domingo, 17 de noviembre de 2024

Warnerbool Fairy Port

 Dormí a mis anchas cual princesa después de una Cruzada, en un somier tan ancho como su precio. Me preparé un desayuno un tanto apurado ya que a las 10 debía dejar el cuarto (previa recogida de todos los saquitos de té, los sobrecitos de café y de azuquitas, los bomboncitos de cortesía y las galletitas de relleno -en definitia había pagado por todo, no es hurto! Ja!-

Dejé mis bártulos en la recepción, y con apenas un chispeo tibio, salí a recorrer la pequeña ciudad. Un poco lo de siempre: la peatonal, el puerto, la estación terminal, la oficina de información turística con sus consiguientes souveniers regionales, la biblioteca pública (con unas vistas a la bahía muy impresionante! Difícil concentrarse a leer), algún museo, alguna galería de arte, quichicentas iglesias y pare de contar. La llovizna no paraba y la city no daba para más. 


El pueblito siguiente me llamaba con su simpático nombre: “Fairy Port” (Puerto de las Hadas) y “justo” salía para allá, el único bus local del día. Corrí a buscar mi valija al hotel y logré alcanzarlo! En una hora estaba en mi nuevo destino.

Un pueblito de cuento como su nombre: prolijas casitas con sus esmerados jardines, calles bajo el túnel frondoso de sus añosos árboles, el río desembocando en un mar bravío y desértico de humanos aunque con veleros blancos alineados en sus amarras, un modesto jardín botánico, una calle comercial con tiendas de ropa, decoración o comestibles. Hoteles con estilo irlandés, y tentadores cafecitos y restaurants. Una vez que diste la vuelta al unicornio, solo me restaba la siesta.









No soy de las que desaprovechan el día, la lluvia se había quedado en la anterior ciudad y el micro para la próxima salía en cuatro horas más. Estudié el horizonte, la ruta y la situación.

Entonces me decidí a pararme en la salida del pueblo, dedo en alza como en mis mejores épocas, y en 5 segundos se detuvo un auto blanco con una joven treintañera.

Para variar, iba directo a donde yo quería ir! Y encima, resultó ser chilena! Durante cuatro horas nos contamos las vidas enteras! Ja! y llegué a Mount Gambier antes de que el micro hubiera salido de Fairy Port.

Como aún había luz suficiente, dejamos las cosas en el hotel que decidimos compartir -con el reaseguro de seguir juntas al día siguiente por otros 500 kms. hasta Adelaide!!!!- y fuimos a ver unas grutas subterráneas bajo la plaza del pueblo. Realmente resultó una sorpresa inesperada! Más que bonito y yo no las tenía ni registradas. Bajando por una rampa circular, se llega a una vertiente en la profundidad de la roca, toda tapizada de helechos y flores brillantes, como un acto de magia. 






De allí fuimos al Blue Lake, que otrora era la boca de un volcán extinguido y ahora dulces patitos se deslizan por sus aguas mansas, rodeado de un parque verde pacífico a esa hora del atardecer. Maravilloso cierre del día…





Con Valentina pasamos por un supermercado y aprovechando el microndas de la habitación, disfrutamos de un Quiché Lloraine espectacular. Fundidas, nos dormimos con los mapas del recorrido siguiente, en la mano…

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