lunes, 9 de diciembre de 2024

Barrera de Coral

 A la mañana siguiente, nueva despertada tempranera, no sea cosa de perder el barco!

A las 8.00 am. firme como un marinerito, ya estaba en el muelle dispuesta a hacer mi cheq-in y a atrapar las medialunas del prometido desayuno.

Todo resultò tal cual me habìan asegurado en la agencia (debo trabajar mi desconfianza para algunas cosas...ejemm..).

Èramos 35 pasajeros adultos, mayoritariamente 3º edad de alemanes, y un par de niñitos japoneses con sus papis. El velero con una cubierta espectacular pero con el sol abrasador, prohibitiva para la relajaciòn. Adentro, con aire acondicionado, te congelabas. En la popa, el ruido de los motores (porque las velas iban izadas de adorno). En fin, esta gata flora con pinta de hormiga es a veces, una inconformista. Finalmente, el mejor lugar, fue dentro del agua al momento de hacer snorkel. Ya les cuento…

Primero la parte gastronòmica: deliciosas tartitas de desayuno, croissants, frutas, yoghurt, tè, cafè, crema, etc.etc.. cual 5 estrellas. Otras tantas variedades para elk buffet libre del mediodìa… No sè si esto de venir tantos meses a sandwichito de queso y ensaladitas, me hacìa sentir todo como exquisito!

La biòloga que daba la charla resultò ser chilena, por lo que me dì el gusto de hacerle màs preguntas de todo lo que no habìa entendido en inglès. (Los alemanes llevaban su propia traductora).

Y finalmente llegò el arribo a la isla paradisìaca que ya vislumbràbamos desde proa. Como de pelìcula! Una superficie oval, de arenas blancas, llena de pàjaros anidando en su soledad, con las boyas demarcatorias de donde nos podìamos sumergir y que canal respetar.

Nos dieron los trajes de neoprene, las patas de rana (para mì la primera vez! Màs contenta que nena con muñeca nueva!), las antiparras con el tubito para respirar, guantes a quienes los solicitaban, y previas advertencias de NO TOCAR nada, mucho menos arrancar o llevarse un pedacito de ridìculo souvenier, nos trasladaron en unos botecitos hasta la orilla.

Allì me coloquè las pataletas y el visor bien desempañado, y…al agua pata!

La temperatura del agua era ideal, la transparencia impecable. Enseguida te pasan al lado, cardùmenes de pequeñitos pececitos azules y plateados. De repente vislumbras uno màs grande anaranjado. Por allà, un amarillo a rayas cual cebra. Y màs allà, te viene de frente un ocre barrigòn. Y otro, y otro, y tantos! Que sos una màs de ellos, estàs en medio de la ronda nadando en todas direcciones para tratar de seguirlos. Hundièndote en la profundidad de las cavernas que se forman entre coral y coral, o en la apertura de las conchas, en los bordes de las rocas, en la oscuridad de huecos y tùneles infinitos.

De repente, dejè de prestar atenciòn a los peces, para focalizarme en la flora submarina, o sea, los mentados corales. Admirar la diversidad de formas, colores y texturas. Màs o menos afelpados, punzantes, relajados, todos bailando al son de la lenta marea, como siguiendo una mùsica invisible. Los hay verdes, lilas, ocres, rosados, naranjas, blancos, turquesas, grises, marrones, magentas, amarillos. Cada cual con sus brillos y tonalidades infinitas. Es una paleta de placer, una tentaciòn para acariciarlos, un no poder parar de mirarlos en detalle. Mil y una forma diversa, desde simples flores a otros que parecen repollos o cerebros, o espadas, o fideos, troncos, o cuernos de ciervos o algùn animal encorvado, formas con una continuidad ondulante indescriptible, bella, infinita, poderosa, encantada…

Perdì la nociòn del tiempo… apretaba el respirador para poder estar sumergida el mayor tiempo posible, lanzando burbujitas por el tubo, controlando la respiraciòn pacìficamente, concentrada aunque relajada a la vez… Dejarse llevar, fluir… admirar y agradecer…

Maravillada por la vuelta de los peces, un nemo me miraba curioso, un pulpo saludaba como si me conociera, otros se escondìan bajo la fronda de este bosque subacuàtico multicolor.

Querìa quedarme allì, y en ese estado de dulce èxtasis para siempre…

De repente siento un silbato.

Pataleo para arriba para salir a la superficie. El señor del bote me hacìa señas que debìa regresar a la costa. Ya todos estaban esperàndome para regresar al velero para el almuerzo. Yo por supuesto, lejos de esas materiales ideas, ja!

En el momento que volvì a sumergirme para regresar, un gran pez turquesa (mi color favorito) de cerca de un metro de largo, se me acerca y se me pone a la par, como nadando juntos, como dicièndome: “Yo te acompaño de despedida”. Fue grandioso! Aùn recuerdo sus ojos bien abiertos miràndome con afectuosa curiosidad. !Una belleza!

Finalmente lleguè a las arenas de la orilla y con poca elegancia logrè sacarme las patas para arrimarme al bote, ja! Ya me habìa convertido en sirenita y no querìa volver…

Reconozco que el almuerzo me hacìa falta. Impensadamente, dos horas bajo el agua, te convierten en cocodrila que traga todo!

Tras el postre con cafè, nos dividieron en dos grupos para ir a dar una vuelta en submarino. (Tambièn incluìdo en el precio de la excursiòn)

Consistìa en un barco con piso y paredes de vidrio, porsupuesto super hermètico, que se sumege entre los corales, y los vas viendo desde otro punto de vista, y en seco, mientras la guìa te va dando las explicaciones de cada especie. Fabuloso! Màs que fabuloso!

Esa visita fue de 45 minutos, tras la cual, los que querìan podìan volver con el botecito a la isla, o quedarse en cubierta descansando. Imaginen cual elegì. Obvio! No voy a desaprovechar la tarde durmiendo la siesta. Me volvì a poner el traje de neoprene (un tanto pegajoso cuando ya està mojado, pero lo logrè), las patitas, el snorkel, y de nuevo a ver màs mundo maravilloso…

Los corales se abrìan y cerraban con la suavidad de una brisa primaveral, con la ternura de unas manitas de bebè, con el silencio de las verdades profundas, con la inmensidad de los milenios…

Peces, pececillos, solos, en pareja, en grupo de amigos, o en infinitos cardùmenes, se paseaban de aquì para allà, apareciendo y desapareciendo cual actos de magia.

De repente, ante mì, una tortuga marina gigante! Calculo un metro de ocre caparazòn con manchas amarillas atigradas.

La dejà pasar para ponerme atràs, como nos habìan explicado para que no se asuste, y la empecè a seguir. Desplegaba sus patas delanteras como alas de àngel gordo, al unìsono de una secreta armonìa calma que trasmitìa en cada brazada. De atràs, era lo màs parecido a una mariposa o un hada embarazada, pacìfica, lenta, aunque segura, se elevaba para sacar la cabecita a la superficie y tomar una bocanada de aire. Yo la seguìa con la admiraciòn y el pudor de fisgonear su ìntima danza. Ella se dejaba acompañar…

Nuevamente el silbato rompe idìlio, y vuelta a la playa. Apenas si habìa tenido ni un segundo para tirarme en la arena o contemplar los pàjaros anidando. Ya el velero emprendìa la retirada, y el sol tambièn.

Me tendì en la cubierta, ya con la ropa sequita que previsoramente habìa llevado, y me disfrutè las frutas cortaditas, y el brindis de ahora burbujitas champagneras. Tuve que hacer un grandìsimo esfuerzo para no dormirme hasta llegar al puerto, y otro tanto para llegar caminando derecha hasta la cama del hostel, ja!

¿Quièn me quita lo bañado?



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