El “aeropuerto” de Laverton fue lo más parecido a una sala de espera de dentista de pueblo, escasos 10 m2, con un mostrador que oficiaba de cheq- in con la misma señora que me había vendido el pasaje una hora antes, la que me recibió la valija y la acomodó en un carrito cargado de cajas de herramientas (obvio de los mineros), la que le hizo las señas codificadas a la avioneta que venía bajando en el horizonte, la que puso la escalerilla para que bajara gente y subiera otra, cual colectivo de la línea 60.
Conmigo subieron otros siete pasajeros, todos uniformados con las camperas fosforescentes de la empresa que seguro les pagaba el traslado a otra mina. Lo gracioso es que en este “aeropuertito” no pasas por ninguna máquina lectora de nada, podes subir con todos los explosivos que quieras en tus bolsillos, cero control!
El avioncito resultó un mini de juguete con 30 asientos. Iba completo! O sea que me cacé el último asiento disponible.
Obvio todos se conocían entre sí, y yo era la única que no portaba ni botas ni uniforme de minera. Lo gracioso era que no había máquina scanner para controlar las valijas ni los bolsos. Podrían llevar todos los explosivos que quisieran, que ningún policía (no presentes) lo hubiera detenido.
Por supuesto, el avioncito en cuestión,era de esos que paran cerca de la oficina, pasas el jardincito, y haciendo la fila, subís por una escalerita exterior.
Era cuasi un colectivo local, ¡para en todas! En el transcurso de las dos horas y media que durò el vuelo, aterrizó en otros dos pueblos, donde subieron y bajaron otros tantos pasajeros. En uno de ellos, nos demoramos 20 minutos de espera, porque estaban recargando el tanque de nafta.
Eso sí, cuando ya estábamos todos sentados, “la señorita”, o sea la azafata de a bordo, nos tomaba lista como en la escuela. Claro! Si ni boleto me habían dado, mucho menos tarjeta de embarque, ja!
Antes de llegar a mi destino en Perth, el avioncito, que temblaba como un pajarito desplumado, se habìa elevado y aterrizado tres veces consecutivas, en distintas pistas en medio de la nada, o más precisamente, en las mineras en pleno desierto. Era un dolor impresionante, ver desde el aire, la Madre Tierra horadada, cual queso gruyere gigante, por las brutas máquinas convirtiendo la belleza roja de la tierra en pantanos ocres donde lavan el oro que extraen sin parar. Literalmente, el negociado de las minas de oro!
Finalmente aterrizó en un aeropuerto en las afueras de Perth, aeropuerto privado de la consabida empresa, y debí tomar dos buses para trasladarme al aeropuerto oficial para mi siguiente vuelo. Por suerte tenía unas horas por delante, pero ya me sentía como en un combo 2 x 1, en este caso 6 x 3. Nunca había subido y bajado tantas veces en un día como si de una montaña rusa se tratara. Mis orejitas zumbaban tapándose y sonándose desconcertadas.
Pareciera ser que en Australia no conocen la diagonal, porque hasta por el aire, te obligan a hacer los dos lados de los catetos para arribar al Nordeste desde el Noroeste. En fin.. Nuevo transbordo en Melbourne, durmiendo en un rinconcito de un banco, para a las 3.00 am.!!!despachar la valija en el vuelo de las cinco.
¿Al final no me digan que no era más fácil la diagonal por tierra? En vez de ver desierto florecido, me pasé 30 horas viendo aeropuertos, gente con valijas y fast foods llenos de descartables.
Veremos cuando definitivamente llegue…
Encima en cada región te restan una o dos horas por el huso horario, así que al final, ya no sabes ni en que día estas, mucho menos cuantas horas lograste o no dormir…
Para las siete de la mañana siguiente logré aterrizar en mi deseado Ayres Rock!
El aeropuerto de Ayres Rock resultó apenas más grande que el de Laverton, diría que èste ya era como el hall de recepción de una clínica modesta. Recibe un vuelo diario, que así como llega, lo limpian un poco y en 30 minutos sale de vuelta con los fatigados turistas.
Un simpático chofer te recoge las valijas directamente de la cinta rotativa y las carga en un gran micro que gratuitamente te traslada al hotel que cada uno hubiera elegido, cual camioneta escolar de reparto. Salvo los particulares que ya se hubieran alquilado sus propias camionetas.
Yo ni idea! Aún no me había bookeado en ningùn hotel, quería, como de costumbre, primero olfatear de afuera y de acuerdo a pinta, distancias, estado y precio, elegir el más acorde a mis requerimientos.
Craso error!!! Con 40ª C no podès casi ni bajarte del micro para pensar! Por otro lado, las moscas pegajosas se te meten por los orificios nasales, se te pegan a los lentes de sol, te caminan por la cara sin permiso, se cuelgan de tus gotas de sudor, etc…etc… Estàn tan atontadas como vos, así que ni se enteran que las tratas de espantar para no matarlas en cada palmada que te das. De hecho, en el mismo aeropuerto, te venden unos sombreros con tules negros colgando del ala, cual equipamiento de los que sacan miel de los panales de abejas.
Algunos turistas andan con los barbijos hasta las orejas! Yo deseé ser musulmana para que una burka instantánea me envolviera de pies a cabeza!
La ciudad resultó no ser una ciudad, sino más bien un complejo de cinco hoteles (de presupuestos de categorías ascendentes), un supermercadito, dos restaurantes, dos bares, una oficina de informes turísticos, cinco de alquiler de coches, diez de empresas de tours )todas del mismo dueño y dueño de todos los hoteles), un pequeño correo y tienda de souveniers, un anfiteatro (cubierto!) y un observatorio astronómico! Todo en medio de un desierto de gruesas areniscas rojas, salpicadas de vegetación típica de la zona, es decir, rala, escasa, aunque maravillosamente única!
Por allí no encontrarás al Principito rubio, sino a muchos aborígenes, sobrevivientes de la “civilización” de los europeos que los acorralaron en esa zona, desde la periferia donde inicialmente vivìan, junto a los océanos. Por supuesto, aquí tampoco se les permite merodear cerca de los hoteles, aunque se las ingenian para acercarse a ofrecerte sus artesanías talladas en trocitos de madera, o cuadros pintados con una técnica de puntillismo muy tradicional, coloridos y alegres. Imposible traerme alguno en mi valijota!
El bus repartió a los pasajeros puerta a puerta, y por descarte tuve que elegir el último hotel que no resultó nada mal, al contrario! Lleno de gente amena y con una pileta que te llamaba desde que te inscribias en la recepción. La temperatura parecía multiplicarse exponencialmente a cada paso…
No había hecho semejante viaje para quedarme acostada bajo el aire acondicionado!
Averiguè las excursiones posibles: Lo típica aquì era ir a ver el atardecer y/o amanecer al Uluru, piedra sagrada de las comunidades originarias de la zona, también llamado “ombligo del mundo”, ya que es un monte de 300 metros de altura que emerge imponente en medio de lo raso de la nada misma, sin ninguna explicación geológica, habitando esa inmensidad desde el comienzo de los tiempos…
Compré el pase de tres días que te habilita para recorrerlo a tu antojo (con los traslados incluidos), aunque está más que prohibido escalarlo e incluso hay ciertas zonas prohibidas de fotografiar.
Compré unas frutas más caras que perlas, tomé cinco litros de agua y me metí toda la tarde en el agua hasta las orejas cual rinoceronte embarazad, Plashhhh!
Mmmmhhh… estaba más que tibia! Cuasi a punto de hervor! Y buah!... todo no se puede, dicen las viejas… Ja! Igualmente estaba mejor que afuera parada, ja!
Aunque de sol, nada! El gris tormentoso iba en aumento proporcional a mi cansancio, ya que cuando no duermo mis ocho horas de bebé, al día siguiente estoy más que opa. A eso sumale el calor y el relax del agua caliente….
Para despabilarme un poco, asistì a una clase demostrativa de “Didgeridoo” en el gran patio del hotel ¿Y eso què es? Es un instrumento musical tradicional de las culturas australianas, parecido a una flauta, pero sin agujeritos y de casi dos metros de largo por unos siete centìmetros de diàmetro, algo asì como un caño de caña o madera. Tiene un sonido muy grave y generalmente se lo acompaña con percusiòn de tambores. Hay que hacer bastante fuerza para soplar por su boquilla superior y producir el sonido, a la vez que tener mucho dominio del manejo gutural de la respiraciòn, para producir diferentes notas y saltos de ritmo, solo con insuflar el aire en la medida correcta. Muy difìcil! Pero el profe que estaba dando la clase, parecìa disfrutar de tanto esfuerzo, desde el sostenerlo, a sostener las notas largas y algo monòtonas. Me gustò participar de esta clase, la mùsica siempre me llama.
A las 17 hs. el mismo chofer con su bus impecable pasó a buscar a los que nos habíamos inscripto para ir a ver la puesta del sol tras el Uluru.
Algunas empresas te venden la excursión con buffet y brindis de champagne en el mirador, otras más modestas, te conforman con la mirada y las fotos.
Ni una cosa ni la otra, porque para cuando llegamos al mirador, un torrente de lluvia fresca obligó a todos a refugiarse en los micros y camionetas a los que solemnes, esperábamos fotografiar el dorado milagro. ¡Fin de fiesta!
Con el día cumplido, cené al compás de un guitarrista que amenizaba el momento bajo el gran tinglado común, y caí molida como una mosca más en mi camucha.
¡Eso sí! Antes poner el despertador para las cuatro de la mañana, hora que el micro me recogería para ir a ver el amanecer…
A soñar con los angelitos, hasta entonces…
Como obedientes soldaditos, un nutrido grupo de turistas, la que habla incluida, hacíamos fila en la oscuridad delante de la parada del bus, bien dispuestos, crema, gorro y abundantes botellas de agua colgando de las mochilas.
Nos trasladaron al mirador de turno a esperar que las nubes se despejaran y permitieran al astro rey asomar sus brillos matinales, espectáculo que iluminaría de pleno el paredón del Uluru.
Muchos pájaros cantores anunciaban el inicio de la luz, el frescor de la madrugada daba lugar al calorón del día, apenas un tibio rosado traspasaba las nubes grises, pero de sol, nada!
Por supuesto, no hay reembolso, ja!
En fin, a veces la Naturaleza no cumple nuestras expectativas y ni siquiera le puedes discutir. Es como cuando pagas para ir a ver delfines, ballenas o focas y ese día no se les canta merodear por esos lares…ja! O los koalas que duermen inmutables todo el día abrazados a una rama y no te dan la cara ni para la foto. O pretender que un canguro salte cuando vos enfocaste la máquina. En fin, gajes de la Madre Tierra. A perdonarle el amanecer fallido y vuelta al hotel a disfrutar un desayuno como Dios manda.
En eso estaba cuando anunciaron que en diez minutos comenzaba una caminata explicativa de la flora local, con un guìa botànico. !Imperdible! Justo para mì! Apurè mis panecillos y me unì al grupo. La verdad sea dicha: solo pude entender el 50 % de sus explicaciones, pero fue linda experiencia focalizar la atenciòn en plantas que se me estaban pasando desapercibidas, unas màs bellas que otras! Terminò hablando de algunas costumbres ancestrales, como la preparaciòn de algunas comidas tìpicas con esas plantas, o sus usos medicinales, su aprovechamiento en tejidos de canastas o textiles. Tambièn hizo una demostraciòn del uso del boomerang para alcanzar a las aves que comìan y ciertas lanzas con las que pescaban los originarios. Todo muy instructivo e interesante!
Para las 10.00 ya tenía otra alternativa contratada: caminata por el Valle del Viento.
Nuevamente el micro te traslada a la zona y te deja en un valle solitario entre una fractura del gran monte, internándote como en una gran gruta a cielo abierto. Bellísima! Inhóspita! Asfixiante de viento más que cálido, como si fuera la salida de un reactor nuclear…
Esta vez, yo era la única pasajera. O sea que me bajaron a las puertas del valle y a caminar se ha dicho…
Claro! ¿A quien se le ocurre meterse de caminata a esa hora, con la promesa del chofer que pasaría a recogerte en tres horas? O sea, pleno mediodía!!!!
Solo a esta intrépida hormiga, aunque a veces, descabellada!
Por suerte había llevado dos litros de agua, aunque llegado un momento, ya no sabía si beberla de a cortos chorritos, o tirármela a baldazos en la cabeza. Las moscas no me dejaban ni a sol ni a sombra! Decidí envolverme la cabeza con mi pañuelo, que resultó semi traslúcido y caminar como la momia de "Titanes en el Ring”, se acuerdan?
Una varita de pasto seco me hacía las veces de espada, agitándola cual parabrisas por sobre mis hombros. La belleza del silencio colmaba mi alma, ajena a todas esas minúsculas incomodidades.
Me acerqué a grutas con pinturas rupestres, cuevas con nidos, frutos exóticos en árbolitos que parecían marchitos, y me alejé de huecos por donde aparecerían serpientes.
Pasaron las horas y tuve que adelantar los pasos para llegar a tiempo al encuentro del micro, de lo contrario, me dejaría allí resecándome como una pasa olvidada.
De vuelta al hotel, nueva zambullida al caldo de la piscina y basta para mì!
A las seis de la tarde, creo que ya estaba en la cama dispuesta a mis mejores sueños.
Al día siguiente, mi traslado sería al aeropuerto de ya salida. Saludo a las moscas, y a otra cosa mariposa!
Misiòn cumplida!
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