Lo bueno y breve, dos veces bueno, rezaba el refrán. Como Bird tenía una visita a su médico, (en otra ciudad, por supuesto!) habíamos pactado solo un día de visita. Por lo que tuve que desandar la ruta del día anterior. Aunque ya envalentonada con la suerte de mi “dedo-jet” y la ayuda angelical, me planté temprano en la ruta de salida de Sister Beach y el primer autito que pasó, me llevó directo a Bernie. Allí esperé un poquito el colectivo a Devonport aunque ya sabía que mi próximo destino sería más al Este, en Lauceston. En un cruce de caminos, me bajé ante la sorpresa del chofer y la promesa confiada en que todo iría bien. Solo me faltaban 150 kms.! que en Australia, es como decir: “acá nomás..”
Pasaban pocas camionetas de granjeros de la zona, algún camión de reparto y pare de contar.
Pero… a los 10 minutos (una eternidad para mi target) apareció una poderosa Ranger con un caballero dispuesto a mi traslado. Él iba para otro lado, pero no le molestó desviarse “un poco” y dejarme en mi punto elegido, el centro de Lauceston, una ciudad con encanto británico en sus construcciones y una “Garganta” entre dos montañas que prometía un paisaje alucinante.
En la plaza central estaban armando un escenario para un espectáculo vespertino y algunos stands de comidas y souveniers. En eso veo un cartel de “Malvinas Argentinas” y me acerco.
Veo un mate en el mostrador y ya no tuve dudas. Saludé en “nuestro” idioma a la pareja que apurados estaban armando empanadas y nos reimos del encuentro. Me aseguraron la cena para la vuelta de mi paseo, Ja!
Seguí el camino indicado, crucé el puente y me metí por el sendero que señalaba el acceso a la laguna central. Entre un cordón montañoso rocoso y el verde del agua corriendo en un río plácido, disfruté la pasarela que bordeaba la Garganta.
Tras 40 minutos, una represa embalsa el agua cristalina, aunque helada, donde gratuitamente, los pobladores y los turistas pueden disfrutar de un buen baño. Anque los homeless de por allí, también!
Los pavos reales coquetean sus plumajes abiertos en las orillas bordeadas de azaleas rosas, lilas y fucsias en manojos de belleza insuperable. El sol aportaba el dorado de su poniente generoso. Niños correteando junto a sus padres, otros en bicicleta o remando en sus kayacs.
Bien podría haber sido una postal del cielo, y con seguridad, así sería…
Rodeé la laguna, crucé el puente colgante, descansé en el pasto recién cortado, disfruté de unas galletitas (la cafetería ya estaba cerrada), saqué fotos, y volví despacio, agradeciendo y contemplando la beatitud de este paraje. Aún excitada por la suerte de haber llegado a tiempo para contemplarlo…
De vuelta por el centro, ya todos los negocios cerrados, salvo el salvador supermercado. Aunque sea una ciudad grande, en Australia se respeta a rajatabla el horario laboral y después de las 18 no queda ni el loro en ninguna calle, ni siquiera en pleno centro.
Me surtí de lo básico para el siguiente desayuno, y me fui a ver a los artistas del tablado en la plaza central. Apenas unos vecinos fieles a sus parientes, rodeaban el escenario. Aunque mis recientes amigos argentinos, vendían sus empanadas a cuatro manos. Me donaron alegremente las vegetarianas prometidas y compartimos una cerveza. Para las 21 cada cual a su cucha.
Distaban cinco cuadras hasta mi hostel, no me crucé con nadie. Solo la luna me acompañaba.
En Australia es imposible sentir miedo. Al contrario, sientes que estás en uno de los lugares más seguros del planeta. De hecho, en más de quince días que llevo por estas tierras, no he visto ni un solo policía. No sabría decirte ni de qué colores son sus uniformes ni sus patrulleros.
El orden y la educación se palpan en cada acera. A nadie se le ocurriría cruzar la calle cuando no te lo autoriza el semáforo. Ni hablar de la limpieza y la pulcritud de cada rincón, incluídos los baños públicos de cada plaza y sus asientos. Te cargas nafta autoservice y pagas con tu cuenta bancaria en una aplicación en el teléfono. Insólito para la viveza argentina! Lo mismo para los parquímetros de estacionamiento medido. Subes a los transportes con una tarjeta magnética que habilitas en un postecito en cada parada. El chofer del bondi jamás se fija quien o cuánto pagó cada quién. Y así todo… basado en la confianza y en la honradez de sus ciudadanos.
Llegada al hostel, en mi habitación compartida estaba Kathy, otra malasiana que me comenta que al día siguiente partiría para Penguin, en la costa norte. Justo mi mismo destino programado para mí también! Y tiene auto propio!!! Y por supuesto, no tiene problema en llevarme! Esto ya es el colmo del dedo! Servicio contratado cama a cama, ja!
Me dormí con la sensación de ser más que una afortunada, una bendecida total!....
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