martes, 31 de diciembre de 2024

1° de Enero Dia Internacional de la Paz

Asì lo instituyò hace muchos años alguien que no recuerdo, pero sì me lo propongo vivir de esa forma, y tener muy presente esa intenciòn para todo el mundo, en este dìa.


Pude dormir hasta casi mediodìa! (ruidos de hostel mediante), darme una buena y reparadora ducha. Vestirme con mi vestido blanco (ja! Lo llevaba reservado en el fondo de mi valija desde el 1ª dìa!), sandalias (basta de zapatillas, please!), unos touchs de maquillaje, pelo limpio y suave al viento, y a pasear lentamente…

Encarè hacia un parque precioso, muy cerquita del hostel.

Enorme, con lomadas y una pèrgola central con rosas enredadas, canteros de flores formando guirnaldas de colores ordenadas por especies, bebederos y asientos de diseño ergonomètrico, mucho silencio lindo, brisita anunciando lluvia, y una mujer con turbante y larga pollera floreada, danzando con los pàjaros. Al principio, al verla de lejos con los brazos extendidos en cruz, creì que se trataba de un espantapàjaros danzando suavemente con el viento. Distintas aves se le paraban en la cabeza, y en las manos abiertas, mientras ella se balanceaba al ritmo de una mùsica que solo ella escuchaba, la de su corazòn.

Al girar, pude ver su pacìfica sonrisa y beatitud al estar compenetrada con su relaciòn personal con los pàjaros que la seguìan. Era una especie de flautista de Hamelin! Ensoñada en su propia magia.

Las primeras gotas comenzaron a caer, y ni a ella ni a mì, parecìan importarnos.

Ella seguìa su danza, les arrojaba minùsculas semillas y yo trataba de captar el momento sin importunarla, a media distancia de la sublime escena.

El chaparròn se declarò con creces y corrì a buscar refugio bajo un ombù paternal. Me acomodè entre las ramas, sintiendo su abrazo protector.

La mujer desapareciò como si un àngel la hubiera elevado entre las nubes.

Esperè acobachada hasta que parara un poco. De repente me dì cuenta que algo se movìa a mis espaldas, “dentro” del grueso y enroscado tronco. Lo rodeè unos pasos y descubrì un gran hoyo en la base del frondoso àrbol, algo asì como una entrada secreta.

Pensè “que buen lugar” para jugar a las escondidas!

Entonces vì que alguien ya habìa tenido la misma idea: un linyera habìa tomado poseciòn del sagrado espacio y disfrutaba sus sueños a sus anchas, apretujado contra unas mantas y sus bolsas. Creo que ahì yo serìa la homeless màs dichosa, con cascadita de lluvia tibia y ventanitas abiertas a la fragancia de las hojas.

Cuando amainò un poquito, me despedì del “ocupa” con una sonrisa còmplice, y me dirigì a la gran fuente central donde un chorro vertical cantaba las loas de ese paraìso, rodeado de añejoss àrboles y alfombra de cèsped impecable.

Bajè por unas escalinatas de gastados ladrillos hasta las callejuelas del centro. En varias esquinas encontrè cartelerìa con fotos antiguas contando la historia de la ciudad, desde las invasiones inglesas (les suena?) hasta los comercios que se fueron generando con el paso de los años.

Nueva Zelanda es un paìs muy nuevecito. Fue descubierto a fines del 1600 por un holandès, y luego fueron arribando otros “vikingos”, incluso españoles, portugueses, franceses, pero no se quedaban. Saludaban a los indìgenas de turno, y seguìan viaje. Pero en 1864, llegaron los ingleses y tomaron posesiòn, o sea, la colonizaron (apropiaron, bah!). Pensar que en 1810, nosotros ya nos habìamos declarado independientes. Y aquì ni habìa empezado la historia…

Obviamente siguieron años de masacres, lavado de cerebro con misioneros de turno, intercambio de bagatelas e introducciòn de flora y faunas desconocidas, enfermedades y plagas, etc. etc.. aunque, al parecer, terminaron siendo una naciòn diocultural mejor instaurada que en Australia u otros lares. Aquì se vive un genuino respeto a los maorìes. Estàn completamente integrados a los blancos. Siguen sus tradiciones, con sus tatuajes aunque con ropas occidentales, comen sus comidas y cumplen sus ritos. Te puedes encontrar con una chofera de colectivo como con un policìa, Un dueño de un comercio de souveniers como una guìa de turismo. Aùn no pude discriminar si hay trabajos de primera o quinta clase. El hecho es que hay tantas comunidades extranjeras habitando al unìsono, que ya sabes que los quioscos de tabaco y golosinas son de los paquistanìes, las casas de cambio las atienden orientales (ojitos rasgados aunque no diferencio los paìses). Hay miles de hinduès por todos lados, nepaleses, eslovacos, brasileros, canadienses, lo que pidas, encontràs, ja!

Volvamos al paseo: avancè hasta el puerto, con la serenidad de las aguas turquesas acunando veleros de todo rango, un puente levadizo ultramoderno, miradores de decks prolijìsimos, una biblioteca libre armada en un container alfombrado, reposeras para relajarte con los rayitos de sol que intentaban asomar, y cientos de barcitos y confiterìas repletos de gente.

Me tentè con un cafè en la barra de uno de èstos, mirando el mar, agradeciendo…

Comenzò a refrescar. Estudiè el mapa de la ciudad (a esta altura, uno de mis pasatiempos favoritos) y descubrì que habìa una lìnea de colectivos circular. Hace rato que descubrì que es la forma màs completa, còmoda y econòmica de tener un pantallazo general, no solamente de las àreas turìsticas.

A pesar del feriado, el bus llegò en el exacto minuto que figuraba en la pantalla de la parada. Solo lo esperè 4 minutos. Nadie arriba, el chofer no me cobrò y me deseò sonriente un “Feliz Año Nuevo”, cual remise de lujo. Tras hora y media de paseito (de paso me ahorrè unos chubascos intermitentes), volviò a dejarme en la misma parada y regresè al hostel màs que satisfecha, previa pizza comprada para la cena.

Revisè los folletos y guìas de bloggers en internet y decidì mi camino para los sucesivos dìas.

Cuando quise comprar el ticket para el bus para ir hacia el norte, me encontrè que ya no habìa asientos disponibles hasta la ùltima hora del dìa siguiente.

Y bueh! Asì es el sistema! Temporada alta, hay que tener reservado todo con anticipación, te aconsejan.

Me niego a seguir el ritmo ajeno, tener que pagar por una supuesta “comodidad” cuando a las compañìas se les canta. No señor! Mi sistema angelical es imbatible. Tomarè un colectivo hasta la salida de la ciudad, y allì el dedo me llevarà cuando y doonde yo disponga. Trato hecho!

Y asì fue...




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