lunes, 23 de diciembre de 2024

De Brisbane a Sydney

 El tren salìa a las 5.00 am. por lo que a las 4 sonò mi despertador, ya que miràndolo con un ojo positivo, la estaciòn quedaba a solo tres cuadras del hostel.

Ya todo empacado la noche anterior, no hubo màs que lavadita de dientes, orina de la mañana (y no para el anàlisis en frasquito) y salì al clarear de la calle con mi valijita rodantera.

Esperè en el andèn correspondiente hacièndome el desayuno (siempre con mi pan y queso en la cartera y saquitos de tè con vasitos recuperados) y en el momento previsto se iniciò la marcha.

El tren dejò Brisbane para comenzar los 900 kms. que nos separaban de Sydney, atravesando un bosque de eucaliptus magnìfico.

El bosque se convirtiò en pradera, con vaquitas, caballos u ovejitas alternativamentes, estanques de agua, montes, campos trabajados de cultivos rasos o de frutales en altura.

La pradera volviò a ser bosque, y el bosque se abrìa cada tanto para mostrarme el ocèano en la lontananza.

Todo el dìa verde, verde y màs verde. Cada tanto, turquesa marino, y vuelta al verde màs verde.

Una preciosura de cuadritos campestres.

Por no hablar del aroma de los eucaliptus…

Confieso que en algùn momento de mediamañana, me dormì una siestita pasajera, y cada tanto abrìa medio ojo, para no perderme la belleza del camino.

En algùn otro momento, armè mis clàsicos sandwichitos y me los devorè al compàs de trac trac de los rieles.

Màs verdes, màs siestitas intermitentes, alguna fruta, un cafè, la somnoliencia de lo repetitivo del paisaje, aunque eso no le quita el mèrito de la belleza, y mirar las horas del reloj.

La verdad que precioso pero se me hizo muy laaaargooooo….. fueron 15 horas de no hablar con nadie (el asiento de al lado del mìo fue vacìo todo el dìa), apenas con uno de los guardas para preguntarle a que hora llegàbamos. Para colmo iba atrasado y se sumò una hora màs de lo previsto.

Ademàs en Sydney llevan una hora adelantada con respecto de Brisbane, por esas cosas del ahorro energètico.

La verdad es que me divierto màs viajando a dedo, charlando con el conductor de turno y su familia, aprendiendo de los locales, que mirando a travès de un vidrio con la boca cerrada.

Para cuando lleguè a Sydney, debì sumarle otra hora de bus, el B1 amarillo de doble piso, hasta Narbereen y de allì caminar casi veinte minutos cuesta arriba (no se olviden con valijota de rueditas averiada y mochila de 6 kilos en los hombros). O sea que para cuando lleguè, dirìa que estaba un tanto destruìda.

Igualmente fue un lindo encuentro con Kari, la anfitriona de coachsurfing , aunque esta vez me recibiò por AirbandB, y los chicos de la casa: Laura la colombiana, Ashh, el iranì, Anton el alemàn y Mariaelena, la nueva. Se lo extrañò a Jeiko!.

Ellos llegaban de hacer “dumping” en los containers de basura, y yo estaba casi en el mismo estado, por lo que amistosamente me refugiè en mi nuevo cuarto, y mañana serà otro dìa…


Bienvenida a Sydney por 2ª vez! Es una sensaciòn muy nueva para mì, ya que jamàs repito un lugar ya recorrido, pero en este caso, sentì que debìa cerrar el cìrculo aquì. Por otro lado me apetecìa compartir cariño por la Navidad, y mejor lo conocido que nada por conocer… Y por sobre todo, en estos dìas, està mi amiga Belèn, villurquera!, en Sydney! ejerciendo su nobel abuelaje, ya que su hijo argentino se casò con una autraliana.

Jamàs nos hubièramos imaginado un encuentro en estos lares, pero la Vida no deja de sorprenderme! Y asì se nos presentò la oportunidad.

!Muero de ganas de verla!



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