentirse plenamente feliz… ¿qué más
se le puede pedir a la vida?
Llegamos hasta unas rocas donde el río se estrangulaba. Allí
dejamos los botes anclados y nos entregaron los colchones, que debimos
llevarlos al hombro, subiendo por las húmedas y resbaladizas piedras, hacia el
otro lado del río donde se formaba un gran embalse. Fue la parte más dura!
Porque la verdad, es que antes no, pero ahora sí, tengo muchísimo cuidado en no
torcerme un tobillo, o de caer de rodillas, menos de cola! Ja! Los años vienen
con los mieditos y los cuidados. Pero todo bien, lo logré!
Nos zambullimos en el gran piletón, y algunos muchachos
-alarde de juventud- se tiraban desde las altas rocas periféricas cual
trampolines naturales. Yo ya pasé esa osadía, mantengo lo anterior. Me alcanza
con disfrutar de la calma…
Más que feliz con la experiencia, volvimos a la base, devolví el traje, y me dispuse a un mini picnic frente al mar, en su bravía costa de olas gigantes, especial para los surfistas!
Como se darán cuenta, todos deportes aptos y realizados por “los blancos”. Como en tantas cosas en Sudáfrica, aquí los negros solo los ves detrás del mostrador, en el cuidado de los autos del parking, barriendo la vereda, o no más que eso. Es remarcada la diferencia!
Tras el recreo al solcito de huevo duro, castañas y yogurt,
decidí recorrer otro sendero entre bosque, montaña y mar, bellísimo! hacia una
anunciada cascada.
En el camino me fui cruzando con un montón de maratonistas, con sus respectivos números amarillos en sus pecheras naranjas, que corrían desaforados por alcanzar la meta y el podio.
A cada rato debía correrme para dejarlos pasar, obviamente
yo iba a paso de “vieja” ja! O de “disfrutadora”, no tenía apuro alguno, y la
remada de la mañana ya se empezaba a hacer notar en mis huesitos…
Empezó una zona de piedras agudas que había que atravesar
cuasi repteando. La marea amenazaba con
su creciente para dentro de dos horas… Me acordé de la experiencia en Zanzibar
y decidí que "basta para mi", no tenía sentido arriesgarme ni seguir agotándome.
Volví al hotel a dedo en un periquete! Extrañaba este método
que tan buenos resultados me da, y que en este viaje -prudencia de vejez?- casi
no practico.
El atardecer rosado sobre la piscina turquesa, invitaban al
relax y la contemplación. La tina del spa calentito masajearon mis músculos
bien cumplidos, bajo un cielo estrellado de alegría y tarea cumplida!
Gracias Storm River y Parqur Nacional Tsitsikamma! La pasé bárbaro! Ahora a descansar…
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