Con una mezcla extraña entre nostalgia y alegría, me despedí de Mandela y compañía. Saber que el sueño africano estaba cumplido me impulsaba a conocer nuevos horizontes, otras tierras de nueva naturaleza para mí.
Dejaba África sin mirar atrás, o más precisamente: abajo! ya que desde el avión enseguida te tapan las nubes… Aunque, como ellas, todo se mezcla y evanesce en los recuerdos.
No podía parar de pasarme toda la película de lo sucedido
los últimos siete meses! Puno por punto, población a población, actividad,
personas conocidas, experiencias vividas, ángeles del camino… Agradecer,
agradecer y más agradecer!
Tenía que cerrar el capítulo para abrir el siguiente, aunque
eran tales las delicias de los momentos vividos que me resignaba a soltarlas, o
a encerrarlas en un globo que saliera flotando de mi alma y siguiera su curso
indefinido por los aires del firmamento que estaba surcando…
Dejar una costa, despedirme del Índico y ver aparecer la siguiente, como Colón en sus conquistas. Un nuevo continente ante mi insaciable curiosidad…
La vida, o el sistema georgiano del tiempo, me quitó 9
horas! O sea que no pude dormir nada, aunque agradezco el estar 9 horas más
joven sin haberme arrugado durante ese lapso, que a esta altura sexuagenaria,
implica un montón! Ja!
Lo cierto es que al día siguiente, gracias al coauchsurfing
que me albergó, pude reponerme con 16 horas ininterrumpidas de sueño reparador.
Aunque a la noche, nuevamente no me podía dormir, ya que lo había hecho más que
suficiente. Durante 2 o 3 días se me hizo un lío bárbaro de horarios y comidas,
ya no sabía si estaba cenando o desayunando. Si mis amigos del otro lado del
mundo, dormían o trabajaban, en fin, todo un acomode mental!
Lo cierto es que mi primer paseo, y como no podía ser de
otra manera, fue al Botanical Garden. En realidad, casi sin programarlo, ya que
el bus que tomé con dirección al centro de la ciudad, me dejó exactamente en la
puerta, y no pude menos que seguir mis amores…
Un manto de prolijo césped suave, como un babero de ternura ante las moles de acero que se erigían alrededor, me dio la bienvenida. No resistí la tentación de descalzarme y recorrerlo con la palma de mis pies sobre la tibia tierra, entre flores multicolores de canteros salpicados como dados al azar. La brisa perfumada de néctares nuevos me refrescó el alma.
Árboles antiquísimos y enormes por doquier, todos con sus cartelitos explicativos que me niego a aprender, sabiendo que no voy a recordar esos nombres científicos ni por un minuto, prefiero llevarme sus imágenes impregnadas en la piel, acariciarlos, olerlos, apoyarme, hablarles, escucharlos, imaginando sus historias de bebés, o de sabios abuelos centenarios, apelando a mi instinto salvaje y vegetal.
Tras la recorrida por cada caminito encantador, el arroyo
que lo surca, los invernaderos de exóticas, el encuentro con pájaros y una
iguana bastante crecidita que sin querer casi la piso, el ya tradicional
cafecito en los jardines, y los ojos colmados de belleza, seguí mi camino a
conocer la ciudad.
Pasé por el modernísimo museo de arte contemporáneo sorprendida por su transparente y modernísima edificación, junto a la vieja sede de tradicional arquitectura neoclásica, igualito que el museo de Bellas Artes de Buenos Aires, ja!
La catedral de Sta. María, de esplendorosa fachada
ladrillera gótica haciendo honor a su historia, compitiendo con la luterana al
otro lado del gran parque.
Viniendo de África, el choque visual es enorme: aquí todo es prolijidad, orden y limpieza. El transporte público parece naves espaciales que cumplen el riguroso horario de sus carteles indicativos. Está llena de plazas, parques y remansos verdes más que cuidados, con bancos sanos y limpios, cestos para basura diferenciada por todos lados, veredas y rampas para discapacitados sin excepción, alumbrado más que suficiente, y por sobre todo, una atmósfera de educación y seguridad, con un silencio placentero, a pesar de los innumerables peatones por doquier.
Algo que me llama muchísimo la atención, además que hayan desaparecido casi por completo “los negros” es que la grandísima mayoría de los transeúntes y de los empleados en los negocios o los choferes de los buses, o bien , el 80% de todos, son orientales! No sé si estoy en China, Japón o Corea, no los diferencio. Calculo que un 10% son hindúes, por sus facciones oscuras y apenas una minoría es rubia o pelirroja, con aires irlandeses o nórdicos. Muy llamativo! Seguramente los australianos autóctonos.
Aunque aquí, como en todo país conquistado por los grandes imperios, nadie es totalmente original. Todos son hijos de inmigrantes, de sus propios conquistadores, o buscavidas... Al parecer, aquí la amplitud mental y de corazón, resulta en cero discriminación y todos son bienvenidos, aunque conseguir visas permanentes o residencias es tan complicado como deseado.
Se escucha hablar en mil idiomas, incluso ya me crucé unos cuantos latinos. Quise hacer la visita guiada a la Ópera y me sorprendí de saber que hay visitas en 19 idiomas! Y que para mi lengua estaban todos los cupos tomados hasta dentro de 10 días! Por supuesto ya saqué mi ticket para el martes próximo, infaltable! Desde mis jóvenes época de facultad que quería conocer este hito de la modernidad abriéndose al mar con sus velas desplegadas como un intrépido navío. Veremos en su interior… lástima no poder asistir a un concierto, en parte por el valor de las localidades, y en parte porque no se consiguen entradas con menos de seis meses de anterioridad.
Caminé por el puerto, con las consiguientes tiendas de souveniers para turistas y sus bares y restaurants al por mayor, copy-paste que Puerto Madero, San Francisco Harvour o cualquier ciudad del primer mundo, bonito pero nada nuevo, más que tentarte con helados o anteojos de sol!
Entré a un museo histórico donde muy bien presentado, se
homenajeaba a los indígenas que fueron invadidos por las once primeras naves de
un tal Capitán Hook, británico para variar, y que a partir de entonces, les
arrebataron la dignidad y las riquezas como en toda historia de conquista,
civilización y barbarie… Una colonia más! Desde 1748 hasta mediados del siglo
pasado, aunque aún hoy, siguen con
ciertas dependencias, no hay más que ver la bandera de Australia! Con la del
Reino Unido en miniatura entre sus pliegues de estrellitas yanquis e idénticos
colores.
Recorrí otros barrios, igual de prolijitos, de primavera en cada jardín cuidado con esmero y dinero, de casas más que bonitas, de veredas amplias y limpias, aunque lo llamativo es ver la cantidad de cosas en desuso que dejan junto al cordón para que alguien se lo lleve sin más permisos: desde muebles, paraguas en perfecto estado, adornos sanos, lámparas enteras, juguetes, utensillos de cocina pasados de moda, aunque limpios! hamacas, valijas, cuadros y no seguí contabilizando, aunque me quedé con las ganas de una canasta preciosa, aunque incómoda para acarrearla un año más de viajes, ja!
El día siguiente lo concedí a la playa: el turquesa del
Pacífico con sus olas para surfistas y su espuma fría para acobardarme. Pero
una vez más, la limpieza de la arena, cual si la rastrillaran cada diez
minutos, llamó mi atención. Sólo
encontré miles de pequeñas bolsitas azules transparentes con un hilito turquesa
chorreante, parecían huevos de algún tipo de pescado. No tenían olor, pero daba
cosita pisarlas, algunas aún flotaban en la orilla. Ni idea que serían, pero
eran muchas, y la gente se apartaba al descubrirlas semi enterradas en la
arena, quizás un modelito de medusa, no sé… investigaré! Por otro lado, no se
permiten perros, ni sombrillas, ni juegos de pelota, mucho menos fumar o hacer
fogatas, casi que ni comer! Ergo, limpieza vs aburrimiento! Ja!
Hice una caminata costera por una pasarela en desniveles que a medida que pasa por acantilados y cuevas varias, recorres una extensa exposición de esculturas -la mayoría demasiado modernosas para mi gusto- y al final podés votar por tu preferida, y/o dejarla señada para la compra. Buena iniciativa para el arte!
Con un helado de despedida, volví a la casa cuasi insolada,
previo compras para cenar, aunque no hay tiendas pequeñas, para cualquier cosa
debes recorrer largos pasillos de supermercados en los grandes imponentes
malls, en fin… cosas de la civilización! (¿?)
Tercer día: a Dysneylandia!!!!!
Sí! Apenas bajé del avión, visualicé un IKEA en las cercanías del aeropuerto y me propuse visitarlo, como hago cuando tengo uno a mano. Para mí es como un gran parque de diversiones, tomo cientos de fotos de ideas e imagino modificaciones de decoración en mi casa y en las posibles por venir. Me encantan los proyectos como están presentados y el estilo de sus mueles y adornos. Además tomás cuantos cafecitos quieras por solo u$s 1.- y en el patio de comidas, tenés un almuerzo fijo, vegetariano delicioso x 2 mangos. Ja! Un lujo de paseo, sin comprar nada! Si tuviera un IKEA más cerca, ya mandaría envíos con mil cosas para mi vagón, ja! Lo lindo fue sentir las ganas de saber que tengo una casa propia adonde regresar, y que esa casa me estará esperando… y que a la vuelta, le voy a hacer cambios y rejuvenecimientos, ja! como forma de nueva apropiación.
Cuarto día: muuuuucha fiacaaa… nublado… tiempo propicio para orden de mochila, costuritas pendientes de arreglitos varios, selección de foto, y….tiempo de lectura! Mi nueva anfitriona me acompañó a su biblioteca donde para mi asombro, había una góndola completa de libros en español. Sabiendo que solo me restaban dos días para su devolución, debí contentarme con solo dos! Pero qué manjar volver a tener un libro entre las manos, un sofá y tiempo indeterminado para devorármelo! Gracias Stephanie!
Esto es todo Sydney por ahora. Veremos cómo sigue y cuando
me decido a prender los motores para la nueva vuelta en calesita, digo!
alrededor de este continente insular que tanto promete… Veremos, veremos… y ya les contaré!
Gracias por acompañarme! Abracito de nubes!
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