domingo, 10 de noviembre de 2024

Melbourne

 No me canso de destacar que “Los Angelitos” son la mejor agencia de turismo que existe! Y encima no cobra ni comisiones!


Desde las Blue Mountain llegué con tiempo a la estación terminal de trenes de Sydney con la ingenua idea de conseguir mi ticket para el tren nocturno. Me dirijo a la boletería y asombrado el empleado me dice que es imposible para esa noche, recién para dentro de dos semanas! Que está “fully booked”!, que hay que reservar con 6 meses de anticipación, etc. etc.. 


Yo por mi parte, cara de por favor fijese bien, está seguro? Ni un solo lugarcito? Ni en 3°? Ni con los bultos? Ni sentadita toda la noche en el vagón comedor? Por favor… (ya me veía yo mendigando alojamiento Sábado a la noche en Sydney capital..)

En eso intuyo una sonrisa entre sus lentes y con una leve mueca me dice: “You´re so lucky..” (Eres muy afortunada). Hubiera quedado horrible si yo respondía: “Ya lo sé!” -así que esperé con el aire retenido en la esperanza a que me comentara a que se refería.

  • Me acaba de entrar una cancelación en 1° clase. La toma?

Sin cuestionar nada le digo que sí! Y le agradezco. Y LES Agradezco! A todos los de Arriba!!!

Pago mi billete, recibo el comprobante y entonces le pregunto por la sala de espera creyendo que faltaban dos horas para la partida. El amable señor me hace notar que tengo el reloj parado y que el tren sale en 15 minutos, que corra al anden 1!

Una delicia de celestial organización. Encima me tocó ventanilla y una compañera de asiento de lo más amable, aunque con tantas emociones, me quedé dormida en un periquete.

Amanecí 6.00 am. entrando a la ciudad por zonas industriales de mucho cable y acero, autopistas que se cruzan en cien niveles de rulos y edificios de arquitectura deslumbrante, como si compitieran entre sí en su creatividad, altura y estética.

Me sacudí la modorra tempranera con un buen café mientras me estudiaba el plano de la ciudad y los puntos importantes a visitar, mientras esperaba que levantara un poco el sol entre la neblina gris. Busqué un hostel donde dejar mi equipaje hasta decidir si me quedaría en esa ciudad, cuantos días o si tanta arrogancia edilicia me estaban ya echando. 






Saber que había un bonito e importante Jardín Botánico me motivaba y hacia allí me dirigí. Algo que ya se está convirtiendo en ritual. Cada vez que una gran ciudad me apabulla, allí vuelvo a mi eje y a mi alegría.














Para mi sorpresa, todos los transportes: colectivos, trenes y tranvías -que aquí son emblemáticos- son gratuitos para todo el mundo en un radio de no se cuanto alrededor del centro histórico: “el town”. Otra delicia para no hacer ni cinco cuadras caminando, ja!



Mientras admiraba portales, fachadas, cornisas, cúpulas y balcones, donde lo antiguo se entremezcla con lo modernísimo, donde la historia da lugar al futuro, recibí mensaje de una coachsurfing dándome la bienvenida a su hogar, a exactas tres cuadras del Botánico, en un barrio muy bonito. Increíble la magia cuando tenés los planetas alineados, ja!

Cris resultó ser una anfitriona de lujo, con su delicadeza y predisposición para guiarme y acompañarme con mis dudas en los pasos a seguir. Nacida en Malasia, está adoptando a Australia en pro de su ciudadanía ventajosa a fuerza de mucho trabajo y estudio, intercambiamos aventuras de viajes previos y sueños de futuros. Me invitó a un restaurant chino y devolví el favor cocinando capellettis con salsa. Su departamento, de exquisita sencillez, finalmente me cobijó tres noches! Los días que fui descubriendo esta amigable ciudad paso a paso…



La Catedral de San Pablo, de imponente estilo gótico barroco, se enfrenta a museos ultramodernos y a una de las estaciones de trenes más importantes.







Cada avenida tiene su tranvía, innumerables locales comerciales de todo tipo y por supuesto los para mí intransitables mega shoopings. Una colmena humana desfila por doquier a toda hora, incluso bastantes mendigos y homeless con sus cartones y frazadas en atrios de persianas bajas y manos extendidas.




Recorrí el monumental edificio de la Remembranza, en homenaje a los caidos durante la Primera Guerra Mundial, con su avenida de cedros alineados.





Pasé por la Universidad del Arte con sus acústicas salas de música, danza, teatro, escenografía, coreografía, audio, técnicas de montaje y muchísimo más.

Seguí por la Galería de Arte Contemporáneo, que ya en sí misma la construcción es una obra de arte contemporáneo. En su interior había salas desde los nativos de la región, a pinturas y esculturas de la conquista, del siglo XIX, hasta nuestros días, y algunas mucho más futurescas aún. Como me suele pasar, hay algunas que no entiendo como son calificadas para sumar méritos para semejante exposición, como la araña de plástico inflable del hall central. En fin… a disfrutar de lo que sí valía la pena.







Sumé otro museo local, todos de entrada libre y gratuita, sobre los orígenes de la colonización en este continente y de las actuales alianzas que se hacen para revivir una cultura que lamentablemente, como en todos los casos por los que pasaron los poderosos por arriba, ha prácticamente desaparecido. Ahora arman homenajes reinvidicatorios, pero las lenguas, las tradiciones, las vestimentas, las comidas, los utensillos, y sobre todo las personas, han desaparecido hace rato.

Me crucé a “la calle de los grafitis”, popular paseo que me pareció un basural. Es apenas un callejón angosto de escasos 200 metros donde cualquiera con un aerosol y bastante de picardía se las tira de artista con un mamarracho en las paredes. Otro en fin...






Preferí deslizarme a coquetos negocios de mobiliarios y tapicería que había en la avenida siguiente, con diseños bien austeros onda escandinavos, o mejor debería decir, onda australianos, una finura!

Para dar descanso a mis fieles piecitos, me hice toda la vuelta al perímetro de la zona turística central en el tram 35, un histórico tranvía de madera que se conserva como a principios del 1900 y anda sin parar desde entonces. 
















Pasamos delante del puerto con sus veleros de alcurnia y sus buques comerciales, pero preferí seguir hasta la famosa Biblioteca Nacional.

Un histórico edificio clásico por fuera, con una gran explanada de césped donde abundan lectores y jugadores de ajedrez, abre la entrada a la octogonal sala en cuyo centro, a veinte metros de altura se impone la cúpula semiesférica. Las paredes que la sostienen albergan balcones y estanterías alternativamente con la sobriedad que impone el silencio de los centenares de estudiosos que hojean y estudian en el nivel inferior. Líneas de lustrosos pupitres de carpintería ornamental, se cruzan formando los rayos de una estrella. La iluminación suave y sutil termina de dar carácter a este mágico gran espacio.





Desde los balcones perimetrales se puede admirar la sala, buscar libros, o recorrer las diferentes exposiciones que se arman en cada nivel.

Maravillosa por donde la mires, sublime, un bello hogar para la literatura y el estudio. Me hubiera quedado a dormir entre sus bancos.






Al día siguiente volví al Botánico a seguir disfrutando y descubriendo nuevos rincones floridos, lagunas con nenúfares rosas y patos negros, senderitos con perfumes dulces y arrullos de aves escondidas entre las ramas y las nubes. 















Volví zigzagueando por otros parques y jardines, que los hay por doquier y están admirablemente bien cuidados, hasta que la amenaza de lluvia con su inconfundible aroma a ozono, me llevó de vuelta a la casa.




Compartimos cena y la serie “Friends” hasta que el sueño me regaló otro film.

Gracias Vida por tanto! Y Gracias Cris por tu sonrisa y generosidad!

Mañana?... rumo a Tasmania…







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